No money, no love-Uhuru-Chan

Tenía esto listo desde junio del año pasado, pero me parecía muy malo... ahora lo leí y fue como not bad. Es corto sí.

Espero esté a la altura de sus expectativas.

Advertencia: Nada nuevo.

Disclaimer: Todo Hetalia es de Himaruya.

Capítulo 15: luna de miel.

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Tenía dos tipos encima y otro tocándolo, pero ya no tenía fuerzas para gritar, así que se quedó quieto, mirando el techo y gimoteando de dolor. Se preguntaba si ellos lo violarían y golpearían hasta matarlo, y pensaba que les estaba tomando demasiado tiempo el acabar con él.

-¿No te dije que lo pasaríamos bien? –Jadeó depravadamente uno de los hombres junto a su oreja, mientras comenzaba a frotarlo bruscamente.

-No…

-¿Dijiste algo?

-B… Basta.

Los hombres comenzaron a reír y continuaron con su acto, lastimándolo de todas las formas posibles. Arthur intentó zafarse de sus amarres, desesperándose con sus risotadas.

-¡Basta!

-Arthur.

-¡BASTA!

-Oye, Art.

El inglés abrió los ojos de golpe y miró a su pareja a su lado, quien sostenía su mano y le miraba con curiosidad. Arthur estaba jadeando y sudaba como si estuviese a pleno sol, pero en realidad estaban en la casa del inglés y no hacía mucho calor.

-¿Eh?

-Creo que tienes fiebre. –Comentó Alfred, posando su mano sobre la frente de su tembloroso novio. –Estabas gritando y me despertaste.

-Oh… l-lo siento, Alfred. –respondió Arthur, pestañeando, confundido. Calmó su respiración y se acomodó en la cama, sintiéndose mal.

Había vuelto a su hogar unos días después de que Alfred lo había encontrado y sufría de constantes pesadillas a diario. Además, ahora tenía síntomas de abstinencia que no le permitían hacer mucho más que comer unos bocados, dado que se sentía horrible, y si comía más vomitaba o sentía asco. Estaba harto de temblar y sufrir de dolores extraños, y lo peor era que sabía que lo que su cuerpo quería era heroína, pero aún no iba a ceder.

-¿Crees que puedas volver a dormir?

Arthur negó con su cabeza y se hundió en sus sábanas.

-Fue… tan real.

Alfred se acercó a abrazarlo y el inglés comenzó a sollozar silenciosamente. Todo estaba mal.

Francis se había ofrecido a quedarse con él, cuidándolo, pero Arthur le aseguró que estaría bien y que no se preocupara, por lo que el francés no pudo más que ceder, aunque llamaba constantemente a su casa para saber sobre su estado y cuchichearle que tuviera cuidado con Alfred, que no se dejara llevar por su influencia, pero el inglés no tenía idea de a qué se refería.

En su trabajo todos se preguntaban el porqué de su ausencia, sin embargo, sólo Francis y su jefe sabían parte de la verdad (Sólo le había contado con lujo y detalles a Alfred y al médico, a quien no podía mentirle sobre lo que su cuerpo daba por hecho). Le habían dado licencia por un mes y tratamiento psicológico por un año como mínimo, pero lo que de verdad preocupaba a Arthur por el momento, era la abultada cuenta del hospital y la alarmante rapidez con la que su cuenta de ahorro estaba yendo en picada gracias a los gastos de Alfred, quien a veces se ponía caprichoso y compraba tonterías extravagantes y caras, que luego vendía para comprar las bolsas con droga que debía tener escondidas por toda la casa.

Lo peor era que Alfred insistía fervientemente en que si dejaba que lo inyectara se sentiría mucho mejor y podría dormir como solía hacerlo antes. Arthur se negaba y el americano se encogía de hombros y continuaba con su ritual, luciendo satisfecho y durmiendo como un bebé, mientras el inglés se aguantaba los temblores y el dolor en su abdomen, tensando todos sus músculos y gimoteando de dolor sobre su cama.

Así que un día Arthur no pudo soportarlo más y le dijo que sí.

-¿En serio?-Preguntó Alfred, sosteniendo la jeringa en su mano derecha.

-Sólo hazlo.

-¿No te vas a arrepentir y me vas a echar la cul-

-Alfred, te dije que sí.

-Bien, como quieras.

El menor llenó la jeringa que acababa de usar y la acercó al blanco brazo de su pareja, inyectándolo con precisión y vaciando rápidamente sus contenidos en las venas de Arthur. El inglés emitió un jadeo que terminó en un gemido y se dejó caer relajadamente sobre el sofá en el que estaban sentados, sintiendo sus músculos destensarse. Alfred rió tontamente, como un chiquillo, y tiró la jeringa al piso.

-Umm, ¿Qué tal? –Preguntó, acariciando el cabello de su novio.

-Oh… joder.

Arthur se inclinó contra el hombro de Alfred y se unió a sus risas. El menor intentó darle un beso, pero ambos estaban demasiado torpes y relajados como para hacerlo bien, por lo que se separaron riendo y se quedaron mirándose.

-Eres muy guapo, ¿sabes? –dijo Arthur, lentamente, sin dejar de mirar a su novio. –Me gustas.

-Jajaja… ya lo sé.

Alfred se dejó caer sobre el pecho de Arthur y ambos quedaron recostados en el sofá, respirando con lentitud, hasta que ambos se quedaron dormidos y despertaron un par de horas después. El inglés se sentía excelente, hacía días que no dormía así de bien. Se estiró y movió el hombro de Alfred, despertándolo luego de un par de minutos.

-¿Quieres comida china?

El americano pestañeó, aún medio dormido, y asintió, acomodándose mejor sobre su pareja. Arthur alcanzó su celular en la mesita de centro y marcó al local cercano a su casa. No se había dado cuenta de que estaba muriendo de hambre, lo que era lógico luego de días de tortuosos dolores que no le dejaban alimentarse.

Pero no tenía que volver a preocuparse por aquellos malestares. Arthur no era ningún masoquista, y si la heroína lo ayudaba a dormir sin tener asquerosas pesadillas y terribles dolores, entonces estaba claro qué era lo que debía hacer.

Y de a poco fueron pasando las semanas, y Arthur siguió inyectándose, pensando que lo tenía bajo control, que podía dejarlo cuando quisiera, que era algo momentáneo hasta que tuviera que volver a trabajar, sin embargo, cuando llegó el momento en el que acabó su descanso y volvió a la oficina, no puedo soportar más de media jornada antes de tener que volver a casa, escoltado por una de las secretarias, quien lo había encontrado tirado en su oficina, temblando y jadeando de dolor. La mujer lo dejó en los brazos de Alfred, y éste le aseguró que no pasaba nada y que Arthur simplemente había olvidado tomar sus medicamentos. La joven asintió y se marchó, deseando que se recuperara pronto y prometiéndole que le contaría su jefe sobre su desliz.

-¡Ayúdame!, ¡Haz que se detenga!

Alfred asintió, sonriéndole con dulzura.

-Ya va a pasar.

Y Arthur descubrió, mientras la droga bañaba su cerebro, que Alfred tenía razón, que estas promesas sí podía cumplirlas, y que lo necesitaba para estar bien.

-Te amo. –Gimoteó Arthur, suspirando con alivio. –Gracias, Al.

El menor se inclinó sobre el sofá y le dio un perezoso beso en los labios.

-De nada, muñeco.

Los días que le siguieron ambos llegaron a un acuerdo donde Arthur iría a trabajar normalmente y Alfred iría a verlo en su hora de almuerzo para inyectarlo, pero obviamente, la solución al problema de los malestares trajo otros problemas peores. Su rendimiento era muy malo, ya que drogado apenas podía mantenerse despierto y derecho, mucho menos podía hacer cálculos y leer informes, y eventualmente su jefe se hartó, lo mandó a llamar, le agradeció por los ocho años en los que había trabajado para la empresa y le explicó que no podía arriesgarse a tener más cuentas mal hechas e informes incompletos, y finalmente le entregó una carta que decía que sus servicios ya no eran requeridos por la empresa. Arthur asintió a todo lo que su jefe le dijo, tomó el trozo de papel y volvió a su casa, donde tiró el sobre a la basura sin siquiera abrirlo y fue directo hacia su habitación, a los brazos de su pareja.

Francis estaba colérico cuando se enteró, llamó a Arthur y le contó que había discutido con su jefe, que le había dicho que estaba cometiendo un error, porque Arthur era uno de sus mejores empleados, pero el hombre no cedió. Entonces el francés se comunicó con su amigo para obtener su versión, más el inglés parecía desinteresado.

-De todos modos no tenía ganas de trabajar, ¿sabes? –Comentó Arthur, acomodándose sobre el pecho de Alfred, quien aún estaba dormido. –Estoy cansado.

-¿Y cómo piensas pagar las cuentas? ¿Y tu comida?-Preguntó Francis, alterándose. -¿Has pensado algo de eso? ¿Qué mierda te pasa Arthur?

-No pasa nada, deja de gritar. –Arthur se sobó las sienes, sintiendo una molestia comenzando a expandirse gracias a los gritos de su compañero. –Me van a dar bastante dinero por lo del despido, fueron ocho años y –

-¡El dinero se acaba, Arthur! ¿Qué harás después?

-Dios, rana, puedo conseguir un maldito trabajo, ¿sí?

Alfred suspiró y frunció el ceño. Emitió un quejido y abrió los ojos, mirando a su novio con molestia.

-¿Francis? –Preguntó el americano, acariciando la espalda del inglés, quien asintió como respuesta. –Córtale.

-¿Siquiera estás escuchando lo que estoy diciendo? –Reclamó el francés, llamando nuevamente la atención de su interlocutor.

-Estoy ocupado ahora, rana. Llama más tarde, ¿sí? Nos vemos. –Se despidió Arthur, sintiendo las manos de su novio separando y juntando sus nalgas, al mismo tiempo que dejaba besos en su cuello y pecho.

-Arthur, esp-

El inglés cortó, dejó el aparato en silencio y lo lanzó sobre la mesita de noche.

-Alfie. –Susurró Arthur, entre risas, metiendo sus dedos entre el cabello del menor. –Buenos días.

-Buenos días, viejo.

Arthur hizo un puchero ante el nombre y Alfred rió, acercándose a su boca para meter su lengua y juntarla con la de su novio, al mismo tiempo que estiraba uno de sus brazos para abrir el cajón de la mesita de noche, hasta que encontró una caja de fósforos que guardaba pastillas de éxtasis.

-Ah, Alfred. Es muy temprano.-Jadeó Arthur, sintiendo un dedo acariciando su ano.

-¿Y qué?

-D-debería buscar trabajo y-

-Shhh.

Alfred se acercó nuevamente a su boca y ambos deshicieron la pastilla en medio de sus lenguas, y así mismo acabaron con otra. Arthur ya se había dado cuenta de que Alfred casi nunca podía lograr tener una erección sin la ayuda de alguna droga, así que lo dejaba usarlas si con ello ganaba una buena ronda de sexo y un novio cariñoso.

Arthur se sentía en el paraíso.


No creo haber respondido a los reviews... otra vez JSAHDGFAJKSDGJKASDH every time, lo siento.

Rouse Steele: Gracias por el review, tardé un año sí, no sé si sigues aquí sjfgajshdfa todos odiamos a Alfred.

Rocychio: MAI LOOOOOB, creo que a ti si te conteste? pero te contesto de nuevo por si sigues leyendo esta wea. Alfred es un weon de mierda, y sí, el cliché es Arthur malulo o cuando ponen a Alfred "malo" es cuando es el típico chico popular que no es gay (aunque me gusta ese Al) Ohhh el dolor del amor... en mi caso no correspondido, supongo que igual cuenta ?

Ahhh, si no respondo no significa que no los leo, siempre los leo, sólo que digo: "aaah, voy a responder después de -iinsertecualquiercosa-" y se me olvida ;c Gracias, gracias, muack muack

Beatriz: ¿T-tres veces? :'D LO SIENTO. Buuu, espero que si sigues en el fandom leas esto... y que te guste. De verdad quiero terminarlo.
Ahh, mi ortografía de cuando empecé esto no es la misma de ahora... ahora estudio lenguaje... desde hace dos años, así que estoy obligada a leer la RAE más seguido. Oshe oshe, tú sí entiendes. Intentaré no tardar un año en subirlo otra vez, pero suelo odiar lo que escribo. Gracias por tu review, me encantan los reviews largos.

Esther: AAh, hay muchas cosas mejores que esto sakjfgaskjd gracias!

Emily Kirkland: Jajaja, hay cabos sueltos porque he tardado mucho y se me olvidan algunas cosas, cometí el erorr de no escribir toda la idea, sólo cosas generales. Incluso los fics recientes deben tenerlos, no retengo la información de mis propias cosas, pero sí de las cosas que leo por ahí? Nunca dejas reviews? Me parece haber leído tu pseudónimo antes. ¡Gracias!

Ahora... ahh, de verdad no quiero dejarlo abandonado, pero sepan que no puedo prometer plazos, para ninguno de mis fics (y traducción) Sólo que lo terminaré, espero pronto.

Nos leemos.