Sherlock es un Niño

Autora: Yakumo Kaiba

Fandom: Sherlock BBC

Raiting: K (Slash)

Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece. Algunos son propiedad originalmente de Sir Arthur Conan Doyle, y actualmente de la producción de Sherlock BBC. Solo me pertenece la trama y redacción de este fanfic.

Pareja Drabble: Johnlock platónico.

Notas: Participa en la actividad de Aniversario del foro I'm Sherlocked sobre Romance. Gracias a SmileInLove por imponerme temas, que no soy buena eligiendo uvu. Este primer drabble toma la palabra "Margaritas". Intentaré que todos sean medios románticos, pero no sé que tal resulte. Además debo apresurarme que mañana y pasado tengo prueba.


Sherlock es un Niño

1.- Margarita

Cuando John comprendió que Sherlock, a pesar de toda su brillantez –o quizás a causa de ella–, en muchas cosas era como un niño, su vida se simplificó muchísimo.

De pronto las peculiaridades de su compañero de piso dejaron de ser tan molestas, los días comenzaron a ser más brillantes (a pesar de no haber sido dejado dormir en toda la noche) y el médico se encontró sonriendo mucho más de lo que hacía habitualmente en un día cotidiano.

Sarah se lo comentó en el trabajo y Lestrade en medio de uno de los casos, y John solo pudo sonreír enigmático en ambas ocasiones, porque era difícil explicar a un tercero lo que significaba para él haber comprendido una parte de su amigo. Una parte importante, básica de su personalidad y totalmente necesario para su convivencia.

John creyó en ese momento que había dado con una llave maestra para el comportamiento del detective, una que nadie parecía tener del todo. Sherlock era, sin asomo a dudas, un adulto físicamente. Incluso intelectualmente, donde sobrepasaba con creces la media, no se podría negar que era un adulto con sus más de 30 años. Sin embargo emocional y socialmente Sherlock era un niño, y nadie parecía comprenderlo.

«Compórtate como un adulto» solía decir Lestrade cuando Sherlock lucía extremadamente feliz en medio de una espeluznante y sangrienta escena del crimen. «¿Cuándo olvidarás esa pelea infantil?» preguntaba en más de una ocasión Mycroft cuando se colaba dentro del 221B sin permiso de sus moradores. Incluso la señora Hudson en alguna ocasión suspiró con resignación ante el olvido del detective a pagar la renta «Es como hablar con un niño».

Cuando John comprendió que efectivamente Sherlock era un niño en algunos aspectos de su vida, de pronto todo pareció más fácil. Era divertido correr escapando o persiguiendo criminales, sin importar cuan oscuro fuese el callejón; dejó de molestarle ser utilizado para banales asuntos como alcanzar lápices o escribir mensajes de texto, incluso comenzando a disfrutar el hacer la compra (una vez que pasó a ser la tarjeta de Sherlock la que pagase todo el tiempo). De repente la vida al lado del genio pareció más simple y el médico dejó de fruncir el ceño ante cada rareza ajena, convirtiéndose en cambio en una expresión tranquila de calma.

Sherlock por supuesto que notó el cambio, sin embargo no preguntó nada. Sus ojos inteligentes perseguían a John por el piso, sus manos recibían agradecidas las tazas de té que le eran ofrecidas y sus labios se separaban solo para hacer las solicitudes necesarias. John era utilizado, sí, pero no había nada banal en las peticiones y ese era un acuerdo que ambos podían manejar.

—¿Cómo lo soportas? —preguntaría en algún momento Donovan en medio de algún caso, mientras John era arrastrado por un emocionado Sherlock Holmes— Deberías haber enloquecido hace tiempo compartiendo piso con un fenómeno tan extraño. No sé cómo has podido sobrevivir.

—Porque lo entiendo — contestaría John sin mirarla, caminando con tranquilidad hacia la zona donde el cadáver descansaba, tendido en una cama de blancas margaritas entintadas en rojo.

«Y lo quiero» agregaría en su mente mientras observaba el esbelto y pálido rostro de su compañero, pero eso jamás escaparía por sus labios.

—John, toma.

Una margarita prácticamente color granate sería depositada en la mano del médico, ante el horror de los forenses y la sonrisa ligera del detective. Anderson gritaría y probablemente Lestrade también, sin embargo John envolvió sus dedos en el delicado tallo y admiró la sangrienta ofrenda antes de volver a mirar a Sherlock, sonriendo levemente.

—Gracias, es muy bonita.

Sherlock era un niño en muchos aspectos, y si descubrías eso había muchos actos incomprensibles del detective a primera vista que de pronto tomaban grandes significados.

FIN


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