Hola a todos.
Aquí les traigo la trama de mi primer libro :D
Ha sido una aventura vivir la maravillosa historia de Any y Julián, y martirizarse por Nina.
Así que les he querido traerlo como regalo, basado en Naruto.
¡Espero que les guste! Disfrútenlo.
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Y de repente, no era ella.
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Capítulo 1
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Posó los enormes ojos azules en el sombrío atardecer de esa tarde de otoño. Las hojas se le enredaban en el cabello rubio, los niños corrían de un lado a otro del parque, la brisa era la más cálida de ese día. Sin embargo, eso no parecía ser de mucha importancia, más que el bullicio de su cabeza que lo estaba dejando sordo.
Hace solo una semana su vida se regía por la simple felicidad que el amor le regalaba sin recibir nada a cambio, al menos eso era lo que quería pensar su cabeza. Pero no su corazón. Tardaba más tiempo pensando en los problemas que había acarreado esa semana que en darle solución. ¡BUM!
- ¡Quita ese estúpido perro de mi vista!
- Sigues siendo el mismo idiota de siempre.
- Imbécil.
- Amargado.
- ¡Largo!
Con gusto lo haré, no seguiré perdiendo el tiempo con un gilipollas como tú. – el alto y atractivo policía se dio la vuelta con un bufido. – Será mejor que uses la cabeza que tienes arriba de tu cuello y no la que se encuentra entre las dos bolas, que hasta ahora, no te ha servido de nada.
- ¡Maldito infeliz!
Tarareando una canción desconocida, Kiba Inuzuka se fue dejando un silencio neutral que ni el mismo ruido podría ensordecer. Pero Naruto sabía que el muy maldito tenía razón en decir lo que dijo hace unos minutos. ¡Era un completo bastardo por decir la verdad! Él era un estúpido por haber querido pensar otra cosa de sí mismo.
Kumiko Hyuga, de explosiva y aterradora belleza, había sido la prometida de Naruto. Tenía el cabello tan oscuro como la noche y ojos grises como una tormenta que se acerca dispuesta a desaparecer todo a su paso. Esa era Kumiko, alta, con el cuerpo bendecido por los dioses y una sonrisa de Mona Lisa.
Naruto, que siempre fue un hombre amante de la adrenalina, se había enamorado perdidamente de ella. Decía que sus años dorados los pasaría al lado de esa mujer que una tarde de invierno le había robado el corazón. Pero se equivocó. Kumiko había huido el día de la boda con su primo, el actor de porno mejor pagado de ese año. ¡Estúpido! Gritaba su mente de nuevo al recordar las palabras de Kiba… Será mejor que uses la cabeza que tienes arriba de tu cuello y no la que se encuentra entre las dos bolas, que hasta ahora, no te han servido de nada… Y tenía razón. Si Kumiko se hubiese ido con un magnate o un aburrido burócrata, él hubiese sentido rabia, más no decepción de sí mismo al comprender que ella solo necesitaba una dosis de sexo caliente que él, Naruto Namikaze, no podía darle. Y no es porque no pudiese, sino que la agresividad no era una de sus cualidades aunque a veces la llevase pegada como frase en la frente.
De pronto una maléfica, pero brillante idea se iluminó en su cabeza. Sabía que era arriesgada, ¿pero qué no lo sería cuando solo quieres vengarte de tu ex prometida?
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Kumiko tiró lejos el teléfono móvil al escuchar el último adiós de su anterior escape. Hizo una mueca con la boca al ver que su hermana la miraba con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados.
- ¿Cuándo dejarás de mirarme así?
- El día en que empieces a pensar como una mujer y madures.
- Soy mujer y pienso como tal.
- No lo parece.
- Ya suenas como papá. Estás pasando muchas horas con el viejo.
- ¡Respétalo! Es también tu padre.
- Lo único que ha hecho es darme problemas.
- Qué casualidad que tú hagas lo mismo.
Con una paciencia inquietante, Kumiko se levantó de la cama ignorando el último comentario de su hermana.
- He metido en problemas a Ryu, ¿podrías ayudarme a no decirle a papá nada de esto?
- Siempre vivo escondiendo tus desastres. ¡No soy una aspiradora que prendas y apagues a tu antojo!
- Venga Hinata. ¡Ayúdame!
- No lo haré. – respiró profundo. – Tendrás que salir de este problema tu sola.
La miró con aquellos ojos de dictador.
- ¡Te lo ordeno!
- Eso déjaselo a tus polluelos que mantienes encerrados en tu habitación cada domingo por la tarde cuando papá se va al tenis. – se dirigió a la puerta sin mirar a Kumiko – Te recuerdo que soy tu hermana, no Alemania frente a Hitler.
- ¡Que te jodan!
- Gracias. – con una sonrisa puso un pie fuera de esa habitación. – Te aseguro que lo harán más placentero que a ti.
Un gruñido de león se escuchó por todo el pasillo. Hinata se agarró las piernas que le temblaban como gelatina, cada vez era más difícil enfrentarse a su hermana y al final no caer en su juego. Sabía por bocas ajenas su noviazgo con el millonario jugador de tenis, Naruto Namikaze, pero también sabía que su familia ignoraba cualquier compromiso que ahí se formase. Hace una semana la había visto llegar en el auto deportivo de Ryu, el primo hermano de Naruto. Lo que menos se imaginó fue verla vestida de novia, alzando las piernas y recibiendo a Ryu con mucha satisfacción.
Hinata se había considerado pacífica, era tartamuda y torpe para la mayoría de las actividades que su padre le ponía en sus ratos libres. Estudiaba artes en la universidad y regresaba a media tarde en su bicicleta, con los ojos cerrados como si disfrutara de algo que nadie más ve. Era el contraste de Kumiko, todo lo opuesto a ella, no poseía un carácter rudo ni unos ojos afilados capaz de cortar en minúsculas ruedas el hielo. Nada de palabras mordaces ni amores fugaces. En Hinata no había engaño, ambición, recelos, odio; era todo un enigma que nadie se había dedicado a descubrir.
- ¡Hinata!
Escuchó la voz ronca y molesta de su padre detrás de la puerta de su habitación. Algo no andaba bien, algo sin duda iba de mal a un desastre.
- ¿Dónde está Kumiko? – el corpulento hombre tenía los ojos rojos de furia y la respiración agitada.
- Ha estado en su habitación antes que saliese de ella.
- ¿Sabes a donde ha ido? – Hinata advirtió que su padre se estaba conteniendo por miedo de hacerle daño a ella en vez de a su hermana.
- No.
- ¡Maldita sea Hinata! – los músculos de su nariz se abrían y cerraban como alas de mariposas. - ¡Tienes que saberlo!
- ¿Qué ha pasado para que estés en ese estado?
- ¡Tu hermana es una puta mentirosa!
Una bombilla se prendió sobre su cabeza. Así que su padre ya lo sabía todo.
- No tengo por qué mentir más papá, pero Kumiko no merece que la mates con tus dos manos, deja que lo haga su ex-futuro esposo que de seguro debe estar furioso por lo que ha hecho.
- ¿También se iba a casar? – Hinata se tapó la boca, había hablado de más.
- Papá.
- ¡Escúchame bien! – respiró profundo tratando de calmarse. - ¡Vas a buscar a Kumiko y la traerás aquí, hay muchas cosas que aclarar! – cuando vio que Hinata no avanzaba, la zarandeó por los hombros. - ¡Muévete!
Hinata salió disparada en el porsche negro de Kumiko, aceleró un poco más y siguió conduciendo por la gran avenida principal, de pronto una espesa neblina interceptó su frente. No veía nada. ¿De dónde salió todo ese humo que de repente la atrapaba impidiéndole seguir?
¡Maldición!
Aparcó el auto enojada, nunca en su vida se había sentido tan inútil. Pensar que Kumiko era hermosa, alta, y tenía esa sonrisa ávida, sensual, que le gustaba a todo el mundo. Mundo al que ella no estaba preparada para enfrentar. Se cogió el pecho con fuerza tragándose el nudo que empezaba a obstruirle la garganta, no podía llorar en ese momento que estaba tan cerca de encontrar a Kumiko, no podía verse débil ante la personificación del diablo. Lo último que quería era sentirse más humillada de lo que estaba.
Un extraño presentimiento le recorrió la espalda erizándole los vellos de la nuca, sabía que algo malo estaba a punto de suceder, cosa que no advirtió hasta que ya era muy tarde. Lo último que vio al perder el conocimiento fueron unos ojos azules que la miraban con una rabia que ella misma no sabía a qué se debía.
Y una voz que le dijo: mañana arreglaremos cuentas, Kumiko…