Los personajes pertenecen a Rowling, etc, y no gano nada por escribir esto salvo mi propia diversión, y la vuestra. ^^

Os recuerdo: ¡¡¡hay escenas YAOI, o SLASH ( m/m)!!!, si no te gusta, no lo leas.

Es R por algo!!!!!!!!!!!!!!!!!

Por favooooor, escribid!!!! Disfrutaaaaad!!!

LA VUELTA ATRÁS

23. Dulces sueños, Severus Snape...: el reencuentro.

La noche de otoño era fresca, y flotaba una brisa suave que mecía los árboles del Bosque Prohibido. Severus se acercó a su borde, arrastrando una escoba voladora tras de sí. Miró nervioso a ambos lados, temeroso de ver a Hagrid el guardabosques, consciente de cual sería su castigo si le pillaban ahí.

El muchacho de quince años había esperado pacientemente a que llegase la hora de acostarse. Sabía que sus compañeros de dormitorio le prestaban nula atención pero no quería arriesgarse, así que se había acostado con ellos, y escuchado en silencio sus sonidos al dormir. Entonces se había levantado, había tomado la escoba que guardara con cuidado en la sala común, y comenzado su odisea por los pasillos del enorme castillo.

Aún se preguntaba como diantres había llegado ahí afuera sin ser atrapado por Filch o su gata Norris o algún otro profesor.

Ahora Severus estaba en los terrenos que rodeaban la escuela, con una escoba fuertemente apretada en sus manos y un frasco con una poción oscura en el bolsillo izquierdo de su pijama.

Con rapidez se dirigió hacia el bosque. El joven slytherin no pretendía entrar en él, no estaba tan loco. Sin embargo, no podía arriesgarse a ser visto a cielo abierto. La Luna estaba en cuarto creciente, pero su luz era considerable.

Y él necesitaría ver algo, después de todo. Al menos cerca del bosque su silueta se camuflaría con las sombras.

Severus intentó no pensar cuantas normas estaba burlando, y si serían suficientes para expulsarle. Ese pensamiento le daba pánico: triste como era su vida en Hogwarts no soportaría volver a su "casa", y decepcionar de esa forma a sus padres. Bueno, a su madre; la volvería furiosa. A su padre le daría igual, como siempre.

Pero aquello era algo que tenía que hacer. Severus no era un gryffindor, desde luego: estaba temblando de miedo. Y sin embargo allí de noche, sin espectadores, a pesar de romper las normas del colegio, a pesar del riesgo de sufrir un accidente; era la única forma en la que podría atreverse.

Atreverse a volar.

El joven tomó el frasco de su bolsillo, y miró una vez más la pócima que él mismo había creado. Llevaba trabajando en ese proyecto desde primero, cuando se desmayó en el instante que sus pies se separaron más de dos metros del suelo sobre su escoba, en la clase de vuelo.

Vértigo.

Sufría vértigo, le había dicho la señorita Pomfrey, la enfermera ayudante de Madam Lloliepole. Y luego la joven enfermera le había traído un enorme libro encuadernado en piel verde, lo había abierto sobre su regazo hasta encontrar la página adecuada, y se lo tendió a él, señalando un título elaborado con letras góticas donde podía leerse:

"Vértigo. Trastorno del sistema del equilibrio. Patología casi exclusivamente muggle, apenas conocidos una docena de casos en magos. En los primeros provoca sensación de inseguridad y miedo a precipitarse desde una altura. Físicamente se acompaña de temblor y flojedad de las piernas, mareo y opresión en el estómago."

Bueno, él se había desmayado. Quizás los síntomas en magos eran más severos. El muchacho entonces, y aún ahora, no había dejado de preguntarse como podía ser víctima de una enfermedad muggle, siendo sus padres y sus familias magos desde varias generaciones atrás; en el caso de los Snape casi un milenio.

Pero ahí estaban las pruebas, no podía denegarlo. Severus era incapaz de elevarse en una escoba, asomarse por las ventanas de la torre de Astronomía, y aún por las barandillas de las más altas escaleras.

Su incapacidad para comportarse con normalidad ante las alturas había sido causa abundante de risa en su primer año. Afortunadamente, ahora nadie le prestaba atención. Severus podía pegarse a las paredes de las escaleras más empinadas sin miedo a desatar la burla a su alrededor, o a marearse o caerse. Él lo odiaba, por supuesto.

Odiaba padecer esta extraña anormalidad, que le había hecho perder sus más que escasas posibilidades de entablar amistad con sus compañeros. Odiaba que se rieran de él, como los niños del pueblo muggle. Odiaba ser feo y sin carisma, odiaba que su pelo siempre pareciese sucio sin importar con que frecuencia lo lavase, odiaba ser bajito, pálido y que le llamaran empollón. Odiaba ser el blanco de las bromas de los otros. Y sobre todo odiaba sentirse solo. ¿Por qué jamás lograba acostumbrarse a esa sensación? Llevaba toda la vida así, pero uno nunca se acostumbra al rechazo.

Severus no era un iluso, sabía que el milagro que intentaba cumplir aquella noche no cambiaría nada. Pero al menos, les quitaría una excusa. Sí esa noche lograba volar, mañana lo haría en pleno día.

Si su pócima funcionaba.

Severus suspiró, y le quitó el tapón al frasco oscuro. En el laboratorio de clase, a la luz de las velas, el líquido se había visto traslúcido, con una tenue coloración azulada. Olía a tierra húmeda, curiosamente. Su consistencia era clara como la del agua, y había enfriado con rapidez. Ahora estaba helado en su mano.

Aquella poción era su primer invento, y Severus se sentía muy orgulloso. Se preguntó si su padre compartiría la sensación. Él había buscado mucho en la biblioteca de la Escuela, y también en la de su padre, durante los veranos. Había pedido la ayuda del profesor Yevenoc, aunque sin explicarle totalmente sus intenciones. Por supuesto, probar en uno mismo una poción podía ser muy peligroso, y sus resultados, si cometido algún error, impredecibles y hasta letales. Pero Severus estaba seguro de su éxito. Lo deseaba demasiado, no podía fallar.

En dos largos tragos vació el frasco. La pócima sabía ácida, y el líquido helado le quemó la garganta. Al instante el muchacho se dobló sobre sí mismo, tratando de contener el calambre que había encogido su estómago y el mareo. Un segundo después, el dolor desapareció, y todos sus sentidos se afinaron.

Severus vio los colores más claros y brillantes en aquella oscuridad, y los sonidos se escucharon amplificados y nítidos. El soplo de la brisa en su piel se tornó casi doloroso, el rastro del sabor ácido en su boca le ahogó, y los cientos de aromas procedentes del bosque invadieron sus fosas nasales. Se mareó de nuevo.

Pasada la segunda ola, todo volvió a la normalidad. Pero entonces el muchacho se sintió extrañamente alerta, consciente de la elasticidad y movimiento de su cuerpo frente al viento y la gravedad y las otras fuerzas que tiraban de su peso en varias direcciones.

Su equilibrio era más agudo que nunca. Exactamente lo que necesitaba.

Tratando de desechar su miedo, Severus montó en la escoba como recordaba haber sido enseñado en primero. No estaba muy seguro, pero tendría que valer por ahora.

Venga, Severus, tú puedes..., se animó.

Con una suave patada en el suelo, deseó fuertemente elevarse.

Sucedió; eso no era nada nuevo. Su problema no era "volar" en sentido estricto, o dominar una escoba. Era la altura.

El muchacho subió un metro, la dócil escoba de la Escuela obedeciendo su mandato.

-Un poco más... –susurró.

Y la escoba obedeció, ascendiendo dos metros, tres, cuatro... Severus agarró fuertemente el mango de la escoba, tratando con fuerza de superar su aprensión. Sentía la cabeza ligera, como cuando en Navidad en su casa el año anterior había bebido más cóctel de frutas que de normal. Pero entonces se dio cuenta de que no pasaba nada. Su cuerpo estaba relajado, y no había mareo. La inseguridad había desaparecido, y a pesar de la extraña impresión de tener sus pies sobre el aire, su cuerpo estaba seguro contra la escoba. Ésta se movía con lentitud, casi cautela, respetando el temor de su ocupante.

El slytherin siguió subiendo, hasta rozar las copas de los árboles del lindero.

Lo había hecho. ¡Lo había logrado, estaba VOLANDO!!!!

Severus dio un grito de alegría y victoria a la Luna que le miraba sonriente. Su escoba, percibiendo el cambio, brincó en sus manos y se movió con facilidad entre los vientos, como un pez en el agua.

Severus voló hacia arriba, hacia abajo, a izquierda y derecha. Hizo cabriolas, círculos, volteretas. Rió como un loco, transformado en un caballero sobre su agreste montura, transformado en el rey de los tritones cabalgando sobre las olas de los océanos.

Sintiéndose ligero y veloz y poderoso.

Sintiéndose libre.

¡Libre...!!!

El tiempo pasó y pasó hasta que al muchacho comenzó a sentirse ligeramente mareado de nuevo. Con rapidez descendió, probablemente el efecto de la pócima llegaba a su fin.

El aterrizaje fue un tanto brusco. Incapaz de controlar la escoba dada su inexperiencia, prácticamente se estrelló contra un árbol. Ahogó un grito cuando cayó sobre su costado y un latigazo de dolor sacudió su pierna, puntos de colores bailando frente sus ojos.

-Uggghhh... –gimió.

La escoba a su lado tenía el mango un poco raspado, pero nada más. Severus intentó ponerse en pie, pero al instante se arrodilló de nuevo. Le dolía muchísimo el tobillo derecho, y el mundo seguía dando vueltas. Mareado, vomitó sobre la hierba. Entonces lo oyó.

Pisadas.

Pisadas acercándose a él.

El miedo le invadió por completo. ¡Si le descubrían estaría en un buen problema! Cojeando malamente y sintiéndose enfermo, se escabulló entre los matorrales del borde del bosque, y esperó expectante.

-Oh, vamos, Moony... ¡No hay nadie!

Los ojos de Severus se agrandaron. Esa voz...

-Humm, Peter, no estoy tan seguro.

Remus Lupin apareció entre los árboles, seguido de Peter Pettigrew, ambos en sus túnicas negras de la escuela.

-No he oído nada... O más bien, he oído de todo. ¡Será algún animal del bosque! –Pettigrew gesticulaba nervioso. –Por aquí se va hacia la cabaña de Hagrid, volvamos con Sirius y James.

-Aún no hemos encontrado la Luparia... –Remus Lupin miraba a su alrededor con su expresión siempre dulce. La luz de la Luna acariciaba sus cabellos castaños, plateándolos.

-Muy bien... Mira, Remus, tú busca por aquí, y yo iré al claro de antes, ¿de acuerdo?

Lupin asintió distraído, mientras Pettigrew se volvía hacia las sombras por donde habían aparecido.

La mente de Severus era un torbellino. ¿Qué hacían esos gryffindor ahí? ¿y para qué buscaban Luparia? La flor y tallos de esa planta se empleaban en pociones que ninguno de ellos tendría porqué conocer. Eso sin olvidar que Lupin seguía merodeando por ahí... El slytherin no pudo menos que admirar la gracia del otro muchacho, la belleza de sus suaves facciones.

A menudo, sus sentimientos hacia el gryffindor le confundían. No tenía claro porque su cuerpo respondía como lo hacía, y le asustaba pensar que sus actuales sospechas pudieran ser la verdad. ¡Otro aspecto más en el que ser diferente! Y otro aspecto más en el que fracasar, sin duda. Al menos, en lo que respectaba a Lupin. Éste jamás se fijaría en él.

Todos sus intentos de fraguar algo parecido a una amistad habían sido completamente demolidos en su primer año. Más por sus compañeros de ambas casas –sobre todo Black- que por Lupin en persona, pero el resultado era el mismo. Y además, éste se reía como los otros de las bromas, aunque no las pusiera él. A los ojos de Severus eso le volvía igual de culpable. Y por eso, le daba aún más rabia que pudiera... sentirse atraído por él.

Fue entonces cuando Severus observó con horror que se había dejado la escoba junto al árbol. Y previsiblemente, dada su suerte, Lupin inmediatamente la vio y se dirigió a ella. Al lado de la escoba, para vergüenza del slytherin, estaba su vómito. Y... Y... un rastro... hasta donde se había escondido...

Remus Lupin miró hacia los matorrales, y Severus sintió como su respiración se aceleraba.

Mierda, pensó mientras agarraba su varita con fuerza. No le importaba que fuera Lupin, se repitió, no le importaba, le maldeciría si necesario...

Pero las luces de colores no habían desparecido del todo, y seguía estando mareado. Intentó moverse para ocultarse un poco más, y el dolor en su tobillo golpeó de nuevo. Un gemido involuntario escapó de su boca.

Ya está, eso era. Estaba pillado.

Al segundo siguiente Lupin le descubriría, y llamaría a los otros y se reirían y...

-¿Severus...?

El joven slytherin se estremeció al oír su nombre en los labios del otro, ligeramente sorprendido de que lo supiera; y con rapidez le apuntó con su varita.

-¡Shhhhh...! –siseó, adoptando su expresión más amenazante. –No hagas ruido, o...

-¿Qué te pasa? ¡has vomitado! ¿Qué haces aquí? ¿Y la escoba? ¿estás enfermo? –Remus Lupin le había ignorado por completo, mirándole a él y a la escoba y de nuevo a él mientras hacía sus conjeturas a media voz.

-¡He dicho que te calles! –susurró Severus, mirando nervioso las sombras por donde había desparecido Pettigrew.

-Sí, humm, pero... tú... –Lupin se inclinó hacia Snape, que estaba recostado entre las hierbas.

Éste se inclinó bruscamente hacia atrás, y de nuevo gimió, apretando los dientes. La mano del slytherin voló de manera inconsciente sobre su tobillo herido.

Remus sabía demasiado para no reconocer un gesto así. –¡Sí que estás herido...! –exclamó.

Severus le miró asustado, su varita aún en alto.

-¡Por supuesto que no!

-Te has torcido el tobillo. O a lo mejor te lo has roto... –la preocupación en la voz y en los ojos de Lupin le desconcertaron. Severus no estaba acostumbrado a que la gente se preocupara por él.

-Y a ti que te importa. No es tu problema... –respondió con desconfianza -¡Vuelve con tus amiguitos Merodeadores y déjame en paz!

-Pero tu tobillo... No lograrás regresar a la Escuela así...

-¡No necesito...! Puedo...

-...¿Ir volando? 

Severus se sintió ofendido ante el tono de incredulidad de Lupin. ¡Él *podía*! ¡Lo había hecho!

-¡Por supuesto que sí! ¡Es como he llegado aquí, en primer lugar!

-Pero tú no podías volar... ¡La señorita Pomfrey me dijo que tenías vértigo!

-¿Qué te dijo...? ¿¡Por qué te dijo eso!? –Severus estaba prácticamente gritando de vergüenza e indignación -¡Esa enfermera cotilla y maruja...!

-¡No digas eso! Yo... yo... ¡mi salud no es buena! Por eso me paso mucho tiempo en la enfermería y ¡ella me cuida! ¡Es muy buena y amable!

-¡Hablando de lo que no le importa!

-No, ella... lo diría un día sin pensar, sin darse cuenta... –Remus Lupin calló de pronto, palideciendo.

Severus seguía enfadado, pero no pudo evitar mirarle sorprendido. El silencio se alargó entre ellos, hasta que Lupin se estremeció como despertando de un ensueño.

–Tienes razón –susurró con rapidez, mirando sus manos –Ella no debía haberme contado eso... ¡ni a mí ni a nadie! Como enfermera es muy importante que sepa mantener secretos. Se lo diré, Severus, ¡te lo prometo!

Ahora el Slytherin estaba sin habla. No sólo había Lupin tomado partido por él, ¡sino que le había llamado por su nombre otra vez! Los ojos avellana del gryffindor estaban clavados en los suyos como dos estrellas, y Severus sintió como sus mejillas se enrojecían. Gracias al cielo por la oscuridad.

-...Y ahora, tu tobillo.

Remus alargó la mano y le tocó.

Severus sintió como fuego, y también dolor. Involuntariamente se encogió.

-¡¿Qué haces...!? –gimió.

-Tu tobillo, parece tan sólo torcido... Déjame, sé como arreglar esto. Pomfrey me enseñó.

Severus quería gritarle que se largara, que le dejara en paz y ¡por Merlín no le tocase! Pero estaba como hechizado viendo las blancas manos del gryffindor recorrer su tobillo y su pierna por debajo del pantalón de su pijama, enviando como serpientes de calor por su columna.

-Tan sólo torcido, estoy seguro. ¡Has tenido suerte! –Remus le dirigió una sonrisa maravillosa, y Severus sintió de nuevo sus mejillas enrojecer. –Lo curaré en un momento.

El muchacho sacó su varita y tocó con su punta el tobillo torcido, murmurando por lo bajo un hechizo sanador.

Severus sintió un dolor agudo, y después nada. Movió la pierna perfectamente, y apoyó el pie con facilidad.

-¿Ves? La señorita Pomfrey me tuvo toda una tarde hasta que dominé este conjuro. Es muy útil, porque Sirius siempre se estrella con su escoba tratando de coger a James.

Remus seguía sonriendo, y Severus le miraba como atontado, odiándose por ello y a la vez incapaz de romper aquel mágico momento. Remus le había curado... Había sido amable con él, y no le había delatado...

-Gra...gracias... –susurró, bajando la mirada con timidez.

-De nada.

Ambos muchachos se miraron de nuevo, a los ojos. Severus sentía su corazón como un caballo desbocado, y estaba seguro de que sus pálidas mejillas estaban completamente coloradas. Remus por su parte continuaba sonriendo, pero sus ojos brillaban de una manera extraña. Había también un poco de rubor sobre sus facciones.

Pasaron varios segundos en silencio, y entonces lo oyeron.

-¡Moony! ¡Moony!

Remus miró atrás repentinamente. El momento se había roto.

-¡Oh-oh! Son mis amigos, ¡me están buscando! –el gryffindor esbozó una sonrisa de disculpa. -Mejor me voy... No creo que quieras que te encuentren...

-No, no. Vete ya de una vez.

Ambos se miraron de nuevo, Remus sorprendido y Severus avergonzado y molesto.

-Humm, bien... adiós...

Remus se levantó de un salto y echó a correr hacia las sombras.

-¡Aquí estoy! –Severus le oyó decir, su voz apagada y distante. -¿Encontrasteis la Luparia...? No... e..no..

Poco a poco el sonido se perdió en la oscuridad, mientras los Merodeadores regresaban al castillo.

Severus permaneció entre los matorrales un poco más, confuso e inexplicablemente triste.

Todas las sensaciones que había experimentado esa noche... El joven atrajo de nuevo la escoba hacia él, y después acarició su tobillo.

Lucius Malfoy había dejado sus rosas de sangre en el semisótano, rubricando con escarlata su presencia. Él dominaba a la perfección ese olvidado hechizo, versátil y complejo como ningún otro. Había aprendido sus facetas más sencillas e inocuas siendo un niño, y con la edad averiguó y dominó sus contraluces, sus posibilidades, su precio. Usarlo a través del poder de Voldemort implicaba que éste siempre *conocía* :el cuándo, el porqué, el cómo, el contra quién.

Y el heredero de los Malfoy era un hombre que valoraba la independencia.

Así que Lucius había ansiado entregarse al Señor Oscuro como mortífago y poseer por fin toda la autonomía para conjurar las rosas letales. Al principio había sido difícil y agotador, pero pronto mereció la pena. Realmente era un conjuro *útil.*

Ahora el joven rubio lo había configurado para ser invisible a los ojos de los hombres excepto Severus. Para recibir a éste si es que volvía, para retenerle hasta que él pudiera marchar allí. Para darle dulces sueños: el recuerdo de lo que su amante más pudiera desear en aquel momento.

Y Severus había caído presa del poderoso conjuro, y soñado con una experiencia lejana y olvidada. Antes de ser embaucado por Black a una muerte probable e injusta, antes de ser menospreciado por Dumbledore, antes de ser seducido por Malfoy y el poder y Lord Voldemort.

Severus había soñado con volar, con el orgullo de ser capaz de crear una poción hasta entonces inexistente, y con la sensación maravillosa de la libertad. Había soñado después con una persona que se había preocupado desinteresadamente por él, aunque fuera un único momento... Una persona que le atraía...

Cuando Lucius se apareció en el semisótano, encontró a su ex amante tendido en un lecho de rosas, tranquilo, una suave sonrisa agraciando sus labios.

Hermoso, muy hermoso.

El joven Malfoy sintió su respiración atragantarse en su garganta, una terrible opresión construyéndose en su pecho.

Le miraba y le miraba, y no se atrevía a despertarle, a encararle, a tocarle.

Severus a sus pies era extraño como una estrella, no hecho de carne sino de otra materia inalcanzable e incomprensible.

Nunca el joven moreno había estado tan lejos de él, nunca esa distancia había dolido tanto. Se preguntó en silencio en que soñaría, y tuvo la certeza que no con él.

Él sólo le había traído dolor y miseria, incertidumbre y soledad. ¿cómo podría Severus perdonarle?

Muy lentamente, el joven rubio se arrodilló en el lecho de rosas, al lado de su amante.

-Severus... –susurró, lleno de emoción, alargando su mano temblorosa para rozar la blanca mejilla de éste.

El joven moreno se estremeció con suavidad, el hechizo que le había dormido disipándose en la presencia de su creador.

-¿Remus...?–musitó en voz baja y descompasada, no completamente despierto aún.

Lucius apartó la mano preso de violenta sacudida.

-¡¿REMUS...???!!! –repitió gritando, sin darse cuenta.

Severus abrió los ojos de par en par, encontrando la imagen de Lucius Malfoy mirándole con espanto. Campanas de alarma inmediata resonaron en su cabeza, despertándole al instante.

Instintivamente intentó rodar para alejarse de la amenaza del rubio mientras su mano buscaba su varita entre los pliegues de su ropaje, pero el otro fue más rápido. Justo cuando sus dedos rozaban la pulida vara junto a su cadera, un fino hilo plateado le cubrió, atándole de pies a cabeza sobre los pétalos rojos.

Severus jadeó, la adrenalina y mil emociones inundando sus venas. Detrás de él podía escuchar la elaborada respiración del rubio.

-Lucius... –susurró, con miedo e incertidumbre y odio. Maldito bastardo Lucius, maldito, maldito, maldito... ¿Por qué le hacía esto a él? ¿Por qué tenía que aparecer en su casa? Todo era culpa suya, todo, todo...

Pero Lucius no escuchaba el bajo murmurar de Snape, sus ojos no veían realmente al hombre retorciéndose con rabia entre el mar rojo que cubría el suelo, dándole la espalda. Su mente repetía una y otra vez un nombre, una pesadilla: Remus, Remus, Remus...

¿Quién era *Remus*??? ¿Dónde le había conocido Sev? ¿CUÁNDO???

¿En Hogwarts, quizás? Pero no, no, no había ningún Remus en Slytherin... Quizás... ¿de otra casa? El rubio frunció el ceño, tratando de recordar. A su mente sólo venía el nombre de un compañero de Gryffindor, Remus Lupin, uno de los "Merodeadores" que tanto habían torturado a su Sev. ¿Pero cómo podría ser ese chico pobretón y debilucho, de sonrisa tonta y siempre enfermo, el sueño *más dulce* de Snape? ¿Lo qué éste más podía *desear*?

Todo su ser se rebelaba ante esa posibilidad. Quizás, quizás... ese Remus era alguien que había conocido tras acabar Hogwarts, en el largo tiempo que apenas le había visto fuera de los encuentros entre mortífagos. Pero entonces, Lucius sabía que cuando Snape se rompió en sexto curso, algo había pasado con ese Lupin y su amiguito Black. Al final, Sev nunca le había contado qué ocurrió. Sev nunca le hablaba de temas personales. No realmente. Nunca le había hablado de ningún Remus, de ningún otro amante, ni amigo, ni nadie. Las posibilidades eran tantas...

Lucius se dio cuenta de que no sabía nada de Severus Snape, y eso dolía. Los celos dolían. ¿Le habría estado engañando? La posibilidad se perfiló clara en su mente, cuando recordó a Rosier.

La manera en que éste había tratado a Severus en su casa aquella fatídica noche, con ese aire de superioridad bordeando en desprecio. La manera en que ambos se habían mirado, hipnotizados el uno con el otro; "cómo si compartieran un secreto", había pensado entonces.

Él había estado tan furioso con Rosier, tan nervioso por la misión, tan... destrozado por todo lo que había acontecido después; que no había recordado. No había pensado. Pero ahí estaba.

Una dolorosa opresión comenzó a construirse en su pecho. No puede ser, se dijo, no pude ser...

Su mirada se enfocó en el cuerpo a sus pies, que había dejado de retorcerse y respiraba de manera abrupta, con el rostro oculto por los largos mechones de pelo negro y polvo rosa. Como una animal enjaulado, un animal salvaje.

Sin dueño.

Nunca le había domado; al final, Severus nunca había sido realmente suyo.

Lucius sintió bilis en la garganta, un sabor amargo que le inundó de cabeza a los pies. Nunca, nunca había sido *suyo*, ni en el pasado, ni por culpa del jodido Voldemort podría serlo en el futuro... El deseo de destrozar o golpear algo se volvió intolerable.

Severus podía sentir desde su frágil posición el cambio de humor en Lucius. La espera a que éste sortease sus pensamientos había sido angustiosa, escuchando su respiración volverse cada vez más errática hasta el momento en que pensó que el rubio se ahogaría. Pero entonces éste había tragado aire como un sediento tragaría agua, y sus inspiraciones comenzaron a ser rápidas, sonoras, como un centauro preparándose para embestir.

Severus podía *oler* su rabia. Su desesperación. Y encogiéndose de lado esperó el golpe.

Éste no llegó, sin embargo. A cambio, escuchó el ruido de una silla despedazándose contra la pared. Probablemente la única que quedaba en pie, pensó Severus distante. Y detrás patadas contra los escombros, cristales rotos pulverizándose, puertas sacadas de sus marcos y reducidas a astillas.

Severus sabía que eso no iba a calmar la ira de Lucius, que tarde o temprano le llegaría el turno. Un mortífago como Malfoy no se contentaría con un poco de esfuerzo físico y tres hechizos para volar puertas. Necesitaba algo más. Él lo había visto. Lo que podía hacerle a los muggles. A magos indefensos. Como ventilaba el rubio su frustración.

De nuevo el miedo y el odio que trenzaron en su cuerpo. Tenía que huir como fuera... Tan sólo si pudiera tocar su anillo que le diera Arabella, si pudiera...

Brutales manos le tomaron por los hombros para tumbar su espalda contra el suelo, y entonces su boca era devorada por la de Lucius, hambrienta y furiosa y demandante; egoísta y violenta como había sido las primeras veces, en las aulas vacías de Hogwarts.

El cuerpo del rubio se moldeó como una serpiente sobre el suyo, rígido e inmovilizado por los hilos de plata que parecían apretarse más sobre su carne indefensa. Severus no podía respirar con el peso del otro aplastando sus pulmones, y su boca obstruida por esa lengua invasora.

Comenzó a sofocarse y retorcerse, el pánico nublando su mente y bombeando adrenalina. Vinieron a su mente recuerdos de otros lugares, otros momentos, en los que también había sido refrenado físicamente, y abusado, y abandonado indefenso y despreciado, y, y...

Lucius Malfoy ya no estaba sobre él, y los hilos que le ataban habían desaparecido. Severus se permitió un segundo o dos para recobrar la respiración y el dominio sobre sus alocados pensamientos, aún tendido e inerte sobre el suelo; antes de girarse para observar al rubio.

Éste se encontraba a su derecha, arrodillado y casi jadeando, su piel blanca cubierta por un rubor casi febril. Los ojos grises brillaban como espejos, enrojecidos.

Lucius trató de calmar su temblor, el repentino miedo. Él había sentido la magia envolviéndose sobre Snape, aumentando en la forma incontrolable que invoca un niño amenazado. Y había sabido que *él* era esa amenaza para Severus, y ese conocimiento le había levantado como a un gato escaldado. Marginalmente se preguntó si Voldemort había sentido esa fuerza alrededor de Snape, o si éste había estado demasiado débil para protegerse. Probablemente lo segundo.

Severus se incorporó con lentitud, hasta quedar sentado en el suelo. Su rostro había tomado esa expresión controlada y fría que el mago vestía como una máscara, o una armadura. Miraba obstinadamente al frente, rehuyéndole.

Dolía sentirse apartado así por su Severus, pero al menos éste no había huido, no le había abandonado.

-Severus... –murmuró para llenar el vacío, para arrancarle al moreno una expresión, una pista sobre qué hacer.

-Tú has hecho esto... –Snape tomó en su puño un montoncito de polvo rojo, para dejarlo caer de nuevo. Ya apenas quedaban pétalos, y en poco tiempo el polvo también desaparecería.

-Sí...

-¿Por qué?

¿Por qué? Cómo... ¿cómo Lucius podía explicarle *POR QUÉ*???? Cómo explicarle que le necesitaba, que le amaba, que le odiaba por hacerle sentir así; que necesitaba saber que estaba vivo, que estaba bien, que Voldemort no le había destrozado, que, que... que podía hacer, intentar... ¡algo! Algo para verse a pesar del Señor Oscuro, para poder besarse, y tenerle de una maldita vez y marcarle y saber que su Severus era suyo, suyo, *suyo* y no de Voldemort, ni del tal Remus ni de ningún otro, sólo suyo... ¿Cómo explicarlo, *cómo*, sin parecer un tonto sentimental gryffindor????

-¿Dónde estabas?

–Responder a una pregunta con otra, evadiendo el asunto. Que slytherin por tu parte, Lucius. –contestó Severus con sarcasmo. Había amargura en su tono de voz, sin embargo.

Lucius se revolvió, incómodo.

-Es obvio, Sev. Para localizarte. Para saber... cuando volverías. –contestó con suavidad.

-No me llames Sev.

-Severus...- imploró acercando su mano en un gesto inconsciente.

-¡No me toques!!!

Severus se había girado rápido como una cobra, y ya estaba sobre sus pies, su pálida varita apuntándole sin un temblor.

-No. Vuelvas. A. Tocarme. Nunca. Más.

Sus ojos negros eran duros y fríos, mientras su voz le hablaba así, lentamente, como a un crío que le cuesta entender. Sin dejar espacio para réplicas. Inflexivo.

-Así que esto... puede considerarse la ruptura de nuestra relación...-murmuró Lucius con amargura y repentina acritud. -Qué, *Sev* –añadió con dolida burla- ¿has estado recuperándote este tiempo dentro los pantalones de tu... Remus? ¿O de quién esta vez, mi pequeña putita?

El rubio se recreó en el repentino dolor e incomprensión que rompió por un segundo la cuidada expresión de Snape. Muy lentamente, sin perder de vista la varita de éste fija contra él, se levantó hasta quedar de pie frente al moreno, sin dejar de hablar y pronunciar sus maldades.

¡Estas venían tan rápidas a su boca!, y era tan fácil, *oh, sí*, ver como Snape se estremecía frente a ellas, y sus ojos se agrandaban, y ardían, y sus labios se apretaban en un línea fina y dolorosa...

-Vamos, *Sev* -continuó- No pongas esa cara... Has pronunciado su nombre antes, en sueños... ¡Y quien será, ese Remus...! Tu nuevo amorcito, sin duda, ahora que Rosier ha sido volado del mapa...

Un brillo de culpa en los ojos negros. ¡Oh, joder, le tenía ahí!, joder, joder... ¡Era verdad...!!! Lucius apretó los puños, esforzándose como un loco en mantener la sonrisa, toda esa maldita farsa.

-... Pero *Sev*... ¿por qué no me dijiste que te habías aburrido de mí...? –inquirió en exagerada ofensa, tratando de parecer dolido, tratando de que pareciera sólo un acto, cuando en realmente estaba ardiendo de furia y dolor y traición.

-Pero no... Mejor tener a dos que a uno, ¿verdad?... ¿O son más de dos, Sev? Nuestro querido Evan te llamó puta... ¿de cuantos Sev...?

-Cállate... –murmuró éste, en voz baja y venenosa.

-...¿a cuantos les ofreces tu vigoroso culito...?

-¡¡¡CALLATE!!!!!

A Lucius le pilló desprevenido el repentino asalto de Snape. Había esperado gritos, maldiciones, magia negra expulsada de la varita del otro en su dirección; y ya tenía su mano preparada para tomar su varita y defenderse.

Pero nunca hubiera imaginado aquel puñetazo directo a su mandíbula, seguido por la fuerza bruta del peso del cuerpo de Snape empotrándole contra la pared y expulsando el aire de sus pulmones con violencia.

-¡¡¡¡NO VUELVAS A HABLARME ASÍ!!! ¡¡¡NO VUELVAS A LLAMARME PUTA!!! ¡¿CÓMO TE ATREVES, MALDITO BASTARDO VIOLADOR, CABRÓN...!!!!

Lucius podía sentir la saliva de Snape rociando su rostro cuando gritaba cada palabra, mientras que sus largos y hermosos dedos abrían agujeros en sus hombros y sacudían frenéticamente su cabeza contra la pared.

Cuando finalmente le dejó ir, había una mancha roja sobre el papel pintado del tabique. Lucius se escurrió lentamente hasta quedar sentado en el suelo, apenas consciente. Un hilo de sangre caía también de su fracturada nariz, y la comisura de sus labios.

Severus se apartó abruptamente, jadeando, mirando al que consideraba su agresor desplomado en el suelo, cubriendo su rostro por manos que temblaban, el pelo rubio teñido y apelmazado por la sangre en el cogote.

Se giró para no verle, para no ver el hombre con el que había compartido besos e ilusiones de amor no pronunciadas, el hombre que al mismo tiempo detestaba y con el que se acostaba, el hombre que le había hecho disfrutar a veces -las últimas veces, mientras trazaba lánguidas caricias sobre su piel.

Lucius Malfoy, su mundo entero; su salvación en sexto cuando creyó que se ahogaría en un mar de decepción, y su condena cuando después, un año más tarde, le había llevado hasta Voldemort.

Se lo tenía merecido, se dijo a sí mismo; por despreciarle, y llamarle puta cuando nadie, ¡nadie más! le había tocado sino él. ¡No era el esclavo de nadie, maldita sea, ni la puta de nadie ni a nadie debía nada, nada, NADA, maldita sea...!!!

Severus podía sentir de nuevo el ardor de su furia quemar todos sus nervios, y no era desagradable, no... No lo había sido cuando luchaba contra Black, cuando pensaba en los merodeadores y en la indiferencia de Remus Lupin, ni cuando la ira lo protegía de la mirada penetrante de Voldemort; ni lo era ahora, haciendo papilla a Lucius con sus manos desnudas. Era casi... liberador, gratificante, para un alma enferma como la suya.

Detrás de él escuchó gemir a Lucius, y se dio la vuelta para mirarle. Éste trataba de levantarse apoyándose en la pared, respirando malamente a través de su boca abierta. Su labio inferior estaba roto y abultado, y su pequeña y aristocrática nariz quebrada hacia la izquierda.

Que se joda, pensó Severus sin piedad. Ya derrochará galeones el muy cabrón para dejársela en su exacto estado original.

Lucius miró torvamente a Snape, que le observaba con una sonrisa maliciosa y complaciente. La cabeza le latía como si alguien la estuviera usando de tambor, y la sangre bloqueando su nariz rota le impedía respirar. Escupió para despejar su boca, y con consternación constató que junto a la mezcla de sangre y saliva había caído un diente.

Su odio hacia Snape en esos momentos era abrumador.

-Qué, *Luci*, ¿molesto por los modales de tu... puta, cabrón? ¿Temeroso de que con la cara destrozada no consigas otra?

-Sev... –jadeó Lucius entrecortado- Me... me las pagarás...

Snape elevó una ceja, desdeñoso.

Lucius dio un paso vacilante, sacando su varita. Severus le apuntó con la suya de inmediato, pero se relajó marginalmente cuando el rubio pronunció unos cuantos hechizos curativos sobre sí mismo. Por supuesto, un hechizo sanador nunca era muy efectivo cuando ejecutado sobre la propia persona que lo invoca, pero Lucius siempre había sido hábil en Encantamientos, y su cabeza y labio dejaron de sangrar. Aún tendría que ver a alguien por la nariz, sin embargo.

-Yo..., yo estaba preocupado por ti, maldita sea... –susurró Lucius, dolido por todo y aún conmocionado por los golpes. –Yo... quería... saber si estabas bien, sano, si...

-Podías volver a usarme ya sin tener que emplear un obliviate después, Lucius?

-¡Yo te saqué de allí...!-gritó el rubio repentinamente. -¡De la casa de Moody! ¡Te salvé la vida, desagradecido hijo de puta!

Severus se estremeció un instante, antes de contraatacar, apuntándole febrilmente con su varita.

-¡Y una mierda! ¡yo te protegí antes, bastardo! ¡aún me acuerdo de eso, eso no lo borraste, cabrón! ¡ESO no lo borraste!!!

Chispas verdes y doradas saltaban de la punta de la varita de Snape, lleno de rabia.

-¡YO no borré nada, maldita sea, no fui yo!

-¡¿cómo te atreves...

-¡¡¡FUE VOLDEMORT...!!!

Un denso silencio se hizo en el salón del semisótano.

-Por favor... –susurró Severus con incredulidad.

Lucius por su parte cerró los ojos. Tras sus conjuros el latido de su cabeza se había reducido a un leve dolor de fondo, pero suficiente para volverle loco en aquel momento. Bien, ¿qué había dicho?. Había mencionado a Voldemort. Genial. Como si fuera un bocazas Hufflepuff.

No podía explicar *eso*. ¿En que había estado pensando? Pero que su Severus le llamase vio... No quería decir la palabra, ¡era tan fea! ¡Y él no había sido, joder!

"No *esta* vez", susurró una voz sibilante en su cabeza, horriblemente parecida a la de Voldemort. ¡Oh, mierda!, no... no, no, no... Lucius se llevó las manos a la cabeza, mareado.

No podía mencionar esa noche, no podía. Aún sentía el abrumador horror, la angustia, la desesperación; oía cada gemido, cada... mísero sonido; y rememoraba las imágenes a contraluz, porque no podía cerrar los ojos, no podía moverse, no...

Entonces se dio cuenta de que Snape llevaba su capa. La capa con la que había cubierto su cuerpo desnudo, para más tarde depositarle sobre su cama envuelto en el cálido tejido negro. La capa con el broche de su familia, y sus iniciales bordadas. Y comprendió que esa era la prueba que le culpaba.

La capa con la cual le había abandonado por pura cobardía. Él, que decía amarle y necesitarle.

Y Severus la llevaba. Y ahora la acariciaba con sus dedos ausentes, mientras le miraba y esperaba la explicación de su última afirmación.

-Llevas mi capa -murmuró Lucius, dando voz a sus últimos pensamientos. Algo tienes que sentir por mí, pensó; me amas, Severus, me amas...

Severus se miró a sí mismo por un instante, desconcertado. Era cierto, el tejido negro que cubría sus hombros pertenecía a Lucius Malfoy. Con esa capa sucia y usada, y sin embargo cálida y aún suave, se había despertado en su dormitorio. Esa capa había sido la única prenda sobre su cuerpo, el único rastro de su amante y agresor en la oscura soledad de aquel momento.

¿Por qué la llevaba? Le había podido pedir otra capa a Arabella, y sin embargo, ni se le había pasado por la cabeza. Para qué, teniendo la de Lucius... Su último regalo...

Con un gesto brusco abrió el broche y la arrojó a sus pies. ¡No la quería! No quería nada que hubiera pertenecido antes a Malfoy. Ni sus golpes ni sus mentiras ni sus falsas promesas de amor. Lucius no le amaba, ¡qué absurdo! Y él no quería ese amor tampoco. Tan sólo, tan sólo, si había fantaseado... era por costumbre. Los hombres se acostumbran y acomodan a lo que tienen, y tratan de disfrutarlo todo lo que pueden.

Y Severus sabía que él había sido así también... En el espejismo del placer sexual que Lucius le había hecho descubrir en su cuerpo, había creído ver algo más, sentir algo más... Un anhelo, una atracción ... una necesidad de amar y ser amado... pero era sólo el reflejo de sus deseos, una irrealidad.

Que absurdo doblegarse ante una efímera nube de promesas irrealizables, y doblegar su orgullo a semejante quimera. Severus ambicionaba más que aire perfumado entre los dedos; merecía algo más que las sobras de aprecio de un hombre arrogante como Lucius Malfoy.

-Ahí la tienes –susurró Severus señalando la capa caída.

Ahí tienes su amor, Lucius, todo lo que Sev siente por ti, concluyó una detestable voz dentro de la cabeza del Malfoy.  La amargura de aquel momento fue suficiente para llenar sus ojos de lágrimas, que el rubio intentó con todas sus fuerzas no verter.

Los Malfoys no lloran, le había dicho su padre Tiberio.

No lloran... pero transparentes surcos de agua salada comenzaron a bañar sus mejillas. Lucius permaneció por un momento ajeno, sólo mirando la capa arrugada a sus pies, antes de percibir que su recio control se había deshecho y estaba llorando abiertamente. En un gesto infantil, humillado y desesperado, se dio la vuelta cubriéndose el rostro con las manos.

Qué haces, qué haces, Lucius Malfoy, ¡por Merlín, abandona este absurdo despliegue de sentimentalismo! ¡No le muestres al enemigo tu debilidad! Pero pequeños e incontrolados sollozos estremecían sus hombros y le delataban. Lucius deseó desaparecer de la faz de la tierra, mientras trataba de no ahogarse y controlar su ya de por sí difícil respiración.

Severus detrás de él estaba callado. ¿Estaba soñando, o eran lágrimas lo que había visto manchar las mejillas de Lucius Malfoy?

Él nunca había visto al otro mago llorar, *nunca*. Y sin embargo... la escena ante sí era inconfundible, los estremecimientos y apenas reprimidos sollozos reveladores.

Sí, Lucius Malfoy estaba realmente llorando...; concluyó Severus, demasiado conmocionado para hacer algo al respecto.

Los segundos discurrieron espesos, mientras todos los anteriores pensamientos de rabia, orgullo y frustración se desvanecían de su mente para centrarse en la increíble visión que se desarrollaba ante sus ojos. ¿Por qué... por qué Lucius lloraba? Su cabeza bullía analizando posibilidades, razones, causas y efectos.

Había sido al devolverle la capa... ¿Tan importante para el rubio era que él la conservase? O más bien, quizás, era por el símbolo... El que ya no quisiera mantener algo dado por Malfoy. Éste decía haberse preocupado por su persona, ¿era cierto? El corazón de Severus latía ahora al mismo ritmo frenético con el que trabajaba su mente.

¿Podía ser verdad? ¿Podía ser verdad? Severus era incapaz de creer que Lucius pudiera fingir semejante escena, pero... pero no podía desechar la posibilidad. Había sido tan cruel, antes... Lucius era simplemente así: cruel. Con la crueldad ignorante y egoísta de los niños malcriados, que quieren todos los juguetes sin pensar en nadie más, y en su inocencia verdaderamente sufren cuando se les privan de ellos.

¿Sentía así Lucius? ¿Verdaderamente dolido por perder su más preciado juguete? ¿eso era él? ¿Una posesión que el otro no podía concebir perder?

Realmente Severus no creía que Lucius le amase, si es que ese esquivo sentimiento era tan generoso y libre y dulce como juraban las odas y poemas desde el comienzo de las eras. Pero quizás, ese sentimiento de desgarrada posesión era lo más parecido al "amor" que podía desarrollar el corazón helado de Lucius.

Quizás... esas lágrimas humilladas que ahora Lucius parecía haber vuelto a controlar eran la única medida que encontraría de su influencia en la vida del otro.

Y Severus supo, con un repentino calor que se expandió en su pecho, que no era poco.

Al menos, era lo más que el rubio sería capaz de ofrecer.

El joven se acercó entonces a éste -su furia olvidada y atrás-, y lentamente, con la misma sosegada dulzura que había empleado Arabella Figgs con él, le abrazó por detrás. Lucius se tensó al repentino contacto, no habiéndose percatado de su llegada, pero cuando Snape se quedó quieto, descansando su frente en su nuca, se relajó.

Ambos permanecieron así, en silencio, solos en medio de la destrozada sala. Muy juntos, unidos, abrazados, y a la vez separados, cada uno inmerso en sus pensamientos y sensaciones.

Lucius había dejado de llorar, y descansaba su peso en el abrazo de Severus, raramente reconfortado en la calidez y fuerza de éste. Era como descubrir otro mundo, con otras reglas, en el que él ya no era el amo y Severus su mascota, en el que ya no tenía que dominarle ni poseerle.

Lucius sintió que ya no tenía que pretender que no necesitaba confort, o sentía placer en dar sin esperar recibir a cambio. En este mundo podía confiar en su Sev, y podía preocuparse sólo de escuchar esos pequeños gemidos que hacía cuando le besaba el cuello y las clavículas, y arqueaba la espalda dócil y despreocupado, y le miraba con esos ojos que eran ventanas a otro espacio cuajado de estrellas. Lucius podía acomodarse a sus silencios, a la rabia que hervía repentinamente tras la helada superficie, a los sarcasmos abandonados aquí y allá, al humor disfrazado de impías críticas y a veces maravillosamente desnudo si Severus estaba lo suficiente relajado. Lucius podía vivir de esa voz de seda, poderosa, hábil, llena de matices y sorpresas que Sev manejaba más diestramente que su varita.

Lucius podía vivir definitivamente entre sus brazos, sintiendo su aliento bajo la oreja derecha, y el suave movimiento de su pecho contra su espalda, y el bajo ronroneo de su corazón, rítmico y firme.

Y entonces un agudo dolor como un latigazo invadió la magia del momento y la rompió.

Ambos se sobresaltaron y se separaron, apretando la marca Oscura de sus antebrazos como dos espejos enfrentados. Esta ardió un segundo antes de desvanecerse, dejando sólo un plano temblor que aumentaría cada minuto que se retrasaran hasta volverse una tortura insoportable.

Severus y Lucius se miraron a los ojos, por un momento tan sólo conscientes de lo terrible que se había sentido la intrusión de la llamada del Señor Oscuro, invadiendo su más intima privacidad.

Un terror vago inundó a Lucius entonces, cuando se dio cuenta de la casualidad del momento.

No... Voldemort no tenía manera de averiguar que ellos... habían hecho las paces, más o menos... ¡no podía saber de su rebeldía!

-¿Lucius? –preguntó Severus, incómodo y suspicaz ante el espanto y el agobio que ahora marcaban las facciones de Malfoy.

-¡Escúchame! –El rubio se acercó hasta tomarle por los hombros.-¡Ante Voldemort debemos fingir...! ¡tú y yo no compartimos nada, nada, nos aborrecemos incluso, ¿entiendes?! ¡Mírame con odio, Severus! Él quiere eso...

-Pero... ¿por qué...

-Sev, él, él... –Lucius buscó frenéticamente por una respuesta, e improvisó con una media verdad –Nuestro Señor estaba furioso con nosotros tras el asunto de Moody. Él... bien, no le gustó que tú... me protegieras, y después yo te sacara de allí... Ambos pospusimos nuestra obligación y dejamos al auror vivo, en vez de rematarle. –concluyó Lucius con amargura, mientras los ojos de Severus se abrían ligeramente al entender.

-No nos hará bien que aún piense que... nuestras lealtades son antes entre nosotros que para él.

Severus cerró los ojos. Si Lucius supiese... Y aún peor, cuando Voldemort averiguara cuantas personas había en la lista antes que él... El joven no pudo reprimir un escalofrío, que el rubio interpretó como un signo de compresión. Un suave asentimiento con el rostro vino después.

Los dos magos permanecieron unos segundos más, tratando de recomponerse a toda velocidad, mientras el pálpito en la marca oscura crecía hasta ser realmente doloroso.

-Tú primero –musitó Lucius. –Mejor que no nos vea aparecer juntos.

El cuerpo de Severus se irguió, preparándose para el complejo hechizo, cuando de nuevo sintió la mano de Lucius en su hombro. Y después éste le besaba con suavidad en los labios, un breve contacto de despedida.

-Hasta ahora –murmuró, mirándole con los ojos grises cristalinos y vibrantes.

-Hasta ahora...

Y con esas palabras y una última mirada, triste y ansiosa y a la vez en paz, Severus se desapareció.

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Bueno, por fin ya he escrito la famosa *escena* entre Severus y Lucius!!! Espero que la espera haya valido la pena...

Respecto a este capítulo he de decir que de nuevo los personajes me han tomado el pelo!!! _ Yo que soy mala malísima, quería que se pelearan y ya, pero no, ¡se han reconciliado! Aún no me puedo creer que Lucius se echase a llorar, ¡me hizo chantaje! En fin... XD También por aquí ha habido una pizca de influencia de The End de Nyaar... ah, chiquina, es que tu pelea entre Sev y Lucie fue *genial... ¡un beso enorme para ti!!! (juas, juas, te estoy haciendo publicidad!^_^)

Y también, como no, un besazo a Claudio y a... ¡¡¡VELIA!!!!! ¡¡¡GRACIAS por tus mails de ánimo!!! Son lo mejor... De nuevo este cap te lo dedico... espero que te haga muy feliz, y de nuevo siento haberte tenido esperando. Yo creo que Lucius hizo lo que hizo por ti...

Y respecto al próximo cap, pues... ¡vuelve Voldemort y sus intrigas! Anuncio que reaparece Pettigrew y la trama principal de acción, os recuerdo, con los urores teniendo a Severus en el punto de mira... ¿qué pasará? ¿le atraparán? ¿sospechará Voldemort de Sev Y Lucius? ¿podrán retomar estos su relación, o no? ¿Volverá a espiar Sev para Dumbledore? Y por cierto... ¿se enterará éste *alguna vez* de quien fue su agresor??? Porque aunque no quiere creer que fuera Lucius, para Severus es aún su único candidato... Nadie aún le ha señalado a Voldemort...

Bueno, dejo de hacer intriga, aunque en el próximo cap, con suerte, se avanzará mucho la trama. Ahhh... nos acercamos al famoso día en que Voldie fue derrotado por el bebé Harry Potter... Ya veréis, ya veréis...

Muchísimas gracias a todos los que habéis dejado un comentario, ¡me hace muchísima ilusión!!!!! ¡un besazo!!!

Y ahora, por favor...

¡DEJAD UN REVIEW!!! Comentarios y críticas son bienvenidos. XD

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