Nada de Naruto pertenece a mis manos.


Última vez editado: 15/04/2015

Fecha de finalización de edición 10/12/2017 - capítulo 35.

A todos los lectores del pasado: les recomiendo o abandonar la historia o releerla desde el comienzo, varios cambios en la trama fueron realizados.


Prólogo

Peculiar Encuentro


Las nubes tapaban el sol dando a ver un día nublado. Era ya de tarde y ningún animal hacía ruido; los árboles eran grandes y frondosos, al igual que el cielo daba señales de lluvia, provocando un silencio expectativo.

Había una niña, pequeña en todos los sentidos, caminando por uno de los senderos.

Sola, sin compañía.

Vistiendo sólo una camisa, unos pantalones llenos de agujeros y una sandalias desgatadas de tanto uso; una mochila maltratada guindaba de sus hombros y se veía sucia y en un estado deplorable. Aunque para los ojos de desconocidos, sería peculiar la sonrisa que llevaba en su rostro la pequeña niña, indiferente a todo.

Indiferente a la tristeza. Al cielo oscuro y a las heridas que traía.

Seguía caminando sin ningún camino definido, hasta que detuvo su caminar; sentía que desde dentro del bosque la llamaba y como toda niña curiosa se internó a ver.

Ahí pudo contemplar a nueve personas, tiradas entre rocas y ramas al parecer inconscientes, todas con capas negras las cuales tenían unas extrañas nubes rojas. Al acercarse un poco más pudo apreciar el terrible estado en el cual se encontraban esas "casi" humanos. Ya que uno tenía aspecto de planta, otro era como un tiburón, una mujer llevaba un tono azul en su cabello y eso sin contar a los demás...

Sí, parecían todo menos humanos. Concluyó luego de pensarlo un poco.

Los miró una última vez antes de reírse un poco, como si se le hubiera ocurrido una brillante idea.


En una cueva se podía ver una fogata con un pescado asándose a un lado. Afuera se veía el caer del agua fervientemente, trayendo consigo un aspecto lúgubre y silencioso.

De las personas dormidas despertó alguien con cabellos azabaches, ojos ónice y unas singulares ojeras que descendían de sus parpados; miraba todo fríamente y no aparentaba tener más de 12 años.

Aunque sus ojos parecían de alguien mucho mayor y más experimentado sobre el mundo.

Frunciendo el ceño, él parpadeó con lentitud ya despertándose por completo: -¿Qué pasó? -se preguntó alerta.

La lluvia siguió cayendo fuera de la cueva.

Viendo alrededor se percató de la presencia de una pequeña niña cerca suyo, a sólo pasos de él; tenía un cabello de un singular color rosa, su tez era blanca y no parecía peligrosa a simple vista. Sin dudarlo lentamente se paró con un arma en la mano listo para dar el golpe de gracia cuando una voz lo detuvo.

-Alto. -Por hábitos viejos no pudo evitar detenerse ante una orden directa. Volteó encarando a un hombre de ojos singulares y anillares-. Ella nos trajo a aquí -dijo con voz grave e indiferente, como si ese fuese el único impedimento para matar a la niña cerca de ellos.

Ahí fue que él se dio cuenta de su estado, extrañamente estaba vendado y curado, al igual que el resto de sus compañeros. Vio que se encontraban refugiados de la lluvia dentro de una cueva, esta era fría, tenía musgo en algunas áreas y no parecía muy limpia, pero los cubría del agua y servía de refugio improvisado.

Recordando con lentitud dedujo que esa niña sí debía haberlos traído, curado y resguardado; ya que según recordaba habían terminado todos después de una misión muy heridos y cansados, cometiendo el desliz de caer dormidos al lado del sendero del bosque.

Aunque tampoco creía que hubiera pasado a mayores si ella no los encontraba.

No eran tan imbéciles.

-¿Qué hacemos con ella? -Sonó la voz de una mujer que los veía desde un lugar cercano a la entrada. Arreglaba su cabello al hablar, y parecía estar vigilando que nadie estuviera en la distancia.

-No podemos dejarla -expresó ahora un chico de cabello rubio recogido de una manera muy característica, amarrado en una cola alta. Señalaba que esta podía revelar información suya a alguien, podía llegar a ser peligrosa si se le dejaba en paz.

No sabían qué había aprendido de ellos mientras aún dormían.

El de ojos ónices se dio cuenta en ese momento que todos, a excepción de la pequeña, ya estaban conscientes y despiertos.

Preparados para una huida de emergencia de ser necesario.

-Deberíamos...

Se escuchó el sonido de un bostezo, interrumpiendo a Kisame y alertando a los demás.

Dirigieron su mirada a la pequeña niña que lentamente abría los ojos, mostrando que eran como un par de esmeraldas, verdes pasto. Pero eso no evitaba que el azabache sintiera aún el impulso de matarla veloz y limpiamente.

Esta se estiró y, pareciendo que los ignoraba por completo, se paró agarrando en el proceso el pescado de la fogata y llevando su mirada a la entrada de la cueva. La lluvia estaba cesando y todo parecía estarse aclarando.

Asintiendo para sí misma se comió el pez de dos mordiscos y se aventuró a salir. Pero antes de hacerlo volteó a ver al azabache y le entregó su banda tachada, la cual hasta ahora era que se daba cuenta que no llevaba puesta.

Siguió su camino a la entrada, pero la misma voz a la cual le dio el objeto la detuvo.

Sonaba consternado y muy confundido.

-¿Por qué? -preguntódando a conocer lo que rondaba por la cabeza de todos, pero que nadie se atrevía a articular.

Por miedo a tener que responsabilizarse después por ello. No necesitaban tener una niña abandonada con ellos.

La chica miró la banda entre las manos del chico con atención, y habló sin dejar de verla-. Los nuestros debemos cuidarnos -admitió. Su voz sonaba forzosa a los oídos de los demás-. Tu banda es igual a las de mis padres. Ellos siempre me decían que esa marca significaba dos cosas: que no tenías casa y que la gente te despreciaba...

Sonrió como pudo y con los ojos cerrados miró a todo el mundo.

-Mi mamá hubiera estado contenta que ayudara a otros renegados, y como sé que no les debe gustar la compañía extranjera, me retiro.

Esta se dio la vuelta con intenciones de seguir caminando, y ahí fue que todos se dieron cuenta de su deplorable estado. Apenas daba unos cuantos pasos lentos y se notaba que estaba agotada, sus piernas blanquecinas estaban llenas de raspones de caídas y tropiezos al igual que temblaban ligeramente.

Parecía haber estado caminando por días sin detenerse ni parar.

Viendo a la abandonada fogata ahora, Itachi atrajo la atención de todos y la misma pregunta fue formulada a la vez, ¿de dónde había sacado el pescado, si el rió más cercano estaba a kilómetros de distancia?

Todos se miraron entre sí para luego ver al de ojos anillares, el cual parecía ser el líder; este cerró los ojos unos segundos para abrirlos y asentir. Esa fue la señal para el azabache, el cual sujetó a la chica por encima de su hombro como si fuera un costal de papas para luego ir en dirección contraria a donde antes se dirigía. Siendo seguido por las demás personas en un círculo organizado.

-¿¡A dónde me llevas!? -interrogó pataleando como una niña cruzada de brazos y haciendo un puchero infantil.

Aunque no pudo evitar ir cerrando los ojos cansada de no haber dormido lo suficiente en semanas.

Itachi, la sostuvo con fuerza sintiendo como se iba durmiendo en sus hombros, y le contestó poco antes de que la sintiera dormida por completo: -Al Akatsuki -fue lo único que llegó a escuchar Sakura antes de caer rendida en sus brazos.

Sólo... Sólo, cinco minutos más... Ookami...


Les gusta? espero que si. Admito que me es un poco dificil de imaginarme a los akatsukis en una situacion asi, pero hay que tener en cuenta que todos son mucho menores que en el anime, y con mucha menos experiencia.

Quiero que tambien se den cuenta que ellos no han pasado por tantas cosas, y que aunque sea un poquito con mas blandos de corazón

Bye...