El destino

Derechos: Los personajes le pertenecen a S.M., quien es la que nos hace soñar con cada uno de ellos, cualquier otro personaje que no sea identificado, es totalmente mío, como la historia.

*.*.*.*

(Sin betear)

Parte II

—Hola…— susurro bajito, él sonríe como siempre lo ha hecho y sus ojos brillan.

¡Estoy en casa!

¡Esos ojos verdes son mi hogar!

El intenta hablar pero sale un chillido, corro a ver un poco de agua y como venía haciendo todos los días; mojo algodón y lo paso por sus labios.

—¿Quieres más?— asiente cerrando los ojos, hago de nuevo lo del algodón, él sonríe.—No vuelvas a dejarme, ¿Entendiste?— asiente mientras la sonrisa ladina aparece en sus labios.
Me abalanzo sobre sus labios, están resecos pero con vida, los mueve un poco y me da acceso, he extrañado tanto el sabor de su boca.

—mmm…— picoteo un poco sus labios, no hemos dejado de ser fogosos y nos separamos por el holter que suena alterado. —No vuelvas a dejarme. — susurro antes de volver a atacar sus labios.

Luego de unos cuantos besos y que me cerciore que es verdad y que no estoy soñando, abandono la habitación para informarle al médico.

—Este todo ben señora. —Dice el médico tratante luego de revisarle los signos vitales. — ¿Puedes hablar?

—S-si. — dice asintiendo.

Su voz… tantas veces me la había imaginado y no le había hecho justicia aunque la tiene raposa.

—¿Nombre?

—Edward Cullen.

—¿Edad?

—25

—¿Estado civil?

Me mira, sonríe.—Casado. Felizmente.

—¿Hijos?

—Uno…— baja la mirada a mi ventee, sonríe, carraspea.—Dos.

—¿Nombres?

—Anthony Cullen y…— me mira, me encojo de hombros tratando de hacer caso omiso a la opresión de mi pecho ante la mención de mi hijo.— La que está ahí.— señala mi vientre.

El medico intenta evitar reírse pero falla.— Te estoy preguntando acerca de quienes conoces.

—¡Oh!— sus facciones se tornan preocupadas.

—¿Sabe por qué está aquí?— Edward lo mira desubicado, poco a poco el entendimiento llega a su rostro.

No, no, no… por favor. No preguntes, mi amor. A veces es bueno ser ignorante de una situación tan dolorosa, como esta.

—Cierra los ojos. Voy a hacer unas cosa y me vas indicando que sientes, ¿está bien?— Edward asiente pero antes de cerrar sus ojos, me mira y yo sé lo que quiere saber, sus ojos me lo dicen.

El nudo en mi garganta está cada segundo más grande.

¿Por qué no pensé en qué le diría a Edward acerca de la muerte de Anthony?

Quise patearme por no tener un plan trazado.

Carlisle se para a mi lado, pasa su brazo por encima de mis hombros, dándome el apoyo necesario para lo que se avecina.

—Esme está en camino.— Dice Carlisle en susurros, asiento viendo como el médico, quien encabezaba al grupo de doctores tratantes de Edward, hacia unos movimientos en sus piernas.

—¡Ouch!— Edward jadea moviendo un poco sus pies.

—Bueno, me alegra mucho que todo esté bien. Solo nos quedan ejercicios de rehabilitación, un poco de perseverancia y amor; te tendremos caminando por aquí.— Edward asiente sonriendo, esa sonrisa ladina que tanto había extrañado y aquella que mi hijo portaba orgulloso por haberla heredado de su padre.

No, no, no… Bella, no llores. Edward te necesita entera, emocionalmente entera… cuando se enfrente a la realidad.

—Mañana por la mañana iremos a hacerte unos exámenes correspondientes. El doctor Masen se encargara de hacerte cita con el fisiatra. — Carlisle asiente. Edward lo mira ceñudo, esta celoso, me lo dice su mirada y esa expresión maquiavélica que pone, aunque ahora me parezca lo más adorable del mundo.

—Entonces, Edward se va a dormir y mañana empezamos.— digo acercándome a su lado.
Beso su frente, con mis manos toco lo que puedo, aun me parece un sueño, un sueño maravilloso después de 5 meses verlo postrado en la cama, sin hablar, ver o moverse.
—Necesitamos hablar con usted, Sra. Cullen.— asiento al médico y volteo a ver a Edward.

¡Oh, mi amor…! Esos maravillosos pucheros que tanto había extrañado.

—Te portas bien.— lo apunto con el dedo como su fuera su madre regañándolo; el asiente pero ante de que puede hacer algún movimiento él juega su última carta: hace un pico para que lo bese y eso es lo que hago.

Pero esta vez fue suave, disfrutando del momento.

Salgo de la habitación con el corazón en la mano. No quiero dejarlo solo, me da la impresión que cuando regrese lo encontrare dormido, de nuevo.

—¿Has pensado qué decirle por lo de Anthony?— Carlisle tiene una mirada triste. Èl sabe que es perder un hijo.

—No.— sollozo. Me siento perdida, siento el dolor de Edward al enterarse que nuestro hijo no se encuentra con nosotros.

—He pedido ayuda a la doctora Angela Cheney para unos consejos.— asiento mirando hacia la puerta de la habitación donde esta Edward.

Es una sensación de alivio saber que ingresare y él estará esperándome, que podré abrazarlo, besarlo, aspirar su aroma, sus sonrisas, escucharlo… un leve suspiro de paz sale de mí.

Quiero reír pero a la vez llorar.

—No hay problema, Carlisle. Mejor para mí; sinceramente, no sabía como afrontar el hecho que tengo que darle malas noticias.

—Necesitara terapias y probablemente, en una semana podrás llevártelo a casa. Te daré las indicaciones impresas.— asiento.

Es bueno escuchar hablar de llevarlo a casa, es lo más maravilloso del mundo.

—¿Si pregunta por Anthony, qué le digo?— Carlisle mira a Alice, ella se encoge de hombros. Quiere hacer que nada pasa pero es un gran problema, Edward es una persona muy intuitiva y persuasiva.

—Si puedes darle la noticia sin ayuda… no hay problema, trata de ser cuidadosa pero si no estás preparada, trata de desviarle el tema. Es mejor que vayas a casa esta noche a descansar.— creo que la segunda opción es la mejor, ir a casa a dormir un poco. De todas maneras mañana lo tendré despierto y atacando con preguntas tras preguntas.

—Sí, es mejor. Vas a despedirte de Edward e iremos por Jasper.— asiento. Con Alice no se puede pelear, es relativamente peligroso. Tan solo queda asentir y bajar la cabeza.

Regrese a la habitación, Edward recorría con la mirada todo a su alrededor mientras un enfermera retiraba los aparatos que estaban conectados a su cuerpo y mantenían su estabilidad.

—¿Qué haces por aquí?— Edward frunce el ceño preocupado.— Deberias de estar en casa. Le he preguntado a una enfermera la hora y me ha indicado que ya es de noche.

Sonrío acercándome a su lado.— Vengo a despedirme de ti.— me siento en el filo de la camillas y lo abrazo enterrando mi rostro en el cuello de él.— Buenas noches, Edward.— mi voz sale distorsionada.

—He dormido mucho y no quiero dejarte ir pero tienes que hacerlo, tu rostro me dice que estas cansada.— asiento a sus palabras pegándome a su cuerpo.

Edward coloca su mano en mi vientre, nuestra bebe revolotea sintiendo su contacto.

—¡Se ha movido!— exclama sorprendido.

—Sí. Te ha sentido, siempre es lo mismo. Colocaba tu mano en mi vientre y ella comenzaba a revolotear.

—¿Ella?— pregunta sorprendido.—¿Una niña?— asiento.— ¡Oh, Dios! Tendré dos mujeres para proteger.

—¿Comenzamos con los celos?— enarco una ceja viendo como esos ojos verdes sueltan chispas de felicidad.

—Un poquito.— señala con su dedo índice y pulgar.— Y Antho ha de estar feliz, ¿no?

Lo miro sin saber qué decir. No estoy preparada para soltar una bomba , no creo que soporte el impacto. Aparte, no sé cómo reaccionara Edward ante la noticia.

No, no, no preguntes. Por favor…

—Es hora que duermas. Mañana hablamos todo lo que quieras. Necesitas descansar.— asiente pero sus ojos me dicen que no me salvare del interrogatorio. Parece un niño pequeño hace un puchero mientras termino de arroparlo con un beso en la frente.

—¿Bella?— cabeceo indicándole que siga hablando.— Te he extrañado tanto… es feo escucharte hablar y no poder contestarte.— lo miro con una sonrisa triste en ni rostro.

—Es feo no tener mi compañero de vida conmigo.— acaricio su barbilla.— te amo y si te sucede algo… — sacudo la cabeza tratando de disipar esos pensamientos negativos.— no podría vivir sin ti.

—No digas eso. Están nuestros hijos, ellos te necesitan.— le doy un beso en sus labios.

—Buenas noches. Hablamos mañana.— asiente haciendo otro puchero.

Si no fuera tan incómodo dormir en el sillón, lo haría. Tengo miedo de llegar al día siguiente y encontrarlo en coma otra vez.

Salgo de la habitación con un gran nudo en mi garganta.

Mañana será un día completamente jodido. Tantas noticias, tantas impresiones podrían causarle un colapso y ahora me doy cuenta de cuanta lo he necesitado.

El agujero de la pérdida de ni hijo sigue ahí, no tan hondo como al principio, pero esta, recordándome que una gran parte de mi está muerta y que jamás la recuperare.

Me encuentro con Alice y su esposo en el camino hacia el parqueadero; lea agradezco la distancia, provisionaría, que han tomado con Edward, para ellos ha de ser más difícil saber que su hijo y hermano ha despertado y ni siquiera ha preguntado por ellos, porque no sabe de la existencia.

Tengo miedo de las reacciones de Edward para con ellos. Él no es un chico rencoroso pero estaba muy resentido por su abandono y por haberle negado conocer a una verdadera familia, poder ser hijo, hermano, tío… aunque es el mejor de los padres.

—Estaba comentándole a Jasper lo emocionada que estoy por Edward.— dice una Alice sonadora. Ella más que nadie ha estado ansiando su despertar, así como yo.

—Estoy que no quepo en mi de felicidad. Es como si hubiera regresado un pedazo de mi vida.— comento sentándome en el asiento trasero del auto de Jasper.

—Cunada, Edward va a hacer que superes y que vuelvas a reír. Ya verás.— asiento suspirando. Nunca he dudado de las palabras de Alice, siempre se hace realidad lo que ella pronostica pero esta vez… lo dudo.

Mi hijo siempre estará en mi corazón, siempre y nadie hará que la parte de mi vida correspondiente a la de él resucite.

En el resto del camino a casa de los Masens vamos en silencio, cada quien sumido en sus pensamientos y yo debatiéndome en cómo o que decirle a Edward acerca de la muerte de nuestro hijo.

Decirle sin quebrarme en el acto.

Decirle sin un nudo en la garganta.

Decirle sin… decirle sin alguna emoción presente, totalmente difícil.

Me sentía impotente, quería gritar hasta quedarme sin voz, llorar hasta quedarme sin lágrimas, alarme el cabello hasta quedarme sin un pelo en la cabeza, morir por no ver sufrir a Edward.

Llegamos a la casa, soy la primera en bajar del auto, sin esperar a que alguien se una a mí.

Camino directo a la habitación que ha sido asignada para mí y por primera vez en estos 5 meses… quiero estar entre las cuatro paredes donde forme mi hogar.

Sueno con algún día abrir mis ojos y ver que todo ha sido una simple pesadilla. Que Anthony entrara por la puerta y saltara sobre Edward. Que hacemos nuestras actividades como cada día.

Pero sé que no es un sueño o una pesadilla, sé que es la realidad. La, puta y jodida, realidad.
Aquella que no nos permite tener un poco de cordura por cada uno de sus asaltos a nuestras almas.

Jadeo con falta de aire, me siento en el filo de la cama mirando hacia la nada. Ahora todo es más difícil que antes, todo el peso cae sobre mis hombros, mi familia depende de mí pero yo no puedo depender de nadie.

Necesito a mi Edward, lo necesito conmigo.

—¿Bella?— escucho la voz de Esme llamarme desde el otro lado de la puerta.—Te llaman por teléfono.

Limpio mis lágrimas antes de pararme e ir a atender el teléfono; abro la puerta, veo a Esme que tiene una expresión indescifrable en su rostro. Ella también está sufriendo a causa de su hijo.

—Gracias.— murmuro sosteniendo el teléfono. Esme asiente y se va, luego tengo que ir por ella, darle el consuelo que necesita. —¿Hola?

—¡Al fin, Bella!— escucho la exclamación de Rosalie, seguida por un suspiro de alivio.— He tratado de comunicarme contigo…

—Disculpa. He estado atareada, Edward despertó.— me siento en la cama con las piernas recogidas.

— Por eso mismo. Quería saber si necesitas algo. He tratado de comunicarme contigo desde que recibí la llamada de Alice pero tienes el teléfono apagado.

—Si, lo siento. Te necesito, amiga. Te necesito más que a nadie… tú siempre estas presente para darme una mano y yo te he tenido descuidada…— lloriqueo.

—No digas eso… nosotros sabemos por lo que has pasado. Te entiendo. Se tu sufrimiento… sabes dónde encontrarme cuando necesitas algo.

—Lo se, gracias. Necesito los pijamas de Edward… ropa. Quizás, mañana vaya a casa, ¿puedes acompañarme?

—¡Claro que si! Estaré recogiéndote en el hospital, así aprovecho y visito a Edward ¿Como esta?

—Bien, no hay daños cerebrales pero mañana le harán todos los exámenes. Ha estado preguntando por Anthony y…— mi voz se quiebra.— No sé qué decirle. No sé qué hacer. Estoy desesperada… Rose… ni siquiera sé si soy capaz de darle la noticia.

—Calma, Bella. Tienes una bebe que depende de ti y recuerda que todas las emociones fuertes le hacen daño.— asiento ante sus palabras.—Mañana a primera hora estaré acompañándote en el hospital, ¿sí? Recuerda que te amo.

—Igual, gracias. Adiós, Rose. Estoy muerta quiero dormir.

—Adiós amiga, descansa.— el tono del teléfono me indica que ha cortado.

Dije que iría por Esme pero estoy tan cansada que solo quiero enterrarme entre las colchas y olvidarme que el mundo existe.

¡Mira, mama! — grita Anthony. Estamos en el parque, el día está completamente hermoso… el sol brilla en el cielo y las nubes son de un color azul claro.—¡Mama, no me atrapas!— rio al ver a mi hijo correr.

¡Ahí voy!— grito mientras me pongo de pie para ir detrás de mi hijo.

¡Mamá, Anthony va a correr más rápido!— miro hacia abajo una niña me sujeta del suéter, no se quién es, pero me dice "mamá". Sus ojos verdes se me hacen conocidos…

Marie, deja que mamá juegue con Tony un rato.— la regaña Edward que viene con un gran pastel entre sus manos, sonriente.

¡Pero ella tiene la escayola!— frunce los labios, Edward ríe divertido pero la niña… ella está enojada, los ojos verdes están oscuros del coraje.

Cariño, debes dejar de ser sobreprotectora con mamá.— Edward acaricia el cabello castaño de la niña.

¡Mama, vamos a jugar!— grita Anthony desde las hamacas del parque, sonrió, mi bebé está conmigo. Todo fue una pesadilla, una maldita pesadilla.

Siento una patada en mi vientre, es muy fuerte, jadeo, toco y lo siento muy abultado… otro jadeo sale de mí, ¡Estoy embarazada!

Abro los ojos, miro la habitación que esta oscura, suspiro.

Tan solo fue un sueño.

Un, raro, sueño.

Miro el reloj, ¡las 5 am! ¿qué hay con mis sueños? Últimamente se dedican a imponerme miedo, confundirme y estar alerta en todo.

Recuesto mi cabeza sobre la almohada mirando al techo, pensando en cómo será el día. Uno muy distinto a los anteriores desde hace 5 meses, debido a que nunca había pasado por una situación así.

Nunca supe que era recibir una noticia o darla, ya que nunca tuve la familia que se supone que toda persona debería tener.

Aun así, me arriesgue a querer conformar la mía, con amor y paciencia, respeto y cariño, con todo lo que se supone que debería tener una familia y sin embargo, todo se fue a la ruina cuando creí haber llegado a mi final feliz de cuento de hadas.

Intento dormir pero el sueño ya se ha marchado muy lejos de mí, tan solo dejándome con la sensación amarga y extraña.

Esta semana había estado sonando con las mismas personas: Edward, Anthony y esa niña llamada Marie, pero este sueño fue muy raro. Anthony tenía la misma edad de la niña eso se podía ver a simple vista.

—Bebe, tu madre se a volver loca hoy.— acaricio mi vientre y siento como mi niña patea, quiero entender que esa es su manera de comunicarme, de decirme "mami, no te vuelvas loca. Estoy aquí".— ¿cómo crees que se lo tomara tu padre?— otra patada, acaricio los diferentes lugares que reciben la "respuestas" de mi niña.

"Estoy en el hospital. Ya sé que es muy temprano, tomate tu tiempo y únete a mí a la hora que desees. Solo recuerda que te necesito a mi lado. — Bella."

Guardo el celular en mi bolso mientras avanzo por los pasillos de aquel lugar que he odiado tanto en mi vida. El hospital que ha visto cada una de mis tristezas en tanto tiempo.

Justo este día mí niño cumplía 5 meses, quiero ir a visitarlo, como lo he estado haciendo todo este tiempo.

—Sra. Cullen, la doctora Cheney la espera en su oficina.— asiento a las palabras de la enfermera.

Desvío mi camino hacia donde está la oficina de la psicóloga, es demasiado temprano pero ha sido como enviada del cielo porque en mi cabeza iba inventando los mil y un cambios de temas para Edward.

Golpeo con mis nudillos un par de veces la puerta blanca antes de que sea abierta y una mujer, alta, cabello oscuro y grandes lentes aparezca al otro lado. Es joven, muy joven.

—Buenos días, ¿Doctora Cheney?— asiente regalándome una sonrisa genuina, nada de pena brillando en sus ojos. Me gusta.— Soy Isabella Cullen.

—Claro, Sra. Cullen, adelante.— ingreso detrás de ella a la oficina, igual a la de Carlisle.— Me imagine que me necesitaría a primera hora, ¿no?

—¡No se imagina cuanto!— gimo enterrando mi rostro entre mis manos.

—Cuénteme… ¿cómo ha sido la relación del Sr. Cullen con su hijo.— recoge una libreta que está a su lado junto a un lápiz.

—Ha sido el mejor padre del mundo. Su relación era muy apegada…— susurro con los ojos aguados por la tristeza.

—Entiendo. Mire, lo único que podemos hacer es decirle lo más pronto posible. Está embarazada y eso apaciguará un poco las emociones; también tenemos otra cosa pero no se si es positivo: sus padres.— suspiro.

—Es algo que no podré decirles a ciencia cierta.— paso una mano por mi cabello.— nunca ha hablado de sus padres… solo cuando me entere que estaba embarazada, dijo "nunca tuve una familia de padre y madre, todo siempre ha sido tu pero prometo ser un buen padre en todo lo que pueda." Esas fueron sus palabas exactas. Creo que hay un poco de resentimiento…

—Lo sé y por lo que acaba de decir, el Sr. Cullen tiene un buen corazón. Conozco a muchas personas criadas en orfanatos, en la calle, sin familias u se asustan con la idea de ser padres. Sin embargo, él no se ha tirado para atrás. Cuantos niños abandonados por los miedos de los padres, aun teniendo familia.— asiento, todo lo que dice la doctora es verdad.

—Pasamos por muchas situaciones, muchas -que ahora me rio- fueron absurdas o in poco ilógicas. No sabíamos nada de cómo cuidar de un niño. Si no fuera porque me gustaba ayudar en los cuneros… Edward perdió su trabajo por procurar hacer la dieta que el medico envió en mis comidas.— sonrío sacudiendo la cabeza algunas veces. Todos y cada uno de los recuerdos fueron geniales, sin importar las noches enteras de llanto, donde ambos nos amanecimos sin saber qué hacer.

—¿Entonces, está preparada?— pregunta, asiento con lágrimas en los ojos.

—Solo una cosa.— ella se queda a medio levantar de su asiento.— No me llame de usted, prácticamente somos de la misma edad.

—Esta bien, Isabella…

—No,— la interrumpo.— Bella, solo Bella.

—Bella.— asiente.— solo Angela.— ambas reímos.

Caminamos hacia su habitación, con miedo acerca de su reacción con todas las noticias que íbamos a darle.

Por in momento quise regresarme a la oficina de Angela y no salir jamás de ahí, quise ser cobarde y refugiarme en cualquier lugar lejos de Edward para no ver su sufrimiento unirse al mío.

Ingreso a la habitación.— Señor, por favor. Todavía es muy temprano para que su esposa venga. Acuérdese que ella está embarazada y necesita cuidado.— una enfermera lo está regañando como a niño pequeño.

Edward es muy impaciente, me compadezco de ellas, acostumbradas a verlo dormido y ahora, de seguro, quieren sedarlo hasta que le den el alta.

—Tranquila, Jessica. — digo ingresando. Quiero reganarlo también, pero a la vez comérmelo a besos por ese hermoso puchero que está haciendo.

—Señora, que bueno que está aquí. El Señor Cullen ha sido un señor muy exasperante.— rio. Si, ya están desesperadas.

—Yo no soy exasperante. No sabía la hora y pensaba que era muy tarde y que no vendrías.— se excusa rápidamente.

—Aquí estoy, ¿no?— me siento a si lado.— Ella es la doctora Cheney. Esta aquí porque hay algo que queremos conversarte.

—Mucho gusto doctora.— sonríe.— ¿me dará el alta? Quiero ir a mi casa con mi familia.

—No, yo soy otra clase de doctora. Estoy aquí dando apoyo a su esposa.

—Entiendo.— asiente.— ahora, que quieren informarme.

Miro a Angela suspirando, llego el momento de la verdad sin dar vuelta atrás.

—No sé cómo darte esta noticia, Edward. Quiero que sepas que he sufrido este tiempo sin ti, que esto ha sido lo más duro que he pasado en no vida y que cada día pedía levantarme y verte a mi lado sosteniéndome y calmando mi dolor.— el esta impasible pero puedo apostar que esta imaginándose miles de escenarios en su mente.

–Quiero que seas fuerte, por el bien de todos. Este dolor nunca se ira, siempre estará presente haciéndonos acuerdo que perdimos a una persona demasiado importante en nuestras vidas, que seguiremos siendo la familia que somos pero sin él y que nuestra bebé no ocupara su lugar, tan solo nos ayudará a sobrevivir.– Trago fuerte. La expresión de Edward es indescifrable, no sé qué siente, ni que piensa y eso me exaspera.

Una lagrima rueda por la esquina de su ojos derecho, le sigue otra del izquierdo, en un abrir y cerrar de ojos lo tengo sosteniéndome fuerte entre sus brazos sollozando.

—¿Por qué?— pregunta con su rostro hundido en mi cuello.— ¿Porque él y yo no?

—Quizás, el destino lo quiso así. Quizás ya no había vuelta atrás. Fue un Ángel requerido en el cielo, mi amor.— mis lágrimas pugnan por salir pero debo ser fuerte, por él, la bebe y por mí.

—¿Cómo?— me tenso, eso no quiero decirle.—¿Como, Bella?

—Eeeeh… u-un golpe en la cabeza. — alza el rostro, la nariz roza con la mía.

—¡Por mi culpa!— se jala el cabello, niego.

—¡No, no, no Edward!— sostengo su rostro entre mis manos.— Escúchame, no es tu culpa. Eso ya estaba escrito, bebe. Ahora Anthony nos cuida desde el cielo.

— ¡Escúchate, Bella!— grita haciéndome sobresaltar, no le digo nada porque está dolido, tal como yo lo estoy.— pareces una gitana de cuarta leyendo el tarot. No es ningún destino, es mi culpa, ¡mi maldita culpa!— cae entre mis brazos llorando.

—Edward, te necesito, mi amor. Necesito tu apoyo, tu amor… he estado todos estos meses estoica por ti, pero ya no puedo más, bebe. Te necesito a mi lado… ahora más que nunca.— lo abrazo fuertemente, con miedo de que algo le suceda. No me lo perdonaría.

—Fue mi culpa, hubiera sido yo. Eso era lo mejor, yo tener que cuidarlos desde el cielo, no él a nosotros. Bella, mi niño. El mejor hijo del mundo. Mi bebe… ¡mierda, Bella! Yo debería estar muerto, no él.

—Escúchame, Edward. Te necesito a mi lado, ya no aguanto más todo esto que estoy pasando. Te necesite tanto y lo sigo haciendo. Solo no me dejes, mi amor. Superemos esta etapa juntos, tratemos de reformar nuestra familia. Tenemos una niña en camino que necesita a sus padres. No estamos solos, solo danos la oportunidad de continuar con el lado de nuestro corazón que no está muerto. Por favor…— Edward asiente cerrando sus ojos. Paso mis dedos por el contorno de su rostro, beso sus labios y le demuestro todo el amor que jamás se ha apagado por él.

—Hay otra cosa…— Edward abre sus ojos, indicando que continúe hablando.— tus padres… ellos han aparecido.— él iba a hablar pero se lo impido poniendo mis dedos en sus labios mojados por las lágrimas.— déjalos que se expliquen, por favor…

—No ahora, un dolor a la vez. — murmura.

Ese mismo día, Edward comienza con su rehabilitación.

El se esfuerza día, tras día. Hemos hablado acerca de no regresar a vivir a la misma casa, así que me toca buscar un lugar donde podamos sobrevivir. Tenemos el dinero de Edward pero eso es poco para todo lo que necesitamos.

—Hoy te dan el alta. Rose dice que podemos estar en su casa hasta que tengamos un lugar.— digo dando pequeños masajes en sus piernas que están volviendo a ser tonificadas.

—Detesto ser estorbo para las personas.— dice refinando. Desde el día que se enteró de la muerte de nuestro hijo ha estado así y me duele verlo tan vulnerable.

—Tenemos la casa que tus padres nos ofrecieron.— digo encogiéndome de hombros.
Edward todavía está un poco resentido con su padre, aunar sabe -por mi boca-la razón por la cual ha sido criado en un orfanato.

—No quiero dar lastima, Bella.— sonrió y beso sus labios.

—No es lastima, son tus padres y quieren resarcir todos los años pasados. Ya quisiera yo tener a los míos.— doy un empujoncito en su hombro.

—¿Iremos a recoger las cosas a la que era nuestra casa?— cambia el tema, ruedo los ojos.

—Si, pero prom…

—Te lo prometo, Bella. No decaeré, te tengo a ti y a nuestra bebe a mi responsabilidad. Le jure a Dios y a ti que nuestra familia estará sobre todas las cosas.— quiero llorar pero no lo hago, no delante de mi esposo que ha sido el principal afectado pensando que es el culpable de la muerte de nuestro bebe.

—Solo acepta la casa, así no estaremos de recogidos en ningún lado. Por lo menos, hasta que encontremos un lugar donde podamos pagar nuestras propias cosas.— el asiente y lo abrazo fuerte.

Mi hombre, al fin tengo a mi hombre aquí, a mi lado, ajustándome a su cuerpo.

—Te amo y por ti hago lo que sea, por nuestra familia.— me besa en los labios. Hace mucho tiempo que no pruebo sus labios.

Ingresamos a nuestra casa, todo está tal y como lo dejamos ese día.

Puedo cerrar los ojos y escuchar los gritos, pasos apresurados y risas de nuestro hijo.
Un nudo en la garganta no me permite hablar.

¡Mamá, papá dice que me llevara a Marte! ¿Podemos ir?

Trago fuerte sujetando a Edward por la cintura, sus piernas aún están débiles y no quiere utilizar una silla de ruedas.

—Sacaremos ropa y nada mas.— digo dirigiéndome a nuestra habitación.

Siento los pasos pesado de Edward detrás mío.

Flashback on
—¡Bienvenido a casa, pequeño Anthony!— susurro Edward al ingresar a nuestro hogar.
Estaba completamente atemorizada pero a la vez muy feliz, al fin tenía a mi hijo entre mis brazos.

El rostro de Edward no se podía comparar con la felicidad porque era algo más que eso… era una emoción difícil de explicar que nos rodeaba a nosotros, llenos de paz.

Flashback off

—¡Yo voy!— grita Edward desde la cocina para que no me mueva, mi vientre está a casi reventar a solo 2 semanas de que nuestra nenita nazca.

Escucho voces pero estoy tan cansada que no tengo ganas de levantarme a saludar, últimamente teníamos muchas visitas: Emmett y Rosalie. Estaban siempre pendiente de nosotros.

—Hola, Bella.— susurra Esme al entrar a la sala, estoy completamente sorprendida ya que, por lo general, yo iba donde ellos a visitar.

—Hola, Esme.— sonrió intento levantarme pero ella corre a mi lado para impedir que me ponga de pie.—¿Edward los invitó?

—Si, estoy tan feliz. Aun me parece mentira escucharme la voz titubeante invitándonos a cenar esta noche.— los ojos de mi suegra brillan de felicidad.

—Para mi también es sorpresa. Con la única que logra conversar es con Alice.— lo busco pero solo estamos ella y yo en la habitación.

—Fue con Carlisle a auxiliar a Jasper que se ha quedado botado con el auto.— mi sonrisa es mas grande que mi cara, lo apuesto.

Tengo ganas de levantarme y brincar en un solo pie, bailar y cantar de felicidad ese era un gran avance en él, uno que he ansiado mucho ver.

—Me alegro.— susurro con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Ya tienen el nombre?— pregunta Esme acariciando mi vientre, mi bebe se mueve pero siento una doble patada.

—Si, pero Edward no ha querido decir. Tengo miedo que se le ocurra ponerle un nombre raro. En el orfanato le puso a una niña Petronila… es tan loco.— Esme me mira risueña. Ella ama escuchar historias de Edward cuando era pequeño y yo disfruto contándole todo.

—¿Y aceptaron ese nombre?

—Era el engreído de la madre superiora. Todo lo que él quería, se hacía.

—Por lo menos fue querido.— sus ojos se aguaron al recordar que le arrebataron a su bebe de tan solo 3 meses de edad.

—Le falto el amor de sus padres pero ten por seguro que todavía no es tarde.— sostuve sus manos en medio de las mías.

—Me alegro que nos haya llamado. Me estaba desesperando mucho, por poco y yo sucumbía a los deseos de hablar con él.— asiento.

Nos pusimos a conversas más cosas sobre la bebe, hasta que llegaron todos a la casa, riendo y comentando como lograron retirar el auto del gran hueco que se había metido.

La cena fue amena, con la felicidad irradiando entre nosotros, tan solo faltaba mi chiquito para estar todos completos… pero desde que habíamos ido a casa, comprendimos que llorando a nuestro hijo no íbamos a solucionar las tristezas y que una personita venia al mundo necesitando de ambos padres.

Epilogo.

—Tenemos que hacerte cesárea, Bella. — me informo el medico entrando con unas enfermeras para prepararme.— Hay algo obstaculizando la salida del bebe.

—Lo que sea, doctor.— dijo Edward desesperado a mi lado.— Estaré a tu lado, mi amor.— susurro en no oído.

—Te amo.— dije con los ojos llenos de lágrimas.

—¡Mira esto, Carlisle!— exclamo el medico mirando hacia la pantalla donde estaba nues…

—¿Por qué no lo vimos?— pregunto Carlisle asombrado.

No podía creer lo que estaba viendo, ahí no había UN bebe, ¡habían DOS!

—¡Vamos a quirófano!— todos salieron corriendo, las enfermeras se volvieron locas a no alrededor alistando todo para la cesárea de emergencia que tenían que preparar.

Edward tuvo que salir un momento con Carlisle a informarle a la familia que estaba afuera esperando por noticias.

En un abrir y cerrar de ojos estaba en el quirófano, con un médico preparando los implementos para hacer el corte y un Edward nervioso sosteniendo mis manos.
Me daba la impresión que en cualquier momento iba a caer desmayado.

—Ya van a cortar.— susurro acariciando mi mejilla. Asentí.

Antes que pudiera abrir la boca, sentí cosquillas en mi vientre y luego escuche un gran chillido irrumpiendo el lugar.

—¡Es la niña!— exclamo el medico sosteniéndola en alto.

Se la dieron a Edward y él regreso a mi lado con la cosita más hermosa que había visto incluido mi pequeño bebe.

—Hola, Marie.— susurro Edward poniéndomela cerca para que pueda sostenerla.

—Elegiste mi segundo nombre.— exclame sorprendida.

—Tenía que devolverte el favor de ponerle a Anthony mi segundo nombre.— sonrió con esa sonrisa torcida que tanto amaba.

—¡Un varoncito!— escuchamos un segundo chillido y mis ojos se llenaron de lágrimas.

¿Sera que Dios me estaba recompensando por todo lo que tuve que pasar?

Exclame plegarias en mi mente, agradeciendo por tanta bendición que me dio después de la tormenta.

—Anthony.— dijimos Edward y yo al pensar un nombre para nuestro hijo que había estado oculto por 9 meses.

Marie era una nena completamente hermosa, su cabello castaño, ojos grandes y saltones.
Anthony… él era la copia de mi primer Anthony, mismos ojos, mismo color de cabello, mismo carácter, misma sonrisa.

¡Fin!

N/A: Aquí el fin de este TS que ha significado tanto para mi. Gracias Yuriby por empujarme a continuarlo. Te lo dedico y espero que te sientas mejor.

Gracias a todos por esperar este fic que tanto les promocioné. No tengo más palabras.

Ya saben, los tomates se los recibe, así mismo como cualquier clase de comentario, si les gustó o no.

Ahora si, se acabaron los fics cortos, retomaré mis historias que están muy abandonadas. Cualquier cosa, informo en el grupo de Facebook, link en el perfil.

Besos,

MelLutz (L)