Hola! Bueno, quizás algunos me conozcan, quizás otros no. Por las dudas me presento… soy escritora de fics desde hace tiempo, mi nombre es un poco obvio como verán jaja. El otro día estaba aburrida en mi casa, con tiempo libre por primera vez en mucho tiempo. Y se me ocurrió plasmar esta historia que venía pensando en mi mente desde hace tiempo.

Es simple, (dentro de lo que yo suelo escribir, esto es simple a mis ojos… las que me conocen o hayan leído Sakura Uchiha saben a lo que me refiero xD) fácil de entender, y quisiera con todo mi ser que sea entretenida. Esa es la finalidad. La dividí en dos partes porque se me hacía que sería un poco pesado todo de una. Es por comodidad, y para ver si hasta el momento la voy haciendo bien al menos. Quisiera leer opiniones (con respeto, claro xD).

En fin, que sea de su agrado! Espero que les guste.

El chico de enfrente: Parte I.

Lo conocía desde hace años. Sabía casi todo de él, pero él nada de mí. Vivía en frente de mi casa, siempre que iba a la universidad me lo cruzaba porque era la hora exacta en que abría su local de armas.

La tienda de armas Uchiha era la más famosa de Konoha… Además no era sólo una tienda, era también una escuela de tiro, y estaba asociada con las fábricas de armamento más importantes de Japón, y tenía sucursales en todo el país. Toda la familia Uchiha hizo una gran fortuna mientras estaba viva… desgraciadamente todos fallecieron hace años en un accidente automovilístico, y el único en sobrevivir fue Sasuke. Él estuvo dentro del auto cuando todo sucedió, pero pudo salvarse. Tengo entendido que su hermano también sobrevivió unos días… pero no lo logró.

Sus tíos Madara y Obito se hicieron cargo de él hasta que cumplió dieciocho años, y también administraron los negocios hasta ese momento. Pero cuando alcanzó la mayoría de edad, en vez de ir a la universidad, decidió hacerse cargo de sus bienes él mismo y tomar su posesión. Decidió hacerse cargo de la tienda original, donde vivían sus padres en el piso superior, para pasar él a vivir ahí ahora.

Era sabido por todos en la ciudad que le iba muy bien. Era muy meticuloso, prudente, inteligente, competente… él…

–¡Sakura!

El estruendoso grito de mi fastidiosa amiga me hizo volver a la realidad.

–¿En qué estabas pensando…? A veces te quedas horas tildada, mirando a la nada. Eres tan extraña a veces –me dijo, mirándome con una sonrisa burlona.

Ambas estábamos volviendo de un curso en la facultad, caminábamos por la calle y casi llegábamos a casa.

–No estaba pensando en nada… –le contesté de mala gana– Estoy algo cansada, eso es todo.

Cuando llegamos a casa no pude evitar virar discretamente mi cabeza hacia la tienda de Sasuke. Estaba abierta, como siempre, y él estaba sentado adentro, escribiendo algo en la computadora. Como todo era de vidrio podía verse todo desde afuera.

Por un momento casi olvido que Ino estaba a mi lado, y volví a mirarla suplicando que no se hubiese dado cuenta de lo que hice… pero no, claro que no. Eso era imposible.

Su mirada picara lo decía todo. Oh Dios, aquí vamos…

–¿Cuándo planeas hablarle…? –me preguntó en un tono molesto.

Yo no la miré ni le contesté, procuré abrir la puerta apresuradamente antes de que siguiera con su interrogatorio diario.

–Siempre te sonrojas cuando te hablo de él, siempre estás mirándolo desde aquí como una colegiala. Era obvio que estabas enamorada de él en la secundaria, todas lo estábamos… –me dijo, sin dejar de sonreír. Yo simplemente quería que se callara de una vez– Pero a diferencia de nosotras, a ti no se te pasó, ¿verdad Sakura?

Finalmente la puerta abrió y entramos a casa. Suspiré, me saqué la bufanda, los zapatos, y la miré cansada.

–No empieces de nuevo, Ino. Yo no te pregunto por tus problemas con Sai –le advertí, dirigiéndome a la cocina a hacer un poco de té.

–¡Pero yo no tendría ningún problema en responderte! –me gritó desde el comedor, riendo a carcajadas.

Una sonrisita maliciosa se posó en mí.

–¿Ah, si…? ¿Y entonces por qué no me cuentas de nuevo qué pasó la noche que iban a tener la primera vez…?

Un silencio sepulcral inundó mi acogedora casa en menos de un minuto.

–Nunca debí contarle… –escuché bufar a Ino. No pude evitar volver a reír.

–No pasa nada, Ino. Seguro que ahora puede acertarle a donde debe, ¿no? –le dije de nuevo en el tono más mordaz posible. Esta vez no dijo nada.

Al medio minuto se escuchó un portazo y un extraño bufido… creo que estaba enojada. Fui al comedor y no estaba más… era obvio que se había ido. Bueno, eso le pasaba por molestarme.

Estaba por volver a la cocina, cuando me di cuenta que había dejado sus apuntes de clase en la mesa del comedor.

–Estúpida Ino, tenemos que leer esto para mañana –dije cuando los vi. Los tomé en mi mano y no dudé en salir corriendo afuera, quizás podía alcanzarla.

Me puse los zapatos a las apuradas, apagué la cocina y abrí la puerta. Salí y miré a todos lados, pero ya se había ido. Suspiré con las hojas en mis manos y cerré mis ojos indignada por un momento. Estaba tan concentrada pensando en que iba a tener que llevárselos a su casa, que no me di cuenta de que una fuerte brisa invernal hizo que se me escapara una de las hojas de la mano.

Intenté agarrarla, pero fue imposible. La hoja recorrió la avenida velozmente, y yo corrí tras ella sin pensarlo demasiado bien.

Mientras corría no miré si venían automóviles o motocicletas. Algunas de ellas me pasaron por al lado velozmente, insultándome y gritándome que me apartara. Los automóviles tuvieron que frenar y esquivarme.

–¡Perdonen, perdonen! –les suplicaba, mientras entre gemidos intentaba simplemente llegar al otro lado.

Sasuke no estaba atendiendo a nadie en su tienda en ese momento, y escuchó los ruidos y abrió la puerta. Pero claro, yo estaba tan concentrada en sobrevivir y de paso lograr salvar aquella bendita hoja, que no me di cuenta de ello.

Estaba por alcanzarla, cuando se me volvió a escapar y se metió dentro de su local. Entré sin siquiera pensarlo, sin razonarlo. La adrenalina se me había subido al pecho de una manera increíble. Jadeaba, mi concentración sólo estaba en esa hoja.

Cuando crucé la puerta lo hice tan torpemente que tropecé y caí al suelo. Confundida, y todavía sin darme cuenta de dónde estaba, vi que alguien me tendió su pálida y masculina mano. La acepté un poco sorprendida, y cuando me puse de pie no podía creer lo que estaba viendo.

–¿Sasuke…? ¿Sasuke Uchiha…? –musité apenas, mirándolo con los labios entreabiertos. ¿Cómo podía haberme metido ahí adentro sin darme cuenta?

Jamás, en todos los años que llevaba conociendo a Sasuke había entrado ahí o había estado a más de medio metro de distancia de él. Ni siquiera cuando su familia estaba viva y él era un niño más dulce y sociable.

Sus ojos negros me penetraban, me puse nerviosa. Sentía que la presión arterial se me iba por las nubes.

De pronto él elevó su otra mano hacia mí, y yo la miré. Tenía la hoja de Ino.

Abrí mis ojos totalmente absorta y la tomé enseguida, sin poder mirarlo a los ojos. Nunca había estado tan cerca de él, todo había sido demasiado abrupto. Mi cabello seguramente estaba totalmente desordenado y mi piel sudaba por la reciente corrida… debía lucir terrible.

Ya habían pasado un par de minutos sin que le dijera nada, y la situación se tornaba un poco incomoda. Me hice del valor para mirarlo a los ojos, y estaba a punto de hablarle cuando me interrumpió.

–¿Quién eres?

Aquello me descolocó por completo. ¿No me conocía? Bueno, era obvio. Nunca habíamos hablado…

–Perdóname… me llamo Sakura Haruno, vivo frente a tu casa –le respondí lo más calmada que pude–. Íbamos juntos al secundario.

Él me miró un momento de arriba abajo, de manera extraña. Lucía tan serio que daba un poco de miedo. Era incomodo estar frente a una persona tan carente de expresión, ¿en qué pensaba? Seguramente en que le molestaba mi presencia, ¿pero por qué no decía nada?

Finalmente se dio vuelta y se dirigió a una habitación contigua, ¿a dónde iba? Miré mi mano, la hoja de Ino estaba ahí. Era evidente que debía irme, ¿qué más tenía que hacer ahí? Pero, antes de darme vuelta para regresar a casa, miré a mi alrededor. Nunca había estado allí, y era un poco… emocionante ver todo eso.

Estaba lleno de armas de fuego de todo tipo, era enorme. Equipos de lucha, incluso armas antiguas, arcos, flechas, cuchillos. No pude evitar que la curiosidad me ganara. Tomé uno de los cuchillos que se exhibían sobre el mostrador, y lo di vuelta varias veces. Era tan estético, bello y brilloso… Su mango era dorado, y le colgaba una linda cinta roja de seda.

–Toma –escuché de repente. La sorpresa fue tal que, como una gran idiota, dejé que el cuchillo cayera al suelo.

Me agaché inmediatamente para recogerlo, pero la misma mano pálida de antes me detuvo. Lo miré a los ojos totalmente avergonzada. ¿Podía ser más torpe acaso?

Me extendió su mano libre; tenía un vaso con agua. Con que eso había ido a buscar a la habitación contigua…

Me sorprendí un poco, pero no tarde en aceptarlo y beberlo apresurada. La verdad es que moría de sed.

–Gracias… –le susurré.

Él se agachó y recogió el cuchillo, estaba sano y salvo.

–Por favor, perdóname –le dije, dejando el vaso sobre el mostrador–. No fue mi intención tirarlo, me llamó la atención… es muy lindo.

Él me miró secamente.

–Y filoso también –me fulminó. Yo tragué saliva–. Se nota que no tienes mucha idea de armas.

Su tono de voz comenzaba a desagradarme un poco. Me enojé un poco… estaba por decirle que iba a irme, me incomodaba tenerlo tan cerca y escucharlo hablarme de esa manera. Pero, nuevamente, él habló primero.

–Has crecido –me dijo, sorprendiéndome totalmente.

–¿Disculpa? –le pregunté confundida, con el ceño fruncido.

–Que no recordara tu nombre no significa que no te recordara a ti. Tu cabello luce más corto.

¿Qué? ¿Recordaba eso? Él nunca me miraba. No miraba a nadie… sólo hablaba con Naruto y algunos otros más. Pero desde la graduación todos tomaron caminos distintos. El Uzumaki salió de la ciudad para estudiar e ir a la misma universidad que Hinata, su novia. Muy pocos decidimos quedarnos en Konoha.

–Uhm… bueno, lo corté antes de ingresar a la universidad –le respondí, acariciándomelo–. Nunca hablamos, sería entendible que no me reconocieras…

–No te sientas especial –me interrumpió en un tono seco–, recuerdo a todos.

¿Por qué era tan… frio? Se notaba que no solía tener más contacto humano que el que tenía con sus clientes. Desde lo de su familia se había vuelto muy distante, pero, ¿era necesario?

Volví a tragar saliva y a suspirar.

–Gracias por el agua y lo demás, disculpa las molestias. Debo irme –le dije con una sonrisa falsa en los labios, dispuesta a retirarme. Ya de por sí era bastante incomodo tener que hablarle, como para tener que escuchar también que me humillara cada dos palabras.

–Espera –me detuvo. Yo lo miré extrañada–. ¿Alguna vez has disparado un arma?

Fruncí mi ceño sin entender bien a qué iba.

–No, ¿por qué preguntas?

Él señaló una caja sobre el mostrador, y yo la miré sin entender nada todavía.

–No me gusta poner armas nuevas a la venta sin haber probado que son funcionales. Son livianas y compactas, se supone que deben funcionar para mujeres delgadas como tú.

–¿Qué estás insinuando…? –le pregunté, todavía un poco nerviosa.

–¿Quieres probarla o no? –me preguntó ásperamente.

Yo me sorprendí bastante por el ofrecimiento. ¿Estaría bien? Apenas tenía veinte años, nunca había tocado una en mi vida.

–No creo que pueda serte muy útil… no sé usarla –me excusé, sonriendo y rascándome la cabeza.

Él resopló.

–¿Acaso yo te dije que eso me importaba? –me preguntó bruscamente– Estas armas se hicieron para personas como tú, se supone que son más fáciles de usar que las comunes. Quería ver qué tan servibles podrán ser a futuros clientes –me informó con desgana, pero luego cerró los ojos y dejó escapar un pequeño suspiro–. Si quieres irte, vete –me fulminó, finalmente.

Yo percibí su indignación y me indigné aún más. No podía irme, debía demostrarle que podía usarla. Me estaba cansando su actitud conmigo, quería, de alguna manera, dejarlo sorprendido.

–Lo haré –le dije simplemente, de la manera más determinante que pudo salirme.

Me dirigí a su lado y dejé las hojas sobre el mostrador.

–Vamos abajo –me señaló él–. Ahí está el polígono de tiro para practicar.

Fui con él, lo seguí. Era una situación bastante anormal en un día común de mi vida, pero trataba de comportarme acorde a la situación. Le veía la espalda desde atrás mientras bajábamos las escaleras. Él era tan alto, su espalda era tan ancha… era…

–Llegamos –lo escuché de repente, prendiendo la luz.

Exclamé asombrada mientras observaba los detalles de ese pulcro lugar, todo lucía tan profesional. Era como en las películas: estaban esos hombrecitos de cartón para dispararles, blancos para practicar con arcos o ballestas. Todo estaba equipado, había equipos de seguridad, protector auditivo… en fin, nunca había estado en un lugar así.

Estaba embobada, cuando vi que Sasuke me daba el arma y me ponía unos protectores auditivos, al mismo tiempo que me daba unos visuales en la otra mano.

–Póntelos –me ordenó con su monótono tono de voz–. ¿Quieres un chaleco antibalas también? No es parte del protocolo.

Lo miré por un segundo. Me di cuenta de que no me tenía mucha fe, y con orgullo sacudí la cabeza y me coloqué en la posición en que creía que debía estar. Intenté imitar lo que sabía de las películas, no estaba muy segura de lo que estaba haciendo y temía estar quedando como una retrasada.

Sentía su mirada clavada en mi espalda, era tan incómodo que ni siquiera me di cuenta del momento en que jalé del gatillo. ¿Debía hacerlo tan rápido? ¿No había seguro o algo así?

El ruido de la bala me aturdió y cerré mis ojos por un momento. Cuando miré al frente, el muñeco estaba intacto. Vaya… sorpresa, ni siquiera le había dado.

Bufé aire enojada, no podía ser tan inútil. Ni siquiera miré a Sasuke, volví a extender mis brazos. Quería revancha, quería darle a la cabeza o al menos darle en algún lado. No se trataba sólo de que básicamente el único chico que me había interesado en todo ese tiempo me estuviese mirando a dos centímetros de distancia, sino de probarme a mí misma que podía hacerlo.

Esta vez quería hacerlo bien, así que no disparé tan rápido. Sentía que las manos me sudaban, todo era tan tenso. Sin embargo, antes de volver a jalar del gatillo, sentí el tacto de Sasuke sobre mis hombros.

Viré lentamente mi cabeza hacia atrás y pude verlo. No me miraba a mí, miraba el blanco de adelante. Sentía sus manos presionar mis hombros, mi corazón galopaba a mil por hora, la sangre me recorría las venas tan rápido que creí que me iba explotar una arteria. No podía creerlo. Todo era tan confuso, ya ni siquiera sabía cómo debía disparar el arma, me había olvidado de mi propio nombre.

–Relájate. Estás demasiado tensa. Tienes que hacer armonía, dejar que el arma y tú sean una sola –me dijo casi al oído, su voz se oía tan tranquila, tan calma. Era extraño, pero logró calmarme. Ya no me sentía tan nerviosa.

Ahora sentía que podía hacerlo, me sentía… segura.

–Fija la mira en el blanco, no tiembles. Relaja tus músculos, no hace falta extender tanto tus brazos –me aconsejó, sin dejar de sostenerme los hombros. Su aliento se sentía tan bien…

Finalmente jalé del gatillo. Mis ojos se cerraron por instinto cuando se oyó el estruendo de la bala, pero al abrirlos lo vi. ¡No podía creerlo! Logré atravesar la cabeza del muñeco de cartón, a metros de distancia.

Estaba tan feliz, era tan excitante. Nunca había tenido una sensación tan llena de adrenalina.

Salté y grité de la emoción, sonreí de oreja a oreja y, casi sin pensarlo, abracé a Sasuke. Me prendí de su cuello y continué sonriendo. Luego me di cuenta de lo que estaba haciendo y me separé inmediatamente de él.

Mis mejillas se tiñeron del rosa más oscuro y mis ojos se abrieron como dos platos.

–Perdóname, no me di cuenta –le dije, corriendo la mirada. Luego le entregué el arma.

Él parecía un poco sorprendido. Arqueó ambas cejas por un segundo, pero luego tomó el arma con total serenidad. Por un momento pude ver una muy, muy diminuta sonrisa en su rostro.

–No importa. Lo hiciste bien –me dijo, pero luego tiró el arma en la caja–. Esto no servirá –terminó, y luego hizo la caja a un lado con el pie. Yo lo miré bastante extrañada por su repentina actitud.

–Creí que funcionaba…

–Sí, es demasiado fácil. El seguro se quita con demasiada facilidad, tanta que en el bolso de una mujer puede destrabarse sola y dispararse por accidente. Además es muy ruidosa –me informó. Yo lo entendí, no quería vender algo que podría arruinar su reputación.

Iba a hablarle, cuando escuché una alarma sonar por cinco segundos. Me asusté un poco.

–¿Qué es eso? –le pregunté. Él levantó la mirada.

–Entró alguien al local. Espera aquí un momento hasta que lo atienda. Mientras guarda el equipo en esa caja –me dijo, señalándola. Yo asentí, y en un segundo desapareció.

Era muy dedicado…

Luego de guardar el equipo, miré la caja de las armas nuevamente y sonreí ante mi anterior victoria. Después se me vino a la mente lo que había hecho Sasuke y se me estremeció la piel. Estaba sumida en mis pensamientos, cuando oí un grito que me sacó de lugar.

Venía de arriba, se escuchaba que alguien discutía con Sasuke. Me preocupé y subí las escaleras en silencio, en puntas de pie, y asomé levemente la cabeza por la puerta para ver qué ocurría.

Estaban Sasuke y dos hombres más. No recordaba sus voces, pero no podía olvidar sus rostros… eran los tíos de Sasuke: Obito y Madara, dos hombres adultos con una mirada mucho más intensa y oscura que la de su sobrino. Reflejaban porte y opulencia, ambos estaban vestidos de traje.

Nunca me habían caído bien, eran corteses en el exterior pero, por alguna razón, siempre me habían dado mala espina.

–¿Cuántas veces tenemos que pedírtelo? Eres sólo un crío. Has hecho un buen trabajo hasta ahora, eres muy prudente, sabes manejar los negocios. Pero queremos que estudies, ¿crees que esa beca completa en Harvard esperará por siempre? –le decía Obito con una voz firme.

–Nosotros nos haremos cargo de todo: reuniones, asociaciones con fábricas, proveedores, las sucursales de la tienda de armas Uchiha, todo. Sólo tienes que firmar un poder y serás libre de hacer tu vida. Nosotros velaremos por el bien de lo que construyeron tus padres.

La autoridad de Madara, la firmeza con la que hablaba daban escalofríos. En ese momento escuché un fuerte golpe sobre el mostrador, y observé el rostro de Sasuke. Nunca lo había visto así… jamás. Lucía enfurecido, respiraba fuertemente, aniquilaba con la mirada a sus dos antecesores.

–Ya les dije que no es lo que quiero hacer –les comunicó con una seriedad increíble–. Si les gusta Harvard pueden ir ustedes. Agradezco que me hayan cuidado cuando mi familia murió, pero ahora soy un adulto y esta es mi vida. Ocúpense de sus propios negocios y déjenme tranquilo, no voy a irme a ningún lado –finalizó, mirándolos fijamente a los ojos sin siquiera parpadear. Su ceño estaba fruncido y su puño cerrado contra el mostrador.

El silencio imperó en todo el lugar por un momento. Yo no sabía qué hacer, e intenté retroceder para volver a bajar antes de que alguien me viera, pero por alguna estúpida razón la madera del escalón rechinó antes de que pusiera mi pie en él.

Quise bajar apresurada, pero la puerta se abrió. Era Sasuke, mirándome seriamente. Una pequeña gota de sudor se deslizó por mi frente y no me quedó otra opción que subir y salir a superficie a hacerme cargo de mi presencia.

Los dos tíos de Sasuke me miraban con las cejas arqueadas, de arriba abajo.

–¿Y tú quién eres? –me preguntó Madara con descortesía.

–Disculpa su brusquedad –me dijo Obito con una sonrisa simpática–, espero que no hayas tenido que escuchar nuestra pequeña discusión –me dijo, corriendo una mirada fría hacia su sobrino–. ¿Cómo te llamas?

–Soy Sakura… no se preocupen por mí, debo irme de todos modos –informé con una sonrisa falsa, dirigiéndome a la salida.

–Espera. No tienes que irte –me detuvo la voz fuerte de Madara–. Debes ser la novia de Sasuke, ¿verdad? –su tonalidad de voz había cambiado. Parecía más amable de un segundo a otro. Me miraba con una extraña sonrisa en el rostro.

Me ruboricé un poco cuando procesé la pregunta. Iba a contestar, pero la voz de Sasuke se superpuso a la mía con calma.

–No, era una compañera de la escuela. Vino a buscar algo, eso es todo –les dijo a ambos, luego tomó la hoja que estaba sobre el mostrador y me la entregó.

Yo entendí el mensaje y agarré la hoja para largarme.

–No hace falta. Nosotros somos quienes nos vamos –dijo Madara, mirando a Sasuke austeramente–. Piensa en lo que hablamos hoy –le dijo, sin más. Los dos salieron del local tan rápido como entraron.

Miré la cara de Sasuke por un momento, no me miraba a mí. No paraba de observar la puerta por la que habían salido, lucía molesto.

–Sasuke… disculpa por… –él me interrumpió.

–No importa –dijo secamente, dedicándome una leve mirada.

Yo me quedé callada por un momento, sin saber muy bien qué decir. Era evidente que estaba enojado por lo que dijeron sus tíos, que él no quería irse…

Como no tenía qué hacer ahí, decidí irme de una vez.

–Nos vemos luego, gracias –le dije antes de salir, aunque no recibí ninguna respuesta.

Al salir suspiré para mis adentros y cerré los ojos por un momento, repasando en mi cabeza todo lo que había ocurrido.

Cuando iba cruzando la calle miré atrás y Sasuke tenía un brillo extraño en los ojos. Estaba sentado, sin hacer nada. Su mente parecía estar en blanco o pensar en mil cosas a la vez. Leerlo era tan difícil.

Seguí mi camino dándome cuenta de que ya era de noche. Ino tendría que esperar a mañana para leer las hojas.

Me sorprendí un poco cuando al llegar, vi que un BMW estaba estacionado frente a mi casa. Me di vuelta y comprobé que la vereda de enfrente estaba llena, y tuvieron que parar justo ahí. Era de Madara y Obito.

Cuando iba llegando podía escucharlos hablar, ellos no me habían visto.

–Sasuke no va a irse por las buenas, Madara –le decía Obito al hombre, encendiendo un cigarro.

–Tenemos que sacárnoslo de encima de una vez. Nos está molestando demasiado. No pensé que fuese necesario con él también, pero no nos deja opción. Es un estorbo en nuestros objetivos –respondía Madara.

Yo me escondí tras un árbol, no podía creer lo que oía. Ahora entendía todo… Sasuke no era idiota, se daba cuenta de que sus tíos se lo querían sacar de encima para administrar el negocio ellos mismos, por eso no quería irse. Era el bien de su familia, después de todo.

Eran tan hipócritas. Me sonrieron de manera tan amable, y ahora hablaban de esa forma.

–¿Qué opinas de la chica que estaba ahí adentro? –le preguntó Obito a Madara de repente, sacándome de mis pensamientos y enfocando toda mi atención ahí. ¿Por qué hablaban de mí ahora?

–Linda –respondió con sequedad el otro.

–No me refiero a eso. ¿Crees que está saliendo con Sasuke? Podríamos convencerla de que lo mejor para Sasuke es irse a Harvard. Incluso podríamos mover contactos allí y hacer que la transfieran con él. Ella lo mantendría ocupado, si sabes a lo que me refiero.

Aquello m enfureció, pero me controlé y me mantuve al margen de la situación cerrando mis puños y apretujando con bronca la piel contra mis uñas. Realmente no podía creer lo que estaba escuchando. Escuché a Madara echarse unas risas de complicidad burlona con su hermano. ¿Cómo podían hablar así de alguien que ni siquiera conocían? Se referían a mí y a Sasuke como si fuésemos cosas.

Pero pronto la expresión de Madara cambió y se desdibujó a una mueca seria. Miró fijo a los ojos al otro Uchiha y abrió los labios para hablar.

–Creo que los dos sabemos que en estas instancias necesitamos tomar medidas más drásticas para sacarlo del medio.

El silencio se adueñó entre ambos por un largo momento, luego Obito asintió con la misma seriedad que la de él y ambos subieron al auto sin decir nada. Arrancó y se fueron.

¿A qué se referían con "medidas drásticas"? Realmente eran muy siniestros. Antes me daban mala espina, pero ahora ni siquiera podía confiar en otra palabra que me dijeran a la cara. Eran dos bastardos hipócritas, no querían para nada a su sobrino.

Fui a casa, pensando en todo lo que había escuchado y visto. Todavía me costaba creer que tantas cosas me hubiesen pasado justo a mí en un solo día. Sasuke había sido un poco tosco… pero no tanto como creí que sería. Y luego estaba lo de sus tíos…

En fin, me fui a dormir. Al otro día tendría que lidiar con la pesada de Ino. Su orgullo le impedía mandarme un mensaje de texto preguntándome por los apuntes, pero estaba segura que los quería y que en ese momento moría de los nervios por no tenerlos con ella.

Reí con un poco de malicia por dentro, pero luego me sentí un poco mal por ella.

Dejé de pensar en ello y cerré mis ojos, dejando que la oscuridad se abriera paso de a poco en mi mente… trataba de mantenerla en blanco, pero lo único que escuchaba en mi cabeza era la voz de Sasuke. Lo único que veía era su rostro, mirándome con esa media sonrisa suya, con sus ojos oscuros e intensos, brillando. Esa nariz, esas cejas. Ese cabello, esos labios…

Ese corazón extraño, latiendo despacio. Guardaba tantos secretos adentro.

Podía recordar nuestros años en el secundario. Me parecía tan guapo, pero también había algo profundo en su mirada que me cautivaba. Mi corazón latía rápido cuando lo veía por ese entonces. Desde hacía mucho tiempo que no sentía mi pecho revolotear así… Siempre me gustó, incluso después de graduarnos. Como dijo Ino… todas estaban enamoradas de él, pero luego de la escuela encontraron a alguien más y lo olvidaron. ¿Pero cómo podía olvidarlo yo, si lo tenía justo frente a mi casa todos los días? No sé cuál era mi problema. Simplemente me resultaba atrayente… siempre creí que tenía algo, detrás de esa frialdad, que escondía a todos… y que estaba esperando a ser desenterrado. Sin embargo, después de la escuela creí que todo había terminado. Ese sentimiento fue apagándose de a poco. No desapareció, sólo se atenuó.

Pero al entrar a ese lugar, al verle a la cara tan de cerca por primera vez. Sentir sus manos sobre mis hombros, ver su diminuta sonrisa, sentir una tristeza inexplicable en sus ojos luego de la visita de sus tíos.

Todos esos sentimientos que había atenuado yo misma por un tiempo volvieron a surgir en un segundo como si hubiesen estado esperando el momento preciso para hacerlo. Mi corazón no paraba de latir, sólo con pensar en él se me estremecía la piel y me temblaban las manos.

Me ponía ansiosa, quería volver a verlo y a escucharlo. ¿Por qué? La verdad es que no me entendía muy bien a mí misma. Era una conexión extraña que dudaba que él sintiera para conmigo. De hecho había sido un poco hostil más de la mitad del tiempo que había estado ahí, pero no me importaba.

Cuando me di cuenta ya eran las siete de la mañana, no podía creer que el tiempo se me hubiese pasado tan rápido. Ni siquiera me sentía cansada, era tan extraño.

–¿Hija? –preguntó mi mamá, entrando con el desayuno– Es un poco tarde, así que te traje esto para que vayas tranquila a la universidad –me ofreció con una sonrisa, sentándose a mi lado en la cama.

Yo me refregué los ojos y me senté a su lado. Tomé un sorbo del café y le sonreí.

–Ayer no me contaste dónde estabas tan tarde… –me dijo, guiñándome el ojo. Sabía que el desayuno tenía un precio.

–Bueno… ehm… –me rasqué la cabeza un poco nerviosa– El chico que vive en frente…

–¡Oh! ¡El Uchiha! –exclamó ella con emoción y sorpresa al mismo tiempo– Vaya, tú sí que sabes elegirlos… –me susurró, con una sonrisa. Luego se levantó para irse.

–Mamá, espera –la detuve, haciéndola virar con curiosidad–. ¿Tú conoces a sus tíos?

Ella arqueó ambas cejas y miró a un lado, pensante.

–La verdad es que nunca hablé con ellos, no me caen muy bien –me dijo–. Ahora que lo pienso, luego de la muerte de la familia Uchiha… –ella iba a comenzar algo, pero luego sacudió rápido la cabeza y cerró sus ojos con un poco de amargura– Nada, olvídalo. Me voy.

Yo sentí mucha curiosidad y me puse de pie.

–Espera, quiero saber –le supliqué. Ella me miró con un brillo extraño en los ojos. Suspiró y comenzó a hablar.

–Bueno, no es nada. Pero sabes que no me gusta difamar a la gente porque sí. Es sólo que, luego del funeral, corrían rumores muy fuertes sobre la involucración de los hermanos de Fugaku en el accidente. Nunca encontraron pruebas, claro, y ellos siempre cuidaron bien a Sasuke, así que no creo que sea nada –finalizó con una sonrisa torcida. Me miró y suspiró–. Bueno, me voy a lavar la ropa hija. No me hagas caso, sólo eran rumores –decía en el pasillo.

Yo me quedé pensando en lo que me acababa de decir. ¡Qué extraño era todo! No podía estar segura de nada, pero los nervios me recorrían la espalda. Tenía un poco de miedo de lo que pudiera pasar. Si ellos habían sido capaces de eso… ¿entonces qué podía esperarle a Sasuke? Podía recordar que habían dicho algo así como "no creía que fuese necesario con él también"… ¿qué significaba eso? ¿Por qué "con él también"?

Pero no podía sacar conclusiones sin pruebas reales. Esa conversación podía significar cualquier cosa… no creo que… planearan matarlo, ¿o si…?

Me levanté, me cambié, me lavé la cara y me fui a la clase. No podía parar de pensar en eso todo el tiempo, ni siquiera en clases dejé mi mente en blanco. Ino me hablaba, se le había pasado el enojo. Pero yo simplemente tenía la cabeza en otro lugar.

¿Sasuke estaba bien…? ¿Acaso debía decirle lo que vi luego de irme de su local? No era de mi incumbencia. ¿Siquiera me creería?

Cuando menos me di cuenta ya era la hora de irme a casa de nuevo. Eran las seis de la tarde, pero el sol ya estaba bastante bajo. Hacía mucho frío. Tomé el subte y luego caminé las cinco cuadras que tenía hasta casa.

Pensaba en Sasuke y en sus tíos, estaba preocupada… pero cuando pasé por al lado de un callejón, mi atención por fin se dirigió a otra cosa.

Escuchaba hablar a alguien allí dentro, eran casi susurros. Las voces me resultaban conocidas. No había nadie más en la calle, el callejón estaba un poco oscuro. A pesar de que mi instinto de supervivencia me decía que no lo hiciera, me escondí tras un tacho de basura y me agaché para escuchar. Saqué mi celular y comencé a grabar lo que oía.

–¿Has entendido lo que tienes que hacer? –le preguntaba una voz muy, demasiado conocida.

–Por supuesto que sí. ¿Creen que no sé lo que hago? Soy un profesional. Puedo encargarme de ese chiquillo en dos minutos –le respondió una voz fuerte–. Recuerden que lo único que quiero es cinco mil dólares americanos ahora y un tercio de la primer ganancia del tráfico de armas.

¿Tráfico de armas…? No podía creerlo. ¿Esa era la verdadera razón para sacar a Sasuke de en medio?

–Claro que sí. Te dimos nuestra palabra… siempre y cuando lo hagas parecer como un robo común y corriente, todo estará bien –le dijo con su ronca voz Madara.

–¿Cómo era que se llamaba este chico? –preguntó el hombre una vez más.

–Sasuke, Sasuke Uchiha –respondió en una seca oración el Uchiha menor.

Mi corazón dejó de latir por un minuto.