Capítulo 20: Réquiem.


Subieron a la aeronave, fría y del tamaño de un edificio. Los soldados los obligaban a acelerar el paso con empujones y golpes leves. Ninguna palabra fue pronunciada por los tributos, ni siquiera se atrevían a cruzar miradas con sus aliados. Cualquiera podría ser un traidor. Cualquiera de ellos podría caer ante sus propias manos… o ellos ser presa de las suyas.

A pesar de no querer llegar, y de temer lo que les depararía en las próximas horas, el viaje les pareció lento y tedioso. Tyler aún repasaba en su cabeza, una y otra vez que debía de acabar con todos para volver a su distrito, y regresar con Diana; pero para eso, primero tendría que saber cómo mantener con vida a sus aliados. La noche anterior, Salvia le había transmitido el descubrimiento de su compañero, Rye. El chico de ojos rasgados aseguraba que Julio, del distrito tres, tenía una gran habilidad con el arco. A Tyler le había sorprendido la astucia del arquero. Aunque odiara admitirlo, Rye había probado que no era tan inútil como el pelirrojo pensaba.

—Listos para aterrizar —transmitió el radio del soldado encargado de vigilar a los tributos.

Del compartimiento posterior, veinte soldados marcharon en fila hasta que cada uno estuvo frente a un tributo. De un maletín metálico sacaron pequeños dispositivos negros, muy similares a una pulsera o a un reloj. La orden para que se lo colocaran fue muy precisa. Los aparatos debían de ser colocados en la muñeca derecha, resistirían agua, frío, fuego y cualquier impacto. Pronto, los tributos sintieron la incómoda presión que suponía el portarlos.

—Con esto les transmitirá diferentes notificaciones, así que no los pierdan de vista —vociferó el soldado en jefe con una voz ronca, sin observar a ningún tributo en especial—. Ahora, suministren las inyecciones.

Con un movimiento que nadie pudo evadir, los soldados tomaron con brusquedad el brazo izquierdo de cada tributo e insertaron una aguja larga y dolorosa; y a pesar de los forcejeos e insultos de Carrie, ninguno pudo hacer nada con el pesar de sus parpados. Lo último que pudo ver Sharon, fue cómo la picaban con otra jeringa, pero no pudo ver lo suficiente para saber que le extraían su fluido carmesí.


Un leve shock eléctrico en su muñeca despertó a los tributos. Ya no se encontraban sentados en la gigantesca aeronave, sino en unas cajas alargadas; el olor que emitían le comunicó a Damian que estaban hechas de madera. No podrían llevar sus brazos a su cabeza por lo angosto del cajón. Renzo comenzó a sentir desesperación por su cuerpo inmovilizado; su respiración también había aumentado, y comenzó a agitar la caja.

—No intenten salir o explotarán —una voz robótica de mujer sonó a través del reloj en su muñeca. El aparato emitió una tenue luz roja que iluminó el cajón en el que se encontraban encerrados—. Cuando la luz se apague, la cuenta regresiva comenzará, de sesenta a uno. Cuando la cuenta termine, la caja se abrirá y podrán salir.

La voz se quedó en silencio para todos, excepto para Sharon. La pelirroja dio un salto al escuchar al robot de su reloj decir su nombre.

—Sharon Blue, por haber ganado el premio de popularidad en la Capital, podrás salir antes de la cuenta regresiva, dándote sesenta segundo de ventaja sobre tus compañeros —el robot hizo un intento de pausa—. Debajo de tus pies encontrarás una mochila con un mapa especial, que probablemente encuentres útil.

Al regresar al silencio y a la oscuridad, Sharon pudo sentir el fuego en su pecho. Tendría sesenta segundos, para hacer lo que necesitara… ¿Se podría dar el lujo de ver el mapa?

El reloj de todos los tributos emitió un tétrico chirrido, que culminó con el desvanecimiento de la luz escarlata. En ese mismo instante las cuatro paredes de la caja de Sharon cayeron al suelo con un sonido seco. Los ojos de la pelirroja no podían creer lo que veían.

Era una habitación digna del capitalino más rico y pomposo de todos.

—¡Demos comienzo a los Juegos del Hambre! —dijo una voz masculina, diferente al robot.

Todos los relojes marcaban los segundos que faltaban para salir.

60…

59…

58…

Renzo intentó pensar en el río, en la libertad, en el aire que en ese instante era inexistente. Chiqu, por su parte, tenía pensamientos contrarios a la paz que se forzaba Renzo a imaginar. El niño se arrojaría al primero que se encontrara, solo necesitaba un arma. Así que ese sería el plan: Encontrar un arma y comenzar a asesinar. Se quitó la sudadera que tenía, y la ató a su cintura. Necesitaría todo el movimiento posible.

Sharon llegó hasta la puerta sin perder ni un solo segundo. Llevó su mano al picaporte de la puerta, y descubrió que estaba cerrada. Intentó con toda su fuerza abrirla, hasta lastimar su mano, no era posible, perdería los segundos que tenía de ventaja. Revisó de nuevo la caja para ver si habían dejado algún objeto que pudiera abrir la puerta… su mirada se clavó en el mapa. Éste no marcaba una región, ni tampoco un territorio. Era un edificio.

El Palacio de Circenses.

25…

24…

23…

Una marca en veinte cuartos indicaba a cada tributo; Sharon no tardó en encontrarse marcada como un "T2F", al comparar la habitación con el diagrama en el mapa: Tercer piso, habitación 5. Pero algo más le llamó la atención. El plano marcaba dos puertas, a pesar de que sólo había una visible. Se acercó al lugar que el plano marcaba como una entrada, detrás de un buró pequeño; y en unos segundos, ya no se encontraba en la habitación.

5…

4…

3…

2…

1…

Todas las cajas golpearon en coro el suelo. Todos los tributos se sorprendieron al ver que no era un lugar salvaje como les habían advertido, pero ninguno se detuvo a admirar más de un instante su alrededor.

Tyler, por inercia, recordó una de las primeras reglas que le habían inculcado en la Academia: Jamás salgas al combate sin un arma; por lo que fue lo primero que buscó. Como un escáner, pasó la vista por todos los objetos, hasta notar un tocador muy ordenado. Al acercarse, no perdió tiempo en observarse en el espejo que llegaba hasta el techo, revolvió con sus manos la mesa, y tomó unas tijeras metálicas tan puntiagudas como su instinto los cuchillos caseros, y largas como su antebrazo. Corrió a la puerta, sea lo que sea que sucediera, estaba listo; y quería volver lo más pronto posible a los brazos de Diana. Intentó girar la perilla de la puerta blanca que lo dividía de los demás, en poco tiempo, al igual que su compañera, supo que estaba sellada. No fue un problema, puesto que desde los trece años los habían adiestrado a entrar a edificios por la fuerza buta. Tres empujones con toda su fuerza, y del modo correcto bastaron para que fuera el primero en salir a un pasillo con cuadros pintados y mesitas talladas de madera lustrada.

Entonces del cuarto adyacente salió Damian, del distrito ocho.

Tyler se escondió detrás de un mueble con muñecas de porcelana y preparó las tijeras. El recién llegado no estaba armado, y por su ojo no había podido ver al pelirrojo. Tyler aceleró su paso, como un zorro, al ver que el tributo del ocho le daba la espalda. Este era el momento. Tyler se lanzó hacia el chico.

El crujir del suelo alertó a Damian de su acechante. Con un giro logró esquivar la puñalada del tributo entrenado, pero Tyler no bajó el ritmo. Volvió a lanzarse en contra de Damian, dejándolos a ambos suspendidos, de pie. Ambos tenían sus manos en la pelea, Tyler dirigiendo las tijeras, y Damian deteniendo al pelirrojo por las muñecas. El atacante comenzó a gruñir para sacar toda su fuerza, no contaba con la poderío de su contrincante.

Damian pudo ver el rostro de Tyler enrojecerse por la presión antes de que cayeran al suelo, dejando a Damian en la posición más vulnerable. Las tijeras se acercaban a su rostro, a sólo cinco centímetros de distancia; Damian sólo pudo hacer una cosa. Con su mano, tomó la punta de las tijeras y en un único impulso concentró toda la fuerza que había ganado en sus arduas horas como leñador. Una lluvia de sangre cayó en su rostro mientras se quitaba a Tyler de encima. Cuando el pelirrojo cayó entre el suelo y la pared, Damian corrió por el pasillo lo más rápido que le permitían sus piernas.

Jesslyn continuaba dándole empujones a la puerta., pero no podía atravezarla. Comenzó a escuchar más golpes, provenientes del otro lado; los demás debían de estar pasando por lo mismo. La chica revisó, con falsas esperanzas de encontrar otra forma de salir. Hasta que vio los ventanales que se encontraban detrás de una cama King size. Corrió hasta ellas y pudo ver un mar de verdor del otro lado. Arboles gigantes, y el suelo lleno de maleza; muy similares a los de su distrito. Observó hacia abajo, se encontraba en el segundo piso; al ver las pequeñas cúpulas y los relieves, supo que era una réplica del palacio presidencial. No podía salir por la puerta… ¿Se arriesgaría a salir por la ventana y romperse el cuello?

Sin pensarlo más, tomó un banquillo pesado, y lo lanzó a los ventanales, rompiendo el cristal y permitiendo entrar una marejada de calor familiar que no había sentido en días.

El sonido del cristal rompiéndose causó un eco por toda la casa, y se volvería a repetir al momento que Xavier llegara a la salida de su habitación. La puerta que lo encerraba era mucho más delgada y frágil que las de los demás tributos, con vidrios delgados que se romperían con un mínimo golpe. Se pudo a menos de un metro de distancia de ésta, levantó su pie con una de las pesadas botas que la Capital les había dado, y propinó una patada con toda su furia albergada en su ser; el estruendo retumbó mucho más que el anterior, y partículas de cristales cayeron al suelo como nieve. Xavier había salido, y estaba listo para cumplir sus planes.

Salvia ignoró la incomodidad que los maniquíes irradiaban, y se dedicó a quitar el clip que sujetaba un conjunto de hojas. Tres muñecos había en su habitación, dos de madera con ropa típica de la Capital y uno de un metal que la chica jamás había visto; éste le daba la impresión de tener una similitud inmensa con Solaris. Antes de correr hacia la puerta intentó buscar algo que pudiera utilizar para defenderse; un clip no sería de mucha ayuda si se encontrara a André, o si Xavier se decidiera a traicionar a la Alianza. Lo más útil que encontró fue un juego de llaves largas. Se dirigió a la puerta y comenzó a piar el orificio del picaporte, como le habían enseñado Laura y Vito, sus hermanos gemelos. Por primera vez agradeció que se escaparan de noche.

El seguro se botó y la sangre de la chica subió a su cabeza de golpe. Cualquiera de los diecinueve podría ser un peligro.

Carrie salió en un cuarto sombrío. Una luz, que ella suponía era la del sol, entraba entre unas gruesas grietas de una puerta doble de madera; lo que le llamó la atención a la chica, era que la puerta estaba inclinada, como si se encontrara bajo tierra. Los objetos se delineaban gracias al sol que lograba eludir la entrada. Eran barricas, barriles de vino tan grandes como una habitación pequeña. El olor a humedad y fetidez era insoportable. Carrie corrió hacia la puerta, pero se topó con unas gruesas cadenas y un candado del tamaño de su mano. De improviso, el dispositivo que los soldados le habían entregado comenzó a sonar.

—Carrie D' Graint, por haber ganado la segunda encuesta, se ha dejado una pistola de energía debajo de las escaleras de la entrada —Carrie no esperó ni un instante antes de lanzarse a buscarla, al agacharse en el suelo, las palmas de sus manos acariciaron un ente parecido a una alfombra; Carrie no tardó en descubrir que era moho—. La pistola tiene tres municiones. Probablemente encuentres el objeto útil.

Al encontrar la añorada pistola, Carrie se dio cuenta de la casi imperceptible jugada de Solaris. Ella había ganado los tres tiros, pero la cadena irrompible la obligaría a utilizar uno de ellos para su salida.

La maldijo en su mente, junto con los que habían creado los juegos, y disparó a la cadena y al candado. La bola de energía iluminó la habitación, y abrió las puertas de par en par. Cuando la luz entró la chica se sintió asqueada por el lugar en el que se encontraba. Toda la madera estaba podrida, en el suelo crecían hongos, y creyó ver gusanos en una esquina justo antes de salir corriendo. No le importó la selva, ella se sentiría en casa ahí. Llegó a la orilla y se escondió para intentar ver qué sucedía con los demás.

Mientras Sharon descubría que había llegado a un lugar polvoriento y lóbrego, en un almacén del primer piso, Camila buscaba en los anaqueles algo que la pudiera ayudar a salir de ahí. El lugar en el que estaba era pequeño, lleno de cajas y objetos grasientos. El olor a aceite también comenzaba a causarle una jaqueca.

En el estante más cercano al suelo, encontró una caja pesada, la cual tuvo que arrastrar con todas sus energías. Al abrirá una explosión de esperanza surgió en su ser. Estaba llena de herramientas; martillos, pinzas, tornillos, desarmadores, incluso un taladro. Tomó la llave inglesa más grande que pudo encontrar, y le propinó un golpe a la manija de la puerta que le impedía el paso. La rompió con un solo impacto, y salió de un salto sin dudarlo.

Entonces se encontró cara a cara con Salvia, en un pasillo muy angosto. Escuchaban pasos en el piso superior, alguien corría justo sobre ellas. Salvia apretó su puño en el que traía las llaves; la más larga la había colocado entre sus dedos índice y medio. Su plan era lanzar un golpe al rostro con la llave en cuestión, sabía que la punta se dirigiría a las cuencas de los ojos… pero ella jamás había pensado que el momento llegaría tan pronto. Por otro lado, observó la llave inglesa que la chica del diez portaba. Un golpe al cráneo será mortal. Una veía los ojos de la otra.

Salvia dio un salto al cuarto adyacente y se encerró en él, movimiento que aprovechó Camila para correr lejos de ahí. Ambas, ignorándolo, soltaron todo el aire que habían guardado en ese momento. No lucharían, por ahora.

Alejandra seguía buscando en el almacén en el que había salido. La habitación era grande y limpia, sin decoraciones y llena de anaqueles con cajas vacías. Su instinto la obligó a buscar comida para guardar en caso de que la Alianza se deshiciera al momento. El sonido de cristales rotos le puso los nervios al extremo. No encontró nada. El lugar en el que debía de haber comida estaba vacío. Tenía que haber algo, no podían haberlos mandado sin suministros… ¿o sí? Forzando a sus pies, caminó hasta la entrada del almacén, el cuál carecía de puerta y llevaba directo a la cocina.

La puerta cayó frente a Air. A varios metros de él, logró ver el cabello ondulado de Amancay, la chica del cinco bajó por unas escaleras y la perdió de vista. Pornto sus oídos captaron el sonido de embestidas a dos habitaciones de distancia, escuchó que alguien intentaba derribar la entrada.

Air se acercó sin saber lo que esperar. No sabía quién podría estar del otro lado; había la gran probabilidad de que fuera alguien de la Alianza, pero también podría ser Damian, André o Alix…

—¡¿Quién está ahí?! —gritó sin titubeos.

La persona dejó de golpear la puerta, y Air tragó saliva por la falta de respuesta.

—¿Air?

La voz fue inconfundible.

—¿Hobbit? —preguntó Air, aliviado de no tener que elegir entre huir y quedar como un cobarde, o esperar y lidiar con el miedo de asesinar o ser asesinado— ¿Tienes problemas para salir?

—La puerta está atascada, he estado golpeándola todo este tiempo.

Renzo moría por salir de ahí, aunque no supiera lo que sucedía afuera, pero cuando Air abrió la puerta de una patada, el chico de menor estatura se arrepintió de haberse encontrado con su aliado. Disimuló su decepción por no haber abierto la puerta por su cuenta, y no tardó ni un segundo en proponerle a Air salir del edificio. Tendría que vencer a alguien para no quedar como un tonto.

Cuando Alix salió de la caja, no se encontró rodeado por cuatro paredes, o numerosos anaqueles vacíos. Él se encontraba en lo más alto de la réplica del Palacio Nacional. La única puerta se encontraba sellada, pero él tenía otros planes antes de bajar al conflicto principal.

Estudió todo lo que pudo del exterior. Al norte había una pequeña cordillera de montañas abruptas que carecían en su totalidad de vegetación, al igual que varios puntos intermedios entre la serranía y el edificio en el que se encontraban. Al oeste la selva continuaba hasta donde alcanzaba la vista, al igual que en el sur; pero en el este, sus pupilas se quedaron fijas al ver una costa.

Una sonrisa incrédula se dibujó en su rostro. Tenía que llegar ahí. Conseguiría comida, que era lo principal, y era posible que un río desembocara en algún punto… pero al mismo tiempo, necesitaba encontrar a Andrisa.

Algo llamó la atención del chico. Era Jesslyn, la chica del distrito siete bajando por los muros exteriores. Al principio le pareció una idea desquiciada, pero después observó que el decorado del edificio proveía de las bases propicias para bajar sin mucho peligro… además si ella podía ¿Por qué él no?

Chiqu llegó a la cocina, cuidando de que nadie lo viera. Escuchaba los pasos en las habitaciones adyacentes. Llegó a los cajones corriendo, y como se imaginaba, encontró un cuchillo de buen tamaño, hecho para cortar la carne de cualquier animal, o humano.

Unos pasos apurados le indicaron que alguien se acercaba. Ese era el momento, un momento plácido que había esperado toda su vida. Se escondió detrás de la pared y esperó. Vio pasar la sombra y pronto estuvo en su mirada el cuerpo de su presa; que parecía proponerse salir por una puerta que llevaba al exterior. Con la sonrisa, muy similar a la de un niño recibiendo un regalo, Chiqu salió de su escondite y le propinó una puñalada al brazo del chico.

El rugido de Xavier retumbó por toda la casa, y antes de que Chiqu volviera a apuñalarlo, el tributo del diez dio una vuelta y le arrancó el cuchillo de las manos. Después lanzó su poderoso ser hacia el niño y comenzó a apuñalarlo en el estómago hasta hundir toda su muñeca dentro de él. Chiqu emitía chillidos por el dolor que jamás había sentido, pero Xavier no se detuvo. Lo aculilló dos, tres, y más de cuatro veces. La sangre volaba a el del joven mayor, que sólo pensaba que dejaría de perforarle sus entrañas hasta que el último sonido del niño saliera de su boca.

Por un instante todos los tributos se petrificaron. El primer grito había confirmado hasta la más mínima duda de que los demás asesinarían a quien pudiera. Carrie, a la orilla del prado del edifico. No pudo evitar sentir pena por todos los involucrados; en especial por el que emitía los bramidos.

Cuando el niño que alguna vez había sido golpeado por su padre, y explotado en las minas exhaló su último aliento, más como un lamento, Xavier clavó con fuerza el cuchillo en el pecho del pequeño, con su mano bañada en la sangre del primer caído. Al levantarse, Xavier se percató de que alguien lo observaba.

Era Alejandra.

La chica, pálida como las paredes del edificio, había sido testigo de la atroz escena. La sangre del niño estaba esparcida como un manchón de pintura por el suelo y las paredes, y continuaba creciendo por cada segundo que pasaba. El sufrimiento del niño había sido lo más impactante para ella. No podía creer que ese niño ya no estuviera vivo. Su mirada se cruzó con la de Xavier, que la observaba como cuando los lobos la observaban a ella antes de atacar. Aunque la chica no pudo controlar la fuerza de su respiración, se acercó al niño y tomó la sudadera que se había caído con la primera puñalada. Cuando comprobó que estaba limpia, le pidió el brazo herido a Xavier.

—¿Sabes que puedo matarte? —Xavier le habló, sin apartar miradas y con su tono duro.

Alejandra tragó saliva. La pregunta le terminó de sacar una lagrima que había guardado por la muerte de Chiqu. Comenzó a hacerle un torniquete.

—Eres mi aliado —respondió Alejandra recomponiéndose—. Además nos diste tu palabra de que no nos atacarías hasta que no haya más tributos.

Su respuesta le había parecido un tanto tonta. Había la posibilidad de que Xavier mintiera, y que con un solo movimiento, él la asesinara igual o peor que a Chiqu… por otra parte, ya la hubiera asesinado si quisiera hacerlo.

Andrisa había logrado salir al igual que Camila, rompiendo el picaporte, pero con un pico que se utiliza para mover los troncos de una chimenea. Tomó sus precauciones, y siempre con el pico preparado para defenderse de cualquier peligro. El grito que se había escuchado era demasiado agudo como para ser de su hermano, así que supuso que había muerto el chico del seis o el del nueve.

Su prioridad era salir de ahí. Por Alix estaba preocupada, pero sabía que su hermano saldría de ahí con vida; siempre había sido bueno escabulléndose, y por primera vez deseó haber hecho lo mismo.

Se encontraba en el primer piso, de eso no había duda; pero no podía encontrar la salida del lugar. Intentó abrir los ventanales, pero al igual que las puertas, estaban sellados. Por desgracia los objetos que podrían romperlas se encontraban demasiado lejos y cargarlos supondría un riesgo demasiado alto; por otra parte, si usaba su pico, la lluvia de cristales la dañaría.

En un cobertizo de madera en el exterior, Julio había logrado pulverizar la frágil puerta de madera que lo separaba del prado en el que el edificio se levantaba. Para su suerte, en la cabaña había hachas, cuchillos, lanzas y lo que le causó el alivio más grande de su vida, un arco y flechas.

Era diferente al que usaba en su distrito, mucho más viejo y frágil, pero aún podría utilizarlo. Al salir, tensó la cuerda y se preparó pala luchar. Debía salir de ahí y regresar con sus amigos.

Vio a la chica del diez salir corriendo del edificio. No había árboles, así que sería un disparo sencillo. Camila se encontraba entre la selva y el edificio; y justo en la mira de Julio.

Detrás del arquero, una puerta se azotó. Julio dio un sobresalto y disparó a poco más de un metro de los pies de Camila, quien ahora se había internado en la oscuridad de la abundante maleza. Julio dio un giro y vio Xavier, con su brazo envuelto, correr a la jungla; por donde había escapado Camila. Su posición era demasiado vulnerable, por lo que decidió mantenerse escondido.

Dentro del edificio, Mica forcejeaba con la puerta principal, pero era inútil, no contaba con la fuerza para hacerlo. La salida tenía unos vitrales muy coloridos, de palomas y rosas blancas que podría romper con un bueno golpe, así que fue hasta una mesa de seis metros de largo, y tomó un jarrón vacío; al darse vuleta, se encontró frente a Andrisa.

Forcejearon con la mirada, pero fue Andrisa la que dio el primer paso. Mica le arrojó el jarrón al ver que la chica del cuatro preparaba su pico para atravesar su carne. Comenzó la persecución por la lujosa sala, de la que Mica no encontraba una salida.

Tiró sillas y estatuillas para impedir el paso de su perseguidora. Escuchaba las pisadas detrás de ella. Carecía de un arma, no podría hacer nada en contra del fierro capaz de atravesar su cuerpo.

Entonces se le ocurrió la única idea.

Corrió hacia los vitrales y se lanzó a través de ellos. Cortando sus brazos, cara y piel expuesta. Sus codos y sus rodillas golpearon el suelo lleno de pasto, haciendo que levantarse y volver a correr pareciera que espinas la envolvían. Volvió a caer después de avanzar unos cuantos metros, pero se volteó a su atacante, quien se limitaba a mirarla con sus ojos pardos.

No corrió a asesinarla.

Andrisa se alejó del lugar forzando a sus pies a correr como jamás lo habían hecho. Mica sólo se quedó en el suelo, llena de dolor y cortadas numerosas, sin poder controlar su respiración.

Alguien la tomó por su costado y la chica volvió a sentir el estruendo en sus articulaciones.

—¡Mica, debemos de correr! —era André— ¡Ya, Mica!

Su aliado la levantó del suelo y casi la cargó hasta la jungla, hasta que Mica por sí sola se forzó a pararse sobre sus propios pies.

—La chica del cuatro —escupió Mica intentando tragar aire, entre todas sus heridas—, me persiguió, me iba a matar pero… se detuvo.

—Tal vez me vio ir hacia a ti, y decidió que era mejor huir. —dijo André, para la sorpresa de Mica, con su icónica sonrisa.

No hablaron más del tema, pero la chica no tardó en darse cuenta; Andrisa solo la había utilizado para escapar del edifico, justo en la misma forma como ella iba a utilizar el jarrón.

Y ella había cumplido su propósito.

Alix observó a su hermana corriendo hacia el follaje. Su impulso para llamarla fue suprimido por la necesidad de pasar lo más desapercibido posible. Además de no exponer a Andrisa a otros peligros. Debía de encontrarla. Debía de sacarla de ahí.

Alejandra dio su primer respiro y se acercó para quitar el cuchillo del pecho del niño sin vida. Se inclinó, casi sintiendo el luido rojo invadir sus botas y justo antes de tomarlo, dos piernas se postraron frente a ella.

Por inercia, Alejandra se levantó y pudo ver que era Amancay, la chica del cinco; que miraba horrorizada el cadáver de uno de los tributos más jóvenes. La chica del cinco apretó los dientes, y a Alejandra la acusó con la mirada por el siniestro. Con rencor por la muerte sádica, que Amancay pensaba que le había dado Alejandra al niño, se lanzó sobre ella.

Ambas cayeron al charco de sangre. Amancay lanzó puñetazos aleatorios al rostro de Alejandra, y ambas emitían quejidos. La chica del tres no podía detener los golpes, así que decidió atacar a la otra; sus uñas eran su única arma, así que lanzó una zarpada a la mejilla de su agresora.

Alejandra no supo si las gotas de sangre eran de ella, de la mejilla de Amancay, o del cadáver a su lado; pero las ignoró y jaló con toda a fuerza de su brazo el cabello ondulado de la chica del cinco, que lanzó un grito que atravesó las paredes del edificio.

Al liberarse de las garras de Alejandra, Amancay se separó de un salto y se levantó con un movimiento fugaz.

Entonces Tyler llegó por la cocina y observó la escena en un instante.

Amancay salió corriendo por la puerta que había derribado Xavier momentos antes. Sabía que contra dos su pelea sería inútil.

—¿Estás bien? —corrió Tyler a ayudar a su aliada, que aún seguía en el suelo.

—Sí —respondió Alejandra al levantarse, cubriendo una cuenca de ojo que le pulsaba y suprimiendo bochorno que le producía el cuerpo de Tyler a escasa distancia—. Mi ojo ¿Está bien?

La chica descubrió su ojo. Toda la zona estaba morada, y se hincharía en cuestión de minutos.

—Necesito hielo de inmediato —dijo Alejandra, sufriendo por el dolor—, ¿Crees que el refrigerador funcione?

Amancay corrió por el prado, con el ardor en su mejilla y gotas de sangre escurriendo por su mandíbula; pero algo muy singular llamó su atención justo cuando llegaba al borde de la jungla. Algo que estaba segura reconocía.

Eran P.S.T.

Los montículos, imperceptibles para alguien que jamás los había visto, iban desde la vegetación hasta un costado del edificio, y continuaban hacia el noreste.

—¡Amancay cuidado!

El grito rasposo de Renzo la hizo voltear por inercia. Su compañero había salido por una ventana, pero en su misma dirección, Julio la apuntaba con su arco.

Amancay se lanzó al suelo de la jungla, y la flecha que llevaba su nombre la rosó a centímetros de ella, pudiendo escuchar el silbido del viento.

Air aún estaba cruzando la ventana, así que Renzo corrió sin vacilar hacia Julio; más rápido que cuando salía de su escuela, y mucho más que cuando huía de los soldados que lo perseguían.

Julio tensó la cuerda de su arco y le dispara a Renzo justo en la cabeza. El chico del cinco esquiva la flecha con un movimiento sutil pero ágil. Julio coloca en posición otra flecha, pero Renzo llega antes de que vuelva a disparar, se desvía su arco y le da un puñetazo en el rosto que le perturba el equilibrio.

Julio intentó recuperarse, pero Renzo se lo impido, tomándolo del cuello de su playera y dándole más golpes… cada vez con menos fuerza.

El rosto del choco delgado estaba cubierto de sangre de su nariz y boca; pero en ese momento de duda, Julio tomó la flecha que tenía preparada y la encajó en el costado del abdomen de Renzo. Éste lo soltó para quitar el objeto de su interior, pero Julio volvió a aprovechar la distracción para tirarlo al suelo impactando el cráneo del otro chico con su puño.

En ese mismo instante, Air se abalanzó contra el tributo del tres. Los golpes eran mucho más fuertes que los de Renzo, y a diferencia de su aliado, Air no bajó la intensidad hasta que Julio quedó inconsciente.

Tyler llegó corriendo desde la cocina. Él y Alejandra habían sido testigos de lo sucedido. La chica aún observaba desde adentro.

Renzo quitó la flecha de su cuerpo. La herida había sido más superficial de lo que había pensado, cubriendo la herida, se levantó para ir con sus aliados y el tributo al que habían derribado.

Julio estaba recuperando la conciencia. Tyler, Air y Renzo intercambiaron miradas.

—Mátenlo

La voz femenina sonó en los dispositivos, con un tono que sugería tranquilidad y neutralidad a sus propias palabras. Los aliados se sobresaltaron. Air no quería tener que quitarle la vida a un sujeto, Tyler aun temía lo que asesinar a alguien conllevaría, y Renzo había descubierto que no era tan sencillo como había pensado.

—De no asesinarlo —volvió a sonar la voz de los dispositivos—. Ustedes tres serán asesinados dentro de tres segundos.

El mismo sentimiento helado recorrió el cuerpo de los tres. Julio abrió los ojos entre toda la sangre de su rostro, y vio en los de ellos.

3…

Air apretó sus puños. De tener que hacerlo él, tendría que intentar romperle el cuello-

2…

Tyler intentó pensar en Diana para acabar con el trabajo.

1…

Renzo tomó la misma flecha con la que Julio lo había atacado y la clavó en la garganta del chico, que dejó pasar la punta de como un cuchillo en un pan suave. Julio dio un intento de lamento, y su sangre envolvió la mano de Renzo.

La impresión los dejó como las estatuas del gimnasio de la Capital. Renzo apartó su puño, y dejó caer el cuerpo inerte de Julio al prado.

Alejandra veía la escena desde el interior del edificio. Bajo su rostro y volvió a sentir una lágrima salir de su ojo. Había conocido a ese chico desde hacía unos días, y sentía como si hubiera visto el asesinato de alguien un poco cercano. Había presenciado dos muertes, ambas injustas ¿Cómo podría tolerar que diecinueve personas pierdan la vida?

Mica y André continuaron avanzando en la selva, a un paso lento pero constante. El clima les parecía a los días calurosos en el distrito uno.

—Espera André —Mica se agachó a un arbusto—. Esto es Betula Celtiberica—arrancó varios ramos de hojas.

—¿Y eso qué es? —André se agachó para ver lo que hacía su aliada.

—Es abedul —respondió Mica—. Es un cicatrizante y antiséptico que… —André cubrió la boca de Mica.

Un brusco movimiento de hojas sonó detrás de ellos. Los pasos pesados movieron ramas y hacían crujir piedras.

Era Xavier. Parecía que buscaba algo en el horizonte cubierto por árboles. Mica dio un sobressalto cuando vio su brazo lleno de sangre. Ambos aguantaron la respiración. Era obvio que el tipo del diez intentaría asesinar, pero no sabían que se lo encontrarían tan pronto. Por su mente pasaban las probabilidades de a quiénes había matado.

Xavier escuchó un ruido del lado contrario de donde estaban Mica y André y salió corriendo. Por esta vez creyeron que estaban a salvo.

Carrie se internó en la selva al ver cómo terminaban con la vida del chico del tres. Odió presenciar el acto. Tres contra uno, y Tyler estando entrenado… tenía que hacer algo en contra de ellos. Eran una alianza fuerte si no había problemas internos. Cualquier otra alianza era patética a comparación de la de Tyler… a menos que pudiera hacer otra…

Carrie había visto quiénes habían salido del edificio y ya no quería presenciar más asesinatos como el del Julio. Se dirigió a la jungla. Comenzaría a hacer lo mismo que hacía en ocho.

Luchar contra el poder más fuerte.

Jesslyn se encontraba en la selva. Hacía unos minutos que había abandonado el edificio, lejos de los gritos y las peleas. Caminó hacia las montañas, al igual que Alix, ella había visto que la serranía no tenía árboles ni maleza. Ahí se sentiría más cómoda.

De improviso, un olor orgásmico inundó sus pulmones. Era un olor dulce, mejor que cualquiera de las comidas que había probado o visto en la Capital; mejor que cualquier postre, bebida, o perfume. Sus músculos se relajaron, y dejó que su nariz la guiara.

El aroma y el placer se incrementaron hasta llegar a un conjunto de hierbas curiosas, con tallos y hojas tan grandes como casas. Era una imagen bonita y tranquila, sin maleza que pudiera esconder serpientes o pestes; perfecta para su escondite. Seguía en su éxtasis cuando la vio. Una fruta roja, brillando a la luz del sol en un tallo encorvado.

El olor debía de provenir de ahí. De ese fruto tan grande como su torso. Jesslyn caminó, imaginando el sabor y echando en ocasiones una mirada sobre su hombro para cuidar que nadie la atacara.

Se paró de puntillas, estiró su brazo todo lo que pudo, y al rozar con la yema de su dedo medio el fruto, un par de hojas gigantes la envolvieron. Dejando sólo su brazo fuera de la trampa.

Las hojas tenían protuberancias alargadas en sus bordes, simulando una prisión. La presión que recibía el cuerpo de la chica la aplastaba con una fuerza constante. Su cuerpo estaba inmovilizado y comenzó a dejarse llevar por el pánico.

—¡Ayuda! —gritó, sin importar el tributo que la rescatara —¡Ayúdenme!

Los gritos fueron escuchados por Mica y André, que se encontraban cerca de la escena.

—Alguien está en problemas —dijo Mica, intentando captar el lugar del que provenía la voz—. ¡Debemos de ir!

—Mica, podría ser una trampa —André la tomó por el brazo—. O podría estar en un apuro que podría ser peligroso para nosotros.

—¡Ayúdenme por favor!

Amos se debatieron, hasta que Mica comenzó a correr hacia los gritos. André, aún no convencido, corrió tras ella.

Los gritos se hacían más y más fuertes, y ellos aceleraban la velocidad; hasta que el aroma los golpeó. Sus cuerpos pararon al disfrutar del olor. Incluso les trajo memorias placenteras que ya no recordaban; como cuando Mica salió primera en su escuela, o cuándo André ganó la competencia anual de gimnasia por primera vez.

—¡Por favor!

Las súplicas los sacaron de su ensimismamiento. Pronto llegaron al lugar, donde un brazo sobresalía de dos hojas que parecían tener dientes.

—¡Estamos aquí! —gritó André— ¡Vamos a ayudarte!

—¡Gracias! —les contestó Jesslyn— ¡no saben cuánto se los agradezco!

Mica quería ayudar. Pero la forma de la planta, había algo de ella que se le hacía familiar y que su sentido la alertaba de algo que estaba por venir…

Los nuevos gritos, más desesperantes, lastimosos y tétricos de Jesslyn le recordaron a Mica el nombre de la planta.

André se sobresaltó al escuchar los chillidos perturbantes de la chica encerrada. Muy diferentes a lo que hubieran escuchado antes, incluso peores que los de Chiqu.

André dio un paso a las plantas, pero Mica se le abalanzó para detenerlo.

—¡Esas son Carníromas! —dijo Mica perdiendo su aliento— ¡Producen un fuerte ácido que puede derretir rocas! ¡Por eso no hay maleza alrededor de ellas!

AL ver el suelo, pudieron ver el ácido, viscoso con un verdor amarillento, brotar de todas las hojas. La escena de horror continuaba; envolviéndolos en gritos, lamentos y el mejor aroma que habían olido en sus vidas.

Jesslyn, dentro de las hojas, veía la piel de su brazo derretirse frente a sus ojos y su cuerpo sentía como si llamas la envolvieran. La ropa se deshacía y su garganta ya no podía gritar más. Entonces el ácido comenzó a invadir su rostro, y el ácido con piel de su brazo comenzó a caerle en los ojos que emitían lágrimas que sólo empeoraban su sufrimiento.

Otro tipo de agonía sufrían Mica y André. Parados, queriendo ayudar a la chica atrapada. Mica comenzó a hiperventilar, y tapó sus oídos, que no la dejaban pensar en una solución para ese problema.

André la tomó de los brazos y se alejaron del lugar, hasta que los lamentos se dejaron de escuchar.

Salvia encontró al resto de la alianza en la cocina, después de que Alejandra metiera un bote con agua al refrigerador.

—¿Quiénes faltan? —preguntó Tyler, aun alerta por cualquier inconveniente— De los demás, Chiqu y Julio están… fuera del juego. ¿A quiénes vieron salir?

Intercambiaron miradas, inseguros de hablar.

—Vi a la compañera de Xavier salir de la casa —comenzó Alejandra, aun cubriendo su ojo— También a Xavier y a la chica del cinco.

—Bien, con ellos van tres —agregó Tyler— ¿Quién más?

—Yo vi a la chica del cuatro y a la del uno salir por los vitrales de la puerta principal —dijo Salvia, que había visto la persecución desde un pasillo oculto— Creo que también vi al del uno en el prado.

—Van seis, ¿Alguien más? —Tyler dio una pausa y se dirigió a Salvia— ¿No has visto a tu compañero o a la niña del seis?

Salvia negó con la cabeza y comenzó a preocuparse. Había muerto ya el niño del seis, también pudieron haber muerto ellos.

—¡Rye! —lo llamó, el eco viajó por toda la casa y esperaron una respuesta.

A lo lejos, al fondo del edificio, Air logró escuchar unos golpes en una puerta. Todos corrieron, y al llegar, escucharon la voz de Rye.

—Aléjate de la puerta —ordenó Tyler, que con dos empujones logró derribar la barrera.

—Presumido —le dijo Air al pelirrojo, intentando reducir la tensión en el ambiente. —¿No podías salir "Rey"?

Rye permaneció en silencio, a pesar de que sus compañeros esperaron una respuesta a la pregunta del joven alto. Decidió que sería mejor que pensaran que sus delgadas extremidades no fueron capaces de apartar la barrera, en lugar del verdadero motivo: Apartarse, encerrado, de la violencia que acontecería del otro lado. Fuera como fuera, él sabía que si sus aliados sobrevivían, tomarían el edificio por su ventaja numérica. Era casi imposible que todos murieran. Casi.

—Creo que debemos de ir por la niña del seis —Tyler avanzó hasta las escaleras principales—, debemos de estar juntos antes de organizar un…

Un sonido casi intolerable, una campanada mucho más fuerte que las que se escuchaban en las villas de los distritos, retumbó por los pasillos del falso Palacio Presidencial y por toda la Arena. Cada uno de los tributos pudo escucharla.

Entonces una vibración leve en su muñeca les indicó que algo había aparecido en la pantalla.

Era Chiqu.

La campanada volvió a sonar otra y otra vez, desde algún punto alto del edificio, seguido por el rostro de Julio y el de Jesslyn respectivamente; causando un inesperado nudo en la garganta de Alejandra y Air.

—Deben de ser los… caídos —dijo Alejandra con un hielo cubriéndole la cuenca del ojo morada, intentando ignorar el hecho de que tres adolescentes habían muerto en la primera hora de los asquerosos juegos—. Xavier venció a Chiqu, y ustedes a Renzó… ¿Quién habrá asesinado a…

—Jesslyn —agrego Air al ver que su aliada no recordaba su nombre.

—Fuera quien fuera, no fue ninguno de la Alianza —Tyler continuó caminando hacia el piso superior—. Pudo haber sido Isaura.

—O alguien que sigue en los pisos superiores —agregó Rye, forzándose a hablar— No vimos a Alix salir, ni tampoco a Damian… Pudo haber sido Carrie o incluso tu compañera de distrito.

—De igual forma sabemos que Isaura no ha… muerto —Salvia acarició su roja cola de caballo—. No podemos dejarla allá arriba.

Tyler hizo una formación básica después de que todos los integrantes tuvieran un objeto con el que se pudieran defender. Él decidió ir a la cabeza, seguido de Air, Rye, Salvia, Alejandra y al final del grupo, Renzo. Rye no estuvo convencido de la formación, pero sus labios estaban sellados.

Comenzaron con las habitaciones del segundo piso. Tyler rompía las puertas, y cada vez lo hacía más rápido. Llegaron a la última habitación del nivel, y el pelirrojo repitió el movimiento.

Un cuchillo salió disparado hacia su cabeza.

El chico logró esquivarlo por escasos milímetros. Los reflejos que la Academia le habían grabado le habían salvado la vida.

La niña tenía preparada el segundo cuchillo, a una distancia en la cual no volvería a fallar.

—¡¿En dónde están los demás?! —gritó la niña, sin evidencia de miedo.

—¡Tranquila! ¡Están aquí! —Tyler utilizó la puerta como escudo— ¡Y si planeas traicionarnos, te advierto que te superamos en número, y no dudaremos en atacarte!

No hubo sonido de ningún lado de la puerta.

—Vaya Tyler —Air rompió el hielo— Sí que sabes cómo tratar a una niña —El chico apartó al pelirrojo, y se acercó a la orilla de la puerta— Isa, soy Air. No te haremos daño. Todos los integrantes de la alianza estamos bien… —Air se volvió al grupo— ¿Estamos todos bien?

Todos asintieron sin dudar, aunque Alejandra no estaba muy convencida.

—Si lo deseas —Salvia titubeó un poco al decidir hablar—, podemos esperarte en el primer piso… encuéntranos allá cuando estés lista.

La puerta se abrió con lentitud, causando un rechinido y crujidos de madera. Isaura no demostraa expresión alguna, pero seguía tomando unos cuchillos que había conseguido de la habitación con pinta de bodega como si se preparara para apuñalar a alguien. Una imagen tétrica para una niña.

Al Norte del palacio, Damian había trepado un árbol, en el cuál descansaría hasta estar listo, física y mentalmente, para continuar en la Arena. El altercado con Tyler lo había afectado de sobremanera. Observó la herida en su mano, el ardor surgía cuando cerraba el puño. Subir al árbol había sido una pesadilla.

Una sombra cubrió el cielo por un segundo. El chico observó que lo que sea que hubiero pasado volando, había arrojado un tipo de paracaídas que planeaba hacia él.

Damian se perturbó al ver que llevaba una ruta directa, pero justo cuando se proponía a deslizarse por el tronco, observó que el objeto tenía un foco similar al del dispositivo que habían fijado en su muñeca.

Y el paracaídas iba directo hacia el reloj.

Cuando llegó a sus manos, el chico abrió la caja pulsando un botón rojo. Al abrirse, pudo identificar que le habían enviado un bote con una sustancia medicinal líquida. Después de untarla, y de un ardor tolerable, se pudo relajar… hasta que escuchó un movimiento de maleza debajo de él.

El ojo de Damian quedó fijo en la criatura que corría tambaleándose. Podría medir con facilidad dos metros, parecía un hombre y caminaba como tal, pero su cuerpo estaba cubierto de pelo negro y largo. Sus pasos eran extensos y tenía fijo su camino hacia una dirección en específico que Damian pudo adivinar.

Se dirigía al falso Palacio Presidencial.

Al Este del edificio, Alix corría, con la esperanza de encontrar a su hermana en algún punto.

Entonces percibió el olor familiar.

Aceleró el paso. Saltó pierdas, troncos, hierbas, hasta que llegó al borde de la jungla. El terreno descendía, con suavidad casi imperceptible, en un terreno sin flora tropical.

Era un pastizal, con vacas y ovejas que pastaban sin preocupaciones.

Más allá, tal vez uno o dos kilómetros después del pastizal, sus ojos anestesiaron sus preocupaciones.

Era una costa, y las olas del mar lo llamaban.

Mientras pasaba entre los animales, y varios graneros con maniquíes disfrazados de rancheros, Alix notó un sentimiento extraño, que compartió en ese mismo momento con Camila; que acababa de llegar a un claro en el cuál un edificio de gran tamaño se levantaba.

La chica se veía diminuta ante la construcción, en la que pudo leer: "Gimnasio".


Nota del Autor:

¡Hola! Apuesto a que no se esperaban capítulo antes de una semana! XD Y si sí, pue que psíquicos! Porque adivinaron haha!

Primero el minuto de silencio para los caídos:

Descansen en Paz:

Chiqu: El primer tributo en morir en Circenses. Él fue muy divertido de escribir, siempre tan sádico y tan malvado. La escena de él luchando contra Xavier se me vino a la mente pronto XD. Ninguno dudaría en asesinar, y Chiqu tuvo una gran oportunidad de ganarle, por desgracia, el ser impulsivo lo condenó D: sin dejarle planear antes su ataque. Lamento su muerte, pero su pasión por matar fue su perdición. Gracias Chiqu, por ser el primero, sin ti, no habría ganador :( (muy Catching Fire hahah).

Julio: Acepto que a él lo llegué a considerar como la más grande amenaza en la Arena, y me deprimió mucho que no pudiera brindarle un mejor futuro, en especial por su historia y su perro D:! Me lo imaginé muchas veces cazando en la arena, pero por desgracia no lo logró. También es una tragedia que su creadora no regresara, puesto que me hubiera gustado saber su opinión.

Jesslyn: D': Admito que era de mis favoritas, pero por desgracia tuvo que irse. Espero que su muerte no haya ofendido a la autora, porque recuerdo muy bien el día que ella me la envió. Fue divertida de escribir, pero ella no estaba hecha para la Arena D:! (bueno, nadie lo está). Me deprimí cuando tuve la lista, porque no quería que muriera tan pronto.

.iii. Para los tributos D:!

Tengo planeado hacer algo para los creadores de los tributos caídos(todos), pero por estos días sólo me da tiempo de escribir XD. Espero que después de navidad vean el Blog, porque habrá un regalito por participar en mi SYOT! (a Todos! ).

Hablando del Blog, ya debe de estar actualizado con temática "Arena". Por lo menos la primera parte XD. Espero les guste! Oh, Oh, Oh! Se me olvidaba! XD Pondré un Mapa de la Arena que espero les ayude a entender todo! (Soy alguien muy visual! *-*! ). Dejen sus comentarios! :D y espero que se haya divertido, porque siguen muertes y muertes y tal vez no muertes XD! D:!

Citaré a Hades cuando me pregunten cómo va mi fic:

"Bueno, todo bien. Oscuro, lúgubre y todo lleno muertos."

¡Saludos!