Las aguas cristalinas se tornaban opacas a los ojos de los marineros, se abrían camino por un trazo desconocido y la bruma les llevaba más y más dentro de un lugar que no estaba por sobre los mapas. El peligro inminente intentaba tragarse a los pocos mortales de aquella tripulación y el hedor a muerte les envolvía sin piedad alguna. Abrían los ojos de par en par para mirarse los unos a los otros pero nadie lograba decir nada, todo seguía siendo un misterio, no había de qué hablar cuando lo obvio se mostraba tan claro entre la bruma verde.

-¡No soporto ese aroma!- el primero en romper el sagrado silencio había sido el pelirrojo, quien limpiaba la cubierta inútilmente- ¡Es como pescado podrido!

Makoto miraba de vez en cuando las aguas, parecían, más que agua, un pozo de brea sin fondo alguno. Tragaba saliva con dificultad y limpiaba la cubierta con inquietud, ¿por qué se había tornado todo tan extraño de repente? Miraba a Rin de reojo y pensaba en aquel pergamino que había encontrado dentro de la caja por la cual había arriesgado su vida, ¿sería que en realidad estaban siguiendo la ruta de Odiseo? ¿Ese aroma de muerte los estaba acercando al Hades o era simplemente una trampa más para aquellos que no eran bienvenidos? Todo daba vueltas en su cabeza sin respuesta alguna.

-¡No puedo más!- Rin arrojó el trapeador al suelo mientras los demás le miraban de reojo y volvían a sus quehaceres.

-¡No voy a tolerar esto más!- se escuchó un estruendo que salió del camarote del capitán, de allí salió el hombre que acaba de ser salvado y Nagisa justo detrás de él tratando de calmarlo- ¿¡Quieren que me crea una maravillosa historia sobre llegar a la divinidad pasando por peligros mitológicos?! ¡Es una locura! ¡No puedo más con ese pesado!

-Pero Rei, espera…- la voz de Nagisa se mezclaba con los pocos y extraños vientos que se colaban entre la tripulación.- No es así, no estás entendiendo…

El chico se detuvo a la mitad de la cubierta para virarse y mirarlo a la cara.

-¿Qué es lo que quieras que entienda? ¡Estos hombres están todos locos, no saben en lo que se están metiendo, no es sólo cuestión de seguir una ruta que…! - y se calló. Cayó en cuenta de lo que estaba diciendo, sus ojos se dilataron y miró hacia otra parte- no voy a participar en algo como esto. Tomaré un pequeño bote prestado y remaré hasta la costa más cercana.

-Sería una lástima que eso ya no fuera posible, ¿verdad?- Rin se había recargado en uno de los costados del barco para admirar la fascinante situación- ¿No tienes una idea de dónde estamos?

Makoto los miraba a todos con angustia, ¿por qué todos sabían más de lo que él sabía? Quería respuestas y no había quien pudiera dictárselas, todos estaban conscientes de lo que estaban haciendo pero él… él ni siquiera sabía quién era.

El chico llamado Rei suspiró lentamente y clavó la mirada en un Nagisa que más que preocupado, estaba asustado.

-Estamos… en la boca del lobo, ¿no es cierto?

-Oh si- Rin soltó una ruidosa carcajada- Ya no hay marcha atrás, "señor noble".

Rei se miró a sí mismo, inspeccionó entre sus ropas y sacó lo que parecía ser un compás. Nagisa se acercó para mirar más de cerca y se quedó helado al igual que Rei cuando el compás comenzó a dar vueltas sin parar… en realidad habían llegado a aquel lugar.

-Perdón- Makoto se acercó a todos- ¿dónde se supone que estamos?

-Oh, ¡pequeño jovenzuelo que se ha lanzado a la aventura!- el sonido de unas pesadas botas inundó el ambiente.

Y el capitán se hizo presente en la cubierta.

-Queridos perros- se aclaró la voz como si fuese a hacer una declaración importante- Hemos llegado a la puerta de Odiseo.

¿La puerta? Makoto apretó el libro que traía contra su pecho.

-El comienzo de nuestro recorrido infernal, se han abierto las puertas de averno para dejarlos entrar a lo desconocido. No sabemos que hay más adelante, y la bruma nos envolverá mientras más nos acercamos a "ese" lugar- pero en su voz no había miedo ni incertidumbre, sino una emoción incontenible- todos aquellos que no se sientan seguros, pueden tomar un bote y tratar de regresar a casa pero- rió suavemente- dudo que eso sea posible. Así que, señorito Rei, es usted libre de irse o acatar mis reglas- le dedicó una pequeña sonrisa de lado- porque no importa quien haya sido, aquí no es nada más que un perro más y se comportará como tal. ¿Entendido?

Rei sólo asintió.

La noche que pasa sin ser vista, la que sólo se siente en los huesos y les obliga a cerrar los ojos; ella entró por entre los párpados de todos. No había nada más que hacer, en un lugar como aquel, donde el viento no se hacía presente y las aguas estaban estáticas, no había otra respuesta más que dormir plácidamente.

Durmiendo entre los torbellinos de preguntas que atacaban a Makoto, forzaba sus sueños a mostrarle algo que no fuera una carta en blanco, pero sus sueños siempre habían sido así… no había nada, sólo un murmullo en una lengua que no lograba entender y entonces, abría los ojos al vacío que había en su interior.

¿Por qué? ¡Ah!

La espesa niebla que cubría su sueño le llevó a una costa desconocida.

-¿Dónde…?- No había más que un mar tranquilo, un paisaje que jamás en su vida había visto.

El agua cálida le mojaba los pies. Iba y venía como arrullándole. "Sirenas" pensó al momento que caminaba mar adentro, ¿hasta dónde podría llegar a adentrarse en el mar de sus sueños sin ahogarse en la vida real? Ya no importaba, de todos modos él no era más que una carta en blanco, por más que tratara de recordar, allí no había nada, nada más que la sombra de lo que alguna vez fue algo.

Se dejó arrastrar por el agua tranquila de una bahía desconocida como si unas bellas manos le tomaran por los hombros.

Makoto…

Makoto…

En una dulce canción de cuna que le atraía más y más. Entonces sintió las manos alrededor de su cuerpo y el contacto de un cuerpo humano contra el suyo.

Makoto…

Su nombre en un acento que jamás había escuchado, susurrado con delicadeza en tres sílabas suaves con el ir y venir del mar.

-Makoto- unos labios rozando uno de sus oídos, y después la respiración de quien se aferraba a él con tanto ahínco.

-¿Quién… eres?- sus ojos se maravillaron en aquella pequeña Arcadia.

Un delgado joven le abrazaba con suavidad, pegaba su torso desnudo contra su cuerpo y susurraba su nombre de la manera más dulce que jamás alguien lo hubiera hecho. Su cabello negro y corto le daba más magnificencia a su largo cuello, pero había algo que faltaba… algo que…

-Makoto- se alejó de su oído para clavar sus ojos azules en los suyos. Makoto estaba absorto en la belleza de aquel ser, en aquellos ojos suplicantes y luego, sintió que sus labios eran besados, se dejó llevar por aquel beso que sabía salado, a un mar paradisiaco que le prometía más de lo que quería saber.

Cerró los ojos y abrazó por la cintura a aquella aparición de sus sueños, le retuvo con fuerzas para besarle con pasión mientras le acariciaba con su lengua dentro de su boca. No sabía quién era pero… se estaba dejando llevar.

-Ha… ru…- suspiró entre el beso cuando sintió que algo le jalaba por detrás.

-¡MAKOTO!

Su visión se desvaneció en un segundo, el beso terminó, todo desapareció y el jalón hacia atrás le hizo aterrizar en la cubierta del barco, nuevamente.

-¿¡Qué es lo que estás pensando!?- sí, era Rin, nuevamente, respirando con dificultad, parado a un lado suyo- ¡Si sigues haciendo estas cosas harás que me dé un infarto!

¿Había estado caminando dormido nuevamente? ¿Se había tratado de tirar por la borda nuevamente? Se llevó una de sus manos a los labios y estaba allí, el sabor a agua salda y algas marinas.

-Haru…- no sabía por qué pero, eso era lo último que había dicho mientras estaba, ¿dormido?

-¿Haru?- Rin arqueó una de sus cejas mientras le ofrecía una mano para que se levantase- a este paso tendré que amarrarme a ti mientras duermes para evitar estas cosas.

Makoto sonrió para Rin mientras comenzaban a caminar de regreso al camarote. Pero aún seguía pensando, ¿quién era Haru y por qué le había visitado en su sueño… o, no era la primera vez?