Las explicaciones las dejo para mañana, ¡he vuelto! La historia está terminada, esperad un capítulo por semana menos dentro de dos semanas que estaré de vacaciones y sin internet. ¡Espero que alguien me siga leyendo! PD: mañana capítulo bonus por la larga espera.

¿Nunca habéis escuchado eso de: "si las paredes hablaran…"? En cualquier parte del mundo te dirán que es un refrán raro, sin sentido ni fundamento; Hogwarts no es cualquier parte del mundo, es un castillo mágico, donde incontables generaciones de brujas y magos han aprendido todo lo que saben. ¿Sabéis que más tiene Hogwarts? Retratos, cuadros, elfos domésticos y lo mejor de todo: fantasmas.

Hogwarts, Gran Salón, 08:00 a.m.

El ruido era insoportable, había alumnos mezclados, fuera de sus mesas correspondientes o girados en su asiento hablando con compañeros de otras casas. El Gran Comedor se preparaba para recibir un nuevo día, pero por una vez nadie le prestaba atención a la deliciosa comida que aparecía como todas las mañanas por cortesía de los elfos domésticos. No, todos estaban más curiosos que hambrientos, comentando el último rumor que se había filtrado esa misma mañana. La mesa de los profesores estaba sospechosamente vacía para ser tan tarde, confirmando de alguna manera la jugosa información que circulaba sin control de boca en boca y de casa en casa.

Tres amigos estaban sentados en la mesa del fondo a la izquierda conversando agitadamente sobre el susodicho.

- ¡No es posible!- Susurraba furiosamente una chica de pelo castaño alborotado, es sólo un estúpido rumor, inventado por alguna de esas víboras ponzoñosas, estoy segura. Dumbledore no permitiría semejante tontería aquí, es un colegio de magia por dios, no un instituto de Londres.

-Víboras? Hombre, Hermione, tampoco es necesario insultar a los pobres animalitos. Además, ¿no eres tú la que dice siempre que no podemos juzgar a esas serpientes por el pellejo? - preguntó un pelirrojo que estaba sentado a su derecha, el único en todo el comedor que estaba dando buena cuenta de su desayuno.

- ¡Ron! - gritó Hermione escandalizada, no estoy hablando de los Slytherin, sino de las chismosas de Parvati y Lavender.

-Ah…- se sonrojó el chico- Bueno, de todas maneras, no creo que sea cierto, no le des más vueltas y come algo, ¿quieres? Las salchichas están deliciosas hoy.

-No cambies, Ron- dijo entre divertido y anonadado el último componente del trío, -siempre sabes dónde están tus prioridades, pero hazme un favor y come con la boca cerrada, no quiero dejar de pensar que las salchichas están deliciosas.

-Por favor, sois de lo peor…- dijo Hermione sacudiendo la cabeza. -¿Qué habré hecho yo en mi vida pasada para mereceros a vosotros, eh?

-Probablemente encontrar la cura de la peste, o algo igualmente prodigioso- rio Harry

La conversación fue disminuyendo, mientras terminaban de desayunar y se preparaban para la primera clase del día, pociones. Los profesores por fin habían hecho acto de presencia y puesto orden en el Gran Comedor, incitando a todo el mundo a comer algo apuradamente antes de que se desvaneciera la comida.

En alguna otra parte del castillo, donde no llega la luz del sol…

El silencio era abrumador, el sótano se encontraba vacío ya que las ratas habían huido hacía tiempo de la presencia aterradora que provenía de la única habitación con luz en todo el pasillo. Si te acerbas a la puerta de hierro forjado, se podía escuchar a alguien dando vueltas en círculos, murmurando algo inteligible entre dientes mientras tomaba notas en un pergamino lleno de tachones.

-Si calculo a 10 años por alumno y 3 más por ensañamiento, las posibilidades de salir de Azkaban vivo se reducen a 0.09% si tenemos en cuenta que algunos son hijos de los miembros del Wizengamot…. No, céntrate, tiene que haber una solución. Recomenzamos, si sólo mando al 80% que tenga el más mínimo indicio de querer reírse a la enfermería, y no dejo a nadie traumatizado de por vida, la estadística me dice que…- mascullaba una figura vestida de negro de los pies a la cabeza. - ¡Maldita sea!

Años después, los cuadros de Hogwarts contarían a los alumnos la historia del día en que un grito de furia hizo estallar todas las ventanas del primer piso y algunas del segundo. Nadie supo nunca de dónde provenía, aunque los alumnos de sexto y séptimo año de la promoción del 98 aseguraban haber visto a ratas huir despavoridas del sótano.