Orquídea, Lirio y Lavanda, las tres hermanas mantis, las guerreras más poderosas de toda la tribu, el ejemplo absoluto de todo lo que una mantis debería ser, poderosa, fría y despiadada. No era de extrañar que fueran las líderes de la tribu, aunque lo que sí llamaba la atención era que hubieran durado tanto en el poder con tantos desafíos que habían recibido.

Machos y hembras solitarios, parejas, y hermanos cada tanto se presentaban para desafiar a los Lord y reclamar los tronos, pero en cada ocasión se habían visto derrotados por el aplastante poder de las hermanas, no tenían comparación.

Durante todos sus años solo habían perdido una única vez, nada menos que contra un niño ajeno a la tribu. Aquel joven guerrero de corta estatura pero gran valor se ganó sus respetos y reconocimiento, no solo de ellas, si no que de toda la tribu. Desde entonces cada mantis debía inclinarse ante él cada vez que pasaba y durante mucho tiempo aquello fue algo habitual. El pequeño guerrero silencioso cada tanto las visitaba, no decía nada, solo les dedicaba una mirada penetrante, como si algo quisiera comunicar con aquellos profundos ojos negros.

A Orquídea, la menor de las mantis siempre le intrigaron esos ojos, parecía una mirada vacía, pero podía ver en su interior una profunda determinación, un fuego abrazador que parecía quemar su alma, pero a la vez percibía algo oscuro, aterrador, anormal, poderoso y sofocante. Se estremecía cada cada vez que lo veía, era un monstruo, uno de tamaño pequeño y aspecto inofensivo, pero a ella no la iba a engañar, sin embargo no podía hacer nada, era más poderoso, solo le quedaba agachar la mirada y hacer una reverencia, bastante agradecida debía estar de que el monstruo fuera pacífico y les hubiera perdonado la vida.

Pero el recuerdo del monstruo silencioso poco a poco fue enterrado en el fondo de su mente, nunca habló con sus hermanas respecto a él y su repentina desaparición contribuyó a esto. Se enfocó en su presente, en sus rivales y en su búsqueda por un compañero digno.

Las mantis no tenían lo que se llamaba matrimonio, tampoco desarrollaban muchos lazos afectivos, era algo visto como un rasgo de debilidad, no había amor entre ellas, solían elegir a una pareja casi exclusivamente para procrear y normalmente se guiaban por el poder y la fuerza que esta demostraba. Orquídea aún era joven, pero ya observaba con disimulo posibles candidatos, sin embargo, siendo ella una de las miembros más poderosas de la tribu, encontrar a un macho que la igualara en fuerza sería complicado.

Pero una pareja no era algo que buscara con ilusión o ansias, solo quería asegurarse de tener descendientes fuertes y quizás un oponente poderoso con el cual luchar regularmente. Pero por más que buscaba, ningún macho estaba a su altura.

Pero el destino es caprichoso e impredecible, se tuerce de formas extrañas sorprendiendo con sus giros inesperados.

Un día cualquiera en un momento cualquiera, aquel misterioso insecto que las había retado a duelo un par de años atrás se abrió paso en la aldea mantis. Luego de tanta ausencia, fue una sorpresa verlo de nuevo, muchos no lo reconocieron, había cambiado, lucía distinto, pero algo en su aura y su presencia removió viejas memorias delatando su identidad.

Por cada lugar que pasaba una mantis se inclinaba ante él demostrando su respeto.

El misterioso insecto avanzó entre las galerías y recovecos del lugar sin detenerse mirar a las curiosas mantis que lo vigilaban desde las cercanías. Algo lo instaba a moverse rápido por la aldea y llegar a Nido Profundo ¿Que cosa seria? Jamás lo sabrían, si había algo que había permanecido igual en este ser era su eterno silencio.

Sin embargo, a quienes si se detuvo a saludar fue a los señores Mantis. El cuarto del trono se encontraba en la zona más profunda de la aldea, limitando con la entrada a aquella oscura zona, por lo que ver a los señores era obligatorio. Y como la educación de este guerrero le obligaba a mostrar respeto ante los líderes, en cuanto estuvo frente a las damas les hizo una reverencia.

Para los Lords fue toda una sorpresa, en un inicio pensaron que se trataba de un intruso, o un nuevo retador que les daría una buena batalla, pero cuando el bicho levantó la cabeza y las miró lo reconocieron.

El pequeño guerrero silencioso había crecido mucho, ahora era un insecto apuesto, de cuerpo delgado pero aspecto fuerte, tenía una magnífica cornamenta, y un aire de realeza realzado por la bonita capa que usaba. El pequeño niño había crecido para convertirse en un adulto espléndido.

A Orquídea no le gustó mucho reencontrarse con aquella mancha de su pasado. Quizás sus hermanas habían aceptado aquella derrota con agrado y filosofía, pero ella no, ella era orgullosa y altanera, siempre odió pensar que alguna vez perdió. Cuanto no deseaba ahora poder retar a este insolente guerrero para ponerlo en su lugar y limpiar su historial de batallas, pero en cambio debía inclinarse ante él. Se sentía muy molesta.

Pero entonces captó su mirada, aquellos ojos vacíos que tanto la impresionaron alguna vez habían cambiado. Era difícil describirlo pero parecían repletos, cálidos pero no sofocantes. El fuego que solía habitar en ellos ahora parecía un lago tranquilo en el cual desearía poder sumergirse.

El corazón de la joven mantis comenzó a agitarse mientras una sensación extraña y desconocida la recorría, un calor le invadió el rostro, sintió cosquillas en su abdomen y sus patas temblaron ligeramente.

Pero aquello fue un instante, pronto el guerrero sin decir palabra, se alejó de la sala del trono adentrándose en la oscuridad de Nido Profundo.

Orquídea lo miró hasta que su silueta de perdió de vista tragada por la negrura de aquella horrible cueva, entonces una melancolía se instaló en su corazón mientras un anhelo por reencontrarse con él la embargaba.

Maldito, maldito, mil veces maldito guerrero silencioso. Orquídea jamás se lo perdonaría, no solo le había quitado una victoria, ahora también le provocaba aquella enfermedad mental que había significado la perdición de tantas mantis, incluyendo a su sobrina. Pero ella era fuerte, no sucumbiría ante ella, pronto lo olvidaría, retomaría su rutina, permanecería muchos años más ocupando el trono de las mantis y encontraría un macho que le diera descendientes poderosos.

Si, así sería y guardaría esto como un secreto oscuro en el fondo de su corazón. Jamás admitiría que alguna vez estuvo enamorada.


Una idea loca que se me ocurrió luego de ver algunos comics por ahí. Quizás la desarrolle en algún momento, o quizás no, creo que dependerá de como sea recibido esto.