Rosemary For Remembrance.

Story: Rosemary For Remembrance

Storylink: s/2215069/1/

Category: Naruto

Genre: Drama/Angst

Author: Sintari

Authorlink: u/607249/

Last updated: 10/18/2005

Words: 40119

Rating: M

Status: Complete

Content: Chapter 1 to 13 of 13 chapters

Source:

Summary: Hyuga is a house with many rooms. A Neji & Hinata centered fic. Expect madness, love, sex, and is the story of two lives and as such the parings will change. NaruHina, NejiHina. COMPLETE. Part One of the Invictus Arc.


Notas de traducción:

Bueno, aquí voy a poner mi disclamer: esta historia no me pertenece, es solo una traducción autorizada por el mismo autor con el que me puse en contacto y llegamos a un acuerdo.

Hace un par de meses caí seducida de nuevo por el mundo del fanfiction después de no tocarlo ni con un palo durante años. Tengo que confesar que no esperaba nada en concreto cuando empecé a leer Rosemary For Remmebrance y que lo encontré más por casualidad que por ganas cuando revisaba con indiferencia el material Nejihina de la página. Sin temor a sonar exagerada, podría escribir todo un ensayo para demostrarles por qué es tan buena esta historia, pero no hay mejor argumento para lograr eso que la historia misma, así que lo único que puedo hacer es invitarlos a que la lean.

El Nejihina tiene su gente y yo tengo que confesar que soy una de ellos. Aún así, y tras leer un millón de fanfics sobre la pareja y otras miles más (a mí me gusta leer como una posesa, y tengo un repertorio bastante amplio de universos que me encantan así que he leído MUCHO sobre MUCHAS parejas) tengo que decir que este es el mejor de todos, en todos los universos. Hasta ahora por supuesto. Siendo que me he leído novelas publicadas por editoriales y he comprado libros costosísimos que al final no logran escapar ni un poco de las manos del cliché, ahora puedo decir que este fic supera a muchos de esos libros y novelas, y puedo afirmar también, con total seguridad, que cuando termines de leerlo, sí así lo haces, vas a estar de acuerdo conmigo.

Amor, drama y tiempo. Excelente prosa, 12 capítulos y un prólogo. Este fic merece una traducción.


*Capítulo 1*: El color del agua.

Título: El romero es para recordar.

Autor: Sintari

Resumen inútil: La casa Hyuga tiene muchas habitaciones. Un fic centrado en Neji & Hinata. Espera encontrar locura, amor, sexo y asesinatos.

Rating: G para este capítulo; subirá a NC-17 en algún momento.

Genre: Hetero, supongo. Drama/Angst. Se mencionará Yaoi. Varias parejas.

Archive: Scimitar Smile

Disclaimer: Naruto no me pertenece.

Notas: el prólogo es una serie de viñetas que ayuda a los lectores a entender más rápidamente las vidas de los personajes antes de que empiece la verdadera historia en el capítulo uno.


Prólogo – El color del agua.

Al uno ensalza el vicio; en ruina y lodos despeña al otro la virtud.

Shakespeare, Medida por medida

Uno de los recuerdos más antiguos de Hinata es la sensación de la tierra bajo sus pies descalzos junto al abrumador olor de cientos de diferentes tipos de hierbas que sentía cuando ayudaba a su madre a trabajar en su jardín privado. Ese fue uno de los pocos episodios en los que no recordaba a su madre con el vientre abultado por el embarazo de Hanabi. Durante esa época, cuando Hinata tenía cinco años, Hyuga Himiko tenía que trabajar rodeando su pesado vientre y parar a descansar muy seguido. Pero en ese recuerdo, su madre se veía esbelta. Sus manos – que llevaban aún el valioso anillo de la familia, que tendría que ser cortado más tarde debido a la hinchazón de sus dedos justo antes del nacimiento de Hanabi – se movían con agilidad sobre las plantas, doblando una ramita por aquí, arrancando una hoja por allá. Algunas veces arrancaba un capullito de su rama y se lo metía a la boca. Hinata la imitaba, y así aprendería a saber cuándo estaba lista una planta para su uso, sin limitarse a verlas, sino también a saborearlas, tocarlas y olerlas. En su recuerdo, Hinata seguía después a su madre hasta el cobertizo donde tenía sus tendederos. Algunas yerbas, como la dioscorea y la raíz de gingseng, irían directo al horno a secarse, mientras que otras simplemente eran colgadas en los tendederos. Y la menta se iría directo a los bolsillos del delantal de Okaasan, porque a Otousan le gustaban en su té.

Pero lo que Hinata más recordaba de esos tiempos fue el cómo su madre se detuvo un día a ver como dos pájaros chapoteaban en la fuente. Hacía calor ese día, y Okasaan se había quitado la banda que usualmente usaba sobre la frente. Su madre se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano y Hinata alcanzó a ver algo bajo el flequillo.

"¿Estás herida, Okaasan?" Preguntó Hinata y alzó uno de sus pequeños dedos para tocarla. Su madre retrocedió como si alguien la hubiese abofeteado y, con mucha prisa, amarró de nuevo la banda sobre su cabeza.

Había muchas reglas en la casa, muchas cosas que no se debían tocar, o ver, o de las que no se debía hablar. Eso sí, Hinata podría confiar siempre en su madre para que la guiara a través de ese laberinto de decoro que confinaba al complejo Hyuga.

"No es nada", había dicho su madre con voz rápida y luego le sonrió. Sus ojos blancos no sonrieron, sin embargo, así que Hinata supo que había hecho algo malo. Hinata quería llorar, pero sabía que eso tampoco se le estaba permitido. Aún así, sus labios habían temblado y su madre lo notó.

"¡Hinata!" Espetó ella, con rudeza suficiente para hacer que Hinata se girara a mirarla rápidamente.

"¿Sí?"

Su madre la observó por un momento y entonces negó con la cabeza. "Lamento haberte gritado, pero funcionó, ¿verdad? Ya no vas a llorar".

Hinata se dio cuenta de que era cierto mientras asentía con la cabeza.

"Una mujer no tiene el lujo de llorar, jamás. Recuérdalo". Y Hinata así lo hizo.

Luego había seguido la mirada de su madre hasta la casa, justo a tiempo para ver a su padre salir. Él notó a su esposa y a su hija y les asintió antes de seguir su camino. Era miércoles en la tarde y Otousan saldría. En las noches de los miércoles Hinata y Himiko cenaban sin él. Hinata nunca lo admitiría pero ella siempre esperaba con ganas los miércoles. Comían por lo general en la cocina y no tenía que mantener tanto sus modales.

Okaasan vio a Otousan partir y Hinata vio a Okaasan. Cuando el padre de Hinata hubo desaparecido de su vista, Okaasan se giró hacia ella. Los dos pájaros abandonaron la pileta cuando su padre abrió el fusuma y ahora el agua era un charco tranquilo.

"Hinata", le dijo su madre con repentina urgencia en su voz. "Necesito que me escuches, ¿de qué color es el agua en la pileta para pájaros?"

Reflexionando seriamente sobre la pregunta, como hacía con toda pregunta, Hinata pasó un largo momento solo examinando el agua antes de por fin dar una respuesta. "Verde".

Su madre asintió y tomó una de sus pequeñas manos para guiarla hasta el porche desde donde podían ver el río Nakano. "¿De qué color es el agua en el río?" Le preguntó.

"Marrón".

Cuando entraron a la casa, su madre abrió la llave del agua en el fregadero y ambas observaron el agua que salía a chorro desde la llave.

"¿De qué color es?" Le preguntó su madre por tercera vez.

"Transparente", respondió Hinata y para cuando lo dijo se hallaba verdaderamente perpleja.

"Cierto". Su madre se había arrodillado hasta tenerla cara a cara, allí, en la cocina, con el agua corriendo en el fregadero. "El agua no tiene color. En la pileta se ve verde solo porque la pileta es verde. El agua del río Nakano es marrón por el lodo del río. El agua es pasiva. Toma el color de lo que la rodea, ¿entiendes? "

Hinata asintió, a pesar de no estar segura.

"Tú y yo," continuó su madre, "tenemos que ser como el agua. Recuerda eso, Hinata. Sé del color del agua".

Y Hinata asintió otra vez, a pesar de que en ese momento estaba más confundida que nunca.

"Heredera o no, esa es la única forma que tiene una Hyuga para sobrevivir", le dijo su madre con voz muy suave. Hinata nunca estaría segura de si las palabras de su madre iban, o no, dirigidas hacia ella en ese momento.


La primera vez que Neji vio a su prima Hinata pensó que era linda, como uno de los gatitos del establo que no le habían permitido llevarse a casa, así que se lo dijo a su padre. Neji tenía cuatro años y fue una de las últimas veces en las que dijo exactamente lo que sentía sin antes tener que calcular meticulosamente sus palabras.

Su padre se mantuvo en silencio por un momento, el discurso de Ojisan zumbando en el fondo. Finalmente, se inclinó hacia Neji y dijo, "de pronto todo sería más fácil si no pensaras eso".

A pesar de esas palabras, y como el discurso parecía no tener fin, sus ojos terminaron puestos de nuevo en la pequeña niña que se mantenía rígida en medio de sus padres y se apoyaba cansada contra la pierna de su madre. La niña pronto vio que él la miraba y a partir de ahí iniciaron una especie de competencia de miradas. Entonces ella alzó una manita y agitó sus dedos un poco, él hizo lo mismo. Y entonces ella le sonrió, una pequeña sonrisa, antes de enterrar la cara en el kimono de su madre. Y él le había devuelto la sonrisa y luego había subido la vista hasta su padre buscando su aprobación.

Pero Otousan no le estaba prestando nada de atención. En lugar de eso, él y Himiko estaban teniendo una lucha de miradas igual a la que Neji había tenido con su prima, excepto que ellos no se saludaban ni sonreían.

Tiempo después Neji no recordaría ese día así. Recordaría en cambio, que ese había sido el día en el que Hiashi le había hecho daño, a pesar de que el dolor se había ido después de unos días y de que por esa época él no había entendido el significado de las palabras que le decían que esa marca en su frente estaría con él por el resto de su vida.

Dos o tres días más tarde - menos de una semana -, después de los discursos y de su prima y de la dolorosa marca, vio a Hinata de nuevo. Estaban en el dojo para verla entrenar, o, como lo había dicho su padre, "ver de lo que es capaz este ratoncito". Esta vez, Neji la saludó y ella le saludó también para después esconder su mano rápidamente cuando el padre de Neji les dedicó una mirada de desaprobación.

Después de eso, Neji se había mantenido especialmente atento porque su padre le había dicho que ese día con seguridad aprendería algo importante. "¿Cómo voy a saber qué es eso tan importante?" Le había preguntado mientras, sentados con reserva, observaban a Hiashi entrenar a Hinata. Hasta ese momento el mayor se había limitado a guiar a la pequeña a través de un movimiento simple, un patrón muy básico que el mismísimo Neji había dominado hace tiempo. Aún así, se había sentido mal cuando Hiashi le gritaba, "¡tu movimiento de pies es muy pobre!", por tercera vez y ella se encogía bajo la aspereza de su voz.

"Lo sabrás", le había respondido su padre con calma y luego había respirado profundo antes de activar su Byakugan. Cuando era joven, Neji tenía pesadillas con el Byakugan. El Neji de sus sueños caminaba por la casa y en cada esquina estaría alguien que el conocía, sus venas hinchadas alrededor de sus ojos los transformaban en monstruos que lo perseguían hasta que bajaba a tropezones hasta la orilla del río Nakano.

Pero ahora, él mismo estaba aprendiendo a activar el Byakugan. Otousan le sostenía el espejo para que él pudiera ver cómo el chakra ensanchaba las venas serpenteantes alrededor de sus propios ojos. Aunque su técnica aún era imperfecta. Su visión se tornaba borrosa y no podía avanzar más que un par de pasos con el Byakugan activado antes de marearse y colapsar. Aún así, su padre le decía muy seguido que él había sido bendecido con mucho más que la sola habilidad natural de los Hyuga de los últimos mil años, así que Neji entrenaba todos los días hasta que su estómago le daba un vuelco por las náuseas y sus ojos tan especiales se aguaban y dolían.

"Escúchame, Neji. Hinata-sama, de la Familia Principal, tú vivirás para protegerla a ella y a la sangre Hyuga, ¿me entiendes?"

Él asintió con ilusión. Ella parecía ser alguien que necesitaba protección. Al principio pensó que esa era la cosa importante que iba a aprender ese día.

Y entonces pasó.

Su padre había apretado los puños fuerte y entornado los ojos hasta que no eran más que dos hendiduras que observaban a la pequeña niña maniobrando sus movimientos. Neji soltó una risita cuando la niña tropezó de nuevo y, antes de que en su cabeza un pensamiento sobre lo muy duro que esto estaba siendo para ella comenzara a formarse, su tío gritó algo y su padre cayó repentinamente al suelo apretándose la frente.

Neji había mirado hacia Hiashi en busca de ayuda, pero su tío solo se arrodilló con su mano agarrada alrededor de la nuca de su prima, manteniendo su cabeza inmóvil, forzándola a mirar.

"¡Observa bien!" Vociferó, y ambos niños obedecieron mientras el sufrimiento de su padre seguía y seguía.

Neji siempre se lamentó no haber encontrado el valor suficiente para haberles dicho a su tío y a su prima que miraran hacia otro lado. ¿Acaso no sabían que el dolor era algo privado?

Pero nunca perdonó a ninguno de los dos por haber presenciado los guturales gritos de agonía de su padre, la espuma blanca que se acumulaba en las comisuras de su boca o la patética manera en la que arañaba el jinjutsu de su frente que se había tornado negro y furioso.

Cuando creció se daría cuenta de que no había habido necesidad de la actuación de su padre en el dojo aquel día, ya que una semana después estaba atendiendo un funeral sin ataúd y esa fue toda la demostración que necesitó para saber que su propia vida estaba en manos de ellos.


El Byakugan es muy duro con las mujeres en muchos sentidos. Por ejemplo, una madre que lleva en su vientre un futuro portador del Byakugan casi siempre tiene un embarazo complicado. Y la historia de la familia Hyuga dice que siempre ha sido así.

Himiko insistió en explicarle esto a Hinata con sus propias palabras, cuando la matrona tuvo que ser llamada por tercera vez, igual que en las últimas semanas. El bebé quería llegar temprano, le había dicho a su hija. Pero eso significaba buenas noticias, porque eso quería decir que el niño muy probablemente sería bendecido con los ojos especiales de los Hyuga y a Otousan eso le gustaría.

Ella no le explicó cómo el extracto de corteza de algodón que se tomaba en las mañanas había terminado fallando en prevenir la concepción, o que, si el bebé sobrevivía, ella tendría que vivir y morir con el conocimiento de que uno de sus hijos estaba destinado a ser marcado con el mismo maldito sello que ella portaba en su frente. No le explicó tampoco cómo había hallado una correlación entre Hiashi describiendo las sesiones de entrenamiento de Hinata como una 'desilusión' y la frecuencia con la que su esposo se giraba hacia ella por las noches.

Y jamás le explicaría qué estaba haciendo el día que, cuatro meses antes, Hinata la había encontrado haciendo té con la corteza de cereza silvestre que supuestamente había recolectado para envenenar a los perros salvajes que algunas veces invadían la casa Hyuga durante el invierno.

Ese día, Hinata había apretado la tela de su yukata en sus pequeños puños mientras veía a Himiko arrojar el té, con tetera y todo, al río Nakano.

"¿Ves, Hinata?" Había concluido ella con ambas manos descansando sobre su pesado estómago mientras se sentaba en la cama, "el Byakugan es muy duro con las mujeres en todos los sentidos. Es difícil poseer ojos como los nuestros, especialmente cuando tanto de la vida de una mujer depende de que ella voltee la cabeza y haga como si no hubiese visto nada".

Himiko nunca sabía cuanto de lo que le enseñaba a Hinata de verdad se le quedaba a la pequeña. Y cuando consideraba eso, justo en ese momento, el bebé pateó de nuevo, enviándole un centelleante dolor desde su vientre bajo, recordándole su destino.


Los Hyuga se casaban jóvenes. Era el deber de la Casa Principal el mantener puro el linaje de los Hyuga y era el deber de los de la Casa Segunda el proteger ese linaje. Dado que todos los niños no primogénitos de la Casa Principal eran marcados con el sello maldito de los Hyuga, obviamente la segunda familia era mucho más grande que la principal. La mayoría de los matrimonios eran arreglados y se entendía de manera tácita que como las nuevas generaciones de la Casa Segunda comenzaban a divergir y a alejarse de la Casa Principal estos podían casarse con personas con ojos normales hasta que el Byakugan se extinguiera de su sangre. De esta manera, aquellos que poseyeran el Byakugan estaban unidos por lazos de sangre muy cercanos y habría siempre una fuente de parientes lejanos al Byaugan de los que el heredero podía escoger como su conyugue para engendrar un valioso sucesor.

Estos matrimonios no eran por amor. Himiko jamás vio a Hiashi fuera de eventos familiares hasta que su compromiso fue consolidado cuando ella tenía nueve y él trece años. Más tarde, Hiashi le confesó que no recordaba haberla visto ni una vez antes de que los presentaran a ambos en la ceremonia donde el padre de ella la entrego al cuidado de la Familia Principal. Después de eso él fue entrenado para ser un Gran Hombre y ella para ser la esposa del Gran Hombre.

Hinata se sabía todo eso porque su madre se lo había contado mientras descansaban sobre su futon una noche, ambas a la espera del nacimiento del bebé. Su madre se lo susurraba al pie de la oreja, agregando además aleatorios consejos sobre nunca llorar y el color del agua.

Y sobre voltear su cabeza y no mirar.

Una mañana de jueves durante el primer año de Hinata en la Academia, todos fueron de excursión al mercado. El punto del ejercicio era el de aprender a observar sus alrededores y pasar desapercibidos mientras. Sensei le había tocado la barbilla y comentado que ella debería de ser especialmente buena en eso, lo que había ocasionado que la atención de toda la clase se fijara sobre ella y la niña terminara escondiendo la cara entre sus manos. Hinata se dio cuenta, ya más tarde, de que Sensei se había estado refiriendo a la supuesta y excepcional habilidad de observación que poseían los portadores del Byakugan y no al hecho de que Hinata se había vuelta experta en lograr que nadie la notara.

Los pusieron a trabajar sobre la calle comercial donde el aire estaba denso de aserrín y del singular olor del cedro. Sensei pretendía estar riñéndolos por algo cuando, en realidad, todos debían observar la calle tanto como pudieran para luego reportarlo todo de vuelta en la escuela.

Ya en la Academia, esa tarde, Hinata olvidó mencionar al tendero que se había sentado en frente de su tienda con un jarrón de barro tristemente escondido tras su espalda o las manchas del gato que había saltado desde el alféizar de la ventana de un tercer piso hasta la marquesina de la carnicería.

Ni siquiera cuando Sensei le dijo en frente de la clase que reprobaría el trabajo si no hablaba, pudo ella reportar que había visto a su padre salir de un portal el cual, según se enteraría más tarde, llevaba al apartamento situado sobre el taller de un carpintero. No reportó a la mujer de ojos negros que lo había seguido hasta afuera, o la forma en la que Otousan le había acariciado la pálida mejilla con sus nudillos antes de girarse y caminar hacia el puente que lo conduciría sobre el río Nakano, hacia la Mansión Hyuga. Ni reportó la manera en que la mujer lo observó marcharse hasta que estuvo fuera de vista, con una mano apretada sobre un pendiente que caía sobre su corazón.

Los Hyuga se casaban jóvenes. No por amor.


La madre de Neji había muerto dando a luz a un niño que nunca respiró. Él sabía que ella se llamaba Reiko, que tenía ojos cafés y que sus cenizas se habían ido flotando hace tiempo por el río Nakano hacia el mar.

Ahora Neji estaba acompañando a su tutora, su tía Toshiko, al mercado porque, así no sirviera para nada más, sí que servía su espalda fuerte y Obasan estaba cuidando del nuevo bebé, lo que significaba, al parecer, que tenía que llevarlo cargado con ella a todas partes.

Acababan de escalar la colina que convenientemente escondía el mercado de las puertas del recinto Hyuga cuando Obasan le tiró a Neji el bebé en los brazos y salió disparada colina abajo, agitando sus manos frenéticamente para tratar de llamar la atención de un vendedor que halaba su único buey hacia el portón principal de Konoha.

Sorprendido, Neji apretó al bebé con ambas manos y lo sostuvo con indiferencia frente a él. El bebé comenzó a revolverse. Temiendo que pudiera despertarse, o peor, que comenzara a llorar, intentó acomodar al pequeño niño en sus brazos de la misma manera en la que había visto a Obasan y a las otras mujeres hacerlo, acunando su cabeza cubierta con un gorrito en el hueco de su codo, sosteniendo su cuerpecito envuelto con la otra mano.

Escuchó a Obasan chillarle algo desde el pie de la colina, "¡quédate allí, Neji! Ya vuelvo".

Asintiendo, porque ni siquiera por tener siete años Neji gritaría en medio de un lugar público de esa manera, se inclinó sobre el paquete que le habían dejado a cargo para estudiarlo con más cuidado. En medio de su afán por acomodar al niño, le había torcido su pequeño gorrito blanco. Cuando trató de ponerlo en su lugar, su pulgar acarició la frente perfecta. Esa frente que, en un par de años, ya no sería tan perfecta. Neji no entendía por qué Ojisan había abierto una botella de champaña para celebrar el hecho de que su bebé hubiera nacido con el Byakugan – a pesar de que Obasan no lo portara y se hubiese casado fuera del clan. Trazó un patrón – la forma del jutsu maldito – sobre la pequeña e inmaculada frente antes de poner el gorrito en su lugar.

Le estaría haciendo un favor a ese bebé si le rompiera el cuello en ese momento.

Y entonces el bebé abrió los ojos. Y por alguna razón que no pudo explicar, su mirada lechosa le hizo recordar la vez en la que un aguacero había causado que una paloma se quedara atrapada en el patio sin poder volar. Había pasado después de la muerte de su padre y esa noche tenía que atender a una cena en la Casa Principal con Obasan y Ojisan. El jardinero, que había estado tapando algunas de las inútiles plantas de Himiko atrapó a la paloma y estaba a punto de torcerle el cuello. Neji alcanzó a divisar los ojos del pájaro en ese momento. Enormes y opacos, exhalaban confianza, aún con las rudas manos del jardinero apremiantes sobre su cuello. Neji, mucho más pequeño en ese entonces, le había rogado al jardinero que la dejara ir hasta que éste le prometió que así lo haría. El viejo sirviente se había dado la vuelta para liberarla cuando su padre le llamó para que entrara a vestirse para la cena.

Esa noche, en la mesa de la Casa Principal, uno de los platos incluía una porción de carne en salsa de vino blanco.

"Esto está delicioso, ¿qué es?" Había preguntado Hiashi a uno de los encargados de la cocina.

"Paloma, señor".

Pero por supuesto. Estamos hablando de los Hyuga, después de todo. Neji no habría necesitado sus ojos especiales para ver que algo así pasaría.

Los grandes, redondos ojos del bebé eran como ojos de paloma. Como los ojos de su odiada prima Hinata cuando, con solo cuatro años de edad, había empujado lejos su plato y pedido permiso tímidamente para poder retirarse.


Cuando se volvieron a ver, Hinata lo saludó con la mano y Neji le dio la espalda.

Y así pasaron los años.


Continuará...