Antes de que Turles hubiese tenido la oportunidad de tomar el fruto del Árbol Sagrado cuando huyó de Goku al comprobar que ambos poderes eran muy parejos -e incluso, un leve descuido de su parte lo pondría en una peligrosa desventaja- el saiyajin criado en la Tierra, adivinó su propósito y lo interceptó inmediatamente usando el Kaio-Ken, logrando detenerlo y de paso, causarle un gran daño al saiyajin invasor, cayendo aquel entre las densas y gigantescas raíces mientras recibía, además, toda esa furia que hizo despertar en Goku.

Aunque cansado, Goku se percató de que había vencido a su oponente gracias la efectiva técnica aprendida del Kaiosama del Norte y para detener el total desarrollo del Árbol Sagrado, sintió la energía que emanaba aquel y la usó para formar otra poderosa técnica: la Genkidama.

-Goku- lo llamó su mentor desde el Otro Mundo a través de su mente-, me alegra que no permitieras que Turles comiera ese fruto. Ahora, destrúyelo y la Tierra recuperará su energía…

El Árbol Sagrado voló en pedazos en un instante, esparciendo y devolviendo la energía de su interior por toda la Tierra, haciéndola recuperarse. La flora reverdeció y la fauna, casi extinta, logró fortalecerse. Los ríos volvieron a fluir y los mares azules se agitaron majestuosos por el viento fresco. Los terrícolas, aterrados por la desolación y la muerte, sólo admiraron una lluvia de luz milagrosa que los hacía pensar en que lo acontecido en un solo día era obra de una extraña pesadilla colectiva. Todo volvía a ser como antes, rodeado de tranquilidad y paz.

Sin embargo, el peligro no había muerto aun. Antes de caer agotado, Goku localizó en seguida a Turles, quien había sobrevivido luego de la cruda pelea y posterior explosión. Aunque no recibió de lleno el ataque -como lo tenía planeado desde el principio-, Goku juzgó que Turles había estado lo suficientemente cerca para recibir más daño todavía por la Genkidama al tratarse también de un ente maligno.

Malherido e incapaz de mover su cuerpo a voluntad, Turles reflejaba una muda sorpresa y hasta cierto punto, un creciente terror por el saiyajin que poco a poco se iba aproximando hasta quedar delante de él.

Goku mostraba todavía furia en sus ojos y Turles, a su vez, recordó la amenaza que aquel le hizo antes de su enfrentamiento:

"No puedo permitir que sigas viviendo para perjudicar a los demás…"

Era su fin.

Sin embargo, Goku se quedó todavía inmóvil a pocos pasos. Turles no lo perdía de vista...

-Eres un miserable… -comenzó a hablar Goku con un marcado tono de desprecio poco usual en él-. Haz causado mucho daño a mis amigos, a mi hijo y a la Tierra… No tienes honor en las peleas y ni la más mínima piedad… Soy un saiyajin como tú, pero no un guerrero con tus ideas que según dices, pertenecen a toda la raza... y las cuales no me interesan...

Turles permanecía en silencio, tendido sobre la hierba y apoyada su espalda levemente en una roca. Su armadura estaba deshecha y su rostro, al igual que sus extremidades, estaba cubierto de quemaduras y sangre, sin contar el daño interno, el cual lo mantenía impedido en sus movimientos. Estando así de malherido -y mucho menos siendo capaz de defenderse- se limitaba a escuchar en contra de su voluntad, en medio de sus muecas de inmensos dolores punzantes. Goku continuó.

-Ahora… creo que ya te diste cuenta de que, gracias a esas creencias, estás muy equivocado y te llevaron a tu destrucción. Y no tienes más que dos opciones ahora: morir aquí mismo o largarte de mí planeta y no volver a saber de ti nunca más…

El saiyajin de piel gris bajó la cabeza, más por su penosa situación que por cansancio. Goku, impasible, frío y con severo aspecto, esperaba su respuesta.

Los segundos pasaron en medio de un silencio que se rompía de cuando en cuando por el viento al acariciar los árboles. La noche estaba cayendo, provocando en el cielo un tono rojizo y negro. Ondeaban también los cabellos de ambos saiyajines como llamas ardientes y oscuras, salvo que una ocultaba un rostro pálido y gris, como queriendo consumirlo de verdad y el otro, firme y majestuoso, habría brillado con una luz sobrenatural sin consumir a su portador, sino al contrario, hacerle resaltar su superioridad.

-Mátame…-dijo por fin Turles, resuelto, cuando sus pulmones lograron juntar el suficiente aire y fuerza para poder hablar.

-Ya ni siquiera creo que valga la pena… -respondió Goku rápidamente y sin aun desprenderse de la repulsión que su oponente le inspiraba.

-Mátame… Kakarotto… Hazlo ya… -insistió su rival, ahora levantando sus ojos a Goku.

El guerrero de la Tierra, con su mirada de fuego logró herir a su oponente aún más en su dignidad y aquel, bajó sus ojos nuevamente al no resistir el fulgor.

Ambos eran saiyajines, ambos soldados de clase baja e incluso, compartían -por capricho del destino- una apariencia similar. Pero como él mismo había dicho, entre el cielo y la tierra había una diferencia muy grande. Y cuando un guerrero lo había perdido todo y estaba por debajo de ese suelo, no esperaba otra cosa que la muerte para recuperar algo de honor.

Goku entonces, de pie todavía, como la más antigua y majestuosa estatua, contemplaba aun los despojos viviente de Turles y una breve pero dictaminante orden salió de su boca, como la peor sentencia dicha por un ser superior al condenado:

-Ese será tu castigo... seguir viviendo. Ahora, lárgate de mí planeta...

Turles escuchó aquello, igualando el dolor a como si le hubieran atravesado el pecho con una lanza, aunque mil veces hubiera preferido el arma a esas palabras. Y la desesperación de su ser le hizo hacer un último movimiento todavía. Quiso mover una de sus manos, concentrar la poca energía que le quedaba y aniquilarse.

Goku lo detuvo tan sólo con su voz, adivinando sus intenciones.

-Vete, Turles... Mientras no tengas honor en las batallas, no quiero volver a ver tu miserable presencia... Vuelve si quieres, cuando seas un guerrero de verdad…

Goku se alejó unos pasos lentamente hasta elevarse del suelo y perderse entre la ya marcada oscuridad. Localizar a su hijo, restablecerlo con las semillas del ermitaño y curar a sus amigos ya era su única prioridad y preocupación, olvidándose por completo del saiyajin herido en medio del bosque y haciendo que aquel percibiera su marcha como el paso de una estrella fugaz.

El frío y las estrellas invadieron la atmósfera, además del concierto nocturno de los animales e insectos, quienes al ver en medio de su territorio un cuerpo, comenzaron a rodearlo, pero los gemidos repentinos provenientes de ese ser los mantenían inmóviles.

-Maldición… -exclamó en voz baja el saiyajin cuando un nuevo golpe de viento heló sus huesos-. Esto no puede estar pasando…

Y como su hubiese recibido una nueva y profunda herida, lanzó un grito enérgico mientras llevaba una mano a su rostro para cubrir sus ojos, ya desprovistos del rastreador.

-¡No! ¡Kakarotto! ¡Maldito! ¡Maldito! –repetía ya mentalmente o a través de su boca.

Su mano cayó de vuelta a su costado instantes después. Y aun con los ojos cerrados, su rostro no se desprendía de la ira.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero intentó ponerse de pie apoyando sus manos sobre la roca que le sostenía la mitad del cuerpo sobre la hierba. Un intenso mareo y un punzante dolor lo obligó a gritar y caer nuevamente en su original posición.

En algo Goku había tenido la razón: debía irse de inmediato de ese lugar, por lo que trató de ignorar el malestar general para preparar la huida. De lo contrario, moriría en la tierra de su enemigo y si iba a morir, prefería no hacerlo en ese sitio, como última voluntad.

Su agitada respiración intensificó la debilidad al luchar nuevamente por ponerse de pie, y cuando había conseguido sentarse, la agonía regresó al descubrir los huesos rotos de varias costillas. Parte de su armadura había quedado incrustada en su pecho, donde Goku le había atacado cuando estuvo desprotegido. Había dejado de sangrar cuando cayó herido, pero al moverse de nuevo, la hemorragia amenazaba con volver, manchando sus dedos al intentar remover los fragmentos. La sangre también goteaba de su frente, mezclada con el sudor y cegándolo por momentos.

Y cuando por fin había logrado sacar una filosa pieza, por acto reflejo al dolor, hizo un movimiento espasmódico, haciéndolo caer de nuevo sobre la hierba y lanzar gritos de dolor hasta hacerlo perder la conciencia.

Para cuando abrió los ojos de nuevo, notó que el cielo iba tomando ahora un tono azulado, desapareciendo algunas estrellas. Sin embargo, el frío había aumentado. La madrugada se aproximaba y aunque deseaba poder pasar un tiempo más acostado para juntar energía y poder levantarse, trató de mover su cuerpo, esperando una inmensa punzada como respuesta al acto, sin embargo, el dolor ahora era mucho menor. ¿Cómo era posible?

Sus manos repitieron la tarea de buscar apoyo y el asombro del saiyajin aumentó al descubrir que ya podía mover sus extremidades con poca más libertad, además de que había sido despojado de su armadura y los fragmentos incrustados en su pecho. Sus miembros, torso y parte de sus heridas en extremidades, habían sido cubiertas por unas delgadas vendas, ya manchadas de su sangre. No estaba curado, pero se sentía mejor, lo suficientemente estable como para andar alguna corta distancia.

Miró a su alrededor entre la oscuridad del bosque y aunque su oído y vista fueran buenos desde siempre, ahora no vislumbraba la presencia de otro ser. Le hacía falta su rastreador para estar seguro de que estaba completamente solo. De su boca salió un gruñido de fastidio al plantearse algunas teorías sobre el posible portador de esa ayuda, aunque ninguna habría acertado.

Se puso de pie ahora y apoyándose de los árboles, lentamente comenzó a andar en dirección a su nave.

Había tenido la prudencia de que sus secuaces la hicieran aterrizar un poco más retirada del Árbol Sagrado, o de otro modo, habría estallado junto a éste. En la nave había una vieja cámara de recuperación, de la que él nunca había hecho uso, pero sabía manipular perfectamente.

Cuando el sol ya había salido y el frío se iba extinguiendo, Turles por fin había llegado a su nave. Luego de que se arrastrara a la cabina principal y de ahí a la cámara de recuperación, despegó, perdiéndose en la inmensidad del universo.

El rumbo aún era desconocido, pero sin importar en dónde aterrizara, el saiyajin decidiría sobre su destino y sobre todo, el modo para recuperar ese honor de guerrero o por fin, darse completamente por vencido y aceptar la muerte.


¡Hola!

Pues por aquí me tienen de nuevo, aprovechando que ya cumplí un año de llegar a esta bonita página jeje.

Por ahora estaré de vacaciones y pues a leer y escribir se ha dicho :D

¡Saludos!