La Princesa De La Jaula Negra

Por: MahegaGame

Resumen: Nanami ha caído prisionera del rey Tomoe. Tiene un prometido esperándola, pero el rey se ha encaprichado con ella. Disfruta atormentándola y su resistencia hacia él es su fuente de diversión, así que no parece muy dispuesto a dejarla ir. Pero, bajo esa fachada de crueldad, el rey parece ocultar otros sentimientos…en realidad, ¿Quién es prisionero de quién?

Parejas: Nanami x Tomoe

Clasificación: K+

Género: Drama/Romance

Kamisama Hajimemashita NO me pertenece, solo tomo prestado los personajes. Todo se lo debemos a la gran Julietta-sensei


Cap. I

AQUEL DÍA EN QUE LLORE

Aquellos fríos e indestructibles barros de acero, era lo único que me separaba de aquella tan anhelada libertad que muchos prisioneros pedían a gritos en aquellas horribles mazmorras.

No sabía exactamente cuántos días había permanecido entre aquellas paredes.

Mi delicado kimono blanco estaba completamente cubierto de tierra y lodo, y pequeños rasguños adornaban mis brazos y muslos descubiertos. Así como también en el camino había perdido mi Wataboshi [1] y mi Tsunokakushi [2] estaba completamente arruinado. Mis pupilas se perdieron en alguna parte de aquellas rocosas paredes que me rodeaban, y entre toda aquella inmensa obscuridad recordé con dolor el cómo había llegado a este horrible lugar.

Era la única hija del jefe de mi clan y por ese simple hecho mis padres arreglaron mi compromiso con el primogénito del jefe de otro clan como el mío.

Los matrimonios de esta índole eran comunes en los clanes ya que fortalecían las alianzas y ayudaban en la protección de estos. Los novios nunca se conocían hasta el día del matrimonio.

Acababa de cumplir la mayoría de edad, momento en que toda mujer debía casarte, y a pesar de nunca haber conocido a la persona que sería mi marido, jamás proteste para anular semejante suceso, sabía muy bien que era mi deber como la hija del jefe desposarme para supervivencia de mi pueblo, siempre habría tiempo para conocerlo y enamorarme después del matrimonio.

El día en que debía partir había llegado, viajaría sola en caballo hasta la aldea de mi futura familia, aun puedo ver en mi memoria imágenes del rostro lleno de lágrimas de mi madre deseándome toda la felicidad del mundo, y mi padre, confiándome la gran responsabilidad de continuar con nuestro linaje. Sin embargo todas esas imágenes se vieron manchadas de sangre. El día que debió a ver sido el más feliz se convirtió en mi propio y pequeño infierno.

Quien iba a decir que me encontraría cavando la tumba de mis propios padres, con mis manos que terminaron mallugadas y cubiertas de tierra. Mi maquillaje corrido a causa del llanto y mi semblante que reflejaba el suplicio de haberlo perdido todo en un día.

El aire que golpeaba mi rostro tan cruelmente, me despertaba a la realidad, mis mejillas ahora enrojecidas por el esfuerzo de a ver removido la tierra bajo mis pies. Deseaba morir en aquel instante, terminar con todo. Mis ojos confirmaban el cansancio mi cuerpo tanto como el de mi alma.

Mis oídos eran sordos a todo sonido ajeno a mi dolor, lo cual que me impidió escuchar el galope de una caravana que se detuvo a mis espaldas.

Un pequeño zumbido en mis tímpanos hizo que volteara el cuerpo y prestara atención a la autoritaria y demandante voz que no solo me pedía si no por el tono me exigía algo que no pude comprender del todo.

Y ahí fue cuando lo vi por primera vez, el emperador Tomoe.

En ese primer encuentro no le había prestado demasiada atención a su apariencia, pero ahora que escarbo en mi memoria logro recordarlo un poco, estaba montado en su caballo, sus largos hilos plateados que bailaban con el viento de aquella tarde tan violenta, su esbelto cuerpo y esas hermosas facciones pero sobre todo esos preciosos ojos ambarinos.

Esta vez pero con mayor fuerza escuche el gruñido impaciente que no hace mucho había invadido mis oídos. No dude en abrir mis labios para decir algo a mi favor, pero la voz que salió de mis cuerdas vocales fue demasiado baja, ya que estaba demasiado cansada para poder hablar.

-Cavo una tumba. Si su majestad desea hablar conmigo, tendrá que esperar.-

Palabras vacías y sin ninguna emoción fueron mi saludo para el rey.

Lo que hizo enfurecer a uno de los acompañantes de este y dispuesto a no dejar las cosas así, bajo de su caballo con katana en mano, seguramente para darme punto y final. Realmente no me importaba, no le temía a la muerte.

No cerré los ojos, quería mirarla de frente.

Sin embargo aquel hombre se detuvo a unos pasos de mi ubicación y pude escuchar a sus espaldas la imponente voz del emperador.

-Tráela al castillo-

Y una pequeña sonrisa surco los labios de su majestad.


El chirrido de la puerta oxidada de la celda me hizo salir de mis cavilaciones, y ahí en la gran apertura por donde se coló un diminuto haz de luz, visualice la sombra del carcelero y a un costado de ella pude ver el pequeño rostro de una joven.

La voz del carcelero me hizo salir de aquel horrible lugar, al mismo tiempo que me indicaba seguir a aquella muchacha, que ahora en completa luminosidad podría decir que se trataba de alguna doncella del palacio, por las vestimentas que utilizaba.

Comenzamos a caminar por unas largas escaleras que nos hicieron salir de aquellas mazmorras y dando unos pasos más adelante nos adentramos en un pasillo con hermosas paredes de color marfil recubiertas con elegantes ornamentas al estilo clásico, tan solo con verlas puedo decir que eran de oro puro.

Llegamos hasta una gran puerta de madera con tallados que hacían de una simple puerta una obra de arte. La doncella se detuvo para dedicarme algunas palabras.

-Tome un baño y descanse Kuroori-hime [3] , todo lo necesario se encuentra dentro de esta habitación-

Me hizo una pequeña reverencia y se perdió en el fondo de aquel largo pasillo, me quede parada en frente de aquel portón pensando en si debía aceptar aquella invitación o no.

Abrí la pesada entrada y mis ojos se deslumbraron al ver el interior de esta, era una habitación realmente amplia y totalmente lujosa, desde los muebles hasta la decoración. Sin embargo las ventanas se parecían a los barrotes de la celda en la que me había encontrado, lo único que hacia la diferencia entre las dos es que esta era una celda sumamente ostentosa.

Mis ojos bailaron por todo el cuarto, encontrando inmediatamente lo que buscaba.

Me dirigí al cuarto de baño, quería tomar una ducha, pero más que eso deseaba que el agua limpiara mi cuerpo, que aquellas horribles imágenes que me rondaban el cerebro desaparecieran, que aquel liquido se las llevara por completo, aunque sabía que aquello sería imposible tan solo necesitaba intentarlo.

Mire el espejo y me observe detenidamente. Mi lastimero cuerpo, mi cara sumamente demacrada y el kimono cubierto de tierra que para ese momento se había convertido en lodo.

Estaba hecha un desastre.

Entre en la tina y como si todo el dolor a cumulado en mi interior se empeñara en salir comencé a llorar como si nunca lo hubiese hecho en toda mi vida. Me desplome y abrazándome a mis rodillas comencé a sollozar, pero esa sería la última vez que lo haría, me lo prometí a mí misma ahí, mientras estaba sumergida en aquel liquido transparente.

Salí después de un rato y encontré ropa nueva para remplazar mi kimono ahora totalmente arruinado. Por mi mente paso solo una cosa, necesitaba salir de ahí para poder ir en busca de mi prometido, seguramente estaría muy preocupado por mí y estaría buscándome, no podía perder más el tiempo. Además cumpliría la última voluntad de mis padres. Termine de cambiarme y me deslice por la puerta por donde había entrado.

Antes de salir mire el pasillo, estaba vacío. Esta era mi oportunidad, correría todo lo que pudiera y buscaría rápidamente alguna salida. Saque mi cuerpo completamente de aquella habitación y al dar la vuelta en el final del pasillo como si hubiese chocado contra una pared me vi tirada en el piso, mi intento de huir parecía a ver sido un total fracaso.

Alce mis ojos rápidamente y me quede muda al ver al emperador en frente mío, mirándome con esos ojos que conservaba en algún rincón de mi basta memoria.

-¿Todo bien? ¿Kuroori no hime? [4]-

-¿Kuroori no hime?-

-Así es como te llaman los sirvientes, es un hermoso nombre para alguien como tú-

Me resultaba difícil mirarlo a los ojos, el aura que lo rodeaba era sumamente hostil y amenazador, cada palabra que salía de sus labios era sumamente hiriente. Simplemente quería salir de ahí, pero al parecer eso no iba hacer totalmente imposible en aquellas circunstancias. Aun así no me iba a dar por vencida, nadie me iba a detener ni aunque se tratase del rey.

-¡…Tengo que irme! ¡Alguien me está esperando, tengo que encontrarme con él!-trate de levantarme inmediatamente pero sentí un fuerte agarre en las hebras de mi cabello, era aquel hombre que me sostenía fuertemente mientras me atraía hacia el para mirarme a los ojos.

-Para ser sincero, verte temblar mientras me miras fijamente a los ojos. Es realmente divertido- era claro que estaba jugando conmigo, gozaba humillándome. Abrí de golpe mis ojos cuando sentí la húmeda lengua del emperador recorrerme lentamente desde la clavícula hasta la barbilla. Una corriente eléctrica recorrió mi columna vertebral haciendo que arqueara la espalda.

-¡BASTA! ¡Tengo que irme!-

Las grandes manos del rey abandonaron mis cabellos para posarse en mis hombros tan bruscamente como si de un animal me tratase, y pude mirar más de cerca aquellos crueles ojos ambarinos.

-¡No es tu decisión!

-¿Por qué hace esto?-

-¿Por qué? Porque me perteneces Kuroori no hime.

Si él era un hombre cruel y seguramente nunca podría salir de ahí. Por un momento mi corazón se contrajo con rabia y desesperación.

-No te diré que abandones tu intento de fuga. Porque me divierte tener que atraparte-

Una gran sonrisa sarcástica y divertida se dibujó en los labios del rey antes de arrojarme bruscamente contra la pared, para ese momento mis ojos solo pudieron verle la espalda y lo perdieron de vista en el fondo del pasillo.

Un escalofrió recorrió mi cuerpo, estaba perdida, realmente perdida en aquel profuso abismo.


"La única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a no quemarse."

Oscar Wilde


[1] N. de A: Wataboshi al igual que en occidente la novia va de blanco. Lleva un kimono y una capucha blanca la cual se llama así.

[2] N. de A: Tsunokakushi debajo del Watabochi la novia lleva un elaborado peinado junto con un tocado que sé que esconde "los cuernos de los celos". Bueno pues así se le llama al tocado.

[3, 4] N. de A: Kuroori no hime Literalmente Princesa de la Jaula Negra por eso el nombre de la historia. Nanami no es una princesa en sentido de la realeza, Tomoe utiliza este apodo que según él se lo dieron los sirvientes pero realmente fue el quien se lo puso, solo la nombro así para rebajarla y recordarle que es su prisionera. Los criados la llaman Kuroori-hime, que significa lo mismo pero de una forma más neutra.


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