Bueno, pues esto es un fic para CheshireBear por el intercambio de San Valentín del foro de Homestuck -, al que le doy las gracias por aguantar que siempre suba las cosas en el límite del plazo (?).

La pareja que he elegido de las tres que propuso mi bro ha sido el alpha!Stridercest y la he aprovechado para hacer una historia con muchos detalles y momentos que espero que le gusten porque aunque probablemente tengamos distinta visión respecto a muchas cosas, sé que compartimos muchos headcanons que están más que hablados y también sé que tenemos el mismo afán por poner a los Striders en situaciones en las que parezcan unos torpes de mierda (?)

Nunca antes había hecho un fanfic desde el punto de vista de Dirk porque considero que es un personaje que se me escapa de las manos, pero como respecto a David siempre lo veo un poco más agilipollado, creo que en esta historia lo he dominado más o menos. También ha sido un reto para mi porque hay mucho más diálogo del que estoy acostumbrada a escribir, ya que considero que lo mio es la narración. En fin, que ma costao tres webos y medio conseguir que me gustase lo que estaba escribiendo y por eso he tardado tanto en terminarlo.

Weno

Que espero que te guste, bab. Ya me darás tu opinión.


TG: ¿Ha salido ya de clase?

TT: Sí. Estoy volviendo a casa.

TG: ¿Y?

TT: ¿Y qué?

TG: Vamos, no te hagas de rogar. Sabes lo que estoy deseando leer.

TT: No puedo evitar preguntarme si te dedicas a visitar cada día un instituto distinto de Texas y esperas en la puerta hasta que aparezca un chica que coincida con la descripción.

TG: Si ese fuera mi verdadero plan dos tíos enchaquetados te habrían recogido en tu instituto hace dos semanas y te habrían llevado a mi casa.

TG: Solo quiero que me des el gusto, ya que ere una niña prudente y no le mandas fotografías a desconocidos.

TT: ¿Eso es una queja?

TG: En absoluto.

TG: Eres una buena chica.

TG: Me gusta.

TT: ¿Te gusta?

TG: Me pone.

TT: ...

TT: Calcetines altos, falda y chaqueta de béisbol.

TG: Dios, sí.

TG: Te has hecho algo en el pelo.

TT: Sí. Dos coletas. Con gomas naranjas.

TG: A juego con las de tu aparato, eh.

TG: Podrías saltarte por una vez las normas de papá y mamá y me mandarme una foto al llegar a casa.

TT: O podría seguir dejándote imaginarme y fantasear conmigo hasta que tu curiosidad te empuje a quedar conmigo por fin.

TT: Además...

TT: Si me salto las normas dejaré de ser una buena chica para papá y mamá

TT: y me castigarán.

TG: Si no lo haces me estarás desobedeciendo a mi.

TG: Y te castigaré yo.

TT: Quiero que me castigues.

Y en el momento en el que se cumple un minuto desde que el mensaje se marcó como leído y aún no llega ninguna respuesta, sabes que lo acabas de descolocar y calentar a partes iguales. Miras la pantalla fijamente, mordiéndote el labio inferior para contener la tímida sonrisa que amenaza con hacer temblar las comisuras de tus labios y contorsionado en una extraña posición en tu cama a la que no sabes cómo has llegado. Esto te pasa cada vez que hablas con David, por la pura emoción e incluso fascinación que te provoca que alguien como él pueda llegar a estar tan interesado en hablar con alguien como tú hasta parecer que casi se trata de una obsesión.

Desde lo dos meses y medio que llevais hablando, tienes un mensaje suyo antes de que tú hayas recuperado siquiera del todo la conciencia casi cada día. Te pregunta cómo te ha ido el día, qué vas a comer, qué ropa llevas puesta, cómo has dormido e incluso en ocasiones con quién has dormido. A eso último, tú, por supuesto, siempre respondes que con nadie, aunque a veces mareas un poco la perdiz para ver cómo te contesta cada vez más rápido y con palabras más tensas. Pero no, siempre acabas diciéndole la verdad, que sigues siendo tan virgen como el fin de semana anterior. Normalmente te daría bastante vergüenza admitir eso, ya que hasta dentro de tu pequeño y extraño círculo de amigos pareces haberte quedado solo en el bando de los pringados que aún no han echado un polvo. Sin embargo, con David no tienes que ocultarlo. A David le gusta que seas obediente, le gusta que no seas la chica popular de tu instituto, le gusta que lleves aparato, le gusta que no sepas responder a sus halagos, y lo que más le gusta es que seas virgen.

TG: Castigarte es lo más suave que voy a hacerte.

TG: ¿Estás en casa?

TT: Sí.

TG: Sube a tu habitación. Corre.

TT: Ya estoy.

TG: Túmbate en la cama.

Tus pupilas se dilatan al ver sus siguientes respuestas, y sientres cómo el corazón se te acelera, porque sabes a dónde va a llegar esto. No sabes en qué punto empezasteis a mandaros indirectas sexuales y tampoco sabes en qué punto pasaste de sentir sudores fríos recorriendo tu espalda por la tensión que sentías al responderle a tener un orgasmo gimiendo su nombre, pero esa es exactamente la relación que tienes ahora con el hermano perdido con el que solo te ha sido posible contactar a través de un chat que visita a menudo, lo cual averiguaste con la ayuda de una buena amiga.

TT: Tumbada.

TG: Súbete la camiseta.

TT: Sí.

Tu cuerpo se mueve perezosamente hasta quedar boca arriba en la cama y te subes la camiseta hasta remangártela a la altura de las axilas con un extraño pudor a pesar de estar completamente solo. Aprietas los labios, esperando su siguiente orden con unas ansias que te hace engarrotar los pies y arrastrarlos por el colchón.

TG: Bájate la ropa interior hasta los tobillos, pero no te la quites.

TG: Tampoco te quites los calcetines ni la falda, solo remángala un poco.

TG: Mantén las piernas flexionadas y separadas.

TG: ¿Lo estás haciendo?

TT: Lo estoy haciendo.

TG: Esa es mi chica.

Cuando lees esas palabras te humedeces los labios,entre los que se escapa un sus y tu cuerpo empieza a encenderse con sólo imaginar cómo sonara eso saliendo directamente de entre sus labios y cambiando la "a" final por una "o". Haces lo que te pide, aunque al ser un chico realmente no tienes necesidad alguna de quedar tan descubierto para lo que sabes que te pedirá a continuación, pero quieres obedecerle incluso aunque tengas tan fácil no hacerlo.

Tus pantalones y tus boxers quedan remangado en tus tobillos, y aunque aún no ha dicho nada más, empiezas a masajearte con una mano lo que es el principio de una erección, provocada tan solo por tus primeras fantasías sobre el tono con el que te gustaría que David te estuviese ordenando todo aquello mientras sientes su mirada clavada en ti, sin ponerte la mano encima él mismo hasta que estuviese satisfecho con tu forma de acatar sus palabras.

TG: Empieza a tocarte muy despacio y suave.

No le dices que te has adelantado porque eso podría hacer que te castigase dejando de responderte, dejándote a solas con tu calentón por ser "lo suficientemente lista como para seguir tú sola", como habías leído alguna que otra vez en la pantalla. A pesar de que sigues sujetando el móvil, dejas caer la mano con el aparato boca abajo contra tu pecho, y cierras los ojos en cuanto las lentas caricias que te proporcionas te ponen más duro. Te concentras mantener una respiración regular y soltar el aire que se te entrecorta levemente por tu boca ligeramente abierta. Pronto empiezas a estremecerte y tu propia pelvis se remueve sutilmente buscando una mayor intensidad en las caricias que tu obediente mano mantiene al mismo ritmo. Al cabo de un rato emites un quejido y en tu rostro aparece una expresión molesta y anhelante a partes iguales. Levantas el móvil de tu pecho.

TT: Más rápido.

TG: ¿Qué?

TT: Quiero hacerlo más rápido.

Pasan unos segundos, que consideras demasiados, y David no responde a pesar de haber leído el mensaje. Lanzas un gimoteo frustrado sin apartar tus ojos entrecerrados de la pantalla, como si el móvil fuese el culpable de tu sofoco, y entonces sabes lo que tu hermano está esperando.

TT: David, por favor.

TT: Te lo suplico.

TG: Está bien.

TG: Puedes ir más rápido.

TG: Pero no meter los dedos.

TT: Joder.

TG: Cuida ese lenguaje, no quiero tener que enseñarte modales.

Estás tan caliente que decides conformarte con eso, y tu mano empieza a moverse alrededor de tu miembro a un ritmo desenfrenado que te acaba por alterar la respiración del todo, haciendo que cada vez que exalas el aire sueltes un jadeo. Dejas el móvil al lado de la almohada, boca arriba y no muy lejos de tu campo de visión, sabiendo que ya poco vas a poder contestarle pero queriendo seguir leyéndole.

Tu mano libre ahora se pasea por tu torso mientras cierras los ojos y sigues masturbándote, pudiendo imaginar sus ojos, cuyo color se rumoreaba que eran rojos, mirándote mientras te tocaba con las manos que en realidad son tuyas.

"Espero que estés gimiendo mi nombre", lees casi de refilón en la pantalla cuando escuchas el móvil vibrar sobre el colchón, y tu rostro, ya algo enrojecido por el calor que te asalta el cuerpo, se enciende más por un sentimiento de vergüenza al ser descubierta la costumbre que has mantenido durante todas las pajas cuyo causante ha sido David.

Resoplas, notando que empiezas a llegar al punto álgido y que ahora deseas más que nunca meterte los dedos, pero para resistir la tentación de lo que David te lleva privando hacer desde que empezasteis con este jueguecito, te aseguras de hundir los dedos de la mano que ha bajado hasta uno de tus muslos en la piel, intentando agarrarte a la piel para resistir la tentación.

Tu vientre se tensa, tus gemidos se vuelven cada vez más largos y quebrados, y empiezas a balbucear cosas sin acabar de vocalizar, con el nombre de David empezando a arremolinarse en tu garganta, luchando por salir.

El móvil empieza a vibrar una y otra vez, de forma constante, justo cuando tus piernas se separan más y empiezan a sacudirte espasmos. "¿Cómo vas, princesa?", "¿Estás pensando solo en mi?", "Pagaría por estar allí ahora mismo y hacer que te corrieses con mis propias manos", son los mensajes que llegan y logras leer a duras penas, sintiendo que David tiene el don de la oportunidad para decir cosas encantadoras cuando más cerca de tu final estás.

Sintiendo que estás al límite, tu cuello se tensa, haciéndote levantar la cabeza de la almohada, y tus gemidos dan paso a una mudez absoluta. Se te corta la respiración y tu boca toma la forma de una pequeña "o". Pierdes totalmente el ritmo con el que te masturbas cuando tus caderas empiezan a moverse descontroladamente contra tu mano, y por fin llega el merecido orgasmo, que te hace gritar el nombre de David con voz algo ronca al romperse de golpe el nudo de tu garganta.

Sientes el éxtasis palpitando por todo tu cuerpo y te cuesta unos cuantos minutos escapar de la hipnotizante sensación que no te deja ni escuchar cómo vibra tu móvil ante los mensajes del famoso cineasta. Agotado, te mueves costosamente y emitiendo un quejido hasta acabar boca abajo, sin importante dónde pueda acabar tu propio semen porque en cuanto te recuperes del todo, vas a cambiar las sábanas e ir directo a la ducha.

Arrastras la mano hasta el móvil como si fuese un gran esfuerzo, ya con media cara hundida contra la almohada y el agotamiento reflejado en la otra mitad visible.

TG: Eh, enana.

TG: Estoy a punto de entrar en una reunión.

TG: Te dejo sola, pero esta vez no porque quiera.

TG: Ya me contarás cómo ha ido, échame de menos.

Al leer eso, de hace ya unos cuantos minutos, comprendes que no sirve de nada mandarle un mensaje replicandole ahora, pero no puedes evitar emitir un ruido gutural de desaprobación, desilusionado. Te gusta tocarte porque, al terminar, David te pedia detalles de lo que habías hecho, cómo te encontrabas y en qué habías estado pensando, y no tener esta vez esa sesión de preguntas y halagos te fastidiaba. Sin embargo, al mismo tiempo las palabras "a punto de entrar en una reunión" te hacen morderte el labio al preguntarte si había estado escribiéndote desde el trabajo, el coche o alguna cafetería.

~o~


TG: ¿Por quién vas a abandonarme hoy?

TT: ¿De qué hablas?

TG: No te hagas la tonta ni me mientras para intentar hacerme sentir mejor, jovencita.

TG: Haga lo que haga el desgraciado que te lleve por ahí sabes que yo podría darte una cita mucho más romántica.

TT: ¿Una cita?

TT: Por qué iba a tener una ci

TT: Oh.

TT: San Valentín.

TT: ...

TT: Espera, ¿en serio sabes que hoy es San Valentín?

TT: ¿Lo tienes en cuenta siquiera?

TG: ¿Es que tú no?

TT: No.

TG: ¿Porque "es una estrategia comercial para ganar dinero" o porque nadie te regalaba cartas en párbulos y estás resentida?

TT: Ninguna de las dos cosas, listo.

TT: ... En realidad como mucho recibía una.

TT: Y en realidad me incomodaba.

TG: Eres un puto caso.

TG: Todo esto quiere decir que no tienes ningún plan para hoy, ¿verdad?

TT: No, porque el único tío con el que me interesa tener planes pasa de mi cada vez que le insinuo vernos en persona.

TG: Entonces puedo quedarme tranquilo.

TT: ...David.

TG: Qué.

TG: Oh.

TT: Sí.

TG: Así que te gustaría quedar conmigo en San Valentín.

TT: Me gustaría quedar contigo cualquier día.

TT: Pero siempre me pones de excusa el condenado trabajo.

TT: Oye si no quieres verme está bien, lo entendería.

TT: Pero podrías decírmelo directamente.

TG: Dónde vives.

TT: ...qué.

TG: Puedo ir a recogerte en 20 minutos en coche si me dices en que zona vives exactamente.

TT: Qué.

TT: Me lo estás diciendo en serio.

TT: Quiero decir, no.

TT: No, no puedes venir a recogerme.

TG: Cómo que no.

TT: ¿Qué creerías que pensarían mis padres si me viesen entrar en el coche de un desconocido?

TG: Tienes razón. No quiero que dejen de pensar que eres un ángel.

TG: Dijiste que una vez visitaste el edificio de la compañía con la que estoy trabajando ahora, ¿verdad?

TT: Sí.

TG: ¿Te coge cerca?

TT: Podría decirse.

TG: Bien, hay una cafetería en la calle que hay justo en la acera de enfrente de la puerta principal del edificio. La vas a reconocer porque parece cara de cojones solo por cómo están decoradas las paredes y el local.

TT: Una cafetería.

TG: Nos vemos allí en una hora.

TT: Qué.

TG: Dejo el móvil, voy a conducir.

TT: No.

TT: No David espera.

TT: David.

TT: David.

TT: MieRDA.

Al comenzar esa conversación te encontrabas tumbado boca arriba en el sofá y habías tenido que dejar un par de componentes que intentabas limpiar encima de tu estómago para atender al móvil. Ahora, sin saber cómo, estás sobre ese mismo sofá pero clavado de rodillas, y los cacharros que tenías encima ahora se encuentran en el suelo. Estás totalmente rígido y con la respiración contenida, aún mirando el móvil aunque sabes que David no volverá a hablar contigo a no ser que sea estrictamente necesario, manteniéndolo muy cerca de tu cara. Al cabo de unos segundos, con los ojos aún abiertos como platos, despegas la mirada de la pantalla y la dejas perdida en el frente, al tiempo que dejas caer los brazos muy despacio.

De repente sientes como si te acabasen de arrancar de un sueño, volvieses a la cruda realidad. Deberías estar emocionado, porque al fin y al cabo por fin consigues lo que tanto deseabas, y de hecho no es como si no lo estuvieras, pero el motivo de que vayas a vomitar tu propio corazón no es precisamente que estés emocionado. Solo ahora, en este preciso instante, te das cuenta de que lo que has estado haciendo estos últimos meses ha sido una completa locura. A pesar de que al principio estabas tan desesperado por encontrarle que esa te parecía tu única opción, ahora te das cuenta de que sí que había muchísimas más opciones. Joder, claro que sí. Hacerte pasar por una chica en una especie de chat para buscar pareja (por llamarlo de algún modo) para captar la atención de tu hermano y evitar que pase de ti no ocupa ni siquiera el último puesto en la listade opciones que tenías, sino el primero en la lista de cosas que no hacer ni de puta coña.

Te llevas una mano la frente, te echas el pelo hacia atrás y resoplas al tiempo que te pones de pie encima del sofá. Los siguientes minutos pareces un animal desorientado o un adolescente drogado que no recuerda ni cómo ha llegado a ese lugar. Te bajas del sofá con tales problemas de coordinación que casi se te enredan las piernas y te comes el suelo, pero afortunadamente das un torpe traspiés que no llega a más porque antes aspeas en el aire con los brazos como un pato que bate las alas alterado. Corres hasta tu habitación casi dando tumbos y por poco te metes de cabeza en el armario cuando llegas. No sabes qué cojones vas a decirle, pero lo que sabes perfectamente es que lo que ahora está en la lista de cosas que no hacer ni de puta coña es dejar tirado a lo que te queda de familia y perder la que podría ser tu única oportunidad de verle en persona.

Te vistes con lo primero que encuentras y te pones los zapatos con la respiración agitada e incluso el labio inferior temblándote de vez en cuando por el terror que sientes. De tener tiempo de sobra, te abrias tomado unos segundos para agacharte frente al váter y no volver a levantarte hasta que hubieses potado la poca comida que has ingerido hoy para deshacerte de las náuseas que sientes y no preocuparte de las que pudiesen abordarte durante el encuentro, ya que entonces poco tendrías que vomitar. Sin embargo, has tenido suficientes conversaciones con David para a estas alturas saber que si hay algo que le toca los cojones de verdad, es que le hagan esperar en vez de ser él el esperado.

No coges ni una mochila, ni la cartera, ni siquiera una sudadera. Con lo puesto, te metes las llaves de casa en un bolsillo del pantalón y el móvil en el otro, y sales literalmente corriendo de tu piso, cerrando la puerta sin echar la llave y prefiriendo bajar a toda hostia por las escaleras antes que esperar al ascensor.

~o~


Primero te pones justo frente a la puerta del café en el que habíais quedado. Después, espantado por la idea de encontrártelo de frente, te apartas e intentas parecer simplemente un adolescente mirando despreocupadamente su móvil apoyado contra el semáforo, pero lo último que parecías era despreocupado. Cualquiera que te viese pensaría que, como mínimo, estás esperando a que te den el aviso para estallar la bomba que llevas oculta bajo la ropa y hacer un atentado en mitad de la transcurrida calle.

A pesar de que aún no es tiempo de ir en manga corta y tú has salido de casa con la única protección de una camiseta, estás tan nervioso que tu cuerpo parece ser tu propia estufa. Sientes que la sangre te riega tan rápido que te palpita el cerebro y tu mirada desquiciada no hace más que recorrer la calle de forma esquiva y volver a mirar el móvil, una y otra vez. David no da señales de vida, han pasado diez minutos desde la hora acordada, y a pesar de que gracias a ese retraso a tu estómago le ha dado tiempo a asentarte y a tus pulmones de recuperarse de la carrera, no puedes evitar sentir también una tremenda desilusión.

Caminando de un lado para otro, de un corner a otro de la entrada de la cafetería de esquina como si fueses un animal enjaulado que no puede traspasar ese perímetro, te preguntas si realmente David aparecerá. Puede haberte tomado el pelo para ver lo que eres capaz de hacer por él, o para regodearse en tu ingenuidad. Tambien puede simplemente haber estado jugando contigo todo este tiempo, no ir en serio con nada de lo que decía, y tal vez esta sea su forma de darle puerta a otra jovencita con la que se ha cansado de tontear porque ha encontrado otra cosa más interesante que hacer, como follarse a tías de su edad con dinero y bien operadas, que no es como si no pudiese permitírselo.

Quince minutos de espera. ¿Y si aquel tipo con el que hablabas ni siquiera era David? Esa última opción hace que por un momento te flojeen las piernas y te pares justo delante de la puerta de la cafetería. Guardas el movil y te llevas por un acto reflejo una mano a la boca con la intención de mordisquearte una uña o comerte el dedo entero, pero ni con la uña puedes a causa del puñetero aparato. Emites un gruñido por las vueltas que le estás dando a todo y por no poder morderte las uñas, y acabas estampándote las manos contra la cara tapándote la vista y frotándotela.

Entonces te das cuenta de algo.

- ...No.

Vuelves a destaparte los ojos, pero los clavas en el suelo, como si allí hubieras hallado algo aterrador, y te dejas las manos en las mejillas: acabas de darte cuenta de que no llevas las gafas puestas.

- No, oh joder, no puede ser, no puedo ser TAN inútil - a pesar de que empiezas murmurando eso, a mitad de la frase el pánico definitivamente se apodera de ti, y al final acabas casi gritándolo, haciendo que una señora al pasar por tu lado ponga una mueca agria mientras te mira de arriba abajo.

Intentas echar a correr de vuelta a tu apartamento, pero al mismo tiempo aún no has decidido si de verdad deberías hacer eso o esperar un poco más, y por eso acabas dando pasos hacia delante y atrás sin acabar de moverte del sitio. Entre tanto y antes de que puedas darte cuenta, una figura atraviesa los dos carriles de personas que andan en una dirección y otra, y choca de frente contigo al no esperarte obstruyendo la entrada de un maldito comercio.

Sueltas una exclamación de sorpresa, cerrando los ojos por el impacto a pesar de que lo máximo que hace el impacto es empujarte unos pasos atrás. Aturdido, te llevas una mano a la cabeza al tiempo que pestañeas para volver a enfocar la vista.

- Mierda, lo siento mucho -te disculpas en un tono aún algo crispado por la tardecita que llevas, pero entonces alzas la mirada hasta encontrar la cabeza ajena y tu rostro palidece al instante.

- La próxima vez quítate del medio.

Te has quedado con la mandíbula descolgada, y sigues al hombre de cabellera rubia con una mirada confusa, pues ni tú mismo sabes si acabas de ver un milagro o tu peor pesadilla cumpliéndose. Ni siquiera alcanzas a escuchar lo que te ha murmurado con desinterés, también dejas de escuchar el tráfico, el alboroto de la gente pasando a tus espaldas, y lo único que percibes es el agudo ruido que hace la campanita que avisa de la llegada de un cliente a la cafetería, escuchándolo resonar como un eco incesante en tu cerebro.

El estado de shock te dura hasta que ves a través del cristal cómo el que tiene el mismo apellido que tú sin saberlo sentándose en uno de los cómodos asientos de la zona menos illuminada del local, alzando elegantemente la zona trasera de su chaqueta antes de hacerlo para no sentarse sobre ella.

Apoyas la mano en el cristal, aún sin creértelo, sin salir de tu asombro, sin caer en que si levanta la mirada ahora mismo y ve a un chaval con el careto casi pegado al cristal y mirándole como le miras tú puede dar comienzo una situación muy extraña e incómoda.

TG: Ya estoy aquí.

TG: Y tú no.

Das un exagerado respingo cuando notas el móvil vibrar en el bolsillo trasero de tu pantalón, notando cómo tu corazón salta a la vez que tú. A pesar de que vuelven a temblarte las manos, no te falta tiempo para sacar el móvil y desbloquearlo.

Lees ambos mensajes y tragas con dureza y sonoramente, notando que lo que obligas a bajar por tu garganta no es saliva, sino un nudo de soga gorda con espinas alrededor.

TG: Espero que estés en el servicio y verte salir en menos de cinco minutos.

TG: O que no haya quedado claro el lugar de encuentro y estés en otra cafetería.

TG: Espero cualquier cosa menos que me hayas plantado.

TG: Y de ser así espero que sea porque estás castigada después de haber sido pillada abierta de piernas y gimiendo mi nombre mientras te tocabas hasta dejar empapadas las sábanas que mamá acababa de poner limpias.

Sientes tal presión en el pecho y ardor acumulándose en tu cabeza que sientes que en cualquier momento se te podrían empañar los ojos con lágrimas de impotencia. No te ves con fuerzas para contestarle, pero tampoco para entrar, así que despegas otra vez la mirada de la pantalla a pesar de sus provocaciones y giras bruscamente la cabeza de nuevo para mirar al interior del café. Lo encuentras donde lo habías dejado antes, sentado de igual forma, esta vez con un vaso ancho y corto de alguna bebida alcohólica delante, y mirando su caro móvil con aparente tranquilidad.

TG: Me largo.

Esas dos únicas palabras son suficientes para hacerte sentir cómo una corriente eléctrica recorre todo tu espinazo y te hace reaccionar al instante. A pesar de que eres un indeciso de mierda, no eres ningún cobarde, para tu desgracia, e incluso con pocas posibilidades de salir ganando, te tiras de cabeza a la piscina por los tuyos. Esta vez no es por los tuyos, es por ti mismo, porque ya va siendo hora de que ellos no sean los únicos en considerarte un tío guay y seguro de sí mismo, y que te lo empieces a considerar tú.

Abres la puerta de la cafetería, la campanilla anuncia tu entrada, la cual no importa realmente a nadie, y con la mirada fija y congelada en David, te dirijes hacia él con unos pasos tan rígidos como rápidos, sabiendo que tan pronto has tomado esa decisión, podrías volver a cambiarla y volver sobre tus pasos. Te paras delante de su mesa, sabiendo que ya no hay vuelta atrás, y contienes la respiración.

Al principio el rubio parece querer ignorarte, pero al notar tu sombra demasiado tiempo sobre su mesa, acaba levantando la cabeza lentamente para mirarte a través de sus oscuras gafas. En ese preciso instante notas que quieres gritar.

- ¿E...res David? -al ser la primera vez en cuatro días que te ves obligado a hablarle directamente a una persona y estar en esas circunstancias, tu pregunta sale de entre tus labios con un hilo de voz que de verdad hace parecer que estés a punto de echarte a llorar.

El adulto alza las cejas tanto que se atisban por encima de las gafas y por detrás de algunos mechones de su flequillo.

- Qué.

- Q-que si eres David. David Strider.

- Sí... -duda unos segundos, pero por tu actitud cree que acaba de dar con un fan, y ante los fans es imposible ocultarse, así que repite más convencido, aunque no con tono más amable:- Sí. Soy yo. Y estoy esperando a alguien, así que si no te importa...

No se molesta en terminar la frase, y vuelve a bajar la mirada hacia el móvil, que desbloquea para luego empezar a buscar un número en su agenda de contactos.

- Me estás esperando a mi -sueltas de repente, muy atropelladamente, y al instante cierras los ojos, como si tus propias palabras te hubiesen sentado como un puñetazo. Joder, ¿qué coño estás haciendo?

El desconcierto en el rostro del mayor es evidente aunque no le veas los ojos por su ceño ligeramente fruncido y sus labios algo entreabiertos, como si tuviese el impulso de preguntarte de qué coño estás hablando pero al final prefiriese quedarse con el aliento contenido y no hacerte ninguna pregunta.

- Ya... -tras seleccionar el número sin tener que mirar la pantalla, se lleva el móvil a la oreja, sin dejar de mirarte y probablemente aún pensando con qué darte largas- Claro. Oye, escucha, si lo que quieres es un jodido autógrafo, puedes esperarme fuera de la cafetería y te lo daré después, pero de veras que ahora mismo estoy muy ocupado. Disculpa.

Te levanta la mano para que no le interrumpas cuando escucha que va a empezar a dar la llamada, pero aún así permaneces allí clavado y vuelves a hablar apresuradamente en un intento desesperado de recuperar su atención.

- N-no, no, David, en serio. No quiero tu maldito autógrafo, escúchame, has quedado aquí mismo con una chica, vale, pero esa chica no exis-

De repente dejas de hablar, y David levanta la mirada no porque te estuviese escuchando muy claramente, sino porque el murmullo incesante que era tu voz se ha cortado tan bruscamente que pareces haberte atragantado con tus propias palabras. El motivo de tu silencio y la completa paralización de tus manos, con las que empezabas a gesticular, es que empiezas a notar cómo tu móvil vuelve a vibrar en tu pantalón, y esta vez no es un mensaje.

A la vibración le sigue el principio del politono de llamada que viene predeterminado con tu móvil, porque a pesar de que tienes miles de canciones que te hubiese gustado poner como tono, si lo hicieses y sonase en público tendrías que tirarte por la ventana más cercana o a la misma carretera. Aunque tú no lo ves, la mirada de David se clava en la pierna que te vibra imperceptiblemente, de donde parece llegar el sonido ascendente. Muy despacio, se separa el móvil de la oreja, y aún teniéndolo en alto, cuelga. La música se corta bruscamente y te vibra el móvil por última vez por la notificación de una llamada perdida.

Aún mantienes la respiración contenida, los labios apretados, y las comisuras de tiemblan. Boqueas, en busca de algo que decir, mientras ves cómo David se guarda el móvil en el bolsillo de su chaqueta con un semblante terriblemente inexpresivo y coge su copa de lo que ahora, estando más cerca, averiguas que es whisky, y se lo lleva a la boca para dar un trago que deja la copa vacía. Se levanta de la mesa, y tu cuerpo automáticamente te hace retroceder unos paso hacia atrás. Sin embargo, tu hermano te coge del brazo con firmeza antes de que salgas de la penumbra de la cafetería y ambos os convirtáis en el centro de una escena, y te arrastra consigo hacia el fondo del local aunque balbuceas su nombre, aterrorizado por lo que pueda pasar a continuación, azorado porque estés teniendo contacto físico con él por primera vez.


Ah, se me olvidaba :-)

Como me enrollo como una persiana y me ha salido algo bastante largo que no pienso acortar, he decidido dividirlo en unos pocos caps. Vamos, dos o tres como mucho. Porque, además de no querer que os hinquéis un oneshot de 398728397230 palabras, he escogido un historia que trata basicamente del desarrollo de una relación un poco extraña, así que quiero que haya más sensación de separación y de paso del tiempo entre unos hechos y otros, no se si me explico.

Así que bro, lo siento mucho, pero quiero que saborees esto despacito porque me gusta lo que me ha salido y quiero que te guste a ti también tanto como a mi, así que ya te avisaré cuando suba el siguiente cap, bab ;)

Hasta la próxima y que Satán esté con vosotros.