Capítulo VI
The Unforgiven
"He's battled constantly
this fight he cannot win
a tired man the see
no longer cares"
...
El lunes al mediodía Sirius ya lleva varias horas en la moto y está comenzando a plantearse seriamente eso de llegar a Asia de un solo tirón. La verdad es que solo aguanta llegar hasta Francia, cuando toca tierra por la tarde lo único que quiere es tirarse en una cama y dormir hasta que se acabe el mundo. Sabe que aún deben estarlo siguiendo y sabe lo que tiene que hacer, le esperan días bastante duros por delante pero en ese momento está muerto del cansancio y lo único que quiere es dormir.
Se cuela en un hotel de nombre gracioso y se consigue una habitación con magia. Y la verdad es que eso es un eufemismo porque lo que hace es forzar la puerta y cerrarla desde adentro, sencillamente. Cuando despierta ya es martes al mediodía y al parecer ha dormido un poco más de medio día entero pero valió la pena porque se siente descansado.
Lo primero que hace cuando se levanta es escribirle una carta a James como primer paso para lo que planea hacer. A lo largo de los años ambos han ido trabajando el arte de comunicarse en clave, comenzaron en el colegio y lo han ido perfeccionando hasta ahora. Peter asegura que podrían planear cómo dominar el mundo escribiéndolo en el cielo frente a todo el planeta y nadie se daría cuenta.
Sirius espera que tenga razón y escribe con cuidado la carta que sabe que será interceptada, midiendo las palabras.
«James:
Ya me he ido, sé que me están buscando, estoy pensando irme a España o Italia por un tiempo, tal vez pasarme a África desde ahí. Te mantengo avisado.
Sirius»
Pero la verdad es que usan el mismo sistema que con el Mapa y James sabe que cuando la carta lleva "James" de encabezado es porque tiene que tocarla con la varita y murmurar "juro solemnemente que mis intenciones no son buenas," y el verdadero mensaje de Canuto aparece.
«Cornamenta:
Estoy en Francia, no estoy muy seguro de a dónde coño voy después pero para mañana no voy a estar aquí, trataré de viajar de noche e intentaré despistarlos. Asegúrate de esparcir el rumor de que me han visto rumbo a África, yo me encargo de lo demás.
Canuto»
Es todo lo que puede decirle.
Después de enviar la carta se consigue algo de comer y se encierra en la habitación del hotel, intentando pensar cuál será su próximo paso. No está muy seguro de a quién deben tener siguiéndolo en ese momento y eso es realmente un problema porque si lo supiera sería más fácil trazar un plan.
Sabe que juega con ventaja porque es inencontrable y solo por eso han tardado tanto en dar con él, pero también sabe que no solo se puede encontrar a alguien con magia y hechizos y por eso ahora su máxima prioridad es volver a desaparecer, que le pierdan de nuevo la pista y para eso tiene que moverse rápido y silencioso. Después podrá librarse de ellos por otro largo rato.
No debería ser muy difícil sacárselos de encima y tiene unos cuantos trucos y artefactos útiles. Solo para asegurarse se guinda el chivatoscopio que él y James han repotenciado al cuello y que está seguro de que funcionará si alguien se acerca y, cuando cae la noche, activa el hechizo desilusionador sobre él y la moto y se lanza a su próxima parada.
Alemania.
…
Su primera intención es quedarse en Alemania pero solo duerme un día entero allí y cambia rápidamente de planes, dirigiéndose un poco más abajo, a la República Checa. Nunca ha estado en Praga y la verdad es que lo deja cautivado. Tiene un aire gótico y macabro que, si no fuera porque es un mago y porque es él, le daría un poco de miedo. Las noches son brumosas y la ciudad parece un pueblo fantasma excepto que, bueno, es la capital así que está a rebosar de transeúntes a todas horas.
Le encanta caminar por las calles de noche, pasearse por los puentes, andar entre edificios antiguos y oscuros con cúpulas finísimas y altas. Toda la ciudad tiene un aire tétrico y melancólico que atrapa, se respira un aire misterioso y extraño. Las luces de la ciudad se reflejan sobre el Moldava de un modo que le recuerda un poco al Támesis y se le hace un nudo en el estómago.
Por algún extraño motivo siente que le encantaría llevar a Remus allí, caminar con él por las brumosas y húmedas calles de Praga de madrugada, casi puede imaginarse su expresión de fascinación, admirado por la peculiar y atrapante arquitectura de la ciudad.
A los cuatro días el sentimiento de melancolía es insoportable y le manda una última lechuza a James antes de hacer un viaje de muchos días y sin parar a Rusia.
Se detiene aquí y allá para comer y algunas veces se escabulle a un hotel a dormir cuando el sueño le agarra de día, pero otras veces cuando le golpea de noche y en la carretera se duerme a la intemperie protegido por hechizos. Se duerme mirando el cielo y se sorprende joder maldita mierda cuando se encuentra otra vez la puta de mi madre viendo la luna y pensando en el jodido cabrón de Remus Lupin. Se pregunta como un imbécil si el idiota aquel subirá a veces a la terraza y buscará a Sirio en el cielo.
Estúpido, está hecho un estúpido porque Remus está allá, en Londres, yendo de su patético trabajo a su patético apartamento desperdiciando su vida, haciendo nada, viviendo cada día de su patética existencia sin atreverse a correr riesgos, a vivir de verdad, cada día exactamente igual que el anterior. Y él está ahí, en una carretera secundaria, durmiendo al aire libre y huyendo de un montón de locos que le ofrecen "únete a nosotros o muere". No sabe de qué culpa a Remus porque, ¿realmente?, ¿qué puede ofrecerle él? Con su mierda de vida y su mierda de problemas, la verdad es que nada. Eso es lo que puede ofrecerle.
Así que lo mejor es que Remus haya decido no venir con él y seguir viviendo su muy-libre-de-riesgos-vida-muchas-gracias. No necesita toda la mierda que Sirius carga consigo, nadie la necesita, de hecho. Fue lo mejor y él es un egoísta porque, aun sabiendo eso, no puede hacer que pare la sensación de tener ácido en el estómago cuando piensa en Remus.
…
Sirius decide dar vueltas lo más posible y sale directo de Praga a Eslovaquia, de ahí a Ucrania y de ahí a Moscú, la capital. Hace muchas paradas y da muchos rodeos y, cuando llega a Rusia no está muy seguro de qué día es pero ha pasado mucho tiempo desde la última vez que habló con James y ya es octubre. Siendo que salió de Londres a principios de septiembre lleva como un mes dando vueltas.
Cree que ya le perdieron la pista pero tampoco está muy seguro de qué hacer ahora. Está cansado de ir de aquí para allá y, siguiendo uno de sus impulsos, al cuarto día se convierte en Canuto y vagabundea por la capital rusa, colándose en una casa vacía que ha estado vigilando durante dos días. Es de unos magos viejitos que, durante los dos días que lleva vigilándolos han salido a comer fuera. Se alegra de descubrir que es un hábito que parecen mantener y s aprovecha y se cuela dentro -y alguien debería decirles que su sistema de seguridad es una mierda-.
Agarra un puñado de polvos flu y pronuncia el nombre de un lugar en el que no ha estado en demasiado tiempo. Una extraña sensación de vacío se le instala en el estómago cuando se encuentra mirando la acogedora y cálida sala de estar de los Potter. Maldita sea. Antes de que tenga tiempo de llamar a alguien un elfo doméstico aparece y le saluda con una profunda reverencia, Sirius le dice que llame a James y en menos de dos minutos escucha sus pasos apresurados bajando la escalera, y tiene que reír, sencillamente tiene que reír porque James aparece absurdamente despeinado con las gafas torcidas, en pantalones de dormir y sin camisa.
Tiene que partirse de la risa, sinceramente.
—Maldito cabrón —le saluda James, sentándose frente a la chimenea e intentando disimular los sentimientos que le produce ver el rostro de Sirius en las llamas de su chimenea.
—Que guapo estas, Jamie.
—Jódete —murmura James—, estaba en la cama, ¿es que no sabes aparecer a una hora decente?
—Yo no hago nada decente —sonríe Sirius—, además, tampoco es tan tarde.
James gruñe algo que Sirius no entiende.
—Ya, ya cariño —le pica Sirius—, admite que morías por verme —y eso, James no puede negarlo.
Se quedan un rato en silencio, intentando poner todo en orden, hace como un año que Sirius no veía esa paliducha cara y mierda, a lo mejor es mucho tiempo.
—¿Dónde estás, Canuto? No me escribiste más desde que saliste de Praga.
—Moscú —contesta Sirius—. Cuando me fui de Praga creo que aún me estaban siguiendo, pero ya estoy bastante seguro de que me perdieron la pista.
—Sí —coincide James—, fue bastante bien lo de hacerles creer que estabas en África, la última vez te estaban buscando por allá.
—Esos inútiles de mierda —se mofa Sirius, rodando los ojos—. Es más lo que joden que lo que hacen bien.
James no contesta nada y se limita a observarlo en silencio, a evaluarlo con esa mirada de maldito hermano mayor que incómoda a Sirius. Cornamenta lo observa con cuidado, está más delgado de lo normal, tiene ojeras muy marcas, barba de varios días y lleva el pelo muchísimo más largo que la última vez que lo vio. Algo en su interior se retuerce y nada, absolutamente nada le gustaría más en ese momento que tenerlo en frente para estrangularlo con sus propias manos, o hacer algo muy maricón como abrazarlo.
—¿Canuto?
—Dime.
—Ya… —vacila James—, ya no te están siguiendo, ¿verdad?
—Creo que nop.
—¿Entonces por qué n…?
—Para ahí —le corta Sirius, en seco.
—Ni siquiera sabes lo que iba a decir.
—Claro que lo sé.
—No, no lo sabes.
—Maldita sea, Cornamenta —gruñe Sirius—, te conozco desde hace como diez años, sé lo que ibas a decirme y no voy a volver.
—Eres un estúpido chucho, Sirius, aquí estarías más seguro que saltando de país en país en esa maldita moto. Aquí… —y Sirius sabe que comienza a exasperarse porque hace ese gesto tan suyo de desordenarse más el cabello—, aquí estoy yo…
Y Sirius real, pero realmente quiere matarle por decir eso, porque realmente no necesita escuchar eso en ese momento en el que mataría a quién fuera para llevar cualquier otro apellido y poder estar en Londres, estudiando para ser auror, con su jodido mejor amigo y con… mierda.
—No —suspira, muy profundo—, no puedo James, sabes malditamente bien que no puedo. Si vuelvo a Londres van a volver a localizarme y va a ser lo mismo otra vez.
—Sabes que no es tan así, Canuto, no es tan fácil localizarte, eres inencontrable. Entre los dos tenemos suficiente magia para protegerte y ocultarte y siempre podemos luchar. Juntos podemos contra ellos, Canuto.
—No, no, no —repite Sirius, rápidamente, más para convencerse a sí mismo que a James, no puede dejarse atrapar por sus palabras. No puede. Por más que todo dentro de sí le diga que ya basta, que ya no quiere dormir más en una cama diferente todos los días, ir por ahí sin recordar nombres, estar en sitios diferentes todas las semanas, ir de aquí para allá sobre su chica. Lucha contra todo lo que le pide más, necesito más—. Nunca van a dejar de perseguirme, Cornamenta, nunca.
—No me jodas, Canuto, ¿qué mierdas te ha pasado? —y James tiene esa expresión suya de determinación y coraje que pone a veces, esa que usa cuando intenta defender algo en lo que de verdad cree, esa que dice "soy James Potter y que se oponga el mundo si quiere"—. Tienes que luchar Canuto, tenemos que luchar, no puedes dejarles ganar, no puedes dejarles hacerte esto. Ellos no son tantos y sabes que el verdadero problema es que tu madre los tiene tras de ti.
—Walburga Black está demente, James, tú lo sabes. No va a parar nunca hasta que vuelva a casa y sea lo que ella quiere que sea o me muera, lo que mierdas pase primero.
—No va a pasar ninguna de las dos cosas, maldito estúpido —le brama James, apretando los puños y mirándolo como si quisiera lanzarle una maldición muy desagradable—. No va a pasar porque tú y yo vamos a luchar y vamos a ganar y los vamos a joder y a joder y a joder tanto que hasta a ella se le van a pasar las ganas de perseguirte.
—Ja —bufa Sirius—, muy bonito, ¿y cómo carajos es que vamos a hacer eso James?
—Pues no sé —le responde el idiota, sonriendo—, creo que entre tú y yo nos las arreglaremos, somos unos magos muy capaces.
—¿Tú? —se burla Sirius—. ¿Un mago muy capaz?, ¿comparado con quién?, ¿con Pete?
—Bueeeeno —le suelta James, con sorna—, Colagusano se encargara de protegerte. ¿Feliz?
—Nah, pero buen intento —sonríe Sirius.
Hablar con James solo le hace extrañarlo más y joder si tan solo todo fuera así de fácil, si pudiera quitarle sus horribles gafas y ver el mundo a través de ellas, desde su perspectiva, a lo mejor todo sería más simple. Podría verlo todo a través de su simpleza y su nobleza y su optimismo, a lo mejor, el mundo sería un lugar mejor.
Pero no lo es.
—No puedo volver James —murmura, al final, recuperando la seriedad—, no puedo llevar toda esa mierda conmigo de vuelta.
—No es como si no llevara toda mi vida llevando la mitad de tu carga, pedazo de estúpido —le riñe—. ¿Qué demonios pueda ser diferente ahora? —y entonces, después de unos momentos de silencio su mente parece llegar a una conclusión porque le cambia la expresión y sonríe, gamberro, Cornamenta—. A menos… —murmura— a menos que hayas conocido a alguien… ¿es eso, Canuto?, ¿conociste a alguien y por eso no quieres volver?
—Cállate cabron —le ruge.
James ríe y, si Sirius no estuviera bastante abochornado por saberse descubierto, reiría también por el simple placer de escuchar reír a Cornamenta después de tanto tiempo.
—Conociste a alguieeeen —canturrea James—, Canuto conoció a alguieeeen y está enamoraaado y no quiere volver porque no quiere ponerla en peligro. No, espera —y es hasta insultante lo mucho que parece estarse divirtiendo—. No es una chica, apuesto a que es un chico, ¿es un chico verdad? Oh, es demasiado hermoso para ser cierto.
—Te dije que te callarás cuatrojos flacucho —gruñe Sirius—. Yo no estoy enamorado de nadie.
—No —concuerda James, francamente divertido—, no creo que lo estés todavía, no, sé que no lo estás pero también sé que estás en camino y… por Merlín, ¿cómo es que no estás aquí para poder joderte como es debido?
—El que te va a joder a ti soy yo —murmura, entre dientes—. Escúchame bien cuernos, no tengo ninguna segunda razón para no volver a Londres ¿me entiendes? Ya te he explicado y más vale que dejes eso y ¡ah! —lo corta—, ¡ah ah ah! cierra ya mismo la boca.
—Vaaaale, me calló —y como diez segundos después—. ¿Cómo se llama?, ¿es mayor que tú?, ¿quién va arriba?
Sirius comienza a exasperarse. Siempre le ha fastidiado la capacidad que tiene James para ver a través de él y, si no fuera porque se trata de él, de su hermano, sería un jodido problema. Pero aún así es insultante que pueda leerlo tan bien a miles de kilómetros de distancia.
—¿Ves esto de aquí, James?
—¿Qué cosa?
—Esto.
—¿Qué cosa, Canuto? No puedo ver más nada aparte de tu cabeza.
—Bueno, aunque no puedas verlo este es mi dedo del medio y te lo estoy enseñando, en este momento. Él es el que va arriba. Te lo presento.
—El amor te pone hostil, Canuto —le sigue chinchando James.
—Te voy a ir a morder el culo, Cornamenta, en serio.
—Nah, no creo, tú novio se pondría celoso.
—Te he dicho que… espera, ¿por qué mierdas estás tan convencido de que es un maldito chico?
James se encoje de hombros.
—La única chica que te soporta es tu moto, Canuto, seamos sinceros.
Buen punto, pero no va a decírselo.
Y, de hecho, ya está cansado harto de esa conversación que le hace sentir ácido en el estómago porque si pensar en Remus es malo hablar de él es peor.
Decide que se va a largar ahora mismo y se lo comunica a James.
—¿Tan pronto?, ¿por qué?, ¿cómo se llama tu novio?
—Llevamos hablando más de una hora, porque no sé a qué puta hora vuelvan los viejitos de esta casa, y mi novio se llama "vete a la puta mierda", y te manda saludos.
—¿De verdad allanaste la casa de unos pobre viejitos indefensos? Eres realmente malo, Black.
—James, cariño —le sonríe—, vete un poquito a la mierda —y está a punto de desaparecer cuando James le detiene.
—Eh, eh, eh, espera un segundo —y cambia su expresión a una más seria. Sirius no sabe qué prefiere, si el Cornamenta que le chincha o el James que habla en serio—. Mandarme una lechuza de vez en cuando no va a matarte, ¿sabes? Sé que tu vida es insignificante y a nadie le importas y eso, pero Peter te quiere mucho y si te pasará algo yo tendría que consolarlo.
—Claro —Sirius rueda los ojos—, Peter.
—Así que haznos un puto favor y mantenme informado, ¿me entendiste?
—Hmm.
—Sirius —amenaza.
—Vaaale, vaaale, me comunicaré más seguido.
—Y ten mucho cuidado ya que no estoy yo para cuidarte el culo —Sirius murmura algo como "yo sé cuidar mi propio culo, muchos gracias" pero James lo deja pasar—. Ah, y una última cosa —agrega, sin perder su expresión seria.
—¿Qué más quieres Jamie?, ¿qué te diga que te quiero y te mande un besito?
—¡Puaj! No, no quiero tus babas, muchas gracias. De verdad es importante, Canuto.
—James, por última vez, ¿qué quieres?
—¿Cómo se llama tu novio? —cuando Sirius saca la cabeza de la chimenea las carcajadas de James aún le perforan los oídos.
…
Después de hablar con James y haber confirmado sus sospechas de que ya no saben dónde está lo único que quiere es largarse. Muy lejos, al centro del mundo. Tan jodidamente lejos que la tentación de volver a Londres sea más soportable.
Se va de Rusia al día siguiente y va pasando de país en país sin detenerse en ninguno en especial. Decide que quiere recorrer Asia y su primer destino específico es el más interesante y de los que están virtualmente más cerca.
En menos de una semana de viajar sin parar está en la India, en la frontera del norte, por el Himalaya. Decide que le gusta aunque no hable el idioma nativo, pero en el hotel en el que se aloja -legalmente, por fin- la mesonera del restaurant es una americana guapa, rubia de ojos claros, y no es lo que Sirius quisiera pero tiene que valer. Le enseña el idioma y Sirius le enseña algunos trucos con la lengua que hacen que se le pongan los ojos en blanco, y durante un tiempo es un trato placentero, hasta que se vuelve insoportable.
Porque ese pelo rubio y largo que huele a fresas debería ser más corto y más oscuro, y esos ojos azules como el zafiro se verían mejor si fueran como la miel, líquidos y du… y no va a seguir pensando en eso.
Mierda.
Recorre la ciudad como muggle, visitando los sitios turísticos, y otras veces como mago, llegando a aquellos lugares a los que solo la magia puede llevarlo. Divirtiéndose con los edificios de cúpulas graciosas que le recuerdan un poco a los de Rusia. Se abofetea mentalmente cada vez que se encuentra a sí mismo pensando en la cara que pondría Remus si le contará lo que ha visto, o en James o, Merlín no lo permita, en el tonto de Peter.
A la tercera semana ya habla el idioma y ha visitado la mayoría de los sitios que le interesaban y está pensando en dónde ir cuando le llega una interrupción. En forma de una lechuza pequeña y gris de ojos claros que no ha visto en su vida. Llega de noche, cuando Sirius está tumbado en su cama de hotel y los últimos rayos de sol entran por la ventana, deja caer la carta y va a posarse sobre el respaldo de su silla, exhausta.
A debido ser un viaje largo y Sirius lo comprueba cuando abre la carta y ve que está fechada hace una semana, es una letra que no reconoce y lleva un mensaje que le deja helado, de piedra y con ganas de lanzarse un Avada Kedavra a sí mismo.
«Canuto:
No tengo idea de dónde estás, ni siquiera sé si esta carta te va a llegar o si estoy perdiendo mi tiempo y esto no te interesa pero ya no sé qué más hacer. Alguien nos atacó a mí y a Remus saliendo del bar, no recuerdo casi nada, creo que me lanzaron un hechizo para borrar la memoria mal hecho. Alguien se ha llevado a Remus y creo que él ya sospechaba algo porque me hizo prometer que si algo le pasaba no te avisará a ti, pero se puede ir a la mierda, ¿sabes? Porque estoy completamente segura de que esto es tu culpa pero estoy tan desesperada que te estoy escribiendo a ti, bajo la intuición de que sientes aunque sea algo pequeño por Remus, Canuto.
Estoy lo suficientemente asustada para pedirte ayuda.
Lily Evans»