Hola~ Aquí reapareciendo. No tengo una excusa "valida" Solo diré: escuela y falta de inspiración. Después de este capítulo espero poder estar actualizando una vez por mes, porque con lo atareada que estoy, juro que el tiempo no me alcanza para casi nada. Y bueno, gracias por los review y por los favorites, que me siguen llegando con esta historia. Es hermoso saber que les gusta.

En este capítulo me centro principalmente en Matatagi. No se, tenía ganas de hablar sobre ella (él). Y la canción que me ayudo con la inspiración fue All the things she says de Tattu.

Espero que el capi sea de su agrado, y en verdad lamento no haber estado actualizando.

Disclaimer: Inazuma Eleven no me pertenece, es propiedad de Level-5.

Advertencia: Gender bender a lo largo de todo el fic. Lenguaje obsceno y algo vulgar. Posibles faltas ortográficas. (?)


Capítulo Siete: Lo que ellos dicen de mí.

Mamá mírame; dime ¿qué es lo que ves? Sí, he perdido la razón. Papá mírame ¿Alguna vez seré libre? ¿He cruzado la línea?

–Hermana, hermana. ¿Ibuki vendrá a cuidarnos? –pregunto el pequeño Shun con una enorme sonrisa en el rostro.

La muchacha guardo algunas pertenencias en una pequeña mochila de color verde, y volteó a ver al pequeño de ojos castaños, sonriéndole con ternura para luego revolver sus cabellos con cariño, un cariño que no demostraba con nadie más.

–Claro, esta noche le iré a buscar y vendrá a la casa. –El menor sonrió, abrazando a su hermana con fuerza, dándole un pequeño beso en la mejilla. –Ahora ve con Yuuta y dile que debe arreglarse. La cena estará lista en unos instantes. –Shun asintió con entusiasmo ante la orden de Matatagi, y corrió hacia su habitación, dando pequeños brincos.

Hayato sonrió con ternura, lanzando un suspiro, esperando a que el pequeño desapareciera de su campo visual para poder quitar esa sonrisa maternal que solía poner. Observo con atención su mano izquierda, centrando su mirada en esa profunda marca que allí poseía. Maldita fuera la hora en la que entro en ese mundo tan podrido y lleno de maldad, pero de no ser por ese trabajo que le ensuciaba las manos de vez en cuanto, no habría podido conseguir el dinero suficiente para cuidar de sus hermanos menores.

Para Hayato, la única razón para continuar en la vida eran esas dos pequeñas alegrías que le habían dejado. Su padre había sido asesinado por tener negocios con la mafia. Su madre se había largado con su amante y les había abandonado como si de basura se tratasen. Eso genero un rencor irracional hacia sus progenitores; no le habría importado si la abandonaban a ella, pero el haber desechado de esa manera a los dos menores, era algo que no podía ser perdonado.

Matatagi había conocido lo que eran las penas desde los 12 años, el día que su madre les había dejado a su propia suerte. La realidad le había llegado de golpe, estaba sola, con dos niños pequeños que apenas lograban hablar y andar. Intento no hundirse en la desesperación y tomo la responsabilidad de sus hermanos, esforzándose para lograr conseguir el alimento necesario.

En un principio logro conseguir alguna ayuda monetaria que le era brindada por una amable anciana que vivía por su hogar. Todo era más fácil; Matatagi estudiaba y la señora cuidaba de sus hermanos.

Una tarde la mujer falleció, dejando desamparados a los tres hermanos. El pánico comenzó a hacerse presente en la hermana mayor, que no sabía cómo responder a los cuestionamientos que los menores comenzaban a hacer: "¿Dónde están mamá y papá? Hayato no podía mentirles, pero tampoco podía decir la verdad.

A los trece, la castaña se hizo completamente responsable de Shun y Yuuta. Abandono la escuela para buscar trabajo, pero toda clase de oportunidad le era negada gracias a su corta edad. Desesperada, busco la opción más factible para obtener dinero: Robar. Era torpe en un principio, pero poco a poco se hizo toda una profesional que era capaz de atemorizar a cualquiera.

Conoció a Zanark dos semanas antes de cumplir los catorce. Ella intentó asaltarle y él trato de darle un tiro. Hayato lo esquivo a la perfección y de un movimiento logro inmovilizar a ese joven que le doblaba la altura:

– "Tienes potencial. ¿Por qué no dejas este mendigo trabajo y me ayudas?

Así, Hayato había terminado sellando un pacto de sangre, donde juraba lealtad a una de las bandas criminales más temidas y peligrosas de todo Inazuma.

–"Y si no lo cumplo, con mi sangre lo pagaré." –Esas palabras, ese pacto que la condenaba a obedecer fielmente a aquellos que el mundo consideraba como los "más peligrosos". Nadie dijo que meterte con la mafia era cosa sencilla. Ella y sus compañeros no tenían un contacto directo con la Yakuza, los únicos que realmente estaban involucrados eran el idiota de Zanark y su jefe. Ellos simplemente eran los encargados de repartir la mercadería a todos los puntos que les ordenaran… debían correr el riesgo de vender la droga que Zanark llevaba. –Maldita sea, nunca me habían pedido que fuera a recoger esa condenada basura. ¡Ellos saben que tengo que cuidar a Shun y a Yuuta! –golpeó con fuerza la pared, lastimándose ligeramente los nudillos. Llevo sus manos hasta su cabeza, acariciándola para así aminorar el dolor de cabeza que comenzaba a atacarle.

No confiaba en nadie para cuidar a sus hermanitos. Nadie, excepto un muchacho de cabellos blancos y ojos rojizos, unos ojos que la hacían suspirar sin que nadie lo notara. Uno que conoció por mero accidente, pero que comenzó a robarle el sueño sin siquiera hacer un esfuerzo.

–Hermana, hoy en la escuela me han felicitado. –Hayato sonrió con orgullo, sirviendo otro poco de arroz en el plato de Yuuta. –He podido decir las tablas del uno al cinco sin equivocarme.

–Felicitaciones Yuuta, siempre tan inteligente. –Le acaricio la cabeza, quitándole el pañuelo que siempre solía llevar. –Te he dicho que te quites eso cuando vamos a comer.

–Lo siento.

–Hermana, ¿Ya hablaste con Ibuki? –La mirada de ambos se poso sobre la mayor, quien solo titubeo un par de veces sin estar muy segura de que contestar. No sabía cómo pedirle a Munemasa que cuidara a los más pequeños, pues estaba segura que el más alto debía estar ocupado con el instituto.

–N…No. Te dije que iré a buscarlo. –Se puso de pie, dejando a un lado el delantal de color rojo que llevaba puesto. Arreglo un tanto su cabello y se dirigió a la salida. –Iré a hablarle. Cuando terminen de comer, dejen los platos en su lugar. Yo los vendré a lavar más tarde ¿Si? –Abrió la puerta, tomo sus llaves y un poco de dinero antes de irse. –Vuelvo más tarde.

Salió con rapidez, caminando por las oscuras calles de la ciudad de Inazuma, sin temor alguno de encontrarse en uno de los barrios más peligrosos. Nada podía pasarle, todos le temían y le respetaban por estar del lado de Zanark.

Avanzo por las casas maltrechas, los hombres que aun merodeaban por allí le veían con cierta curiosidad, a lo que ella solo respondía con una bonita sonrisa, mostrando un collar en forma de cruz que llevaba en el cuello… Todos reconocían esa joya y por lo tanto le temían. Porque meterte con Someoka y sus muchachos era como meterte con la misma muerte.

Llego hasta una casa de color blanco, ni muy grande, ni muy pequeña. A decir verdad era de las mejor cuidadas en todo aquel barrio poco pintoresco. Salto sin cuidado la verja de color verde que separaba el jardín de la calle y trepo por un árbol que allí había. Dio tres toques a la ventana que estaba en el lado izquierdo, la correspondiente al cuarto de Munemasa. Nadie salió a recibirla.

–Idiota. –Le maldijo, volviendo a tocar. Nuevamente su llamado fue ignorado. Hayato era bien conocida por la poca paciencia que poseía, por sobre todo con Ibuki. Luego de doce minutos esperando, pateo la ventada con fuerza, llegando al punto de romperla. Se adentro en el lugar sin temor de ser descubierta. –Munemasa, llevo doce putos minutos que abras la maldita ventana. ¿Dónde carajo est….

Su pregunta quedo en el aire al contemplar la habitación completamente vacía.

Oh. Ahora le debía la ventana a Ibuki.

Salió del lugar rápidamente, escapando de la escena del crimen. Nadie se enteraría que había sido ella la que había destruido la propiedad ajena. Comenzó a caminar, tomando su teléfono móvil para poder contactar al otro con más facilidad. Treinta segundos después, la contestadora de Munemasa tomaba su llamada.

– ¡Maldito hijo de puta! ¿Dónde te metes cuanto te busco? – anduvo unos cuantos minutos más, hasta que frente a ella, la respuesta a su pregunta fue dada, tal vez no de la manera que hubiera deseado.


Tomo otro trago a la bebida que le habían llevado. Su vista se paseo por todo el lugar, volviendo a preguntar por qué estaba allí. Las luces parpadeantes, la música a todo volumen, esos niños ricachones que tanto detestaba, alcohol por todos lados; que a pesar de que la mayoría allí presentes eran menores de edad, les era entregado como si de jugo se tratase; drogas. Todo aquello que él tanto detestaba, pero a lo que era adicto por la simple falta de algún adulto que le guiara.

– ¿Quieres algo más? –preguntaron a su espalda, haciendo que volteara. Una pequeña sonrisa se hizo presente en su rostro, allí frente a él estaba la única razón por la que había ido a ese lugar. Ella era la razón que lo arrastraba a aquel lugar, solo para poder admirarla durante unos instantes.

–Un poco de vodka está bien para mi, Masaki. –Le dijo de forma coqueta, a lo que la menor solo respondió con un pequeño bufido. –También quiero que aceptes bailar un poco conmigo–La de cabello azulado solo le saco la lengua en un gesto infantil.

–Te recuerdo que tengo trabajo. Y no deseo ser despedida.

–Pero cuando acabe tu turno… ¿si aceptaras bailar conmigo? –volvió a insistir, con cierto brillo en su mirada, cual niño pequeño. Masaki titubeo durante unos instantes sin estar segura de que responder. Era el momento para escapar de allí. Dio dos pasos hacia atrás, alegando que tenía más clientes que atender e intento emprender su huída, más la mano de Munemasa la detuvo.

–Ibuki…tengo trabajo. –Gruñó ella, intentando irse.

–Responde por favor.

La menor lanzo un suspiro, resignándose completamente. La opción era o respondía y tendría a Munemasa pegado toda la noche o no respondía e igual tendría pegado a Munemasa. Opto por la opción C que se formulo en su cabeza "Se cruel y despiadada".

– Bien…. –Los ojos de Ibuki se abrieron con ilusión. Ella le hizo un pequeño ademan con el dedo, como cuando vas a revelar un secreto y nadie puede escucharte. El más alto se agacho hasta llegar a la altura de los labios de Masaki –No lo haría. No me dan ganas de bailar contigo. –Kariya sonrió de forma angelical, alejándose de golpe de Munemasa, quien parecía haber quedado en shock ante la respuesta. –De igual manera, sabes que me agradas, nos vemos.

El muchacho reacciono a los pocos segundos. Bien, esa había sido como una patada en la espinilla. Intento detener a Kariya, pero esta ya había escapado.

No era la primera vez que eso pasaba. Era algo normal ver a Masaki rechazando a Ibuki, era hasta una broma entre sus amigos.

–Eso fue verdaderamente patético Ibuki –Volteó en busca del dueño de aquella voz. Encontró a Taiyo, que lo veía con una sonrisilla traviesa. Munemasa olvido unos instantes el trágico suceso y se acerco hacia el de cabellos anaranjados.

–Amemiya, tanto tiempo si verte. –Sin dudar, abrazo a su amigo, dando un par de palmaditas en la espalda. –Creó que la última vez que te vi, fue hace unos tres meses.

–Eres tu el que no se aparece por aquí. Desde que abandonaste la banda jamás volviste a aparecerte por estos lugares. Pero veo que las cosas no han cambiado mucho –la sonrisa volvió, haciendo que Ibuki gruñera y volteara hacia donde Kariya se encontraba. –Ella sigue sin quererte.

–Sabes que me gusta…desearía que no me tratara así. –Lanzo un suspiro, provocando que Taiyo rodara los ojos.

–Deberías dejar de ir tras ella. No parece interesada ni en ti ni en ningún hombre…Siempre ha sido rarita. –Y era verdad, desde que ellos hablaban con Tsurugi, Kariya parecía rehuirle a todos. Era amigable, mas nunca se comportaba de manera cortes.

–No le digas así.

–No la defiendas, sabes que es verdad. –El de cabellos blancos solo dio un golpe en el hombro de Amemiya, quien rió de manera divertida al ver que había ganado la discusión. Ambos estuvieron charlando durante bastante tiempo, poniéndose al día sobre todas esas cosas que habían ocurrido desde la última vez que se habían visto. Ibuki se entero que la banda de Tsurugi tenía presentación esa noche, por lo que Taiyo insistió que debía quedarse.

–No lo sé Taiyo…Tengo que irme antes de las 12.

–Tu madre no se dará cuenta que no estás… Anda, hace tanto que no nos ves tocar. Tú tienes problemas con Hakuryuu, no con nosotros. –Ante la mención del otro peliblanco, la mueca de Munemasa se deformo. Torció un tanto la boca. –Se que no lo quieres ver pero…

–No Taiyo. No me voy a quedar y menos si tengo que ver como tocan con ese imbécil. –Sentenció. El de piel blanca hizo un ligero puchero.

–Vamos, vamos. No le tendrás que hablar.

–No. Igual tengo que ir a hacer tareas. –No dejo que Taiyo volviera a hablar, dio media vuelta, ignorando completamente las palabras de su amigo. –Si gustas mañana podemos salir, tengo la tarde libre. –Se alejo rápidamente, abriéndose paso entre toda la aglomeración de gente.

Maldijo ligeramente a todas las personas presentes en el lugar por no abrirle el paso. De repente toda aquella música, todo ese alcohol, todo ese olor se le hacían demasiado apetecibles. Hakuryuu le caía como una patada en la entrepierna y todos los que le conocía lo sabían; pero pocos sabían la razón de ese odio irracional entre ambos peliblancos…eran medio hermanos.

El odio de ambos comenzó luego de enterarse accidentalmente de la relación que habían mantenido sus padres. Ibuki había encontrado algunos papeles donde hablaban sobre custodias y al parecer su "padre" –el cual no había conocido hasta hacia dos años – había perdido su tutela. Su madre no era la persona más responsable del mundo, solía pasarla con algún nuevo caballero cada día. Una noche había decidido preguntar sobre el paradero de su progenitor, a lo que la mujer, visiblemente ebria, había dicho que su ex- marido les había abandonado luego de conocer a una damisela de alta sociedad. Esa damisela curiosamente había resultado embarazada y sin dudarlo dos veces el señor Ibuki abandono a su actual familia para formar una nueva.

Ilusionado de haber encontrado a su padre, Munemasa había ido a buscar a su padre, más este lo recibió con una frívola mirada:

No puedo cuidarte a ti y a tu madre. Ustedes no fueron más que un error.

El error no había sido él. De no ser por la aparición de la madre de Hakuryuu, y si este no hubiera nacido, su padre seguiría junto a él. Su madre también alimentaba ese odio.

Ese niño te lleva solo unos meses…Tu naciste antes que él. Fue culpa de ella que tu padre nos abandonara.

Todo había sido culpa de Hakuryuu… Y él también se había mofado.

Mi padre nunca te reconocerá. Yo nunca te veré como mi hermano… No eres más que un estorbo.

Con todos esos pensamientos no hizo más que desear salir corriendo de allí. Deseaba olvidarse de todo, no deseaba escuchar de Hakuryuu…Ese tipo le arrebataba todo…Él había sido amigo de Kyosuke mucho antes que Hakuryuu apareciera... Él había entrado en Death Drop y Hakuryuu había llegado luego. No se soportaban, hasta que prefirió alejarse, dejar que Hakuryuu hiciera lo que deseara.

Ordeno un shot y lo llevo a su boca. Comenzaba a dolerle la cabeza de solo recordar esos sucesos. Maldito fuera Hakuryuu…maldito fuera.


Pip, Pip.

Diez segundos. Nadie le contesto. Treinta segundos y prefirió colgar.

No lo iba a admitir, pero comenzaba a preocuparse por la repentina desaparición de su amigo. Mordió la manga de su chaqueta y volvió a marcar al teléfono de Munemasa. Luego le gritaría como desquiciada por haberla tenido con el alma pendida de un hilo.

No era para más, Ibuki era una de las pocas personas en las que podía confiar ciegamente. Él nunca le traicionaba ni la obligaba a cuidarse la espalda por el temor que le daba ser apuñalada. Con Ibuki no actuaba falsamente, simplemente era ella.

– ¡¿Dónde mierda te metes puto animal?! –Gritó al aire. Quiso lanzar su móvil debido a la frustración, más prefirió calmar ese impulso.

–Deberías bajar la voz Matatagi. –La morena volteó alerta, dispuesta a sacar el arma que llevaba entre sus ropas. Se topo con un par de ojos color sangre, mirándole de manera divertida desde uno de los tejados del lugar. – ¿Qué haces despierta si mañana tenemos trabajo?

–No me espíes. –fue lo único que se limito a responder, dando nuevamente la espalda al de cabellos verdes. –Tú deberías estar arreglando las cosas Zanark.

–Todo está arreglado ya –De un salto bajo del tejado, sorprendiendo ligeramente a la de mechas azuladas. Le parecía extraño que Abalonic no se quebrara algo luego de realizar semejantes saltos…era demasiado peligroso. – ¿Buscas a Ibuki? – Pregunto de manera divertida, exasperando un poco a Hayato.

– ¿Te importa? –cuestiono algo mosqueada, lanzando una mirada asesina a su "jefe". Zanark solo ensancho su sonrisa.

–No lo vas a encontrar. Hace horas que se fue a ver a su "noviecita". –Esa palabra basto para que Matatagi dejara de ignorarle. Ella le volteó a ver con el rostro molesto. Era evidente que eso le había provocado celos, Abalonic lo sabía. Zanark era el único que parecía notar sus reacciones a con el peliblanco.

– ¿Qué?

–Lo que has escuchado princesa, el niñato se ha ido a buscar a su princesa a ese bar donde ella trabaja. Ha dicho que saldría hasta que terminara su turno. –Dijo de manera seria, tratando de no reír o Hayato pensaría que todo era una jodida broma como las que solía gastarle.

–No se fue con esa zorrita. –Gruño, enarcando una ceja. –De seguro debe estar ebrio en alguna cantina.

– ¿Con qué derecho llamas a Masaki zorrita? –cuestiono con una risilla. Ellos conocían perfectamente a la muchacha de cabellos azulados. Algunas veces había ayudado a Zanark, no en el tipo de favores que usualmente él pedía, pero si en cosas pequeñas. Era como amiguita para él. – Munemasa ha ido a verla. Acéptalo Hayato.

La morena apretó los labios, dando una vuelta. No le creía. No le quería creer al moreno. No entendía porque Munemasa seguía babeando por esa niñata; era fea, enana, no tenía ninguna pizca de gracia para arreglarse, no tenía curva… Además de todo, siempre parecía escapar de él.

–Ella no aprecia a Munemasa… ¿Por qué ese tarado sigue tras ella?

–Quien sabe. Dicen que él amor hace ciegas a las personas –Hayato soltó un fuerte gruñido ante las palabras de Zanark. Ella lo sabia mejor que nadie; el amor te hace ciego y estúpido. – Deberías aceptar que Kariya te ha ganado el cariño de Ibuki.

– ¡Ella no me ha ganado nada! –Gritó ofuscada, dispuesta a lanzar un puñetazo al moreno. Zanark ni se movió de su lugar. Tan solo enarco una ceja, mientras detenía el puño de Matatagi. –Además a mi no me interesa si ella e Ibuki son algo.

–Mientes tan mal Hayato. –Zanark acarició con descaro la mejilla de la menor. Ella alejo la mano del otro de un golpe, frunciendo totalmente el ceño. –Es tan fácil ver que mueres por el idiota de Munemasa. Pero ese parece tan encaprichado con Masaki que ni lo nota. –Rió con burla, molestando más a la morena. –Pobre Hayato…Tan enamorada pero ni siquiera parecen notarla.

–Cierra tu maldita boca –dijo entre dientes. Abalonic solo sonrió de manera juguetona.

–Admítelo entonces niñata. Admite que estas muerta de amor.

– ¡Tú no sabes nada Zanark! ¡No me gusta Munemasa! ¡No me importa si está detrás de esa zorra! ¡No me importa nada!

Una mueca de satisfacción se formo en el rostro de Zanark. Esa era exactamente la reacción que deseaba lograr. Soltó una risilla nasal mientras sacaba un cigarro de entre sus bolsillos. Con lentitud lo encendió, dando una fuerte calada, que luego exhalo sobre el rostro de Matatagi. Ella se molesto aun más.

–Si tan poco te molesta ¿Qué te parece si lo vamos a buscar?


Las 1:40 am. Casi pudo escuchar un coro celestial cuando su jefe le dijo que podía irse ya. Corrió a los vestidores y con rapidez se deshizo de ese incomodo uniforme para colocarse unos jeans y una sudadera unas tres tallas más grandes que la suya.

Ato su cabello en una coleta y aviso a Tsurugi que no se quedaría a ver la presentación. Solo deseaba dormir. Camino hacia la salida del lugar, mientras tarareaba una cancioncilla.

Mommy look at me; tell me what do you see? Yes, I've lost my mind. Daddy look at me Will I ever be free? Have I crossed the line?

Se detuvo al ver una figura tambaleante. Se sostenía de la pared del local, intentando caminar hacia la calle para así poderse marchar, mas su estado de ebriedad no lo dejaba dar si quiera dos pasos.

Algún ataque caridad fue el que hizo que Masaki se acercara al pobre tipo, caminando hacía él para así ayudarlo.

– Hey… ¿Estas bie….–Su pregunta quedo al aire al notar quien era esa pobre persona que se tambaleaba de manera patética. – ¿Munemas? –Él otro pareció tratar de reconocerla, mientras caminaba un tanto hacia ella para luego caer. Kariya lo sostuvo o al menos eso intento, pues cayó junto él.

–Masaki~ –canturreo con tono ebrio, abrazando a la menor. –Mi linda Masaki ha venido a rescatarme. –Kariya se removió con incomodidad, queriendo quitarse el cuerpo del otro.

–Quítate ya Ibuki –No le gustaba que los varones se le acercaran así. –Apestas demasiado. –Le empujo, logrando que cayera del lado. La más baja se puso de pie con rapidez. No podía dejarlo allí y en ese estado. Solo lo acompañaría hasta su casa. –Dame la mano. –Le exigió. Ibuki le miro ligeramente confundido, mas se limito a tomar su mano, tambaleándose ligeramente. Kariya tiro de él con fuerza. Le importaba una mierda si lo arrastraba a su casa, no quería tenerlo encima nuevamente.

El camino hasta sus casas fue más que una tortura. Llevaba al de orbe rojizo casi inconsciente. Tenía que detenerse a esperar que el otro regresara en si o de lo contrario no podría moverse. Además, Munemasa se le confesaba una y otra vez, a lo que ella prefería ignorarlo. De no ser porque Kyousuke apreciaba a ese idiota, ya lo habría dejado tirado en alguna banca.

–Vamos Ibuki –Le dijo mientras tironeaba de su brazo. –Solo unas cuantas casas más y te dejo tirado en el patio de tu casa. –El moreno se quejo ligeramente, trastabillando al moverse. Kariya lanzo un suspiro, haciendo una nota mental de no volver a ayudar nunca a un ebrio.

Cuando hubo llegado al hogar de Munemasa, intento lanzarlo al lugar, mas tuvo que limitarse a abrir la verja que dividía el jardín de la calle. En lo que realizaba esa acción, Ibuki aprovecho para abrazarle por la espalda, aferrándose con fuerza a ella. Kariya quedo de piedra, sintiendo un sudor frío recorrer todo su cuerpo. Trago con fuerza.

– ¿Qué carajo haces? –Gruño, sin voltear a ver a Munemasa.

–Kariya, te quiero. –La menor solo trago grueso nuevamente. Ese contacto comenzaba a incomodarla. Maldito fuera Ibuki, que se alejara o lo iba a recordó que nunca debía golpear a alguien que estaba ebrio.

–Ya lo sé. Quítate ya. –Ibuki la ignoro, simplemente la tomo por los hombros para luego voltear su pequeña figura con rapidez. Kariya comenzó a ponerse más nerviosa, la mirada de Munemasa estaba ligeramente perdida. – Que me sueltes.

–Masaki… –Comenzó a acercarse de manera peligrosa a la menor, quien había quedado de piedra. Su mente le comenzó a gritar que debía alejarse…esa situación no era de su agrado….Para nada. Comenzaba a tener miedo. –Te quiero –volvió a repetir.

Kariya no pudo reaccionar con rapidez. Los labios de Ibuki se habían posado sobre los suyos de manera más rápida de la que hubiera esperado. Comenzó a forcejear al segundo, empujando al otro con algo de fuerza, pero este pareció aferrarse con más fuerza a su cintura.

Necesitaba alejarse o iba a llorar.


– ¿Estás bien Hayato? –La morena ocultaba su mirada tras su flequillo mientras presenciaban esa curiosa escena. Munemasa aferraba con fuerza de la cintura a Masaki, quien parecía forcejear con desesperación. Zanark soltó un silbido. –Parece que no la quiere soltar.

–Si…eso parece.

Maldita zorra. Eso era lo que pasaba por la mente de Hayato. Nadie se metía con lo que le pertenecía…Absolutamente nadie y mucho menos una niñita como Masaki. Ella iba a hacer que Muneamasa dejara de pensar en esa niñata o de lo contrario iba a enloquecer. Prefirió irse antes de ir a tirar del cabello a Masaki…

Y se fue antes de presenciar el puñetazo que Kariya le propino a Munemasa.


So... ¿Qué les pareció? Lamento las posibles faltas y errores. Mi beta esta algo ocupada, por lo que decidí subirlo sin betear. Ya me dicen por un review si hay alguno, más que una ofensa, les estaría muy agradecida.

Ya saben, cualquier comentario, critica o alago será bien recibido, solamente que sin insultar o respondo (?).

Se les quiere~