¡Y bien! ¡Aquí vuelvo después de un milenio, siete horas y cuarenta y siete minutos!

Ok, a los que siguen mi fic les pido disculpas, pero en cuanto tuve tiempo me puse con este dichoso capítulo, que bien se llevó las últimas ganas de hoy para seguir escribiendo otros fic pendientes, logré terminarlo a gusto (:

Supongo que alguna vez os habrá pasado que en clase o en cualquier sitio, cualquier posición, así sea haciendo el pino, os quedéis fritos por haber hecho un gran esfuerzo o no haber dormido adecuadamente.

Pues sí, en One Piece (aparte del narcoléptico de Ace, el idiota de Luffy y el gruñón del abuelo de los dos), esto también sucede con muchos personajes (al menos eso creo).

¡Yosh! ¡Que os guste lo que he tardado tanto en hacer! ^^

Disclaimer:Eiichiro Oda me ha cedido los personajes de One Piece para manejarlos y obligarles a hacer lo que yo les diga… Ok, no, pero yo les tomo prestados.

Nota: entre col y col, lechuga, significa que de vez en cuando podemos alternar las cosas serias con otras recreativas. Todos entenderán el doble sentido de lechuga en esta frase, porque, por supuesto, cierta cabeza comestible con verduras da la imagen de una lechuga fresca y sana xD


Ese estúpido espadachín se las pagaría, bien que le pagaría el haberlo imitado y que las más bonitas del Sunny fueran su objeto de burla, pero a ellas parecía no molestarles, todo lo contrario, se reían con las cosas que Zoro les hacía.

Y con las horas llegó la de comer…

En el aprieto en que se encontraba Zoro era mayúsculo; muy bien que sabía elaborar algunos platos al observar en algunas ocasiones a los cocineros que le preparaban la comida cuando aún era cazador de piratas, pero hasta ahí, que no le preguntaran más porque entonces se volvería loco.

Y más loco estuvo en cuanto Luffy abordó la cocina e intentaba saquear todo cuanto pudiese del frigorífico, algo que a Zoro le ocasionó que una vena sobresaliente en la sien diera de sí y estuviese a punto de explotar.

―¡¿Quieres estarte quieto de una vez?!―le recriminó en una expresión endemoniada―. ¡Si tienes hambre en el mar hay peces de sobra!

―¡Yo no quiero comer pescado crudo, Zoro!―se quejó el capitán adelantando un pie en un gesto de desafío―. ¡Además, es una orden!―en un segundo su expresión se idiotizó y un sonrojo apareció en sus mejillas―. ¡Te ordeno que me des de comer ya mismo!

―¡Una mierda!―agarró con fuerza el moflete de Luffy y, cogiendo carrerilla, de unas veloces zancadas le mandó a volar fuera de la cocina directo como una flecha a estamparse contra el mástil.

Zoro se quedó respirando violentamente en la idéntica posición en la que se había deshecho del capitán. Acto seguido y cuando creyó que Luffy ya no volvería, se incorporó posando sus manos a la altura de los riñones, forzándose así a doblarse causando un ligero crujido proveniente de su recién estrés.

―Maldición…―bostezó toscamente y se aproximó al frigorífico para inspeccionar lo que necesitaba para hacer la comida. Pero el inconveniente es que no sabía cocinar muy bien…―. Estúpido ero-cook.

Se rascó la cabeza demasiadas veces que por picar le saldrían piojos de donde no había, si es que no tenía ni idea, y la alarma de tiempo era el hambre de la tripulación y la impaciencia del capitán.

Había un plato que podría resultar si se le trataba con cuidado y escogiendo los ingredientes correctos, de modo que se armó con todo lo que necesitaba y comenzó a desenvolverse en la cocina, yendo de un lado para otro y rascándose la cabeza en un gesto de duda.

Todo esto lo observaban los tripulantes del Sunny por la ventana, algunos como Robin y Brook divertidos, extrañados como Franky y Nami, y asustados como Usopp y Chopper. El ilusionado era Luffy, quería con todas sus ganas probar la comida de Zoro y demostrar a los demás que su espadachín podría conseguirlo, al igual que apoyaba a Sanji, porque su cocinero también era capaz de superar esa difícil prueba.

Confiaba en todos sus nakamas, confiaba en su primer oficial y confiaba en su tercero al mando, así que para tratar de darle ánimos a su compañero, asomó su cabeza por la puerta de la cocina.

—¡Zoro, tú puedes!—exclamó poniéndose las manos a modo de altavoz—. ¡Seguro que lo harás todo delicioso! Shishishi…—añadió con una de sus brillantes sonrisas.

El espadachín lo miró de reojo y no pudo evitar sonreír de medio lado.

"Estúpido capitán…", rio para sus adentros y removió la cazuela de la que salía vapor con una cuchara de madera.

—Ah...Zoro-san se maneja muy bien—opinó Brook bajando por las escaleras en dirección al pie del mástil—. Me pregunto si sabrá tocar algún instrumento.

—Vaya, que extraño—declaró Usopp aplastando su exagerada nariz contra el cristal—. ¿Desde cuándo le gusta cocinar?

—Qué importa eso—manifestó Nami poniendo una mano en la cintura y otra en la frente—. Bastante tenemos nosotras con su conducta de Sanji-kun.

—Tienes razón—la secundó la arqueóloga riendo sutilmente, y caminó a cubierta—, pero cada uno es mucho más atractivo así, ¿no crees, navegante-san?

La pelirroja frunció el ceño sin entender por dónde iba su nakama, así que finalmente solo supo suspirar.

—Solo espero que esta locura termine ya —se apoyó en la barandilla—. A ninguno le agrada cambiar sus tesoros —dejó al aire esas últimas palabras, diciendo que Zoro y Sanji podrían parecer muy aplicados y contentos con su trabajo, pero por dentro estaban incómodos, y presionados a hacerlo todo bien.

..

Mientras, en el gimnasio, Sanji ya empuñaba pesas respetables, y lo hacía como el espadachín: tratándose de una katana.

Aunque no le gustara lucirse desnudo, su torso estaba al descubierto, y el kimono azul lo había dejado doblado cuidadosamente en el sofá que rodeaba la sala, y repetía a cada movimiento unas palabras que siempre permanecerían en su cabeza.

―Nami-san…Robin-chan―murmuraba haciendo el esfuerzo de levantar su propio peso con las dos manos―. Nami-san…Robin-chan…marimo-kun…imbécil―de pronto dejó caer la pesa y se tiró de rodillas jadeante―. Joder… es más difícil de lo que creía…―cambió su posición y se quedó sentado con las piernas estiradas.

Cuánto le apetecía un cigarro… la cajetilla estaba ahí mismo, al lado del kimono, y sin embargo, no podía cogerla y fumar uno solo, ni uno, y todo porque Zoro no fumaba.

Entonces, el peli verde debería fumar al igual que él, ¿no? O al menos, fingirlo, pero de momento no se había fijado en que el espadachín portara en la boca nada que lo corroborase.

Maldita nicotina, maldita apuesta y maldita la cabeza del marimo, ¿qué se supone que debería hacer ahora si ya llevaba unas horas con lo mismo? Bueno, siempre podía dormir, así que cogió una toalla, se secó un poco el pecho húmedo y se sentó en el sofá mirando por la ventana.

Afuera el ambiente estaba un poco solitario, solamente Brook tocaba su violín, y los demás estaban apretujados unos contra otros en la entrada de la cocina, para curiosear lo que hacía el espadachín de la tripulación, algo que a Robin no le hacía falta gracias a su poder, y lo demostró sentándose bajo la sombrilla que Nami había colocado.

Chasqueó la lengua al admitir cierto interés por lo que cocinaría Zoro, pero no aceptó que su comida estuviera a la altura de la suya aun sin probarla, porque para eso hacía falta práctica, años, y él desde muy pequeño se arrimó a los fogones y comenzó a adentrarse en el mundo de la cocina.

Por la ventana se filtraba un calor agradable, y sumado el estar cómodo con la cara apoyada en la palma de la mano, cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño como Zoro había acostumbrado…

"De nuevo. De nuevo huía de los asquerosos okamas de Kamabakka, y su vestido rosa ondeaba al viento que el muy cabrón se encargaba de levantar cada dos por tres, mostrando una ropa interior que posteriormente se avergonzaría de mostrar aunque fuera hombre.

―¡Sanji-kun!―dijo uno con una gravísima voz y prominente barba―. ¡Sanji-kun, espéranos!

―¡Déjenme en paz, bastardos!―lloraba el cocinero corriendo todo lo que la cámara lenta le permitía―. ¡Volaré otra vez si siguen así!―les recriminó mirando hacia atrás, un error que pagaría durante el resto de su vida: un okama, aprovechando esa pequeña distracción, se abalanzó sobre el rubio y una vez tirado al suelo, le empezó a despojar de las pocas prendas que llevaba.

―Oh, Sanji-kun, eres tan hermoso…―musitaba el encubierto soltando una sutil y escalofriante risita―. Me gustaría poder comer tu cuerpo y…―se oyó un golpe metálico de repente, y el cuerpo del okama se le vino encima a Sanji con un chichón gigante atrás de la cabeza.

Él, en cuanto pudo sacarse de encima a ese travestido, pudo adivinar al que menos esperaba ver allí delante suyo, apoyando un pie en una roca, y con el arma homicida de la mano: Zoro sonriendo tenebroso y la sartén vibrante del reciente golpe.

―Zoro…―dejó salir ese nombre de sus labios, fue tan grande la sorpresa y la conmoción de encontrarlo allí, vestido con su traje y dotado de una defensa extravagante, que nada más supo decir.

―Espadachín de mierda―el aludido abrió más los ojos―, deja de jugar―se acercó poco a poco con actitud desinteresada y le tomó del cuello del vestido en un gesto extrañamente suave―. La comida ya está preparada.

―Qué…―aquellas palabras que no entraban en contexto terminaron por perder la mente de Sanji, además de la cercanía que le trastocó.

―¡Que la comida ya está preparada!―repitió cambiando por completo el volumen de voz, más insistente y desesperado.

―¿De qué estás hablando, idiota?―le preguntó una vez reaccionó.

―¡La comida ya está preparada!

―¡Qué mierdas dices!

―Está bien―Zoro se separó tirando a su nakama cual despojo en la arena. Le miró de tal manera que sus ojos negros desprendían repugnancia―. Muérete de hambre, entonces.―Se dio media vuelta dando la cara a los que observaban la escena―. Adelante, pueden violarlo si quieren―comentó caminando con las manos a la nuca.

―¡¿Qué?!―se quejó Sanji siendo rodeado por los okamas―. ¡Oye, marimo!―al notar que este se alejaba y estaban a punto de acosarle, gritó―. ¡Espérame, Zoro!―tarde, llegó su hora; varias manos le arrancaban la ropa, y el peli verde desaparecía por el horizonte".

―¡Puto cejudoo!―fue ese grito el que lo sacó de una de sus peores pesadillas. Gracias al cielo que abrió los ojos y salió del infierno en el que estaba sumido.

Se apretó con fuerza las sienes y dejó escapar un gemido, tanto de dolor como de cobardía, al haber "experimentado" un momento tan horrible como que su propio compañero lo abandonaba estando tan necesitado.

―¡Saca tu zarrapastroso culo del gimnasio!―"Ja, ja", pensó Sanji al instante con la ironía de que Zoro repetía lo que él mismo le dijo en su ocasión.

―Ya voy, cabeza de pedo―contestó en un murmullo el pobre Sanji poniéndose el kimono.

Ahora le tocaba tragarse la repugnante y contaminada comida del espadachín, seguro que le habría escupido en el plato, el malnacido.

Pues el intento fracasaría, porque en cuanto se sentara a la mesa y Zoro mirase para otro lado, cambiaría los platos a la velocidad del parpadeo, y entonces el espadachín probaría de su propia medicina.

―Se creerá que soy retrasado, la maricona botánica―se rio del insulto, pero es que el pelo de Zoro daba mucho de sí.

Y más si él estiraba.

..

Luffy tomó asiento mirando la suculenta comida que su oficial había preparado. Qué decir que tenía una pinta celestial: la carne parecía jugosa junto con la salsa rojiza que la rodeaba, y el acompañamiento de arroz le dio un toque clásico, que culminaba en un postre situado en el centro de la mesa.

―Yohoho… se ve delicioso―comentó Brook sentado junto al capitán, y cogió un tenedor para empezar a degustar los alimentos.

Ellos dos a la vez, hincaron el cubierto en uno de los trozos y se lo metieron a la boca, masticando exageradamente, a lo que Zoro por detrás les pegó con el revés de la mano en la nuca.

―Boca cerrada, malcriados―les regañó el espadachín, y se acomodó en la mesa para callar los rugidos que soltaba su estómago.

Brook y Luffy tragaron, bajaron la cabeza y se llevaron el dorso del brazo a la cara, tapando cualquier indicio de la crítica.

―Zoro-san, esto está…―el nombrado dirigió la mirada al esqueleto―, está…―levantó el rostro mostrando con ello la emoción de haber probado uno de los mejores platos de su vida, al igual que Luffy que también lloraba―, ¡está exquisito!―bramaron los dos al mismo tiempo volviendo a degustar la obra de arte del peli verde.

―Mm…―su modesta mano restregó el fuerte cuello de Zoro―, gracias―solo eso supo responder, y determinante comió su ración correspondiendo a sus compañeros con una sonrisa torcida cada vez que le felicitaban.

Realmente estaba orgulloso por esa batalla ganada, tanta satisfacción le produjo como vencer a un fuerte enemigo, y que luego lo celebrase con litros y litros de dulce sake.

Ese bienestar era semejante a lo que sentía en ese momento; alguien alababa el gran esfuerzo que dedicó a prepararles algo por lo que relamieran la vajilla, cosa que Luffy no se cortó en hacer.

―¡Quiero más!―pidió determinante el moreno tendiendo el plato hacia el espadachín.

―¡Nosotros también, Zoro!―demandaron Usopp y Chopper.

―¡Por favor, Zoro-san, otra ración!―A Brook le salieron lágrimas de los ojos, si se puede decir así, pues ver a la tripulación discutir unos con otros por la comida le produjo cierta gracia.

Era inevitable que el jolgorio producido por el entusiasmo de la tripulación llegara a oídos de Sanji, quien entró en la cocina esperando un montón de basura repartida en platos, pero lo que se encontró fue todo lo contrario: comida.

Era increíble que alguien como el samurái mugroso fuera capaz de elaborar paso a paso una receta y servirla en condiciones óptimas a los comensales. Bueno, un poco de carne con arroz no era muy exótico, pero hablando del inútil y torpe espadachín no estaba nada mal, sobre todo para su nivel: el cero.

—¿Te vas a quedar ahí como un idiota o vas a comer? —gruñó Zoro devorando un trozo de carne asada para levantarse y distribuir más raciones a sus impacientes compañeros.

Fue tomando los platos uno a uno de la mitad de los presentes, y de nuevo los rellenaba con la comida celestial, como la había calificado Luffy.

El rubio frunció el ceño con un tic en la ceja izquierda y se sentó junto a sus nakamas, pensando en la opción de cómo dar el cambiazo al plato de Zoro, porque aún continuaba pensando —más todavía cuando le invitó a sentarse— que le había echado unas flemas antes de ofrecérselo. Así que para equilibrar y que él se tragase sus propias mierdas, alargó disimuladamente el brazo con intención de arrebatárselo, pero tanta turbación en el capitán, provocó que este se le adelantara y se comiese de un bocado la comida del pobre "espadachín" gracias a la ayuda de su akuma.

—Luffy, ¿cuántas veces te he... —cerró la boca al darse cuenta de que la parte de regañar al moreno cuando se le iba la mano ya no le correspondía—. Olvídalo.

Aferró el tenedor, y un miedo le recorrió el cuerpo al tener el humeante cárnico a unos centímetros de su boca.

"Uno, dos, tres"; trató, mediante cuentas mentales, atreverse a probar de una puñetera vez lo que tanto elogiaban sus nakama, pero se le hacía tan difícil, tan raro... ¡ahora sí que se arrepentía del trato y de su puta madre!

Por no decir ninguno, apenas un par de personas se percató de su comportamiento, y quién fue a "ayudarlo" que el honorable espadachín. Sus manos serpentearon por detrás de la cabellera rubia de Sanji; una se posicionó en su nuca, mientras que la otra rápidamente empujó el tenedor que sostenía los alimentos, obligándole así a tragarse todo a la fuerza.

—¡Trágatelo, maldito! —exclamó Zoro sonriendo demente, hasta sus ojos desprendían un intento tono rojo que le definían como al mismísimo diablo, al menos eso pareció cuando se relamió el labio superior varias veces como si el masoquismo fuera una religión a la que adorase.

El cocinero, que ya estaba adquiriendo un tono azul por la falta de aire, se agarró la garganta y se golpeó varias veces el pecho tratando de que la comida se deslizara por su esófago antes de que se asfixiara.

―¡Sanji! ―gritaron algunos mugiwara acercándose para golpearle la espalda con toda la fuerza bruta en vez de usar la cabeza.

―¡¿Por qué has hecho eso, Zoro?! ―se quejó el capitán pateando a su a punto fiambre nakama―. ¡Sanji, resiste ―le cogió por los hombros y le zarandeó sin obtener resultados―, trágatelo!

"¡Es lo que intento, estúpido!", pensó el rubio en medio de su tortura. De nuevo, oprimió la parte superior del pecho con un puño y al fin, pudo ser capaz de engullir esa pequeña, pero condenada, porción de carne que el espadachín se encargó de que probara a la fuerza.

―¿Estás bien, Sanji-san? ―indagó Brook una vez logró tranquilizarse con las manos que sujetaban la taza de té temblorosas―. Pensé que morirías ―añadió cuando el aludido asintió a la demanda.

―Estúpido marimo… ―se sentó en la silla y tomó unos tragos de agua―, ¿querías matarme o qué cojones te pasa?

―Oye, oye ―se asaltó Zoro curvando una sonrisa y expresión inocentes―. Yo solo te estaba ayudando, deberías de estar agradecido.

―¡Y una mierda! ―se apartó con desprecio la mano que el "espadachín" reposaba en su hombro―. ¡He estado a punto de morir! ―Zoro se alejó de él cruzado de brazos―. ¡¿Quieres que te dé las gracias por eso?!

―Tsk ―sacudió la cabeza contrariado―, no dramatices tanto, ¿quieres? ―se alzó de hombros―. ¿Y por qué no estarlo? ―continuó con el tema de las "gracias"―. Has probado mi "comida celestial", ¿no es así, Luffy? ―se dirigió al moreno, y este asintió con determinación y seriedad.

―Sí, la comida de Zoro es deliciosa.―Sanji ante eso se mostró ofendido, porque claramente le estaba dando de lado a él y a sus recetas por un maloliente samurái―, pero la de Sanji lo es más ―ahora el molesto fue Zoro―. Así que no discutáis por eso, cabrones ―se metió un dedo en la nariz ignorando el enfado de Nami por sus modales en la mesa―, shishishi… ¡porque los dos cocináis exquisito!

―Espera un momento, Luffy ―se quejó la navegante agitando una mano al ver que su idiota capitán no entendía del todo bien la situación―, la cuestión no es esa, lo que están diciendo…

―Déjalo, Nami-san ―dijo Sanji continuando con su plato, con algo de temor por si el peli verde volvía a hacer de las suyas―, no lo volveremos a hacer al menos hasta que la apuesta termine.

"Que solo llevará un par de días como máximo", especuló Zoro recogiendo los platos vacíos, pero igualmente no comentó nada, porque sabía que en el fondo, ese tonto ero-cook tenía razón; no podían discutir por algo que no merecía la pena, aunque en sentido literal se tratara de vida o muerte.

La tripulación fue saliendo en cuestión de minutos en cuanto terminaron de llenar sus estómagos; solo quedaban Zoro y Sanji en la cocina, el primero fregando los platos, y el último fumando aún sentado en la mesa. Aunque les separaban unos pocos metros y la barra actuaba de muro, nada impedía que el rubio sintiera a Zoro tan cerca de él, pero de una forma distinta, quizás.

Una posibilidad sería que como el peli verde había confeccionado una cocina casi tan buena como la suya, le considerase un nakama dentro de su campo.

Zoro levantó la cabeza mientras enjuagaba los restos de jabón, y volvió a bajar la vista tras ver la espalda de Sanji moverse un poco para dejarse caer en la silla y quedar apoyada solamente la cabeza en la respaldera.

―Por cierto, marimo ―susurró el rubio cuando solo el caer del agua se podía oír―, siempre pensé que eras un negado para cocinar, pero… ―sopló una gran cantidad de humo―, hoy me has demostrado lo contrario, ¿dónde lo aprendiste? ―curioseó sin ocultar su deseo de conocer esa parte oculta de Zoro.

El cocinero se le quedó mirando a la nuca dubitativo, a la vez que una media sonrisa adornó su rostro. En su fuero interno se sintió mal, porque cuando su nakama pensaba que esa comida surgió de un esfuerzo propio, en realidad era todo lo contrario: fue lo más fácil que hizo en su vida.

―Bueno… ―cerró el grifo para directamente secar la vajilla con un trapo―, cuando era caza recompensas solía observar a los cocineros cómo me preparaban la comida.

―¿Ah, sí? ―se rascó la cabeza―. ¿Y eso por qué?

―Por si me envenenaban ―contestó en un acto reflejo obteniendo una carcajada por parte de Sanji.

―¿Envenenarte? ―se incorporó apoyándose con un brazo en la respaldera y se giró para mirarle―. ¿De qué vas?

―No me extrañaría ―Puso los platos uno a uno en una pila―. Era odiado por todos, así que… ―se encogió de hombros una vez más.

—Marimo estúpido —chistó divertido el cocinero, cayendo en la cuenta de que con él mismo no había reparado en ese detalle—, ¿y cómo sabes si no te enveneno yo?

—Porque lo podrías haber hecho antes —Sus labios se curvaron en una sonrisa torcida—. Pensé que llegaría a hacerlo alguna vez, pero me equivocaba —colocó el último plato en el montón, y cogió el resto para comenzar a meterlos en el armarito.

Sanji mordisqueó su cigarrillo con una ligera aura —mezcla entre molesto y aburrido— que al espadachín le causó una sonrisa interna, por el mero hecho de que al oír el brusco bufido y el balanceo paulatino de la silla del rubio, llegó a imaginarse que este podría llegar a sentir envidia y celos de su nakama.

—¿Qué vas a preparar para la cena? —dijo Sanji entonces cuando el peli verde estaba a punto de confesar sus cometidas trampas al preparar con tanta perfección algo que él se daba de inútil.

—Aún no lo sé —contestó sinceramente cerrando la puertecilla de la alacena. Frunció las cejas viéndose incapaz de seguir con esa conversación que no llegaba a ninguna parte—. ¿No tienes que entrenar?

El rubio dejó de columpiarse y cruzó los brazos sobre la mesa hundiendo la cabeza en el hueco de estos. No le importaba si el humo le fatigaba los ojos, porque ya no tenía ganas de alzar pesas una y otra vez. Era demasiado aburrido.

—Prefiero dormir un rato —alegó dejando caer de su boca la colilla que comenzaba a apagarse.

—En ese caso vete al gimnasio o a cubierta, así solo conseguirás un dolor de espalda y después no quiero tener que escuchar tus quej...—Zoro lo miró serio; no se esperaba que Sanji se durmiera tan al instante, y menos a la mitad de una conversación.

Esa actitud era muy extraña en él, porque el ero-cook podía llegar a ser molesto, y todo ese tiempo como nakamas fue una prueba evidente de esa rivalidad, pero Zoro supuso que el muy bastardo se había esforzado demasiado en los entrenamientos de esa mañana y por eso estaba de ese modo. Completamente agotado y con ganas reales de echarse una siesta, no en el sentido perezoso que irradiaba el peli verde cada vez que se sentaba en una esquina y cabeceaba hasta que su enorme e inactivo culo decidía hacer algo de provecho.

Zoro suspiró frotándose la nuca y torciendo el cuello de un lado para otro. No estaría mal descansar cinco minutos, así que se fue para coger una manta del cuarto de los hombres, y volvió a la cocina tapando a Sanji con ella, algo que apenas se le podía ver, pero fue un gesto que el rubio agradeció en el fondo de sus sueños.

Acaparó una silla y parte de la mesa para apear los pies encima, y cerró los ojos aflojándose el nudo de la corbata.

Al final sí que era duro ser cocinero; conllevaba incluso tanta paciencia que prepararse para ser espadachín, fuerza para patear a los glotones que se arrimasen con intenciones oscuras, dedicación, y cuidado para que todo saliera perfecto.

Tanto así que empezaba a gustarle eso de cocinar, de concentrarse y estar alerta de los posibles robos del frigorífico.

Su respiración se volvió más lenta y profunda que antes, lo que significaba que él, del mismo modo que Sanji, se sumió en un relajante sueño.

Tampoco estaba nada mal dejar un momento de lado la compostura, y distraerse con otras cosas. Porque, ya se sabía —puesto que Mr. Hemorragia nasal lo dijo en una ocasión—, que entre col y col, puede haber una lechuga.


No sé cómo lo hago pero siempre escribo casi las mismas palabras en todos los capítulos.

Como prometí, esta vez le di más importancia a Sanji-kun, pero también aproveché de torturarlo un poquito con la pesadilla de los travelos (Okama wey! u_u).

Apenas ha pasado un día... creo me excedí demasiado, me ocupó 3 capítulos solo una mañana, así que os podéis imaginar lo que durará el fic, y eso que lo quería hacer corto.

En fin, este capítulo me pilló en un mal momento, por motivos de exámenes, trabajos, deberes y dolores de cabeza que no pude actualizar tan pronto como hubiera querido :(

Aquí van las respuestas a los usuarios sin cuenta:

Azucena: (entra en tu cuenta, pedazo de vaga) iie, baka! Aquí también tienes que comentarme, no es justo que solo opines por whatsapp y encima yo tener que dejarte un comentario sí o sí ¬¬

Zori-jamon: tu nick me causó mucha gracia al acordarme del rey Neptuno y que nunca pronunciara bien el nombre de Zoro xD no me rajes D: Aquí tienes la subida de ánimo de cook-chan, no hace falta que me ataques.

Tiny: jajaja me alegro mucho de que te guste y gracias por los cumplidos xd

Solo espero que este capítulo me haya quedado en condiciones, porque hubo una vez en que no sabía lo que estaba escribiendo y mis manos tecleaban solas... debió ser por la presión .

¡Gracias, cabrones, por animarme a escribir y a escribir este fic para satisfacer vuestros gustos hentai (y no tan hentai para otras (; )

¡Hasta pronto y feliz Navidad!