Disclaimer: Los personajes de Twilight pertenecen a Stephenie Meyer y esta trama a Completerandomness12. Yo solo traduzco con su autorización.

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Guerra Emocional

Capítulo uno

Edward

—Ahora, el discurso de despedida a cargo de Edward Cullen —habló el Decano por el micrófono mientras me dirigía al pódium.

—Hola, y s-saludos, mis compañeros g-graduados —tartamudeé mientras empujaba mis gafas por mi nariz—. No se preocupen. No nos m-mantendré aquí todo el día. Estoy muy seguro que la mayoría de ustedes tiene… una velada o a-algo así a la que a-atender —añadí al silencio. Se suponía que debían reírse de eso. Mierda.

»—Em… hemos recorrido un largo camino en los últimos cuatro años. La mayoría de nosotros ni siquiera sabe lo que realmente queremos hacer hasta que llegamos aquí. Ahora, nos consideramos futuros médicos, abogados, empresarios, etc. Creo que hablo por todos cuando digo que cuando vamos a la universidad, la mayoría que aprendemos es teoría, y cuando nos graduamos, es con mucha expectativa que esperamos poder cambiar al mundo.

»—El mundo verá esas expectativas y tratará de destruir nuestra esperanza. Pero, estoy aquí para desafiarlos a mantener esa esperanza, incluso si es un poco. Porque si haces eso, aunque no puedas cambiar el mundo, puedes hacer una diferencia. Así que, les digo graduados de Harvard de este año, g-gracias y t-tengan una b-buena vida —terminé rápidamente.

Cuando volví a mi asiento para sentarme, me quité el sudor de mi frente. La multitud aplaudió cortésmente como era apropiado mientras bajaba, sacudiendo mi cabeza ante el fracaso épico que fue mi discurso.

Eso fue deplorable.

Por suerte, tuve mi diploma primero ya que aquellos que se gradúan con honores obtienen sus diplomas antes que los demás. Mi promedio de 4.0 era bueno para algo. Supongo. No entendía por qué. Quiero decir, estábamos graduándonos de Harvard. Todos deberíamos tener honores. Miré a todos mis supuestos compañeros de clase y me di cuenta que no conocía a ninguno de ellos. Pero supongo que ellos me conocían. Yo era un Cullen. Ya sobrepasé estar sorprendido ante la atención que tenía solo por mi apellido en primer grado. Me senté aturdido, ahogando el sonido del micrófono y miré pasar a mis compañeros.

Algunos me miraban con asombro. Otros me miraban con envidia. La mayoría de ellos me miraban con confusión. Era probablemente por quién era, porque no me consideraría personalmente por ser una persona atractiva. Tenía ojos que eran muy verdes. La gente siempre pensaba que usaba lentillas. Realmente no importaba porque usaba lentes, de todas formas. Era prácticamente ciego sin ellos. Mi hermana, Alice, había estado intentando conseguir que me ponga los lentes de contacto desde que tenía catorce. El solo pensar en poner mi dedo cerca de mi ojo era asqueroso. Ella intentó conseguirme marcos "sexys", pero a mí me gustaba mis marcos. Pensaba que me daban carácter.

Naci con una sonrisa torcida, cosa que me dio el apodo de "apoplejía" en la escuela media, porque cuando las personas las sufrían, sus labios se torcían. Y no empecemos con mi cabello. Cuando no me lo cortaba, hacía que se desparramara por todos lados. Esto me obligó a usar una cantidad horrible de gel para el cabello, cosa que era un dolor en el culo.

Me miré en comparación con mi familia y me pregunté si había sido adoptado… o si mi madre tuvo una aventura o algo.

Mi madre nunca habría hecho eso. Probablemente era adoptado y ellos no tenían el corazón para decírmelo.

—¡Ahora les presento a los graduados del 2011! —dijo el Decano, haciendo que todos en el auditórium tiren sus birretes al aire. Yo tiré la mía suavemente así podía recuperarla fácilmente. La idea de tomar el birrete de otra persona y usarlo me aterrorizaba.

Lentamente me abrí paso entre la multitud antes que la pequeña criatura conocida como mi sobrina saltara sobre mi espalda.

—¡Ahh! —me agaché, dejando que saltara.

—¿Es esta la manera de saludar a tu sobrina? —mi hermana, Alice, preguntó, tratando de pasar su mano por mi cabello. Su rostro se convirtió en uno de horror cuando quedó cubierta de gel para el cabello. Se limpio con el programa de graduación—. Edward, tenemos que hablar sobre poner toda esta mierda en tu cabello —puso sus ojos azules oscuros en blanco.

—También te amo, hermanita. —La besé en la mejilla y pasé mi mano por su cabello corto y negro.

Alice, mi hermanita de veinte años, era lo que me gustaba llamar una fuerza de la naturaleza. Siendo la bebé de la familia, estaba acostumbrada con salirse con la suya sin demora. Sin embargo, ella nunca iba a conseguir que la dejara controlar mi armario. Me gustaba mis chalecos… y mi gel para el cabello… y mis lentes.

—¡Hola, tío Eddie! ¡Lo hiciste bien! —dijo mi sobrina, saltando sobre mi espalda. Ella era la única persona en el mundo que dejaba acortar mi nombre en cualquier capacidad. Ella era así de tierna. Todo el infierno se desató en nuestro círculo social cuando Alice quedó embarazada a los quince años Sin embargo, en vez de obtener un aborto, ella decidió quedarse con el bebé. Ahora teníamos a Alexia Karen Whitlock, quien puede ser la personita más adorable del mundo—. Hueles a Skitties —rio ella antes que su padre la tomara.

—Hola, tío —dijo Jasper, dándome un abrazo varonil.

—¡Edward, cariño! —gritó mi mamá de la nada, envolviéndome en un abrazo—. Estaba tan orgullosa de ti, cariño. ¡Hablaste tan bien!

—Bien hecho, hijo. —Me dio una palmada en la espalda mi padre, mientras nos dirigíamos hacia el estacionamiento.

—No mientas, papá —rogué—. Ambos sabemos que fue horrible.

—Eso es subjetivo —respondió mamá, abrazándome de lado.

—¿Dónde está Emmett? ¿Y Tanya? —pregunté mirando alrededor.

—Ugh. —Alice puso sus ojos en blanco y se estremeció—. No sé lo que ves en esa b…

—¡Alice! —siseé en advertencia—. No hables así de Tanya. Sabes que no me gusta.

—No iba a llamarla perra —espetó Alice—. Iba a llamarla DESTRUCTORA DE BARBIES! —siseó.

—Aquí vamos de nuevo —suspiró papá, yendo a buscar el coche.

No era secreto que Alice y Tanya no se llevaban bien. Para ser honesto, creo que Stevie Wonder podría haberlo visto. Todo comenzó cuando Alice tenía seis y Tanya siete. Mi hermana tenía un gusto, u otros podrían decir una obsesión, por las muñecas Barbie. Ella llamó Barbie a su primer icono de la moda legítima. Cuando nuestra bisabuela murió, ella le dejó una Barbie antigua de 1955, cosa que estaba en perfecto estado. Ya sabes cual, la que tenía un traje de baño blanco y negro. Todavía estaba en la caja, cosa que triplicaba el valor o algo así. No me gustaba las cosas de colección.

Fue uno de los momentos más felices que jamás había visto a mi hermana. Ella dijo que nunca la desenvolvería. Alice dijo que Tanya quitó su Barbie antigua fuera de la caja a propósito. Tanya aclamó que pensaba que era solo una muñeca común y quiso jugar con ella. Aquello arruinó el valor de la muñeca y Alice lanzó una rabieta de tamaño olímpico. Se dijeron nombres. Se tiraron de las coletas. Tanya incluso dijo que Alice quiso estrangularla. No han sido capaz de estar en la misma habitación desde entonces.

—No es 'lo que veo en ella' —sonreí—. Es lo que 'ella ve en mí'.

Tanya Denali. La conocía desde que estábamos prácticamente en pañales. Ella era mi mejor amiga… mi única amiga, de hecho. Ella era inteligente y hermosa.

Realmente hermosa.

Muy, muy hermosa.

En serio. Su rostro era simplemente… perfecto. Tenía este cabello rubio rojizo increíble y siempre olía a vainilla. Odiaba parecer que no era un caballero, pero su cuerpo… wow. No tenía idea de lo que ella veía en mí. Podía ver que la gente pensaba lo mismo cada vez que nos veía juntos porque ella era tan hermosa y yo no… tanto. Pero estaba contento que ella al menos veía algo. Este era el motivo porque el cual planeaba pedirle matrimonio esta noche… en frente de nuestras familias.

—Ahora que hablamos de ellos, podías encontrar algo mucho mejor —dijo Alice con indiferencia

—No, no puedo. —Negué con la cabeza.

—¡Por supuesto que sí, Edward! —gritó.

—Su gato es malo conmigo —intervino Alexia, frotando el lugar en su brazo donde el gato de Tanya le había arañado gravemente el año pasado.

—No quiero a nadie más. Nadie es mejor que Tanya. ¿Dónde está ella?

—No lo sé —dijo papá mirando a su alrededor—. Probablemente estén de camino al restaurante. Se sentaron con nosotros durante la ceremonia.

Nuestras familias se conocían porque mi padre y Alec, el padre de Tanya, eran mejores amigos y hermanos de fraternidad. Mi mamá y Heidi, la mamá de Tanya, fueron compañeras en la universidad. Se conocieron en una fiesta y el resto es historia.

—Necesitamos ir yendo. Nuestras reservaciones son para las seis —dijo papá.

—¿Para las seis? —gritó Alice, mirando su celular—. ¡Tengo que cambiarme! Nos encontramos allí. —Se fue, corriendo a través del estacionamiento y escuché el sonido de neumáticos chirriando momentos después.

—Nos encontramos luego —dije, moviendo mi traje antes de limpiar mis anteojos.

—De acuerdo —asintió papá, tomando la mano de mi madre.

—Cariño, voy con Edward —dijo mamá sonriéndome—. Tenemos cosas de que hablar.

—Nos vemos allí, entonces —dijo papá confundido.

Ella entrelazó su brazo con el mío y comenzamos a caminar hacia mi Volvo XC60. Mis hermanos y Tanya se burlaban de mí cuando pedí un Volvo como coche en vez de un Porche, Mercedes, u otro coche de alta gama. Pero una vez que leí sobre lo seguro que era esta belleza sueca, mi corazón fue capturado.

—Edward, cariño, estoy tan feliz —dijo mientras conducía—. Estoy tan orgullosa. Mi hijo un graduado de Harvard. Tu abuelo estaría tan orgulloso también —sonrió.

—Gracias, mamá —respondí—. ¿No crees que estará decepcionado porque no elegí negocios para seguir el negocio familiar? —pregunté asustado. Sabía que siempre podía contar con mi madre para decirme la verdad, incluso si dolía.

—Cariño —rio—. En caso que no te hayas dado cuenta, ninguno de tus hermanos ha mostrado interés en ello, tampoco.

Tenía razón. Alice fue a una escuela de Nueva York por la moda mientras que Emmett… bueno, él era simplemente Emmett.

—Es que… ¿no crees que al menos un Cullen debería…?

Yo era uno de los herederos de… digamos… una empresa muy popular. Sin embargo, ninguno de nosotros quiso tomar las riendas. Si ella lo pedía, dejaría medicina y lo soportaría.

—Para eso está tu padre —me interrumpió—. Deberías estar emocionado. Vas a la escuela de medicina para ser médico —sonrió, mirando por la ventana. Conduje por unos segundos más antes que ella comenzara a reír—. Solo en esta familia un chico se sentiría avergonzado o culpable por ir a la escuela de medicina. —Sacudió su cabeza y tomó mi mano—. Está bien, Edward. Tienes mejores cosas en las que deberías preocuparte. Exámenes, estudios, disecciones…

—Matrimonio —murmuré sonriendo.

Si hubiera sido posible, hubiera jurado que sentí la mano de mi madre congelarse.

—¿Qué? —espetó volviéndose lentamente hacia mí.

—Dije matrimonio —sonreí—. Sabes que amo a Tanya, mamá —reí con entusiasmo.

—Tal vez luego de la escuela de medicina… y tu residencia… y…

—Esta noche —confesé, deteniéndome en el estacionamiento—. Le voy a preguntar esta noche.

—¿Con qué anillo? —preguntó mamá, ladeando la cabeza hacia un lado—. Sabes que Emmett está primero en la fila para el anillo de mamá Masen. Él es el mayor…

—Lo sé. —Asentí con mi cabeza, sacando de la guantera una caja de terciopelo azul—. Lo conseguí la semana pasada —confié mientras abría la caja.

Había estado planeando darle a Tanya un anillo nuevo, de todos modos. Cuando le había comentado sobre el anillo de mamá Masen hace unos meses, ella comenzó a discutir por diez minutos sobre lo feo que era el anillo. Personalmente, pensé que el anillo era simple y elegante, pero a Tanya le gustaba las cosas más llamativas y brillantes.

—Oh —dijo ella desilusionada.

—Perdón por no habértelo dicho primero —suspiré—. Es solo que Emmett está en Los Ángeles y Alice en Nueva York. Luego, tú y papá están en Connecticut. Siento que nunca nos vemos. Quería decírtelo antes.

—Oh —dijo ella, pasando su mano por su pecho—. ¿No crees que eres un poco joven? —preguntó, cerrando la caja y devolviéndomela—. Solo tienes veintidós años —me recordó, tratando de poner en su lugar un mechón de mi cabello.

—Tú y papá se casaron cuando tenían veintitrés —respondí rápidamente, tomando un poco de gel de mi guantera para alisar el cabello.

—Eso fue en una época diferente —respondió con la misma rapidez—. Las cosas son diferentes ahora. Se espera más de los jóvenes hoy en día. Solo…

—Mamá —interrumpí—. Entiendo de donde vienes. Lo entiendo. Pero sé lo que quiero, ¿de acuerdo? Siempre me has dicho lo inteligente que soy. No creo que este equivocado. Amo a Tanya… como papá te ama a ti. Quiero para mis días con ella —dije mirándola a los ojos—. Por favor, apóyame en esto —rogué—. Ya sé que Alice se enojará conmigo cuando se lo diga.

—De acuerdo. —Cerró sus ojos y tomó aire profundo—. Lo intentaré —sonrió un poco antes de salir del coche.

Miré el reloj para ver que eran las 5:05 pm. Me sentía horrible por hacer que todos me esperaran Pero, nuestra conversación tomó más tiempo de lo previsto.

—¡Tío Eddie! —gritó Alexia, corriendo hacia mí—. Quiero sentarme junto a ti. ¿De acuerdo?

—Claro —le sonreí y la tomé en brazos.

—Mira lo que tenemos aquí —bromeó el tío Alec, envolviendo su brazo sobre mi hombro—. El rey de la puntualidad hizo esperar a todos por cinco minutos. ¿Estás bien, muchacho? —preguntó, sintiendo mi frente.

—Si, señor —sonreí, sentándome—. ¿Dónde está Tanya? —pregunté.

—Uh… ella estará aquí, Eddie —dijo Heidi, mirando por la ventana, seguramente en busca de su hija.

—Dios no quiera que Tanya no pueda llegar —se quejó Alice, dándole una galleta a Alexia.

Me senté y ordené una Coca-Cola mientras esperábamos que lleguen Tanya y Emmett.

—Edward, —llamó mi atención Alec—. ¿Por qué pierdes el tiempo yendo a la escuela de medicina cuando tienes un trabajo que cualquier hombre mataría tener a su disposición? —preguntó, tomando un sorbo de su brandy.

—Alec —advirtió papá, sacudiendo su cabeza.

—Todos nos preguntamos eso mismo, de hecho —intervino Heidi—. Quiero decir, eres un Cullen. Entiendo por qué Emmett o Alice no lo hicieran. Pero…

—¿Qué intentas decir sobre Alice? —habló Jasper, enviando dagas con sus ojos hacia la Sra. Denali.

Jasper Whitlock era una de las personas más tranquilas que conocía. Venía de dinero del petróleo en Texas. Conoció a Alice cuando fueron a la misma escuela juntos. Lo conozco desde hace cinco años. Nos acercamos cuando Alice quedó embarazada. Ahora era prácticamente familia. Mi sobrina no podría tener un mejor padre.

—Cálmate, Whitty. —Le cortó Alec—. Eso solo que eres bueno para el trabajo. No veo por qué estás desperdiciando tu potencial en ser médico.

—¿Desde cuando convertirse en médico es desperdiciar potencial? —pregunté asombrado.

—Seamos honestos, Edward —dijo Heidi, mirando el menú—. Ser doctor puede ser un logro sublime… si fueras de clase media —terminó su oración con un aire de disgusto—. Sin embargo, ¿no crees que eso empalidece en comparación a ser un CEO de una compañía enorme? Sueldo de siete cifras… avión de la empresa… isla privada… ya sabes.

Amaba a Tanya. Pero odiaba a sus padres.

—Somos los Cullen —acentuó nuestro nombre Alice—. Eso está garantizado independientemente de la ocupación que tengamos. No basamos nuestro valor como miembro de la familia en nuestro trabajo —dijo firmemente entredientes.

—Tío Edward, ¿qué es una ocupación? —murmuró Alexia en mi oído.

—Significa trabajo, cariño —le sonreí. Ella asintió como si nos diera el visto bueno para seguir la discusión.

—¿Podemos no discutir esto aquí? —preguntó papá severamente—. Esto es más privado… un asunto familiar —dijo sentándose.

—¡Dios! —Rodó sus ojos Alec, terminando su brandy—. Todo esto por una maldita pregunta.

—Debió haber tocado un nervio. —Heidi levantó una ceja.

—Pff, —Alice puso los ojos en blanco—. Como si…

—¡Tío Emmy! —gritó Alexia, estirando sus brazos para mi hermano—. ¡Tía Rose! ¡Megan!

—¡Osito Lexi! —gritó mi hermano mientras comenzaba a correr en cámara lenta… llena de sonidos de cámara lenta.

—Corre normal —rio mi sobrina mientras comenzaba a agitar sus brazos a mi otra sobrina, Megan, que fue a abrazar a Alexia.

Emmett era mi hermano mayor. Era tan grande como una montaña rusa con la madurez de un niño de jardín de infantes.

—De acuerdo —dijo mientras la levantaba en brazos—. Hola, hermanito. —Me golpeó con su puño—. Escuche que tu discurso mató.

—Lo sentimos por no llegar, nuestra reunión se retrasó —se disculpó mientras Em le pasaba Alexia a ella.

—Está bien —dije. Solo te gradúas de la universidad por primera vez una vez. ¿Qué tenía de malo perdérselo?

—Hey, ¡tío Eddie! —Megan besó mi mejilla—. ¿Me extrañaste? ¡Yo sí! ¡Mucho! —dijo, abrazándome.

—Por supuesto. —Le devolví el abrazo.

—Bueno, solo quería asegurarme —dijo antes de tomar asiento en mi regazo junto a Alexia.

—Emmett —ronroneó Heidi—. Rose —espetó.

—Heidi —Rose dijo en el mismo tono.

—¿Dónde está la comida? —preguntó Em sentándose al lado de Rose—. Tengo una maldita hambre.

—¡Emmett! —siseó mamá y, Alexia y Megan comenzaron a reír.

—Hay chicos aquí —añadió Rose antes de golpearle la cabeza.

—No hemos ordenado todavía —le dije, tomando un poco de agua.

—Tanya todavía no está aquí —añadió Alice.

—Probablemente esté haciendo algo importante —le dije a Emmett.

—¿Y? Ordenemos sin ella. Ha pasado una hora y media —se quejó Emmett.

—Acabas de llegar —señalé.

—Lo sé. Y, pensé que habría comida ya cuando lleguemos —replicó, mirando el menú.

—Perdone, ¿señora Cullen? —Una mujer llamó a mi cuñada.

—¿Sí? —dijo Rose, girándose hacia la mujer.

—Después que tuve a mi hijo, Colin, seguí la cinta Baby Butt Blaster dos veces a la semana por tres meses seguidos. Cambió mi vida. Estoy en mejor forma ahora que antes de tener el bebé —comentó, estrechando la mano de Rose—. Gracias.

—Oh, de nada —sonrió Rose.

—Y tú. —La mujer señaló a Emmett—. Mi marido hace tu video Monkey Man. Sus abdominales son para morir. —Sonrió ampliamente, estrechando la mano de Emmett—. Gracias.

—De nada —sonrió Emmett—. Estamos contentos que les funcione.

Emmett y su esposa, Rosalie, eran lo que algunos llaman gurús del fitness. Tenían su propia línea de cintas de ejercicio, equipo de entrenamiento, barras de energía… lo que sea. Rose era llamada "La Perra Delgada" y Emmett era conocido como "El Hombre Mono" en sus promos. Había sido muy lucrativo para ellos hasta ahora.

—Estamos teniendo una reunión —dijo Heidi con desdén—, si no te importa.

—Oh, lo siento —se disculpó la mujer.

—Seguro que lo estás… —comenzó Heidi.

—Estamos aquí —dijo Tanya mientras entraba con sus dos hermanas siguiéndole.

—Cariño —suspiré, levantándome para saludarle, pero ella me detuvo.

—¡No, Edward! Mis uñas siguen húmedas —se quejó, agitando sus manos para demostrar su punto.

—Oh, lo siento —dije, volviéndome a sentar.

—Llegas tarde, Tanya… —comenzó mamá.

—Lo siento —respondió ella con desdén, sentándose a mi lado.

—¿Llegaste tarde solo porque estabas haciéndote las uñas? —preguntó Alice, sacudiendo su cabeza.

—Era el único momento que Henrique podía hacerlo. Él es tan increíble. No podía rechazarlo. Edward sabe que lo siento. ¿O no?

—Mmm. —Asentí con mi cabeza.

—Entonces, tuve que recoger a Irina de su cita en la peluquería y luego…

—Dejaste a Kate para que se pudre en su departamento porque tenías que hacer que llegáramos en trío —interrumpió Kate, rodando sus ojos.

Los Denali, como los Cullen, tenían tres hijos. Irina era la mayor con su cabello negro azabache y ojos grises como su padre. Ella básicamente viajaba como trabajo. No tenía idea de lo que hacía. Tanya era la del medio, como yo, y era la viva imagen de su madre. Luego estaba Kate, la más joven y la oveja negra de la familia. Actualmente estaba estudiando Arte en Cornell y ahora tenía un brazo entero lleno de tatuajes y un piercing en su ceja derecha.

—Dios, Kate —siseó Heidi, tirando de la manga de su hija—. ¿Es ese otro? —preguntó con disgusto.

—Sip —dijo Kate con orgullo, quitando un pedazo de gasa de su brazo—. Me lo hice esta semana.

—Oh, mierda —murmuró Alec antes de tomar un sorbo de su botella.

—¿Quieren ver? —preguntó Kate, caminando alrededor de la mesa y mostrándonos su más reciente adición a su obra de arte.

—¡Dios mío, es genial! —rio Alice, cayéndosele un poco de agua de su boca.

—¡Kate por la victoria! —rio Emmett, tomando una foto del tatuaje con su teléfono.

—Wow —dije sin habla cuando pude verlo.

Era una imagen del mundo girando sobre el dedo del medio de una mujer con la frase: "A la mierda el mundo", escrito bajo él. Era definitivamente… Kate.

—¿Cómo se supone que consigas un esposo decente así? —siseó Heidi, señalando los tatuajes.

—Sí, ese es mi problema… porque estamos en 1950. —Puso los ojos en blanco Kate, volviendo a su asiento.

—¿Puedes no sentarte a mi lado? —gruñó Tanya con un rostro y tono serio—. No quiero que nadie que conozca sepa que compartimos la misma sangre.

—¡Tanya! —dijo Esme sorprendida.

—Ella solo estaba bromeando, mamá —le defendí.

—No todos entendían el sentido del humor de Tanya. Lo que la mayoría pensaba que era ser mala, era solo su sentido del humor, por lo que era percibido en ella como algo serio.

—Perra —espetó Kate, tomando asiento junto a Esme.

—Mrrreorw —escuché el inconfundible sonido del gato de Tanya de su bolso.

—Tanya. —Alec sacudió su cabeza—. Dime que no…

—Relájate —interrumpió, poniendo su bolso sobre su regazo—. No podía dejarla sola. Estaría sola —arrulló a Diva, su malvada compañera felina. Diva era un demonio felino que odiaba a todos menos a Tanya. Juraría que Tanya le compraba un collar nuevo cada semana. Yo le había comprado algunos, porque, bueno… Tanya me lo pedía—. Diva quiere un poco de filete miñón, ¿tal vez un poco de caviar? ¿O no, cariño? Sí que quieres. Luego, Edward te va a comprar ese collar de diamantes que viste en Bloomingdales —le habló al gato mientras este siseaba y escupía desde el interior del bolso hacia mí—. ¿O no, cariño?

—Uh… está bien. —Me encogí de hombros.

Al estar en mi posición, tenía mucho dinero. No veía nada malo en gastar mi parte en la gente que amaba.

—Oh, Dios. —Alice sacudió su cabeza, mientras que Jasper frotó su brazo.

—Alice —dijo Irina, apuntando al bolso de mi hermana—. Amo ese bolso… es para morirse.

—Gracias —sonrió Alice ante el cumplido—. Cuesta casi tanto como una Barbie antigua en estos días.

—Estaba esperando que saltaras con esa mierda. —Tanya puso sus ojos en blanco mientras Diva siseaba en dirección a Alice.

—Disculpe, señorita. —Vino nuestro camarero y dio un golpecito en el hombro de Tanya—. Lo siento, pero no se permiten mascota dentro del restaurante.

—¿Y…? —cuestionó Tanya incrédulamente.

—Se tiene que ir.

—Ella no va a cagarse en la mesa. —Tranquilizó al mesero—. Está bien.

—Podría tener…

—Escucha —interrumpió Heidi sonriendo—. No haces caso a esto y te daré una muy buena propina —terminó antes que Tanya se girara y pusiera agua en un recipiente para que Diva pudiera beber.

—Pero…

—Una propina muy, muy grande —dijo ella alzando la ceja.

Después de eso, al fin pudimos ordenar. La cena fue bastante tranquila. Nadie quiso hablar mientras esperábamos por la comida. Una vez que terminamos, mamá me ordenó que me alejara de la mesa así podía arreglar mi sorpresa.

Me tomé mi tiempo para ir a mi coche y tomar el anillo de la guantera. Volví al edificio para ver a Tanya de pie afuera hablando por teléfono.

—Ya casi termino. Cortamos la torta y me voy —dijo, girando para verme—. Te paso a buscar luego —dijo torpemente antes de colgar.

—¿Quién era? —pregunté abrazándola por detrás y besándola.

—Basta, me acaban de arreglar el pelo hoy —dijo, enderezando su cabello—. Ese era… um… mi amigo, Lauren. Sí, ella quiere salir más tarde.

—Oh —dije—. Aunque no estoy seguro que quieras salir con ella después.

—Oh, estoy segura —rio, rodando sus ojos.

—Está bien. —Extendí mi brazo para que ella lo tomara.

—De acuerdo —bufó, enlazando su brazo con el mío.

—¿Estás bien? —le pregunté—. No estás siendo tú.

—Estoy bien —dijo mientras comenzaba a llevarla hacia la puerta—. De hecho… —comenzó de nuevo, separándose de mí—, no estoy bien.

—¿Qué pasa? —pregunté tocando su frente—. ¿Estás enferma? Podemos irnos si quieres, no me gustan las fiestas en realidad. Esto fue más para mi mamá —ofrecí.

—No es eso —dijo, cubriéndose los ojos con sus manos—. Es, solo… no puedo hacer más esto —se quejó.

—¿Hacer qué? —Mi miedo aumentaba con cada segundo que ella no me respondía.

—Esto… nosotros —dijo, agitando su mano entre nosotros—. Necesitamos ver a otras personas, Edward —terminó, apartando su vista.

—¿Eh?

—Estoy rompiendo contigo, Edward.

¿Qué? No podía estar escuchando esto. Ella no me haría esto… no a mí. Era su mejor amigo. La amaba. Ella me amaba. Estábamos destinados a estar juntos.

—P-pero… t-te amo…

—Lo sé —me interrumpió—. Eso es lo que apesta en esto.

—N-no lo entiendo, Tanya.

En este punto, vi que mis gafas se empañaban y sentí las lágrimas correr por mi rostro.

—Mierda, no llores. —Extendió su mano para acariciar mi hombro—. Vas a hacer que me sienta mal.

—N-n-n-no puedo e-evitarlo —susurré, tratando de detener las lágrimas. No quería que nadie me viera llorar. Haría eso en la privacidad de mi departamento—. Somos Tanya y Edward. Siempre hemos estado juntos.

—Por eso —me dijo, retrocediendo lentamente—. Siempre hemos estado juntos. Quiero experimentar cosas diferentes… personas diferentes. Tal vez luego…

—No quiero ver a nadie más. Te quiero a ti —gemí, dando un paso hacia delante—. Dime qué hacer. Puedo hacerlo mejor. Puedo ser mejor —traté de convencerla—. Por favor, Tanya.

Edward, no ruegues. —Retrocedió aún más—. Lo… lo siento —dijo antes de girar e irse, subiéndose a su coche… dejándome en el estacionamiento, con el corazón roto y un anillo de compromiso en el bolsillo…

Me apoyé contra el coche más cercano a mí ya que Dios solo sabe cuanto tiempo tardaría en procesar lo que acababa de pasar.

Tanya me había dejado.

Ella no me quería.

No era suficientemente bueno.

Estaré solo por siempre.

—¿Edward? —escuché a Alice acercarse, buscándome. Debí haber estado allí afuera por mucho tiempo—. ¿Qué haces aquí afuera? Estamos esperándolos. Emmett va a tener el primer corte de la torta si no vuelves pronto —añadió, caminando en el estacionamiento—. ¿Dónde está la preciosa Tanya? —preguntó con voz llena de sarcasmo.

Ante la mención de su nombre, perdí cualquier resolución que tenía y comencé a temblar con los sollozos que había estado conteniendo durante los últimos treinta minutos.

—Alice —murmuré, cubriendo mi rostro con las manos para ocultar la vergüenza y el abandono que sentía.

—¿Edward? —preguntó, acercándose. Se puso frente a mí—. Esa perra —dijo, extendiendo sus brazos para abrazarme.

—No finjas que no estás contenta —dije mientras alejaba mis brazos. No quería su lastima. Ella ni siquiera le gustaba Tanya, de todos modos.

—Es que…

—¿Edward? —Vi a mi madre salir a buscarnos—. ¿Qué pasa? —preguntó frenéticamente, acercándose rápido para ver que me pasaba—. Cariño, ¿qué pasó?

Antes que alguien viera el desastre que era, corrí hacia mi coche, subí todavía sollozando y me alejé en la noche.


¿Qué tal? Pobrecito Edward, ya alguien viene a rescatarlo (?) jajaja

Gracias a Madeleine Pattinson Pattinson por la recomendación de este fic. Sos lo más, chica.