Bien, bien. ¡Aquí tengo un proyecto que ha estado en mi cabecita desde hace mucho! Y por fin pude concretarla, espero les guste a todos.

Disclaimer: Ningún personaje de HunterxHunter me pertenece, todos son propiedad de su respectivo dueño: Yoshihiro Togashi.

Advertencia: Shonen-ai en capítulos futuros; situada entre los primeros arcos del anime/manga.


Isla Ballena.

Una pacífica isla donde los marineros pueden descansar por unos días, disfrutando la tranquilidad del lugar, la embriagadora y fresca brisa y la hospitalidad de los habitantes.

Luego de varias peleas en la Heavens Arena, Gon había decido descansar por un tiempo en su pueblo natal acompañado por su mejor amigo Killua.

Si bien le había asegura a su amigo que todo estaría bien, no podía evitar preguntarse como reaccionaria Mito-san, después de todo, estaba por llevar a su casa a su primer amigo. ¡Era una situación especial para ambos! Probablemente se enfade un poco, pero el moreno sabría cómo manejarla o al menos eso quería creer; ambos fueron recibidos por la tía del menor, aunque también se enfrentaron a su carácter firme y decidido.

Con el pasar de los días, Killua se acostumbraba ante el hecho de ser "parte" de una familia como la de Gon, pero en algunas ocasiones no podía dejar de pensar que la vida había sido injusto con él.

¿Por qué tuvo que nacer en esa familia desquiciada y sedienta de sangre?

Él no era como ellos, o al menos eso había descubierto al conocer al moreno. ¿Por qué no podía tener una familia normal, una abuela normal o una madre normal como Mito-san? En cambio, tenía un hermano controlador, otro que era un cerdo, dos hermanos menores que querían su atención, un padre y abuelo asesinos, una madre totalmente histérica que se largaba a llorar cuando tenía la oportunidad y un sin fin de sirvientes que trataban de ayudarlo o manejar su vida.

«Quisiera que fuera de esa manera... —pensó mientras veía a Gon conversar animadamente con su tía—. Su vida...no es como la mía. » Dio una mordida a la comida, más se arrepintió al sentir un nudo en su estómago; su mejor amigo tuvo la suerte de nacer en una familia como esta, cariñosa y amable, y él siempre deseó tener algo como eso. Incluso sí significaba tener un padre ausente.

—¡Vaya! Parece que les ha gustado la comida, chicos.

—¡Estuvo delicioso, Mito-san! —dijeron a coro ambos niños con una gran sonrisa en sus rostros para luego hablar entre ellos.

Entre bromas y anécdotas pasaran un momento grato.

Mito sonrió, conmovida por la escena. Desde hace tiempo, la casa no estaba repleta de risas y alegrías.

—¡Muchachos vayan a dormir temprano y no olviden lavarse los dientes! —. Aunque, su interior le indicaba que ellos no le harían caso alguno.

Pero eso no importaba tanto.

Killua acomodaba la colcha del futón sobre el suelo manteniendo una mirada seria en su rostro. Se sentó sobre ella y dejó escapar un suave suspiro de sus labios… desde hace tiempo que había algo en su mente que no lo dejaba tranquilo. Esas pesadillas no abandonaban su ser y continuaban manifestándose en cada noche.

Todas ellas tenían algo en común: eran los momentos que vivió junto con su familia y con cada uno de los integrantes de la misma. Desde las torturas de su hermano hasta los entrenamientos de su abuelo y madre.

No hubo ni un solo recuerdo que no lo haya atormentado.

—¡Mito-san es increíble! —exclamó con su característico entusiasmo—. Estoy muy agradecido por todo lo que hace por mí. Siempre es linda, cuidadosa y atenta, aunque haya ocasiones en donde se muestre intimidante… ¡Pero es la mejor! de eso no hay duda.

Hmm—. Solo dio ese quejido como respuesta.

Si bien el moreno no se daba cuenta, Killua se estaba molestando por las palabras que utilizaba su amigo: sentía que se lo decía apropósito. Como si estuviese restregándole en la cara la suerte que tenía.

No tardó demasiado en reconocer aquel sentimiento.

Envidia.

El envidiaba la vida de Gon, pero, de una manera mala. Llena de enojo y resentimiento: envidiaba la familia que le tocó. Envidiaba su despreocupación y por sobre todo, envidiaba como era él.

—¿Sabes? A veces me pregunto cómo sería mi vida sin ella, pero, no puedo imaginarlo. Es como si, gran parte de mi vida desapareciera así sin más. ¿Qué raro, no?—. Sonrió con aires divertidos. —Por eso, agradezco que Ging me haya dejado al cuidado de ella. Mito-san me contó que a pesar de no tener mucha experiencia con los niños, aceptó gustosa cuidar de mí. ¡En verdad ella es grandiosa!

—Sí, sí, sí. Mito-san es grandiosa. —decía en un tono molesto. Tomó la sabana y envolvió su cuerpo con ella—. ¿Puedes cerrar la boca? Quiero dormir un poco….

Una expresión seria, y ligeramente enojada, apareció en su rostro. —Killua ¿Qué te sucede?

—No es nada Gon.

—¿Estás seguro? No parece que no sea nada…

—Sí.

—Pues… yo no lo creo.

El albino tensó los dientes, y al oír aquella simple oración su límite terminó por quebrarse. —¡Nada Gon, absolutamente nada! —gritó sentándose de golpe y mirándolo molesto; sus ojos azules lo demostraban junto con sus hombros tensos.

Luego de varios segundos, el más joven atinó a murmurar un "Estas mintiendo", para luego mantener la mirada fija en él; pero eso solo terminó por enfurecer más al mayor.

—¿Sabes qué Gon? No sabes nada de lo que me sucede… mejor ve y sigue hablando de tu tía solo, a diferencia tuya, yo quiero dormir…

—¿Por qué te comportas así? ¡No he hecho nada para molestarte!

Killua apartó la vista. —Tú no entiendes nada y nunca entenderás nada.

—¡Si me lo explicaras te comprendería!—. El albino no respondió y Gon se había cansado de su silencio. —..Killua… Dime que está ocurriendo contigo, quiero saberlo—. Se bajó de la cama y trató de aproximársele a su amigo, sin embargo, al notar la expresión de su rostro se detuvo. —Soy tu amigo, estoy preocupado por ti.

—¡Déjame en paz!

—¡No tienes que comportarte así, no te he hecho nada malo!—. Lo miró con furia en los ojos, teniendo también un leve vestigio de confusión.

—Ese es tu mayor problema, tú nunca entiendes nada. ¡Porque eres un idiota, eso es lo que pasa! —gritó enfrentándolo—. Crees que todo el mundo será tu amigo y que con solo esforzarse se consiguen las cosas ¡Pues déjame decirte que no es así! Mi vida fue dura a diferencia de la tuya y con solo luchar no se solucionará nada. ¡Despierta de tu fantasía Gon! Tú no durarías ni un solo segundo en la vida que yo tuve. ¡Ni uno solo!—. Se le aproximó velozmente y lo golpeó en la frente con sus dedos, asegurándose de ejercer fuerza. —¡Nunca entenderás nada porque no lo has vivido, ese es tu maldito problema! Tú vida fue fácil a diferencia de todos nosotros. Leorio, Kurapika y yo hemos perdido algo importante, pero tú no. El idiota de tu padre te abandonó porque no deseaba cuidar de ti ¿Qué no lo entiendes?

Gon bajó la mirada al suelo y apretando los puños. —Con decirme esas cosas crueles a mí, no cambiará nada. Yo no soy el culpable de sus pasados…—. Armándose de valor, levantó la vista y Killua pudo ver como esos ojos almendra estaban empañados por las lágrimas. —¡Con decirme esto a mí no dejarás de tener la familia que tienes!

Con esa frase, el límite había sido traspasado.

El joven Zoldyck sintió como su cuerpo se tensaba repentinamente, el pecho se estrujó y su pulso salió disparado por los cielos. Reacciones completamente involuntarias; como si estuviese enfrentándose a un peligro; aquella declaración era lo último que podría soportar.

Su mirada azul zafiro se vio cubierta por un velo de odio; era el tipo de mirada que nunca le dirigiría a Gon. —Desearía...—. Apretó los puños fuertemente. —Desearía que no existieras...—. Y sin medir sus palabras dijo una frase antes de abandonar la habitación: "No... lo que yo desearía... ¡Es no haberte conocido nunca!"

Killua se escapó por la ventana, azotándola detrás de sí, sin importarle que los vidrios rotos se esparcieran por el suelo; en aquel instante, no le importaba nada.

Gon estiró su mano como si tratase de alcanzarlo pero supo que no lo conseguiría.

El silencio reinó por completo el lugar, la tensión era inminente y saber amargo podía percibirse en el aire.

Las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas, una tras de otra, y sintió como su corazón comenzaba a latir a un ritmo acelerado, junto con aquella extraña opresión en el pecho. —Ki-Killua… —musitó entre sollozos el nombre de quien consideraba su mejor amigo.

Cuidadosamente, se sentó sobre el borde de la cama para luego dejar caer su cuerpo en el colchón…. Era la primera vez que Gon sentía la absoluta tristeza y la terrible soledad.

Y dolía. Era un dolor… que no podía controlar.

Lejos de esa casa.

En el interior del bosque, Killua golpeaba los viejos troncos y lanzaba algunas rocas para liberar su furia y frustración.

« ¡Es su culpa! ¡Es solo su culpa! Él...él me provocó. » Se jaló de los cabellos mientras maldecía por lo bajo a todo ser existente en la faz de la tierra. « ¡Siempre termina de esta manera! Yo soy el malo solo por decirle la verdad. ¡Idiota! Es su culpa por no entender». Una carcajada sin gracia brotó de sus labios. «Siempre es lo mismo...él es un maldito idiota. »

Cuando su furia desapareció, o al menos no totalmente, regresó a la vivienda y se aseguró de no despertar a nadie al adentrarse por la ventana más próxima. Camino rumbo a la habitación de Gon, al abrir la puerta notó que las luces estaban apagadas y el moreno dormía en su cama.

─Idiota. —murmuró por lo bajo antes de meterse en el futon, asegurándose de darle la espalda a su amigo, cerró sus ojos y procuró dormir. «Es un idiota... ni crea que me disculparé con él. » Sus agudos oídos percibieron los acompasados latidos de su corazón, pero también los pequeños sollozos del moreno. «...Solo quería que él me entienda. » Ignoró la angustia en su pecho. «...Desearía que Gon entendiera como me siento… » Fue su último pensamiento antes de que el sueño lo venciera.

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Al oír el cantar de las aves y sentir los cálidos rayos del sol sobre su rostro, Killua supo de inmediato que era el momento de despertarse y muy a su pesar, además de no tener otra alternativa, lo hizo. Corrió las sabanas y la colcha, se sentó con mucho cuidado mientras que con su mano derecha restregaba los ojos para terminar de desperezarse, soltando un pequeño bostezo al estirar los brazos.

«Tal vez…Mito-san ya preparó el desayuno. » pensaba mientras se acostumbraba a la luz. Se levantó rápidamente y salió de la habitación sin mirar en ningún momento hacia la cama. Si había algo que no quería en ese momento, era hablar con Gon, aún estaba muy disgustado con la pelea que tuvieron la noche anterior. «Luego hablaré con él… » Convencido de que esa era la decisión correcta, bajó las escaleras esperando encontrar algún platillo delicioso sobre la mesa.

Y así fue.

Mito-san y la abuela de Gon conversaba tranquilamente mientras degustaban una taza de té caliente. El albino sonrió, era una pena que en su casa las cosas no fueran como en este lugar. Sacudió su cabeza y deshizo esos pensamientos ¡Que estúpido! Claro que en su casa no sería de esta manera; después de todo, se le haría un poco extraño que una familia de asesinos se despertara temprano para tomar el té todos juntos en la mañana.

—Buenos días. —Saludo con desgano pero sin faltarles el respeto a ninguna de las dos mujeres.

—¡Oh! Muy buenos días Kill—. Mito tenía una agradable sonrisa en el rostro. —Creí que dormirías hasta tarde, siéntate que el desayuno se enfría. —le dijo con una sonrisa mientras la mujer mayor a su lado asentía.

Al niño le resultó extraño que la tía de su amigo le llamara de esa manera, sin embargo, estaba muy hambriento y medio dormido como para analizar la situación.

Tomó asiento tranquilamente y se aseguró de degustar cualquier platillo que tuviera en frente. ¡La comida que preparaba Mito-san era deliciosa! Nunca se cansaría de probarla. Cuando la anciana le ofreció una taza de té lo miró atentamente, Killua se sorprendió por ello ¿Acaso sospechaba de él? Que recordara, no había hecho nada malo; se encogió de hombros y continuó con lo suyo, quizá eran alucinaciones tontas.

«Me extraña que Gon no haya bajado aún... » Dio una mordida a un pedazo de pastel de fresa. «¿Seguirá molesto por lo de ayer? » El utensilio plateado continuó en su boca aunque no tuviera ningún trozo de comida. «...no fue mi intención que se molestara pero, no he tenido una buena semana… » Sus ojos azulados se mantuvieron fijos sobre la bebida caliente sobre la taza de porcelana blanca. «Debo disculparme con él. ¡Eso es! Luego del desayuno iré a disculparme. » Por el rabillo de su ojo notó como la tía de Gon le sonreía cálidamente, sintió como sus mejillas se sonrosaban por la vergüenza y con cierta torpeza devolvió el gesto.

Al dar el último bocado, suspiró gustoso llevando ambas manos a la altura de su vientre. Mito rió por lo bajo, divertida y conmovida por la expresión de satisfacción en el rostro del albino. —Parece que todo ha sido de tu agrado.

—¡Sí! ¡Estuvo delicioso Mito-san!—. Ante tan energía respuesta de su parte se quedó mudo. ¿Qué le sucedía? Él nunca hablaba en ese tono, ni menos sonreía como lo hacía.

—Me alegra que te haya gustado. —mencionó con una sonrisa cariñosa en el rostro mientras levantaba los platos de la mesa—. Por un momento creí que tenías más apetito de lo normal Kil. ¿Se debe a algo? ¿Estas ansioso o estresado?

Ese tipo de mirada…. Killua nunca recibió ese tipo de mirada.

—Uh...bueno, la verdad es que...—. Se detuvo abruptamente, no quería involucrarla a ella en su pelea con el moreno. —Todo está bien Mito-san, no debes preocuparte. —le dijo con una sonrisa, tratando de convencerla y convencerse a sí mismo—. Oh, cierto. Mito-san, ¿Cuándo Gon estaba aquí era de dormir mucho, no? —preguntó curioso y si la respuesta de la mujer le servía, tal vez podría molestar a Gon luego.

Mito parpadeó repetidas veces y con cuidado dejó sobre la mesa uno de los platos. —Kill ¿Quién es Gon? —murmuró su nombre preocupada pero luego, una enorme sonrisa apareció en su rostro. —¡Oh, entiendo! ¡Hiciste un amigo! ¿Así qué su nombre es Gon, no?—. Se sentó a su lado para sujetar sus manos. —Estoy muy feliz de que tienes un amigo Kill. Dime, ¿Cómo es? ¿En qué parte de la isla vive? ¿Y sus padres? Quizá los conozca y pueda hablar con ellos para que lo dejen quedarse a dormir aquí.

El albino se soltó de ella bruscamente, sin notar que se había levantado de la mesa. —¿C-cómo quién es Gon? Estamos hablando de Gon, mi mejor amigo. Gon—Movió sus manos nerviosamente. ¿Acaso estaba escuchando bien?

—Oh, lo siento Kill, pero que yo recuerde, tu mejor amigo era Kon ¿No? Ah, ya entiendo. ¿Gon es un Foxbear, verdad? Que tonta soy… Si los únicos niños de la isla son tú y Noko-chan. Que despistada—. Recostó ambas manos sobre la superficie de la mesa. —Kill, sabes que no debes acercarte demasiado al habitad de los Foxbear, recuerda que si tienen crías se vuelven muy violentos y no quiero que te lastimes con ellos.

—Va-vamos Mito-san, esta broma no es divertida… ¡Estamos hablando de Gon! Mi mejor amigo ¡Tu sobrino!

─Kill, me estas preocupando ¿Te sientes bien?— Se colocó a su altura y tocó su frente con suavidad. —No tienes fiebre ni pareces estar enfermo. Si te sientes fatigado, deberías descansar un poco Kill—. Volvió a erguirse y llevó ambas manos a sus caderas. —Todo es culpa de esa persona que te dijo que Ging estaba vivo, si no fuera por él, estarías mejor. Después de todo, si Ging te dejó conmigo y la abuela debió ser por algo ¿No?

—¿Q-qué? —preguntó en un murmullo con la voz quebrada.

—¡Kill, discúlpame! Olvido que no debo hablar así de Ging, quiera o no, él sigue siendo tu padre donde quiera que se encuentre—. Se limpió las manos con su delantal blanco. —Bien, bien. Iré a lavar ropa, siempre hay algo para lavar. Trata de no causar problemas ¿Si? —pidió en un tono que no podían replicarle.

El albino asintió sin poder evitarlo y permaneció en la sala hasta que ella desapareció.

«Ella dijo... » Sus piernas se movieron por sí solos y se encontró a sí mismo dirigiéndose hacia la habitación de Gon. «Ella dijo que Ging...». El corazón se estrellaba contra su pecho a un ritmo acelerado y totalmente descontrolado, mientras que el pulso salía disparado por los aires. «...Dijo que Ging. Que él... él era... » Su mano sujetó la perilla de la entrada y terminó azotándola con fuerza. «¡Dijo que él era mi padre! »

"¡Gon!" el grito que brotó de su garganta terminó desapareciendo en aquel silencio sepulcral.

En medio de su desesperación descubrió que nadie se encontraba en esa habitación. La cama estaba perfectamente tendida y el futon que había usado para dormir permanecía esparcido sobre el suelo. De soslayo vio el armario abierto notando las prendas de vestir en diferentes tonos, azul, blanco, negro, gris, pero nada de color verde y la caña de pescar tan conocida por él había desaparecido de su lugar, ahora era reemplazada por una patineta amarilla.

—No puede ser... —murmuró sintiendo un nudo en la garganta.

Revisó los cajones en toda su expansión, tratando de encontrar algo que le indicara que no estaba loco. «Gon...no puede… ¡Él no puede desaparecer! »

Pero, solo encontró fotografías de él desde los dos años hasta la actualidad, supuestas cartas de Ging y "su" madre, recuerdos de Isla Ballena, papeles sin importancia, entre otras basuras; nada. Absolutamente nada de eso le servía; sus rodillas parecían estar a punto de romperse y terminaron cediendo ante el cansancio. Llevó las manos temblorosas hasta su rostro y al verlas de cerca, ya no sentía lo mismo que antes: no sentía que todavía estaban manchadas por la sangre de quienes asesino…. Ni siquiera podía recordar la sensación del látigo golpeando su piel o el veneno quemando sus entrañadas.

No podía recordar esas sensaciones.

Ninguna de ellas.

Sin embargo, nada de eso podía compararse ante el hecho más aterrador.

Nadie parecía recordar a Gon. Nadie sabía quién era Gon. Y lo peor, era que Gon no estaba en la casa. No sentía su aura, ni siquiera en los alrededores de la casa. Gon había desaparecido y ahora, Mito-san y su abuela lo confundían a él con su mejor amigo.

—¿Q-qué está...?—. Tragó pesadamente mientras dirigía su mirada empañada hacia la ventana, notando el hermoso cielo azul y a los pájaros volando alegres. —¿Qué está...sucediendo...aquí?

Era una respuesta que necesitaba de inmediato, pero lo que no sabía era que, esa locura estaba comenzado.

Y que lo peor estaba por llegar.


Bien mis queridos, eso es todo por ahora; cualquier cosita que quieran decirme, me lo dicen y ya. ¡Nos vemos!

Atte: Canciones de Cuna.