Hola a todooooos!

Vengo a desempolvar un poco este fic, que no había sido tocado desde el 26 de noviembre del 2013 D: Y que hoy, siendo 13 de agosto del 2018 a las 3:01 am le estoy dando un digno final. Además aprovecho de despedirme de mis improvisadas vacaciones no previstas por el esguince que tuve justo para el 1/8 xDDD

Aprovecho también de aclarar algo con respecto netamente al fic, utilicé el guión largo ( — ), pero resulta que al subir el documento a la página, incluso copiando y pegando el texto, me reemplazaba el guión con ( ¾ )... ._. No me pregunten por qué, pero pasó, así que si llegan a ver un tres cuartos colado por ahí, en su mente, reemplácenlo por un guión largo, por favor D: Que desgracia! Estuve como estúpida reemplazándolos en el texto... Bueno, cada quien reemplaza como puede, yo lo hago así xDDD

Eso! Sin más preambulo, les dejo el último capítulo de Una buena madre :')


Aclaraciones: Digimon y sus personajes no me pertenecen! Y no, nunca me llegó el Taichi Yagami para mi cumpleaños :( Aún lo espero. Y la U ganó 4-1 por si a alguien le interese saber noticias del fútbol chileno xDDD


Una buena madre...


Capítulo III

En la novia encuentra una aliada


—¿Por qué tuve que venir? —preguntó la castaña por enésima vez. Desde que su madre le pidió con toda la amabilidad del mundo que se subiera al auto comenzaron sus preguntas. Susumu le había explicado que irían al estadio, fue entonces cuando ella comenzó a cuestionarse el porqué.

Su madre no le veía nada extraño, Yuuko era una mujer de fútbol, mas no ella.

—Ya te lo dije, cariño —respondió suavemente su padre. —, tu hermano nos dio pases liberados a los tres.

—¿Pero por qué yo? —se lamentó una vez más. —¿Por qué no invitaron a uno de sus amigos? ¿O a Sora? Ella sí apreciaría esto de verdad…

Sinceramente, que le haya mencionado a ESA persona, fue como que le hubiesen puesto un ají en cierta parte incómoda de su cuerpo, en aquella parte donde nada debería entrar, sólo salir.

—Porque así lo quiso Tai. —habló fuerte, sin poder ocultar muy bien su enojo. —Dijo que era para nosotros tres. —Añadió ella. Hikari bufó. Ya no había más que hacer. —¿Quieres que te traiga algo de comer, hijita?

La castaña negó.

—Bueno, Kari, entonces cambia esa cara, ya estás aquí, así que siéntate y disfruta… Aprovecha de recrear la vista —sugirió Yuuko. —, no sé, mira, hay muchos chicos de tu edad, tal vez tengas suerte y le gustes a uno. —comentó ella pegándole levemente con el codo a su hija en el brazo, gesto ante el cual la menor sólo rodó los ojos, optando por no tomar mucho en cuenta a su madre.

—Yuuko, deja de molestar a la niña.

—Sólo lo digo por su bien, amor… —se excusó. —¿Dónde está Tai? Se perderá el partido…

—Dijo que estaría aquí para el inicio del partido, al parecer se extendió un poco su entrenamiento.

La castaña abrió sus ojos y sus labios llena de indignación. —¡¿Qué les pasa?! —se quejó ella. —¿Cómo se les ocurre entrenar a la misma hora del partido? Deberían dejar en libertad de acción a los chicos para poder ver los partidos del equipo titular, para que aprendan como es la realidad… —comentó.

Susumu sólo alzó sus hombros y torció sus labios, en tanto Hikari apoyaba su barbilla sobre su mano y veía aburrida como los jugadores ya pisaban los pastos de la cancha y con ellos, los aplausos y gritos de los hinchas se hacían presentes. Sus padres, al ser dos hinchas más, hicieron exactamente lo mismo, aplaudiendo y alentando a los jugadores que apenas salían a hacer el calentamiento previo al encuentro.

—Mira, hija, aprovecha de recrear la vista, Quizás si tienes suerte alguno de los jugadores jóvenes se fija en ti.

—¿Otra vez con lo mismo? ¾Ya estaba llegando a su límite.

—¿Qué? —preguntó Yuuko desentendida. —¿Qué tiene de malo? Sólo quiero tu felicidad, cariñito…


Salió a la cancha en medio de los gritos y el aliento de todo el público presente en el estadio. Sintió como su corazón se comprimía, todavía más que antes. Se sentía nervioso y ansioso a la vez, quería hacer todo lo posible para demostrar y reafirmar la confianza que había depositado en él el cuerpo técnico, quería dejarlo todo en la cancha… Y nervioso porque ello significaba el comienzo de su carrera como futbolista profesional.

Tragó saliva, viendo como el preparador físico reunía a los titulares para comenzar con los ejercicios, en tanto su ayudante concentraba a un grupo menor que serían los suplentes, donde estaba él. Tampoco pretendía que fuese de otro modo.

Aprovechó de lanzar una rápida mirada hacia la tribuna, donde suponía que estarían sus padres y su hermana, aprovechando el pase liberado que tanto gusto y alegrías le había llevado a su madre en especial. Luego de unos momentos de búsqueda, al fin pudo dar con ellos.

Vio a su madre discutiendo por algo… Típico de ella, a Kari aburrida como siempre en los partidos de fútbol y a su padre tratando de lidiar con el particular temperamento de su esposa.

Sonrió. Probablemente aún no descubrían lo que pasaba. No tenían ni la más remota idea de que él se encontraba en el estadio, y no precisamente como público, sino más bien como uno más de sus protagonistas, y si le tocase jugar, lo haría con todo el profesionalismo y las ganas del mundo.

Volvió a pasar su vista por los distintos rincones de los asientos, esta vez buscando a la pelirroja.

Si quería encontrar a alguien ahí le tomaría años, si bien sabía más o menos los lugares donde se sentaban Sora y su padre, el estadio era inmenso, por eso simplemente ni siquiera se esforzó en hacerlo, no era necesario, pues sabía que ella se encontraría ahí. No lo dudaba ni por un segundo.

—¿De verdad? —preguntó la pelirroja entusiasmada por la noticia. Taichi no hizo más que sonreír y asentir.

—¿Quieres ir? El coordinador sólo me dio tres pases, para mis padres y Kari, pero no tengo ningún problema en pedirle otra para ti, o para tu papá también.

—No, Tai —le sonrió ella. —, descuida.

—Pero Sora, ¿estás segura? No tengo ningún problema, no creo que el coordinador me las niegue… Yo puedo perfectamente hablar con él para que…

—Tai, en serio, tranquilo, no te preocupes. —dijo ella con una sonrisa en su rostro que le ayudó a bajar sus revoluciones. —Con mi papá ya tenemos nuestras tarjetas de socios y nuestros asientos designados, así que no te preocupes… Te estaré viendo todo el partido y gritando las canciones todo el tiempo.

—¿Gritarás cuando haga un gol? —preguntó sonriente el moreno al mismo tiempo que se acercaba hacia ella y tomaba su mano para entrelazar sus dedos.

—Por supuesto… Gritaré también cuando un jugador de Kashima te cometa falta y gritaré aún más si el árbitro no lo cobra si es necesario.

—¡Esa es mi novia!

Exclamó Tai, esta vez haciendo nula la distancia entre ambos con un beso.

Sabía que estaba ahí, viéndolo.


—¡¿Cuatro defensas?! —preguntó alarmado Susumu al ver el plantel titular tomando posición ya en la cancha, a pocos instantes de comenzar el encuentro. —¿Qué rayos le pasa?

—Recuerda que la mayoría de los delanteros no está disponibles. —fue el atinado comentario de Yuuko ante la incertidumbre de su marido.

—Pero ese no es motivo para ser tan "ratón". Podría perfectamente poner a un mediocampista cumpliendo funciones de "10" o de "9", pero no… ¿Y dónde rayos está Tai?

Se preguntó una vez más sin obtener respuesta alguna.

¿Qué sentido tenía estar ahí, disfrutando de un partido en la parte más exclusiva del estadio, gratis, sin ser acompañado de su hijo? Que , dicho sea de paso, gracias a él ellos se encontraban ahí en esos asientos privilegiados

Suspiró una vez más.

El hombre optó por dejar de pensar en todo aquello y concentrarse únicamente en el partido entre el FC Tokyo y Kashima, un encuentro clave que comenzaba a definir primeras posiciones del torneo actual, de cara a la liguilla y finalmente al primer lugar del campeonato.

Alentó, gritó, aplaudió lo que creyó acertado y criticó lo que él consideró incorrecto y desatinado, así como también criticaba el hecho de que su hijo, pasada ya la media hora de partido, aún no llegara, ignorando por completo que se encontraba sentado en el banco de suplentes, viendo atento y expectante cada jugada del encuentro, estudiando los movimientos y las tácticas de los jugadores contrarios. Si bien sabía que existía una muy remota posibilidad de que lo llamaran, sólo se permitían tres cambios, en tanto los otros tres se quedarían sin jugar, y pese a que todo el mundo le decía lo contrario, él sabía lo improbable que era. Ahí en la banca se encontraban jugadores más experimentados y por sobre todo, mucho mejores que él, a quienes, pese a no jugar en su misma posición, no podía desestimar.

No daba más de los nervios, y su naturaleza hiperactiva le exigía hacer algo, lo que sea, pero no podía soportar permanecer más tiempo ahí sentado sólo observando. Se levantó y comenzó a hacer ejercicios en su puesto, estiró sus articulaciones, trotó un poco en el lugar, pero sin dejar de observar lo que pasaba en la cancha.

Así transcurrieron los siguientes minutos hasta que con el pitazo del árbitro se dio por finalizado el primer tiempo, con ello los jugadores se encaminaron en dirección a los vestidores, donde el entrenador aprovechó para dar unas cuantas instrucciones, sugerencias y también informar de los cambios que realizaría.

Una vez más los jugadores salían a la cancha esta vez para jugar el tiempo complementario. Y ahora él no iba como suplente, portaba con orgullo la indumentaria completa de los titulares, aquella camiseta azul con franjas rojas en vertical.

En el túnel, esperando salir, su respiración comenzó a acelerarse, ahora los nervios eran mucho mayores que las ansias, temiendo que pudiesen jugarle una mala pasada.

Sintió una mano sobre su hombro y rápidamente giró su cabeza hacia la izquierda, para encontrarse al que era su ídolo desde hace varios años ya.

—Tranquilo Yagami… Todo va a salir bien. —alentó Hokuto Nakamura.

—Gracias… Capitán.

Él le dedicó una sonrisa que lo tranquilizó, y comenzó a avanzar junto con sus compañeros para salir a la cancha nuevamente para jugar los siguientes 45 minutos.

Tai se desvió, yendo hacia el cuarto juez del encuentro con un papel en su mano que indicaba el cambio.

El árbitro lo recibió y leyó con atención, comenzó a teclear unas cuantas cosas en el tablero electrónico para finalmente alzarlo sobre su cabeza.

29 por 32.

El primer árbitro le hizo una seña, permitiéndole ingresar al campo de juego. Taichi cerró sus ojos y presionó sus labios. Respiró profundo y lentamente, luego de ello trotó hacia su posición al centro, en la línea de delanteros.

Cambio en FC Tokyo. Abandona, con la camiseta número 29, Kazunori Yoshimoto, e ingresa, con la camiseta número 32, Taichi Yagami. —anunciaron por altoparlante.

Y para él fue como un sueño.


—Mira cariño, no viene Yoshimoto. —habló Susumu.

Hikari rodó sus ojos. Ella seguía como en el inicio del partido, moviendo su pie incansablemente, como si mientras más rápido lo hiciera, más rápido pasaría el tiempo y podría irse luego de aquel lugar. Apoyaba su codo derecho sobre su rodilla, y su barbilla con la palma de su mano. Además, para su desgracia, estaba sentada entre sus padres, o sea que cada comentario futbolístico de ambos, tenía que pasar por ella.

—Tienes razón.

—Tal vez ya se cansó de ser tan "ratón" y quiso volver al juego ofensivo, como siempre debió ser. Cuatro defensas era demasiado. —comentó.

—¿Quién es el 32? —preguntó atento al jugador con esa camiseta al lado del cuarto árbitro.

Cambio en FC Tokyo. Abandona, con la camiseta número 29, Kazunori Yoshimoto, e ingresa, con la camiseta número 32, Taichi Yagami. —anunciaron por altoparlante.

Pese a que su hija era la menos interesada en el partido de fútbol, supo que había tenido la misma reacción que él y su esposa.

—¿Cómo dijo? —preguntó impactada la castaña menor, al fin saliendo de su transe de aburrimiento.

—¿Escuché bien? —se preguntó Susumu. —Disculpe. —habló él hacia el señor sentado a su lado. —¿Cómo dijo que se llamaba ese jugador?

—Taichi Yagami. Pertenece al equipo juvenil, juega como "9".

—Es mi bebé… —habló atónita Yuuko. Luego su sonrisa se amplió y su rostro se iluminó. —¡Es mi bebé!, ¡Ese es mi hijo! —gritó a cada persona cercana a ella. Derrochaba orgullo por doquier.

Y claro que sí. Aquel que entraba a la cancha era su primogénito, la luz de sus ojos y el orgullo de su vida. Su hijito ya se había convertido en un hombre, lo que ella siempre deseó para él se estaba haciendo realidad. Su vida como un adulto independiente y exitoso estaba apenas comenzando, y por eso ella no daba más de orgullo y regocijo.

Pese al equipo defensivo que había presentado el Director Técnico durante el primer tiempo, el local iba ganando por la cuenta mínima, y luego de la entrada del moreno para los siguientes 45 minutos la presión ejercida por el ataque se hizo notorio.

Taichi cumplía funciones de centro-atacante y retrocedía para conformar jugadas junto al mediocampo, llevaba unos pocos minutos jugando y ya se notaba su presencia. Se imponía en altura pese a su corta edad por sobre sus compañeros delanteros, por ello cuando caían los centros él era el primero en saltar. Siendo el minuto 53 así lo hizo él. Su compañero pateó desde el banderín del corner, él se libró de su marca y saltó a cabecear con dirección al arco. Escuchó los lamentos tanto de sus compañeros, como del cuerpo técnico y también de los propios hinchas cuando vio el balón pasar a sólo centímetros del travesaño.

El moreno llevó ambas manos a su cabeza y finalmente las pasó por su rostro. Dejó aquel intento atrás y corrió lejos del arco contrario siguiendo a sus compañeros.

Ahora el partido de fútbol se había tornado interesante para la castaña menor, no era uno cualquiera, su hermano mayor estaba jugando, y a juzgar por lo que comentaban sus padres y las personas cercanas a ellos, lo hacía bastante bien.

—¡Vamos hijo! —gritó Yuuko al mismo tiempo en que se levantaba de su asiento. Vitoreaba a su retoño como cualquier madre en su lugar lo haría. —¡Haz un gol para mami, hijo!

Y pronto sus deseos se hicieron realidad.

Nació de un nuevo centro que inició un volante. Tai corrió luego de verificar que no se encontraba en posición de adelanto, controló el balón y lo pateó seguro y certero hacia la red. El arquero se lanzó lo más rápido que pudo hacia su derecha pero no logró evitar aquel gol.

Su primer gol, y el segundo para su equipo.

Se detuvo en seco para ver su hazaña casi en cámara lenta, cuando vio el balón agitar la red salió corriendo, celebrando con los brazos en alto acompañado por los gritos de los fanáticos presentes que hacían eco en el estadio. Corrió hacia la parte de la galería que se separaba de la cancha por una reja a la cual se encaramó luego de quitarse la camiseta. Una vez en la reja, él mismo gritó acompañando a los hinchas y agitando su camiseta número 32.

Cuando pisó el césped de la cancha nuevamente sus compañeros aprovecharon para abrazarlo y felicitarlo. El árbitro se acercó también para mostrarle la cartulina amarilla por haberse quitado su camiseta, pero poco le importó.

Volteó su rostro hacia la galería, donde había estado celebrando, llevó su muñeca hacia sus labios, la besó y indicó hacia la barra. Sabiendo que ella se encontraba ahí.

Para cuando terminó el partido, FC Tokyo ganó 5-1 con dos goles del moreno, uno de ellos de penal, que había ejecutado de la misma forma que su novia le había enseñado anteriormente.

—¡Mi hijo es un crack! —gritó nuevamente, ya tenía hastiados a todos los asistentes que se encontraban cerca de ella, que ahora luchaban por salir antes del lugar. —¡MI HI-JO! —enfatizó. —¿Viste lo que hizo? Mi bebé hizo dos goles para mi, me dedicó sus goles. Es el mejor del mundo, estoy tan orgullosa de mi pequeño Tai… ¡Él es mi hijo!

—Sí, ya nos quedó claro, señora, por favor ya cállese. —pidió un caballero que se levantaba de su asiento para al fin librarse de ese balbuceo constante proveniente de Yuuko.

—¡Que grosero! ¿Escuchaste lo que me dijo, amor… Hija, lo escuchaste? —le preguntó a ambos, y los dos estuvieron de acuerdo en no tomarla mucho en cuenta. —Está celoso porque su hijo no es como MI hijo… Porque sí, escuchó bien ¡MI HIJO ES UN CRACK Y EL SUYO NO!

Lo repetiría cien veces si fuese necesario. Y si no, también, porque le encantaba gritar que su hijo era un crack.


Tan pronto como escuchó la puerta abrirse dejó todo lo que estaba haciendo en la cocina, todo se detuvo, y de pronto todo careció de importancia, salvo la llegada de su hijo.

—¡Ahí está mi hijo futbolista! —canturreó tan pronto como el moreno entró al departamento y corrió para abrazarlo fuerte.

—Mamá, ya basta, no es para tanto…

Tomando en cuenta que ya habían pasado unos cuantos días desde que, según su madre, se había convertido en crack.

Se lo decía a todo el mundo, a sus familiares, a los vecinos, a los extraños que veía en la calle, ¡no se cansaba! Iba por la vida derrochando todo el orgullo que le hacía sentir ver a su hijo jugando en las divisiones profesionales del fútbol japonés.

Aunque sólo haya sido UN partido, y no tenía certeza de que lo convocaran nuevamente.

—¿Cómo que no es para tanto? —preguntó indignada. —¡Mi hijo es un CRACK!

Él rodó sus ojos nuevamente, dejó su mochila y su bolso deportivo sobre uno de los sillones, para luego adentrarse a la cocina y asaltar el refrigerador.

—¿Tuviste entrenamiento hoy?

—Síp. —contestó sacando todos los ingredientes necesarios para hacerse un súper sándwich.

—Hijo, la cena estará lista en un momento.

—Lo sé, pero tengo mucha hambre. —dijo él ordenando estratégicamente la comida dentro del pan.

La que desviaba la mirada ahora era Yuuko. ¿Cómo podía competir con las ganas de comer de su hijo? Si él siempre tenía hambre. Era un barril sin fondo.

—Hoy nos entregaron las nuevas sudaderas. —le comentó el moreno para luego darle un enorme mordisco a su sándwich. Yuuko pareció emocionada.

—¿De verdad, hijo? —Taichi asintió. —¿Y dónde está? Quiero verla.

Tai posó su mano sobre su boca mientras seguía masticando su alimento y fruncía el ceño levemente, intentando apurarse en tragar lo antes posible para responderle a su madre.

—¿Está en tu bolso? —preguntó ella secando sus manos y caminando ansiosa hacia el bolso deportivo de su hijo. —él levantó su pulgar—Es linda… Aunque me gustaba más la otra. Voy a lavarla y enmarcarla ¿Dónde quedó la vieja, está aquí también, en tu bolso? —esta vez su hijo negó— ¿Y entonces dónde está?

—Se lo di a Sora. —dijo él una vez que ya había trabajo su alimento, lo dijo con tal naturalidad que molestó a Yuuko.

—¿Cómo?

—Se lo di a Sora —repitió—, es mi novia.

Claro.

Como siempre, Tai no le veía nada malo a sus acciones, sólo que no se daba cuenta aún que la chica era una completa manipuladora, hacía sentir su poderío en cosas tontas y sin importancias, como quedarse con su sudadera del equipo, cosas que para cualquier otra persona poco importaban, pero ella sabía cual era el verdadero peligro, ella podía verlo y sentirlo.

Entrecerró sus ojos, enfrentándolo con la mirada. —Ya veo… Y, ¿se podría saber por qué?

—Porque es mi novia.

¡Duh! Como si existiera otra razón. ¿Cuántas veces tendría que decírselo? No requería mayor explicación.

—¡Ja! Claro, así que ahora como es tu novia se siente con el derecho de quitarte tus cosas. Tiene mucho sentido, tomando en cuenta que es una aprovechadora…

—Mamá, no tiene nada que ver, todos los chicos hacen lo mismo, no es gran cosa…

—No, obvio que no es gran cosa… ¡Claro que no! Todos lo hacen, así que tú también… Si todos se tiran de un puente, ¿tú también lo harás?

Tai suspiró con cansancio y exasperación. Otra vez la porquería esa del puente. Su madre se estaba quedando sin ejemplos.

—Bueno, mejor me voy. Tengo que hacer muchos trabajos y proyectos, y con los entrenamientos no me queda tiempo para nada, así que adiós… —no quería más problemas, en especial con su madre.

¡Claro! Y encima de todo, su hijito tenía que descuidar sus entrenamientos para hacer aquellas tediosas labores de la escuela.

¿Cómo los maestros no se daban cuenta que él era un crack en potencia? No podía malgastar su tiempo en cosas inservibles. Pero, claro… Los profesores siempre pensaban que sus asignaturas eran únicas, no querían entender que su hijo tenía otras cosas mucho más importantes en las cuales enfocar su mente, como ser el mejor.

El timbre la distrajo de su labor de preparar la cena, secó sus manos con el delantal a medida que caminaba hacia la puerta y la abrió.

Tuvo ganas de cerrarla inmediatamente, pero ante todo, ella era una dama, una mujer adulta, y debía comportarse como tal.

—Buenas tardes, señora Yagami. —saludó la pelirroja con una sonrisa.

—Hola… Sora —sentía su garganta arder al pronunciar su nombre— ¿qué estás haciendo aquí? Es… algo tarde, ¿no crees? —preguntó con una entonación que hasta a ella misma le había parecido hipócrita.

Notó que cargaba un bolso que dejaba ver una carpeta en su interior, y en su manos un block de dibujos. Se extrañó.

—Lo sé, y lo siento, sólo venía a dejarle unos trabajos a Tai… ¿está?

Quiso decirle que no, que se fuera y se metiera los trabajos por donde podía, pero ella era una mujer adulta.

—Eh… Él…

—¡Sora, mi amor!

Antes de que pudiera voltear a ver a su hijo, él ya estaba besando a la pelirroja, sin importarle nada más.

Fue como si el moreno hubiese estado pegado a la puerta de su habitación escuchando, de otro modo no se explicaba cómo se había percatado de la presencia de Sora en su hogar.

Sora se veía incómoda correspondiendo al beso del moreno, ella arqueó una ceja y torció sus labios ante la poca decencia de su hijo.

Ella carraspeó, y recién ahí Tai reparó en voltear a ver a su madre, pero aún no se dignaba en soltar a su "noviecita".

—Ven, Sora, quédate a cenar. —expresó él lleno de felicidad, lo que ayudó a desatar la furia de Yuuko.

—Pero… Yo, aún no… —titubeó.

—¿Qué te pasa, mamá?

—Aún no está lista la cena.

Tai bufó. —No te preocupes, mamá, Sora y yo nos encargamos. —habló él acercándose aún más a su novia.

—¿Estás loco?

Y tenía dos razones para aquella alarmante reacción:

Primero: Ella misma se quejaba de que a su hijo no le quedaba tiempo suficiente para entrenar o descansar con todas las obligaciones que le imponían en la escuela, como para ella, encima de todo, dejarlo hacer la cena. No señor, su hijo no haría nada. Lo trataría como un pequeño rey.

Y segundo: Nunca… pero NUNCA había probado la comida de su hijo, y aunque no dudaba de sus habilidades culinarias, pero él nunca se había ofrecido a hacer la cena y cocinar para ellos.

—No, tranquilo, yo me encargo.

—¿Segura? —ella asintió. —Bueno, entonces vamos a mi habitación.

¡NO!

¡Tonta, y mil veces TONTA!

—No, Tai… No es necesario, no te preocupes. Yo sólo vine a dejarte esto. —indicó ella.

El moreno ladeó su cabeza y tomó la carpeta llena de papeles que le extendía la pelirroja. Los llevó hacia el mesón de la cocina para poder apreciarlos mejor, donde ella también aprovechó de hacerlo.

—¿La tarea sobre la Revolución Francesa? —se preguntó extrañado el moreno.

—Sí, y la de la Revolución Industrial y de qué manera afectó a Japón. También el ensayo de Hamlet para Literatura, la tarea de Logaritmos y Trigonometría… —ladeó sus labios escarbando entre los muchos papeles. —Ah, el bosquejo para Artes Visuales. —comentó ella.

—Wow…

—Síp. El trabajo de Química es en parejas, así que de ese me encargo yo, para que no te preocupes, ¿de acuerdo? Sé que para ti es muy importante asistir a los entrenamientos, y más ahora que juegas en el equipo titular. Así que no tienes que preocuparte por nada. —sonrió.

Yuuko vio impactada todos los trabajos sobre la mesa, trabajos de Historia, Artes, Lenguaje, Matemática, Ciencias y otros más, para luego alzar su mirada hacia la pelirroja.

Le había hecho todos los trabajos a su hijo, con el único fin de que él dedicara más tiempo a sus entrenamientos, porque lo necesitaba para las rondas finales de ambos torneos.

Quizás su criterio estaba errado.

Quizás la pelirroja no era como las otras bataclanas que había conocido… Ésta era una bataclana diferente, una que se preocupaba por su hijo, una que no le entorpecía sus labores futbolísticas, una que no le pedía tiempo para estar con él, era una que lo apoyaba y lo entendía, una que compartía su pasión por aquel deporte.

Sora era una bataclana que, si bien se había ganado parte de su respeto, aún tenía que vigilar.

Razón por la cual secundó la insistencia de su hijo porque se quedara a cenar con ellos, pese a que la pelirroja no quería importunar.

Se había ganado un par de puntos.

Pero de todos modos, una buena madre jamás se podía confiar.


Vio a la pelirroja suspirar con pesadez una vez que el profesor dio por terminada la clase, permitiéndoles salir al receso. Él se levantó rápidamente y la siguió.

—¿Te sucede algo? —preguntó preocupado.

—¡86! —exclamó refiriéndose a la calificación— Sólo un 86 en la exposición sobre enzimas.

—Nos fue excelente —afirmó—, relájate.

—Excelente hubiese sido un 100%. Me siento pésimo, Tai… De verdad lo siento, debí esforzarme más.

—¿Más? Sora, hiciste todo tú sola, si alguien debió esforzarse, ese sería yo, no tú. Quizás si hubiese leído la presentación hubiésemos obtenido una mejor calificación.

—No es tu culpa, tenías entrenamiento… No tuviste tiempo de nada.

Ya era el colmo.

—Oye… Sé que me quieres y todo, pero eso no significa que tengas que hacer el doble de esfuerzo por mi… Yo no estoy contigo para que hagas mis trabajos, estoy contigo porque te quiero. —dijo él. Sora le sonrió.

—Lo sé, pero es algo que yo quiero hacer… Por ti.

—Y lo aprecio mucho, de verdad, pero no necesito que lo hagas. Que yo no tenga mucho tiempo por mis entrenamientos no quiere decir que tú ocupes el tuyo para hacer mis deberes. No te corresponde.

—Pero yo…

—No —interrumpió el moreno ante las protestas de su novia. Sabía lo que se venía—. No quiero que lo hagas más. Preocúpate por ti, por tus cosas… Yo me ocuparé de las mías, sacaré tiempo de donde sea para mejorar mis calificaciones. Y si me ayudas, de verdad lo agradecería muchísimo, pero no quiero que hagas todo por mi. ¿De acuerdo?

Sora ladeó sus labios, pero finalmente aceptó.

Ella sólo se preocupaba por él, pero él también lo hacía por ella al decirle aquello.

Sonrió. —Está bien… Si es lo que quieres.

—Así es. —le devolvió él la sonrisa.

Abrazó a su hermosa novia.

Se sentía bien… No quería que Sora perdiera su tiempo en hacer el doble de trabajo por su culpa. Y por otro lado, debía pensar muy bien como lo haría.


—¿Y si me salgo del equipo de fútbol? —pensaba el moreno en medio de susurros mientras caminaba hacia su hogar encerrado en aquel mundo interno que le permitían sus audífonos y su buena música—. Me salgo luego de la final, después de todo, no me quedará mucho tiempo para seguir perteneciendo al club, éste es mi último año… Aunque los exámenes finales ya están empezando… Debería salirme luego para poder tener tiempo de estudiar e intentar subir mis notas. ¾ladeó su boca intentando barajar todas las opciones para tomar la mejor decisión—. Pedirle un tiempo a Sora no es una opción, mucho menos terminar con ella —concluyó rápidamente—. ¡Con suerte si puedo estar con ella! Y en la escuela no cuenta… Y si pretendo entrar a la Universidad necesito mejorar mis calificaciones… ¡Mucho! ¿Y si no puedo? —su conflicto mental estaba llegando a su punto máximo—. Lo único que me quedaría para poder tener algún futuro profesional sería el fútbol… No puedo salirme del Tokyo… ¿Podré estudiar después de que termine mi carrera como futbolista? Pero estaré viejo…

¡Dios! Qué difícil…

Había pasado casi un mes desde que le había pedido a Sora que no le ayudase con los trabajos, que era responsabilidad netamente de él y no quería causarle más problemas, pese a que ella insistía siempre que podía que no era inconveniente para ella ayudarlo un poco. No, él no lo quería.

Quizás, como lo veía su madre, era ella, Sora —la bataclana, como la apodaba— quien se aprovechaba de su "fama y éxito" como futbolista profesional, porque sí, desde aquel encuentro con Kashima que había sido convocado a todos los partidos, incluso durante el último había sido desde el arranque del encuentro. Pero, la realidad era muy distinta… Ante los ojos de los demás, era como si él se aprovechara de su novia para obtener mejores calificaciones, pues, era sabido por todo el cuerpo estudiantil, que él solo jamás hubiera obtenido tales cifras. Y ya no lo quería más. O lo hacía solo, o simplemente no lo haría y punto.

No sería el fin del mundo tampoco…

—Todo es muy complicado… —concluyó luego de pensar en todas las posibilidades que habían llegado a su mente.

Para cuando fue consiente del exterior, ya había llegado a su departamento, donde seguramente lo esperaría su ansiosa madre y le haría notar por enésima vez el talentoso crack que ella creía que era.

Suspiró.

No tenía el valor de decirle sobre su dilema, después de todo, su planteamiento iba a ser obvio, debía seguir con todos sus deberes tal y como estaban, sino, era capaz de desheredarlo, aunque no tenía nada que heredar…

Recogió los pedazos rotos de su valentía y con mucho pesar abrió la puerta de su departamento. Tan pronto como lo hizo, sintió que el destino le estaba jugando una broma, como si no quisiera que renunciara al equipo de fútbol de la preparatoria.

—¿Entrenador Kobayashi?

Se sorprendió de verlo en la sala compartiendo amenamente junto a sus padres, si bien, sabía que habían sido compañeros y amigos durante sus años de escuela, no le era familiar encontrárselo en su propio hogar.

—Hola Yagami.

—Eh… —él carraspeó y titubeó— No es que no me agrade que esté aquí, entrenador, pero… ¿Qué hace aquí?

Takeshi sonrió divertido al notar lo nervioso que se encontraba su pupilo.

—Descuida, no son malas noticias, tranquilo —sacó de su maletín una carpeta que contenía varios papeles y documentos—. Hace unos días me contactó el mismo Ranko Popovic para conversar sobre ti.

Definitivamente su entrenador estaba loco si le entregaba esa información y al mismo tiempo le pedía calma y tranquilidad. Simplemente no se podía.

—Sobre tu desempeño, tu desplante en la cancha, tu motivación, entrega, disciplina… Y bueno, también sobre tus calificaciones.

Mierda, mierda, mierda, mierda y más mierda.

Ya sabía hacia donde iba eso y no le estaba gustando para nada.

Se encontraba sumamente nervioso, tanto que al tragar saliva, sintió que estaba intentando tragar una pelota de tenis. Apretaba sus manos, intentaba limpiarlas disimuladamente del sudor pasándolas sobre la tela de sus pantalones. Repasó con la vista a sus padres, ambos serios viendo a su amigo, mientras que él, su entrenador, mantenía la mirada fija en él, sin ninguna expresión en particular que le pudiese dar un indicio de su toda aquella información que le estaba dando conllevaría a algo bueno o malo

Nada… Sólo cara de póker.

Taichi comenzó a asentir con lentitud.

—La verdad es que el Popovic está sumamente impresionado contigo. Notó que eres un excelente jugador, y además de eso, un joven muy responsable. Además quedó impactado con tus calificaciones en el instituto —rió por lo bajo— dijo que no entendía como un chico como tú, sin ofender, claro, sólo que no entendía de donde sacabas tiempo para estudiar y obtener calificaciones tan altas, si entrenas todos los días para ambos torneos.

Tai alzó ambas cejas. Aún no entendía hacia donde iba la conversación, sin embargo, hablaba de sus calificaciones como si fueran una maravilla, cosa que no era. No estaba ni cerca de la realidad.

—Por lo mismo, es que se tomó la libertad de hablar con algunos dirigentes y administrativos del club para exponer tu caso.

—¿Mi caso? —fue lo único que atinó a preguntar.

—Sí… Taichi, Popovic me pidió que te diera la noticia, como tu profesor y entrenador del equipo de fútbol… El club ha decidido gestionar una beca deportiva para ti en la Universidad de Tokyo.

Al decir tan importante noticia, sus padres no pudieron más de la emoción, mientras que él se mantenía atónito.

—¿Qué?

—Aquí están todos los documentos. Sólo falta tu firma y estará todo listo para que el próximo año ingreses a la Universidad, en la carrera que tú decidas.

—No… No puede ser…

—Hijo —habló Susumu—, ¿qué dices? Es una oportunidad única.

—Sí, amor, no tienes que pensar mucho, sólo aceptar y firmar —alentaba esta vez su madre.

Los tres adultos en la sala esperaban impacientes que el moreno firmara feliz, pero él no podía. Había algo que seguía sin encajar en aquel rompecabezas.


Ante las insistencias de sus padres y su entrenador, no le quedó más que firmar los documentos que tenía frente a él en ese momento.

Sentía que había algo turbio en todo ese asunto de sus calificaciones, como si hubiese hecho trampa o algo por el estilo. Pero él no había hecho nada… Es más, había hablado con algunos profesores para solicitar una prorroga en la entrega de ciertos trabajos, obtuvo respuestas positivas y también negativas, pero aún no era capaz de terminar el 100% de ellos, razón por la cual no veía explicación para sus "tan buenas" calificaciones, como había dicho su entrenador.

Otra opción que empezaba a tomar fuerza en su mente ¾dispuesta ahí por Izzy, uno de sus mejores amigos y una de las personas más inteligentes que conocía¾, era que le hayan "inventado" calificaciones, puesto que al instituto le venía muy bien un alumno becado deportivamente en la Universidad de Tokyo, le otorgaba cierto prestigio.

Sea cual sea la verdad, pensaba que de cualquier forma, él se veía perjudicado si a alguien se le ocurría indagar más en el tema.

Suspiró. Lo mejor que podía hacer ahora, era seguir el consejo de la novia de su amigo.

"Estás bien?"

"Te noté algo distante durante el primer descanso :("

"Estaremos con Matt detrás de la cancha de tenis, por si quieres venir :D"

Releía los mensajes de la castaña en su celular, de pronto le llegó uno nuevo cuando ya se encontraba cerca.

"Sora también está acá, será como una cita doble en medio del descanso xD"

Sonrió, ahora iba con más ganas.

Aunque, pensándolo bien… No sabía como mirar a su novia a la cara con toda la información que rondaba por su cabeza.

—¿Mimi?

—¡Hola, Tai! —saludó muy animada ella.

—¿Qué haces aquí sola? Creí que estaban Matt y Sora también… —no entendía nada.

—Están fumando más allá —apuntó—, así que me alejé un poco.

No era un secreto para nadie que su amigo era un vicioso compulsivo en cuanto a tabaco se tratara, y también sabía que su novia fumaba cigarrillos, de vez en cuando, pero lo hacía. De hecho, la primera vez que la vio, tenía un cigarrillo en la mano.

—¿Te molesta si voy con ellos? —su amiga negó con una sonrisa.

La verdad era que él necesitaba un cigarrillo en ese momento, o lo que fuera para calmar en algo sus nervios.

—Hola —saludó a ambos. Se acercó a su novia y se sentó en el pasto junto a ella para proporcionarle un beso en los labios—, Matt, ¿tienes un cigarro que me des?

—Claro.

El rubio se disponía a sacar uno de la cajetilla para entregárselo, pero fue ella quien puso el grito en el cielo.

—¡NO!

—¿Qué? ¿Por qué no?

—¿Acaso estás loco? Eres un jugador profesional, no puedes andar fumando —encaró la pelirroja.

—Sora… Amor, con mi mamá controlando mi vida es más que suficiente.

—Tai… Amor —dijo imitando la entonación utilizada por el moreno—, si tu madre estuviera aquí, ten por seguro que nos quitaría los cigarrillos a todos y mojaría la cajetilla de Matt.

—En verdad, no, a ella no le importa lo que hagan los demás, sólo yo.

—Es cosa seria tu mamá…

—No lo sé —acotó Mimi, alzando la voz para que la escucharan, puesto que se encontraba algo alejada de sus amigos y su novio—, a mi me parece muy tierna…

—¿Por qué gritas? —preguntó el rubio, molestándola.

—Porque me siento excluida.

—Pero si tú te alejaste sola —reclamó esta vez Sora.

—¡Es que me molesta el humo!

—Pero, ¿qué te molesta más, el humo o sentirte excluida?

Buen punto.

Fue entonces cuando dejó de lado su asco por el humo del cigarrillo producido por sus amigos y, muy a su pesar, se acercó.

En medio de todo el parloteo de sus amigos, Yagami había aprovechado de encender el cigarrillo que anteriormente le había pasado su amigo, aprovechando que la atención de su novia ahora se enfocaba en su mejor amiga.

—Y a ti, ¿cómo te trata tu suegra?

La pelirroja se encogió de hombros y torció sus labios. —La verdad, no lo sé. No soy su persona favorita, pero tampoco es que me odie…

¡Error!

Lo único que cruzó por la mente de Tai en ese momento era "Bataclana, bataclana, bataclana, bataclana, bataclana, bataclana". Si eso no era odio, ¿entonces, qué?


Cuando terminó su jornada escolar, y aprovechando que ese día no tenía prácticas de fútbol ni en la escuela ni en el club, invitó a su novia a su hogar, además influyó el hecho de que sabía que su madre no iba a estar ahí, puesto que ya les había mencionado a todos que se iba a juntar con unas amigas, probablemente a alardear de su hijo "el crack del fútbol".

—¿Tai?

Nada.

—¿Amor?

—¿Ah?

—¿Estás bien? Te noto distraído.

—Ah… Sí…

—Tai, a mi no me engañas —sentenció ella—. Mira, puede que no llevemos mucho tiempo de conocernos, mucho menos de novios, pero te conozco demasiado bien —concluyó—, y sé perfectamente cuando te pasa algo… Como ahora… —Taichi torció sus labios. Tenía razón— ¿Puedes contarme?

Él tomó asiento en el borde de su cama y Sora imitó su acción.

Pasaba sus manos por su rostro en un acto frustrado. Había algo que le carcomía la conciencia, pese a que él no hizo nada, pero, en su interior, algo le decía que no andaba bien y no le permitía estar tranquilo.

—Sí, la verdad pasa algo —suspiró con pesar—. Es… Es algo delicado y la única persona que lo sabe es Izzy…

Ella asintió preocupada.

Tai procedió a contarle todo lo sucedido, desde que llegó su entrenador a su domicilio con aquella excelente noticia que tenía a sus padres más que contentos, hasta el remordimiento que sentía él mismo al saber que aquellas notas que aparecían en el boletín de calificaciones no eran de él.

Que no sabía si había sido obra del colegio, tal y como se lo había comentado su amigo, o si había otro tipo de "mano negra" detrás de aquello.

—Y la verdad, no sé qué hacer… Pero ya firmé, me sentí presionado tanto por parte de mi entrenador como de mis padres. Pero, Sora… ¿Y si se dan cuenta? Si notan que las calificaciones están mal, que yo nunca entregué esos trabajos… Hay algunos que ni siquiera los he empezado. Si descubren eso, son capaces de expulsarme de la escuela o del club. Será mi perdición… Yo… De verdad, no… No sé…

Él suspiró nuevamente con frustración.

Sora tomó su mano con ternura. Cerró sus ojos, mordió sus labios… Suspiró profundo y se armó de valor.

—Fui yo —confesó ella, en medio de la incertidumbre de su novio—. Sé que me pediste que no lo hiciera, que no te ayudara con tus trabajos y proyectos para la escuela, pero es que…

No sabía como seguir…

Sentía que ninguna explicación que le diera sería suficiente para justificar su mentira.

—Hace unos días, te escuché hablando con Izumi —el sabía que se refería a Izzy, su amigo— y le decías que no dabas más de lo agobiado que te encontrabas, que estabas pensando en dejar el club de fútbol o el equipo, también le decías que habías hablado con los profesores para poder entregar los trabajos más tarde, algunos te dijeron que sí, otros que no, pero… —suspiró nuevamente intentando encontrar alguna explicación— Amor… Te veía tan cansado… Tan estresado…

La maestra de Literatura hablaba sobre las figuras literarias, exponiendo ejemplos en obras reconocidas. Tan pronto como se volteó para escribir en el pizarrón, Sora también lo hizo, volteando hacia el pupitre de atrás, para encontrar a su novio durmiendo. Le causaba tristeza verlo así, porque sabía que su tiempo era escaso, pero nunca le había mostrado una mala cara o contestado de mala manera, todo lo contrario, Taichi siempre tenía una sonrisa, una caricia, un momento para ella, aunque fuese mínimo, pero nunca le hacía saber qué tan cansado se encontraba.

Yagami habló la maestra sin despegar la vista del pizarrón, podrías leer el siguiente párrafo.

Sora, sin siquiera pensarlo, hizo una marca con un lápiz desde el punto donde debía comenzar a leer y lo despertó rápido.

El moreno se levantó de su asiento exaltado y luego de unos instantes atinó a tomar el libro entre sus manos. Sin saber que hacer miró a Sora, quien le indicó la marca.

Ah, sí… aclaró su garganta y comenzó a leer lo indicado.

—Había días en los que dormías la clase entera, y yo rogaba porque los profesores no se dieran cuenta. Cuando había que entregar tareas en clases, hacía la tuya, además de la mía y las pasaba hacia delante como si nada —esa era una de las ventajas de ser los últimos en la fila—. Entonces, cuando escuché tu conversación con Izumi, hice todos los trabajos que tenías pendientes. Estuve dos días sin dormir, avanzaba en medio de los descansos y la hora de almuerzo, pero no importaba… No quería que tuvieras problemas con los profesores, así que, cuando los terminé, se los entregué a cada profesor, y si me preguntaban por qué iba yo a entregar tus trabajos, simplemente les decía que estabas en entrenamiento o en el club.

—Pero amor… —reprochó él.

—Lo sé. Debí preguntarte antes, pese a que me dijiste que no lo hiciera, pero es que Tai… Sé lo importante que es el fútbol para ti. Sé que estás cumpliendo tu gran sueño. Eres titular indiscutido del Tokyo hace varias fechas ya… Sé que eso te demanda mucho tiempo, que incluso hay días en los que no puedes ir a clases. Sé también que has sacrificado muchas cosas por ir a todos los entrenamientos, tanto de la escuela como del equipo.

—Sora, de verdad te lo agradezco… Pero, no sé, siento que es una mentira… Es decir, yo sólo jamás hubiera obtenido esas calificaciones. Siento que es una farsa, que no me merezco la beca que me ofrecieron.

—No. No vuelvas a decir eso, Tai. Te mereces eso y mucho más. Yo sé todo lo que te has esforzado por lograr llegar donde estás ahora, en serio. Y yo te amo… Eres mi novio, quiero que seas feliz y que cumplas todas tus metas. Además, era lo mínimo que podía hacer… No me costaba nada, estuve dos noches sin dormir, está bien, pero eso no se compara con todo el cansancio acumulado que tienes tú, hace varios meses ya…

Tai la escuchaba atentamente. Negaba con suavidad y sonreía de lado.

—¿Qué hice para merecerte? —preguntó viéndola fijamente.

—Nada… Sólo ser tú.

Sonrió aún más, esta vez juntando su frente con la de ella. —Gracias…


Yuuko había llegado hace unos minutos ya de su reunión con sus amigas. Había escuchado voces, la de su hijo adorado y la de la bataclana.

Iba decidida a interrumpir, sacar a chica de sus fastidiosas mechas naranjas de ser necesario, pero se quedó clavada en su lugar a medida que escuchaba su conversación.

Fue entonces que entendió lo equivocada que había estado.

Sora ya no era una bataclana, como ella pensaba, no, Sora era diferente.

Era una chica que quería mucho a su hijo, que estaba dispuesta a apoyarlo y ayudarlo en todo lo que fuera necesario.

Esa chica de verdad quería a su hijo, y, al igual que ella, quería lo mejor para él.

Sin duda, la había juzgado mal.


Ambos salieron de la habitación luego de aquella plática tan aclaratoria. Ahora sonreían más tranquilos, sobre todo el moreno. Besó tiernamente la sien de su novia, antes de ingresar a la sala y ver a su madre en la cocina.

—¿Mamá?

—Hola hijo —saludó como si nada la mujer.

—¿A qué hora llegaste?

—Hace un rato.

Y sin entregar mayor información, más que la que le cuestionaba su hijo, dejó sus labores, esta vez para dirigirse a la pelirroja.

La vio con una sonrisa, la cual Sora correspondió con extrañeza.

Se acercó a ella y la abrazó. —Gracias —le susurró—. Gracias por quererlo tanto.

Sora correspondió su sonrisa completamente una vez que se separó de ella y la vio a los ojos.

—¿Te quedas a cenar? —le preguntó a la novia de su hijo. Ella asintió gustosa y Tai permanecía impactado.

Porque una buena madre, sabía cuando dar su brazo a torcer, sabía cuando había llegado la hora de terminar con su lucha. Una buena madre, sabía cuando dar un paso al costado.

Una buena madre, sabía cuando llegaba la chica indicada para su hijo, y comprendía, que en mejores manos que las de Sora, no podría estar.

Una buena madre sabía cuando encontraba una aliada.


Acabo de darme cuenta, además, de que en el capítulo anterior fui súper perra, no di los agradecimientos por sus RR como correspondían, así que los hago ahora (L)

Aria05, Goshujin Sama, IzzieBlake, Digific, Criiisi, MenyPshh (L) ;* , Mara, maria, FrancaisBaiser (x2) :** , Genee (L) y Zulema!

Agradezco infinitamente sus comentarios, y espero de todo corazón que este capítulo no los haya decepcionado para todo el tiempo que tuvieron que esperar D:

Gracias por leer, comentar, dejar favoritos, pasar, lo que sea :) Gracias por darse el tiempo de pasar por aquí. Está limpio ahora, sin telarañas ni polvo xD *guarda la aspiradora y la escoba xD*

Nos leemos :)


*Len~