Día catorce.*

Iván y Nathaniel.


—¡Por favor, por favor!

Nathaniel bufó, soltando su lápiz para observar a su gigante amigo, quien le hacía sombra sobre su dibujo.

—Iván…

—¡Por favor, Nath, es solo un pequeño favor! —suplicó el de mechón rubio, colocando sus palmas juntas y cerrando sus ojos.

—Sabes que no tendría problema en cualquier momento, pero, ahora mismo, tengo pendiente los dibujos de un capitulo para Marc, ¡y tengo fecha límite hasta hoy a la noche y me faltan 3 escenas todavía! —contestó Nathaniel, tirando de su cabello, demostrando el estrés que llevaba encima.

Iván asintió, simpatizando con el pelirrojo. Se sentó en el asiento al lado de Nathaniel y sacó sus materiales de arte. Después de todo, tendrían que estar trabajando en la clase, aunque a su profesor no le importara demasiado en qué dedicaban su tiempo, mientras lo enfocaran en el arte.

Tomó su bloc de hojas lisas y comenzó a garabatear. Volvería a empezar aquel dibujo que tenía en mente; aquel que, con tanto anhelo, su novia, Mylène, esperaba de regalo por su aniversario. Claro que no le regalaría solo un papelillo con unos corazones, ¡había pensado el regalo perfecto! Primero haría el boceto, luego lo colorearía a gusto, y luego, lo llevaría a un lugar para que se lo hagan como un póster, para que su novia pudiera pegarlo en la pared. Mylène amaba los póster, y a él se le había ocurrido todo un concepto que encantaría a ambos.

El único y principal problema era uno solo: su dibujo era un asco. Si no lo solucionaba, todo su esfuerzo se iría a la basura.

—Linda montaña, pero... ¿Por qué tiene ojos y boca? —comentó el pelirrojo, echando un vistazo al dibujo de su amigo. Éste, se volteó hacia él, con pena.

—Es Mylène.

—Oh —Ambos se miraron, asintiendo con la cabeza, en un silencio incómodo. Nathaniel abrió los ojos, entrando en pánico cuando, gotas de agua se amontonaban en los ojos de Iván. ¡La había cagado! —No, no, ¡no llores! ¡Si lo mejoras aquí, te quedará igual a Mylène! —le alentó el pelirrojo, señalando partes del boceto. Sin embargo, nada parecía ayudar a las lágrimas de Iván que se balanceaban entre sus pestañas, las cuales le recordaban al chico que estaban allí por su culpa.

Suspiró, cerrando los ojos, sabiendo que con lo próximo que diría, no habría vuelta atrás.

—¡Está bien, te ayudaré!

Los ojitos de Iván se iluminaron, alzando la vista de su dibujo para observar con ilusión a su salvador. Se abalanzó hacia él, aprisionándolo en un abrazo.

—¡Gracias, gracias, gracias!

—Ya, Iván, suéltame y no perdamos tiempo. Cuéntame sobre tu idea.

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—Terminé el boceto. Tu lo delineas y te encargas del resto, ¿está bien? —Ivan asintió, emocionado, tomando la hoja que su amigo le estiraba.

Nathaniel lo analizó, notando la expresión de disconformidad en el rostro del chico, quien fruncía sus labios, para luego mirar de reojo al pelirrojo, suplicante. El artista se masajeó la cien.

—¿Hay algo mal en el dibujo?

El de pelo negro negó con la cabeza.

—Me encanta…

—¿Pero? —Iván le dirigió una mirada avergonzada.

—Pero, tú sabes… ¿No podrías dibujarme más...heroico? —preguntó.

—Dame el dibujo —aceptó Nathaniel. Su amigo sonrió, emocionado y se volvió a parar sobre la plataforma donde había estado posando anteriormente. Esta vez, posando como un fisicoculturista.

—Dibujame guapo y musculoso, para Mylène.

Nathaniel suspiró, sonriendo de lado, vencido. A veces su amigo podía ser un pesado.


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*: No hay frase porque no se me ocurrió alguna jaja.