Ojos Azules

Capitulo 1: Quien siempre está ahí

Renuncia: Los personajes no me pertenecen, son de Hetalia y su respectivo dueño, Hidekazu Himaruya.

Advertencia: A.U.(Universo Alterno), Muerte de personajes.

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Francis le observaba, esa era la quinta vez en lo que llevaban de relación el inglés y el estadounidense, apenas llevaban dos meses y Alfred cometía error tras error, desde los primeros días que comenzó a salir con su mejor amigo lo irritaba con sus estupideces, al francés le molestaba, aunque no quisiera revelarlo.

Acompañaba a tomar a Arthur, las anteriores veces, casi podría decirse, por diversión, pero las últimas ocasiones incluso había intentado convencerle de que no se fuera a embriagar, "No te estoy pidiendo permiso, rana, si no quieres la copa que te invito me da igual" le había dicho tono áspero, mas su mirada escondida por su gesto despectivo no podía pasar desapercibida por el francés, que le acompañó sin contradecirle más.

―Vamos, no desperdiciaré un trago.― dijo el de cabello más largo, acompañándolo hasta el bar, donde los hermanos alemanes que trabajaban juntos ahí ya le conocían.

― ¡Hola, Francis!― saludó el barman, albino y de peculiares ojos rojizos, ―estás viniendo más seguido, seguro mi grandiosa personalidad te convence de venir, kesesesese.― el francés arqueó la ceja y rió, era cierto que el tipo le caía bien, era divertido ver tanta vanagloria y su pajarito también era lindo, le hacía buena compañía a Pierre, su querida mascota que ya había llevado un par de veces.

Saludo al barman y pidió dos copas de vino, que era otra de las cosas buenas que servían de alcohol, en realidad, en general servían las mejores bebidas de la zona, pero por lo que más eran populares era por su cerveza.

Se dirigió donde el ojiverde y le extendió la copa, él empezó a beber pequeños sorbos con expresión amarga, pidió otra copa y a la mitad de ésta ya estaba quejándose del tonto que era su novio, se recargaba en el hombro de su mejor amigo; desde kínder, de su único amigo, aunque nunca dijera que lo eran. Discutían y se molestaban, el uno al otro todo el tiempo, pero en los momentos de necesidad siempre estaban ahí.

―… y me dejó solo, sin inmutarse… ese estúpido, no puedo creer que no entendiera… que quería acompañarlo, es decir, incluso me ofrecí, pero me dijo que no quería compañía, había prometido pasar conmigo todo el día y a los cinco minutos se fue…, ni siquiera se bastó con haber llegado tarde… Ni siquiera era una emergencia o algo así, su celular llevaba un recordatorio con una sola letra, entonces dijo: "tengo que irme, olvidé que tenía una tarea importante", no pensó, "mi novio quiere pasar tiempo conmigo, se está ofreciendo a ayudarme a mi tarea importante".― decía el inglés con tono sarcástico y empezaba a llorar.

La tercera copa Arthur perdía los estribos, comenzaba a reír y a llorar en el mismo minuto sin articular oraciones completas o enlazadas, pero pedía más alcohol, Francis lo veía con tristeza. A la siguiente había pedido de la cerveza y aun no llevaba más de la tercera parte de ésta cuando empezaba a intentar desvestirse o subirse a cantar a la mesa, el francés lo detenía y le pedía que fuesen a su casa mientras el británico pataleaba y golpeaba a Francis, de pronto dejo de hacer cualquier movimiento, se había quedado dormido.

Francis lo llevó a su casa pagando el resto de la cuenta, como siempre, no le pesaba pagar de dos a tres copas de alcohol que terminaban de poner así de mal al inglés, aunque siempre se preguntaba cómo era que el alcohol le hacía efecto tan rápido.

Ya dentro de casa de Arthur el galo le depositaba dentro de la cama, cuando los ojos verdes se abren con vista nublada y susurra un suave "te amo idiota" tras el cual los labios británicos chocan con los otros tomando posesión de ellos, Francis está estático, no reacciona, tiene una mezcla de todo en su pecho.

Arthur lo besó, su ritmo cardiaco se había acelerado, lo que había dicho, en verdad lo tenía confundido, pero ese beso en verdad lo había disfrutado, su corazón se quiebra cruelmente cuando escucha de nuevo la frase en voz tenue ahora completa, "a pesar de todo, Alfred. Te amo, idiot…"

Una lagrima se resbala por su mejilla, el ojiverde se había vuelto a dormir, no conocía en persona al tal Alfred Jones, pero ya le odiaba más que cualquier humano en el mundo.

Ilusionado y despechado en el mismo instante. Al día siguiente hablaría con quien era su mejor amigo, y ahora su amor no correspondido. "Tonto cejón" fue lo último que dijo antes de ir a su propia casa a dos cuadras cruzando la avenida.

― ¡¿Qué hice qué?! ¡No es posible!― al día siguiente Arthur negaba todo lo ocurrido. Pero qué podía hacer eso le pasaba por emborracharse. ―Perdón Francis, no quise besarte, estaba muy ebrio, no volveré a emborracharme, tenías razón ¿contento? Nunca la tienes pero ahora sí, no debería beber tanto.

―Ese no es el problema, mejor dime, cómo es que le puedes amar si te lastima tanto― esa pregunta tal vez era para ambos, el inglés agachó la cabeza.

―Eso no te importa, Francis.― el otro se acercó,

―Oh, mon ami, pude haber abusado de ti, y estoy arrepintiéndome de haberme detenido― decía en un tono entre serio y bromista, ―Porque en este mismo instante envidio a ese novio tuyo, que te tiene a su disposición sin merecerlo.

―Más te vale que mantengas tu distancia, no quiero que intervengas entre Alfred y yo― decía el inglés en posición de guardia.

―Lo dices como si fueran la pareja perfecta, como si su amor fuera como el de Romeo y Julieta, como si él también te amara.― el inglés sintió el golpe.

―Lárgate, Francis, no tienes derecho a decir esas cosas, no eres ni mi amigo y nunca serás nada de mí.― entonces entendió que se había equivocado al decir aquello, las lagrimas afloraban de las esmeraldas de Arthur y su relación amistosa estaba quebrada.

―Perdón― dijo y se retiró.

Decidió salir, era un sábado soleado y quería distraerse y no ponerse a llorar como el británico hacía.

Entonces vio a un chico al fondo del transporte que tomó para llegar al parque, cabellos dorados, abrazando un peluche de oso blanco, un gorrito estampado de hojas de acre, ojos azul violáceo, callado, parecía triste, se acercó tal vez pudieran animarse.

―Chico, ¿te encuentras bien?― el otro le miró ladeando la cabeza, luego asintió.

―Sí, no se preocupe, yo seguiré bien mientras lo disponga mi hermano…― dijo con voz apenas audible, aquella frase intrigó al francés, por lo que comenzó a cuestionarle la razón de que dijera eso.

Conversaron amenamente y el francés se enteró que el chico de nombre Matthew, tenía un cruel hermano que lo golpeaba desde que era pequeño, que sin su permiso no podía salir. El nombre de ese hermano era Alfred. A Francis se le crisparon los nervios ante el nombrecito, preguntó el apellido, "Williams", era un alivio que por lo menos no fuera el mismo (Jones) que torturaba a su amigo.

Siguieron conversando, el menor era muy dulce, Francis fue amable y sin saber cómo, al consolarse mutuamente, terminaron por besarse. Matthew le dio un número y un horario para contactarlo sin tener problemas. Francis mensajeó y llamó varias veces a su novio, le conquistaba su dulzura, casi olvidaba el despecho, pero a los días no supo ni cómo, estaba en la misma situación.

―Creo que me está engañando― decía el británico lleno de pesar, él se alegraba de haber reconciliado su amistad, pero había una marca de dolor.

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¿Qué les pareció este capítulo? Había trabajado bastante en él, así que espero que lo estén disfrutando, espero sus opiniones con ansias.