THE WAY TO LOVE

Autor: Jiraiya

NOTA: Los derechos de la serie Hanaukyo Maid Tai no me pertenecen. Esta historia fue escrita sin fines de lucro, solo como medio de esparcimiento. No me demanden.


Capítulo I: "CAMBIOS"

La habitación era espaciosa y finamente decorada, con antiguos tapices en sus paredes y en una de ellas un gigantesco librero que la ocupada de lado a lado y que llega hasta el techo, teniendo una escalera con ruedas para subirse e irla desplazando de un lado a otro para alcanzar algún libro en particular. Sobre el piso había una enorme y finísima alfombra Turca y en el techo un candelabro de cristal tallado a mano. También había un par de sillones de cuero junto a una mesita de centro del siglo XVI, que servían para sentarse a leer y servirse algo. Y por supuesto, un finísimo escritorio hecho a mano en madera de alerce, frente al inmenso ventanal que daba al jardín exterior.

La opulencia del lugar contrastaba con los gustos más bien austeros del propietario de tan espacioso y elegante estudio personal, pero era algo a lo que Hanaukyo Taro tuvo que acostumbrarse. En lo personal, él hubiera preferido una pequeña casa en un sector residencial de Tokyo, en vez de una gigantesca mansión perdida entre las montañas, que dicho sea de paso, también eran de su propiedad.

Hanaukyo Taro dio un suspiro de resignación ante ese último pensamiento. "Una pequeña casa". Eso hubiera estado bien para él, no una mansión tan gigantesca como la que ahora poseía. Con esto en mente el joven se puso de pie y caminó hasta quedar frente al ventanal de su estudio, dejando de lado por un momento los papeles que estaba revisando, para sumergirse por completo en sus pensamientos.

Hacía ya casi dos años que había llegado a esta mansión en busca de su abuelo luego de la muerte de su madre, solo para enterarse de que este se había marchado a vivir el resto de su vida en una pequeña isla tropical, junto con un montón de hermosas mujeres escasamente vestidas, dejándole a él su mansión y toda su fortuna. En un principio esto le pareció una locura, y la verdad, su opinión no había cambiado mucho, pero ya se había acostumbrado.

Las cosas fueron realmente difíciles para él en un primer momento, después de todo, era un cambio muy grande al que debía acostumbrarse, y tener un ejercito de hermosas sirvientas dispuestas a todo con tal de complacerlo, no le hacían las cosas precisamente más fáciles, sobre todo cuando se trataba de Ichigo, Ringo y Sango, que lo habían besuqueado y manoseado tantas veces que hasta había perdido la cuenta. Por fortuna con el tiempo logró que ese trío se controlara un poco, ya que lo tenían al borde de un ataque de nervios. Pero no todo había sido tan malo, debía reconocer que la había pasado muy bien desde que vivía en esa mansión, y muchas de sus sirvientas se habían transformado en buenas amigas, como Cinthya, Grace, Ikuyo, Konoe y Mariel.

Taro no pudo evitar que una seguidilla de sensaciones se disparasen en él ante el nombre de esa última mujer. Mariel siempre había sido más que un ama de llaves para él. Su sonrisa gentil, su ternura, su dulzura y su belleza, habían sido cosas que no pudo resistir y lo hicieron caer rendido a sus pies desde el momento en que la vio por primera vez. Mariel fue su primer amor, y podía jurar que en ocasiones creyó que el sentimiento era reciproco, pero las cosas nunca llegaron a nada. Mariel siempre se había mantenido profesional ante todo, siempre como su sirvienta. Esto era algo sumamente frustrante, sobre todo al saber que si se lo pedía, ella no dudaría un instante en convertirse en su amante, pero él no quería que las cosas fueran así, quería que si Mariel estaba a su lado, fuera porque ello lo deseaba, no por una orden suya.

Ahora, casi dos años después, las cosas seguían tal como en un comienzo y si bien, aún sentía algo por Mariel, ya estaba un tanto cansado de esta situación. Lo que sí había cambiado para Taro en el transcurso de estos casi dos años, era su percepción sobre lo que significaba ser cabeza de la familia Hanaukyo.

En un principio sus problemas se habían centrado por completo en su adaptación a su nuevo estilo de vida y a convivir con tanta sirvienta dispuesta a hacer de todo por él, incluso cosas que no solicitaba y que iban más allá del deber, pero cuando finalmente pudo aclimatarse a este nuevo estilo de vida y logró hacer algunos cambios en las actividades de las sirvientas para con él, tuvo el tiempo suficiente para pensar y hacerse finalmente la pregunta que cambió por completo su percepción de las cosas. ¿De donde venía tanto dinero?

Si bien, esta pregunta era totalmente lógica, era la primera vez que Taro se la planteaba en forma seria. Esa gigantesca mansión, todas sus sirvientas y los recursos para mantenerlas debían salir de alguna parte, y no eran recursos menores. Desde que llegó, él había tenido que revisar las cuentas y autorizar los fondos para mantener esa mansión y las sirvientas. Ante esta interrogante, llamó a Mariel y Konoe a su estudio y les planteó su pregunta.

Ninguna de las dos quiso responder la pregunta, aduciendo que no eran las personas más idóneas para ello, por lo que Mariel hizo los arreglos para una reunión con la junta directiva del imperio Hanaukyo, mientras que Konoe preparaba el transporte y el operativo de seguridad para el viaje.

Poco después los tres estaban montados en un helicóptero camino al centro de Tokyo, y grande fue la sorpresa de Taro al ver el inmenso rascacielos que albergaba las oficinas centrales del imperio Hanaukyo. Fue recibido en el helipuerto del edificio por el presidente de la junta directiva y llevado a una inmensa sala de juntas con una espectacular vista de Tokyo, donde fue presentado a los miembros de la junta directiva y ante los más altos ejecutivos del imperio Hanaukyo. Solo en ese momento Hanaukyo Taro fue capaz de dimensionar la magnitud del imperio que le había heredado su abuelo.

Una flota de barcos, líneas aéreas, empresas de transportes, constructoras, estudios jurídicos, laboratorios de investigación tecnológica avanzada, cadenas de restaurantes, hoteles y minas de diamantes, entre otras.

Taro sonrió para sí al tratar de imaginar la cara que debió haber puesto al conocer la magnitud del imperio que le había heredado su abuelo. Sabía que gracias a la herencia de su abuelo se había trasformado en millonario, pero nunca imaginó que se había transformado en uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo.

Ante toda esta nueva información, decidió pasar los siguientes días interiorizándose sobre el funcionamiento de su imperio, luego de lo cual decidió visitar personalmente las más importantes de sus empresas para conocer en terreno su funcionamiento, lo que le tomó tres extenuantes semanas viajando alrededor del mundo. Viaje que le hizo tomar el verdadero peso a la responsabilidad que le había dejado su abuelo. Desde ese momento había decidido esforzarse al máximo para ser un digno heredero y cabeza del imperio Hanaukyo, y modestia aparte, no lo estaba haciendo tan mal.

En eso estaba el joven cuando sus reflexiones fueron interrumpidas por unos golpes a la puerta, luego de lo cual, Mariel hizo ingreso a la habitación con su habitual sonrisa gentil.

- Taro-Sama –- llamó la mujer al entrar.

- Dime, Mariel –- respondió Taro, girándose para verla y devolviendo la sonrisa.

- Lamento interrumpirlo Taro-Sama, pero ya es hora de su práctica con Konoe-San.

- ¿De verdad? Vaya, no me había dado cuenta de la hora, y aún no termino de revisar esos informes –- dijo Taro con algo de resignación, observando las carpetas sobre su escritorio.

- Ha estado trabajando demasiado estos días, Taro-Sama. Debería tomar un descanso.

- No puedo, Mariel. Mañana es la reunión de la junta directiva, y debo revisar esos documentos para llegar bien informado. No quiero que vuelva a pasar lo de la primera vez, donde no tenía idea de lo que estaban hablando.

- Comprendo, Taro-Sama. ¿Desea que cancele su práctica con Konoe-San? -– preguntó Mariel.

- ¡No! quiero decir, no. Terminaré de revisar esto después de la cena -– dijo Taro, un tanto sorprendido por esa enérgica negativa, para luego encaminarse a la puerta.

- Como desee, Taro-Sama –- dijo Mariel, mientras el señor de la casa salía de la habitación, siendo escoltado a continuación por su fiel ama de llaves.

Taro caminaba rápidamente por el pasillo rumbo a los camerinos para cambiarse de ropa. Sabía lo mal genio que se ponía Konoe si la hacían esperar, pero más que eso, su prisa se debía a que en verdad tenía ganas de verla.

Desde que había tomado la decisión de entrenarse en defensa personal, pasaba mucho tiempo en compañía de Konoe. Entrenaban 6 días a la semana, se reunían una vez a la semana para discutir temas de seguridad y como era además su escolta personal, siempre salía con ella cuando dejaba la mansión, por lo que se habían hecho un poco más cercanos y la verdad le agradaba mucho su compañía, por lo cual esta hora del día cuando entrenaba con ella era algo que en verdad esperaba con algo de ansiedad. Con esto en mente, Taro entró rápidamente a los vestidores para ponerse algo mas apropiado.

- ¡TARO-SAMA!

- ¿Ehh? Ichigo, Ringo, Sango, ¿qué hacen aquí?

- ¡Lo ayudaremos a cambiarse de ropa, Taro-Sama!

- ¿Qué? No, oigan esperen... no chicas, puedo cambiarme yo solo. Oigan... no... ¡Puedo cambiarme solo!


Konoe llevaba ya diez minutos esperando de pie en medio del dojo a que llegara su señor para su práctica de defensa personal. No era propio de él llegar tarde a sus compromisos, pero intuía que podía ser algo relacionado con la junta directiva del día siguiente, ya que los últimos días su señor se la había pasado revisando informe tras informe, para estar completamente al tanto de lo que se hablaría durante la reunión.

La mujer no pudo dejar de sonreír ante este cambio para bien que había experimentado su señor. Ahora era mucho más responsable y serio que cuando llegó a la mansión. Dejó de pasar días enteros perdiendo el tiempo y jugando por los alrededores de la mansión junto con Cinthya, Grace, Ikuyo y Mariel, para pasar a dedicar mas tiempo a sus estudios, los cuales tomaba con mucha seriedad, tanto, que contrató un profesor particular para que lo reforzara en matemáticas y otro que le enseñara finanzas y administración.

Este cambio fue resistido por la mayoría de las sirvientas, sobre todo por Ikuyo, ya que creían que su señor ya no sería el mismo de antes, pero si bien este ahora era mucho más serio y responsable, no había dejado de ser el mismo chico gentil y alegre que llegó a la mansión hace casi dos años. Es solo que había tomado conciencia de lo que significaba ser cabeza del imperio Hanaukyo y comprendió que debía cambiar y madurar para asumir esta nueva responsabilidad.

En ese punto, Konoe no pudo dejar de recordar lo que pasó luego de que terminó la primera junta directiva a la que asistió su señor, momento en que él pudo finalmente dimensionar la responsabilidad que recaía sobre sus hombros. Esto había pasado hace más de un año, pero lo recordaba como si fuera ayer.

- Flashback -

El helicóptero volaba de regreso a la mansión, luego de un largo día donde Hanaukyo Taro pudo finalmente conocer lo basto y poderoso del imperio que había heredado de su abuelo, lo cual lo había tenido callado y pensativo desde que habían dejado Tokyo, luego de la junta directiva.

- ¿Se encuentra bien, Taro-Sama? Se lo ve muy pensativo –- preguntó Mariel, observando a su señor que estaba con rostro serio, sentado junto a ella.

- Si... estoy bien Mariel. No te preocupes.

- No lo parece, Taro-Sama. ¿Hay algo que lo moleste? –- preguntó Konoe, que estaba sentada frente a él.

- No... no es que me moleste algo, es solo que...

- ¿Solo que...? –- insistió Konoe.

- Bien... es solo que nunca imaginé que lo que me había heredado mi abuelo era algo tan... gigantesco. Es decir, cielos, es un verdadero imperio, algo más allá de todo lo que me había imaginado.

- Taro-Sama, desde que llegó a la mansión, usted ha estado revisando y aprobando el presupuesto para el funcionamiento de la mansión. ¿De donde creía que venían esos fondos? -– preguntó Konoe.

- La verdad no me había planteado eso hasta ahora. Suponía que debían haber algunas empresas, pero nunca algo como esto. ¿Se dan cuenta de lo que significa?

- Que usted es uno de los hombres más importantes y poderosos del mundo. Espero que ahora comprenda la responsabilidad que tiene sobre sus hombros -– respondió Konoe.

Ante esa afirmación de su jefa de seguridad, Taro se hundió un poco más en su asiento.

- Konoe-San, no deberías hablar así. Taro-Sama, no se preocupe por esto. Las cosas siguen siendo como antes –- dijo Mariel, tratando de subirle el ánimo.

- No Mariel. Las cosas ya no pueden ser como antes. No después de descubrir la magnitud del imperio que está sobre mis hombros –- dijo Taro con seriedad.

- Taro-Sama -– dijo Mariel, sorprendida.

- Mariel, quiero que a contar de mañana hagas un cambio en mis actividades diarias. Quiero que prepares una agenda dejando de lado los juegos, tiempos de descanso y altos para el té. En cambio, mi principal actividad por ahora será el estudio. Fuera de ir a la escuela, quiero que contrates un profesor de matemáticas para que me de clases particulares y otro que pueda enseñarme finanzas y administración.

- ¿Está seguro, Taro-Sama? -– preguntó Mariel.

- Totalmente. Si voy a ser la cabeza de este imperio, entonces debo estar a la altura -– respondió Taro, logrando una mirada de sorpresa por parte de ambas mujeres –- También debo ofrecerte una disculpa, Konoe-San.

- ¿Una disculpa? –- preguntó la aludida, sin entender.

- Así es –- afirmó Taro –- Desde que llegué a la mansión, has estado diciéndome lo importante que es mi seguridad, y que debo seguir tus instrucciones y llevar guardaespaldas si dejo la mansión. Siempre pensé que era algo innecesario, y me escapé muchas veces sin tu consentimiento, pero ahora que conozco lo basto del imperio Hanaukyo, puedo finalmente entender tu preocupación y la encuentro totalmente justificada. Actué en forma egoísta y te ofrezco mis más sinceras disculpas –- dijo Taro, haciendo una reverencia ante la mujer.

- Ta, Taro-Sama... no es necesario. Usted no tiene por qué disculparse -– dijo la mujer, un tanto avergonzada por la reverencia de su señor, ya que consideraba era algo que no debía realizar, menos ante una sirvienta.

- Es necesario –- insistió Taro –- Además, prometo que de ahora en adelante seguiré todos tus consejos en cuanto a seguridad.

- Yo... me alegra escuchar eso, Taro-Sama –- dijo Konoe, con una leve sonrisa al percatarse que su señor finalmente había comprendido el por qué de todas sus precauciones.

- Sobre lo mismo, Konoe-San. Quiero que para mañana prepares un informe con todas las sugerencias que tengas para mejorar la seguridad de la mansión. Cercas electrificadas, cámaras de vigilancia, perros guardianes, censores de movimiento... lo que sea, solo pídelo y te asignaré el presupuesto.

- Cómo ordene, Taro-Sama –- respondió la mujer, con una sonrisa.

- También me gustaría que me impartieras clases de defensa personal, ya que como dijiste en una ocasión, puede que en algún momento deba defenderme yo mismo, y la verdad, en este momento no estoy capacitado para eso –- dijo Taro con algo de vergüenza.

- Será un honor para mi el poder entrenarlo, Taro-Sama.

- Mariel, incluye en mi agenda un horario para esas clases, y que sea de lunes a sábado.

- Como desee, Taro-Sama –- respondió la mujer.

Taro volvió a mirar pensativamente por la ventana, mientras Konoe observaba a su señor, pensando que las cosas cambiarían mucho de ahora en adelante.

- Fin del Flashback -

Konoe suspiró ante ese último recuerdo. En verdad las cosas habían cambiado mucho desde esa vez. Su señor no solo era más responsable, también había crecido mucho en este último año. Como estaba en plena pubertad había pegado un buen estirón y estaba mucho más alto, y con tanto ejercicio y entrenamiento diario había desarrollado un cuerpo muy bien tonificado.

La mujer no pudo dejar de sonrojarse un poco al pensar en el cuerpo de su señor, y tampoco pudo dejar de reprenderse mentalmente. Ella era una profesional, no debería tener ese tipo de pensamientos, menos con su señor, aunque, debía reconocer que ahora pasaba mucho tiempo con él, y le agradaba eso, de hecho, de pronto se encontró esperando que llegara la hora para su entrenamiento, o las reuniones de los lunes en la mañana, donde le entregaba el reporte de seguridad de la semana anterior, o las veces que su señor debía dejar la mansión, lo que significaba que debía acompañarlo. Es cierto que Mariel también los acompañaba, pero en algunas ocasiones salían solos, y una vez terminadas las actividades oficiales, siempre se daban un tiempo para relajarse un poco, lo que significa ir a alguna parte a servirse algo, ir de compras o dar un paseo mientras conversaban sobre trivialidades... si solo pudieran hacer eso mas a menudo, si solo pudieran pasar mas tiempo a solas sin Mariel de por medio, entonces ellos... talvez...

- ¡Lamento la demora, Konoe-San!

- ¡KYAAAAAAAA! –- gritó una asustada Konoe, dando un salto al escuchar que la llamaban justo detrás de ella, cayendo sentada al suelo, viendo que la persona que estaba tras ella era nada menos que su señor.

- Konoe-San... ¿estás bien? –- preguntó Taro, un tanto sorprendido.

- Ta, Taro-Sama –- dijo una agitada Konoe, sobando su adolorida retaguardia.

- Konoe-San, no me digas que te asusté -– comentó Taro con una pequeña sonrisa. Lo siguiente que supo es que estaba volando por los aires para estrellarse aparatosamente contra el duro suelo del dojo.

- Eso es por llegar tarde a la práctica, Taro-Sama –- dijo una mas repuesta y avergonzada Konoe.

- No se... volverá a repetir –- dijo un desarmado Taro, incrustado en el suelo del dojo.

Por las siguientes dos horas, Taro y Konoe tuvieron un intenso encuentro, donde no se daban tregua un solo instante, y es que luego de mas de un año de constante entrenamiento, Taro había logrado aprender de muy buena forma un eficiente estilo de pelea que combinaba diferentes estilos, y estaba en un nivel que le permitía mantener una pelea relativamente pareja con Konoe. Al menos hasta que ella decidía pelear enserio.

En eso estaban cuando Taro saltó hacia Konoe lanzando una seguidilla de golpes que ella logró esquivar sin mayores problemas, hasta que tomó un brazo de Taro y lo lanzó por los aires, pero este se las arregló para caer de pie y sujetar el brazo de Konoe y lanzarla a ella por los aires para estrellarla con tanta fuerza sobre el suelo del dojo, que le sacó el aire de los pulmones. Para cuando la mujer pudo reponerse se encontró con Taro sobre ella y con su puño enfrente de su rostro.

- Te tengo, Konoe-San –- dijo Taro, con una sonrisa de satisfacción.

Konoe se sorprendió en un primer momento, pero no pudo dejar de sonreír con orgullo al ver cuanto había mejorado su señor. Bueno, modestia aparte, la tenía a ella como maestra, así que no era de extrañar su progreso.

- Ese fue un buen movimiento, Taro-Sama.

- ¿Verdad que si? –- dijo Taro, con una sonrisa de orgullo.

- Pero...

- ¿Pero...?

- Nunca debe bajar la guardia –- dijo Konoe, haciendo rodar a Taro, quedando ahora ella sobre él, sujetándolo de los hombros contra el suelo, con sus rodillas plantadas a ambos lados de sus caderas, observándolo con una sonrisa de satisfacción.

- Buen punto, pero... -– reconoció Taro, rodando y tomando por sorpresa a Konoe, quedando nuevamente sobre ella –- Como dije, esta vez gané yo.

- Eso es lo que usted cree -– dijo Konoe rodando otra vez y quedando ahora ella sobre Taro - ¿Decía algo, Taro-Sama? - preguntó Konoe, con una sonrisa burlesca.

Por respuesta Taro se las arregló para rodar nuevamente quedando otra vez sobre Konoe.

- Como decía, esta vez gane yo –- respondió Taro, con una amplia sonrisa.

- No es verdad –- dijo Konoe, rodando y quedando sobre Taro, otra vez.

- Si lo es -– respondió Taro, rodando y quedando sobre Konoe, otra vez.

- No lo es.

- Si lo es.

- No lo es.

- Si lo es.

Y así la pareja siguió rodando por el suelo del dojo una y otra vez entre risas, ya que en algún momento su diferencia de opinión paso a convertirse en un entretenido juego, hasta que finalmente Taro se las arregló para quedar sobre Konoe, presionándola de espaldas contra el suelo con el peso de su cuerpo, mientras le sujetaba los brazos por sobre la cabeza.

- Como te iba diciendo, esta vez gané yo, y eso es definitivo –- dijo Taro con una sonrisa de triunfo, respirando aceleradamente por el esfuerzo, con el rostro a escasos centímetros del rostro de la mujer, momento en que fue repentinamente atrapado por los hermosos ojos de su jefa de seguridad y guardaespaldas personal.

Por su parte, Konoe no pudo evitar sonrojarse al darse cuenta de la comprometedora posición en que era sujeta, y al sentir la presión del cuerpo de su señor sobre ella, pero no hizo nada por soltarse, ya que se sentía repentinamente a gusto en esa posición, es más, no pudo evitar quedar atrapada en la mirada de su señor.

-...Taro... Sama... - dijo Konoe, con voz apenas audible.

-...Konoe... San... - respondió Taro, de la misma forma.

Ambos se siguieron contemplando fijamente a los ojos por largos segundos, hasta que sin darse cuenta comenzaron a acercarse lentamente. En cosa de nada sus labios estuvieron a escasos milímetros de distancia, entonces...

- Taro-Sama, es hora de su cena.

Al escuchar esas palabras la pareja fue sacada de su transe y tomaron real conciencia de como estaban en relación con el otro. Estaban en una posición realmente comprometedora y... apunto de besarse. Se separaron de un salto, completamente rojos.

-Ma, Ma, Mariel, no te oímos entrar –- dijo una nerviosa y sonrojadas Konoe.

- Por lo que vi, estaban muy concentrados en su práctica –- respondió Mariel, con una sonrisa.

- Ehh... si, si, tienes razón. Es que Konoe-San me estaban enseñando una... llave de sumisión –- dijo Taro, que estaba mucho más nervioso que Konoe.

- Si, eso es, una llave de sumisión -– se apresuró a responder Konoe –- Ejem, bueno, creo que ya logró dominar la técnica, Taro-Sama -– dijo tratando de sonar profesional.

- Si, creo que si, jajaja –- se rió Taro, con algo de nerviosismo, rascándose la nuca con una mano.

- Bien, creo que es todo por hoy. Ya es hora de su cena, Taro-Sama –- dijo Konoe poniéndose de pie.

- Gracias, Konoe-San. Entonces me retiro -– dijo Taro poniéndose de pie, despidiéndose con una reverencia de su jefa de seguridad y sensei, para luego salir del dojo seguido de cerca por Mariel.

Atrás, Konoe quedó de pie en medio del dojo, aún consternada por lo que acababa de pasar. Si Mariel no hubiera aparecido, entonces ellos se habrían besado. No pudo evitar otro sonrojo ante esa certeza, y al darse cuenta de que esa situación no le hubiera disgustado, es más, no podía dejar de sentirse molesta con Mariel por llegar justo en ese momento. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué de un tiempo a esta parte tenía este tipo reacciones respecto a su señor? ¿Por qué se sentía tan ansiosa por estar con él, y por qué le disgustaba tanto verlo cerca de Mariel?

Fue en ese momento, reflexionando sobre estas interrogantes en que Konoe comprendió finalmente lo que le pasaba con su señor, y no pudo evitar un nuevo sonrojó ante esa certeza. Estaba enamorado de Hanaukyo Taro.

Una sorprendida y asustada Konoe se quedó congelada en su lugar digiriendo lo que acaba de descubrir. ¿Se había enamorado de su señor? ¿En qué momento pudo pasar que no se dio cuenta hasta ahora? Pero más importante aún. ¿Qué haría al respecto? Ella era completamente consciente de que no era más que una simple empleada, que no podía ni soñar con la posibilidad de optar al corazón de su señor, aunque sabía que eso a él no le importaría en lo más mínimo. En todo caso, eso no cambiaba las cosas. El era Hanaukyo Taro, uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo. Ella, una simple empleada proveniente de una familia común y corriente. Alguien como ella no estaba a la altura de él, es más, por molesto que le resultara la idea, Jihiou Ryuuka, la cabeza del imperio Jihiou, era la única mujer que conocía que se encontraba a la altura de Hanaukyo Taro.

Konoe suspiró resignada ante ese pensamiento. Jihiou Ryuuka estaba constantemente a la caza de su señor con intenciones matrimoniales. Tal vez en un primer momento solo fue por interés, pero de un tiempo a esta parte, parecía ser otra su motivación, una más personal. Fuera de eso, estaba el otro punto, el que tal vez era el más importante. Su señor estaba enamorado de Mariel. El mismo se lo había confesado... ¿Qué hacer ante esta certeza? ¿Cómo enfrentar sus sentimientos sabiendo todo esto?

Con todo eso en mente, la jefa de seguridad comenzó caminar lentamente a los vestidores para tomar un largo baño, mientras se planteaba como enfrentar las cosas de ahora en adelante.


En un gigantesco y lujoso comedor, un pensativo Taro miraba su comida mientras la movía distraídamente de un lado a otro del plato con el tenedor, pensando en lo que acababa de ocurrir en el dojo, y todas esas nuevas sensaciones que experimentó en ese momento en que casi besó a su jefa de seguridad.

- ¿La comida no es de su agrado, Taro-Sama? No ha probado bocado –- preguntó una preocupada Mariel.

- No, no es eso... es solo que... bien, tengo muchas cosas en la cabeza por la reunión de mañana -– respondió el chico, para salir del paso.

- No debe preocuparse tanto, Taro-Sama. Todo saldrá bien –- dijo Mariel, con una sonrisa comprensiva.

- Si, tienes razón –- dijo Taro, devolviéndole la sonrisa a su ama de llaves, para luego comenzar a comer, pero aún con muchas cosas en su cabeza.


El helicóptero volaba rumbo a Tokyo con un aún pensativo y callado Hanaukyo Taro, acompañado por Mariel y una igualmente pensativa Konoe. El heredero del imperio Hanaukyo aún estaba un tanto consternado por lo que había pasado el día anterior en el dojo con su jefa de seguridad. Si bien, disfrutaba mucho de la compañía de Konoe, y pasaban mucho tiempo juntos, era la primera vez que le pasaba algo así. La verdad no sabía muy bien qué pensar.

Taro se había sentido atraído por Mariel desde el primer momento en que la vio, pero no podía dejar de lado el hecho de que el estar tanto tiempo junto a ella sin que las cosas llegaran a nada, estaba haciendo mella en él. Se sentía cansado de esta situación, y la verdad él era un chico totalmente sano, que sentía atracción por las mujeres, y solo gracias a los dioses no había caído en las redes de Ichigo, Ringo y Sango, ya que ganas no le faltaban, ni menos oportunidades. Pero no siempre podría redesistir esta situación. ¿Sería hora de buscar otras alternativas?

- Se lo ve muy pensativo esta mañana, Taro-Sama. ¿Se encuentra bien? –- preguntó Mariel, sacando a Taro de su tren de pensamientos.

- ¿Ehh?... Si, si, estoy bien. Es que estoy un poco nervioso por lo de la junta directiva de hoy –- respondió el chico para salir del paso, repentinamente sonrojado al ser pescado por Mariel pensando en sus problemas amorosos con ella, problemas que tenía solo él, sea dicho de paso.

- No debería preocuparse tanto, Taro-Sama. Se ha estado preparando durante toda la última semana para esta junta directiva –- respondió Mariel.

- Todo estará bien, Taro-Sama. Esta no es la primera junta directiva a la que asiste –- dijo Konoe, observando a su señor con algo de nerviosismo al recordar lo que pudo pasar el día anterior.

Taro no pudo evitar observar a su jefa de seguridad y volver rememorar ese momento en el dojo donde quedó atrapado en sus hermosos ojos. Apartó esa idea de su cabeza. No era el momento de pensar en eso.

- Tienen razón. Anoche me quedé despierto hasta tarde revisando los informes que me faltaban. Creo que estoy lo suficientemente informado -– dijo Taro con una sonrisa, para luego voltear hacia la ventana para contemplar el paisaje.

Por su parte, Konoe le dedicó una mirada disimulada al chico frente a ella. No pudo dejar de sentirse triste al recordar la decisión que había tomado. Con el dolor de su alma, había considerado que lo mejor era hacerse a un lado. Sabía que ante el amor que su señor sentía por Mariel, no había nada que hacer, además, no se consideraba digna de él. A lo más que podía optar alguien como ella era a hacerle compañía ocasionalmente en la cama, si él se lo llegara a solicitar alguna vez, cosa que estaba segura nunca pasaría, conociendo la opinión que él tenía a ese respecto.

Konoe no pudo evitar un suspiro de resignación. Nunca tendría una oportunidad con Hanaukyo Taro, esa certeza le dolía en el alma, pero no había nada que hacer, esas eran las cartas que le habían tocado. Con eso en mente, la mujer devolvió la vista a la ventana, tratando de olvidar esos dolorosos pensamientos. Minutos después, el helicóptero estaba posándose sobre el helipuerto del edificio corporativo del imperio Hanaukyo.


Las cosas habían transcurrido con relativa normalidad, luego de que Hanaukyo Taro llegara al edificio corporativo desde donde se controlaba su basto imperio. Nada más llegar, Mariel había ido junto con Ikuyo, que pilotaba el helicóptero, a hacer unos recados por la ciudad, mientras que Taro asistía en compañía de Konoe, a la reunión de la junta directiva.

Taro ingresó al gran salón donde era esperado por los miembros de la junta directiva, sentándose a la cabecera de la enorme mesa ante la que estaban sentados cada uno de los presentes, para luego escuchar atentamente lo que se comentaba, revisando cada uno de los informes que se iban presentando. Por su parte, Konoe estaba sentada en un cómodo sillón al otro lado del cuarto sosteniendo en sus manos su inseparable katana, observando con una diminuta sonrisa a su señor, que ponía el máximo de sí para interiorizarse del funcionamiento de sus empresas. A ella le gustaba verlo así, tan inmiscuido en sus responsabilidades, pero sin perder eso que lo hacía ser tan especial. Aún seguía siendo el Hanaukyo Taro que llego a la mansión hace casi dos años, y eso le gustaba mucho. Konoe negó con la cabeza regañándose mentalmente ante ese pensamiento y se obligó a mantenerse serie y profesional.

Las horas siguieron pasando y luego de toda una mañana revisando cifras y estados de producción de solo una parte de las empresas Hanaukyo, el grupo decidió finalmente hacer un alto de un par de horas para ir a comer, ya que eran pasas de la 1 de la tarde. El grupo se puso de pie y caminaron a la salida, momento en que Konoe se acercó a Taro.

- Konoe-San, vamos a ir a comer todos juntos a un restaurante aquí cerca –- señaló Taro, acompañado de los demás miembros de la junta directiva.

- Entendido, Taro-Sama. Su limusina está esperando por usted en la entrada del edificio –- dijo Konoe, en forma profesional.

- Konoe-San, el restaurante esta solo a una cuadra de aquí, no creo que una limusina sea necesaria. Podemos caminar –- dijo Taro, aún reacio a los lujos excesivos.

- Taro-Sama, por una cuestión de imagen y de seguridad, debo insistir –- dijo Konoe con seriedad.

- Está bien, Konoe-San. Como digas –- dijo Taro con resignación, ya que él había prometido seguir siempre los consejos de Konoe en cuanto a seguridad.

El grupo no había alcanzado a salir de la sala de juntas cuando una secretaria ingresó con un teléfono en una bandeja de plata.

- Hanaukyo-Sama, tiene una llamada telefónica de Jihiou Ryuuka-Sama.

Todos los presentes quedaron congelados al escuchar el nombre de la persona que quería hablar con Hanaukyo Taro. Era nada más ni nada menos que la heredera de la familia rival de los Hanaukyo, la heredera del imperio Jihiou, el único que podía equipararse con el imperio Hanaukyo. El silencio en la habitación era sepulcral, mientras todos observaban expectantes a Taro, esperando una reacción de este, que a todas luces no era para nada lo que se estaban esperando los presentes.

- Ah, Ryuuka-San. Ya me estaba preguntando que había sido de ella. Hace tiempo que no aparece por la mansión -– comentó Taro con una sonrisa, para luego tomar el auricular - Ryuuka-San, tanto tiempo sin verte. ¿Cómo estás?... ¿Qué?... si... ¿Cómo sabes que estoy en Tokyo?... ya veo... ¿qué te invite a almorzar? Pero es que justo ahora voy a almorzar con... eehhh, bueno... es-está bien... si... voy para allá. Nos vemos –- finalizó Taro, para luego mirar a los integrantes de la junta directiva -– Lo lamento en verdad, pero hay un cambio de planes. Voy a almorzar con Ryuuka-San.

La sorpresa de todos los presentes fue más que evidente, no daban crédito a sus palabras. Primero escuchaban hablar al nuevo cabeza del imperio Hanaukyo con la heredera de una familia rival, y ahora él les decía que iba a almorzar con ella, y no solo eso, por que había comentado, ella parecía visitar su mansión. Eso era algo impensado.

- Hanaukyo-Sama. ¿Escuchamos bien? ¿Piensa ir a comer con la heredera del imperio Jihiou? –- preguntó uno de los hombres, impactado.

- Así es –- respondió Taro con total naturalidad.

- ¿Y ella visita su mansión? –- preguntó otro, igual de consternado.

- Si. Suele ir por allá cada tanto.

- Pero Hanaukyo-Sama, eso no puede ser. Ella es la heredera de una familia rival. Eso es inaceptable. ¿Y cómo supo ella que estaba usted aquí? -– espetó uno.

- Me dijo que su servicio de inteligencia le pasó el dato.

- Con mayor razón no pude salir con ella, Hanaukyo-Sama. Puede ser una trampa para saber información sobre esta junta directiva.

- Así es. No debe asistir a ese almuerzo. Busque alguna excusa.

- Asistir sería un error -– señaló otro.

- Ya me comprometí con ella, y no pudo retractarme. Se vería mal que alguien de mi posición hiciera un desaire semejante a una mujer tan importante como ella -– señalo Taro, dando media vuelta para salir de la habitación.

- ¡HANAUKYO-SAMA! –- exclamaron todos los hombres, desesperados, momento en que Taro se detuvo y giró la cabeza para mirar a los hombres por sobre un hombro.

- Tranquilos señores. Conozco a Ryuuka-San y sé que es una buena persona. No pasará nada de lo que plantean, además, ya conocen como va el dicho: "Mantén cerca a tus amigos, y mucho más a tus enemigos" –- dijo Taro con una sonrisa astuta.

Luego de decir estas palabras, Hanaukyo Taro se retiró de la sala de reuniones en compañía de su guardaespaldas personal, dejando atrás a un sorprendido grupo de hombres, que se miraban entre ellos, sorprendidos por las últimas palabras del joven, que les hizo comprender que pese a su juventud e inexperiencia, el imperio para el cual ellos trabajaban, se encontraba en buenas manos.

Un poco mas adelante, dentro de un ascensor que descendía hasta el primer piso de ese gigantesco edificio, Konoe observaba interesada a Taro, por las palabras que acaba de decir.

- ¿Hay algo que te inquiete, Konoe-San? Parece que quieres preguntarme algo -– dijo el joven.

- Bien, la verdad me impactaron las palabras que dijo allá atrás, Taro-Sama. ¿Realmente piensa eso sobre Ryuuka-Sama? –- lo cuestionó la mujer.

Taro sonrió como solo él sabía hacerlo.

- Para nada. La verdad escuché esas palabras en una de las películas de Ikuyo-San, y me pareció que podrían resultar bien en esta situación, y al parecer le apunte. Los de la junta directiva se quedaron bastante tranquilos.

Luego de decir esas palabras, las puertas se abrieron y Taro salió del ascensor adentrándose en el amplio vestíbulo. Atrás, Konoe lo miró sorprendida por lo que su señor le acababa de confesar, pero luego esbozó una sonrisa. Era bueno saber que pese a todos los cambios que había experimentado en el último tiempo, seguía siendo la misma persona de buenos sentimientos de la que estaba enamorada.

Con un leve sonrojo al reconocer abiertamente ese íntimo sentimiento, Konoe salió del ascensor y siguió a su señor camino a su cita.

Continuará...


Notas del Autor: Este es mi primer fic de "Hanaukyo Maid Tai" y con una temática que se aleja un tanto de la original de la serie.

Si bien es cierto que esta serie está orientada a entretener con buenas dosis de picardía, hay algunas cosas interesantes, tanto en la serie original, como en su segunda adaptación "La Verite", y otras que no se tocaron, como el saber de donde proviene la fortuna que le deja su abuelo a Taro. Ese es un punto que trato de dilucidar en esa historia, a la vez que trato de mostrar como se las arregla Taro para enfrentar la responsabilidades que van a apareciendo.

Otro punto que se logra apreciar mucho mejor en la versión "La Verite", son los sentimientos y el carácter de Taro, Konoe, Ryuuka, y algunas otras chicas de la serie, lo que abre varias posibilidades que al final no fueron explotadas en ninguna de las dos versiones de la serie. Este fic es un intento por explotar ese punto y buscar nuevas posibilidades en las relaciones de Taro y sus sirvientas, adelantándonos un poco en el tiempo, viendo como le van las cosas a Taro luego de casi dos años como señor de la casa.

Esta historia es un intento por ver de una forma distinta "Hanaukyo Maid Tai", una forma mas adulta y seria, pero tratando siempre de mantener el espíritu de la serie original. Espero puedan darle una oportunidad.

Saludos y nos estamos leyendo.