Capítulo 14

Pasaron muchos soles y muchas lunas. Se abrió el telón dando entrada a las hojas danzantes que anunciaban el inicio del otoño.

En mi paso por éste planeta había descubierto cosas que me parecía imposible creer que fueran reales. Los humanos tenían una característica manera de vivir. Todos, sin excepción alguna, buscaban desde temprana edad el amor. Buscaban una familia, un grupo de amigos o una pareja con quienes se sintieran lo suficientemente cómodos de ser ellos mismos. Porque si algo me había quedado más que claro ahora era a no confiar en una persona cuando se presentara frente a mí.

Desde que llegué y aquél hombre quiso abusar de mí en su camión fui observando y comprendiendo que hay quienes se visten con una personalidad y con intenciones que no son reales. Tuve suerte de haber llegado con la tía Claire, quien resultaba ser transparente en cuanto a emociones y sentimientos se trataba.

Los sentimientos son una de esas cosas que encuentro fascinantes en este planeta. No son palpables aunque pareciera que me tocan desde adentro para provocar sensaciones físicas. No conozco su forma, su tamaño, su color, no llego a comprender su estructura molecular al ser reacciones provocadas en la máquina principal localizada en la parte superior del cuerpo humano. Incluso pensar en ellos como una reacción me resultaba complicado ya que algunas veces se presentaban con una intensidad, en otras ocasiones con otra, y al haber factores externos totalmente distintos a la hora de manifestarse, no podían tomarse como un factor para medir su intensidad.

— Kari… ¡Kari!

— ¿Eh? —la voz del alcalde O'Hara me sacó de la película proyectada en mi cabeza y al voltear hacia él, éste sonrió.

— Estás muy distraída, pequeña.

— Sí, yo… lo siento.

— No te disculpes. Es placentero estar rodeado de jóvenes soñadores y ambiciosos como tú. Me hace olvidar que ya paso de la sexta década —estalló en una estruendosa carcajada que hizo eco por su oficina y yo simplemente sonreí—. Kari, llevas tiempo laborando con nosotros y personalmente me encuentro impresionado y agradecido por ello. Has, sin duda alguna, creado una revolución dentro del departamento de trabajo social.

— ¿He hecho algo malo? —pregunté ansiosa. Aún no aprendía a ser paciente con los discursos extendidos de los humanos.

— No. Para nada —me miró fijamente. Se apoyó sobre sus codos, uniendo sus manos frente a su boca y asintió con la cabeza—. Quiero prepararte, Kari.

— ¿Prepararme?

— No falta mucho para que mi cargo como alcalde termine. Aunque eres muy joven, veo que tienes el potencial, la capacidad necesaria para poder llevar a cabo una labor como la de dirigir ésta sociedad —lo miré mientras analizaba detenidamente lo que estaba diciéndome. ¿Acaso era posible que…?

— Me está proponiendo estar en un puesto de poder —acerté a decir. Él asintió y enseguida se levantó acercándose a la ventana que daba vista al centro de la ciudad.

— Nadie mejor que tú podrá continuar lo que he iniciado.

— Acepto —dije sintiendo una arcada de adrenalina desde el centro de mi pecho.


TK se encontraba durmiendo y profiriendo unos sonidos extraños por la boca. Ronquidos, me había dicho que se llamaban.

La ventaja de que Furg me hubiera dado un cuerpo diminuto, comparado con el del rubio, fue que al levantarme de la cama él ni siquiera se inmutó por mi ausencia.

Salí despacio, pues sabía que si él o tía Claire se despertaban, iban a cuestionar los motivos por los que estoy fuera de casa.

Caminé hasta el prado en donde más de una vez había hablado con Yolei. El pasto estaba mojado y sentía de manera ligera caer agua sobre mí. El cielo estaba cerrado, cubierto de nubes espesas y oscuras.

— ¿Yolei?

— ¡K! —su voz me hizo sentir tranquila y sin pensarlo sonreí.

— Ya está hecho, Yo.

— ¿Qué está hecho?

— El alcalde O'Hara me propuso que fuera su sucesora cuando terminara su período laboral.

— A ver, más despacio, flúor. ¿Qué es un alcalde?

— Ya te lo he dicho, Yo. Él es quien está en el poder. Él decide qué hacer y qué no hacer en éste lugar.

— Entonces… ¿ya llegamos a la parte en donde podemos ingresar a la Tierra?

— Aún no —me apresuré a responder. Hubo un tiempo de eterno silencio en el que sabía que tenía que explicarme pero no hallaba la manera de expresar mis pensamientos.

— ¿K?

— Quiero estudiar un poco más al ser humano.

— ¿Más? Creo que ya conoces lo suficiente sobre ellos como para saber cómo atacarlos —me quedé callada. Yolei tenía razón. Ya les había dado suficiente información y estaba segura de que Furg sólo esperaba mi orden para invadir el planeta. Entendía que mi lealtad se hallaba con mi raza, con quienes había sido desde el inicio de la existencia. Pero algo adentro de mí, algo que no identificaba su origen ni su causa, eso era más poderoso que la realidad. Eso me tenía detenida y, por eso mismo, es que sabía que había podido avanzar rápido en el plan pero no lo había hecho. Los humanos le llamaban, seguir una corazonada.

— Las personas aquí no son tan ingenuas como creíamos, Yo. Es verdad que tienen una manera diferente a la nuestra de razonar la realidad pero es porque su ambiente es distinto a lo que tenemos en el espacio…

— K, K… detente. ¿Estás justificándolos?

— No, yo… sólo…

— ¿Qué te pasó, K?

— Nada, Yo. Es sólo que, hay maneras de entrar a éste planeta sin necesidad de destruir a sus habitantes…

— Estás enamorada —las palabras de Yolei provocaron un escalofrío que recorrió mi espalda—. Estás enferma, K. El amor te atacó.

— No es verdad.

— ¡Escúchate nada más! Quieres que una raza que ha llegado a contaminar nuestro espacio viva. ¿Dónde está la K que defendía su lugar?

Quería decirle que ahí estaba, que era yo misma. Que no me había ido. Pero mientras ella hablaba de destrucción, yo me hallaba al lado de TK. Atrapada en el cielo azul que habitaba en sus ojos. En sus manos de ceda y sus besos sabor a chocolate. Yo estaba presionada por la gravedad a la que su cuerpo se sometía al estar sobre mí. Y me gustaba. Encendía todas las máquinas que me componían. Especialmente una que sólo él lograba activar para que pudiera sentirla, en mi pecho, de lado izquierdo.

Y ese palpitar era mi sensación favorita.


Y tengo que volverme a enamorar...