No tengo ningún derecho sobre los personajes y el universo de Mass Effect. El único propósito de este Fic es el de entretener.
Nota: este fic forma parte de uno previo con nombre similar, debido a que cambie el estilo de narración y otros detalles de presentación, decidí presentarlo por separado.
Sarina Shepard
Agua
"¿Qué demonios he hecho? ¿Qué rayos estaba pensando cuando me lancé al mar?"... cada musculo chillando de dolor, los gritos inaudibles que salían de su boca, sus pulmones contrayéndose en busca de más aire, cada centímetro de su piel ardiendo ante el calor indescriptible…
Shepard sacudió su cabeza para alejar sus recuerdos mientras los paneles del mecca submarino parpadeaban y chillaban indicando cuanto más había descendiendo. Toda su concentración estaba enfocada en mantener la calma y dejar de temblar.
El frio insoportable que le quemaba la piel, la falta de aire en los pulmones invadidos por el agua, la incapacidad de pedir auxilio…
"¡No! ¡No debo recordar!" Shepard no quería pensar en eso, en especial cuando se encontraba atrapada entre las aguas, pero no pudo evitar preguntarse: ¿Por qué justamente al sumergirse en las profundidades, su mente imitaba a la de Thane reviviendo tan nítidamente los recuerdos de su pasado? Por un leve segundo, maldijo al drell por haber muerto.
El temor. Apretó los parpados tratando de ignorar las nauseas que agitaban su estomago, los temblores de sus piernas y el sudor frio que recorría su frente. Su único consuelo, era encontrarse sola dentro de aquel mecca submarino y que nadie pudiera verla en aquel estado; no soportaría que la vieran consumida por esa patética debilidad; ni siquiera aquellos que más le importaban, esos individuos que permanecían en la superficie mientras ella se sumergía en la oscuridad.
Pero ellos no le recriminarían sus emociones, su reacción era entendible después de los que había vivido y a lo que no había sobrevivido… Cortez fue el primero en darse cuenta…
–Hay un problema Shepard –dijo el piloto a la mujer que permanecía parada detrás de su asiento mientras él piloteaba la lanzadera –, y no va a gustarle.
El agua. Ella se lo había confiado en una tarde de copas en bar del Purgatorio en contra de su personalidad recelosa: – ¿Hay algo a lo que sienta temor? –había sido una inocente pregunta, pero ya se encontraban en confianza. En pocos meses se habían vuelto muy buenos amigos; compartían la gran pasión de volar en pedazos las armas enemigas y sacar de quicio al teniente Vega. Con su experiencia personal, ella le ayudó a él a enfrentar la difícil etapa del luto, y él con su habilidad, le había salvado el pellejo en algunas situaciones peligrosas.
Pero en esa misión, él había sido el de la idea. Shepard no le podía reprochar nada, ya era la única forma de dar con Leviatán, y con los Reapers sobre sus cabezas, no había tiempo que perder en miedos y temores. Además, se suponía que ella le había mentido a todos aquellos le preguntaron si recordaba su muerte. Era algo que le dolía y carcomía por dentro. No había sido justo. En el clímax de su vida la había perdido de la peor forma posible… en su mayor temor.
Cuando Shepard tenía tan solo diez años, sus padres la mandaron con la abuela Rina (la madre de mi madre) a Ontario, en una de las pocas ocasiones en las que ella había estado en la Tierra. Una mañana, en la que abuela y nieta habían invertido haciendo galletas, la pequeña Sarina aprovechó mientras estas estaban en el horno y salió en dirección al lago congelado. Al ser inverno, había estado nevando toda la noche anterior y la pequeña estaba ansiosa por jugar en la nieve por primera vez en mi vida.
Se alejó mucho, y muy pocos se habían dado cuenta de su salida. Sin nadie que la vigilara o advirtiera, se animó a patinar sobre el lago congelado. Era una pequeña tonta e insolente. El hielo sucumbió ante su peso al poco tiempo y cayó al agua sin poder escapar.
El frio insoportable que le quemaba la piel, la falta de aire en los pulmones invadidos por el agua, la incapacidad de pedir auxilio… ella pensó que iba a morir. Para su suerte, uno de los vecinos adoraba la vieja tradición de pescar en hielo, la encontró antes de que fuera muy tarde. Aquel suceso se quedo muy gravado en su mente y cuerpo; el asfixiarme se volvió su mayor temor y como una cruel ironía, fue la forma en que murió.
– ¡Maldición! –bramó con fuerza cuando el mecca tocó el fondo; la tremenda sacudida la alejó por un momento de sus reflexiones y dio gracias que las comunicaciones con la superficie se encontraran defectuosas y que nadie se percatara de su patético grito.
Shepard trataba una y otra vez de relajarse, respirara y continuar, aunque fuera poco a poco. Tenía entumecidos los dedos a causa de la fuerte presión que ejerció sobre los brazos del asiento. Murmuraba lentamente sus movimientos con intención de concentrarse en la tarea de encontrar la sonda y probablemente a Leviatán. Ni siquiera pudo percatarse de la belleza submarina a su alrededor, algo que habría maravillado a cualquier otro espectador más sensible, como su inocente amiga quariana.
–Debo decirte Shepard, que este plan cada vez me parece más descabellado –mientras andaba en la oscuridad submarina pudo escuchar la voz de Tali, transportándola de nuevo al momento antes de lanzarme al mar. Tali estaba plantada firmemente delante del mecca, como si tuviera el deseo de impedir aquel irracional plan. Se notaba la preocupación en su voz.
Tali había sido como un oasis de inocencia en la vida de Shepard desde el momento en que la conoció. Sin importar los sucesos que azotaran su vida, Tali siempre se mantiene tan joven e ingenua; eso era lo que más atesoraba Shepard de ella. Shepard nunca lo diría abiertamente, pero si en algún mundo alterno, sus padres hubieran tenido a otro hijo, a ella le habría gustado que fuera como Tali.
–Hemos llegado muy lejos para detenernos ahora –le dijo Shepard a Tali, como a sí misma, para convencerse que era lo correcto –. La única forma de regresar es por medio de Leviatán.
–Muy bien, los sellos están preparados, la presión del oxigeno y el sistema está listo para partir –confirmó Cortez tomando posición junto a Tali, y en contraste a su previó apoyo en aquel desenfrenado plan, Cortez la miró con una expresión de duda.
Cortez. ¿Cómo una persona que se conoces con tan poco tiempo, puede volverse tan importante? Algo había en él que hacía tan fácil para Shepard compartir sus secretos, inclusive en contra de sus instintos básicos. Después de par de charlas y unas copas, entre formalidad y respeto, ya eran los mejores amigos.
– ¿Comandante? –dijo en él en un murmuro.
– ¿Qué? –soltó Shepard algo estresada; aquellas miradas de preocupación no le estaban ayudando –. Estoy lista.
–Pero, Shepard… –agregó Garrus uniéndose a la comitiva que le impedía completar la tarea de lanzarse al mar.
A Shepard siempre le había parecido un tonto y terco turiano. Pero esa necedad era lo que lo hacía tan fuerte, perseverante y encantador. Ella admiraba eso de él desde el primer día que lo conoció, aún a pesar de los prejuicios antiturianos que habían sobrevivido en ella por parte de sus padres. Sentimiento que nunca fueron suyos y Garrus destruyó fácilmente con su lealtad.
"No, tú no, Garrus" pensó mientras los tres permanecían firmes delante del mecca preocupados por u bienestar. Los miró a cada uno de ellos; eran las únicas personas en toda la galaxia que podían darse cuenta de la locura que estaba por cometer, de aquel pánico que estaba escondido bajo su expresión de indiferencia; las tres personas que se habían vuelto los más cercanos a ella, y los que más le importaban. Por un momento dudó; deseó bajarme de inmediato de esa máquina y refugiarme en los brazos del turiano que amaba. Pero alzó la vista al cielo y vi al Reaper sobre sus cabezas, amenazándonos… amenazándolos a cada uno de ellos.
– Estaré bien –dijo armándome de valor. Tenía que hacerlo… por ellos.
Y antes de que diera cuenta, se encontraba dentro de una caverna submarina, helada y oscura, con la luz de la sonda perdida titilando en su cara, sin estar segura de cómo había dado con ella. Ahora, solo faltaba dar con Leviatán.
…
El mecca ascendió a la superficie.
Su cabeza daba vueltas… unas voces profundas retumbaban en sus oídos. Una extraña agitación se extendió por su cuerpo. Shepard no estaba segura de cómo sucedió, pero de una forma había conseguido guiar al mecca hasta la superficie. Lo siguiente que pudo darse cuenta, era que se encontraba sobre la superficie plana, dura y de metal de la nave encallada.
Su vista estaba borrosa… los ruidos eran indescriptibles y tan potentes que la lastimaban… su cuerpo estaba tembloroso y débil… de nuevo volvió a sentir el pánico ¡No podía respirar y su cabeza le iba a estallar de dolor! "¡Maldita sea, me estoy ahogando nuevamente!"
Pudo sentir como un par de brazos la sujetaron con delicadeza pero firmemente, y casi a rastras, la guiaron a un lugar seguro. Por un momento perdió el conocimiento y se sentía atrapada por las sombras… "¿voy a morir de nuevo?"
– ¡Shepard! ¡Shepard! –la voz de Garrus fue como un duro golpe en la cara que la despertó de inmediato. Sus ojos se abrieron de par en par; estaba de nuevo en lanzadera, Garrus la sujetaba mientras Tali la escaneaba con su omniherramienta. Shepard tosió incontrolablemente un líquido que sentía en sus pulmones pero no existía.
– ¿Cómo está? –logró escucha la voz de Cortez un poco alejada. Pilotaba la lanzadera; regresaban a la Normandía.
– ¿Te encuentras bien? –le preguntó Garrus cuando su tos disminuyó un poco.
–Sí… –le respondió ella con dificultad –, me duele la cabeza.
–Nunca vuelvas a hacer eso –agregó él con una voz muy autoritaria. Shepard logró captar sus ojos por unos segundos: la preocupación se podía leer en su rosto. Sintió una punzada en el pecho que no tenía nada que ver con lo que le sucedió en las profundidades. Pero al darse cuenta de la posición patética en que se encontraba, Shepard trató de tomar una más digna, algo que Garrus no se lo permitió; ella forcejeó con él para ponerme de pie y recobrar su actitud totalitaria, pero el turiano tenía otro plan y ella se encontraba débil para revelarse.
–Tengo que comunicarme con Ann B… –comenzó ella a justificarse mientras trataba de alejar con sus manos a Garrus que la acunaba en sus brazos.
– ¡Te estás congelando, Shepard! –dijo Tali aún escaneando sus signos vitales.
–Hablaras luego con ella –agregó Garrus comenzando a soltar los broches del peto de la armadura de Shepard. "¡¿Qué diablos está haciendo?!" gritó alarmada una voz dentro de la cabeza de Shepard mientras sus pálidas mejillas adquirían vida con su sonrojo –. Primero necesitas calentarte y salir de esa armadura helada.
–No es necesario… –insistió inútilmente lanzándole la mirada más furiosa posible mientras sentía como su rostro se encendía, pero su cuerpo estaba tan cansado y su cabeza la mataba de dolor, que no pudo evitar que Garrus y Tali le quitaran la mayor parte de la armadura y la envolvieran en mantas térmicas.
–Con todo respeto, comandante –gritó Cortez desde su silla y sin apartar la vista del frente –. Si insiste, daré vuelta a la lanzadera y volveremos al océano.
–Los odio tanto –mintió ella haciendo un puchero, mientras Garrus y Tali frotaban su espalda y brazos tratando de calentarla. No era su plan mostrar esa debilidad, pero entre ellos, estaba a salvo.
…..
Shepard ni siquiera se dio cuenta en el momento perdió el conocimiento, lo siguiente que supo al abrir los ojos es que se encontraba de nuevo en su camarote en la Normandia, metida en la cama bajo una tonelada de cobijas y vistiendo tan solo su ropa interior.
Su dolor cabeza había desaparecido pero su cuerpo se sentía pesado y su estomago le daba vueltas. Hecho una rápida mirada a su alrededor y encontró su armadura sobre la mesa de té en su recibidor, además de una buena cantidad de medicamentos y dispositivos médicos en su mesita de noche.
La vergüenza. En su mente se formó una secuencia de sucesos que temió que hubieran ocurrido: llegar inconsciente a la nave, conmocionando a todos los tripulantes. La doctora Michel examinado su condición en la enfermería donde sin duda sería comida para la mirada de los curiosos; para luego ser llevada a su camarote cuando aún no recuperaba el conocimiento. Su estomago dio una pirueta completa al pensar en ello, que ni siquiera se percató cuando las puertas de su camarote se abrieron.
–Ya despertaste –comentó Garrus al entrar en la habitación. El turiano llevaba una bandeja con una sopa humeante –. Te tomaste tu tiempo.
Shepard sintió como de nuevo el calor en sus mejillas iba subiendo rápidamente. Estaba furiosa, más consigo misma; se hundió entre las colchas y las almohadas tratando de escapar de la mirada de Garrus.
A Garrus no le extraño la actitud de ella, sabía exactamente lo orgullosa que podía ser. Dejo la bandeja con los alimentos en una de las mesitas de noche, para luego sentarse en borde de la cama y escarbar entre las cobijas hasta dar con ella.
–Estás recuperando tu color –agregó él sujetando a Shepard de la barbilla. Ella lo apartó de un manotazo sonrojándose aún más –. Me imaginé que no estarías feliz – dio un respiro antes de continuar –. Fue muy valiente y muy estúpido lo que hiciste Despoina.
–Aja –soltó sin mirarlo directamente.
–Además… hiciste que un gallardo turiano se volviera un manojo de nervios…
Shepard alzó la vista y se conectó con su mirada, con esos brillantes y azulados ojos que a ella le encantaban. Él no mentía, mucho antes de que ella se lanzara al océano, sabía que él se estaba muriendo de preocupación. Se dio cuenta que no tenía derecho en actuar así con él.
–Lo sé –dijo ella dejándolo que él tomara de nuevo su rostro con su mano.
–Me muero ansias por oír de primera mano lo que descubriste ahí abajo y cual de tus discurcitos le impartiste a Leviatán para que nos ayudara… pero puedo esperar a que te encuentres... –Garrus hizo un ademan de levantarse pero Shepard lo retuvo rápidamente sujetándolo del brazo.
–No te vayas –le dijo ella. No quería dejar pasar más tiempo en revelar sus secretos a quienes amaba… nunca más –. Te lo diré de una vez, con la condición de me des el informe detallado de como llegué hasta la cama –agregó tratando de sonreír.
–Hecho.
Ella le reveló todo. Garrus estaba muy agradecido de que Leviatán hubiera entrado en razón, en lugar de obligar a Shepard a permanecer al servicio de su raza; habría sido terrible para ellos, porque él mismo hubiera ido hasta el fondo del océano para recuperarla. A su vez Garrus, le contó en detalle su llegada al Normandia, que no había sido como ella lo imaginó: entre Garrus, Tali y Cortez habían disimulado y ocultado gran parte de su frágil estado. Solo Vega la vio al llegar la lanzadera y la doctora al atenderla. Durante su ausencia, Ashley se había hecho cargo del mando de la fragata, Traynor de la papelería y ellos de calmar las sospechas de los tripulantes ante su falta de presencia en la cubierta de mando.
Garrus entendía a la perfección que mal le haría a ella que sus subordinados se enteraran de su estado, sin olvidar el duro golpe a su orgullo. Shepard estaba sumamente agradecida que no sabía cómo responder a todo eso, pero un buen inició fue darle un beso a Garrus.
–De verdad me merecía eso –contestó Garrus juntando su frente con la de Shepard. Ella le sonrió sin saber que más decir, las emociones nunca fueron su fuerte. Cuando se separaron, Shepard se sentía lista para levantarse y retomar su mando.
–Muy bien, creo que ahora debería comunicarme con Ann Brys… –dijo mientras apartaba las cobijas para salir de la cama, pero en la mitad del proceso Garrus la retuvo del hombro hundiéndola nuevamente en las almohadas.
– ¡No! ¡Vas a descansar!
–Pero…
– ¡No! ¡A descansar! ¡Es una orden!
– ¡Yo soy la que da las órdenes!
– En el campo de batalla, sí; pero aquí en la habitación, cuando no te encuentras bien, yo soy el que da las órdenes –le explicó presionándola contra la cama –. Vas a descansar hasta que te recuperes ¡¿Entendido?!
Shepard lo miró sorprendida. No tenía idea de que responder. Generalmente, ella nunca toleraba tal actitud, pero había algo increíblemente atractivo en Garrus cuando destacaba su lado autoritario.
– ¿Y entonces que haré solo estando en la cama? –dijo ella entre un coqueteo y queja.
–Bueno, lo que podrías hacer… –murmuró él muy cerca de su rostro seductoramente. Luego en un movimiento rápido se levantó de la cama y puso la bandeja de alimentos en el regazo de ella – es comer.
–Te odio –respondió ella decepcionada.
–No, me adoras –se mofó Garrus dirigiendo hacia la puerta.
– ¿Me vas a dejar sola?
–Las armas no se calibraran solas –él siguió burlándose de ella. Pero antes de salir del camarote, tomó el hámster mascota de Shepard de su pecera y regresó hasta la cama, y dejo a la pequeña criatura peluda sobre la cabeza de ella –. El cabo hámster te hará compañía hasta que yo regrese –y sin decirle más, el turiano dejo la habitación.
–Al menos me hubiera dejado la cuchara al alcance –murmuró ella con hastía dándose cuenta que el cubierto para su sopa se había quedado en la mesita de noche, lejos del largo de su brazo –. Y ahora ¿Quién me va a pasar la cuchara? ¿Acaso tú? –agregó dirigiéndose al roedor sobre su cabeza.
De repente, Shepard sintió una punzada de dolor en su frente que por un momento la segó y dejo sorda. "Tal vez si debo descansar" Creyó percibir que algo se deslizaba por su hombro y brazo. Cuando pudo abrir de nuevo los ojos, captó sorprendida como su pequeña mascota había llegado hasta el mueble y empujaba la cuchara hasta el borde del mueble.
– ¿Cabo? ¿Qué está haciendo? –dijo ella sin poder creer como el animalito dejaba la cuchara a su alcance y después de unos segundo de completa parálisis, el hámster regresaba a su comportamiento normal.
– ¿Qué demonios fue eso? –murmuró Shepard sin poder creer que había pasado. "¿Acaso… obedeció mi orden?" Por un fugaz segundo, la imagen de Leviatán destelló en su mente. Tal vez… había regresado del océano con más de lo que había bajado.