Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi.

Notas del autor: Quiero disculparme por haber tardado cuatro días en actualizar, pase una semana terrible en el ámbito familiar y me estoy muriendo de un dolor de muelas, yupi.

Quiero darles las gracias a todos por darme la oportunidad de escribir esta historia, cuando empece a escribirla casi tres meses atrás tenía un terror por el recibimiento que podría tener, tanto que había decidido que sólo sería un One-shot. Sin embargo me animaron a seguir con la idea y fueron una fuerte inspiración cuando sentía que nada de lo que escribía era bueno. Agradezco cada comentario, cada favorito y cada follow que me dieron con Guardián. no podría expresar lo mucho que sus mensajes llegaron a tocar mi corazón.

Por mi parte, espero que este fic les haya dado momentos buenos, que les alegrara aunque sea un poco su día. Ese era mi objetivo; darles un motivo para sonreír.

Canción recomendada: You and me - Lifehouse

杀生丸

"Tu y yo"

—¡Los eche tanto de menos!— Midoriko les sonrió ampliamente el lunes después de la grandiosa pijamada.

—Nosotros también —Inuyasha le sonrió abrazando la pierna de la niñera.

Midoriko contestó el gesto despeinando sus cabellos negros con alegría, Sesshômaru se acercó a saludarla también.

—¡¿Qué te paso?! —preguntó alarmada al ver la herida ya cicatrizada en la mejilla.

—Nada.

—Miau, miau —Rin contestó a su manera mientras paseaba sus dedos por el arañazo.

Midoriko miró a Sesshômaru largamente, al final asintió dejándolos en la habitación para niños.

—Hablaremos luego, ¿de acuerdo?—preguntó obteniendo un escueto si por parte del pequeño, quien tomó la mano de Inuyasha para entrar.

En cuanto cruzaron la puerta varios pequeños casi se abalanzan sobre los niños Taisho.

—¡Hola! —Kagome llegó hasta ellos con una sonrisa del tamaño del mundo.

—Keh—Inuyasha se sonrojó levemente, en cambio su hermano ignoró a la pequeña Higurashi llegando hasta la mayor de las gemelas. Kikyô lo miró con un poco de sorpresa al verlo extender algo en su dirección.

—Lo olvidaste en casa—dijo a modo de explicación mientras le tendía un pañuelo blanco.

—Gracias— la niña le sonrió levemente aunque por dentro se sintió algo decaída, el pañuelo era un símbolo de amistad para ella y ahora lo tenía de vuelta.

Sesshômaru podía ver claramente lo que pensaba Kikyô, así que levemente levantó una de las esquinas revelando tres flores rojas con figuras geométricas a su alrededor.

La mayor de las gemelas apretó el pañuelo en sus pequeñas manos con una sonrisa sincera.

—Gracias. —Repitió.

El pequeño público miraba sorprendido el intercambio que mantenían los mayores, sobre todo porque Rin se mantenía tranquila jugueteando con el chupón en la boca. Sesshômaru asintió para después irse a su lugar habitual seguido de la bebé que gateaba tras él.

—¿Kikyô? —Naraku la llamó intentando que sus celos no se mostraran, la mayor las Higurashi llegó hasta su lado.

—Te contaré luego— contestó mientras lo jalaba para ir a colorear.

Kagome e Inuyasha se miraron largo y tendido, ahí había pasado algo raro. De hecho, para el niño de ojos ambarinos realmente su fin de semana había sido demasiado extraño en todos los sentidos posibles.

Su madre había invitado a la mamá de Sesshômaru a que pasara el fin de semana ahí en su casa, pero no había aceptado mientras miraba a su papá. Él pensaba que se odiaban, pero actuaban como Kagome y Kikyô después de pelear por su juguete favorito.

También había un pequeño pacto de paz entre Izayoi y su hermano, porqué y cómo había pasado era un misterio para Inuyasha y ahora se le sumaba ese extraño intercambio con Kikyô.

—Está loco —decidió dando fin a sus pensamientos, lo mejor era distraerse y meterse solamente si su hermano se lo pedía.

Sesshômaru sonrío para sí mismo mirando por el rabillo del ojo a los demás, Rin tras de él se levantó tambaleante intentando alcanzarlo con mayor rapidez.

—Esfuérzate.

—¿Yako?

Él no se detuvo, fue directamente hasta su lugar preferido esperando paciente hasta que la bebé llegara hasta a su lado, cuando lo hizo; ella tenía un puchero en sus labios como reclamándole el haberla dejado atrás.

—Tienes que cuidarte sola— fueron las palabras que le dedicó en tanto deshacía el gesto con sus dedos—, te protegeré, pero tú debes cuidarte de mi.

—No.

Rin lo abrazó mientras frotaba su mejilla en su pecho. Era, a su manera, la forma de decirle cuanto confiaba en él. Lo suficiente como para no temerle.

—Midoriko quiere hablar conmigo— comunicó el mayor con cierta curiosidad, al final de cuentas era un niño y el que un adulto lo tomara tan en cuenta era bueno para él—, esperaras aquí.

La bebé abrazó la estola de Sesshômaru mientras se acomodaba para tomar una siesta, lo que le dio la oportunidad de apartarse de ella. Depositó un beso en la frente de la niña mientras acariciaba los mechones de cabello negro.

—Yako...—suspiró con una sonrisa en los labios mientras cerraba los ojos.

Sesshômaru se dio la oportunidad de admirarla sin preocuparse, no tenía mucho tiempo de conocerla, además no sabía y no podía explicarse a sí mismo el sentimiento de protección que había nacido para con ella desde que la vio. Y a pesar de todo eso, le estaba empezando a gustar esa sensación.

Sacudió la cabeza sintiendo sus mejillas rojas, lo mejor era olvidarlo y concentrarse en lo importante.

«Izayoi lo pidió», pensó recordando la extraña conversación que había mantenido con ella.

Al inicio creyó que pediría disculpas, lo que sin duda hubiera terminado con la conversación antes de que pudiera empezar. Para su propia sorpresa, su madrastra lo único que había hecho era preguntarle directamente si le gustaba Rin.

—Te gusta, ¿verdad?

—Sandeces. —había contestado sin embargo sus ojos lo habían traicionado al voltear a verla, rápidamente regresó la mirada pero ante las orbes marrones no evitó sonrojarse.

—Aunque no lo creas— Izayoi habló con voz dulce—, quiero lo mejor para todos. Sé que por lo que pasó cuando nacieron ustedes no me crees, pero me enamoré de tu padre y él de mi. No fue algo que planee, luché contra mi misma y perdí. Tuve a tu hermano y me casé con tu padre a pesar de que no me querías, sé que no soy tú mamá pero— la mujer mantenía su monologo sin dejar de observar al pequeño que todavía estaba completamente quieto—; tú también eres parte de mi familia, Sesshômaru. Eso es lo único que te pido, que recuerdes lo que es importante.

Todo era tan difícil, no sabía en quien creer. Sesshômaru sacudió la cabeza mientras llamaba a la puerta de Midoriko, escuchó un adelante que lo alentó a pasar.

—¿Quería hablar conmigo?

—Si, pasa— la guardiana le sonrió con un poco de nostalgia cuando el pequeño se sentó entre el montón de almohadones del lugar. Esa era una de las cosas que más les gustaban a los niños, el que no era una oficina como las que sus papás tenían sino una más alegre y bonita.

—Escucho.

—¿Cómo pasaste tu fin de semana? —Midoriko preguntó tendiéndole un paquete de galletas, Sesshômaru la miró con sospecha mientras aceptaba una y la mordisqueaba un poco.

La mujer sonrió sintiendo que el pequeño empezaba a desconfiar, río un poco al verse descubierta tan rápido. A veces creía que de los dos, la infantil era ella.

—Mi madre habló con usted, ¿cierto? — la pregunta fue directa, lo que provocó que la niñera volteara a verlo.

—¿Se te puede ocultar algo, Sesshômaru? —Midoriko soltó una corta risa acomodándose frente a él—, sí. Tu madre habló conmigo, quiere saber exactamente qué es lo que piensas.

—Innecesario preguntar—el pequeño hizo un movimiento que indicaba que se levantaría pero la niñera lo detuvo señalando su mejilla—.No es nada relevante.

—Me importa— la mujer desvió la mirada al suelo—, tal vez eres pequeño, pero comprendes perfectamente bien todo.

¿Todo?

Sesshômaru la miró largo y tendido esperando que continuara, por su parte, Midoriko se debatía entre si debía meter al pequeño en sus cosas. No le parecía justo para él, y sin embargo creía que era lo correcto.

—¿Tus padres te contaron acerca del origen de Rin?

—Mi padre—por el tono duro que usó Sesshômaru, Midoriko sabía que había cometido un error garrafal—no me habló de ello.

La guardiana sopesó la idea de decirle, sería perfecto liberar sus penas y sin embargo; no podía.

«Tal vez luego».

—No importa —le restó importancia con una sonrisa—¿Eres feliz?

Sesshômaru lucía bastante sorprendido por el cambio tan brusco de tema, parpadeó confundido mirando sus manos.

—¿Qué es ser feliz?—murmuró apretado los labios, sus ojos dorados fijos en su galleta mordida.

Midoriko sonrió al ver por primera vez el niño que Sesshômaru tenía que ser: tierno y preguntón. No alguien que había madurado antes de tiempo por las circunstancias y que odiaba hablar de sus sentimientos.

—Cuando...te sientes bien contigo mismo, en ese momento donde nada más importa y que esperas que el tiempo no pase para poder disfrutarlo—contestó. Al ver que Sesshômaru cavilaba, esperó por su siguiente pregunta.

—¿Puedes ser feliz con alguien más?

—Claro que si—le sonrió al pequeño tomando una de las galletas para llevarla a su boca.

—Entonces, a veces lo soy. —Sesshômaru murmuró sintiendo sus mejillas enrojecer.

—Se feliz, eso es lo importante en la vida. No importa con quien o de que manera, al final de todo la felicidad es algo que no puedes perder.

Sesshômaru asintió mientras se levantaba, hizo una reverencia a su niñera para después dar la vuelta.

—Cuando seas mayor, te contaré una historia— Midoriko prometió dedicándole una sonrisa.

—Esta bien.

El pequeño se acercó a la puerta volteando lo necesario para ver a la mujer aún en la misma posición relajada de antes.

—¿Rin es tu hija?

—Pudo haber sido mi hija.— Midoriko sonrió comprobando que efectivamente, no podía ocultarle nada a la intuición del pequeño.—¿La cuidarías por mi?

—Siempre.

Cuando el mayor de los Taisho llegó a la sala de juegos se extrañó por el silencio que había alrededor. Abrió la puerta solo para comprobar que no había nadie dentro, ni siquiera Rin.

Escuchó las risas desde la ventana que daba al patio y sin esperar más se dirigió hasta el lugar, subió hasta que sus ojos pudieron ver la escena que se desarrollaba en la parte baja de la casa.

Todos corrían tratando de atraparse los unos a los otros y Rin se encontraba con ellos, intentando gatear rápido para que no la atraparan. De sus labios salió una sonora risa que hizo que el corazón del infante que observaba todo diera un pequeño vuelco en su pecho.

«¿Por qué?, ¿por qué no puedo apartar la mirada?»

La niña se paró con dificultad empezando a aplaudiese a sí misma por su logro. Y de pronto, como si pudiera sentir las orbes doradas en ella, Rin volteó a ver a Sesshômaru.

—¡Yako!— llamó alegre mientras volvía a sonreír, esta vez; solo para él.

El aludido se sonrojó mientras escapaba de la mirada de la infante, se deslizó hasta llegar al piso donde se mantuvo sentado, perdido en sus propios pensamientos.

—¿Por qué todo me parece bien, viniendo de ella?—se preguntó en voz alta.

—Porque la quieres.— Kikyô entró en la habitación con calma, Sesshômaru la observó detenidamente mientras la niña se sentaba a su lado—,¿no lo crees?

El niño pensó en que contestar, su semblante siempre duro era perfectamente calmado cuando sus pensamientos se aclararon y soltó la respuesta sin más.

—Si.

杀生丸

—¡Te tengo!— Inuyasha saltó a un lado de Rin para sostenerla por la cintura. La anciana Kaede ya lo había reñido una vez por jugar tan bruscamente con la niña y lo cierto era que preferiría evitar otro regaño.

—No— chilló pataleando para que la soltara, sin embargo río alegre cuando su hermano le provocó cosquillas.—Inu.

Un brillo en el cuello de la niña hizo que por poco la soltara de la impresión. Inuyasha la paró a su lado para poder observar y Rin, al notar su sorpresa y repentino movimiento parpadeó confundida sin saber que hacer.

—Espera, déjame ver— murmuró metiendo la mano por su cuello hasta que sus dedos tuvieron la cadena entre sí.

Inuyasha no pudo más que parpadear confundido en cuanto la luna estuvo en su mano, era inconfundible. El objeto que ahora tenía Rin en su poder había pertenecido a su hermano, era uno de las cosas de más valor para él y que la niña ahora lo tuviera tenía que tener un significado. Sólo alguien podía saber de que iba todo ese asunto.

—¡Kagome!— llamó con urgencia haciendo que todos en el patio mirarán en su dirección—¡Keh! A sus asuntos.

Cuando la pequeña Higurashi llegó hasta él la jaló para cubrir a Rin de los demás, ¡era un asunto de familia!

—¿Qué pasa?— preguntó alarmada, cuando vio el objeto que señalaba Inuyasha frunció el ceño—, eso no lo tenía.

—Es...era de mi hermano— se corrigió el niño sin saber que más agregar. La pequeña mente de Kagome empezó a trabajar a mil por hora.

—¡Sango!

La aludida miró a la pareja a lo lejos, ¿para qué la necesitarían? Volteó con Miroku quien, con una sonrisa la animó a ir.

—Ve.

Sango tomó su mano, sea lo que sea no iría a ninguna parte sin Miroku. Él tenía una facilidad increíble para que no lo regañarán, así que ella lo quería cerca por sí algo malo ocurría. Inuyasha los vio llegar y sin más les mostró el dije y explicándoles porque estaba tan sorprendido.

—Sanguito. — Miroku volteo a ver el cuello donde su propio escudo era guardado por la aludida. En cuanto la pequeña adivinó que era lo que buscaba sacó su dije.

—Ustedes están comprometidos— Kagome caviló moviéndose como detective en escena del crimen.

Kôga, Ayame, Naraku y Kagura (quien había regresado antes de lo planeado) llegaron para saber que pasaba y después de atar los cabos todos se voltearon a ver con sorpresa.

—¡¿Sesshômaru se quiere casar con Rin?!

杀生丸

—Demasiado silencio—Kikyô miró en todas direcciones esperando captar algún sonido. Sesshômaru a su lado se mantuvo impasible mirando al frente, los sentimientos que tenía acabarían por avergonzarlo: estaba seguro.

El ambiente estaba cargado con la palabra desastre con letras grandes y, para su propia consternación estaba dirigido a él.

—¿Te gusta Naraku?

Kikyô volteó a verlo ante su pregunta tan repentina, pero al notar los puños cerrados del niño supuso que estaba evitando pensar en algo.

—Podría decirse— contestó la mayor de las gemelas—, me siento bien con él, aunque a veces sigue teniendo esa mirada de maldad que no me gusta. — caviló unos instantes sin saber que más decir para que el silencio no se prolongara—, pero papá dijo que si amas a una persona la querrás sin importar como sea.

—Sandeces.

Kikyô frunció el ceño ante la falta de tacto, sin embargo presumió una sonrisa pequeña al hablar.

—Que te guste Rin me da la razón.

—Eso no está a discusión— fue el turno de Sesshômaru para fruncir el ceño intentando que su semblante no luciera tan abochornado como realmente se sentía.

La puerta siendo abierta con violencia interrumpió la conversación que mantenían los herederos, Kôga tenía un semblante de pánico que Kikyô temía que de un momento a otro se pusiera a gritar.

—¿Qué pasó?— preguntó con calma, algo no le estaba gustando para nada.

—¡Es Rin!— Ayame que acababa de llegar colocándose tras de Kôga habló.

Sesshômaru no les dio tiempo de decir ni una palabra más, empujó a ambos pequeños saliendo a toda prisa con dirección al jardín. Lo que obviamente hizo que se perdiera las sonrisas tan anchas de los lobeznos.

Al llegar al patio lo primero que hizo el ambarino fue escanear a su alrededor, ¡incompetentes! Lo único que tenían que hacer era cuidar a la bebé en su ausencia y ni siquiera eso eran capaces de hacer.

—¡Sesshômaru!

La voz llegó de detrás del árbol de cerezos que tan celosamente cuidaban los ancianos de la guardería, el menor al escuchar el llamado de Kagome se dirigió al lugar.

Sus ojos dorados se entrecerraron ante la imagen que había frente a él, cayendo en cuenta de que nada malo había pasado con la bebé sentada sobre una manta, sino todo lo contrario.

Habían cambiado su ropa por un vestido blanco con pequeños olanes de encaje, sus pies que por lo regular estaban sin nada ahora portaban unos zapatitos del mismo color del vestido. También portaba un saco rojo de botones que Sesshômaru sospechó era de una de las muñecas de tamaño real que tenían en el salón de juegos.

—¡Yako! — Rin al verlo sonrió alegre extendiendo sus brazos para que se acercara, el niño obedeció al llamado con aire de sospecha mirando en todas direcciones sin encontrar a nadie más.

—¿Cosa?

—No, no— ella negó como si dijera: nadie me explicó nada.

El mayor se sentó a su lado observando ahora a la bebé que a su vez no retiraba los ojos de su cara esperando alguna otra palabra; que por supuesto no tendría.

El ruido de pasos lo distrajó de su embelesamiento, levantó la mirada para encontrarse a todos perfectamente vestidos con una taza de plástico cada uno, Kagome e Inuyasha traían consigo una aparte de la propia.

Sesshômaru les frunció el ceño cuando los vio aproximarse ha donde estaban y con unos movimientos exageradamente robóticos -como si estuvieran en una ceremonia - dejaban una taza para cada uno.

Todos se pusieron de rodillas apoyando su peso en los talones, formando dos filas que a su vez creaban un pequeño pasillo entre la pareja.

Kagura se levantó después de hacer una reverencia a Sesshômaru y Rin, se colocó unos pasos lejos de ellos pero manteniéndose a la izquierda. De entré sus ropas sacó un instrumento con cascabeles mientras empezaba una danza.

Sango y Ayame se acercaron a la pareja llenando las tazas previamente colocadas frente a ellos con jugo de manzana, Miroku se puso al frente carraspeando para llamar la atención.

—¿Qué crees que estas haciendo?— Sesshômaru le frunció el ceño con desagrado.

—La paciencia es una virtud— habló el ojiceleste levantando una mano—, tomen sus copas mis pequeños.

Kagome levantó la taza de Rin para ayudarla a beber y casi obligando a Sesshômaru que hiciera lo mismo con la propia.

—Tomen por favor tres veces el regalo de Buda— Ante las palabras de Miroku, Naraku y Kôga rieron por lo bajo hasta que Kikyô les propinó un coscorrón a ambos antes de voltear de nuevo al frente—, ahora dejemos que el buen Señor bendiga esta unión.

Al escucharlo, Sesshômaru casi se atragantó con su bebida. Tenían que estar gastandole una broma. Estaba a punto de mandarlos a que se bañaran -porque el infierno era muy feo, no tenían que ir ahí-, pero la alegre y risueña risa de Rin lo distrajo.

Cuando volteó a verla, Inuyasha colocaba el collar que reconocía como el objeto que le había obsequiado a Rin meses atrás. Su pequeño hermano lo miró de reojo con una sonrisa radiante, lo que le dio a Sesshômaru la razón para que todos se comportaran así; habían interpretado el gesto que él había hecho antes.

—Sessho— la vocecita de Kagome lo hizo voltear hacia delante, entre sus manos mantenía un pequeño listón de flores de cerezo con un dije de mariposa. Al verla, pudo comprobar que era una de las piezas importantes en el logo de la guardería Shikon junto a una perla rosada.

«Pudo haber sido mi hija», las palabras de Midoriko regresaron a su mente, pero rápidamente las olvidó. Sólo sabía que el obsequio era importante para Rin.

Sesshômaru dejó que Kagome se lo pusiera manteniendo su rostro sin emoción alguna.

—Ahora puedes besar a la novia.

Rin volteó en ese momento, estirando una de sus pequeñas manos hasta tocar la mariposa.

Estar ahí no tenía sentido alguno, Sesshômaru era consciente de ello y sin embargo no quería moverse. Era especial de una manera sencilla.

Estar con Rin ahí le hacia sentir un algo en su pecho, ¿felicidad?

Depositó sólo un pequeño pico cariñoso en los labios rosas, mientras los demás aplaudían en coro. La bebé se recargó en su hombro después de eso presumiendo una amplia sonrisa mientras cerraba los ojos. Sesshômaru la observó perdiendo la fuerza de voluntad que poseía para separarse, la luna colgaba orgullosa del cuello de ella y ahora él mantenía la mariposa cerca de su corazón.

«Nosotros siempre estaremos juntos...» Ella era cómo un tesoro y él era su guardián. «Siempre».

杀生丸

Este no es el final, cuando una etapa termina; es porque algo nuevo va a comenzar

No leemos en su continuación: "Traición".

Con amor, Hayden.