"¡¿Él te dijo QUÉ?!", preguntó la exterminadora furiosamente.

"Él dijo que yo era inmadura, patética e irrespetuosa. Además me dijo unas cuantas barbaridades." Repitió la chica, claramente irritada.

"Y... ¿Luego qué hiciste?", preguntó el monje.

"Bueno... me alejé corriendo, y cuando estuve lo suficientemente lejos, me senté y comensé a llorar...", contestó la sacerdotisa, aunque eso no era todo. Luego habían sucedido un par de cosas que ella no sabía si contarle a sus amigos o no.

"¡Va a recibir tantos golpes de mi hiraikotsu en su cabeza, que ésta nunca va a parar de dar vueltas!" Dijo Sango, imaginando la expresión de aquel tonto al recibir los golpes que se merece.

"Si... Eh... Sanguito, ya, calmate. Sabés que Inuyasha es de decir esas cosas.", Dijo Miroku, con un poco de miedo, tratando de calmar a su esposa.

"Lo sé, pero, ¿Alguna vez aprenderá?"

"No, nunca. Nunca va a aprender.", contestó Kagome, desilusionada. Ella conoce muy bien a inuyasha como para depocitar falsas esperanzas en alguien que decididamente jamás se va a empeñar en cambiar.

Luego, salió de la cabaña de Kaede, quien se había ido a recolectar plantas medicinales al bosque, dejando a sus amigos tratando de pensar un modo para hacer entender a Inuyasha que, tarde o temprano, tendría que tomar una iniciativa y dejar de ser así con Kagome.

Kagome quería estar sola, en algún prado alejado de la aldea, así que se dirigió al lugar en donde había estado unas horas atrás desahogándose. Mientras iba hacia allí, se topó con Shippo, Rin y los hijos de Miroku Y Sango, quienes estaban jugando con uno de los trucos del zorrito. Ella les sonrió cansadamente, y luego siguió su camino.

"¿Y ahora qué le hizo ese tonto de Inuyasha?", se preguntó Shippo en voz alta, mientras observaba a su querida amiga alejarse, con aire de tristeza. Luego, se dio vuelta para seguir jugando con los demás.

La chica caminó hacia ese bello prado lleno de margaritas, dónde hacía apenas unas horas, ella había tenido una experiencia que había cambiado totalmente su forma de pensar acerca de los sentimientos que tenía Inuyasha hacia ella.

(flashback)

Kagome estaba sentada en el pasto, entre las margaritas, mientras pensaba en las estupideces que le había dicho Inuyasha. De la nada, sintió que aquel lugar le era muy familiar, aunque no entendía porqué, y sintió cómo el viento jugueteaba con su cabello, haciéndolo volar por todas partes. Ella también sentía como si el viento de aquel lugar le acompañaba en el sufrimiento, como si le entendiera cuando ella sufría. Gracias a ello, siempre que Inuyasha la hiriese mucho, Kagome decidió que siempre iría a llorar a ese lugar.

"¡Cómo me gustaría tener a alguien con quien hablar!", exclamó en vos baja. Como respondiendo a su deseo, ella escuchó los pasos de alguien. Se dio vuelta, y vio a quien menos esperaba encontrarse.

"¿Sesshomaru?"

"Sacerdotisa, estás sola, ¿Acaso no debería estar acá el idiota de mi hermano para cuidarte? ¿Acaso te hizo algún daño?", preguntó Sesshomaru con media sonrisa en su rostro.

Kagome miró al demonio de pelo plateado a los ojos y le dedicó una mirada fría.

"Ese no es tu problema, Sesshomaru.", contestó la joven. "Pero concuerdo con vos en algo, Inuyasha es un idiota"

Sesshomaru se alejó un poco de Kagome, y caminó hacia un punto en especial.

"El viento sopla con más fuerza en este prado.", comentó el youkai.

"Y... ¿Eso qué tiene de importante?", preguntó la chica, sin verle mucho sentido al comentario.

"¿Acaso los humanos olvidan tan fácil?", preguntó el youkai, amargamente.

Al darse cuenta de que Kagome seguía sin entenderle, de muy mal humor se corrió un poco hacia el costado, dejando ver una mancha de sangre en el suelo. De repente, todo encajó. Ahora la sacerdotisa sabía porqué ese lugar le era tan familiar.

"Acá es dónde Kagura... murió.", susurró Kagome, y lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, pero el viento no les dejaba tocar el piso. Éste se las llevaba antes de que tocasen el piso.

"No llores; llorar es para débiles.", dijo Sesshomaru.

La chica dejó de llorar al escuchar eso salir de la boca de aquel serio youkai.

"¿Pensás que no soy débil?", preguntó sorprendida.

"No, sólo digo que llorar es para débiles, y no soporto ver a alguien con tan poca fuerza de voluntad como para no poder retener las lágrimas.", repondió Sesshomaru con desprecio.

"¡Todos los hombres son iguales, dicen algo lindo pero con la intención de dejarte herida, y luego se van!", dijo Kagome, por poco gritando, mientras las lágrimas comenzaban a salir a borbotones de sus ojos. Luego, se dio vuelta y se tapó el rostro mientras seguía llorando.

"Estoy perdiendo mi tiempo.", dijo Sesshomaru mientras se marchaba. Pero de la nada, se detuvo y dijo:

"Si ese hombre sigue lastimando a la mujer que ama desde mucho tiempo atrás, se puede decir que éste jamás amó a esa mujer.", él estaba sorprendido de sus propias palabras, pero continuó su marcha.

Kagome, sorprendida también, quería estar segura de haber escuchado bien.

"Sesshomaru?"

No respondió.

"Sesshomaru?"

Denuevo, no hubo respuesta.

Se dio vuelta. El youkai se había ido.

(fin del flashback)

Las palabras de Sesshomaru estuvieron dándo vuelta en su cabeza durante todo el rato, hasta que se quedó dorminda.

. . .

Era tarde, en la noche, y Kagome despertó, feliz de no haber tenido ningún sueño muy significativo. Ella sintió la briza nocturna en su rostro y la relajó. Ella disfrutaba de la paz de aquel prado.

De repente, sintió pisadas detrás de ella.

"Srita. Sacerdotisa..." Dijo tímidamente una aldeana.

"¿Si?"

"Hay un demonio entrando en la aldea."

Kagome se paró, y siguió a la aldeana. Entonces, sintió que alguien la observaba. Kagome miró hacia atrás por el rabillo del ojo, pero no vio a nadie, entonces siguió su camino, aunque esa senzación seguía inquietándola.

[En las sombras del bosque]

"Falta poco...", decía una anciana encorvada, de cabellos blancos y largos, atados con un hilo dorado con piedras violetas. "Falta poco para que se alineen los planetas, y así, mi plan se pondrá en marcha.", decía, mientras observaba a una sacerdotisa que caminaba hacia su querida aldea, seguida de una aldeana inocente. "Falta poco...", murmuraba mientras se alejaba en las sombras.