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EPÍLOGO

Los años transcurren, y Navidad sigue siendo el día más feliz de todo el año.

En este día tan especial las familias, grandes y pequeñas, se reúnen para agradecer un año más en el que han permanecido juntos, tanto en las buenas como en las malas, y el que hayan disfrutado de las buenas, como padecido y superado las malas.

Después de la deliciosa cena, los niños se van a dormir para que, al despertar al siguiente día, descubran en el arbolito de Navidad los grandiosos regalos que se han ganado por haberse portado bien todo el año, y los adultos se quedan a charlar de los acontecimientos importantes que han habido, incluso si es necesario, hasta altas horas de la madrugada.

Mientras los adultos disfrutan de la amena charla, los pequeños sueñan con los juguetes que les aguardan en la mañana.

Sin embargo, en cierta casa, hay una habitación repleta de niños, porque se trata de una familia grande, y en esa habitación, una sombra se desliza de debajo de una de las camas.

La sombra sale del todo de debajo de la cama, y se yergue.

La escasa luz de Luna que se cuela por la ventana apenas deja ver los ojos grises de esa sombra.

Esos ojos miran las tres camas donde se arremolinan los doce primitos que en esta noche especial se han reunido, como todo los años, para celebrar todos juntos la Navidad.

Pero ninguno de esos pequeños parece que le interesara a la sombra.

Los ojos miran hacia otra parte… ¡y lo ve!

Lo que halla la sombra es una cuna que alberga a otra criatura, la más pequeña de todos niños y niñas, de apenas unos meses de edad; por eso es que duerme aparte.

Más que caminar, la sombra se desliza por el suelo, y se asoma a la cuna.

Como lo sospechaba.

En esa cuna se encuentra la criatura más pequeña de la Familia Hamato.

Se inclina suavemente para poder ver mejor a la criatura, y… ¡dos destellos azules parpadean de repente!

Casi de un salto, la sombra se aparta.

La sombra se toma unos segundos para decidir si debe volver a inclinarse sobre la cuna, o no.

Decide que sí, pero esta vez con más cautela.

En esa parte de la habitación, la luz de la Luna no llega, pero la sombra puede distinguir lo que está junto a la criatura: un oso de peluche que tiene un gran moño atado en su cuello.

Los colores del oso de peluche no los puede distinguir bien, pero lo que sí resalta, son esos brillantes ojos azules.

La sombra estira su mano, quizás para tomar al oso, o quizás a la indefensa criatura…

- ¿Eh? –

Se escucha de repente, y la sombra se gira.

Se ha despertado uno de los pequeños.

Es una niñita que le mira fijamente.

- El Coco. – susurra la niñita entre la sorpresa y el miedo.

La sombra rápidamente se desliza hacia la puerta entreabierta del armario, y desaparece.

Sin embargo, otra sombra pasa frente a la puerta abierta de la habitación.

- ¡Mami! – grita la pequeña.

Esa otra sombra rápidamente entra, y al acerarse a la cama, la escasa luz rebela a una joven.

- ¿Qué pasa mi vida? -

- ¡Vi al Coco! –

La mujer carga a su pequeña.

– Debiste verme a mí cuando pase frente a la puerta. Perdóname que te haya asustado. –

- No mami. No eras tú, era el Coco. –

La amorosa madre acaricia la cabeza de su pequeña para tranquilizarla.

- No mi vida. El Coco no existe. –

- Mi tío Leo dice que sí existe, pero que no hay que tenerle miedo. –

- Leo… - susurra la mujer para sí misma, como para recordar que después tendrá una charla con el hermano mayor de su marido sobre no asustar a los pequeños con esos cuentos de Hadas.

La madre gentilmente deposita a su hija en la cama y la arropa.

- Duérmete ya, sino, Santa no te dejará regalos. –

- Pero ya no tengo sueño. –

- Acuéstate, y en un ratito regreso. Si sigues despierta, bajamos por un vaso de leche caliente. ¿Está bien? -

- Está bien. -

La joven sale de la habitación y la niñita permanece con los ojos muy abiertos.

Entonces… escucha el sonido de unos bonitos cascabeles que van acercándose más y más a la casa.

- ¡Ya va a llegar Santa! – susurra la gran emoción que siente para no despertar a sus primos y primas.

Cierra sus ojitos, y sin dejar de oír los cascabeles, se sumergen en un lindo sueño.

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A mí me gustan mucho las historias donde no sabes si lo que pasó fue real o no, o si fue un sueño o no, y al final, hay un pequeño guiño que te dice todo lo contrario ;)

Y te preguntaras sobre esos niñitos.

Aparecerán en otro fic, y abusando de tu paciencia, te pediré más paciencia para esta historia (pero ya no tendrá que ver con los Guardianes).

Nos leemos pronto.

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