-Eren...-

Eren inmediatamente se dio la vuelta, sorprendido. A pesar de haber hecho un movimiento brusco, cubrió la cabezita de su bebé con su mano, evitando despertarla. Ambos jóvenes quedaron cara a cara. Eren frunció el ceño y se dio la vuelta, dejó a Sukui en la cuna junto a su hermano y se dispuso a salir sin siquiera mirar a Rivaille.

El mayor lo detuvo, sujetándolo de un brazo. En un movimiento rápido pero silencioso, llevó a Eren fuera de la habitación y cerró la puerta de la misma. El menor no emitió sonido alguno hasta que la puerta se cerró.

-¿Qué crees que haces?- Se atrevió a decir con toda la rebeldía de un adolescente como el.

Eren abrió los ojos sorprendido por la acción de Rivaille.

¿Lo estaba... Abrazando?

El mayor abrazó con todas sus fuerzas al castaño, besando con suavidad un costado de su cabeza, sobre sus suaves y brillosos cabellos. Eren estaba atontado, no sabía si romper su orgullo y abrazarlo o empujarlo e irse.

-Eren...- Llamó en un susurro Rivaille. El aliento proveniente de los dulces labios de el Sargento rozó su oreja y cuello, provocándole un escalofrío. -Eren lo siento mucho.-

Ahora sí. El oji verde estaba por caer desmayado.

Esas palabras sonaban tan sinceras y dulces. Llenas de sufrimiento por haber estado alejado del otro, pero a la vez llenas de amor... Esas simples palabras derretían el corazón de Eren.

El mayor separó el abrazo y se quedó viendo fijamente los ojos verde esmeralda que tanto ama.

Luego de unos segundos que parecieron eternos, lentamente llevó sus manos a las mejillas del menor, acercó su rostro y lo besó.

Ambos se unieron es un beso suave y lleno de sentimientos, transmitiéndose el uno al otro cuanto se habían extrañado y lamentaban todo lo ocurrido.

Eren no era de esos chicos fáciles, que se dejaban llevar por un simple beso. Pero el sabía perfectamente que no cualquiera se toma una noticia así a la ligera, menos si uno mismo lo dice. Rivaille no esperaba que el menor lo perdone asi como así. Se lamentaba mucho haber dicho lo que dijo, pero debe admitir que ese momento una rabia iracunda surgió en el.

Se separaron y volvieron a mirarse a los ojos. Eren dudaba sobre si esbozar una pequeña sonrisa o continuar serio.

El Sargento volvió a acerarse y besó la frente de Eren, volviendo a abrazarlo.

-Eren, perdóname.- Apoyó su mentón sobre los cabellos castaños.- Perdóname por todo lo que te he dicho y he hecho. No soy la mejor ni la más dulce de las personas. No puedo prometerte nada porque no sé si al día siguiente seguiré con vida. Lo único que prometo que puedo darte es mi corazón, aunque ya me lo robaste tú el día en que dijiste que me amabas.-

Esas palabras no podían estar saliendo de Rivaille; una persona seria y llena de orgullo, que medita y piensa antes de actuar...

Pero eran verdad, esas palabras salieron de él. Del hombre que ama y que no cambiaría por nadie.

-Volvamos a ser una familia. No puedo soportar más estar alejado de ti y de los niños.-

Eren se aferró a la espalda del mayor y lo enredó en un fuerte abrazo, haciéndole saber a Rivaille sin necesidad de palabras que quería volver a ser una familia junto a él.

La luz de la luna se asomaba por la ventana de ese pasillo, donde se encontraban ambos jóvenes.

La noche sería larga.

–-

TRES MESES DESPUÉS.

-

Los posteriores tres mese fueron de puro trabajo y entrenamiento. Ni Rivaille ni Hanji bajaban los brazos, y los entrenamientos eran cada vez más duros y exigentes.

Suerte que ella no participó, habría estado debastada.

Los pequeños Jinrui y Sukui Jaeger estaban por cumplir un año dentro de una semana. Ya estaban empezando a dar sus primeros pasos, obviamente con ayuda de algún soporte.

Christa fijó su vista en la cuna en donde dormían los gemelos. No podía sacarle la vista.

A pesar de que esa misma mañana sus compañeros de hayan ido a una expedición, la pequeña rubia no confiaba en nada de lo que haya en el Castillo de la Legión.

Bertholdt y Ymir cuidaba el castillo y a los bebés con ella. ¿Qué hacía esta última allí? ¿No debía estar en la expedición fuera de las murallas?

No. Ymir había insistido tanto con Rivaille (cuanto coraje) para quedarse, que al final el Sargento terminó cediendo. Lo mismo pasó con Erwin.

Dejó de lado sus pensamientos y desvió su vista para ver entrar a Ymir con bolsas de mercado. Había una feria en la ciudad y aprovecharon para hacer las compras de ese mes. Detrás de la morocha alta entró Bertholdt, con más cosas aún. Christa iba a levantarse para ayudarlos pero le hicieron un gesto de que mejor se quede cuidando de los bebés.

Suspiró. Era aburrido estar en siempre con las mismas personas, no es que no los quiera, Ymir era su pareja y a Bertholdt lo consideraba un amigo importante; pero estaba acostumbrada a cruzarse con gente cada dos por tres allí.

Además de que no tenía tema de conversación...

Suspiró, pero ahora de resignación. Subió su vista y vio como Junrui se asomaba por el borde de la cuna.

Se levantó y se acercó a los gemelos. Pudo ver que su hermana estaba sentada abrazando un peluche y la miraba con un puchero mientras el gemelo mayor daba pequeños saltos y se balanceaba manteniéndose agarrado al borde de la cuna.

Era hora del almuerzo.

–-

La tarde transcurrió con tranquilidad. No había mucho de que hablar y los bebés parecían aburridos sin sus padres y las demás personas que convivían con ellos. Los extrañaban. Sobretodo a su tía Hanji.

Sí, Eren la había nombrado madrina de sus hijos. A Rivaille no le gustó mucho pero tampoco se negó.

Finalmente llegó la noche.

Entre los tres se habían acomodado en una de las grandes habitaciones para soldados que había en el castillo, a la cual llevaron la cuna y algunas otras cosas en caso de emergencia.

Christa recostó a los gemelos en su cuna luego de haberles dado de comer y haberlos arropado. Se dirigió a su propia cama a recostarse, estaba cansada; los bebés ya no eran tan bebés y para una niña de físico pequeño como ella era agotador cargarlos y estarles vigilando todo el día.

Bostezó.

Abrió los ojos cuando sintió un peso detrás de ella; Ymir se había pasado a su cama y la estaba abrazando por la espalda ahora. Christa se sonrojó un poco pero se dio la vuelta y correspondió el abrazo.

La morena se estiró y depositó un suave beso en los finos labios de la rubia pequeña, escondió el rostro en su pecho dispuesta a dormir. Christa las arropó a ambas y mantuvo su mirada hacia afuera a través de una ventana.

Le pareció moverse algo a la lejanía, entre los árboles del bosque que rodeaba al castillo de la Legión; sin embargo, el sueño era más pesado y fuerte que hizo que omitiera eso y caiga dormida en cuestión de pocos minutos.

Sin saber que bajo la luz de la luna de esa noche fría algo se acercaba.

Algo peligroso.

–-

Eren abrió los ojos, exaltado. Su pecho subía y bajaba debido a la agitada respiración. Se llevó una mano al pecho hasta tranquilizarse transcurridos un par de segundos.

Cayó en que estaba en un lugar oscuro. Y una tenue luz lo iluminaba; sólo a él.

No podía ver nada más al rederor suyo, excepto oscuridad. Esto hizo que volviera a hiperventilar, sentía una sensación de encierro increíble, creía que estaba por quedarse sin aire en cualquier momento.

Escuchó una risa detrás suyo. Una risa de niña.

Se puso de pie rápidamente y comenzó a mirar hacia todos lados, tratando de buscar entre la oscuridad al generador de aquellas risas, cuyo sonido creía que estaba por hacerle perder la cabeza.

Comenzó a caminar entre lo oscuro, sorprendiéndose de que la luz lo seguía y lo mantenía iluminado.

De repente comenzó a sentirse cansado, muy cansado. Sus piernas ya casi no se movían, su torso se contorsionaba hacia abajo, en son de que se quedaba sin aire. Una de sus manos se dirigió a su pecho, su corazón latía muy fuerte, esto le causaba dolor. Su otra mano fue hacia su frente, estaba sudando mares.

Volvió a ir la risa. Juraría que justo detrás de el.

Por inercia se dio vuelta, por suerte sin caer al suelo.

Nada; oscuridad.

Suspiró. Tenía que calmarse. Primero; ¿dónde se encontraba? ¿qué eran esas voces?

¿Qué ocurría?

La oscuridad desapareció, siendo eliminada por la misma luz tenue que lo iluminaba, la cual se extendió.

Su vista era borrosa, la luz de repente lo cegó un poco pero pudo recuperarse. Ya no se sentía agitado pero aún le dolía el cuerpo.

Vio una sombra correr detrás de él. Se dio vuelta, la habitación ahora blanca e iluminada estaba vacía.

Suspiró, tal vez estaba delirando. Volvió a su posición anterior y se sorprendió de ver a alguien frente a el.

Había una niña, era pequeña. Estaba temblando.

Estaba arrodillada en el suelo, dándole la espalda y estaba algo encorvada. Apenas Eren dio un paso hacia ella, la niña comenzó a llorar, no en llanto, pero podía oír sus sollozos.

Eren prestó mucha atención al físico de la niña. Llevaba algo parecido a un camisón blanco, pero con manchas de sangre; su cabello era largo hasta la cintura, todo alborotado y de color castaño muy oscuro. También notó los cables y tubos cortados que llevaba la niña.

Le dio un pinchazo en el corazón ver a una criatura así, más cuando él mismo tenía una hija pequeña.

Se le acercó lentamente. Quiso hablar, su voz no salía. Comenzó a sentirse nervioso.

Se acercó lo suficiente, estiró su brazo y tocó con suavidad el hombro de la niña.

Una fuerte presión en el abdomen lo hizo apretar la mandíbula y agacharse prácticamente tirándose al suelo, con sus brazos se abrazó a si mismo, rogando en su mente que el dolor pare. Sintió una mano en su hombro, alzó la mirada y se encontró con la vista de la niña.

Eren abrió los ojos sorprendido al ver su color, al ver todo su rostro en si, que a pesar de tener varios mechones sobre él, podía distinguirlo perfectamente.

Ella era... No podía ser...

La niña comenzó a apretar el hombro del castaño, y a medida que el agarre era más fuerte, este sentía más y más dolor. Eren pudo ver como la niña esbozaba una sonrisa cínica mientras hacía esto.

Cuando volvió a agachar la cabeza notó bajo de él un enorme charco rojo.

Sangre.

Se exasperó, volvió a mirar a la niña que ya había soltado el agarre y ahora se encontraba a un par de metros lejos de él. La niña sonrió con dulzura mientras comenzaba a sangrar.

Eren la observó, parecía que no sufría. Estaba paralizado.

La pequeña movió sus labios y susurró una palabras que Eren entendió a la perfección.

Despertó dando un salto, casi asustando a la persona que estaba con él. Sorprendente mente era Jean, que controlaba al caballo en el cual iban los dos, al parecer no le estaba prestando mucha atención.

A su lado pudo visualizar a Armin, que puso una expresión de tranquilidad en cuanto vio que estaba consciente. Detrás de ellos, al menos cinco titanes de unos veinte o treinta metros que los perseguían.

Se asustó por dentro, pero su cuerpo no tenía fuerzas como para reaccionar.

–-

Rivaille se acercó a Eren, usando el equipo de maniobras para guiarse entre los árboles hasta llegar al árbol en donde estaba el menor junto Armin y Jean.

-¿Qué pasó?- Dijo en cierto tono neutro, pero a la vez lleno de preocupación el Sargento.

-Se desmayó.- Respondió Jean mientras se acomodaba el equipo y luego se iba hacia otros lados junto a los demás.

Armin miró a Eren, que miraba de forma seria al mayor sin decir una palabra. Luego miró al Sargento, estaba igual que Eren. El rubio entendió el mensaje y se fue, siguiendo a Jean.

Gobernó el silencio por unos segundos hasta que el mayor se movió para inclinarse, pero el castaño lo detuvo y se puso de pie solo.

-Rivaille.- Habló serio.- No puedo esconder esto más.-Dijo tratando de contener las ganas de llorar y evitando el nudo en la garganta.

-¿Tuviste otra pesadilla?- Respondió, algo evasivo el mayor.- ¿Cómo cuando estaba esperando a los gemelos?-

-Fue diferente...-Lo siguió Eren, bajando la mirada.- Fue horrible.- Sentenció.

Rivaille suspiró y se acercó un poco más, rodeó con brazo la espalda del menor y llevó su mano libre al abdomen de este mismo.

-Te prometo que va a estar todo bien.- Susurró el Sargento al oído de su pareja.- No voy a romper mi promesa de protegerte. A ti y a nuestros hijos.- Terminó de hablar.

Eren mantenía la vista al suelo, pero aún así llevó su mano sobre la de Rivaille en su abdomen.

Tenía miedo.

Esto era diferente, y lo aterraba.

–-

Ymir se levantó algo alterada. Era de madrugada aparentemente.

Escuchó ruidos y lo primero que hizo fue acercarse a la ventana. Sus ojos se abrieron enormemente.

-No puede ser...- Susurró.

-¿Ymir?- Dijo Christa, asustada. Se había despertado por los movimientos de la morena.

-Christa ponte tu equipo y vayámonos. Agarren a los niños.- Terminó de decir luego de despertar a su compañero.

-Ymir, me asustas...-Dijo casi en un susurro la pequeña rubia.- ¿Qué ocurre?-

-Cuando salgamos lo verás, pero ahora apúrense.- Sentenció mientras terminaba de abrocharse los cinturones del equipo.

Los otros la imitaron, envolvieron a los bebés en mantas, que ya estaban despiertos, los cargaron con las mochilas de bebé que había hecho Hanji para ellos y salieron rápido del castillo, pasando por las caballerizas para no ser vistos.

Ymir agradecía mentalmente que los bebés no lloren ni hagan ruido, les ahorraba tiempo.

Hacía frío, pero no importaba. La adrenalina llenaba su cuerpo de calor y energías.

Se asomó por una de las paredes y al ver el campo vacío los guió a los demás.

-¿Por qué vamos al bosque?- Habló finalmente el castaño.

-Es el único lugar seguro por ahora.-

-¿Seguro de qué?- Dijo ya exasperada la pequeña rubia.- ¿¡De qué huimos!?- Ymir quiso callarla, pero sentió un fuerte temblor detrás de ellos.

Los tres se dieron la vuelta y vieron un titán, se encontraba parado a varios metros de ellos. Tenía una apariencia femenina y cabellos muy largos que le cubrían casi todo el rostro. Este comenzó a caminar lentamente hacia ellos, provocando temblores en el suelo con cada paso, que se volvía más y más rápido.

-¡CORRAN!- Gritó Ymir mientras preparaba su equipo para comenzar a trepar por los árboles del bosque. Los otros dos hicieron lo mismo.

La titán ya no caminaba, corría detrás de ellos. Los perseguía y parecía no darse por vencida hasta tenerlos.

Debido a la necesidad de velocidad y el peso de los dos jóvenes que llevaban a los pequeños, el gas de los equipos estaba bajando rápidamente. Intentaron mantenerse en una rama alta, pero la titán saltaba además de que media como unos cuarenta metros o tal vez un poco más.

Christa juraría que era aún más grande que el titán de Eren, por eso estaba seguro de su altura.

-Agh.- Se quejó Ymir, no tardaría mucho en encontrarlos y ya no tenían gas, o por lo menos sus compañeros.- Voy a distraerla, ustedes huyan.- Dijo, su tono no era seguro.

Ymir no tenía ni idea a lo que se enfrentaba, tenía miedo de morir. Pero aún así los protegería.

Nunca tuvo la mejor de las relaciones con Eren, pero el esfuerzo y dedicación del menor hicieron que se ganase su respeto y amistad; además del amor infinito por sus hijos. Suspiró, estaba lista, hacía decido, lucharía y ganaría, saldría con vida y podrían volver al castillo los tres (ya que aparentemente solo había un titán, del cual estaba sospechando de donde podría haber salido).

Preparó su equipo y se acercó al borde de la rama, dispuesta a pelear. La titán ya los había visto, no podían esconderse.

-¡Ymir, no...!- Intentó detenerla la pequeña rubia, pero era tarde. Ymir había saltado y ahora se balanceaba entre los árboles evitando los ataques seguidos de la titan.

En un momento sus miradas se conectaron, debían huir. No dejaría que el trabajo de Ymir sea en vano. Bertholdt tampoco quería dejarla, pero ella estaba arriesgándose por ellos y por eso debían hacerle caso.

Suspiró y se resignó a marcharse, sin dejar de mirar a atrás pero teniendo cuidado y siendo guiada por su compañero.

Se detuvo compulsiva mente, quedando colgada de una rama cuando vio como Ymir chocaba contra un tronco luego de ser golpeada por la titán, acto seguida siendo sujetada por una de las gigantes manos de la misma.

Christa estaba al borde de las lágrimas y a punto de volverse. El mayor la sujetó de un brazo, viendo también la escena.

Los pequeños no podían ver nada, ya que se mantenían contra en los pecho de sus mayores responsables.

-¡Tengo...!-Hiperventiló la manor.-¡Tengo que ayudarla, déjame ir!- Todas esas palabras habían sido pronunciadas demasiado tarde.

Ymir vio como a los lejos, Christa se forzaba a volver. Vio como su único amor estiraba un brazo hacia ella, queriendo que vuelva.

La morena miró al frente, encontrándose con la mirada de la titán. Se sorprendió, no podía ser verdad. Conocía perfectamente a la persona que lo controlaba, sus sospechas eran acertadas.

Pero ya era demasiado tarde...

-¡YMIR!-

–-

Perdón por el cutre final, perdón también por no actualizar hacer muuuucho. No voy a abandonar este fic aunque me lleve diez años terminarlo, ok?

Besos.

-Misuii.