Por la mañana, Molly se despertó sintiendo que vivía en un sueño. Aunque ya había recordado una y otra vez las caricias de Sherlock y sus palabras suaves como el sonido de las olas en el mar durante la noche anterior, volvió a hacerlo. Se sentía tan feliz.

Era domingo y su descanso, por lo que no podría ver a Sherlock en St. Barts. Estaba feliz y al mismo tiempo, preocupada de que la chispa que había surgido entre ellos se extinguiera si no lo veía ese mismo día. Molly estaba debatiéndose entre llamar a Sherlock o no hacer nada y pasar todo el día con su gatita Mermelada, cuando el sonido del timbre resonó en el pasillo.

"¿Molly? ¿Estás despierta?" preguntó un Sherlock muy nervioso.

La chica no supo qué hacer ni por dónde empezar. ¿Debía arreglarse el cabello o lavarse la boca? ¿Debía quitarse el pijama o solo ponerse la bata? ¿Debía hacer algo primero o contestarle a Sherlock? ¡Santo cielo! Nadie le había dicho que ciertos detalles de tener un amor correspondido no eran sencillos.

Tropezando y amarrándose el cabello en una clásica cola de caballo, Molly fue hasta el pasillo y le dijo a Sherlock que la esperara solo un momento. Después corrió al baño y se lavó los dientes tan rápido como pudo. Bajó las escaleras y abrió la puerta para encontrar al detective envuelto en su abrigo oscuro.

"Hola, Molly" le regaló una sonrisilla torcida a la chica y le dio un pequeño beso, apenas rozándole los labios.

Dios, Sherlock olía maravillosamente. Y por si eso fuese poco, se veía magníficamente. Al quitarse el abrigo, Molly pudo admirar su cuerpo delgado y larguirucho; usaba la camisa morada que a la chica tanto le encantaba y unos jeans oscuros que torneaban sus delgadas pero musculosas piernas. Molly intentó hacer desaparecer los pensamientos lujuriosos que crecían en su mente, pero no tuvo éxito. Se sonrojó al contemplar los movimientos de su novio y se perdió en los deseos de enredar sus dedos en el cabello ondulado de Sherlock.

"Pensé que sería buena idea que desayunáramos juntos. No sería malo que intentáramos pasar más tiempo en compañía del otro fuera de la morgue" Molly no dijo nada, pues estaba absolutamente embelesada viendo cómo Sherlock caminaba en su departamento buscando la cocina. "No soy bueno cocinando, espero que lo entiendas. Por eso solo traje algunas frutas" dijo y tomó un cuchillo y una tabla de picar y comenzó a hacer en trocitos las frutas que había traído. "Veo que estás en pijama; ¿no te desperté o sí?" Sherlock levantó la mirada al notar la ausencia de la respuesta de Molly. "¿Molly?"

"Oh, lo... Lo siento. Es que me has sorprendido, es todo" Sherlock alzó una ceja en forma inquisitiva y Molly continuó: "Dijiste que no podrías ser como las otras personas, que no seríamos como otras parejas. Y aquí estás."

Sherlock dejó de picar la frutilla y fue hasta Molly. La tomó de las manos y besó el dorso de una de ellas.

"Es que decidí que mereces algo mejor de lo que soy, Molly."

"Te quiero por quien eres, Sherlock. Siempre ha sido así" ella sonrió, recordando aquellos tiempos en los que amar a Sherlock Holmes le hacía sentir mucho dolor. "No necesitas cambiar. Te amaré de todos modos."

Sherlock sonrió y besó a Molly en la boca, apretando su cuerpo contra el de ella. Estaba avergonzado de desearla tanto, de sentir la necesidad de tocarla y ser tocado. El efecto que Molly producía en él era demasiado potente para ignorarlo.

"Si hago esto, es porque me nace hacerlo" dijo entre besos. "Dios, Molly... Te necesito."

Molly continuó acariciando a Sherlock, sintiendo sus músculos tensos y sus cabellos ondulados y sedosos. Había fantaseado con hacer esto, se había retorcido en necesidad y sin embargo, en ese momento en que era real y en el que podía cumplir sus fantasías, sintió miedo. Miedo de no saber qué hacer, qué decir, miedo de no ser buena en el sexo. Tenía una larga lista de novios que la habían abandonado por no ceder ante el sexo. No es que deseara ser virgen hasta casarse, sino que deseaba que su primera vez al hacer el amor, fuese eso, precisamente: hacer el amor. No sexo, no con cualquier persona. Hacer el amor con alguien a quien amara y que la correspondiera de la misma manera. Y aunque Sherlock había dicho que no podría amarla de la forma en que ella lo amaba a él, estaba segura de que era el indicado. Sus caricias y palabras parecían ser sinceras y, en el caso de que todo fuese una mentira, estaría dispuesta a vivirla, a aferrarse a algo que no era real. Había deseado tanto esto y ahora lo tenía.

"Lo siento, Molly" se disculpó Sherlock.

"¿Por qué?" preguntó Molly, con la respiración entrecortada.

"No sé cómo hacer esto."

Molly abrió su boca, intentando encontrar las palabras adecuadas para decirle al hombre que aún la sostenía entre sus brazos.

"¿Nunca has...?" Sherlock no respondió, pero se dio la vuelta y perdió la mirada en el suelo.

"Ridículo, ¿no es así?" hizo una pausa y se enfrentó a Molly, tembloroso. "Puedo resolver casos complicados, puedo deducir a las personas y tengo tanta información en mi cerebro, fingí mi propia muerte pero... Pero en estas situaciones no sé qué hacer. No soy bueno conectando con las personas."

Esta vez era la oportunidad de Molly para darle consuelo y cariño, así que siguiendo su corazonada, disminuyó la distancia que la separaba del detective y lo abrazó.

"Has sido muy bueno conectando conmigo, amor" dijo, su voz resonando contra el pecho de Sherlock. "No podría haber deseado algo mejor que tú. Crees que eres tan distinto a los demás pero no lo eres, no en una forma negativa; tienes sentimientos, preocupaciones. Eres humano, Sherlock. No eres una máquina."

"Te amo, Molly."

"Y yo te amo a ti, Sherlock Holmes."

Se besaron hasta que sus respiraciones volvieron a entrecortarse, sus corazones latiendo frenéticamente y sus manos explorando sus cuerpos.

"No debemos preocuparnos" susurró Molly. "Ya aprenderemos acerca de estas cosas. Juntos."

"Juntos" murmuró Sherlock, feliz ante la idea de poder ser algo bueno para Molly.

Quizá, un día, ambos se percatarían de que lo que tenían no era algo complicado, porque el amor verdadero jamás puede ser una cosa complicada. El amor verdadero siempre encuentra el camino para florecer.

FIN


¡Y allí está! Estoy tentada a escribir más sobre esta bonita pareja, pero primero necesito dejar que las ideas florezcan. Mientras tanto, me encantaría recibir sus comentarios y críticas. Gracias por darle la oportunidad de ser leída a esta historia que nació en la mente de una chica enamorada de Sherlock Holmes. ¡GRACIAS! DFTBA ;)