Renuncia: todo de papá Hajime que mata a sus niños como moscas.

Oh sí. Caí presa de esta pairing y son mi nuevo fucking OTP que me desborda feels. Graciasydenada.


Otro día que transcurre en medio de muerte. Otro día para acompañar a todos lados a su preciado hermano, pese al disgusto que esta acción le provoca a Eren, ¿pero que se supone que sabe él?

Su visión del mundo es pequeña, no sabe el peligro en que se ve involucrado a diario. Lo único en que piensa es en matar, descuartizar y cortar a cada titán en cada rincón del planeta con el fin de salvarlos a todos. Y Mikasa puede afirmar que aquello está bien, que no hay ningún problema con la aparente indiferencia a sus cuidados y que se preocupa más por otros que por ella.

No importan sus palabras o acciones ella se mantiene ahí, a su lado. Dispuesta a otorgarle cada segundo de su mísera existencia. Porque es lo menos que puede hacer como compensación al regalo que le dio hace años. Su preciada bufanda, y su vida.

Y puede que suene extraño, hipócrita para con sus padres, pero Mikasa no siente que haya vivido antes de conocerlo. Es totalmente absurdo, aunque sincerándose siente desinterés por el tema. Ella se concentra en el presente, no en el pasado.

Mikasa lucha por un futuro en que las personas puedan relajarse y viajar por los mares de fuego y planicies de hielo, sin temor a ser devorados. Un futuro con Eren, donde quizás ambos podrían sostener una familia. Piensa en eso seguido, antes de recapacitar en lo ridículo que es, que sus mejillas se pinten de rojo y desquite la frustración golpeando sacos de comida cuando nadie la ve y hace de voluntaria en la hora del almuerzo en sus ratos libres.

Debe dejar esos anhelos escondidos en el fondo de su ser, comprende la situación actual y su posición al respecto. Ella más que nadie debe sobrevivir, por sus habilidades refinadas de lucha cuerpo a cuerpo, por su estricto control de la ira en el campo de batalla. Para proteger a Eren y Armin, y evitar que una tragedia parecida a cuando el primero fue devorado se repita.

Es cierto que prometió nunca volver a rendirse, aun si él llega a morir o cualquier otro amigo preciado; pero también es cierto que la convicción de sus palabras yace justo a la mitad de su pecho, ahí, en su corazón.

Nunca se rendirá para con Eren. Pero si no es capaz de cuidarlo, si carece del honor de ser amada de vuelta, Mikasa no se encaprichara e intentara impedir que él sea feliz. Le ayudara en todo lo que necesite, con devoción y un cariño que (fraternal o no) nunca se extinguirá en las llamas del olvido.

Porque así es ella, incomprendida. Enamorada.

Aunque necesita que Eren piense en ella como una mujer que siente, como alguien frágil en el interior, como un posible prospecto a pareja, Eren sigue avanzando y la deja de lado, insistiendo que no necesita su protección excesiva, que no lo trate como un bebé. Y en esas ocasiones es cuando tiene unas inmensas ganas de golpearlo y llamarlo idiota, aceptando el riesgo que eso conlleva. En su lugar calla, baja la cabeza y se aleja, directo a su habitación. Ignorando las disculpas que Armin asegura son de su parte por tratarla tan despectivamente.

Y su apatía le duele, sí, sus palabras cortantes también, su falta de tacto… de afecto ¿Pero y qué? no es como si pudiese gritarle en frente de todos «¿Por qué no te das cuenta de que te amo?»

Por ello se repite: todo está bien, así deben ser las cosas. Porque puede rechazarla, evitarla; sin embargo, en el fondo sabe que Eren sí la quiere. Es probable que no como ella a él, pero un fuerte sentimiento los conecta y eso le basta para tranquilizarla. Y él la necesita también. Da igual en qué medida.

El simple hecho de verlo cada mañana, de sonreírle internamente, de acariciar sus cabellos y cubrirlo con una manta cuando se queda dormido haciendo el aseo que le ordena Levi. Poseer el decoro de dar hasta el último respiro de su parte con tal de verlo a salvo.

No hay necesidad de besos, ni paseos tomados de la mano o piropos. Con que diga su nombre y sepa que existe irradia alegría y se siente la persona más afortunada en ese mundo putrefacto. Sólo con eso. Eren. Un simple y cálido «Mikasa», y el deseo de llorar que proviene de todas las cosas.