Epílogo

De lo que pasó durante la noche en la biblioteca…

Sintió las bragas deslizarse por su pierna hasta el tobillo y la falda ascender un poco más, dejando al descubierto la labor entre sus piernas. Apartó la vista, advirtiendo el calor en su rostro de la sangre acumulándose con premura. Iba a desvanecerse de un momento a otro y la válvula que la regulaba estaba por explotar. Demasiado, era demasiado. Por un momento pensó que le daría un derrame y la sangre le escurriría por la nariz. Era su límite, ya no podría seguir fingiendo que aquello no le hacía ni cosquillas. Apretó los labios, encontrando algo de control en el poco orgullo que le impedía chillar lascivamente y rebajarse al cliché de sirvienta depravada. Si perdía los estribos con tan poca cosa como aquello, jamás se lo perdonaría. Aquel acto era nada menos que el juego previo por el que tantas veces había pasado y aun así en ese instante estaba por experimentar un orgasmo por el simple hecho de ser dedeada. ¡Cuánta humillación! Estaba por sofocarse, aquello era más de lo que podía soportar. Llegó a su mente, aun en medio de la vaporosa neblina que comenzaba a apoderarse de ella, la denigrante razón por la cual estaba a punto de convertirse en un cliché de película porno, el motivo que la tenía contra aquel escritorio de caoba. No era por sí sola la personaba que hundía el índice y el anular dentro de ella, no el ser chantajeada lo que la excitaba. Sino ambas cosas, el mero hecho de ser chantajeada por el hijo pre-adolescente del jefe y a Hannah se le estaban agotando las fuerzas para negarlo. El orgullo se le desquebrajaría irremediablemente en cuestión de segundos. Tan sólo tenía dos dedos de Alois jugueteando en su interior y era como si un hombre mayor, con vasta experiencia en el terreno, la manipulara. Se mordió el dorso de la mano, obligándose a guardar silencio. Vano intento. Otro dedo y se le escapó un culposo grito de placer. Estaba a punto. Arqueó la espada. Los músculos se le tensaron. Eso era todo, estaba por perder. Intentó morderse con más fuerza pero de algún modo su mano se dirigió al borde del escritorio en donde se agarró con fuerza. Mierda, no, no, no. Un último esfuerzo y miró el autorretrato del señor Trancy. Si se imaginara al repulsivo hombre como el sujeto que se hallaba manoseándola, entonces…

"¡Ah!"

Un movimiento brusco, más adentro y Hannah falló. El cuadro del jefe se disipó y en su lugar, la juvenil figura del rubio desfiló frente a sus ojos. Una risita traviesa golpeó sus oídos, un lengüetazo a su pecho expuesto y Game Over. Separó los labios y toda clase de sonidos obscenos se precipitaron al exterior. Cerró los ojos entregándose al delicioso placer que, su tacto y su sabor todavía latente en su propia descolorida boca, la aproximaba al orgasmo.

Y entonces…

—Hmm, con eso debería bastar.

La puerta que se leía "Clímax" se cerró en sus narices. El aire se le atoró por un momento y con los ojos bien abiertos, enfocó a Alois que le sonreía mordaz. Hannah lo miraba perpleja.

"¿Qué?"

—Mañana estaré ocupado, pero pienso que el fin de semana tendré algo de tiempo libre. Apaga las luces cuando te vayas—retiró los dedos, dándole un roce a la pequeña perla de Anafeloz. Luego, le susurró al oído—Sé una buena niña y termina en tu habitación, ¿quieres?

"¿Qué?"

Se apartó con andar tranquilo en tanto se limpiaba con un pañuelo de papel la mano cubierta de fluidos y el ruido sordo de la puerta al cerrarse devolvió a Hannah la habilidad de hablar nuevamente.

—¡¿QUÉ?!

Podía insultarlo, maldecirlo, desear su muerte y negar cualquier pensamiento que hubiese cruzado su cabeza en medio de aquel estado de embriaguez emocional, pero el daño estaba hecho. De ahí en adelante, ella no sería más que el juguete del rubio, cuya única finalidad era entretenerlo. Cayó al suelo y amargas lágrimas rodaron por sus mejillas. Era tan denigrante y repulsivo. Incluso el orgullo era incapaz de regresarle una pizca de dignidad. Su sexo palpitante, la sensación de insatisfacción, el aroma que le llenaba la nariz… Hannah se mordió el labio hasta sangrar. El sabor en su boca alimentó la rabia que pugnaba por salir en forma de grito. Sí, podía entregarse a la negación absoluta, victimizarse y odiarle, deseándole la peor de las muertes pero en el fondo, Hannah sabía bien que la única razón por la que su sangre hervía en cólera, era porque había existido una forma de rechazar aquel retorcido convenio. Pudo haber mantenido su dignidad intacta y no lo hizo. Hannah comenzó a reír en voz baja. Pudo haber elegido pagar durante el tiempo que fuera necesario y eliminar su deuda. Pudo haber renunciado y enfrentarse a una demanda del viejo y demandarlo de vuelta por acoso sexual. Pero eligió el trato con él, mintiéndose que no había otra salida.

No tenía caso mentirse. Al igual que en aquel momento cuando se sinceró entregándose al gozo, a Hannah no le quedaba fuerza alguna para continuar engañándose. Se sintió despreciable, sucia y miserable. Siendo chantajeada y abusada sexualmente por el hijo del jefe no era el problema. Por supuesto que no, tú ya lo sabes. De nuevo, abrazó la verdad y una triste sonrisa se formó en su cara.

Ser honesta dolía. Cada momento en el que se sorprendió siguiéndolo con la mirada, mucho antes del incidente del jarrón, eliminaron todo rastro de orgullo que pudiese haberle quedado. No sentía nada, excepto lástima. Cuan decepcionada estaba de ella misma. Una mujer con sus principios, que al final no fueron más que viles mentiras. Hannah agachó la cabeza.

—Me doy tanto asco…

Lentamente se llevó una mano entre las piernas.

Cerró los ojos y tras los párpados, era Alois quien jugaba con ella. Apretó los labios y la sangre brotó de nuevo.

"… tanto asco…"

No había forma de que lo supiera, ni él ni nadie, pero desde ese instante algo pequeño, casi insignificante se había instalado en su interior y ese mismo algo se intensificaría con cada encuentro y se volvería ponzoña cuando Alois posara con interés sus ojos en otra mujer. Pero cuando se diera cuenta de lo que sucedía, para ese entonces ya sería muy tarde. Sin embargo, hasta que ese día llegara, hasta que las noches en las que ella aguardara impaciente en su habitación por el rubio y se comieran a besos, ella no sería más que un pedazo de ser humano lamentable a merced de los deseos de un chiquillo sádico.

Fin.

.-.-.-.-.-.-.-.-

Notas de la autora: No sé porque lo hice, se supone que la historia original sólo era un one-shot, pero en algún momento abrí el Word y fue algo como: "Hmm, escribiré un aloisxhannah nuevo… oh, ¿qué rayos? ¿Por qué estos escribiendo de lo que pasó esa noche en la biblioteca? ¡Estoy siendo manipulada por una Death Note! ¡Oh, no! ¡Voy a morir luego de hacer esta viñeta!". Pero sobreviví. No obstante, aun cuando ya lo había empezado, no noté que el humor se me había escapado y el producto final –según yo-, ha sido algo medio dramático. ¿Qué piensan ustedes?