Ni Glee ni ninguno de sus personajes me pertenecen.

Capitulo 1

Viernes en la noche. Una vez al mes, la academia Dalton permite a los alumnos que así lo deseen tomar un fin de semana para volver a sus casas y pasar ese tiempo con sus familias. Kurt Hummel había estado esperando esta oportunidad con ansías, pues, pese a que se encontraba muy feliz en su nuevo colegio y con sus nuevos amigos (en especial con cierto chico moreno y de cabellos rizados) no dejaba de extrañar a los suyos y esta oportunidad única era algo que no quería dejar pasar.

Con ese motivo tomó las medidas necesarias. Se registró oportunamente en la lista de los que saldrían y se dedicó a terminar todos y cada uno de los deberes que tenía pendientes con el fin de quedar libre, asistiendo también al ensayo con los Warblers, pues estos ensayaban todos los días y su ausencia era algo que debía compensar previamente con trabajo duro, a lo igual que otros chicos que también saldrían del colegio por las mismas causas.

Después del ensayo, se quedó solo con Blaine en el salón. Kurt iba a reintentar la audición para el solo del coro y su amigo se había ofrecido a ayudarle con las prácticas y en la presentación acompañándolo al piano.

-Cada día lo haces mejor.- Le decía Blaine, acompañándolo al estacionamiento del colegio.- Esta vez es seguro que conseguirás el solo.-

-Eso espero, si no será un añadido más a mi lista de fracasos.- Repuso Kurt con una media sonrisa.-

-No será un fracaso, míralo como experiencia, además, no es pérdida total, a mí me encanta escucharte cantar.- Le respondió el moreno con una encantadora sonrisa que hizo que Kurt se sonrojara.- Y bien… ¿Listo para tu fin de semana?-

-¡Ya lo creo! Ansío ver a papá, a Carole, a Finn, ¡oh, y también a Mercedes! Le dije que iría a Lima y ya concertamos salir juntos de compras mañana.- Respondió el niño, emocionado. Blaine le sonreía con ternura.

-Te voy a extrañar estos dos días, Dalton no será lo mismo sin ti.- Se hallaban frente al auto de Kurt. Blaine lo miraba fijamente. Lo que le había dicho lo decía de corazón, con total sinceridad, y casi en el acto se había arrepentido de haberlo mencionado, pues no quería que Kurt se preocupara por nada en este fin de semana que se había ganado a pulso.

Kurt se sonrojó aun más y bajó la mirada al tiempo que esbozaba una tímida sonrisa.

-Bueno… no me voy para siempre.- Trató de bromear.- El lunes sin falta me tendrás aquí de nuevo molestándote con mis cosas.-

-¡Oh, vamos, tú nunca serás una molestia!- Admitió Blaine, riendo.- No es molestia el ayudar a quien se quiere… a los amigos que se quieren.- Se corrigió de inmediato.

Moría por decirle lo que sentía por él, declararle su amor, besar esos bellos y sonrosados labios, pero no se atrevió. Haberlo hecho en ese momento habría sido egoísta, Kurt deseaba pasar el fin de semana con su familia y lo que menos necesitaba era que le diera algo tan difícil en que pensar.

Kurt también se derretía por él, y si su timidez no se hubiera impuesto le habría dicho algo sobre sus sentimientos desde hacía meses, pero no, nunca lo había conseguido, temía no ser correspondido y que semejante declaración le hiciera perder la amistad de alguien tan preciado para él.

Blaine, con las manos en los bolsillos del pantalón, miró a su alrededor. El cielo se estaba oscureciendo, pues pasaban ya de las siete de la noche.

-Está anocheciendo muy rápido, ¿no quieres que te acompañe?-

-No te preocupes, sé conducir muy bien de noche y el camino no es largo, estaré bien, además, nada puede ser tan pesado cuando tienes a Julie Andrews haciéndote compañía.- Replicó, mostrando su cd de "The sound of music". Blaine río.

-Está bien, eso no te lo discuto. Pero conste, que si te llevas a algún cristiano o atropellas a un perrito no digas que no me ofrecí a ayudarte.-

Este comentario hizo que Kurt soltara una risita. Después, se despidió de Blaine, subió a su auto y se alejó del colegio. Blaine permaneció en el estacionamiento hasta que perdió de vista el vehículo, luego entró al edificio, con una extraña sensación revolviéndose en su pecho.

Tal y como había dicho Kurt, el camino no fue tan largo. En menos de lo que esperaba se hallaba estacionado frente a la nueva casa que ahora habitaba con su familia. Para su sorpresa, se encontró con las luces apagadas. Aparentemente no había nadie.

Pensó que quizá habrían ido al cine, pero luego recordó que era el último viernes del mes. El profesor Figgins solía usar ese día para sus juntas de padres y maestros, lo más seguro es que se encontraban en McKinley, con Finn incluido, pues así como él acompañaba antes a su padre a estos eventos, Carole consideró que esa era una buena idea y comenzó a llevar a su hijo a las reuniones. Podía imaginarse a su nuevo hermano, incómodo entre sus dos padres y socializando con sus profesores. Una sonrisa se dibujó en sus labios.

Bien, no todo era perdida total, pensó. Había llegado a buena hora, podría prepararles la cena y darles una total sorpresa.

Abrió la puerta de la cochera e introdujo el vehículo, luego bajó y lo cerró con llave.

-Hasta que apareces.-

Esa voz le heló la sangre. Al girarse pudo verlo frente a él, bloqueando su camino hacia la entrada del garaje.

Era Dave Karofsky.

-¡¿Qué demonios haces aquí?- Soltó con miedo e ira mezclados. Dave apestaba a cerveza y le miraba con el rostro desencajado.

Karofsky se encontraba muy mal. Nunca lo admitiría, pero sentía una gran atracción hacia Kurt. Y desde que el chico había abandonado McKinley su situación emocional había ido en picada.

Contrario a lo que Dave esperaba, la partida de Kurt en lugar de beneficiarle solo lo perjudicó. Él esperaba que sin la presencia de aquel "mariposón" revoloteando por la escuela, pudiese volver a lo que él consideraba "normalidad", sin ese "homo" contagiándolo con su onda de energía afeminada, él, Dave Karofsky, volvería a ser tan hetero como siempre, un macho completo, el azote de las chicas de McKinley.

Pero nada de eso había ocurrido.

La ausencia de Kurt solo vino a acentuar algo que ya se venía gestando en su interior, la atracción que sentía hacia él, atracción que se había convertido en obsesión después de aquel beso robado en los vestidores.

Dave deseaba a Kurt, ansiaba volver a besarlo, ansiaba tocarlo. Tenía sueños eróticos donde el soprano gemía su nombre mientras se estremecía de placer entre sus brazos. Más todo esto en lugar de aceptarlo, Dave se empeñaba en rechazarlo. Según él, no debía ser así, eso no era lo que se esperaba de alguien como él, debía comportarse, pensar y sentir de una manera muy diferente.

Y pese a todo, se descubría a sí mismo frecuentando la antigua casa de los Hummel y, después de la mudanza, la nueva. Con la esperanza de ver al soprano, ansiando verlo de nuevo en Lima, quizá hasta volvería a McKinley.

Todo este auto rechazo y frustración solo lo llevaban a un comportamiento más agresivo con sus compañeros y a un gran deterioro en sus notas. Cosa de la que seguramente sus padres estaban siendo puestos al tanto en ese momento. Imaginando el sermón que le vendría, Dave había pasado la tarde con Azimio y otros del equipo, bebiendo cervezas en el estacionamiento del centro comunitario.

Cuando las cervezas se acabaron los demás chicos jalaron por su lado. Dave deseaba conseguir otro poco más de bebida, por lo que se encaminó hacia el autoservicio que le vendía la bebida si estaba dispuesto a pagar extra.

Solo que, en el camino, su malsana obsesión por Kurt le hizo dirigirse a la nueva residencia Hummel, solo por verla como siempre hacía. Cuando menos lo supo ya se encontraba ahí. Cual fuera su sorpresa al ver el auto del soprano estacionado enfrente. Sin pensarlo, se deslizó detrás de este cuando lo introducía al garaje. Podría hablar con él, verlo, eso era lo que más quería.

Y ahora por fin lo tenía enfrente.

Dave avanzó hacia Kurt con la intención de besarlo. Kurt, al darse cuenta, lo empujó como hiciera aquel día en los vestidores, dando un paso hacia atrás.

Esto hizo que Karofsky recordara aquel día. La maravillosa sensación de haber probado por fin aquellos labios y el repentino desengaño de ser rechazado en un segundo intento de besarlos. La expresión de horror y repugnancia que apareciera en el rostro de Kurt ese día, era la misma que aparecía en su rostro esa noche.

Esto hizo que Dave se enfadara. Recordó la confrontación que tuvieron en las escaleras de la escuela después del beso, recordó al chico que iba con Kurt ese día. El moreno de ojos pardos y sonrisa perfecta. Seguro que a él no le rechazaba de esa forma.

Y más ahora que iban en la misma escuela, que pasaban todas las horas del día, los siete días de la semana, juntos. Al pensar en eso la sangre le hirvió por la rabia y los celos.

-A él no lo rechazas como a mí, ¿verdad? Seguro que a él no le haces ese gesto de asco, ¿no es así?- Le espetó el jugador al soprano.

-¡¿De… de qué estás hablando?- Soltó Kurt sin comprender. Asustado, dio otro paso hacia atrás. En cuanto viera la oportunidad, correría hacia la puerta que conectaba el garaje con la casa, se encerraría y llamaría a la policía.

-¡Te acuestas con ese! ¿No es así? ¡Seguro que dejas que todos en ese colegio de maricones te cojan!-

-¡Estás loco!- Gritó Kurt, escabulléndose según su plan, hacia la puerta de la casa. Dave al verlo correr se abalanzó hacia él.

Kurt alcanzó a entrar en la casa, pero Dave tomó el picaporte de la puerta y forcejeaba contra él para evitar que se encerrara. Como era de esperarse, la fuerza del jugador se impuso a la del soprano, abriendo la puerta de un jalón que hizo que Kurt cayera al suelo. Arrastrándose brevemente para de inmediato ponerse de pie, Kurt salió corriendo rumbo a las escaleras que daban al segundo piso de la casa. Aplicaría su plan "B", atrincherarse en su cuarto para ahí llamar a la policía. Pero Karofsky, pese a su estado de ebriedad, aun era capaz de manejarse, y el hecho de ir tras pequeños y escurridizos corredores era una de sus habilidades.

Kurt logró llegar a su habitación, pero en cuanto se giró para cerrar la puerta, el puño de Karofsky le golpeó de lleno en la cara, haciéndole caer al piso, aturdido. De pronto, una fuerte patada en su estómago le hizo doblarse de dolor.

-¡Eres una perra maldita, Hummel! ¡Una asquerosa zorra!- Le gritaba Dave, de pie frente a él, mirándolo retorcerse del dolor. La ceja de Kurt sangraba a lo igual que su nariz por el puñetazo recibido. Dave le dio otra patada en el estomago al chico- ¡Eres el juguete de todos aquellos maricas! ¿No es así? ¡¿Así te gusta que te traten, no? ¡Pues así es como te voy a tratar!-

Se acostó sobre Kurt y comenzó a besarle el rostro y el cuello. Kurt, empezó a forcejear con él, pese que aun se sentía adolorido de los golpes anteriores. Deseaba deshacerse de él, quitárselo de encima.

-¡Basta, déjame en paz, suéltame!- Le gritaba el chico con desesperación. Dave, por toda respuesta, le dio una terrible bofetada en el rostro que le partió el labio.

-¡Vas a hacer lo que yo diga, perra! ¡¿Está claro?-Gritó Karofsky, volviendo a mordisquear el cuello de Kurt. Este aun se retorcía forcejeando con la intención de liberarse.

Dave volvió a golpear a Kurt en el rostro, debía mantenerlo en paz. Atrapó los labios del niño con los suyos e invadió su boca con su lengua mientras paseaba sus manos por los glúteos del chico. Luego le abrió la camisa, dejando su blanco pecho al descubierto. Comenzó a lamerlo con lujuria, mordisqueándolo sin conmiseración. Estaba dando rienda suelta a todos aquellos deseos reprimidos.

Kurt lloraba y suplicaba, pidiéndole que parara, pero era en vano, Karofsky se hallaba sumido en su propio placer y no escuchaba nada o bien, no le importaba. Empezó a frotar su miembro contra el de Kurt, aun ambos con ropa.

Esto hizo que el chico se retorciera aun más. Clavo sus uñas en el cuello de Karofsky y trató de golpearle con sus rodillas, pero eran insuficientes sus esfuerzos contra alguien que fácilmente le doblaba la fuerza y lograba dominarlo con simplicidad.

La fricción estaba excitando más a Dave. Se desabrochó el cinturón, el botón de los vaqueros y la cremallera, para después sacar su ya erecto pene; luego, de un tirón, bajó el pantalón y la ropa interior de Kurt, lo suficiente para liberar su entrada.

-¡No, Dave, por favor, te lo ruego, no lo hagas, para, te lo pido, te lo suplico!- Lloriqueaba el chiquillo, desesperado.

-Ya verás como lo disfrutas, perra, te va a gustar más que el del marica ese.-

-¡No, por favor, no lo hagas, no!-

Dave hizo caso omiso de las suplicas, separó las piernas de Kurt con su rodilla y se acomodó entre ellas, acercando la punta de su pene al ano del niño. Kurt seguía oponiendo resistencia, llorando y pidiendo piedad.

Más fue en balde. Dave había logrado acomodar su pene en la entrada de Kurt y de un fuerte empujón le penetró. Kurt lanzó un alarido de dolor ante aquella terrible invasión.

El grito excitó aun más a Karofsky, quien de inmediato comenzó una serie de rápidas y furiosas embestidas contra el pequeño. Kurt aun luchaba, aunque más débil que antes, por apartarse, por huir, Dave le sujetó de la cadera y lo jaló hacia él, logrando así que la penetración fuera más profunda y que no pudiera alejarse de él.

Los testículos de Karofsky golpeaban una y otra vez los glúteos de Kurt. Los ínfimos tejidos del ano del chico se desgarraban al paso constante del grueso pene de Karofsky. Kurt, por más que quisiera luchar se hallaba imposibilitado, sus fuerzas le habían abandonado y el dolor lo estaba matando.

Karofsky se hallaba en su gloria personal. El aroma del cabello de Kurt, su piel suave y blanca, su voz, incluso su llanto le mantenía muy excitado. Era como si el pequeño soprano hubiese puesto sobre él un hechizo de seducción y lujuria lo que llevara ante tal consecuencia.

Siguió besando sus labios, mordisqueándolos impíamente, invadiendo su boca con su lengua, dejándole moretes en el cuello al chuparlo, todo sin detener el infame vaivén de sus caderas.

Después de un rato que a Kurt le pareció eterno, Dave se corrió dentro del chico, derramando su semen en el ano de este. El alivio se hizo presente para el jugador de fútbol, la satisfacción en ese momento le era plena.

Solo hasta ese instante volvió a la realidad. Era como si los humos del alcohol y la lujuria se disiparan para hacerle ver su obra. Kurt seguía debajo de él, llorando, sangrando, completamente golpeado, tremendamente destrozado.

Dave, asustado, se levantó saliendo de Kurt. Se guardó el miembro mientras lo miraba, asustado.

¿Qué podía hacer ahora? ¿Consolarlo? ¿Decirle que todo estaría bien?

Aterrado ante lo que acababa de hacer y temiendo las consecuencias, Karofsky hizo lo que los chicos como él suelen hacer en situaciones extremas.

Se hincó junto a Kurt y atrapo su cuello con las manos.

-¡Escúchame bien, Hummel! ¡Si dices algo de esto a alguien, te mato! ¡Te juro que te mato y esta vez sí te lo cumpliré! ¡Y no solo te mataré a ti, también mataré a tus padres y a Finn! ¡¿Te quedó claro?-

El chico estrechaba cada vez más el cuello de Kurt. Este, aterrorizado, y creyéndolo capaz de todo después de lo que acababa de pasar, asintió con la cabeza, jurando que no diría nada.

Dave soltó a Kurt, se puso en pie y lo miró de nuevo, nervioso y asustado.

-¡Tú me orillaste a esto, Hummel! ¡Tú tienes la culpa de que yo te haya hecho esto!- Le gritó, tratando más de convencerse a sí mismo. Luego dio media vuelta y salió corriendo.

Karofsky se alejó de la casa a toda velocidad. Kurt permaneció sobre la alfombra de su habitación. Semidesnudo, llorando y con el alma hecha pedazos.