A/N: ¡Hola!: Una pequeña historia, espero que os guste. ¡Disfrutad!

Fresa y chocolate

Hotch se despertó sobresaltado, y lo primero que sintió, fue que Emily no estaba a su lado. ¿Dónde diablos estaría? Se sentó en la cama y miró el reloj, las 2:33 horas, decidió ir a buscarla. Hacía frío, así que cogió la sudadera que se había quitado al acostarse. Recorrió toda la casa, hasta que la encontró en el salón, frente a la ventana. No necesitó acercarse para ver qué le pasaba por la cabeza, para saber lo que la atormentaba. Cogió la manta del sofá y se la pasó por los hombros. La abrazó por detrás, y le besó con cariño la sien.

-Cariño, es tarde y hace frío, vuelve a la cama.

-No tengo sueño -susurró.

-Em, sabes que no tuviste la culpa ¿verdad? -Hotch la obligó a mirarla a la cara.

Emily simplemente lo miró con tristeza, en silencio. Él no lo entendería. Quince minutos habían marcado la vida de esa chica, quince minutos en los que ella había tenido su vida en sus manos, y le había fallado. Habían descubierto que Robert Flicker era el sudes, el entrenador de las chicas, y Hotch había mandado a Reid y Prentiss a la propiedad que Flicker tenía a las afueras de la ciudad, con tan mala suerte que perdieron la señal del GPS, justo cuando el camino se dividía en dos. Prentiss decidió ir hacía la izquierda, y pronto descubrieron que ese camino no los llevaría a ninguna parte. Cuando llegaron a la casa, después de coger el camino adecuado, Samantha Powell estaba muerta. Emily se culpaba por ello desde el mismo momento en que vio el cuerpo todavía caliente de la chica.

-Fue culpa mía Aaron -respondió ella, desviando la mirada.

-Emily, mírame -ella no lo hizo-. Em, mírame-. Lo hiciste bien, y lo sabes. Tenías que elegir entre dos caminos, y aunque en un principio era el camino equivocado, al final llegaste. No conseguiste salvar a Samantha, pero atrapamos a Flicker, y no volverá a hacerle daño a nadie más. Sé cómo te sientes, fueron quince minutos de angustia para todos, sobre todo para esa chica, pero he hablado con el forense y me aseguró que luchó hasta el último minuto de su vida Emily. No es la primera vez que nos pasa algo así, que llegamos tarde por minutos, pero debes sentirte orgullosa por tu trabajo, Em, porque por ello, salvamos vidas, aunque muchas otras no logremos hacerlo por no llegar a tiempo.

Emily lloraba en silencio, sabía que Aaron tenía razón, siempre tenía razón, pero la imagen de esa chica rodeada de sangre, y con los ojos abiertos vacíos de vida, la perseguían cada vez que cerraba los ojos. Aaron le limpió con cariño las lágrimas, y ella se abrazó a él, rodeando su cintura con sus brazos, y apoyando su cabeza en su hombro.

-En la vida siempre hay que tomar decisiones, ir por caminos distintos, y nunca sabemos si serán o no los adecuados. La vida está llena de sorpresas Em, y hay que tomarlo como viene, pero no dejar que nos gane la tristeza o la desesperación -susurró en su oído, mientras frotaba suavemente su espalda.

Hotch sintió cómo se tranquilizaba poco a poco, y al cabo de unos minutos, Emily se separó de él. Le sonrió.

-¿Mejor? -ella asintió-. Siéntate, sé algo que te hará sentir bien de verdad.

Ella hizo lo que le pedía, y se acurrucó en el sofá. Unos instantes después, Hotch volvió con dos cuencos de helado y dos cucharas.

-¡Helado! -la cara de Emily se iluminó mientras cogía su cuenco y hundía la cuchara en el helado.

-Me recuerdas a Jack, tenéis pasión por el helado.

-Sólo por el helado de fresa con chocolate -respondió Emily con la boca llena.

Hotch vio cómo devoraba el helado, y sonrió. Pensó en tan sólo diez minutos antes, cuando lloraba desconsolada sobre su hombro, y no pudo más que darle la razón a su pequeño hijo, no hay nada que el helado de fresa y chocolate no pueda curar.

FIN