Hermanos con derecho a roce
Chapter 1
-turntechGodhead [TG] empezó a molestar a timaeusTestified [TT]-
TG: eh bro
TG: bro
TG: contesta maldita sea
TT: Los adultos tenemos obligaciones. No puedo estar siempre pendiente al móvil
TG: yo tambien soy ya un adulto
TG: como sea
TG: ahora lo importante no es eso
TG: este sabado vuelvo a casa
TT: Oh.
TT: Espera. ¿Lo dices en serio?
TG: crees que es una broma
TT: No, no. Tan solo me sorprende. Llevas muchos meses fuera de casa y sin dar señales de vida.
TG: no era una pregunta
TG: y bueno ya te contare
TG: hablamos
-turntechGodhead [TG] dejó de molestar a timaeusTestified [TT]-
Como siempre, Dave había dado por zanjada la conversación antes de que Dirk tuviese oportunidad de despedirse pero, aún así, aquel ínfimo intercambio de palabras mediante un teclado había conseguido arrancarle una sonrisa. Eso sí, tendría que cambia los planes del sábado y adelantarlos a aquella misma tarde, no quería perder el tiempo con gilipolleces estando su hermano en casa. Eran las cuatro y media y sabía que si quería adelantar sus planes para hoy mismo tendría que ser rápido, así que dejó todo lo que estaba haciendo para llamar a sus confidentes e informarles del cambio.
º
Lo primero que hizo al bajar del avión fue estirar todos y cada uno de sus músculos, llegando a parecer que se estaba preparando para alguna competición deportiva. Tío, los vuelos le dejaban machacado. Pero, bueno, hoy estaba de buen humor —aunque nunca lo admitiría ni exteriorizaría — e iba a intentar que nada se lo arrebatase, porque hace unas horas se la había pegado a Dirk como si fuese un niño pequeño y eso era un gran logro para él. ¿Qué por qué se la había pegado? Realmente el avión de Dave salía y llegaba a su ciudad aquella misma tarde, pero la idea era decir que llegaría mañana para darle una sorpresa a su hermano mayor. Ah, y también para que no insistiese en ir a recogerlo al aeropuerto, se negaba a verse involucrado en otra de esas situaciones incómodas que creaba Dirk cuando lo trataba como a un mocoso de cinco años a pesar de que ya tenía sus veintitrés, y a mucha honra.
º
— Joder… Al final me habría venido bien y todo avisar a Dirk… ¡AGH! Putas maletas — ladró el rubio con los brazos en asas y dándole una patada a una de sus maletas. Volvió a mirar hacia el ascensor, estirando los labios en una fina línea. "AVERIADO", volvió a leer. "Dirk vive en un quinto", volvió a recordar. Por suerte (o por desgracia) justamente en aquel momento estaba entrando en el portal un tipo que parecía querer ser de ayuda.
— ¿Necesitas ayuda, hermano? — una voz ronca y castigada por lo que seguramente sería tabaco se alzó tras el Strider, que se volteó rápidamente para encarar al desconocido.
— Ah… No. Está todo bajo control — dijo de forma algo distraída, aquello de que le llamase "hermano" le trastornó. Aun así, mostró una actitud indiferente al tiempo que se colocaba bien sus gafas de sol empujándolas hacia arriba por el puente de su nariz.
— ¿Estás seguro? Esas jodidas maletas tienen pinta de pesar lo suyo — volvió a insistir, asomándose por un lateral del otro para verlas mejor.
— Está bien, está bien, joder. Ayúdame si así vas a dejar de darme la tabarra.
Con "ayudar" Dave quiso decir "tú me llevas las maletas mientras yo no muevo un dedo", pero parecía que al extraño tipo que acababa de conocer no le importaba. Mientras él subía las maletas, Dave subía escalones de brazos cruzados tras él. Ahora que lo tenía justo delante se dio cuenta de la increíble altura de su improvisado criadoy también de lo desaliñado que tenía el pelo; un pelo azabache y ondulado. También pudo percibir el evidente olor a porro pasado que desprendía toda su ropa. ¿Desde cuando tenían a un porreta por vecino?
— Y aquí termina nuestro trayecto.
— Eso parece. Bueno, grac-… Espera, ¿por qué sabes que vivo en el quinto? — aquel tío cada vez le daba más miedo, así que empezó a rebuscar las llaves del piso por si tenía que huir hacia el interior, cerrar con llave y llamar a emergencias porque un adicto le acosaba. Finalmente las encontró y comenzó a abrir la puerta.
— Joder, hermano. Ese tío de las gafas picudas y tú sois una jodida calcomanía. Me apuesto una botella de Faygo a que sois parientes.
— … Aham. El caso es que eso no es asunto tuyo, así que gracias por lo de las maletas y… y… me cago en la puta… — estaba intentando despachar al moreno al tiempo que, una vez la puerta estuvo abierta, empezaba a propinarle patadas al equipaje para meterlo todo de golpe en el apartamento. El otro, con una sonrisa boba que no había perdido desde que le dirigió la palabra, volvió a echarle una mano, digo, un pie, dándole un último empujón a las maletas. Después se metió las manos en los bolsillos de su vieja sudadera.
— Sí, eh… Que ya nos veremos. Gracias otra vez — se vio forzado a repetir.
Antes de que el porreta pudiese abrir la boca, Dave se apresuró a cerrarle la puerta en sus narices. Suspiró, aliviado al verse totalmente a salvo de imbéciles que pudiesen contagiar su aura guay, y comenzó a llevar las maletas a su habitación poco a poco. Esto le llevó un tiempo, pero quería que la sorpresa fuese una gran e inesperada sorpresa, así que toda molestia era poca.
Llevadas sus maletas a su antigua habitación, él mismo se recluyó en ella. Deshizo la cama, se quitó los pantalones, la camiseta y se metió bajo las sábanas en ropa interior porque le daba una pereza horrible tener que deshacer ya la maleta. Además, seguramente aquella noche Dirk le retendría hasta bien tarde para que le contase sus aventuras durante su primera gira, así que más le valía descansar. Dejó las gafas sobre la mesita más cercana a la cama, justo junto a su móvil y, cuando pensó que solo tendría que cerrar los ojos para caer sumido en un profundo sueño, una agradable sensación comenzó a invadirle, una sensación que parecía nacer en el centro de su pecho, el cual no estaba muy relajado que se diga, lo cierto es que algo ahí dentro latía con bastante fuerza. Dave suspiró: sabía perfectamente lo que ocurría. Aunque la actitud de Dirk a veces deja mucho que desear desde su punto de vista, le ha estado cuidando desde que era un crío, así que, bueno… debía admitir que, realmente, adoraba a su hermano. Y, siendo sinceros del todo, el reencuentro que ocurriría en las próximas horas le tenía bastante emocionado.