No sé cómo pude volver a conciliar el sueño después de eso, quizás fueron el millón de endorfinas que seguían recorriendo mis venas. Caminé a mi habitación esta vez sin prestar atención alguna al rechinar del suelo ni la luz que reposaba a lo largo de los pasillos calentando en forma ficticia. Las palabras de mi gemela aún me perseguían con todo el cruel significado que estas podían ocultar – era mamá, te manda saludos – Me recosté en la cama perfectamente lisa, un cosquilleo pervertido y angustioso acariciaba mis corneas, deslizándose desde la parte de atrás de los ojos, desde aquel nervio óptico hipotético, me entregué a sueños cortos pero llenos de angustia, largos laberintos que cambiaban y se retorcían, voces y críticas flotaban por todo el lugar, pero aun así pude sentirme descansado. Un mal sueño es mejor que ningún sueño en absoluto – vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan - dijo alguien alguna vez, quizás no, me pregunto dónde escuché eso.

Abrí los ojos con lentitud como deseando que toda aquella mañana no hubiese ocurrido, saboreando la saliva seca y pegajosa que se acumulaba en la parte trasera de la garganta. El amargo sabor de un millón de bacterias muertas. La tarde de un domingo tendría mucho más significado si en verdad tuviera algo que hacer, cuando no tienes rutina todos los días parecen iguales y a la vez completamente diferentes. Una forma retorcida de rutina, ciclos repetitivos en su propia carencia de sentido. Una cerveza, dos cervezas, algo más fuerte y quizás algo para fumar, las manos apestan a cigarrillo y desilusión. Casi sin darte cuenta te vez a ti mismo, reflexionando sobre todo cuando es y ha de ser en tu vida, te preguntas ¿qué hice para llegar aquí? Y te repites una y otra vez los eventos que llevaron a un chiquillo caza misterios a estos rincones de la realidad. Algo sobre libros puedo recordar, algo sobre talento, algo sobre poetas y pintores. La vida parece escaparse cuando miras en otra dirección, mientras el sentido sigue oculto en este extraño juego de las escondidas. Ignoro qué hora es. Por algún motivo me importa, estiro mi brazo para recoger el teléfono celular que descansa sobre la mesa de noche. Un par de mensajes de promoción y una llamada perdida de mi madre, apreto los ojos para enfocar las pequeñas letras pixeladas en la pantalla. Un aroma me alcanza, vegetales sobre la estufa, es obvio que Mabel se dispuso a preparar algo para comer. Levanto mi cuerpo pesado, cansado, apretando los ojos para ignorar esa pequeña incomodidad que me mordía por dentro, me armé de valor y caminé hacia la cocina. Como me imaginaba Mabel se había dispuesto a preparar la comida, vegetales cortados sobre la pequeña mesa de centro, aromas llenan los espacios, sonidos de burbujas y metal caliente.

-Pero si es el señor no he dormido en tres días – dijo en tono bromista meneando sus caderas mientras revolvía una cacerola cercana. Yo sonreí tristemente sacando una de las barritas de zanahoria que habían sobre la mesa, un silencio incómodo comenzó a gotear desde los rincones mientras nuestras miradas evitaban, a toda costa encontrarse sonrojadas.
-¿No vamos a hablar de ello, verdad?- Dije con el poco valor que había acumulado momentos atrás, ella solo hizo una mueca entristecida, suspirando con pesadez antes de responder.
-¿Qué hay que hablar? Siento que ya hemos tenido esta conversación un millón de veces – musitó en tono amargo poniendo una budinera llena de colores de salsas y pastas en el interior del horno que liberaba su calor seco y silencioso.
-Yo también.-
-¿Entonces de qué preocuparnos? Siempre es lo mismo, tomaremos cierta distancia, evitaremos mirarnos; fingirás que te molesta verme en ropa interior en la casa, fingiré que me molesta cuando te cambias de camiseta justo antes de salir y luego, un día cualquiera, te acercarás con tu mirada ebria o yo me arrastraré hacia ti con la consciencia dando vueltas y volveremos a caer – Lágrimas se acumulaban en sus ojos y su voz comenzaba a quebrarse lentamente – Como cada vez desde que tengo memoria – terminó de decir dejando que un par de lágrimas se deslicen por su mejilla limpiándolas con rapidez. Voltea encarando todas nuestras inseguridades, su expresión es triste y enojada, enojo que se pierde al llegar a mis ojos quedando en los suyos solo frustración reprimida y lágrimas que enrojecen la blancura que rodea sus iris verdes y cristalinos – Dios… ¿por qué no podemos ser normales? – lloró cubriendo su rostro con ambas manos e inclinándose sobre mí dejándome rodearla en un abrazo comprensivo.
–No sabes cuantas veces me hice esa pregunta – dije hundiendo mi rostro en sus cabellos inhalando el dulce aroma a fresas y el ligero olor a Mabel que de ellos se emanaba. – La vida sería mucho más simple ¿no?
–Sin mentiras – dijo ella apoyando ahora su mejilla contra mi hombro escondiendo sus ojos en mi cuello, puedo sentir como las pequeñas gotas se pegan a mi barba.
–Sin excusas – continué estirando una sonrisa triste
–Sin culpas –
–Sin Dipper–
–Sin Mabel–
Nuestros ojos se encontraron una vez más dando paso a un beso largo y entristecido, pero a la vez tierno y revelador, lágrimas caían de mis ojos mientras sus manos se enredaban en mis cabellos–¿Qué sería una vida si tú no estás en ella? –Susurré – Si como tantos hermanos nos perdiéramos en el mar de nuestras vidas no podría nunca llegar a ser feliz, porque ¿qué sería de mí sin el sol de mis mañanas?
– ¿Y las estrellas para guiar mi noche?– terminó de decir ella acariciando mi marca con forma de la osa menor luego plantando un beso tierno en mi frente. –
Y así permanecimos abrazados, sintiendo la tibieza de nuestros cuerpos, perdiéndonos en aquella oscuridad lejana y silenciosa, sin culpas, sin excusas, donde solo podíamos existir nosotros y donde sabíamos nunca estaríamos solos.

Aquella tarde Yo y Mabel tomamos la decisión de nunca volver a sentirnos solos. Habíamos pensado tanto en las consecuencias que también olvidamos que no vivimos para los demás, vivimos por aquello que nos haga mejores, por aquello que ilumine nuestro pasar por los tormentosos mares de la vida; musas, pinturas, poemas, besos y libertad; Libertad de amar y de sentir aun cuando los cañones de un canon te apuntan, aun cuando las palabras y los argumentos son insuficientes, aun cuando todo el mundo esté en contra mi mundo se encontrará complejo, con el sol de mis mañanas y las estrellas de sus noches, con abrazos gentiles, miradas tiernas, pasos ligeros y figuras culposas, llenando la noche de sueños y llegando la noche soñadora, nos recostamos uno junto al otro y descansamos las lágrimas y las miradas, y nada más importa, en nuestro pequeño rincón del mundo, en este punto perdido en la bruma de puerto en nuestro santuario donde al fin puedo descansar.