Harry Potter, personajes, universo y todo lo que reconozcan pertenece a J.K. Rowling. Yo simplemente soy una lectora cualquiera que escribe por mero placer, de modo que no obtengo ningún beneficio económico por esta historia.

Personajes: Draco Malfoy/Hermione Granger.

Género: Romance/Angustia/Tragedia.

Rating: +18

Beta: FanFiker-FanFinal.

Capítulos: 5/5


CONFESIONES PARA AMARTE

Por:

PukitChan

…y sin importar dónde te encuentres ahora, ¿eres feliz?

Última Confesión: El más brillante plenilunio

Draco tenía cuatro años cuando experimentó su tercer destello de magia accidental. De eso, lo único que recordaba eran los intensos temblores que habían recorrido su cuerpo, acompañados de una serie de emociones inexplicables para un niño de su edad. Conforme fue creciendo, esos sentimientos fueron adquiriendo nombres y funciones específicas que le permitieron dominar una magia destinada a ser la mejor. Sin embargo, cuando tenía once años y Hermione Granger había logrado levitar una pluma mucho antes que cualquier otro alumno de su curso, Draco recibió una de las muchas lecciones de parte de una vida lejos de madre y padre: que las cosas no siempre resultarían como deseaba que fueran.

Muchos años después de eso, una guerra y una mirada llena de tristeza fueron suficientes para hacerle entender que era el momento de tomar sus propias decisiones. Y creyendo en eso, cuando Granger, Potter y Weasley estuvieron entre sus manos, salvó sus vidas la tarde en la que llegaron a la mansión Malfoy.

A veces se preguntaba si en verdad había valido la pena hacerlo.

―Malfoy…

―Ella no puede estar… maldita sea, Potter… Hermione no…

Incapaz de hilar una oración de manera coherente, Draco optó por guardar silencio mientras apretaba sus puños, enfadado porque Harry lo mirara con tanta lástima. Simplemente eso no podía ser verdad. No existía una manera lógica de que Hermione ya no estuviera. Aquello sólo debía ser el resultado de una broma de pésimo gusto por parte de su mente; tal vez un sueño infundado o el efecto de alguna poción que había bebido sin saberlo. Porque nada de eso podía estar sucediendo.

―Encontraron esto entre sus cosas ―murmuró Harry, llamando su atención. El gryffindor revolvió sus bolsillos y sacó un pañuelo blanco, el mismo que Draco le había dado a Hermione unas semanas atrás―. Yo… conseguí que me lo dieran antes de que… ―Tragó saliva y después de unos dolorosos segundos continuó su oración―: Hermione me habló de lo que ocurrió entre ustedes. No sé… pensé que tal vez quisieras conservarlo.

El elegante pañuelo que le era extendido, provocó que Draco desviara la mirada hacia el concurrido lugar en el que había olvidado que se encontraba. Notó algunas miradas curiosas dirigidas hacia Potter y por un breve segundo, el slytherin recordó aquella mano extendida que ese mismo hombre había rechazado en ese pasado que compartían. Era un giro bastante cruel en el que ahora era Harry quien le ofrecía algo, otorgándole en silencio la posibilidad de rechazarlo. Pero mientras más veía el pañuelo, la realidad se hacía menos creíble. Entonces Draco, sin aceptar el pañuelo, buscó los ojos de su adversario.

―¿Dónde está… ella… en qué lugar se encuentra?

Harry bajó su mano y suspiró.

―Sígueme.


Sólo hasta ahora, mientras miraba un punto inexistente de la pared de enfrente, Draco podía comprender cuánto odiaba los hospitales. Estar ahí lo exasperaba. Y si bien nunca antes había estado en un hospital muggle, no tardó en descubrir que el resultado era exactamente el mismo si hubiese estado en San Mungo: tenía la desesperante necesidad de salir huyendo de ahí. Sin embargo, sin importar cuán fuerte se sentía ese anhelo, sus pies simplemente se negaban a hacerlo; como si hubiesen adquirido vida propia, sus piernas negaban las órdenes de su mente, pesándole como nunca antes en su vida. Además tenía náuseas y un intenso dolor de cabeza que lo torturaba a cada punzada, recordándole dónde estaba, con quién estaba, pero sobre todo… por qué estaba ahí.

Al sentir su boca reseca, instintivamente Draco se relamió los labios mientras miraba alrededor: aunque había asientos vacíos, él estaba se pie, justo a un lado del lugar donde Potter había decidido sentarse. El moreno no pronunciaba palabra alguna, pero sus facciones dibujaban la expresión más derrotada jamás vista. Ni siquiera le hacía falta ladear el rostro para darse cuenta de que el rostro del gryffindor aún tenía el rastro de las lágrimas secas que habían ensuciado sus gafas. Parecía ser que Potter estaba intentando reunir el coraje suficiente para hablar; si era sincero consigo mismo, Draco esperaba que eso nunca ocurriera porque sabía que no habría marcha atrás cuando el moreno decidiera darle esa explicación que ya no quería. Si la escuchaba era posible que todo se hiciera real. Y sin importar cuán tan descabellada fuera su esperanza, él quería esperar hasta el último momento. Tal vez era un error. Quizás estaban equivocados. Era posible que Hermione aún estuviera buscándolo…

―Hermione salió del Ministerio cuando ocurrió todo. ―Como un suspiro, la voz de Harry al emerger fue suave, distinta a la que siempre había escuchado. Sus palabras apenas eran comprensibles entre tantos temblores. No lloraba, pero daba la impresión de que rompería a llorar en cualquier momento. Como él.

―No quiero escucharlo…

―¡Tienes que escucharlo, maldición! ―vociferó Harry, golpeando su muslo al levantar la vista para buscar el rostro del rubio. Draco no dijo nada, lo que pareció ser para el otro una muda señal, ya que continuó con la explicación al mismo tiempo que apretaba sus manos en un vano intento por descargar la rabia que estaba adueñándose de su cuerpo―: Ocurrió a las afueras del Ministerio. ¿Sabías que estaba trabajando en una nueva ley? Al parecer, mientras caminaba fue atacada por tres magos a los que sus ideas no les parecían correctas ―Harry sonrió cansadamente―. Ella… ella intentó proteger a las personas que estaban cerca, pero la acorralaron mientras intentaba defenderse. Lo único que se le ocurrió hacer fue aparecerse en el mundo muggle; sin embargo, como se trató de algo bastante imprevisto, se apareció en un lugar inadecuado. La golpeó bruscamente un automóvil en el momento exacto en el que lo hizo.

Harry, fuera de sí, ahogó una risa angustiada. Draco sabía que ésa era su desesperación reflejándose. Él también consideraba las circunstancias estúpidas. Él también se reiría si esa extraña y dolorosa sensación en su estómago no se hubiese tragado cada una de sus emociones. Harry, ocultando su rostro con las manos, empezó a sollozar.

―Cállate, Potter… ―masculló, pero al parecer fue ignorado porque la trémula voz siguió escuchándose.

―Dicen que estaba embarazada.

Embarazada. El rubio colocó sus dedos entre la túnica que portaba y su cuello, jalando la tela de ropa. Una fuerte opresión en su pecho lo obligó a removerse incómodo. Jadeó. Los ruidos de las máquinas extrañas se hicieron más fuertes y el pasillo comenzó a encogerse mientras una gota de sudor recorría su frente. El mundo comenzó a quedarse sin oxígeno. Merlín… se sentía mareado. Draco se estaba asfixiando.

―Señor Potter…

Harry se levantó tan intempestivamente que Draco, tras una honda respiración que pareció regresarlo a la realidad, se giró también y siguió los pasos del gryffindor. Frente a ellos estaba un hombre vestido de color blanco (el Sanador del mundo muggle, supuso Draco) que los miraba con compasión. Esa expresión le dio asco a Draco. Detestaba ser la persona a la que estaban dirigidas ese tipo de miradas.

―Doctor ―murmuró Harry, estrechando su mano―. ¿Ella…?

―Sí ―confirmó el hombre―. Como nos lo ha pedido, ha sido trasladada a una habitación privada hasta que sea llevada al lugar elegido para su entierro. ¿Quiere pasar a verla?

Harry no respondió, pero Draco enseguida comprendió el porqué: colocó una mano sobre su hombro y le dedicó una mirada que parecía querer gritarle que él tampoco entendía qué demonios estaban haciendo ahí. Sin embargo, las palabras que pronunció fueron tan certeras como un puñal clavándose en su objetivo y tan dolorosas como aquel sectumsempra con el que lo llegó atacar alguna vez.

―Despídete, Malfoy ―musitó Harry―. Entra… y dile adiós por última vez.

Draco vaciló y miró la puerta de donde había salido aquel hombre al que Potter había llamado doctor. Era estúpido pensar que, a solo unos pasos de distancia, todo estaba por finalizar. Porque sin importar cuán breve fue el tiempo que pasó junto a Hermione, algo de ella había marcado un rumbo distinto a su existencia. La decisión que había tomado de cortejar a Astoria Greengrass se desmoronó desde el momento en el que Hermione le sonrió y se entregó a él. Y precisamente eran esos recuerdos los que lo acobardaban. No obstante, la mano que lo empujó con sutileza fue todo lo que necesitó para que sus pasos avanzaran y su mano se sujetara al picaporte de la puerta. Al abrirla, supo que jamás en su vida olvidaría ese día.

Era una habitación blanca, compuesta únicamente por una cama en la que una figura ―cubierta desde el rostro hasta sus pies por una sábana blanca― reposaba. Una ventana cerrada en la que Draco podía observar su reflejo fue el único testigo del andar titubeante de un hombre que, hasta ese momento, siempre había sabido llevar las cosas con calma. Sin embargo, como bien sabía, existían situaciones que rebasaban el límite de su autocontrol y ésta de era una de esas circunstancias.

Cuando llegó a la cama, Draco permaneció varios minutos sin hacer otra cosas más que mirar con detenimiento la inmóvil figura ante él. Recorrió la forma del cuerpo e imaginó a Hermione en esa misma posición, sonriendo y entregándose apasionadamente. La misma mujer que recorría su cuerpo con las manos y que evitaba dormir del lado izquierdo sólo porque tenía la estúpida creencia de que el lado derecho no era adecuado para ella. La Hermione que, simplemente, le había hecho creer en el amor como algo más allá que un conveniente contrato.

Malfoy estiró sus brazos y sujetó la orilla de la tela blanca, rozando sin querer una suave, pero helada piel. Esa sensación le provocó un intenso escalofrío cuando entendió lo que iba a hacer. Apretó sus labios, sabiendo que, tal y como Potter lo había dicho, necesitaba despedirse de ella. Si la veía, haría que tal vez ―sólo tal vez―, las cosas fueran más fáciles de aceptar. Así que confiando en esa idea, ciñó sus dedos sobre la tela y se animó a recorrerla hasta dejar visible el rostro de ella.

Parecía dormida.

Al inicio no creyó que eso fuera verdad. Hermione, con su rostro tranquilo y sus ojos cerrados, parecía sólo dormir. Sin embargo, en sus mejillas no se encontraba ese sonrojo que la había caracterizado, ni su mirada se posaría una vez más en él. Su cuerpo, carente de respiración, no se movía. Sus labios estaban resecos y en su frente aún permanecía el rastro de una herida. Los dedos de Draco recorrieron las facciones de la mujer despacio, delineándolas como antes no había tenido la oportunidad de hacerlo. Entonces se percató de esos pequeños detalles, como el lunar discretamente ubicado en el lóbulo de su oreja. Acarició el ondulado cabello castaño y hundió sus dedos en él, antes de inclinarse lo suficiente para besar su frente.

Pero en el instante en el que sus labios sintieron la frialdad de la piel de Hermione, Draco finalmente lo entendió: Hermione estaba muerta. Que ese futuro con el que se había permitido soñar, no llegaría jamás porque la gryffindor no volvería a mirarlo cariñosamente y a sonreírle mientras sus manos se encontraban en unas candentes caricias. Hermione no hablaría horas sin parar sobre su ley sobre los elfos y tampoco se sonrojaría cuando Draco le dijera al oído lo mucho que deseaba poseerla. Ella simplemente no volvería a su lado nunca más.

Estaba muerta.

La tibia lágrima que emergió de los ojos del rubio se deslizó por su mejilla hasta alcanzar la frente de la mujer. Draco rodeó con sus brazos el cuerpo inmóvil y hundió su rostro entre la cabellera castaña y el hombro, ahogando un grito desesperado. La apretó con más fuerza rogando, ansiado a cualquier Dios que quisiera escucharlo que le devolviera un poco de Hermione, que, si alguien era piadoso, le dejara cuanto menos el recuerdo de sus labios. Y sólo cuando entendió que nadie escucharía sus súplicas, Draco murmuró el nombre de la mujer hasta que su voz quedó perdida entre sus lamentos y sus lágrimas.

Unas lágrimas que había jurado nunca más volver a derramar.


Draco Malfoy no asistió al funeral de Hermione Granger.

Esto no causó ninguna sorpresa en realidad porque únicamente había sido Harry el que llegó a saber sobre la relación mantenida entre ellos dos. Y para sorpresa de Draco, Potter pareció entender su decisión. Por primera vez, el rubio pudo ver al hombre en lugar del enemigo, y descubrió que el moreno, a quien catalogaba de afortunado, había perdido mucho más de lo que sus palabras y su sonrisa podían expresar. Descubrió la mirada de alguien que sabía sobre el dolor y la soledad. De alguien que estaba cansado de luchar.

No obstante, cuando Draco leyó en El Profeta la noticia de la inesperada muerte, él ya había tomado una decisión. Tal vez no estaría con ella en ese momento, pero cumpliría la última voluntad de la mujer que, sabía, habría sido la madre de sus hijos.

La cumpliría, sin importar cuán doloroso fuese para ellos dos.


Solía recordarla cuando veía el atardecer. No es como si lo hiciera a propósito, pero la aparición de esa joven mujer había cambiado algo en ella, algo que había quedado vacío cuando, semanas atrás, había escapado de su lado. Monica sabía que probablemente aquel inesperado encuentro debería quedarse en el rincón de las extrañas casualidades, pero mientras más lo intentaba, una desesperación llegaba a ella, gritándole que no debía desechar a Hermione Granger de sus recuerdos. No otra vez.

Wendell también lo había notado. La presencia de Hermione no había cambiado sólo a su esposa, sino también a él. No recordaba muchas cosas, excepto el anhelo con el que habían llegado a Australia, luego de que en alguna parte del camino entendieran que ellos se tendrían el uno al otro para siempre. Pero lo cierto era que, sólo hasta ahora, Wendell se cuestionaba sobre la decisión de no tener hijos. Tal vez lo que Hermione había despertado en ambos, era ése escondido deseo de ser padres. Porque, si la recordaba con detenimiento, la muchacha realmente tenía rasgos de ellos. No la había tratado por mucho tiempo, pero durante el poco en el que sí lo hizo, llegó a tomarle cariño fraternal.

―Estás pensando en ella, ¿verdad? ―preguntó Wendell, tocando el hombro de su esposa, quien miraba a través de la ventana.

―Así es ―contestó Monica, colocando una mano encima de la de su esposo―. No puedo evitarlo. ¿Recuerdas cómo se fue? Estaba muy alterada y parecía conocernos. No la conozco, pero… oh, Wendell… ¿Cómo estará Hermione?

El hombre estaba a punto de hablar cuando el timbre de la puerta lo interrumpió. Por inercia, el matrimonio giró su rostro hacia la entrada principal aunque ésta en realidad no se encontrara dentro de su rango de visión. Monica regresó su vista hacia la ventana cuando su marido retiró la mano y sus pasos se alejaron. El sonido de la puerta se escuchó, seguido de una voz masculina y desconocida. No era ninguno de sus vecinos y el instante de incómodo silencio que se propagó, provocó que los latidos de su corazón aumentaran rápidamente. Sí, había sido la voz de un hombre, pero tal vez… ¿podría tratarse de ella? ¿Acaso volvería a ver a Hermione una vez más?

Monica se movió y sus rápidos pasos la llevaron al pasillo principal; sin embargo, era un atractivo hombre rubio el que se encontraba de pie frente a su marido. Y aunque Monica jamás lo había visto, su mirada le decía que albergaba una herida tan profunda como la suya. Un dolor que era capaz de consumir un alma.

―Wendell… ¿todo bien?

Ambos voltearon a verla. Su esposo abrió la boca para explicar algo, pero nada salió de sus labios. Entonces Monica miró al hombre rubio, quien simplemente avanzó hacia ella lentamente.

―Buenas noches ―dijo―. Soy Draco Malfoy. Sé que ustedes no me conocen, pero, aunque les parezca increíble, tenemos algo en común: nos hace falta Hermione Granger.

El sonido de las olas del mar se escuchaba perfectamente la tarde en la que las vidas de Monica y Wendell Wilkins cambiaron una vez más. Fue un hombre desconocido el que logró el drástico giro en sus existencias. No obstante, cuando Draco logró recuperar la memoria perdida de los padres de Hermione y les informó sobre su muerte, ellos lloraron y lo odiaron con todas sus fuerzas. A Draco no le importó. Sólo les dejó una nota donde estaba escrito el lugar en el que se encontraba la tumba de su hija.

Monica y Wendell no lo volvieron a ver jamás después de eso.


Harry pronunció el mismo hechizo que Hermione había pronunciado ante las tumbas de sus padres. Una corona de flores blancas apareció lentamente ante su lápida. Sonrió con tristeza. Su hermana no volvería jamás.

―¿Harry…?

Una voz temblorosa lo hizo mirar. Aunque habían pasado muchos años, Harry abrió sus ojos desmesuradamente al reconocer al matrimonio que estaba a unos pasos atrás de él. Ellos estaban ahí.

―¿Señores Granger? ―exclamó, incorporándose. La mujer asintió mientras las lágrimas se deslizaban sobre su rostro. Harry vio el dolor de unos padres ante la muerte de su hija y sin saber cómo, supo que era obra de Draco.

―Oh, Harry ―sollozó la mujer, abriendo sus brazos para estrecharlo―. Ella te quería muchísimo. La extraño tanto. La extrañaba incluso cuando no sabía quién era. La extraño ahora más que nunca… pero prefiero mantenerla en mi memoria.

Harry cerró los ojos y abrazó a la madre de su amiga. Ellos habían perdido a una hija y él a sus padres. Estaba seguro de que lo sabían. Y por eso, por sólo un instante, él se permitió llorar.

―Ella los amó más que a nada ―aseguró. El padre de Hermione colocó su mano sobre la espalda de Harry y le sonrió con tristeza.

―¿Te gustaría esta noche cenar con nosotros, Harry? Nos gustaría ver a Ron también.

Él asintió.


Draco miró la lápida fría.

Sabía que necesitaba llorar de la misma manera en la que tenía que dejar de lamentarse; sin embargo, no podía realizar ninguna de las dos cosas.

Era extraño entender el avanzar del tiempo. Algunos días eran asquerosamente difíciles; le hacían creer que no habría un mañana, que toda su vida continuaría cargando con esa sensación de ahogo y desolación que lo mataba. Otros días, lo único que sentía era rabia hacia Hermione, por amarlo y mostrarle un destino diferente al que había estado siguiendo sin quejas: maldecía que sus caminos se hubieran cruzado. Pero también existían días como éste: días en los que Draco era una estúpida y buena persona, repitiéndose que prefería ser él quien viviera ese dolor antes de permitir que Hermione lo hubiera padecido. Momentos en los que agradecía el haber podido conocerla. Instantes en los que se arrodillaba ante su tumba y rogaba por su paz.

―Lo he traído para ti. ¿Lo recuerdas?

De su bolsillo, Draco extrajo un hermoso brazalete plateado que colocó a los pies de la tumba, junto a unas flores blancas. Mordió su labio inferior.

―Espero algún día volverte a encontrar. Donde sea y como sea que eso ocurra.

Él nunca se percató de que Ron y Harry miraron esa escena. Y ellos nunca lo comentaron en voz alta.

Algunos decían que Draco Malfoy cambió desde ese día.

Nadie supo explicar nunca la razón.

Pocos después de eso, los asesinos de Hermione fueron atrapados y la ley por la que ella murió, fue aprobada gracias al trabajo de la familia Malfoy.


Muchos años después…

El verano había llegado como un inesperado suspiro aquel año. El bochorno que sentía debajo de su ropa oscura no era nada comparado con el frío del invierno que había congelado sus sentimientos. Aún ahora pensaba en la dificultad que sentía para expresar sus emociones. La vida, según decían, había dejado su marca en él. Tal vez se referían a las marcas de su rostro o la sonrisa tensa mostrada de vez en cuando. O quizás a la mirada solitaria que siempre reflejaban sus ojos.

Draco desabotonó la parte superior de su túnica mientras caminaba. Se sentía incómodo. ¿Cuántos años habían pasado ya? Era triste saberlo. Era patético tener la certeza de que inclusive podría recitar el número de días desde su partida. Y aun así, su corazón inútilmente albergaba una esperanza. ¿De qué? No estaba seguro de eso.

Sus pasos se detuvieron a unos metros de la tumba de Hermione, no porque temiera, sino porque una mujer, probablemente una adolescente, estaba de rodillas, acomodando unas rosas blancas frente a la lápida. Al inicio, Draco dudó en acercarse, pero la curiosidad que lo invadió le permitió hacerlo. Quedó a unos pasos detrás de ella cuando la chica, vestida de colores claros, giró su rostro hacia él y sonrió.

Ella era hermosa de un modo que inspiró a Draco una ternura paternal. La muchacha no podía pasar de los dieciséis años, pero su mirada era madura. Tenía una sonrisa tímida y un rostro triangular en el que sobresalían unas pecas salpicadas por su piel. Sus ojos eran azules y su cabello de un intenso color rojo que Draco juraba haber visto alguna vez.

―¿Usted también viene a visitarla? ―preguntó la chica, sonriéndole y acariciando con sus dedos las letras grabadas en la lápida.

―Sí ―contestó. La muchacha suspiró y se acomodó el cabello mientras volvía a hablar.

―Mi padre viene cada cierto tiempo, pero esta vez no pudo hacerlo. Me pidió que viniera a dejar flores en su nombre, ¿sabe? Fue una persona muy importante para él. ¿Lo fue para usted también?

Draco entrecerró sus ojos y sonrió, algo que ella pareció interpretar como una respuesta porque inmediatamente respondió al gesto.

―¿Cómo te llamas? ―preguntó Draco, aunque la respuesta ya estaba cruzando su mente.

―Weasley ―respondió la chica, sorprendida―. Hermione Weasley.

«Ron Weasley, eres un idiota» dijo una voz divertida en la mente de Draco. La muchacha se levantó y sacudió sus rodillas lentamente antes de colocarse a un lado del hombre y mirarlo con curiosidad.

―Debe extrañarla mucho ―No fue una pregunta sino una afirmación por parte de ella. Draco alzó una ceja, obligando a la chica a reír en voz baja―. ¿Sabe? Mi tía dice que todo lo que perdemos, algún día regresará a nosotros… aunque no tal vez del modo que esperamos.

Draco la miró de soslayo, grabando las facciones de la chica en su mente. Entonces, sólo cuando logró hacerlo, cerró los ojos y sonrió sinceramente, como no lo había hecho en mucho tiempo.

―¿Tú crees?

―Sí ―aceptó, con voz soñadora. Luego, añadió―: Creo que es así.

La tarde de verano en la que la vida de Hermione Weasley cambió, parecía ser idéntica a muchas otras de aquella estación. Harry sonrió y Ron gritó cuando escucharon la anécdota que su hija vivió. Sin embargo, Hermione siempre rogó porque aquel hombre ―aquel solitario hombre― encontrara la felicidad.

Y tal vez en otro tiempo, en otra vida y en otra existencia, su deseo se hiciera realidad.

…y si nuestros caminos algún día se reencontraran, ¿me permitirías confesarte este amor una vez más?

FIN

Confesiones para amarte

Febrero del 2014

PukitChan


¡Buenas noches! Con este capítulo concluimos Confesiones para amarte, historia escrita para el Amigo Invisible y que ha sido un placer el poder desarrollarla. Antes que nada, quisiera agradecer a los lectores, a los que se animan a dejar reviews, a los que le dieron una oportunidad a este fic. Siendo la primera historia que he narrado sobre Draco y Hermione, puedo decir que me siento bastante satisfecha con ella.

Muchas gracias a Alesz, quien siempre y en cada capítulo confío en mí y me sacó una sonrisa al saber que la historia le estaba gustando. Querida: espero de corazón que haya cumplido con lo que pediste o imaginaste y que estas semanas leyéndola, te haya otorgado un buen rato de lectura. Ha sido bastante agradable cumplir esta petición.

Muchas gracias a FanFiker-FanFinal, por animarse a ser la Beta de esta historia, por leerla, por todas sus correcciones siempre hechas con los mejores comentarios del mundos; por resaltar lo que le parecía bien y por mostrar educadamente qué era lo que estaba mal. Esta historia es tan maravillosa en muchos sentidos gracias a su invaluable ayuda. ¡Gracias, cariño! *3* Eres una persona tan hermosa, que aún me sigues saludando cada mañana pese a todo lo que te hago sufrir x3!

¡Muchas gracias a Alesz, adrmil, suki, Kuroneko1490, FanFiker-FanFinal, jeka cullen s, seddielovenathan y a Gabriela Cruz, por acompañarme con cada uno de sus maravillosos reviews a lo largo de estos cinco capítulos! Fue un gusto coincidir en esta historia con cada uno de ustedes. Muchas gracias por cada favorito y cada seguidor en esta historia.

Fue un placer leerlos y saber que, allá atrás de la pantalla, ustedes me leían. Espero que, si se da el momento, nos encontremos una vez más. Si les arranqué una lágrima o un suspiro, me siento muy satisfecha con haber concluído. Así que, después de veinte mil palabras, algunas tristezas, un suspiro y mucha esperanza, se despide de ustedes, la escritora perdida, PukitChan. Hasta entonces:

~TRAVESURA REALIZADA~