Hola, hola! Acá estoy, después de tanto tiempo. MIL disculpas por las demoras... Ya expliqué en el grupo lo que pasó. Este capítulo está SIN BETEAR así que sepan disculpar también los errores ortográficos y gramáticos. GRACIAS POR LA ESPERA.


Los personajes pertenecen a nuestra

hermosa reina,

la perfecta, única e inigualable: Sthepenie Meyer.

Solo la trama es producto de mi alocada imaginación.


This is reality

Capítulo III

—¡Bells, despierta! ¡Bells! —Una voz chillona gritaba cerca de mi oído a la vez que me sacudía enérgicamente. ¿Cómo alguien tan pequeño tenía tanta fuerza?

Obligué a mis ojos abrirse y murmuré unas cuantas maldiciones dirigidas a mi amiga. ¿No podía dejarme dormir?

—¿Qué quieres, Alice? —pregunté con voz ronca.

—¿Cómo qué quiero? Me vi obligada a despertarte, estabas gritando su nombre y sollozabas…

De repente, el recuerdo de aquel sueño vino a mi mente. Todo era ligeramente borroso. El sueño había comenzado bien, como nuestra relación, pero luego todo se había tornado oscuro. Tal como había sucedido en la realidad, ella apareció y lo alejó de mí… luego, repentinamente me encontraba en mi antigua habitación en Seattle empacando las últimas cosas que me quedaban cuando mi teléfono sonó. "Desconocido" se leía en la pantalla. Decidí atender arrepintiéndome en ese mismo instante…

—¿Hola? —murmuré por tercera vez, sentía la respiración irregular de alguien al otro lado, pero ese alguien no respondía.

Bufé creyendo que era una de esas personas que no tienen nada mejor que hacer con sus vidas que molestar a los demás con estúpidas bromas telefónicas. Cuando estaba por colgar, sentí al molesto ser humano que hacía que perdiera mi tiempo tomar una profunda respiración.

—¿De verdad piensas irte?

Mi cuerpo se heló al escucharlo. Era imposible que no reconociera aquella voz. Esa que tanto creí amar. Me sorprendió que mi corazón no latiera descontrolado como alguna vez lo hizo, ni que miles de mariposas parecieran revolotear dentro de mí. Ya no experimentaba nada de eso. Y me alegraba. Lo único que era capaz de sentir en este momento era furia. ¿Con qué jodido derecho me llamaba?

—¡Hola! Sí, estoy bien… espero que tú también —respondí sarcásticamente. Me importaba una mierda cómo estuviera y antes de que el muy idiota decidiera contestar. (Sí, era realmente un idiota, no sabía lo que era el bendito sarcasmo y seguramente iba a contestarme… al muy descerebrado no le interesaba nada más que sus músculos llenos de anabólicos y esteroides. Me pregunté nuevamente qué era lo que me había pasado por la cabeza al momento de salir con él) proseguí—: ¿Qué quieres? Sé directo, no tengo mucho tiempo.

—Tu mal genio no ha cambiado nada…

—No soy yo la bipolar aquí. Ve al grano de una maldita vez.

—Iré a verte. —¿Qué? Ni de coña.

—Imposible. Ya estoy camino al aeropuerto —mentí. Bueno, no del todo, en pocos minutos lo haría.

—Por favor, no te vayas. —Bufé. A todo esto… ¿cómo se había enterado de mi ida?

—Lo siento, debo hacerlo —murmuré distraídamente.

Por un momento me olvidé de todo lo que había pasado y deseé que todo fuese como antes. Cuando solo éramos él y yo, los mejores amigos… imaginé que él me rogaba que no me fuera y yo me hacía un poco la difícil para luego tirarme en sus brazos accediendo a quedarme y fundirnos en un cálido abrazo… Pero no. Eso no iba a pasar. Ya no.

—Estás siendo egoísta.

—Sí, lo sé —no es asunto tuyo, agregué para mí.

—¿Solo vas a decir eso?

—¿Qué más puedo decir? Toda la vida estuve pendiente del "qué dirán" o en anteponer la felicidad de los demás por sobre la mía. Es hora de ser egoísta.

—¿Yo no soy motivo suficiente para que te quedes?

—Sabes que eres muy importante para mí, pero no. Ya lo hemos hablado.

Por nada en el mundo iba a renunciar a mi sueño.

—Sé que fui yo quien terminó con lo nuestro, pero estoy arrepentido de haberlo hecho… yo te amo. Me gustaría que lo intentáramos nuevamente… aunque sea como amigos.

—También te amo, pero es como un amor de hermanos. Nada más allá de eso. Y ya no confío en ti, ni siquiera como amigos —decir aquello me dolió, tengo que admitirlo. Nos conocíamos desde que teníamos pañales. Y terminar con aquella amistad de tantos años, de recuerdos bellos y malos compartidos juntos, a pesar de ser lo mejor por mi salud mental, dolía demasiado.

—Quédate —susurró tristemente.

—Mi vida no está aquí. Hay algo esperándome allí afuera. Lo presiento.

—No me dejes. —Una involuntaria lágrima rodó por mi mejilla. ¿Por qué hacía esto más difícil de lo que ya era?

—¿Recuerdas cuando te dije lo mismo? Y sin embargo no me escuchaste.

—¿Se trata de venganza? —¿En qué lo he convertido? Pensé. Él era la única persona que me conocía perfectamente y supuse que sabría que no era una persona vengativa. Al parecer me equivoqué, o ella había metido sus garras tan a fondo como para hacer que él pensara cualquier cosa de mí… Odiaba a aquella mujer.

—Se trata de mi vida. De lo que siempre quise, por primera vez estoy pensando solo en mí. Creo que me lo merezco. Tarde o temprano iba a pasar.

—Siempre voy a estar esperándote. —¿Para sentarme frente a la parejita feliz que derrochaba azúcar y muriera de un coma diabético? No, gracias.

—No creo que vuelva permanentemente —y las veces que lo haga trataré de que no lo sepas.

—Siempre puedo ir…

—No, esto terminó hace tiempo… ya no hay nada entre nosotros.

—Ahora veo que ella tenía razón. Nunca me quisiste lo suficiente, fui un juguete para ti —dijo bruscamente.

—¿Ella? ¿Qué demonios sabe ella de mis sentimientos? Nunca fuiste un juguete para mí. Yo lo era para ti… —La irá regresó a mí. Estaba en lo correcto, ella lo había manipulado a su antojo para ponerlo en mi contra. Pero no me importaba. Estaba a minutos de escapar de allí y comenzar una nueva vida dejando todo esto atrás.

—No es así.

—Ya no importa. Debo colgar. Adiós, Jacob.

—Adiós, Bella. ¿Hasta pronto?

—No prometo nada.

—Te quiero.

Colgué sin corresponderle y seguí acomodando algunos de los libros que me llevaría conmigo en una de las cajas. Reprimiendo las lágrimas que amenazaban por salir de mis ojos. No iba a llorar ahora, no iba a hacerlo por él.

—¿Quieres hablar de ello? —preguntó con preocupación.

—Gracias, pero no. Estoy bien… solo fue un estúpido sueño —no tenía ganas de hablar. Quería estar sola y analizar aquello que sentía—. ¿Te molestaría dejarme sola?

—Está bien —dijo no muy convencida—. Llama cualquier cosa, estaré tomando algo de sol. El día está hermoso allí afuera.

—Te haré compañía más tarde.

—Okay. Tenemos una charla pendiente sobre el VJF… Ya me has evadido bastante obligándome a hacer turismo por la ciudad, que por cierto, ya conocíamos con anterioridad…

—¿VJF?

—"¿Vecino Jodidamente Follable?" —Se sonrojó al decirlo. La duende y sus locas siglas.

—No hay nada que hablar sobre él.

—¿No? ¿Y qué fue eso de "jodido sexy deslumbrador Cullen" cuando te tropezaste al entrar en casa hace unos cuantos días?

¡Mierda! No sabía que me había oído.

—Eh, ¿cómo sabes que me refería al vecino?

—No lo sé, es la única persona que vi, hasta ahora, que es tremendamente sexy como para aturdir a cualquier mujer heterosexual de la galaxia… Lo supuse y tú me los has confirmado —replicó con una sonrisa de suficiencia. Y sin más se fue.

¿Qué iba a contarle? ¿Qué con mi torpeza había chocado accidentalmente con él y así nos presentamos… o de aquel encuentro más tarde aquel día? En verdad no había mucho que contar. Parecía habérselo tragado la tierra. Hace una semana que no había señales de él en todo el vecindario. No es que lo estuviera espiando ni nada de eso, solo esperaba verlo. Corrección, deseaba verlo y saber de él luego de aquel inesperado y sorprendente segundo encuentro.

Sacudí mi cabeza para despertar de aquel aturdimiento que venía a mí cada vez que recordaba ese día hace casi una semana atrás, luego de nuestra "chocante", literalmente, presentación. Que me parta un rayo si aquello no fue una jodida insinuación. Ni de broma iba a mencionarle aquello al duende. Iba a hacer un mar de un vaso de agua, la conocía perfectamente. Si fuera por ella me dejaría vestida solo con un conjunto de ropa interior de encaje y un moño rojo en la cabeza en la puerta de Edward y saldría corriendo luego de tocar su puerta dejando que él desenvolviera "su regalo" gustoso… No es que me fuera a quejar si ella quisiera hacer eso, solo que no sería algo agradable tener que salir así a la calle.

Era mi último sábado antes de comenzar mi primer semestre en la Universidad y a tan solo seis días de mi cumpleaños número veinte. Por alguna extraña razón, por primera vez en mi vida no estaba de mal humor pensando en la llegada de ese día. ¿Quién iba a decirlo? Tal vez se debiera que al estar lejos de casa no tendría que soportar aquellas fiestas "sorpresas" que mi madre insistía en hacer, de las que tarde o temprano terminaba enterándome, viéndome obligada a hacerme la sorprendida para no herir sus sentimientos. Luego conocí a Alice y esas fiestas fueron peores, personas que ni siquiera conocía me saludaban como si hubiésemos sido amigos de toda la vida, duraban demasiado y más de una vez me vi arrastrada en contra de mi voluntad a algún que otro pub. Festejar mi cumpleaños no era algo que me gustara, pero ahora, tenía el presentimiento de que ese día sería inolvidable. ¿Por qué? Simplemente no lo sé. Sentía aquel cosquilleo en la boca del estómago que solo aparecía cuando algo bueno venía en camino.

Mi estómago gruñó de hambre sacándome de mis pensamientos y me vi obligada a levantarme. Luego de una ducha refrescante, bajé y me dirigí a la cocina en busca de algo de comida. A falta de ganas para hacer un desayuno decente, tomé una lata de Coca-Cola y una bolsa de snacks. Mi madre me mataría si me viera. Mientras tanto me preparé mentalmente para la tortura de mi mejor amiga.

Me coloqué mis lentes de sol y salí a nuestro patio, sigilosamente, tratando de que mi torpeza no advirtiera de mi presencia a la muy dormida Alice despatarrada en una de las reposeras. Cuando pude sentarme felizmente en otra y gritar mentalmente ¡Misión cumplida! Me detuve a observar todo a mí alrededor. El césped estaba perfectamente cortado y de un hermoso verde. Nota mental: encargarse de llamar a alguien que lo mantuviera así y no pareciese un descampado con el pasar de los días y el poco tiempo que pasaríamos en casa. En el centro del mismo, se podía ver una mesa simple, blanca y redonda con sillas a juego y una sombrilla en medio. De forma inconsciente, mis ojos se dirigieron hacia la casa de al lado, esperanzados de ver al dueño de la misma, que al parecer, se lo había tragado la tierra.

Era un día hermoso, solo alguna que otra nube interrumpía el precioso color celeste que se extendía en el cielo. El sol brillaba con intensidad provocando que cerrasen mis ojos y disfrutase de la maravillosa sensación de sentir la vitamina D penetrar mis poros. Solté un involuntario suspiro que para mí mala suerte despertó a mi compañía.

—¿Piensas decirme quién es el dueño de ese suspiro? ¿O ya no confías lo suficiente en tu mejor amiga para contarme lo sucedido como lo hacíamos antes?

—¿De qué estás hablando Allie? Y, solo suspiré porque me encontraba demasiado a gusto con el sol. Debemos disfrutarlo mientras dure, ¿no? Cuando termine el verano no lo vamos a ver con tanta frecuencia…

La verdad es que no logro comprender para qué intentaba persuadirla. No iba a funcionar.

—No rehúyas al tema principal —dijo ligeramente exasperada.

—No hay nada que contar, en serio. Solo que nos conocimos de una extraña forma.

Y en el momento en que las palabras mágicas salieron de mi boca, ella se acomodó mejor en su asiento y puso su famosa cara de "suelta todo ahora".

Suspiré resignada y no me quedó otra que hablar. Solo que no pensaba contarle de aquella mañana, lo que pasó después prefería guardármelo para mí. Aún me parecía demasiado irreal y me encontraba confundida por ese cambio de actitud que tuvo de un segundo a otro… sacudí la cabeza para salir de ese aturdimiento. No quería que ella siguiera preguntando. Quería analizar bien lo sucedido y lo que me había provocado antes de poder hablarlo con alguien. Principalmente quería hablar con él. Lo iba a hacer, cuando se dignara a aparecer de donde quiera que estuviese, claro está.

Podría parecer algo paranoica, pero no dejaba de preguntarme si me estaba esquivando o algo por el estilo. No tenía forma de saberlo, por el momento. Iba a averiguarlo, de eso estaba segura.

¿Dónde te habrás metido, sexy Cullen…?

Outtake:

Diciembre de 2010, Seattle.

Este día había comenzado como cualquier otro, nunca hubiese pensado que después de aquellas veinticuatro horas yo cambiaría. Ya no sería la de antes...

Al despertar, podía oír la suave caída de las finas gotas de lluvia tan habituales en esta temporada, el incesante viento azotando mi ventana me indicaba que afuera hacía un frío infernal y los típicos sonidos provenientes de una casa al amanecer. Mi padre apurado por no llegar tarde a su oficina corriendo de un lado a otro buscando sus pertenencias, mi madre preparando el desayuno y corriendo tras Charlie para ayudarlo en su tarea… A estas horas la casa era un verdadero caos.

Abrí lentamente mis ojos y me desperecé y digné a levantarme. Lentamente comencé mi rutina… me vestí de forma habitual: Jeans, polera y un buzo varios talles más grande de lo que debía ser, junto, por supuesto, de mis inseparables Converse. Mi cabello, como no podía ser de otra forma, era todo un lio así que lo sujeté en una alta coleta. Cuando estuve lista tomé mi bolso y me dirigí escaleras abajo.

La escena que me encontré allí fue… simplemente perfecta. Mis padres abrazados, sonriéndose y mirándose con tanto amor como lo venían haciendo desde hace años. ¡Cuánto anhelaba una relación así! Tenían sus malos tiempos, como cualquier matrimonio, pero juntos lograban salir adelante. Siempre luchando por lo que querían contra todo. Un suspiro involuntario les advirtió de mi presencia.

Mi padre se despidió de mi madre con un suave beso en sus labios y luego besó mi frente. El desayuno con Renée fue tranquilo, sacando de lado el tema de que luchaba por esconder una sonrisa y parecía querer empezar a dar saltitos en su lugar aplaudiendo de la emoción por algo. Decidí ignorarla, si deseaba decírmelo lo haría.

Luego de dirigirle una mirada de desconcierto a mi loca progenitora por sus palabras de despedida: "No pienses demasiado, Bells", tomé mi impermeable y salí. La ciudad se encontraba, como siempre, cubierta de nubes. La llovizna no había cesado y me vi obligada a colocarme la capucha. La "West Seattle High School", se hallaba junto al Hiawatha Park a solo unas pocas cuadras de distancia de mi hogar así que no precisaba de ningún medio de transporte para poder llegar…

Tuve que apresurar el paso al llegar para evitar a la odiosa y falsa Jessica Stanley, mejor conocida como Perri el ornitorrinco por su enorme nariz. La descerebrada no dejaba de insistir junto con su "clan" de siliconadas, Lauren y Leah, para que tuviera el honor de formar parte de su envidiable grupo. ¡Nótese el sarcasmo! A pesar de mis no muy sutiles negaciones ellas seguían persiguiéndome.

En mi campo de visión capté a mi salvación, Alice. Mi nueva mejor amiga. Hacía ya un año que se había mudado a la ciudad. Cuando nos conocimos no nos llevamos muy bien que digamos, pero luego nos hicimos inseparables. Ella junto con Jacob, eran mi soporte. Estaban allí cada vez que los necesitaba, ayudaban a espantar a los idiotas con los que me negaba de manera rotunda salir. O cuando aquellos con los que accedía tener una cita querían sobrepasarse conmigo. En fin, los amaba.

Las primeras clases se pasaron en un suspiro, cuando menos me di cuenta era la hora del almuerzo. Me dirigía a la cafetería cuando alguien me jaló del brazo hacia atrás. Iba a golpear con todas mis fuerzas a mi "atacante" cuando me percaté de quién se trataba.

—¿Jake? ¿Qué demonios estás haciendo? Casi me da un infarto. Eso sin contar que por poco no te dejo estéril.

—Lo siento —se dedicó a decir entre risas—. Ven, quiero hablar contigo.

Comenzó a caminar hacía el campo de juego y lo seguí sin dudarlo. Se sentó en las gradas palmeando el lugar a su lado, el cual tomé sin pensar.

—¿Podrías hablar de una vez? Estás poniéndome nerviosa… —Solté cuando el silencio que se había cernido sobre nosotros se hizo insoportable.

—Es que… no sé por dónde comenzar.

—¿Por el principio, tal vez? —sugerí enarcando una ceja. Él sonrió.

—Ojalá fuera tan fácil… —Tomó una profunda respiración y comenzó—. Mira Bells, sabes que eres muy importante para mí… —Mi ceño se frunció de confusión. ¿A dónde iba con todo esto?

—También tú eres importante en mi vida, Jake. Lo sabes.

—Shh. No me interrumpas. Demasiado me cuesta ya…

—Lo siento.

Hizo un gesto despreocupado y prosiguió tomando una de mis manos entre las suyas y mirándome. Por alguna inexplicable razón, mis ojos no podían observar a otro lado que no fuesen aquellos orbes oscuros.

—Como te estaba diciendo, eres muy importante… más de lo que yo creí. Bella, sé que somos solo amigos y eso, pero… me gustas. Mucho. Más de lo que debería siendo mi mejor amiga.

Mis ojos se abrieron de incredulidad. No tanto por su confesión, sino por los sentimientos que invadieron mi cuerpo en aquel momento. Sabía lo que eso significaba, él también era más que un amigo para mí… Haría lo que fuese por él, sería lo que quisiera que fuera. Podía ver en aquellos ojos marrones, mucho más oscuros que los míos, que sus sentimientos eran sinceros.

O al menos eso creí…


Otra vez me disculpo por las demoras, errores de ortografía y gramáticos. Lo volveré a subir luego de que mi Top beta lo arregle.

Ya saben, espero sus comentarios... críticas, felicitaciones, sugerencias. :)

Estoy algo apurada así que luego agregaré los agradecimientos correspondientes.

Las invito a pasarse por mi otra historia, "This is Reality" y si les interesa, les cuento que dentro de poco voy a estar subiendo un OS. :)

Besos y espero nos leamos pronto.