VICEVERSA

Capítulo 1: Un favor para un amigo


—Obviamente es rojo.

—No. Sabes que es el azul.

—Rojo.

—Azul.

—Rojo, dattebane.

—Azul oscuro.

—Rojo brillante.

—Azul marino.

—¡Rojo, carajo!

Kushina Uzumaki hiperventilaba por la nariz como los toros. Estaba molesta por la tonta discusión que había iniciado con su amigo más cercano, Fugaku Uchiha, acerca de cuál color era el más… amenazante. Quizá no era el tipo de discusión en el que una kunoichi —educada en el mortífero arte de la femineidad clásica, el sigilo y la delicadeza— se enfrascaría en un día normal, pero las discusiones de Kushina Uzumaki la mitad del tiempo no compaginaban con su aspecto físico ni profesión. Tampoco tenían sentido. Nadie le tenía miedo a los colores.

—Sabes bien que el color azul inspira mayor inquietud en los oponentes, por ende, también temor. El rojo solamente simboliza a los tomates —se mofó Fugaku. Kushina se ofendió inmediatamente. Evidentemente era ese el objetivo de Fugaku y ella, cómo no, le iba a dar el gusto multiplicado por cien. Se levantó de su lugar en el pasto del campo de entrenamiento número seis y le dio una patada en el estómago que lo dejó inmediatamente sofocado. Kushina nunca perdía una discusión, incluso si debía acabar usando los puños… o los pies.

—El rojo representa la sangre que vas a perder si sigues diciendo porquerías. ¿No te da miedo eso, 'ttebane? Ver tu sangre, roja —enfatizó, saliendo de tu cuerpo.

Fugaku trató de recuperar el aliento mientras ella se sumía en un soliloquio de por qué el rojo, en toda la extensión de la palabra, era un color más poderoso y amenazante que el triste y miserable azul que caracterizaba a los Uchiha. Él ya se había visto venir la violenta invasión a su espacio personal, pero no se había quitado de en medio porque, más o menos, se lo merecía. Kushina tenía pocas debilidades. Si es que se consideraba una debilidad no poder mantenerse limpia ni cinco minutos cuando vestía ropa blanca. Pero, entre ellas, ser llamada tomate era la más llamativa. Cualquiera pensaría que habría superado su pequeño apodo de sus días de Academia, pero no.

—Bueno, ¿y qué vamos a hacer hoy, 'ttebane? Ya sabes, me iré de misión de una semana y tu bolsillo me extrañará un montón. ¿Quién lo va a dejar vacío si no estoy yo? Tengo qué despedirme de él antes de que me marche.

—¿Trato especial? ¿Estafarme es un trato especial? —espetó indignadísimo Fugaku.

—Nunca me atrevería a estafar a nadie más que a ti, Fugaku —refutó ella con una voz empalagosamente dulce. Y falsa.

—Supongo que eso es un cumplido… En tu cabeza.

—Supones bien —concedió Kushina con una sonrisa felina—. ¿En Ichiraku a las siete? ¿De acuerdo? De acuerdo. Te veo allá más tarde —con un shunshin y sin esperar a que su mejor amigo accediera a sus peticiones, la pelirroja desapareció del lugar al instante.

—Muérete, Uzumaki —dijo Uchiha a la nada.

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—Anda, escúpelo. Me pones de los nervios.

—¿Escupir qué? ¿El ramen?

Kushina lo señaló con los palillos, algo molesta de que su amigo estuviera dudando en contarle algo (los mejores amigos se cuentan todo, ¿no?) y definitivamente ofendida de que propusiera siquiera escupir el delicioso, fabuloso ramen.

—No seas imbécil ni sacrílego, ttebane. Sabes exactamente a lo que me refiero, cabrón. Has estado pensando en algo por días y tú no me obsequias todo el dinero habido y por haber en tu cartera sin que yo te haya obligado, pero obligado de verdad, primero; o sin una negra intención detrás —la kunoichi reprimió el escalofrío del recuerdo de aquella vez en la que tuvo qué fingir que era su novia frente a su padre y cabeza de los Uchiha; o en la que tuve que limpiar todas las mierdas de pájaro de las jaulas de los pájaros del clan.

—Deberías cuidar tu vocabulario, es impropio de una chica.

—Impropio y una mierda. Soy una kunoichi, no una chica.

—Las kunoichis son chicas y eso tú lo sabes.

Kushina hizo un gesto con la mano, restándole importancia al acertado comentario de su amigo. Sorbió ruidosamente sus fideos y murmuró algo así como "mi propio tipo de kunoichi" que pudo ser fácilmente malinterpretado con sonidos de ñam ñam. En realidad, Kushina estaba inconforme con el rol de las mujeres en los equipos ninjas, siendo entrenadas como médicos la mitad del tiempo o realizando misiones de seducción la otra cuando "¡Hey, para eso existen los jutsus de transformación, 'ttebane!"; en algún momento, y de manera inconsciente, había decidido que sería lo menos cercano al estereotipo de kunoichi que se enseñaba en la academia. Tarea que, por cierto, le salía de forma muy natural.

—Hablando de kunoichis…

—¡Ajá! ¡Te lo dije! ¡Querías algo de mí, dattebane!

—Es lo mínimo que puedes hacer, dado a que te has comido ocho platos de ramen y estoy seguro de que pedirás el noveno justo ahora —un trato justo para la extensión de su amistad, desde el punto de vista del hombre.

—Está bien, pero me niego rotundamente a involucrarme con tu familia otra vez —declaró la kunoichi dándole el último sorbo a su tazón de miso ramen. Y, como Fugaku vaticinó, alzó la voz y pidió al dueño una nueva ración, esta vez de su sabor favorito de fideos.

—Quiero una cita.

—¿Eh?

Total estupefacción de parte de Kushina. ¿Una cita? Quizá escuchó mal. ¿Esto no había pasado ya antes? Y, es que, ¿en serio Fugaku, el cuerdo de su relación, creía que dos veces el mismo truco iba a funcionar cuando ni siquiera funcionó la primera vez? Eso sin contar los puntapiés y puñetazos que le cobró al terminar el favor. Eso había sido un baño de sangre, doloroso incluso para el espectador incauto.

—Antes de que te imagines cosas raras —muy tarde—, quiero una cita de verdad. Evidentemente eso no podría ser contigo.

El Uchiha rió de buena gana. Kushina se veía sobradamente humillada por sus propios pensamientos. Entonces, el dueño del humilde restaurante y su hijo se voltearon a ver la escena. Vaya, así que Fugaku reía. Y doble vaya, así que Kushina podía quedarse sin palabras frente al Uchiha. No era como que nunca lo hubieran escuchado (sucedía muy a menudo, siempre y cuando cierta chica estuviera involucrada), pero cada ocasión era digna de admirar.

Fugaku no sólo era bien parecido —algo que los genes Uchiha siempre se encargaban de lograr incluso en el más humilde de su estirpe—, sino que también era uno de los policías más rectos de Konoha y con menos expresiones faciales de la aldea. Era conocido entre sus camaradas por su falta de sentido del humor y extrema rectitud. ¿Un soborno? Fugaku jamás había tocado uno de esos porque nadie se había atrevido a ofrecérselo. Era un hombre cuyo rostro daba miedo y habilidades ninja aún más. Sin embargo, era amigo de la chica más revoltosa de la Aldea de la Hoja. Una pareja extraña y una relación que parecía de caricatura, casi destinada al fracaso, pero en la cual sucedía justamente lo contrario. ¿Polos opuestos se atraen? Habría qué ver. En la casa de apuestas a la vuelta de la esquina muchos habían dejado su dinero con la firme creencia de que lo de esos dos era cuestión de tiempo y que destilaban tensión sexual no resuelta. Teuchi estaba totalmente en contra de esas afirmaciones, pero tampoco había apostado por lo contrario. Cuestión de respeto. Y aprecio por su vida.

— ¿Qué tengo que ver yo con eso entonces?

—Tiene qué ver porque tú vas a conseguirme esa cita.

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Kushina no estaba segura de que los platos de ramen hubieran valido la pena, aunque estuvieron bastante bien; excelentes como siempre. Ella odiaba todas las cosas relacionadas con citas y odiaba más aún a las personas que arreglaban citas. Tenía una mentalidad de 12 al respecto, pero quizá también se debía a que casi toda la población masculina en su rango de edad se había burlado de su cabello en algún momento de sus días en la Academia o como genin.

Asimismo, estaba esa reciente experiencia con una Yoshino que se le había acercado para charlar una noche en la que ella había estado mentalmente desprevenida, contándole cosas sobre lo idiotas que eran los hombres y numerándole las razones por las cuales Shikaku Nara era el hombre más lerdo e imbécil del mundo como si fueran amigas de toda la vida. A Kushina lo imbécil podía ser discutible, pero lo de lerdo no.

A Kushina le caía bien Yoshino, casi la consideraba una amiga, pero nunca habían sido tan cercanas como para compartir quejas sobre sus respectivas vidas amorosas, así que ella se olió el pastel desde antes. Al final, toda la charla de Yoshino no fue sino una excusa para pedirle que saliera con Inoichi "alguna vez" y que ella se sintiera comprometida a aceptar debido a su emergente y flamante amistad. Pero, como Kushina nunca se sentía obligada a nada a menos que involucrara al Hokage —y eso sólo a veces— o ramen, declinó lo más educadamente que pudo la propuesta —"Los hombres son idiotas, tú lo has dicho 'ttebane. Inoichi es idiota y no estoy interesada en idiotas, gracias"—. Sin embargo, acabó asistiendo porque cometió la torpeza de comentarle a Fugaku y, seguidamente, apostó con él que sí se atrevía a aceptar la cita de un mujeriego como Yamanaka; todo para después ser plantada por el muy cabrón a causa de la nueva chica que había comenzado a trabajar en su florería. A partir de ese día, Kushina había odiado con todo su corazón a Inoichi. No porque hubiera tenido la ilusión de salir con él, sino por la humillación pública que le había hecho pasar (¡se había puesto un vestido corto y floreado!). ¡Ah… y también a las citas…! ¡Y a Yoshino, para agregar! A Fugaku ya le odiaba de antes, no había necesidad de mencionarle.

Mas el problema ahora no era su aversión a los encuentros chico-chica, sino que no encontraba la manera de pedirle tal cosa al objetivo: Mikoto. La chica era del tipo que, en su tiempo libre, cepillaba su cabello, ponía labial en su boca y lucía faldas mientras cantaba la canción del grupo de moda. Increíble que Fugaku pensara que era cercana a alguien tan opuesta a ella. Increíble más aún que a Fugaku le gustara Mikoto. Ella pensaba que cuando su mejor amigo se consiguiera una novia sería alguien que… Alalguien que no la antagonizara tanto.

Largó un suspiro.

—Me vas a deber una buena, Fugaku —susurró para nadie en particular y metió sus frías manos en los bolsillos de su abrigo. Los principios de primavera eran casi tan fríos como los finales de otoño y ella venía de un país cálido; era malísima soportando temperaturas relativamente bajas a pesar de los años que llevaba viviendo ya en Konoha. Probablemente al día siguiente tendría un resfriado y moquearía durante el resto de la semana.

Kushina levantó la mano a la altura de su cara, el puño dispuesto a tocar en la madera para hacer salir a Mikoto, pero no tenía el valor. De hecho, llevaba más de media hora sin encontrar el valor. ¿Por qué carajos Fugaku no había nacido gay? ¡Era infinitamente más sencillo hablarle a un chico que a una chica perfectamente femenina y educada como Mikoto! ¡Y más cuando debía tratar de ser una buena persona y no sabotearla! ¿Por qué Fugaku había tenido que escogerla a ella de celestina? Claro, porque era la persona en la que más confiaba y, demonios, no era una jugada tan mala.

La gente rumoraba que ella y Fugaku tenían algo más que una retorcida amistad y gustaba de entablar tertulias acerca de lo obvia que era su atracción mutua y lo patéticos que se veían al ocultar un hecho tan irrefutable como ese. Una vez incluso escuchó que habían apostado que se volverían pareja eventualmente, pero no quiso creerlo. No se atreverían. Por eso, al ella ir a hablar con Mikoto demostraría a la chica que no habría rencores entre las dos mujeres de la vida de Fugaku y que Kushina no le saltaría encima para romperle los huesos debido a que se estaba metiendo con su hombre.

Pero igual el plan era malo. Fugaku quería que Kushina hablara bien de él con Mikoto y que, consecuentemente, consiguiera arreglar una bonita cita entre los dos. Fugaku era un cero a la izquierda cuando se trataba de mujeres, por eso había estado tan desesperado como para pedirle ayuda a Kushina y ella entendía eso. El problema era que Kushina era tan mala con mujeres como su mejor amigo. Y ella ni Mikoto eran amigas siquiera. ¿Cómo iba a explicar que llamara a la puerta de su casa después de que la última vez que hubieran hablado fue para indicarle en qué pasillo del supermercado estaba el pan de caja? ¡Eso había sido una coincidencia y habían pasado cinco meses de ello! Se echó las manos al rostro y se inclinó hacia adelante en una clara pelea consigo misma.

—¿Uzumaki Kushina? —la pelirroja reconoció eso como un llamado de reconocimiento—. ¿Te sientes bien?

Kushina puso los ojos en blanco. Claro que ella estaba bien. Solamente que estaba teniendo una crisis existencial justo en ese momento y tendía a representar con mímica sus, en este caso, agónicos sentimientos al mundo, como si de una obra dramática se tratase.

—Bien. Estoy bien. ¡Graaacias por tu preocupación! —respondió ácidamente. Lo que le faltaba: un mirón. Y no cualquier mirón, sino el mirón genio de la aldea todo-lo-puedo-hacer-bien e íntimo de Mikoto. ¿Por qué no se la tragaba la tierra de una vez? No lo odiaba per se, era solo que… ¿Por qué debía ser tan inoportuno?

—¿Qué haces por aquí?

—Paseo. Ya sabes, debo mantenerme en forma ya que soy un shinobi y toda la cosa —ella fingió que trotaba sobre el lugar de forma exagerada. Minato Namikaze hizo un gesto contrariado. Educadamente contrariado, si tal adjetivo existía. Era obvio que lo que decía Kushina no le convencía ni un ápice. O sea, la chica estaba parada, recargada prácticamente contra la puerta del departamento de su amiga sin intenciones de buscar a la propietaria de la residencia, como una especie de acosador a. La verdad ella tampoco se hubiera creído.

—Quiero decir —dijo el shinobi rubio con tacto—. ¿Buscas a Mikoto? ¿No se encuentra? ¿Gustas que la llame por ti?

Uzumaki estuvo a punto de pedirle a Minato que parara con su interrogatorio, que ella haría lo que le apeteciera cuando le apeteciera y sin darle explicaciones a nadie, pero luego cayó en cuenta de que la presencia del rubio genio podría salvarle la vida. En sentido figurado, por supuesto.

—Bueno, ya que insistes en ofrecer tu ayuda… —y Kushina jaló a Minato Namikaze con ella.

Ella, después de todo, estaba más acostumbrada a lidiar con hombres que con mujeres. Y a los hombres ella los podía manipular.

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Minato se había visto arrastrado hacia un modesto y lejano puesto de té y dangos en los suburbios de Konoha por la impulsiva e impredecible pelirroja, sin ninguna explicación de por medio. Si él le tuviera miedo y ella se hubiera mostrado más ruda, hubiera afirmado que eso había sido un total secuestro.

—Pide algo —ofreció ella. Se podía notar cierta perturbación en su voz más allá de los nervios. Vergüenza, quizá.

—¿Para qué hemos venido aquí?

—Solamente pide algo, yo invito. Te explicaré en cuanto me calme 'ttebane.

"En cuanto me calme", a Minato nadie le había dicho eso en su vida, más bien él era quien sugería que se serenaran o alguno de sus derivados. Era refrescante que Kushina supiera que la alterada allí era ella y no él.

Haciendo caso a su sugerencia, Minato pidió una ración de dangos y un té verde. Kushina solamente solicitó una infusión igual a la de él. Se quedaron en silencio mirando el camino sin reconocer la presencia del otro, hasta que llegó su orden e inmediatamente la chica apuró su bebida de un trago. Sus ojos relampaguearon con decisión y Minato supo que ya era hora de hablar.

—Mira, sinceramente yo iba a ver a Mikoto 'ttebane —habló atropelladamente como si estuviera tratando de recuperar el aliento. Minato sonrió con indulgencia. Era obvio que ella estaba en aquel lugar para tal cosa, la explicación era mera formalidad—. Pero, en realidad, no la iba a ver porque yo quisiera, sino por otra persona y la razón por la que la necesitaba no tiene nada que ver conmigo 'ttebane, aunque conozco a la persona y le estoy haciendo este favor, así que se puede decir que también me concierne, pero no tanto, dattebane. Bien, ya estoy desvariando. El punto es que necesito que me hagas un favor para que yo le haga el favor a mi amigo y así resolver mi asunto.

Si el conocido Rayo Amarillo de Konoha fuera menos brillante de lo que era, se hubiera perdido fácilmente en la explicación de la chica. Kushina se había hecho trabas con la coherencia y cadencia de su discurso, creando un trabalenguas y una maraña de ideas que pudo haberse resumido solamente con una o dos frases.

—En resumen, ¿cuál es "el favor"? —preguntó Minato, siendo cuidadoso con sus palabras. A leguas se notaba que esa chica era una bomba de tiempo. Se le veía tan alterada que Minato tuvo el ridículo pensamiento de que su cabeza echaría humo en cualquier momento.

—Resulta que a Fugaku —lanzó el nombre del policía sin cuidado, a pesar de lo chismosa que era la aldea ninja donde vivían; Minato arrugó la nariz en consecuencia— le gusta Mikoto, tu amiga. Y quiere salir con ella. Así que yo iba a tantear el terreno y ver si, de casualidad, Mikoto estaba interesada, pero, como ves, ahora mismo estoy sentada frente a ti pidiendo ayuda 'ttebane. Y yo no suelo pedir ayuda.

Si lo último era un ruego o un comentario altanero, Minato no se molestó en descifrarlo. Lo meditó un poco, tratando de no pensar como un amigo sobreprotector y concentrándose mejor en su situación actual—. Entiendo, ¿pero por qué no le has dicho a ella lo mismo que me has dicho a mí? —rechazar una cita por Mikoto no era algo que le competiera.

—Oh, porque seguramente cuando la vea con esmalte en sus uñas y vestido primaveral voy a arruinar la situación. ¿Cómo se habla con una mujer así? Yo sólo sé hacer chistes de caca. Y si lo arruino Fugaku va a acabar odiándome. ¿Sabes lo triste que es que tu mejor amigo te odie? Entonces pensé: mira, el mejor amigo de Mikoto. Quizá si le amenazo lo suficiente él haga el trabajo sucio por mí 'ttebane.

A favor de una explicación más contundente, Minato ignoró la parte donde ella iba a amenazarlo—. ¿Y por qué Fugaku no le pide la cita directamente?

—Porque, aunque no lo creas 'ttebane, Fugaku es lerdo y tímido. Cree que soy amiga de Mikoto porque respiramos el mismo aire en la Academia. Lo cual es un no. No sé, tú estuviste ahí. Un año, creo. ¿Fue menos? —no esperó una respuesta—. Pero él no estuvo, dattebane. Ya intentó hablar con ella antes, demostrarle que no es un tipo recio solo porque es un Uchiha, pero lo ignoró todas las cuatro veces. Y piensa que si le hablo bien de él primero después puede hacer su movimiento. O algo así. No sé cómo funciona su mente para esto de las citas. Ni las citas, en realidad. Entonces, ¿me ayudas, 'ttebane? Si es por lástima no importa. En este momento acepto toda la lástima que me puedas ofrecer.

Se hizo un silencio opresivo. Kushina estaba a la expectativa y Minato sopesaba las palabras de la mujer. Ella estaba confiando en él. Un rasgo bastante inocente en el mundo en el que vivían; aunque también se podía tildar a la chica de perezosa y hasta cobarde. Además, él no estaba obligado a acceder a sus peticiones. No eran amigos ni personas cercanas. Jamás lo habían sido. Tampoco es que conociera mucho a Fugaku, para el caso.

Al final de su corta meditación, Minato llegó a un veredicto.

—Si ya lo ignoró anteriormente, Mikoto no saldrá con Fugaku.

—¿Qué?

—Ella no saldrá con Fugaku.

—¿Estás diciendo que he gastado mi preciosa saliva hablando contigo para nada porque por tus huevos ellos simplemente no van a ser, dattebane?

Minato negó con la cabeza suavemente. Incluso aunque lo quisiera…

—No es eso… No creo que vaya a funcionar.

Desempolvando sus pantalones, el Rayo Amarillo se levantó del porche de la tienda de dangos. La verborrea de Kushina Uzumaki había sido una forma interesante, diferente de pasar el rato, pero era hora de volver a su camino, el cual no incluía ser el celestino de Mikoto. Ni resolverle la vida amorosa. Pagó en efectivo por los dos e incluso dejó propina; dio un breve asentimiento a la pelirroja a modo de despedida e intentó ignorar el pronunciado ceño de la chica en favor de emprender su marcha.

—¿Por qué hiciste eso? —Minato debió haber sabido que la persistencia de la última heredera del clan Uzumaki no era bien conocida entre los jounins por nada. Ella siguiéndolo era un giro que debió haber esperado—. No necesito que pagues por mí. Dije que iba a invitarte por la charla inútil —la vio rebuscando en sus bolsillos mientras intentaba seguirle el paso a él, el ninja más rápido de la Tierra del Fuego. Le pareció entretenido, eso sí, que su reclamo fuera ese y no otro—. ¿Y por qué dices que Mikoto no saldría con Fugaku? —su tono fue más enfurruñado esta vez, sólo minimizado por la lucha que tenía con el bolsillo de sus pantalones en busca de, presumía Minato, dinero.

—Simplemente no lo hará. No es cul…

—Mira, yo sé que Fugaku no es a simple vista la mejor cereza para el pastel. Ya sabes, algo amargado, algo estirado como todos los Uchiha. Muy ceñudo 'ttebane. Pero eso no es razón para considerarlo un mal partido, ¿sabes? Al menos para darle una oportunidad. Fugaku es idiota, pero es listo. Va a ser el próximo jefe de la policía y no porque sea el hijo del jefe, sino porque se lo merece. Sabe respetar a las mujeres y es excelente shinobi. Es un tontorrón de buen corazón. Sabe cómo cortarle la garganta a alguien sin que le salpique la sangre, es un jounin y apostaría que en cualquier momento puede darle una paliza a cualquier ninja de la aldea. No es feo. Mira, ese es un plus. Y es un Uchiha, de nuevo. Aunque puede ser una desventaja también es una ventaja, dattebane.

No era que Minato fuera ajeno a la reputación del heredero del clan Uchiha. La policía era bien conocida y reputada en Konoha y su clan vivía de su orgullo. Si hubiera alguna falta en el accionar de un miembro, ellos mismos se encargarían de corregirlo y darle un castigo ejemplar. Él había compartido equipo varias veces con el shinobi y podía dar fe de su seriedad y fuerza; no eran palabras vacías las de Uzumaki, le constaba. Y no, en palabras de la propia chica, no era feo. Ningún Uchiha era feo, para el caso. Como fuera como persona, esa parte sobre ser un tontorrón de buen corazón, Minato no lo sabía. Podía dar un salto de fe y creerle. Al final del día Mikoto sería quien tomaría la decisión de abrirse a él.

—No es eso, simplemente no va a funcionar. Fugaku no es su tipo —nadie era su tipo ahora mismo, siendo sinceros.

—¡¿Cómo que no es su tipo?! ¡Fugaku es tipo de todos! ¡He visto cómo lo miran las kunoichis! ¡Como si se lo quisieran comer 'dattebane! ¡La mujer del local de barbacoa también lo mira con deseo! ¡Y tiene 45 años! —Kushina hizo aspavientos violentos, el ceño todavía fruncido y las mejillas se le estaban coloreando por la molestia de tener qué hablar tanto durante tanto tiempo. Llavaba rato caminando de espaldas, cara a cara con Minato—. Entonces, ¿quién es su tipo? ¿Tú eres su tipo?

—No —respondió Minato tajantemente. Estaba harto de esa acusación. A la chica pareció sorprenderle la dureza de su tono, pero no se amedrentó ni siquiera un segundo.

—¿Entonces? ¿Por qué no quieres que Mikoto salga con Fugaku? Son perfeeeectos juntos —arrastró la e—. Cabello negro, piel blanca. Ojos negros. ¡Perfectos Uchiha!

—Mikoto no va a querer. No está interesada en los hombres —comenzaba a fastidiarse. ¿Esta chica no se cansaba?

—¿En los hombres? —eso, por otra parte, pareció bajar las revoluciones de Kushina—. Ah… Mikoto… Pero-pero… Ah…

—No es eso. No es lo que piensas. Ella… ella no está interesada en verse con otro hombre ahora mismo.

—Es porque no conoce a Fugaku —exclamó, tajante. Puso sus brazos en jarras y miró a Minato con la mirada más acusadora que pudo—. Si lo conociera pensaría diferente. Estás interfiriendo en su encuentro. Eres mezquino, dattebane.

—No es mi lugar explicarte nada —tajó. Shikaku tenía razón, las mujeres eran problemáticas y más las que hablaban tanto—. Haz lo que te plazca.

—¿Entonces para qué…?

Y, con un destello, Minato desapareció.

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Kushina no pudo creer que se quedó con la palabra en la boca, cortesía de, nada más y nada menos, Minato Namikaze. Había escuchado mucho hablar de los excelentes modales del shinobi y definitivamente jamás había escuchado de él dejando a alguien hablando solo para desaparecer con su hiraishin. La aldea debería replantearse con seriedad a quienes consideraba sus héroes.

Pero, por supuesto, ella no iba a quedarse con la palabra en la boca ni con el dinero en la mano. ¡Ella había dicho que pagaba!

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Namikaze era conocido como un genio entre los shinobis, más inteligente y agudo que el ninja promedio, más letal y definitivamente más rápido. No había manera de que ella lo alcanzara en una carrera de velocidad, pero eso no significaba que debía enfrentarse a él por esos medios. Lo importante en la guerra era conocer a tu enemigo. Y ella sabía cómo tender una emboscada.

Emboscar, por supuesto, era un término muy brillante para lo que planeaba hacer.

Todos y sus madres en Konoha sabían que Minato Namikaze era candidato a Hokage. Hiruzen Sarutobi, el tercero, comenzaba a marchitarse y era cuestión de tiempo para que se retirara. ¿Que si el Rayo Amarillo era la mejor opción para yondaime? Francamente Kushina no lo sabía y tampoco le interesaba. Su capricho infantil de ser hokage se había desvanecido durante sus días de chunin. Empero, la información era importante. Como candidato, Minato pasaba mucho tiempo en la torre del hokage haciendo papeleo y demás. Era el perfecto oficinista de 8 de la mañana a 5 de la tarde, con una hora para comer entre las 2 a las 3 de la tarde. Lunes a viernes, con los fines de semana libres. Y siendo un shinobi tan bien amaestrado como él, era imposible que faltara a su trabajo.

Así fue como La Habanera Sangrienta lo encontró esa mañana de viernes.

—¿Qué haces aquí? —no hubo animadversión en el ninja, sólo una cortesía distante.

—¡Ayer me dejaste a media frase, 'ttebane!

—Ya dije lo que tenía qué decir. Tus asuntos no tienen nada qué ver conmigo.

Dicho eso, le cerró la puerta de su oficina en la cara y procedió con un sello para evitar que entrara de nuevo.

Eso, por otra parte, de ninguna manera iba a detener a Kushina, maestra del fuuinjutsu.

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Uzumaki estaba afuera de su puerta cuando salió a comer. Minato no pudo evitar fruncir el ceño. ¿No debería usar esa persistencia con Mikoto? Se lo preguntó.

—Si no puedo convencerte a ti entonces no tengo una oportunidad con Mikoto.

—Parece que eres tú quien intenta salir con ella.

Se encogió de hombros.

Los shinobis, secretarias y visitantes de la torre hokage los miraron con curiosidad andar por los pasillos. Claro, era la hora del almuerzo de la mayoría, no sólo la de Namikaze. El meollo del asunto estaba en que Minato no salía a comer acompañado de ninguna mujer que no fuera Mikoto. Y esa shinobi gritona y de cabellos rojos no era Mikoto ni por asomo. Minato se imaginó que las habladurías empezarían en cualquier momento. Konoha era un pueblo bonito, pero también muy chismoso. No se cansaría de repetirlo hasta el cansancio.

—Sólo dime por qué Mikoto no podría salir con Fugaku. ¿No le gustan de cabello negro? Puedo teñírselo. ¿Es muy blanco para ella? Nada que un viaje a la frontera con Suna no resuelva. ¿Necesita ver su cuenta bancaria? Ni siquiera yo he podido lapidarla, 'ttebane. Y lo he intentado. Es inmensa.

—Nada de eso. Ella ahora no quiere salir con nadie. O quizá sí quiere, pregúntale a ella.

—No puedo arriesgarme. A ti puedo molestarte, pero no a mi futura cuñada. Mi sueño es ser amiga de la novia de Fugaku, dattebane. La última que tuvo arrojó un chicle en mi cabello.

Ah, con que eso explicaba por qué la chica había tenido el cabello corto hacía dos veranos.

Minato solía comer en un local de comida casera, justo al lado de la torre hokage. Entró al lugar como de costumbre, saludando con un educado "buenas tardes, lo de siempre, por favor" a la dueña que le correspondió con el mismo ánimo. Era un cliente asiduo, todos le conocían. A quien no conocían era a…

—¿Traes compañía? ¿Y es una chica?

—No me malinterprete, señora —se apresuró Kushina—. Lo estoy amenazando. Si nos disculpa, la mesa de la esquina me parece perfecta para sacar mi kunai sin molestar a nadie.

La mujer los miró con preocupación dirigirse hacia dicha mesa con una mano en la boca.

—¿Entonces…?

—¿No tienes trabajo qué hacer? ¿Alguien a quién visitar?

—No, no hasta el crepúsculo. Una misión rápida en la frontera oeste 'ttebane.

—¿Y por eso estás aquí?

—Sabes por qué estoy aquí.

—Escucha, yo no soy nadie para detener a Mikoto. Si ella quiere salir con Fugaku está bien. Tienes todo el derecho de convencerla. Puedes ir, tocar a su puerta como planeabas ayer y decirle todo lo que me has dicho a mí. Te prometo que si intenta pegarte un chicle en el cabello voy a detenerla.

—No, no. Lo pensé bien. Si dices que no va a salir con él ahora es porque sabes algo. Y quiero saber eso para planear a futuro.

Una mesera, la hija menor de la dueña, se acercó a su mesa para tomarle la orden a Kushina. Ella estuvo a punto de pedir algo, pero pareció cambiar de opinión al ver algo pasar por la ventana.

—No necesito nada, gracias. Halcón a la vista —mirando fijamente a Minato, añadió—. Esta conversación no ha terminado.

Kushina se levantó de su asiento, habló con la dueña un momento y luego se marchó.

—Vaya —dijo la señora, llamando la atención de Namikaze—. Una chica que paga por el hombre. Cómo cambian los tiempos.


¡Hola, aquí thedeepbluesky o, para el tiempo en el que publicaba originalmente esta historia: Kristall Blauw o Miss Pringles! Han pasado ya 6 años desde que posteé alguna vez el primer capítulo de este fanfic y ahora, pleno 2019, vuelvo a hacerlo: ¿la razón? tenía ganas de escribir un fakedating!AU pero dije: ni siquiera eres capaz de terminar el que tienes. entonces pasé a revisar este fic y, a medida que leía para AL FIN escribir el último capítulo pensé: Dios, qué horrible, supongo que edito un poco y luego escribo el capítulo final; luego terminé de leer el capítulo 1 y fue: MEJOR ARREGLO LO QUE DÉ ASCO Y LUEGO ESCRIBO EL CAPÍTULO FINAL y así es como el original capítulo 1 ahora fue partido en 2, este y el siguiente capítulo

lo que pasa es que las razones para que Mikoto fuera mamona son problemáticas en estos tiempos que corren y, aunque no lo fueran, estaban tan mal planteadas y me incomodan tanto que debí reescribir toda su motivación y construir más la relación entre Minato y Kushina de manera que tenga UN POCO MÁS DE SENTIDO —en general, creo que las bases de este fakedating son directamente MALAS, pero para arreglarlo tendría qué escribir un fic completamente NUEVO— cuando acepten fingir una relación. De hecho, más de 2,000 palabras de este capítulo son completamente NUEVAS y el siguiente es nuevo en 90% de su totalidad.

Asimismo, voy a dejar las notas de autor originales con todo y respuesta de reviews (en donde se supone que terminaba el capítulo original, of course) porque estoy muy agradecida con las personas que me acompañaron durante los 6 capítulos que ya tenía publicados entre 2013-2014. para mí son recuerdos preciosos y me dolería que se perdieran. de verdad, si es que hay alguien de esos tiempos que se pase a leer esto, lamento mucho todo esto y muchas gracias por haber estado conmigo entonces, 2013-2014 fueron años horribles para mí en mi vida personal y estar aquí me hacía inmensamente feliz

y si hay alguien nuevo que se pasó a leer aquí, gracias también por tu lectura. estoy consciente de que naruto es un fandom muerto, más en esta plataforma, y si ships importantes como el sasunaru o el naruhina ya parecen camposanto, el minakushi que nunca fue el alma de la fiesta sé que debe estar peor. ni siquiera he revisado de la tristeza que me da

lamento muchísimo la nota de autor tan larga, necesito añadir por último que proyecto dos capítulos por semana, preferentemente martes y jueves, porque las interacciones minakushi se van a conservar casi intactas, lo que me hace más fácil el trabajo, y vaticino que, con las nuevas adiciones de escenas, terminaríamos en 8 capítulos en lugar de los 7 proyectados en su concepción. y que la idea para este fic nació de este corto de la pequeña Lulú ( youtube watch?v=RzKpFHMCySo) si la plataforma sabotea, en wattpad posteé la historia y directamente en el multimedia colgué el video

¡muchas gracias por leer y de nuevo lo siento tantísimo por las notas tan largas!