Esto es algo que he querido hacer desde hace bastante tiempo... pero no había sacado el rato de escribir; básicamente son hechos de las Segunda Guerra Mundial, y algunos posteriores o anteriores -entiéndase batallas, muertes o cosas así-, pero vistos desde el punto real, siempre involucrando a los personajes de Hetalia, o sea, no son graciosos, o al menos no pretenden serlo.

Advertencias: un poco de OoC, violencia, en algunos capítulos un muy leve pairing.

Disclaimer: Hetalia le pertenece a Himaruya Hidekaz


Alemania e Italia visitan Auschwitz

Alemania recuerda perfectamente el día que su superior lo envió a supervisar un campo de concentración, y no fue cualquier campo de concentración, era Auschwitz; y lo peor de todo fue que justo ese día, Italia estaba de visita, así que también se vio obligado a llevarlo.

Aún si tuviese la capacidad, estaba seguro de que no podría olvidar ese día, no con todo lo que pasó.

Llegaron al campo en la mañana, una mañana triste y gris, Irma Grese y María Mandel los saludaron desde la entrada, la rubia le dedicó al alemán una sonrisa coqueta y al italiano una como las que se le dedican a un niño de cinco años con nulo coeficiente intelectual, eso lo molestó, Italia era y sigue siendo una persona paciente, cariñosa y todo lo demás, pero por alguna razón lo molestó, al punto de que hoy en día, cuando es estrictamente necesario mencionarla, se niega a hacerlo de otra forma que no sea como "la perra de Belsén" haciendo un especial énfasis en la palabra "perra".

El lugar olía a muerte, a desesperanza, a agonía y a sufrimiento.

Después de todos estos años Alemania aun no entiende como alguien podía ser tan inhumano como para hacer esas cosas, y todavía peor, disfrutarlas, si bien obedecía todo lo que su superior le ordenaba, eso no significaba que le gustaba, para nada, ni él, ni a Italia, ni a Japón, ni a ninguno.

Irma Grese nos llevó con el "doctor" Joseph Kramer, quien debía encargarse de llevarlos a asegurarse de que todo estuviera en orden.

Italia tenía el rostro un poco verde, y, por extraño que suene, los ojos muy abiertos.

El rubio le ordenó a Feliciano que lo esperara en la oficina del doctor, en lo que él iba a hacer la inspección, teniendo que quedarse a solas con la "hermosa" Irma.

Mientras caminaba por el lugar, Ludwig observaba a todos los prisioneros, deseando que todo acabara pronto, no le importaría perder la guerra con tal de que todo acabara, costaba creer que en pleno siglo XX sucedieran cosas como esas, así como costaba reconocer que esos esqueletos andantes eran seres humanos.

-Y como le decía, señor… –la voz de Joseph Kramer sonaba alegre y entusiasta, Ludwig lo detuvo con un gesto.

-Ya vi suficiente, veo que todo está en orden, es usted un excelente oficial –le dijo, escupiendo las palabras y poniendo desprecio en cada sílaba.

Cuando regresaron a la oficina, Feliciano miraba con un intenso odio a la rubia, algo debía de haber dicho o hecho que molestara tanto al siempre tranquilo Italia.

-¿Nos vamos? –preguntó impaciente.

-Sí –le respondió el alemán.

-Pensábamos que quizá querrían tomar un refrigerio antes de irse y… -la voz de la mujer fue cortada por una mirada envenenada de parte de ambas naciones.

-No es necesario, señorita, estamos bien así, el Füher querrá saber que todo está bien aquí, y quizá concederles alguna condecoración a ustedes por su excelente trabajo –masculló Ludwig, sabía que debía sacar a Feliciano de ahí pronto, o algo malo pasaría.

-Por supuesto señor, permítanme acompañarlos a la salida.

Se vieron obligados a caminar junto a Irma Grese por un corto trecho, pero durante ese corto trecho, una de las prisioneras se acercó a Ludwig suplicando.

-S-señor, mi-hijo, po-r favor… -dijo con voz ronca.

Voz que fue callada por un golpe de la mujer, seguida un tiro a quema ropa en el cráneo, ante la mirada atónita del italiano.

-Que tengan buen día –se despidió en la salida- lamento que hayan tenido que presenciar algo así.

-Igualmente, señorita –dijo el rubio.

Debía de caminar unos cientos de metros hasta llegar al auto en el que viajaban, de modo que una vez fuera de la vista del personal de campo, Italia se inclinó sobre el suelo y vació todo el contenido de su estómago.

-Esto es horrible, esa maldita puta comenzó a decirme cuantas personas habían muerto en ese campo, ¡como si eso fuera algo bueno!

Agarró la mano de Alemania y se apoyó en él mientras entrelazaba sus dedos.

El rubio lo sostuvo lo mejor que pudo.

-Alemania, ¿qué es eso? –preguntó señalando con mano temblorosa a cuatro grandes chimeneas que se alzaban a lo lejos.

Ludwig no tuvo que desviar la mirada para saber a qué se refería.

-Son… las cocinas, Italia.

-Alemania, me estás mintiendo, no me mientas.

-Son… los hornos crematorios –dijo en voz baja.

El castaño no necesitó preguntar para que servían, sólo se aferró con más fuerza al rubio, temblando a causa de las náuseas.

-Espero que todo esto termine pronto, y espero que cuando lo haga, alguien recuerde que son humanos –dijo débilmente.

-Yo también…

Continuaron caminando hacia el auto, atrás, la muerte hacía su trabajo, de manera rutinaria y casi aburrida, aburrida de tanto tener que hacerlo.

Después de ese día, Ludwig juró que jamás volvería a llevar a Italia a un lugar así.


¿Qué tal? ¿Vale la pena? Si les gustó o quieren que cuente sobre algún hecho en especial, sólo tienen que dejarme un lindo review, y no duden que yo lo escribiré :)

¡Bye!