N/A: Hola a todos! He vuelto durante un período de tiempo mientras pensaba en qué hacer con mis historias, estudiaba y encontraba trabajo. Momentos difíciles para alguien que recién comienza la vida de la adultez (cumplí la mayoría de edad en septiembre), andando de aquí para allá consiguiendo licencia para conducir, volver a revalidar mis pensiones y estar pendiente de los 689364 exámenes al semestre. Pero sobreviví, y sólo me quedan 7 exámenes; estoy súper mega contenta. Así que les traigo este capítulo que me gustó, quedé conforme con lo que escribí y la verdad es que ya tengo la mitad del otro capítulo escrito… jaja.
Una vez subido procederé a corregir los capítulos anteriores.
El disclaimer sigue siendo el mismo, Matsuri Hino como autora y dueña de estos fabulosos personajes.
Capítulo II: Un día más, un día más...
Arriba el Sol, abajo el reflejo… de como estalla mi alma
Puente - Gustavo Cerati
Estaba lloviendo, aunque eso poco lo importaba a la morena que corría a trompicones por las pozas formadas en su camino; no sabía donde corría, pero lo que sí sabía era que quería llegar lo más lejos posible de toda aquella situación. Aún podía sentir los ojos de ese vil vampiro sobre ella mientras compartía un lazo que debía ser sólo de ella con otra persona que, sobre todo el resto de gente, era nada más ni nada menos que su hermano, aquella persona en la que más había confiado estos últimos cuatro años de su vida junto a él.
Sus pies tropezaron con algo en el camino haciéndola caer y chocar con un sonido sordo contra el camino adoquinado que daba a su dormitorio. Sus frágiles huesos de humano y el entumecimiento de su cuerpo no la dejaron levantarse por lo que por más que lo intentara, sus codos terminaban cediendo bajo su peso una y otra vez, enviándola directo al suelo otra vez. Su pobre mente intentaba procesar más rápido de lo que ella podía comprender, intentaba darle alguna explicación a lo que sus ojos habían visto, intentaba darle una razón de valor a todo aquello, pero lo único que lograba era repetir una y otra vez aquella imagen de su hermano bebiendo la sangre que supuestamente le pertenecería a ella, sólo a ella. Intentó recordar algún indicio de toda la situación, pero lo único que podía recordar eran los constantes regaños por parte de su hermano por haber aceptado estar con el sangre pura y todas las veces en que había tenido que intervenir en alguna de sus pequeñas riñas entre ambos. Nunca había visto alguna pista, alguna mirada diferente o palabras fuera de lo normal.
No sabía cuánto tiempo exactamente permaneció así, tendida en el duro suelo con la lluvia cayendo sobre ella. Sentía sus ropas pegajosas y algunos mechones de cabello se adherían a su rostro, mientras el resto se ensuciaba con el poco barro formado por la lluvia. Por el rabillo del ojo vio a alguien caminando en su dirección, primero lento y luego, al darse cuenta de quién era, aceleró el paso.
El cabello anaranjado y los ojos dorados de Sayori la recibieron, mientras esta se acomodaba a su lado intentando levantarla con una mano mientras que con la otra apoyaba el paraguas que Cross le había ofrecido antes de salir.
― ¡Yuuki! ―Yuuki levantó los ojos hacia su amiga sin saber que decir. Al parecer había pescado un resfriado, porque su garganta no le permitía emitir ningún sonido. Con ayuda de su amiga logró sentarse sobre el pavimento esta vez con una manta cubriendo sus hombros― Hablemos adentro, el director ha estado buscándote hace bastante rato…
No pasó mucho tiempo antes de que llegaran ambas a su habitación. Yuuki se sentó al borde de la cama de su mejor amiga, aún con la mirada perdida en algún punto de la pared mientras Sayori buscaba en el baño algunas toallas limpias para la morena. Debía admitir que tenía curiosidad acerca de lo que podría haber pasado con el preciado Kaname de su amiga como para haberla encontrado en ese estado, aunque si preguntaba sólo confirmaría sus sospechas acerca de lo que ella creía. Apoyó las toallas sobre el tocador y apoyó su frente contra la palma de sus manos, sintiéndose culpable «Lo siento Yuuki, pero ya hice una promesa…»
De vuelta en la habitación, la muchacha ya había comenzado a quitarse las ropas sucias. Ella y Yori llevaban un buen tiempo prácticamente viviendo juntas, por lo que no tenía pudor de desvestirse frente a ella. Se dirigió a su mesilla de noche para dejar el colgante que Kaname le había regalado hacía un año atrás junto al anillo que él mismo le había regalado ese mismo día.
― Yori-chan… ―llamó. La muchacha que aún permanecía en el baño asomó su cabeza por la puerta, prestándole su atención. Yuuki la observó por un momento, no muy segura de continuar― ¿Qué… qué harías tú si…?
― ¿Si qué?
― Nada, déjalo… ―murmuró esta vez mirando a sus propios pies que ya estaban descalzos.
Sayori solo la observó por unos segundos, y finalmente una sonrisa triste se asomó en su rostro. Así que finalmente sí era lo que ella pensaba.
Ya era hora.
― Sea lo que sea que te esté molestando, piensa bien en el camino que vas a tomar ―la morena levantó la vista hacia su mejor amiga, quien se había sentado a su lado y pasaba un brazo sobre sus hombros, en uno de esos abrazos que sólo Yori sabía dar. Yuuki sintió cómo sus ojos se llenaban de renovadas lágrimas, pero intentó contenerlas exitosamente― No es necesario que me digas nada, pero creo que el único consejo que puedo darte es que no pienses sólo en ti. Siempre que Yuuki sufre, hay otros sufriendo con ella.
Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Yuuki, quien intentaba controlar tanto su llanto como los temblores que sufría. Sayori la atrajo aún más, intentando expresar sus propias disculpas silenciosas por medio de aquél abrazo. No quería que Yuuki sufriera, no le gustaba ver a su amiga de esa forma.
Pero también sabía que aquella situación era inevitable, que algo tenía que hacer que Yuuki baje de la perfecta nubecita en donde vivía como también sabía que esto no era más que otra forma de castigo por todas las cosas que ella misma había decidido ocultar.
Pero ella no tenía la culpa. No creía que querer proteger a la morena era algo tan malo.
«Pero no pensaste en las consecuencias que habría al hacer todo esto, ¿verdad?»
No. No. No.
Era injusto. Todo aquello era injusto. Para Yuuki, Zero y ella.
Cerró los ojos con fuerza, enterrando el rostro en el cabello de su mejor amiga. Kaname tenía la culpa de todo.
― ¿Yori-chan?
― ¿Sí, Yuuki?
― Eres la mejor amiga que jamás pude haber tenido, ¿sabías?
Sayori apretó los labios firmemente, y volvió a ocultar su rostro entre los cabellos de Yuuki.
Faltaba poco para la medianoche, pero sentía que no podría conciliar sueño alguno hasta un par de horas más. Bostezó lo más silenciosa que pudo, intentando hacer el menor ruido para evitar que Yuuki vuelva a despertar.
Una vez que la morena se había calmado, había tenido que hacer malabares para poder sacar los brazos con los que se aferraba a ella firmemente antes de dormir. Sabía que si la despertaba, era probable que la chica volviese a llorar, y eso era lo que Sayori quería menos en estos instantes, porque ella misma sentía que su cuerpo se volvía cada vez más pesado, y francamente no quería lidiar con las emociones de su amiga durante toda la noche. Suficiente tenía con las suyas propias.
Aún así, cuando por fin logró acomodar a Yuuki bajo las frazadas y ella misma se había acurrucado bajo las suyas, sus ojos permanecieron abiertos de par en par, negándose rotundamente a cerrarse a pesar de todo el cansancio mental que había sufrido. Sayori bufó molesta, pero como siempre, su rostro se mantuvo sereno.
Finalmente decidió tumbarse sobre la cama, sin cubrirse con nada en absoluto, pensando que era el calor que influía sobre su sueño, pero ya habían pasado unos buenos treinta minutos de eso y nada, sólo le había dado bastante frío como para volver a cubrirse.
Por lo que no le quedaba más opción que pensar en lo que no quería hacer.
Miró por última vez a Yuuki, y al ver que ésta seguía profundamente dormida, hizo todo a un lado y se levantó, convencida de que no podría dormir de todas formas. El camisón de dormir le cubría un poco más debajo de las rodillas, por lo que optó por tomar rápidamente el primer abrigo que encontró y salió de la habitación, dejando la puerta con seguro tras de sí.
En realidad, no tenía la menor idea de lo que estaba a punto de hacer. Eran muy pocas las veces cuando no sabía qué hacer. Y eso la exasperaba.
Primero, pensó en dar un par de vueltas en silencio y cuidadosamente por los dormitorios, pero al rato decidió que eso tampoco funcionaría. La biblioteca era cerrada justo a medianoche, por lo que tampoco era una opción, ni mucho menos se quedaría parada en el mismo sitio sin hacer nada, corriendo el riesgo de que el sueño la invada de forma inesperada y, por muy improbable que suene, decida quedarse dormida en el sitio. Improbable, pero no completamente imposible.
Cuando el viento helado le golpeó la cara al abrir la puerta de entrada, supo a qué lugar tenía que ir. Y era el lugar al que menos quería ir en esos momentos, pero tenía que.
Frunció el ceño por primera vez en bastantes días, recordando que la última vez que lo había hecho había sido cuando Yuuki había reprobado su examen de matemáticas a pesar de haberle estado tratando de enseñarle toda la semana. No sabía por qué la morena seguía empeñándose en pedirle ayuda tanto a ella como a Zero, si sabía que era una tarea imposible.
Una pequeña sonrisa se asomó en su rostro al recordar una de las pocas veces en que había visto a los dos estudiando juntos. Yuuki no paraba de preguntar por la más mínima cosa hasta hacer que Zero finalmente decida hacer el ejercicio por sí mismo y enseñárselo, diciéndole que trate de averiguar por sí misma qué cosas debía hacer, pero al final siempre terminaba cediendo. Tenía la sensación de que Yuuki no era consciente de cuán importante era para Zero.
Era por cosas como su egoísmo que la odiaba sólo un poco. Un poco, nada más.
Observó sus zapatos sucios por la tierra en cuanto se percató de que había llegado al lugar donde quería y pensó que debía darse prisa en limpiarlos si quería ir con ellos a clases.
Apoyó ambas manos sobre la puerta corrediza de madera, que hizo un pequeño chirrido cuando la empujó hacia el costado.
El establo se encontraba completamente a oscuras, pero aunque no lograba ver nada y que sabía que el interruptor estaba cerca, Sayori decidió que la poca luz que entraba por las rendijas y la puerta sea la única iluminación. Avanzó con cuidado, tratando de hacer el menor ruido al avanzar y pedía disculpas automáticas en cuanto algún caballo asomaba su cabeza por sobre su tranquera, habiéndose despertado por ella.
De igual manera no se detuvo hasta ver asomarse la cabeza del único animal de pelaje blanco en el establo.
Blanca Lily parecía brillar incluso en la completa oscuridad, haciendo que el pequeño lugar en donde estaba sea el único iluminado. Las manos de Sayori le picaban por pasar sus dedos sobre el pelaje blanco del animal, pero optó por dejar sus manos dentro de sus bolsillos, observando atenta a cada movimiento de la yegua.
― Hola, Lily.
Ojos grandes y oscuros, de esos que le recordaban a las bolas de cristal que usaban las brujas en películas de terror, se fijaron en ella, y aunque sabía que no recibiría una respuesta verbal, la chica sentía que el silencio era su bienvenida. O al menos que Lily no la detestaba lo suficiente como para armar un alboroto y hacer que se vaya, como lo hacía con todos menos con Zero.
Ah, Zero.
Sonrió nuevamente al ver a Lily moverse inquieta dentro de su cubículo.
― Tú también estás preocupada por él, ¿no es así, Lily? ―murmuró.
La yegua simplemente la miró fijo, y Sayori supo que tenía razón.
No sabía qué era lo que hacía tan especial a Lily, o por qué sólo parecía estar completamente en paz cuando estaba con Zero. De una forma extraña, le daba la sensación de que Zero era algo así como el enamorado de Lily, aunque si era sincera no le sorprendería en absoluto. De hecho, estaba contenta de ser capaz de presenciar el lazo que los unía.
Después de un momento en completo silencio, decidió dar un paso adelante, y al no ver respuesta negativa, tomó otro, y otro, y otro, hasta quedar frente a frente con los ojos atentos de Lily.
Y antes de siquiera pensar en lo que hacía, las yemas de sus dedos rozaron tímidamente la parte trasera de sus orejas.
Por supuesto que Lily retrocedió, rechazando totalmente su tacto. Incluso le pareció ver que la siempre furiosa expresión de la yegua se volvía aún más feroz. Rió.
― ¿Wakaba?
Sayori no hizo nada más que ocultar rápidamente sus manos de nuevo en sus bolsillos, a pesar de que realmente se había asustado.
Tragó en seco al ver los ojos amatistas de Zero observarle unos metros más allá, cerca de la entrada. Su cabello platinado se volvía aún más pálido en la noche, con la luna como su única fuente de luz.
Había olvidado que Zero parecía brillar aún más de lo que Lily lo hacía.
Cuando el prefecto llegó finalmente donde se encontraban, ninguna palabra fue dicha, porque ambos sabían que no era necesario. La muchacha simplemente se apartó, observando como el chico acariciaba sin problema alguno las mejillas de Lily, quién parecía haberse olvidado por completo de su presencia. Se sintió aún más especial al ser la única presenciándolo.
Era realmente algo para recordar.
Aunque se sentía cómoda en ese completo silencio, de manera reticente, sintiéndose casi culpable, decidió hablar. De todas formas, eso era lo que había venido a hacer desde un comienzo.
― Yuuki vino a mí llorando.
No iba a decirle que la había encontrado incapaz de levantarse por sí sola. Zero la quería demasiado, y no quería que él se sienta más mal de lo necesario.
Las relajadas manos del prefecto se volvieron en tensos puños, pero aún así no dejó de pasarlos de manera suave por el pelaje de Lily. Sabía que si dejaba de hacerlo, probablemente se perdería un poco más a sí mismo de lo que ya estaba.
― ¿Está bien? ―musitó, sin apartar la mirada de los ojos del animal. Aún así la chica podía ver su mirada volviéndose aún más turbia de lo normal.
― La dejé durmiendo. No fue fácil convencerla de que no haga su patrulla. ―intentó sonar lo más firme que pudo, aún así se escuchaba extraña a sí misma― ¿Y cómo estás tú, Zero-kun?
Zero suspiró, caminó con pasos lentos y pesados para dejarse caer sobre una pila de paja que acostumbraba a usar como cama siempre que venía aquí, llevó sus manos hacia su rostro para frotar sus ojos cansados. Sayori permaneció ahí, sin dar un paso en ninguna dirección.
La voz rasposa del su compañero resonó en la estancia, junto a un suspiro que sonó algo ahogado.
― Quiero matarlo, Yori. De verdad que quiero hacerlo.
Zero permaneció con los ojos cerrados aún cuando sintió el peso extra de la chica a su lado. Una mano pequeña y algo más cálida se apoyó sobre la suya propia. Cuando abrió los ojos, los orbes dorados de la chica le observaban de manera preocupada.
Pero no era esa preocupación causada por lástima, y eso para Zero era más que suficiente.
― Lo sé, Zero ―la voz calmada, casi tímida de la castaña siempre tenía el mismo efecto sobre él. Lo calmaba, al menos lo suficiente como para no cometer una estupidez.
El cambio en la expresión de Zero le hizo preguntarse cuándo habían pasado de ser meros conocidos a conseguir ese punto que ni siquiera la simple palabra amistad podía definirlo, no, para ella era más importante, él había sido lo único sincero en ese mundo apestado de mentiras, incluso Yuuki no hacía más que crear sufrimiento a su alrededor con sus sonrisas inocentes y que aunque era genuina muchas veces, en el fondo era lo más vil que ella podía hacer, creando ilusiones falsas en corazones tiernos. Zero sólo había sido tan inocente como para caer, tal vez era eso lo que había hecho crecer la extraña necesidad de comprenderlo mejor, porque Sayori sabía que Kaname saldría ganando y el corazón honesto del cazador sería lo único hecho añicos cuando su mejor amiga cumpla su deseo de ser una feliz princesa con su encantador príncipe. Pero todo eso era antes, cuando no hacía más que observar a esos tres desde las sombras de Yuuki, durante los pocos y cortos momentos donde lograba verlos a los tres juntos, viendo como Yuuki sonreía a su preciado Kaname mientras jalaba la mano de Zero junto a ella… ahora todo eso había cambiado, por lo tanto, su papel en escena también lo había hecho.
De repente, se había encontrado a sí misma frente a la mirada triste del peliblanco, totalmente desprovista de la hostilidad que enseñaba a todo el mundo. Decidió abrir sus brazos, sin sonrisas ni palabras, dejando que el otro se acomode todo lo que quiera. Que sufra lo justo y necesario para después seguir adelante.
Ella sabía lo que era estar solo, sabía lo que era ser puesto dentro de un juego como una pieza más. Su padre le había utilizado, esperando ganar fama a costa de ella, utilizando su propia felicidad como un juego al amarrarla con un hombre al que no conocía.
― Quiero que sepas una cosa, Zero. ―el albino levantó la mirada ante el repentino tono serio de la chica, brindándole toda la atención. Le gustaba escucharla, nunca hablaba demás― Sea lo que sea que pase de ahora en adelante, siempre puedes apoyarte en mí.
Zero soltó una amarga carcajada.
― No soy tan frágil como crees ―espetó y la muchacha simplemente cerró los ojos y sacudió la cabeza, esperando una respuesta como esa― pero gracias.
― Todos somos más frágiles de lo que creemos, pero tal vez te estoy subestimando demasiado. ―murmuró.
Lily soltó un pequeño bufido, molesta por ser excluida de la conversación. Haberse tratado de un caballo normal, Sayori podría haber caminado hasta ella y haberle acariciado el pelaje, pero se quedó en el mismo lugar en donde estaba, riendo quedamente ante el comportamiento de la yegua. Muchos decían que a Lily sólo le faltaba hablar, pero tanto ella como Zero sabían que no era necesario.
El prefecto se levantó con pereza, cogiendo de camino un saco que había traído consigo y caminó hasta el cubículo de Lily quien se calmó de inmediato, feliz de tener la atención de Zero en ella otra vez.
― ¿Quieres ayudarme con esto? ―ofreció tímido, y aunque a la chica le encantaba la idea de alimentar al animal, los ojos fieros de Lily eran suficiente motivo para hacerla recular. Retrocedió dos pasos y Zero rió, algo bajo, pero lo suficiente como para hacer que la otra chica se sintiera más tranquila.
― ¿Olvidaste la vez que mordió mi mano? No, gracias ―contestó, enterrando sus manos nuevamente en los bolsillos al recordar la escena.
Realmente no había sido mucho, simplemente un apretón lo suficientemente fuerte como para dejarle una marca roja que aunque para otros sería algo grave, después de haber visto los muchos accidentes de los otros alumnos con Lily, se percató de que, por extraño que pareciera, se había controlado antes de hacerle daño alguno, probablemente pensando que Zero se enojaría con ella. Aún así Zero no la visitó por una semana, y desde entonces ni siquiera reclamaba cuando Sayori entraba al establo para pasar tiempo con el chico, adaptándose al hecho de que tenía que compartirlo.
Lo que hacía pensar a la chica acerca de por qué nunca logró recibir bien a Yuuki, que había pasado más tiempo con él y era alguien más importante para él que ella misma.
Le gustaba creer de que no todo había sido mérito de Zero y que, de algún modo, se había ganado la confianza de Lily.
Los ojos color borgoña del vampiro estaban fijos en el espejo frente a él, ya llevaba un buen rato sin hacer nada más que observar su reflejo, repasando todos los recientes eventos en los últimos días. La herida en su cuello había sanado ya, de hecho apenas el cazador le empujó a un lado después de ser interrumpidos no había tardado nada en sanar; odiaba eso, los pasos rápidos y sin ritmos de la humana cuando corría, su corazón que latía con fuerza cada vez que se veían, o la expresión de horror que presentó al irrumpir de esa forma en su habitación. Yuuki era especial, debía serlo porque después de todo era por ella por quién vivía.
Pero por alguna extraña razón no podía no querer evitarla. Tal vez la chica Wakaba tenía razón al profesar que su amiga traía tanto felicidad como desgracia por igual.
Ese mismo día, hacía un año atrás, había estado frente a su prometida con la cabeza gacha, la mano derecha sobre el corazón, recitando palabras que hasta para él resultaban insólitas, pero que como se trataba de Yuuki nada más le importaba. Había ideado el plan perfecto para lograr tenerla sólo para él, le brindaría lo que ella quería a cambio de estar juntos e incluso había sido paciente cada vez que cometía alguna estupidez. Con Yuuki todo era sonrisas, todo brillaba y nada parecía ser más interesante que ella.
Pero toda luz atrae oscuridad. Y él no era el ser más puro del mundo.
Entrecerró los ojos, observando cómo su reflejo se disipaba a su vista hasta parecer simples borrones de distintos colores; castaño, crema y rojo, un rojo tan fuerte como el de la sangre misma. Qué color más adecuado, una perfecta representación de todo lo que era, había sido tonto jugar a ser el príncipe que espera pacientemente a que la aventura de la princesa se termine. Él era rey, y los reyes no estaban hechos para esperar, aún así había decidido arrastrarse tras la sombra de su querida Yuuki, alimentándose de las sonrisas y los cariños que desde pequeña le brindaba. Desde el momento de su nacimiento había ideado planes para protegerla, incluso siendo que en ese momento aún era un niño sabía cuál era su único deber, las piezas nunca faltaron, sus seguidores permanecieron ciegos ante sus manipulaciones incluso hasta el momento. Yuuki solía referirse a ellos como amigos, siempre compartiendo un poco de su tiempo con ellos. Kaname simplemente le sonreía, y algunas veces la empujaba hacia sus brazos. No quería que pensara en ellos más de la cuenta.
Toda su vida estaba dedicada a Yuuki, la persona que le dio la oportunidad para redimirse de sus pecados. En esta vida él era Kuran Kaname, hijo de Juuri y Haruka y príncipe sangrepura, había dejado atrás los días en que solía adoptar el nombre que le dieran, los días en que anhelaba más que nada ver la luz del Sol otra vez. Tenía planeada la eternidad.
Hasta que Kiryuu decidió, contra todo pronóstico, hacer añicos una década completa de rigurosa planificación sin siquiera saberlo.
El rey de los vampiros no podía creer lo estúpido que podía seguir siendo
N/A: Tengo que decir que este capítulo lo empecé hace un montón, pero estaba enferma y me dieron dos semanas en cama xD de todas formas, intento recuperar las habilidades para escribir. Espero no estar oxidándome con el desuso.
Si encuentran algún error, por favor háganme saber así podré corregirlo.
Mil besos a todas/os.
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Erza S: …Qué puedo decir, he salido de mi cueva. No sé cuán larga será esta historia, pero creo que de todos los proyectos que tengo siento que va a ser este el más agotador de todos, así que quiero que sea chocante en cada capítulo que pueda xD aunque creo que el anterior lo apresuré un poco, ups. Bueno, espero que no me odies Erza-chan, tú sabes que me importa lo que dicen mis lectores, y tú eres una muy importante. Espero seguir sabiendo de ti en el futuro :)
Albii-chan: No se vale si te digo qué pasó con él xD pero el próximo capítulo será clave, sólo un poco, pero es importante para todo lo que va a venir. Ya tengo el primer peldaño de la historia construido, espero no tropezarme con ellos hasta llegar a la cima. Ojalá te guste esta actualización, aunque me quedó bastante corta debo admitir, pero el próximo va a estar bastante bueno. Ya quiero subirlo!
Escarlitaw: Jaja, que mal que te haya despistado! A diferencia de mi fic principal, en este Yuuki sigue siendo el centro de todo por el momento, y va a permanecer así por u tiempo. Hay que dejar que las cosas fluyan, si las apresuro demasiado nos encontraremos con un final abrupto y aburrido. Sobre lo de Ichiru pues no se vale contarlo, tendrás que esperar. Gracias por leerme, espero tu opinión de aquí en adelante!
Feriyen: Me siento alagada, y un poco triste por ti porque soy un asco actualizando. Espero no desilusionarte demasiado con esta historia u.u la verdad es que hay muchos fanfics de Vampire Knight que son buenísimos, simplemente hay que aplicar un poco de filtro al buscar. Te recomiendo que leas a Recortavidas en esta página y a mi querida Angel Atenea que se encuentra aquí también como en Amor-Yaoi, no te arrepentirás ^^!