Muchas gracias por vuestros reviews a: Melania, zonihviolet, DANI DA, gabyhyatt, AdriLopez, maleja twihard, ZAVACULLEN, chiva, Vero Grey de Cullen, Lena Duchannes Moon, Eidy swan, Lunajely, ChristiannaCullen, barby-chan, YosiCullen89, mamu144, Saha Denali, Sakurita-Cullen-de-Edward, Fran Cullack, lupita-jely-C, janalez.


Epílogo

20 años después...

—Hola, mi nombre es Isabella y soy alcohólica. Hoy hace diecisiete años que estoy sobria. No me resulta fácil hablar de mi vida, pero sé que es necesario para que otra gente abra los ojos a tiempo y se dé cuenta que el alcohol no es la solución.

"Empecé a beber a los trece años, pero sólo bebía por diversión y de vez en cuando, beber en las fiestas se convirtió casi como en una costumbre. Yo sentía que era como beber agua, sólo que el alcohol me ayudaba a deshinibirme y divertirme.

Pero a los diecisiete años esa costumbre mía para "divertirme" me pasó factura. Yo siempre había sido una chica con problemas y con cero autoestima, por lo que al menor problema empecé a refugiarme en el alcohol.

Al principio pensaba que yo controlaba, que podía parar cuando quisiera. Pero empecé a notar que algo andaba mal cuando un día desperté en la cama de un tío totalmente desnuda y no sabía cómo había llegado ahí.

Lo peor fue que esa no fue la última vez que bebí, sino que lo seguí haciendo y a pesar de que quería parar no podía. Era superior a mí. Y cada vez empecé a humillarme más a mí misma al acostarme con un hombre mucho mayor que yo que se ofrecía a darme alcohol a cambio de sexo.

Mi dependencia al alcohol era tal que estuve dispuesta a aceptar ese trato denigrante y abusivo con tal de saciar mi sed de borracha. Me sentía sucia y me despreciaba a mí misma, pero esos no eran motivos suficientes para dejar de beber, nada lo era.

El alcohol hacía conmigo lo que quería y yo sólo podía observarme desde fuera, porque no era yo, yo perdía el control de mi cuerpo y me odiaba por eso.

Muchas veces intentaba parar y podía estar sobria a veces semanas, a veces meses, a veces sólo horas... pero siempre volvía a recaer.

En una de esas recaídas un amigo mío se dio cuenta de lo que me sucedía e intentó ayudarme a parar. Fue muy duro, pero sentir su apoyo y que él confiaba en mí, que confiaba en que podría salir de esto, fue lo que me hizo luchar con todas mis fuerzas por estar sobria. Y lo conseguí.

Pasaron los meses y pensé que estaba curada, que no volvería a recaer, pero debería haber sabido que quien es alcohólico nunca se cura, que lo es para siempre.

Y así lo pude comprobar cuando mi amigo falleció. El mismo amigo que me había ayudado y apoyado estaba muerto por mi culpa. El tipo que había abusado de mí chantajeándome con alcohol le atropelló provocándole lesiones graves y un derrame cerebral del que nunca se pudo recuperar. Luchó por su vida, pero no consiguió sobrevivir.

Por aquella época yo también estaba ingresada en el mismo hospital y cuando recibí la noticia no la pude soportar. Sentí una necesidad tan grande de emborracharme para olvidar que creía que me iba a morir. Y como no tenía alcohol a mano y necesitaba olvidar sólo se me ocurrió quitarme yo también la vida. Si mi amigo había muerto por mi culpa yo tampoco merecía vivir.

Y lo intenté. Varias veces además.

Pero estando en un hospital mis intentos no prosperaron que digamos. Me mantuvieron el resto de mi estancia sedada por miedo a que volviera a intentarlo.

Pero el día que me dieron el alta volví a refugiarme en el alcohol. Siempre a escondidas, por supuesto, no quería herir más a mi padre, el cual ya tenía sus propios problemas en aquel momento, pero seguía bebiendo hasta perder el control.

Esa fue una de las peores recaídas que recuerdo... mi padre no tardó en descubrir que había vuelto a beber y se enfureció. Yo estaba harta de sus gritos y de que me reprochara mi adicción por lo que me fui de casa, ya era mayor de edad y creía que podía hacer lo que yo quisiera.

Pasé los siguientes tres años viviendo por las calles siendo una borracha, hice lo que hacía falta con tal de costearme el alcohol.

No importaba que el alcohol me hubiera destruido la vida, no importaba que el alcohol me hubiera alejado de mi familia y amigos, no importaba que hubiera perdido mi beca para Harvard y que no tuviera ni un techo donde vivir. Nada importaba siempre y cuando tuviera alcohol.

Caí más bajo de lo que pensé que se podía caer.

Lo que empezó siendo una forma más de divertirme terminó por destruirme la vida de todas las formas posibles.

Por suerte conseguí salir de ese agujero negro en el que me encontraba... mi vida cambió por completo cuando me enteré que estaba embarazada.

Me di cuenta que debía parar, ya no por mí, mi vida ya me daba igual, sino por mi hijo. Él no tenía la culpa de nada y yo no podía hacerle pagar por mis errores.

En un momento de sobriedad me di cuenta que sola no podía parar de beber y sabía que tarde o temprano recaería de nuevo. Por lo que tuve que regresar con el rabo entre las piernas a casa de mi padre.

Le pedí ayuda, algo que debería haber hecho tras salir del hospital tres años atrás. Pero que no hice, porque el dolor me consumía y sólo podía pensar en beber y beber hasta olvidar quien era.

Mi padre me ingresó en una clínica para alcohólicos, pero como yo era mayor de edad él no podría haberme ingresado sin mi autorización... y pocas semanas después de estar ingresada y sufrir el mono estuve a punto de marcharme de nuevo, no podían retenerme, pero por mi hijo me obligué a quedarme ingresada.

Mi padre y mis antiguos amigos venían a visitarme a menudo, al principio odiaba esas visitas, me hacían daño. Pero con el paso del tiempo esas visitas se convirtieron casi en el aire que necesitaba para respirar, necesitaba sentir su apoyo y poco a poco fui recuperándome.

Y cuando mi hijo nació y me lo pusieron entre los brazos sentí una extraña sensación... sentí que lo que me mantenía atada a este mundo ya no era el alcohol, sino ese pequeño ser indefenso que ahora dependía por completo de mí.

No podía volver a recaer, no podía hacerlo por él. Debía cuidarle.

Ni siquiera sabía quién era su padre, no sabía si habría nacido con problemas, ya que antes de saber que estaba embarazada yo seguía bebiendo, no sabía nada de lo que implicaba ser madre.

Pero tenerle entre mis brazos me hizo comprender que mi vida había dejado de pertenecerme, también había dejado de pertenecerle al alcohol. Mi vida pertenecía en exclusiva a mi hijo.

Él fue el que me dio fuerzas para luchar contra mí misma y ganarle la batalla al alcoholismo. Desde entonces no he vuelto a probar el alcohol y me siento muy orgullosa de mí misma.

Porque a pesar de todo supe ser una buena madre y saqué a mi hijo adelante, hice que se sintiera orgulloso de mí y eso es lo más grande a lo que nunca he podido aspirar.

Hoy en día mi hijo es un niño de dieciséis años que cuando me llama mamá me hace sentir la persona más importante del universo, porque sólo una sonrisa suya me hace sentir que vale la pena vivir.

Que vale la pena haber luchado contra mi adicción y salir adelante.

No sólo la vida me regaló al hijo más maravilloso que una madre puede desear, sino que también me regaló la posibilidad de retomar mi vida donde la había dejado. Puede que no estudiara en Harvard como siempre había sido mi sueño, pero ese sueño dejó de tener valor alguno para mí, estudiar en un sitio o otro ya no tenía relevancia. Sólo tenía relevancia luchar por salir adelante junto a mi hijo.

Y lo conseguí. Tengo una carrera y llevo trabajando desde hace muchos años. En mi tiempo libre soy escritora y muchos de mis libros hablan de las adicciones, como todos sabéis. Y sobretodo soy una mujer que ha conseguido retomar las riendas de su vida.

Pero a pesar de llevar diecisiete años sobria aún sigo luchando contra mi adicción y siempre tendré que luchar contra ella, porque sigo siendo una alcohólica y siempre lo seré hasta el día de mi muerte. Con la diferencia de que ahora cuando paso por momentos duros o difíciles ya no me refugio en el alcohol, hablo con mis amigos, con mi familia, con mi padrino o con quien haga falta. Pero no dejo que el alcohol vuelva a dominarme, nunca más. Lo peor es saber que esta es una lucha eterna que no tendrá final y me lamento del día en que empecé a beber. Me ha costado muchos años volver a ser yo misma y retomar mi vida, pero al fin lo he conseguido.

Y por todo lo que he vivido quiero daros un consejo, nunca dejéis que el alcohol, las drogas o cualquier otra adicción dominen vuestras vidas. Porque vuestras vidas sólo os pertenecen a vosotros, a nadie más. Recordad eso y no os refugiéis en vicios cuando sufráis o tengáis problemas. Si necesitáis apoyo habladlo, ya sea con vuestros padres, con vuestros amigos o incluso con vuestros profesores. Pero nunca hagáis como hice yo, nunca os lo calléis todo y lo llevéis por dentro, y mucho menos calléis vuestros problemas con alcohol o drogas. Eso sólo os llevará a una vida de autodestrucción. Recordad esto la próxima vez que tengáis problemas y necesitéis ayuda. Tomad mi consejo y haced caso de la voz de la experiencia.

Gracias", concluí y todos en el lugar se levantaron para aplaudirme con efusividad.

Bajé del escenario y el director del instituto me dio las gracias por haber ido a contar mi historia. Intentaban hablarles a esos jóvenes del peligro que tenia consumir drogas y alcohol, y por los rostros que todos tuvieron mientras hablaba supe que ahora se pensarían dos veces antes de consumirlas.

º º º

—¿Qué tal te ha ido? —me preguntó mi padrino nada más descolgar, estaba preparando la cena.

Sonreí.

—Muy bien, creo que el director ha quedado complacido con el discurso y esos jóvenes se pensaran dos veces antes de caer en los vicios —le informé a Eleazar.

Él se había ofrecido a ser mi padrino en el grupo de alcohólicos anónimos. Desde entonces se había convertido casi en un padre para mí.

Había sido él quien me había propuesto dar ese discurso en el instituto, el director había llamado al centro pidiendo que alguien fuera a hablar de experiencias propias y Eleazar me preguntó si yo estaba preparada para hacerlo.

Y sí lo estaba, quería hablar en voz alta de lo que el alcohol me había hecho, quería advertir de lo peligroso que era refugiarse en sustancias adictivas cuando se tenían problemas.

No es como si no hubiera hablado antes del tema, había publicado bastantes libros respecto a eso, pero nunca había hablado delante de unos jóvenes que estaban en la edad del pavo y que pensaban que todo era un gran drama en sus vidas.

—Me alegra oírlo, ¿y tú estás bien? —me preguntó, preocupado de que hablar del tema me hubiera puesto mal.

—Sí, estoy bien, Eleazar, lo prometo.

Mis palabras le tranquilizaron, él sabía que si decía que estaba bien era porque lo estaba. A él no podía mentirle y Eleazar lo sabía.

Él había pasado por lo mismo que yo hacía muchos años. Y él sabía más que nadie todo lo que había luchado por salir adelante.

Acordamos vernos al día siguiente en una de nuestras reuniones de alcohólicos anónimos y colgamos. A pesar de llevar tantos años sobria no faltaba a una de esas reuniones, era como una forma de recordarme que no debía volver a recaer. Oír tantas experiencias dolorosas le hacían comprender a uno que el alcohol y las drogas no sólo te habían destruido la vida a ti, sino a miles de personas. Era una forma también de no sentirse solo y recordarte que debías luchar día a día por mantenerte sobria.

La puerta de casa se abrió y no tardé en notar como los brazos de Charlie me rodeaban.

—Hola, mamá —me dijo mientras me abrazaba.

—Hola, cariño, ¿qué tal os lo habéis pasado? ¿os habéis divertido? —pregunté dejando lo que estaba haciendo y girándome hacia ellos.

Hacia mi hijo y mi esposo.

Nunca volví a ser la misma tras la muerte de Edward y nunca volví a entregar mi corazón como lo había hecho con él, pero sí me volví a enamorar. Y seguí adelante. Debía hacerlo por mi misma, por mis amigos y familiares y sobretodo por mi hijo. No podía vivir atrapada en el pasado como le pasó a mamá con Kelia.

A mi esposo le conocí en una de las reuniones de alcohólicos anónimos, él no acudía por sí mismo, sino para acompañar a su hermana pequeña.

Nos gustamos en el mismo instante en el que nos conocimos, pero nunca dimos el paso de acercarnos a hablar con el otro, incluso antes de intercambiar palabras ya sabíamos todo de la vida del otro, al menos él de la mía. Él sabía todo lo que me había pasado y justo esa tarde, tras hablar de mi experiencia, se me acercó.

Me dijo que me admiraba por mi coraje y valentía para luchar contra mi adicción y salir adelante. Empezamos a vernos fuera de las reuniones para hablar sobre su hermana, había empezado a tontear con el alcohol y las drogas desde hacía unos meses, por eso la había obligado a acudir a esas reuniones, para que oyera historias de gente que había sido adicto a esas sustancias.

Su hermana no volvió a probar las drogas ni el alcohol.

Y a pesar de que su hermana salió de ese infierno Fred y yo seguimos viéndonos. Pero tuvieron que pasar dos años antes de que aceptara salir con él.

No era fácil darle una oportunidad al amor, mi hijo en aquel entonces sólo tenía cinco años y temía que si algo salia mal pudiera recaer. Pero no podía seguir en esa burbuja y me permití darle otra oportunidad al amor, así que acepté salir con él. Y hoy en día no me arrepentía.

Fred era un hombre maravilloso que me hacía muy feliz.

Y era un estupendo padre para Charlie, de hecho era como si lo fuera, le había criado desde pequeño y Charlie le veía como un padre.

—¡Sí, nos lo hemos pasado genial! —me dijo emocionado mi hijo mientras me soltaba y se giraba para ver a su padre con una sonrisa—. Ha sido una lástima que mamá no haya podido acompañarnos, ¿verdad, papá?

Fred asintió.

—Cierto, pero ya habrá más ocasiones cuando tu hermana nazca, ahora habría sido peligroso para el bebé —exclamó mientras se acercaba a mí y me acariciaba la barriga, era un gesto que se había vuelto ya en una costumbre.

Fred decía que le encantaba acariciarme la barriga, sentía que era como si tocara a nuestra hija antes de que naciera.

Ya sabíamos que iba a ser una niña. Íbamos a llamarla Kelia.

Yo me reí y le revolví el pelo a Charlie.

—Además, el parque de atracciones no se va a mover del sitio, ya iremos todos en familia cuando Kelia nazca.

Cenamos en familia y me estuvieron contando todo lo que habían hecho en el día, a todas las atracciones que subieron y me describieron todo con detalle, tanto que hasta ya podía imaginarme que había ido yo con ellos.

Aunque Charlie se lamentaba de haber estado poco tiempo, ya que habían ido después de clase y no habían podido estar todo el día precisamente porque era un día laborable, pero Fred tenía el día libre y había querido llevarle ya que Charlie lo llevaba pidiendo desde hacía tiempo.

Tras cenar Charlie se fue a su habitación a hacer los deberes que tenía pendientes y Fred y yo nos quedamos recogiendo.

—Aún no es muy tarde, creo que iré a visitar un rato a mis padres —exclamé mientras miraba el reloj de la cocina.

—¿Te acompaño? —se ofreció.

Negué con la cabeza.

—No hace falta, será una visita rápida, pero quiero llevarle a mamá el bizcocho de chocolate que tanto le gusta, se lo he preparado antes —le expliqué mientras lo cogía, lo había envuelto en papel de plata para que no se estropeara.

Me despedí de Fred con un beso y salí a casa de mis padres.

º º º

—¡No! La canción no era así, creo que era... —y empecé a entonarla.

Pero mamá se rió y negó con la cabeza.

—Te digo que no, recuerdo perfectamente que la sintonía era así —me refutó, entonando ahora ella la que creía correcta.

Pero papá volvió del baño y nos miró rodando los ojos.

—A ver, ¿por qué discuten ahora mis chicas favoritas?

Yo me reí e hice un gesto con la mano restándole importancia. Estábamos intentando recordar la primera canción con la que mamá nos enseñó a bailar a Kelia y a mí de pequeñas.

Ya podíamos hablar de Kelia sin que doliera, ya todos habíamos sanado y superado su muerte. Incluso mamá. Llevaba más de diez años sin tener ningún brote psicótico y le dieron el alta definitiva hacía mucho.

Al recibir la ayuda que necesitaba se convirtió en la mujer buena y alegre que siempre había sido, pero que su enfermedad no le permitía mostrar.

Y me repetía a todas horas lo mucho que me quería, al fin lo decía en voz alta porque de verdad lo sentía.

—Por cierto, papá, ¿has incluido ya en el menú el plato que te dije? —le pregunté.

Papá ya no era policía, lo había dejado de ser hacía veinte años, cuando disparó a Riley mientras éste me asfixiaba con el cojín.

Los disparos que oí fueron los de mi padre cuando desenfundó el arma y disparó al hombre que estaba tratando de asesinarme.

Hubo un largo juicio en el que mi padre fue acusado de asesinato, pasó algunos meses en prisión, pero finalmente fue absuelto cuando se pudo demostrar que lo había hecho por protegerme. También lo absolvieron las pruebas de que Riley, al que había asesinado, era el culpable del atropello de Edward y, por lo tanto, de su posterior muerte. Al igual que de haber abusado de mí siendo menor de edad y sabiendo de antemano que tenía un problema con el alcohol.

Nadie tuvo el valor declarar culpable a mi padre de haber asesinado a un tipo tan despreciable como Riley. Aunque sé que también tuvo que ver el hecho de que el juicio se hiciera en Forks, lugar de nacimiento de mi padre, cuyos policías que investigaban el caso eran amigos de él.

Eso también tuvo que ver, pero tras demostrar la culpabilidad de Riley no pudo haber otra sentencia que no fuera la de inocente para papá.

Sin embargo le prohibieron volver a ser policía y estar cerca de un arma. Pero a papá eso no le importó, volvió a trabajar en el restaurante de Laura hasta que hacía unos cuantos años había montado el suyo propio.

Y yo nunca le había visto más feliz que con su actual vida.

Cuando le confesé todo a papá pensé que nunca me perdonaría por haber caído tan bajo, pero no sólo no me juzgaba, sino que regresó a la habitación para disculparse por irse así, ya que todo le había dejado en shock y no supo reaccionar, y fue cuando vio a Riley asfixiándome.

Más tarde, cuando desperté, me dijo que lamentaba mucho que hubiera tenido que pasar por eso, que se sentía responsable por no haber sido un buen padre y que bajo ningún concepto yo tenía la culpa de nada. Que en todo caso la tenía él por no haber sido el padre que yo necesitaba.

Decía que él mismo había sido un mal ejemplo para mí desde pequeña, ya que empezó a beber tras la marcha de mamá. Ese día hablamos y lloramos mucho los dos, nos sirvió para desahogarnos.

No me odiaba ni me despreciaba como yo pensé que haría al enterarse, sino que entendió que yo también tenía un problema con el alcohol. Tal y como él lo tenía, contra el cual también luchó y venció. Tal vez por eso entendió lo que me sucedió con Riley, él también había hecho cosas de las que no se sentía orgulloso, pero que no pudo evitar ya que no era él.

Pero los dos habíamos superado nuestro alcoholismo y nos sentíamos muy orgullosos de nosotros mismos.

º º º

—Bueno, yo me voy ya, despídeme de papá ¿ok? —le pedí a mamá en el umbral de la puerta. Papá había recibido una llamada y estaba al teléfono.

Mama asintió y nos abrazamos.

Antes de marcharme vi el collar de Kelia colgando de su cuello y sentí nostalgia. Yo misma le entregué años atrás ese collar, fue la primera vez que fui a visitarla al hospital psiquiátrico. Mamá necesitaba ese collar mucho más que yo.

Desde entonces siempre lo llevaba.

Mamá cerró la puerta cuando empecé a alejarme y yo desvié mi camino, en vez de regresar a casa fui al cementerio.

Primero visité a Kelia y luego a Edward. Me quedé largo rato en sus tumbas, nunca le hablé a nadie de lo que me sucedió mientras estuve muerta. Porque yo estuve muerta durante minutos (aunque pareciera que fueron horas), pero el empeño de los médicos por salvarme me hicieron revivir... pero su empeño no habría sido suficiente si Kelia y Edward no me hubieran ayudado a regresar.

Porque sabía a ciencia cierta que no lo había soñado, lo que vi y oí pasó de verdad, pero al ser una experiencia cercana a la muerte sabía que de contarlo nadie me creería y me tacharían de loca.

Pero no importaba que nadie supiera eso, lo que importaba es que yo sabía que mi hermana y Edward me observaban desde algún lugar, viendo felices que había seguido con mi vida y había superado todos los obstáculos.

Ellos me pidieron que viviera una vida que a ellos les habían arrebatado y aunque me costó años aceptarlo decidí vivirla.

Y no me arrepentía.

Había formado una familia y los amaba con locura. Tenía una profesión muy gratificante y me sentía plena hoy en día.

Sentía que lo correcto era haber luchado para estar donde estaba ahora y de no ser por mi hijo Charlie tal vez no lo hubiera conseguido. Y algo en mi interior me decía que Charlie había sido un regalo del cielo para que me detuviera en mi camino hacia la autodestrucción.

Mi vida no había sido fácil, pero con fuerzas y ganas de vivir (unas ganas de vivir que sólo obtuve al nacer mi hijo) me sentía feliz de seguir viva.

Y siempre agradecía en mi corazón que Kelia y Edward me ayudaran a ir hacia la luz. De lo contrario me habría perdido mi propia vida, una vida que había estado siempre marcada por el destino, un destino cruel a veces y otras gratificante. Pero esta era mi vida, la que me había tocado vivir.

Y sabía que otras personas lo habían pasado mucho peor en su vida que yo, mi vida era una de las tantas historias de sufrimiento que había por el mundo.

La historia de una alcohólica más...

Porque el mundo era un lugar cruel y malvado, pero a la misma vez lleno de amor y felicidad. Sólo había que saber equilibrar las cosas para hallar la verdadera felicidad y superar las adversidades.

Y yo al fin lo había conseguido.

Había dejado todo lo doloroso atrás y sólo miraba hacia adelante.

Cuando sentí una patada en mi interior supe que Kelia quería regresar a casa. Así que salí del cementerio para regresar con mi familia, los cuales debían estar preocupados por mi tardanza.

—Hasta pronto —susurré antes de salir del cementerio.

Porque ahora sabía que ellos sólo habían muerto físicamente, pero su energía seguía acompañándome, esperando el día que me reuniera con ellos y pudiéramos avanzar todos juntos. Pero hasta que ese día llegara pensaba disfrutar y vivir todas las experiencias que la vida me tuviera reservadas.

Porque en eso consistía vivir.

FIN


Bueno, la historia ya ha llegado a su fin xD Y sí, al final Edward murió, después de todo aquí es un simple humano no tiene superpoderes xD

Ahora en serio, muchas gracias a todas las que me habéis seguido este tiempo y apoyado con vuestros reviews ^^

Más adelante subiré un outtake para aclarar una trama que no pude concluir en la historia. No sé cuándo lo subiré porque aún tengo que escribirlo y no tengo mucho tiempo, pero intentaré no tardar ;P

Así que hasta pronto y muchas gracias por estar ahí ;)