Capítulo 8: Séptima entrada

¿Estoy muy loco? ¿Pasaré la vida entrando y saliendo de la clínica? Emma dice que no, Francis dice que yo soy el que creo que sí y no me dice más. A mis hermanos no me atrevo a preguntarles nada. Cuando vienen, hablamos poco. Siempre me dicen que estoy mejor que ayer, pero en realidad no recuerdo si vinieron el día anterior o no. No recuerdo las notas que tomé, o los pensamientos que tuve. Algunas cosas las ordeno, otras las olvido. Pero mi pasado, está tan marcado en mi interior, que ni con electroshock lo podrían borrar. Esta enfermedad, este mal se cura. Tiene cosas hermosas como terribles, es lo que me dijo Emma esta mañana. Lo recuerdo. "Todo ángel es terrible…esta enfermedad es una bendición" las curas de sueño te dejan tonto, pero el amor no tiene olvido. ¿Me hicieron electroshocks? ¿De verdad? ¿Tan la he estado? ¿Qué acaso no bastó con la cura de sueño o la sustancia de lento y doloroso goteo hacia mi sangre? Ya no quiero morir. No. Aunque aún no salto a la vida como zorzales cuando se lanzan al aire desde los limoneros de mi ventana. Ahora no hay goteos ni anestesia. Emma me dijo esta mañana que poco a poco me he ido sintiendo mejor. La muerte ya no viene a buscarme. ¿Habrá sido que me desahogué al contarle a Matthew lo de Francis? ¿Habrán sido aquellas Cartas que Alfred me envió? Alfred… Alfred. No quería ganar la carrera del sufrimiento. No quería ganar la competencia de la compasión. Solo quería ganar el corazón de Alfred. Pero ahora se, que siempre lo he tenido y siempre lo tendré.

¿Acaso estoy muy loco? ¿Muy loco?... Veo la hermosa y varonil figura de Alfred frente a la puerta de mi habitación, con un ramo de rosas rojas. Mis favoritas. Las que siempre solía llevarme cuando me sentía decaído. Aquella figura, que ya no sé si es producto de mi imaginación o estoy soñando, suelta las flores al verme. Caen al piso. Y corre como si n hubiese un mañana. Corre hacia mí. Al llegar a mi lado me abraza fuertemente. Apretando mi cuerpo. Abrazando mi alma. Está aquí. Lo quiero y lo quiero mucho. Lloro al sentir su calidez una vez más. El llora junto a mí. No quiero olvidarlo nunca. Nos abrazamos durante un largo rato. Mucho, lo necesitaba de adentro. Del corazón. El herido y rasgado corazón que intenta reponerse, y que al sentir esta calidez tan anhelada… late muy rápido. Siento que ya se me saldrá el corazón. Quiero dejar de sentirme culpable. Pero la verdad… es que yo no tuve la culpa. Nos separamos de ese abrazo. Él me mira a los ojos. Me concentro en sus azules y brillantes ojos, llenos de lágrimas tras esos cristales. Con dificultad, logra pronunciar algo.

Es real.

-Arthur… supe esta mañana que estabas aquí y yo…

Quebró en llanto. Acaricié sus dorados cabellos mientras él lloraba. Estaba destrozado. No tenía idea que yo estaba aquí. No sabía. Un vez que se calma, retoma lo que estaba diciendo.

-Perdóname, sé que con esto no basta pero yo… no puedo. No quise hacerte daño en ningún momento, y todas esas palabras lindas que le dije a Scotty, ¡eran para ti! Sabía que estabas espiando, pero te las dije a ti….yo, no quiero una vida sin ti…. Y no me perdonaría jamás si algo malo te sucede. Lo sé, estuve mal… no debí haberlo hecho con Scott, p…pero no sabes lo que…

-¿Qué te pasó en la cara?

Alfred tenía horribles hematomas en el rostro, y uno de sus hermosos ojos hinchados.

-Scott… Cancelé la boda y reaccionó mal. Pero no es nada, en cambio tú… cariño, debo sacarte de aquí, pediré un préstamo al banco para pagarle el dinero a esos mafiosos… y formar una vida contigo ¿recuerdas? Con nuestros hijos rubios llenitos de hamburguesas.

-¿Cómo entraste Al? –sentí que mi voz se quebraba.

-Me hice pasar por Matthew y ni lo notaron… ¿Qué dices cariño?...¿cómo te sientes?

Tomó una de mis manos entre las suyas. Grandes y ásperas como siempre. Llevó mi mano a su corazón. Se oía como también estaba destrozado. Le destrozaba verme así.

-Alfred, estoy cansado. Ahora me cansa competir con Scott. Me duele el alma, pero estoy menos herido. ¿Sigues enamorado de Scott? ¿Ya no me quieres?

-No. Nunca estuve enamorado de él, y si piensas que no te quiero, dame una puñalada y en cada gota de mi sangre, verás tu imagen grabada.

-Al… Quisiera pasar de ti, pasar sin querer mirarte, pero mis ojos te buscan…Al, aún te amo y de verdad me duele todo esto… incluso quise olvidarte, aun así no te he podido dejar de amar.

-Arthie, todas las noches al acostarme mi corazón pregunta por ti, y me duele decirle que tú ya me has olvidado… ¡Scott me dijo que te habías mudado lejos y que me habías olvidado!

-Nunca te olvidé, solo pensé… que habías dejado de amarme, Alfred.

-Únicamente dejaré de amarte cuando tenga evidencias claras de que alguien te quiere tan sólo un poquito más que yo.

- A veces los sentimientos no se pueden ser alejados y cuando nos atrapan no podemos escapar, es así como nuestro corazón sufre… pero ya estoy harto de sufrir.

-Entonces ya no suframos más…

Alfred me tomó de la muñeca y me acercó a él, me besó como nunca antes me había besado. Mi corazón late nuevamente. Siento que vuelvo a nacer. Sus labios. Tanto extrañaba sus labios. No hay mejor remedio que este. No hay mejor cura para mi mal. El amor es como un niño recién nacido: no se sabe si vive hasta que llora. Esta es la prueba más clara. Jamás dejó de amarme. Puedo notar en sus ojos el dolor. En sus labios la sinceridad. En su corazón el pesar. Nos separamos y nos quedamos así, con nuestras frentes juntas. Ambos amantes. Como anhelaba a Alfred. Mi Alfred…


Abro los ojo. ¿Todo fue un sueño? No. Él está aquí, dormido junto a mi cama en una silla de madera. Sonrió y extiendo mi mano hasta alcanzarle. Logro alcanzarle. Acaricio sus rubios cabellos con la punta de mis dedos. Él se mueve, abre lentamente sus ojos, me sonríe y toma mis manos entre las suyas. Acaricia mis dedos y sonríe dulce y sinceramente. Se acerca el doctor por la puerta, extendiéndome una bata. Me dice que puedo levantarme y salir a dar una vuelta al jardín, con Alfred. Sonrió y con ayuda de mi amado Al, me levanto de la camilla y me coloco la bata. Alfred me afirma con mucho cuidado y delicadeza, mientras el doctor mi quita el suero del brazo. Duele, se siente helado y a la vez punzante. El doctor me coloca un parche de gasa en el brazo, y me deja ir con Alfred. Caminamos por los pasillos, hasta llegar a una gran puerta que da con el hermoso jardín que se veía desde mi ventana.

Alfred se sienta en el césped bajo un árbol, y me deja sentarme sobre sus piernas. Me cargo en su pecho, mientras él acaricia mi cabello. Lo extrañaba, mi cuerpo y mi alma lo necesitaban. Siento como de sus ojos de la nada comienzan a derramarse lágrimas. Me volteo y le miro. Está mal.

-¿Qué sucede Al?

-Me duele… me duele todo lo que te he hecho. Me duele que hayas atentado contra tu vida. Me duele… no sabes cuánto me lastima. Cuando te hiciste daño, no sabes cómo reaccioné. Cuando llegué a casa destruí todo, incluso me lastimé la mano al golpear un vidrio. Nuevamente te he fallado como héroe.

Abracé fuertemente a Alfred. Ambos lloramos juntos. Lloramos desahogando todo el dolor, pena y sufrimiento que teníamos dentro. Ya no daba más, mi cuerpo se había vaciado. Ya no sentía más dolor. Estaba con la persona que más amaba en toda la existencia, y con eso me bastaba.


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