Cambios

Un año ha pasado desde que Ciel se volvió un demonio. Ahora que está solo con Sebastián, algo le aqueja, la mirada de mayordomo es diferente desde aquel día y él, por alguna razón, no lo soporta.

Diclaimer: los personajes de Kuroshitsuji no me pertenecen, solo la trama.

Capitulo 1

El sol ya estaba en el cielo, anunciando las primeras horas de la mañana en Inglaterra. En una mansión, mucho mayor que la mansión Phantomhive, se encontraba dormido un joven de 14 años, sus cabellos negros azulados sobresalían de las blancas sabanas de su enorme cama.

El silencio solo era roto por el canto de algunas aves en la arboleda cercana al edificio. Repentinamente, en la puerta de la habitación se escucho un leve golpeteo, alguien pedía entrar. Al no recibir respuesta, esa persona se dispuso directamente a entrar. Se trataba de un joven de aparentemente 25 años, cabellos negros como el carbón, ojos rojos como rubíes, piel blanca, rostro de rasgos finos y elegantes que encantaban a cualquier mujer que lo viera (y alguno que otro hombre), que vestía un traje negro de golondrina.

Traía consigo un carrito con un juego de te bastante exquisito que dejo cerca de la cama. Con paso elegante se acerco a las enormes ventanas y tomo las cortinas.

-Boochan, es hora de despertar- anuncio con su voz grave y cautivante, mientras separaba las cortinas de un azul oscuro dejando entrar la luz del sol que dio de lleno en el rostro del menor quien no pudo evitar soltar un leve quejido e intentar escapar de la luz ocultándose debajo de las sabanas.

Sebastián no pudo evitar esbozar una sonrisa ante esto. "Lindo" fue lo que pensó antes de darse cuenta como si le hubieran golpeado en el rostro de lo que había pensado, era una tontería, que un demonio llegare a pensar tal cosa de un… Novihs (un demonio nacido de un alma humana), que lo tendría atado por la eternidad como un mero mayordomo, dando un suspiro de molestia tuvo que acercarse a la cama y descubrir el rostro del chico. Este, viendo que su intento de reconciliar el sueño era frustrado, bufó por lo bajo y acabo sentándose en la cama mientras se estiraba. Detestaba que el mayor no hubiera perdido ya la costumbre de despertarle tan temprano; ya no era necesario.

El ojiazul se sentó en el borde de la cama para que Sebastián comenzara a vestirle. Este comenzó con la tarea rutinaria de quitarle la camisa a su joven amo, su rostro se mantenía impasible, sin siquiera esa sonrisa falsa que antes esbozaba "Antes". Ciel se quedo viendo los movimientos del pelinegro, pero lo que más llamaba su atención eran sus ojos, rojos como la sangre; por alguna razón le agradaba verlos pero la mirada que tenia… una mirada fría, desilusionada, hastiada, esa mirada, vacía, le desagradaba. Es más la odiaba.

No soportaba ver al rostro del mayor y ver esa mirada que se gravaba al fuego cada segundo que era dirigida hacia su persona. A pesar de que su rostro se encontraba tranquilo por dentro, poco a poco, la ira comenzaba a invadirle cada centímetro del cuerpo cada vez que era dirigida hacia su persona. Buscando evitar esto desvió su mirada hacia un costado, posándola sobre su propia mano. Su uñas, del más oscuro de los negros, le recordaban constantemente que ya no era un humano.

Lo vestía como todos los días. Aunque sabia el por qué no dejaba de asombrarle el hecho de que su Joven Amo aún continuara creciendo. Mientras quitaba la pijama no pudo evitar detenerse por una decima de segundo y contemplar la piel blanca y tersa del cuerpo del ojiazul. Inclusive como un demonio esta no perdía su pureza ni su aparente fragilidad. De esta emanaba el olor de las rosas blancas que utilizaba para el baño, combinándose perfectamente con su aroma natural, que por alguna razón parecía despertar sus instintos más salvajes.

¿Por qué? ¿Por qué se despertaban esos instintos? Realmente, el mismo no entendía que era lo que le sucedía. Utilizo su autocontrol, sin embargo estos deseos de tocar su piel blanca, de oírle pronunciar su nombre entre suspiros eran cada vez más fuertes y cada vez más salvaje e incontenible. Tan hundido se encontraba en sus pensamientos que no noto hasta tarde que el peli azul mantenía fija su vista sobre él, hasta que unos segundos después la desvió.

Así, en silencio, se mantuvieron durante todo el tiempo que tardo vestirle y arreglarle correctamente, cada uno perdido en lo más profundo de su mente hasta que finalmente tuvieron que volver a la realidad cuando el ojirojo ato el lazo del parche. Levantándose del suelo se dirigió al juego de té.

-Para hoy tenemos un Té Earl Grey -presento mientras servía el liquido caliente en una taza de la mejor vajilla y se la entregaba.

El menor recibió la taza con cuidado, rozando accidentalmente la mano enguantada en blanco. Ninguno lo mostro, ninguno entendía lo que sucedió, pero no le dieron mayor importancia. Ciel observó durante un instante el vapor de a taza entre sus manos.

Recordó algo: él antes pensaba que al igual que Sebastián necesitaba alimentarse de almas, pero el deseo de probar la comida, el chocolate principalmente, le hizo saber que no era así. Él si necesitaba comer, inclusive el pelinegro se lo había dejado claro.

-¿Cuál es mi agenda para hoy?- preguntó con voz monótona, mientras daba el último sorbo al té.

-Hoy no hay nada planeado, debido a que necesita descansar del entrenamiento de ayer- contesto el demonio-mayordomo mientras retiraba la taza.

Si, desde hacía unos ocho meses, Ciel le había ordenado enseñarle, entrenarle en cómo ser un demonio. Esto le extraño tanto como el hecho de que cada vez era más frecuente el hecho de que el chico se vestía solo en la mañana, se bañaba solo y hasta se metía en la cocina mientras él estaba en su cuarto descansando en su "tiempo libre". Al comienzo él se tenía que encargar de arreglar tanto las ropas como el desastre causado por el chico en el baño y en la cocina, sin embargo en unas semanas ya prácticamente no era necesario pues había mejorado bastante.

-Si eso es todo, me voy al estudio- anuncio finalmente Phantomhive bajando de la cama cruzando con paso elegante y firme la habitación deteniéndose frente a la puerta- No me moleste hasta que yo te llame.

-Oi (como ordene)- dio una elegante reverencia antes de verlo desaparecer tras la puerta.

Suspiro, finalmente, luego de cerrar la puerta del estudio y acomodarse detrás del escritorio. Giro el sillón hacia la ventana detrás de si contemplado el jardín, ese jardín oculto del resto del mundo por un espeso bosque que nadie se atreve a cruzar. Pasto bien cuidado de un intenso color verde, los rosales de un impecable blanco, la fuente con agua cristalina… era una hermosa vista, pero Ciel no la veía. Sus ojos se fijaban en el flujo constante del agua al caer.

Realmente, era odiosa, esa mirada. ¿Y si le ordenaba dejar de verle así? Se le cruzó por la mente hacia un tiempo, justo cuando esta paso de divertirle a molestarle, pero era imposible y una estupidez. ¿Ordenarle que no le vea al rostro jamás? Definitivamente no, le molesta eso pero lo sacaba de sus cabales que la gente le ignore o no le vea al rostro. ¿Qué hacer?

Un pájaro de un rojo intenso se poso sobre el borde de la ventana, justo frente a él. Este pareció quedársele viendo fijamente durante varios minutos, mientras él buscaba y analizaba cada una de las opciones disponible. "¿Qué debería hacer?" se preguntó finalmente, sin darse cuenta de que lo dijo en voz alta.

Repentinamente el pájaro se elevo, dejando caer una pluma roja. Abrió ojo sorprendido, le respuesta le llegó de repente, como un balde de agua fría la respuesta apareció ante sus ojos.

-Ha…Ha…ha- comenzó levemente, una risa leve, que luego se volvió una carcajada estridente que podría haber resonado en toda la mansión.

Como no lo vio, como fue tan tonto como para no darse cuenta. No. Si se dio cuenta. Desde hace mucho tiempo que lo sabía, pero lo había dejado en olvido. Lo ignoro completamente buscando escapar de ella.

"Solo queda esa opción ¿No?" Devolvió la vista a la ventana. Ya había escogido sus movimientos y era momento de comenzar el juego.

Él pondría las reglas, y solo él haría el Jaque Mate.

Sebastián se encontraba en su habitación, contemplando el techo recostado en cama. Su semblante tranquilo ocultaba la verdadera confusión que ocupaba su mente. No comprendía que era lo que le sucedía. Repaso con cuidado los últimos 12 meses. Desde aquel día en que se vio condenado a ser el mayordomo de un demonio.

Al comienzo, se encontraba frustrado: después de todo había perdido el alma que más anhelaba probar por culpa de aquel insignificante y patético humano, Alois Tracy. Durante las primeras semanas desde que abandonaron la mansión, Ciel le había dejado claro que no le importaba en lo más mínimo donde fueran sí que construyo, con magia, una nueva mansión en un lugar alejado de todo pueblo humano. Cercano a aquel campo de rosas negras y blancas.

Durante los primeros días se sorprendió al comprobar que aún luego de ser convertido en demonio, el menor requería alimentarse de comida humana y dormir como cualquier otro humano. Ese mismo día, decidió investigar más luego de que su Joven amo se durmiera.

Flash back

Una nube de plumas negras dio paso al apuesto demonio de ojos rojo fuego y cabellos negros. Se encontraba en una enorme de matices dorados, en cualquier dirección en la que se volteara se podían observar filas y filas de libreros completamente llenos de libros. El techo sobre él, no era realmente uno si no que era una vista perfecta del cielo nocturno en el cual todas y cada una de las estrellas resplandecían.

Sin embargo le dio poco o ninguna importancia a este hecho. En cambio, comenzó a caminar con paso seguro hacia la izquierda, adentrándose entre las filas aparentemente infinitas de estantes.

-Hace tiempo que no te veía, Cuervo- una voz femenina, que pareció resonar el lugar, pero que provenía de detrás de sí.

-Es un gusto volver a verte, Sofialesth- con un media sonrisa se volteo a ver a su interlocutor.

Parada en mitad de una encrucijada, sostenía en manos un libro. Seguramente era un libro nuevo recién publicado que ella tanto amaba leer. Era una joven que en apariencia tenía 17 años, de 1,65 m, cabello largo y lacio bicolor en negro y rojo, ojos negros con el borde del iris de un verde medio, de buen cuerpo, vestía un top negro que se anudaba al frente con un moño, una torera negra con mangas ajustada ¾, dejando su abdomen descubierto, unos shorts ajustados negros con bordes blancos y unas botas hasta antes de las rodillas. Usaba un par de lentes redondos y unos guantes negros. Cualquiera diría que era humana si no fuera por el par de cuernos (como los de Death Master) de color negro con rojo que tenía en la cabeza.

-Esta es la primera vez que veo tu apariencia humana- ella le dedico una sonrisa verdadera-Y. ¿Cuál es tu nuevo nombre?

-Sebastián Michaelis- contestó este mientras se acercaba a ella.

-Ese nombre es similar al del PadreSebastien Michaelis, un demonologó, quien clasificó los tipos de demonios en su época- comentó esta mientras acomodaba sus gafas dándole un aire de inteligencia- Aunque debo admitir, que el nombre te va bien.

-Impresionante. Justo lo que se esperaba de la Guardiana de la Biblioteca- le brindo una sonrisa amable, obviamente falsa, que a ella no le importo.

-Entonces, dime ¿Qué necesitas saber?- preguntó directamente mientras colocaba un marcador en la página en la que se quedo y cerrando el libro- Dudo mucho que hayas venido a saludar.

Soltó una leve risa, realmente lo conocía. Después de todo era una de los pocos amigos que tenía y quienes consideraba capaces. Se conocían desde hacía siglos después de todo.

-Sí, quisiera saber sobre los Novihs- fue directo, y su sonrisa dejo lugar a un rostro completamente serio. Sabía lo que sucedería a continuación y eso le molestaba.

-Humanos convertidos en demonios- dijo ella, más hablando para sí misma- Esto se debe a Ciel Phantomhive.

El pelinegro simplemente asintió. Sofialesth se volteo y comenzó a caminar por los pasillos, seguida de cerca por el mayordomo.

-Su libro se apareció hace algunos meses, debo admitir que fue sorprendente saber que algo así había llegado a ocurrir- con su caminar rápido ya había dejado atrás varias estanterías- Los Novihs son extremadamente raros, en toda la historia tanto humana como demoniaca, solo ha existido uno, hasta ahora. ¿Sabes a que se debe, no?

-Nacen de los contratos, y ningún demonio formaría un contrato por un alma que no comerá- respondió seguro para luego volver al mutismo.

-Así es, no sabemos demasiado pero tampoco ignoramos por completo- aclaró deteniéndose en un estante lleno de libros de distintos tamaño y grosores. Con un movimiento de su mano, desde lo más alto salió un libro que levito tranquilamente hasta ella- Este libro contiene todo la información, te será muy útil.

Recibió el tomo de las manos de la oji negro. Se trataba de un libro mediano tanto en grosor como en alto, su tapa estaba decorada por una imagen de un pentagrama atravesado por la espada demoniaca. A su alrededor había símbolos de un lenguaje antiguo formando dos anillos. Esa lengua era realmente antigua, incluso para un demonio de su edad y rango se le dificultaba el traducirlo pues era uno de los primeros idiomas que se habían empleado en infierno, mucho antes de que él "naciera".

-Como seguramente estás ocupado, te daré un leve resumen- atrajo su atención al ver el ceño levemente fruncido del pelinegro- Primero: a pesar de ser demonio aún conservan sus almas por lo que no necesita buscar otras para alimentarse, aunque si puede comerlas. Segundo: necesitan dormir. Tercero: sus heridas no se curan tan rápido como las tuyas. Cuarto: tienen gran habilidad para la magia, te sugiero que se lo enseñes, te daré algunos libros. Quinto: no te sorprendas si continúa creciendo, lo hará por lo menos durante dos años.

Mientras iba numerando Sebastián procuraba no perder ningún detalle pero al mismo tiempo procuraba estar atento a que su Boochan no despertara aún, esto se debía a que en ese lugar el tiempo no corría de igual forma que en el mundo humano. Fácilmente uno podía quedarse allí durante 50 años sin percibirlo debido a una disociación temporal que presentaba la Biblioteca para proteger sus ejemplares.

-Por último, ten cuidado- la voz de la oji negro-verde se volvió más seria-A pasado muy poco tiempo desde su cambio y su alma aún sigue siendo demasiado llamativa tanto para los demonios… como para los ángeles.

-Lo tendré en consideración- dio una leve inclinación de cabeza.

Sé que mantuvieron en silencio durante unos segundos, en los cuales sus miradas se mantuvieron fijas en los ojos del otro, parecía que ella intentara descubrir algo dentro de su mirada. Que pérdida de tiempo, no había nada que descubrir, nada que ella no conociera ya. De un segundo a otro se dio la vuelta y comenzó a caminar. Él por supuesto iba detrás de ella, pasando por otras estanterías fue moviendo sus manos a su paso. Con cada movimiento, un libro diferente bajaba de un estate diferente y de una altura distinta terminando en las manos del oji rojo. Eran libros de magia, antigua, moderna, negra, blanca, roja, hechizos y maldiciones.

-Sabes, "él" ya lo sabe- le dijo aun dándole la espalda y siguiendo con su búsqueda, ante esto frunció el seño- Está enojado, inclusive podría decir que está preocupado por como esto te afecte. Más porque se trata de ti, Sebastián. Debería hablar con él.

-Si eso es así, prefiero esperar a que se calme- contestó cortante sin dejar de fruncir el seño, tener que verle, más en esta situación, se le hacía insoportable.

-Eso, no es bueno. Mientras más espere, seguramente, más se enojara- afirmo ella negando con la cabeza para luego detenerse y voltearse a verle severamente- Claude Faustus y Hannah Annafeloz deberían ser castigados, pero como ambos están muertos, alguien debe hacerle frente por lo que sucedió. A ti te escuchara. No te matara ni castigara, después de todo eres uno de sus favoritos.

-Aunque lo pongas así…- dio un suspiro mientras llevaba su mano izquierda a su frente y balanceaba los 15 libros en la mano derecha- Lidiare con él… en otro momento. Gracias por los libros, lo devolveré tal y como me los diste.

-Más te vale- amenazo ella con una sonrisa- Eres de los pocos a que se los presto, no me obligues a quitarte de la lista.

El pelinegro esbozo una sonrisa digna de su ser demoniaco y desapareció en una nube de plumas negras.

Fin flash back

Suspiró cansado, ahora que lo recordaba ya habían sido más de 11 meses desde que dijo que hablaría con "él", pero desde entonces ni se le había cruzado por la mente el tener que hablarle o siquiera intentar hacerle llegar alguna información sobre lo ocurrido.

Sus pensamientos rápidamente abandonaron ese rumbo y volvieron a rememorar los acontecimientos que siguieron. Siguiendo el consejo de Sofialesth había comenzado a educarle en magia: hechizo, conjuros y maldiciones. Ciel resultó ser realmente hábil para aprender e implementar, en unos pocos meses ya era capaz de implementar magia de demonios de nivel medio, aún no lo alcanzaba a él pero había conseguido lo que a la mayoría le tomaban siglos y cientos de almas.

No se percato de la pequeña sonrisa arrogante que había aparecido en sus labios. Su Joven Amo continuaba superando sus expectativas y no dejaba de sorprenderle. Y eso solo se lo había confirmado cuando este comenzó a negarle el bañarlo y el vestirlo. Por supuesto atribuyo esto al hecho de que el enorme orgullo de su Amo se había agrandado al reconocer su nuevo estatus como demonio.

Iba a seguir divagando en sus recuerdos cuando la campana del estudio comenzó a repicar anunciando que su Boochan lo llamaba.

-Ahh… ¿Ahora, que querrá el Boochan?- suspiro mientras se levantaba elegantemente de la cama y acomodando su traje. En menos de un segundo ya se encontraba frente a la puerta del estudio.

Aún sabiendo que el oji azul podía percibir su presencia, no sería un buen mayordomo sino se anunciara antes. Toco suavemente la puerta dos veces. Un "adelante" se escucho del otro lado.

-¿Me llamaba, Boochan?- preguntó educadamente luego de asomarse por la puerta. Frente a él se encontraba el joven de 14 años sentado detrás del escritorio, mantenía su rostro seriamente tranquilo apoyado sobre sus manos entrelazadas, sus ojos tan inescrutables como siempre pero que al mismo tiempo mostraban firmeza.

-Sí. Tengo un recado que necesito que cumplas- hablo, y su voz resonó en la habitación hasta llegar a los oídos del demonio mayor.

-¿De qué se trata?- ocultó de manera perfecta un gesto leve de sorpresa.

-Quiero que escribas en un libro todos lo que aun te falte enseñarme- le hizo saber finalmente, luego de un pequeño silencio- Debe estar listo en tres días.

Bien, realmente era necesario que lo repitiera: Ciel Phantomhive seguía sorprendiéndole. Después de meses enseñándole, jamás le había pedido algo como eso, ni siquiera cuando aún era humano y él debía encargarse de algunas de las lecciones que sus profesores no podían darle. Algo planeaba.

Definitivamente alguna idea había surgido en la mente de aquel chico. Estaba seguro de que sin importar cual fuere, ya tenia planeado su siguiente movimiento y que no duraría en hacerlo y que no retrocedería.

-Me permitiría saber el porqué- con toda la elegancia y la educación de que era poseedor, expreso su duda.

-No es tú asunto. Simplemente hazlo, es una orden- usó las palabras claves para no alargar más la conversación.

Esas palabras le produjeron una leve molestia, dicha de manera autoritaria, orgullosa y petulante. Y aun así las palabras parecieron prolongarse en el silencio que se produjo entre ellos. Sebastián miraba fijamente a los ojos de su contratista, intentando averiguar qué era lo que este planeaba pero estos eran confusos, eran como los abismos oceánicos, uno solo lograba ver su superficie pero desconocía lo que se ocultaba en el fondo. Esa era una de las razones por la que Ciel le había atraído; se decía que los ojos eran las ventanas del alma, y los ojos frente a él eran como vidrios opacos que invitaban a hurgar y descubrir que era lo que ocultaba.

-Yes, My Lord- llevando su mano derecha al pecho dio una reverencia procedió a retirarse para comenzar a preparar el almuerzo para después encargarse de cumplir aquella extraña orden.

Apenas vio cerrarse la puerta y escucho los pasos firmes alejarse por el pasillo, dejo salir una sonrisa digna de un demonio que había estado reprimiendo desde el primer momento en que escucho el toque de la puerta.

El primer movimiento ya estaba hecho: la orden ya fue dada. Y el juego había comenzado.