Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

PERVERSAMENTE PROHIBIDO

EPÍLOGO

Bella estaba en el salón organizando la cristalería para la celebración del cumpleaños número cincuenta de Edward en cuánto éste se acercó a ella rodeándola con sus brazos por detrás.

Cuando Jessica, la última de las amigas de Bella que aún vivía en la casa de ésta, se había casado con Mike Newton, después del segundo cumpleaños de Lizzie, Edward y Bella se habían trasladado a la casa, y allí vivían desde entonces. Y era en el jardín de esa casa donde esa noche darían la fiesta.

—Hola, cielo —saludó Edward estrechando a su mujer en sus brazos.

—Hola, cumpleañero —sonrió su mujer volteando su rostro para besar sus labios. —Feliz medio siglo —rió burlona.

—Grrr —gruñó él mientras mordía suavemente los labios de su mujer.

Edward la giró entre sus brazos profundizando el beso que se vio interrumpido por el divertido gorjeo del pequeño Eddie que agitaba animadamente una cuchara de plástico, sentado en la trona azul.

Se separaron divertidos y Edward se acercó a la silla infantil para levantar al pequeño de seis meses que le observaba embelesado.

—Hola, pequeño —saludó con voz suave llenando su suave rostro de besos —¿Dónde están los niños? —preguntó dirigiéndose a su mujer.

—En el jardín con Jane y Benjamín, supuestamente organizando las sillas y mesas. —explicó Bella risueña al imaginar a sus pequeños y alborotadores hijos, ayudando a su hermana mayor y el marido de ésta con la decoración del jardín.

—Ya imagino que lo estarán haciendo. —sonrió Edward —Este pequeño está mojado —dijo con un mohín.

—Pues ya puedes ir a cambiarle el pañal.

—¡Papi! —gritó Lizzie entrando corriendo por la puerta trasera seguida por Charlie, su hermano de tres años.

Edward se puso en cuclillas para abrazar a sus hijos menores, antes de levantarse para besar a Jane y entregarle al pequeño niño que tenía en sus brazos.

—Ten, cariño, tu hijo está mojado.

—Cuando quieras puedes cambiarle el pañal, abuelo —rió su hija cogiendo a su pequeño retoño.

—He cambiado pañales a cuatro niños —comentó Edward burlón —Ahora solo estoy para consentir nietos.

—No querrás que Bella te escuche. Aún tienes dos niños demasiado pequeñitos a los que educar. Y aún podrían llegar más...

Jane rió divertida antes de abandonar el salón para ocuparse de cambiar a su hijo.

Jane se había casado con su novio Benjamín, dos años antes, y hacía ya seis meses había nacido su primer hijo.

Edward se había emocionado con la llegada de su primer nieto, de una forma que no había imaginado.

Charlie, su cuarto hijo, estaba a dos meses de cumplir tres años, por lo que no podía decir que se hubiera olvidado lo que era tener niños corriendo y jugando por la casa, pero lo que había sentido al coger en sus brazos a su primer nieto, había sido indescriptible.

No solo era el amor que el pequeño niño, sangre de su sangre, le inspiraba, sino saber que ese niño era la realización más importante de su propia hija, era lo que marcaba la diferencia.

Cuando Jane le dijo que al pequeño le llamarían Edward, temió hacer saltar las costuras de su ropa, al henchirse de orgullo.

La relación que él y Bella habían conseguido con Jane era la de una verdadera familia y lo único que Edward aún ansiaba era lograr la misma relación con su hijo mayor.

Alec continuaba viviendo en Buenos Aires con su nueva novia, Maria, una joven argentina cuyo mayor anhelo era viajar con su novio a Seattle para conocer a la familia de aquel.

Edward sentía el mismo deseo que la chica.

Y finalmente, después de seis años, su deseo se vería cumplido.

Edward no lo sabía, ya que sería algo así como un regalo de cumpleaños, pero Alec se había comunicado con Bella dos semanas atrás para decirle que llegaría a la ciudad dos días antes de que su padre celebrase su cumpleaños.

Bella y él se habían reunido en la casa de Jane, y Bella había podido comprobar, el gran cambio que el joven había experimentado en los últimos seis años.

Tal vez hubiera sido la distancia, la obligación de volverse independiente y maduro, o quizás la proposición que le había hecho a su novia hacía solo una semana atrás, pero no había dudado en pedir disculpas a Bella, por todo lo que había sucedido años antes.

Bella se había sentido más que encantada de comenzar con el hermano mayor de sus hijos, la relación que siempre había deseado, y entre ambos habían decidido darle a Edward la sorpresa el día de su cumpleaños.

—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó Edward cuando sus niños corrieron junto a su hermana mayor para ayudarla a cambiar a su pequeño sobrino.

—Vete a la ducha. En cualquier momento llegarán los invitados —dijo Bella ansiosa por la llegada de Alec y la reacción de Edward.

Los invitados deambulaban entre las mesas, mientras decenas de antorchas iluminaban el jardín.

Edward estaba enfrascado en una discusión con su hermano, sobre el último partido de los Seahwaks, cuando Bella le pidió que la acompañara a la casa.

—¿Qué sucede? —inquirió curioso a su mujer.

—Hay un regalo esperando por ti en el salón.

—¿Más regalos, cielo? —rió rodeando a su mujer con el brazo mientras entraban al salón.

—Feliz cumpleaños, papá —la voz de Alec le sorprendió haciéndole trastabillar.

—Alec —musitó sintiendo su corazón acelerarse emocionado.

La sonrisa de su hijo le hizo feliz cuando le vio acercarse a él para fundirse en un abrazo.

—Felicidades, anciano —rió el joven divertido haciéndole reír, mientras las lágrimas rodaban por su rostro.

—Alec, hijo. No te esperaba pero es el mejor regalo que podía haber recibido hoy.

—¡Qué bueno, porque no te he comprado nada!

—Me alcanza con que tú estés aquí. —reconoció feliz.

La noche de su cincuenta cumpleaños acabó convirtiéndose en la mejor noche de su vida, la noche en que al fin, toda su familia estaba reunida.

Cuando ya muy entrada la madrugada se coló bajo las mantas de su cama, para recostarse en el tibio cuerpo de su mujer, se sentía desbordante de alegría.

—¿Contento? —preguntó Bella recostándose en su pecho.

—Feliz. Con Alec aquí, mis cuatro hijos juntos... no hay nada más que pueda desear...

—Pues yo tenía un regalo extra para ti —susurró Bella sentándose a horcajadas sobre Edward.

—Ten cuidado conmigo, nena, que soy un hombre mayor... —rió Edward aferrándose a su cintura.

—Ya lo creo. Ya eres un abuelo —comentó burlona.

—Pero todavía puedo darte guerra —rugió volteándola sobre la cama para acostarse sobre ella. —Y si tienes dudas, yo también guardo algo para ti. —dijo estirando su mano hasta la mesita de noche, donde minutos antes había guardado una pequeña cajita negra.

Bella le miró extrañada antes de carcajearse al ver colgar de la mano de su marido, un par de plateadas bolas chinas.

—Por los viejos tiempos, nena —ronroneó Edward hundiendo el rostro en el cuello de la mujer.

—Por los viejos tiempos, mi amor...


Como dije en el capi anterior, finalmente y contra todo pronóstico (de algunas personas) esta historia está terminada y ahora sí, el epílogo. Espero que les gustara el capi y el fic.

Agradezco a todos por leer, por los alertas, los favoritos, los reviews y desde luego por la comprensión y los buenos deseos.

Ya saben que nos seguimos encontrando en el grupo de Facebook, Las Sex Tensas de Kiki.

En mi perfil encuentran el link del tráiler que Emmaly Swallen hizo para este fic.

Besitos y nos leemos!

Como siempre digo, de momento no comenzaré a publicar ningún nuevo fic, sino que continuaré con TOCANDO FONDO, pero tengo algunos proyectos por ahí guardados que en cualquier momento los podré subir, así que no perdáis la pista.