Hetalia ©Hidekaz Himaruya.


Q u e r o s e n o.

Toris se pregunta una y otra vez que tan irónica puede ser la vida cuando, frente a él, mira por primera vez el rostro de Feliks desde hace años.

Se obliga a sí mismo a tragar saliva (porque siente que si no lo hace se asfixia) y parpadea dos, tres veces, quizá cuatro; y le mira como si fuese un espejismo, un producto de los rayos dorados que el cabello de Feliks le irradia. Siente la insolación sobre su cuerpo y la voz se le estrella contra la garganta hasta quedar destruida en mil piezas de puzles diferentes sobre su lengua.

Feliks le está sonriendo al otro lado del pasillo y le hace un gesto con la mano para que deje de hacer el bobo y entre a la sala de reuniones de una buena vez.

(No hay nada ahí, Liet, vuelve a la cama)

(Es, como que, totalmente inútil ¿sabes?)

La voz que aún no escucha de Feliks le golpea en la cabeza y el olor de su piel y su cabello color durazno le traspasa la mente como si fuese una hoja de papel al agua, mientras, Feliks le roza con los tobillos las piernas bajo la mesa y le sonríe, cómo no, con una risita acaramelada, de niño pequeño. Le provoca sialorrea. Hay algo hilarante en esos pedazos de aurora que tiene Feliks por ojos, que hace que Toris se sonroje hasta la raíz del pelo.

(Te ves tan guapo así, Liet)

La corriente eléctrica que le viajó por todo el torso hasta morir en su pecho le recordó que estaban en medio de la sala de reuniones.

Toris tiene los ojos de azul celeste, azul eléctrico y el aliento de queroseno que le quema la boca. La boca…

(Feliks tiene los labios más dulces que las golosinas a medio comer que deja por toda la casa)

Su risa es nerviosa y suena como un desacierto en un concierto de violín, se reduce a sí mismo a una masa vibrante de balbuceos, jadeos y un muy vago «Para de una vez, Pol» mal pronunciado y tembloroso.

(Las frases bonitas que Feliks le susurra al oído le suenan como una canción sin nombre)

—Tuviste suerte, por poco y pienso que me ignoras.

(Como si no hubiese un mundo afuera, y los países se condensaran en los suspiros de la habitación. Toris piensa en una canción sin nombre derramándose en los labios de Feliks y su aliento de queroseno quemándole la piel del cuello, mientras con la lengua escribe su nombre en la parte baja de sus hombros.)

Por un momento se pregunta cómo alguien puede ser tan tímido y la forma tan idiota en que sus manos tiemblan al cortarse los centímetros de distancia. Se mete la mano en el bolsillo con los nervios a flor de

La piel de Feliks es blanca como la crema chantillí que decora su cuerpo y hace que algo en su sistema nervioso central haga «click», hasta luego y buenas noches.

(No, no. — Murmura negando con la cabeza—, no muerdas tus labios— susurra contra su oído, a quema ropa, al filo que parece arder en el surco de su oreja sonrosada—. Deja tu voz salir.)

Se siente como una hoguera al contra pelo de su garganta, como montar en seco y oír a Feliks quejarse de su falta de delicadeza.

Al lado, al lado, al lado.

Toca el fuego, Toris, acaríciale como si fuera de fuego.

A tu lado, a tu lado, a tu lado.

Se ríe, por primera vez se ríe, al ver a Feliks frente a él en la mesa con una cara de inocencia que parece no terminar de creerse. No ha pasado nada. Ahí no hay nada. Sólo el roce tibio de los tobillos de Feliks aun rosándole bajo la mesa.

(Siempre has sido un soñador, Liet—le dijo al llegar al tercer botón de su pijama rosa pastel. —Anda, no hay nada ahí, vuelve a la cama.)


Pff, quién diría que un día de depresión en la Universidad terminaría en esto.

Es mi primera historia de esta pareja. Quizás no es la mejor, pero necesitaba hacer catarsis xD

Ahí tienes tu LietPol, Elle. Y ya sé que es tarde para dártelo de cumpleaños pero al menos cumplí ¿no?

Siren.