Se suponía que no debían acercarse a esa gente, se suponía que sus padres no habían querido eso para ellos. Pero no pudieron evitarlo. Un giro de los acontecimientos hizo que cambiaran de idea tan rápido que no supieron cómo evitar juntarse con esa gente.
Vi trabajaba en las minas, a las afueras de Piltover, con varias personas más de su misma condición. Huérfanos, hambrientos y desamparados, que vivían en el barrio bajo de la gran ciudad tecnológica. Ella se solía juntar con un muchacho llamado Ezreal que tenía unos guantes hextech que desprendían luz cuando él quería. Era una buena forma de iluminar los túneles de la mina cuando terminaban su turno y se iban a explorar el resto de pasajes que nadie solía visitar.
Un día, Vi encontró unas piezas hextech diferentes a las demás y se las llevó de la mina antes de que nadie se las quitara. Pasó meses controlando cómo montar las piezas para que fueran perfectas y para que se pudieran usar bien. Creó unos guanteletes que le cedió a su hermano mayor, con lo cual atrajeron la atención de varias personas indeseadas. Entre ellas la del alcalde de la ciudad, Adam, un conocido mafioso del que ningún Sheriff de Piltover se había podido encargar.
Un día les robaron los guanteletes y cuando volvieron a recuperarlos, la tragedia se apoderó de ellos.
La joven corría despavorida por los callejones húmedos de la oscura calle. Estaba siendo perseguida por unos matones y no tenía intención de dejarse pillar. Pisó uno de los charcos mientras controlaba su respiración agitada para no cansarse antes de llegar donde quería.
Dos hombres armados con pistolas y con un aspecto sin escrúpulos la siguieron sin detenerse por las calles poco transitadas, sobre todo a esa hora de la madrugada, donde la mayoría de gente estaba dormida. Por suerte para ellos, la joven a la que estaban persiguiendo no había gritado en el momento en el que empezaron a seguirla a toda velocidad. Hubiera sido un problema que la policía se movilizara a por ellos.
Atravesó dos calles más, en la última se tropezó en uno de los charcos que había, no había calculado la profundidad del suelo y cayó de bruces. Los dos hombres le dieron caza en apenas unos segundos, antes de que le diera tiempo a levantarse de nuevo.
La joven, asustada, retrocedió arrastrándose por el suelo mientras los hombres sacaban dos pistolas de su chaqueta.
-Nos has dado muchos problemas, muchacha.- le dijo el primero apuntando a su víctima. Los ojos azules de la joven mostrando un pavor inconcedible.
Se llevó la mano a su cuello y agarró con fuerza el medallón que llevaba, más grande de lo normal, apretó de nuevo antes de que el gatillo de los dos hombres fuera pulsado y una especie de máquina arramblara con los dos hombres haciendo que los empujara fuertemente contra la pared. Los dos hombres soltaron sus armas cuando se golpearon contra el muro de ladrillos.
Cuando levantaron la mirada se encontraron con otro hombre, más joven que ellos con una mirada de asesino que les heló el alma de tal forma que no pudieron moverse del pavor que les causaba. Llevaba en sus manos dos guanteletes más grandes que cualquier otro que hubieran podido contemplar con tecnología hextech. Podían ver las piezas moverse con voluntad propia mientras se acercaba a ellos.
Los ojos azules del recién llegado alcanzaron a los hombres del suelo que estaban destrozados.
-¿Qué problemas os ha causado, decís? – dijo una voz aterciopelada y fría.
La joven se levantó del suelo mirando a su salvador. No podía creérselo. El hombre se giró a verla, tras comprobar que no tenía ni un rasguño volvió a dirigir su mirada a los agresores de la joven.
-¿Y bien? – les dijo de nuevo.
-Ha robado dentro de la propiedad del señor Alcalde. Hemos venido a cobrarnos su vida por lo robado.
-Ese maldito alcalde corrupto… - dijo él.
Se incorporó de nuevo, levantando sus guanteletes, los que acababa de robar junto a su hermana pequeña.
-Vete, Vi.- le dijo su hermano.- Yo me encargo de ellos.
-¿Estás seguro? – preguntó la joven levantándose del suelo, su ropa completamente mojada.
No contaba con más de catorce años. Estaba completamente desaliñada y delgada, demasiado delgada para la edad que tenía.
-Claro, vete.- le dijo de nuevo.
Vi se dio la vuelta y salió corriendo del callejón yendo a su casa de nuevo.
No tenían padres y vivían en uno de los apartamentos cutres del barrio bajo, sin nadie que los cuidara. Su hermano se dedicaba a tratar con traficantes y maleantes de poca monta para poder mantenerlos. Vi sabía que algún día lo pillarían, lo que no se esperaba era lo que realmente pasó.
Después del incidente con los hombres del Alcalde Adam se durmió completamente hasta el mediodía. Cuando se levantó para ver si había alguien en la casa se encontró sola, entonces se empezó a preocupar. Encontró una nota manchada de sangre en la puerta. Una advertencia para que no se acercara a casa del alcalde de nuevo y los guanteletes hextech apoyados en el pasillo oscuro donde vivía. Su hermano había muerto.
Un ataque de rabia se apoderó de ella y se puso los guantes, manejándolos a la perfección. Salió de su casa con dirección a la casa del alcalde. Pero no llegó a ir tan lejos. Encontró la zona acordonada de dónde había dejado a su hermano la noche anterior, en el callejón.
Se encontró con varios policías patrullando la zona, y Vi tomó represalias contra ellos. Gracias a los guanteletes empezó a golpear a diestro y siniestro a todos los que estaban cerca de ella. Partiendo huesos con una mueca despiadada en la cara.
Después de varios minutos en los que la policía pedía refuerzos, Vi destrozaba todo lo que se encontraba a su paso, levantó el suelo, movió farolas para lanzarlas contra los policías que empezaban a notar sus huesos rotos. No podían acercarse a ella, estaba en modo berserker y no se atrevían a golpearla desde tan cerca. Necesitaban la ayuda de la persona menos esperada de toda la ciudad.
Los gritos de dolor, de rabia y de ira se podían escuchar en toda la ciudad de Piltover. Hasta que llegó el refuerzo que habían pedido cuando la situación se descontroló; alguien acabó disparándole en el hombro derecho. Se desestabilizó lo suficiente para que los policías que quedaban de pie se lanzaran contra ella. Vi perdió el sentido cuando vio su sangre manando del hueco que tenía en el hombro.
Una joven con los mismos años que Vi apareció con un gran rifle cargado al hombro. Llevaba una especie de sombrero ridículo de un color lila que hacía que la gente la reconociera enseguida. Era nada más y nada menos que la chica prodigio, Caitlyn. El futuro terror de la ciudad de Piltover.
Nada más llegar, con un giro de brazo perfecto, un equilibrio envidiable y una fuerza sobrehumana apuntó al hombro de la chica sin parpadear y disparó limpiamente contra ella. La desestabilizó lo suficiente para que el resto de policías la cogieran y la pusieran bajo custodia, quitándole los guanteletes antes de llamar a los médicos para que le pararan la hemorragia.
-Buen trabajo, Caitlyn.- le dijo uno de los oficiales que estaban mirando los destrozos de la joven.
-Es impresionante el caos que ha causado esta joven.- le dijo mirando a la chica tirada en el suelo mientras los médicos la atendían a ella y al resto del cuerpo.
-Creo que está relacionada con el caso de anoche.
-¿Qué ocurrió?
-Dos muertos sin identificar.- le dijo él.- Me huele a trapicheo entre el alcalde y las mafias.
-¿Aún seguís sin pruebas para poder incriminarlo?
-Es demasiado bueno como para dejar pillarse.- le dijo el hombre.- Ten cuidado, no te mezcles demasiado con él.
-¿Cuál es el nombre de la chica? – le preguntó mirando su cara agachándose.
-No lleva identificación, seguramente es una de las huérfanas de este barrio.
-¿Qué ha pasado aquí? – preguntó una voz chillona entre la multitud y los policías.
Cait y el hombre se giraron para ver a otro hombre más bajo de lo normal y con un cabello extraño abrirse hueco entre la multitud. Todo el mundo reconoció la llave inglesa que llevaba en su mano y su bata blanca. Heimerdinger.
Antes de que pudieran explicarle nada cogió los guantes hextech que había en el suelo mirándolos sorprendidos.
-Los quiero.- les dijo.- Los llevaré al instituto de ciencia y tecnología de Piltover.
-No puede llevarse los efectos personales de un prisionero.- le dijo el oficial.
-¿Qué no? – preguntó desapareciendo rápidamente entre la multitud.
-¡Ese maldito profesor loco!- exclamó agarrando su gorra de oficial y mirando a Caitlyn, que se estaba riendo ante la escena.
Cuando curaron el hombro de la joven la llevaron a la prisión. Caitlyn se despidió del oficial, prometiendo que pronto cambiarían las cosas en la ciudad y que encontraría una manera de acabar con Adam.