CAPÍTULO 5:Persecución

Recorrió el paseo marítimo hasta llegar al bosque, donde, desesperado, gritaba su nombre. La noche devoraba lentamente hasta el último atisbo de luz sobre el pueblo del Roble encantado, pero aquello sólo le daba más ventaja para seguir buscando. Grisam cerró los ojos y alzó el vuelo para tener una vista completa desde las alturas y ganar velocidad. El bosque se extendía hasta donde sus ojos podían ver, le llevaría tiempo, pero no desistiría, tenía que encontrar a Pervinca antes de que avanzase más. Sin embargo, nada obtenía a pesar de su dura exploración. Después de varias horas, muy pasada la medianoche, se sentó en una rama alta y robusta para recuperar el aliento. Llevaba desde el anochecer sin parar, corriendo y volando de un lado a otro, desesperado, con las lágrimas empañándole los ojos. Pero no se rendiría ni hoy, ni mañana, ni aunque su muerte llegase. Moriría solo o con Pervinca Periwinkle a su lado. Pero no se daría por vencido.

Descendió de la rama flotando, hasta que sus pies tocaron el suelo. Todavía no estaba repuesto, pero como ya no hiperventilaba, decidió seguir con la exploración dando un pequeño paseo entre la frondosa arboleda. Observó además a cada criatura de la noche, buscando en ellas algún rasgo distintivo que le indicase que Vi se había camuflado como cuervo, como topo o como lechuza. Se fijó en el suelo, intentando dar con huellas recientes, hojas movidas o alguna señal, una pista de por dónde continuar. Y, realmente, no tuvo que esperar mucho más.

Unos pocos metros más adelante, entre las sombras, algo se movió. No se habría sorprendido de no ser porque, al acercarse a donde la silueta había aparecido, encontró un cabello rojo y rizado. Pervinca lo había visto, y ahora él sabía que estaba cerca. Echó a correr entre las sombras, por la parte más pantanosa del bosque, en la dirección en la que ella había huido. No pasó mucho tiempo hasta que, con su habilidad como Brujo de la Oscuridad para ver cuando no existe la luz, localizó a la figura de la bruja corriendo delante de él. Aguzó el oído y supo por su respiración entrecortada que no tardaría mucho en agotarse. Además, su corazón latía a toda velocidad, bien por la carrera, bien por lo que estuviese sintiendo.

-¡Pervinca! –Gritó Grisam, alargando la mano cuando se hubo aproximado un poco. Rozó su piel suave, y una oleada de perfume de flores le inundó los sentidos. Oh, sí, era ella.- ¡Vi, detente!

Ella ni siquiera se giró, por lo que el rubio decidió ser algo más práctico. En plena carrera, estiró el brazo y cogió un pequeño canto que siendo lanzado no le haría daño pero sí llamaría su atención. Cogió impulso y lo lanzó, apuntando al medio de los omóplatos. La pequeña piedra dio en su punto de destino, pero la bruja no se inmutó, sólo siguió huyendo de él. Por lo tanto, el gran capitán Grisam optó por una nueva estratagema.

Se desvió del camino por el que corrían, y se ocultó tras un árbol. Cuando Vi se hubo alejado lo suficiente, se transformó en un pequeño murciélago y comenzó a revolotear en zigzag, impidiendo que la pelirroja lo relacionase con él. De este modo, consiguió alcanzarla sin ser identificado hasta que se detuvo, extasiada. Silencioso, se acomodó entre las ramas de un frondoso ciruelo y observó a su querida Pervinca.

Exhausta, Vi se giró para escudriñar entre las sombras, esperando haber despistado a su persecutor, y respiró aliviada al no ver a nadie acercarse. Entonces, mirándose los pies, dejó que un par de lágrimas rodasen mejillas abajo, siendo consciente de lo mucho que deseaba desandar el camino andado y echarse en brazos de aquel del que huía. Grisam sintió todo el dolor que desprendía, y sintió una vez más que podían haberlo hecho de otro modo. Sin hacer apenas ruido, planeó hasta un punto ciego a espaldas de Pervinca, recuperó su forma humana y la abrazó, apoyando su barbilla en el hombro de la bruja.

-¡Grisam! –Se alejó, sobresaltada. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y desvió la mirada, esquivando aquellos ojos grises que tanto le gustaban.-¡Creí que te había despistado!

-Creíste mal –Sonrió con tristeza-. Oye, Vi, ¿qué estás haciendo? ¿Por qué te vas así?

-Porque estoy cansada de mí misma, Grisam –Su labio inferior comenzó a temblar, y la sonrisa del muchacho se borró de golpe.-. Porque tengo un carácter horrible, y te hago infeliz. Te he hecho daño, y eso es algo que no puedo perdonarme.

Dicho esto, se llevó las manos a la cara y sollozó como Grisam no había visto a nadie llorar. Instintivamente, la abrazó intentando protegerla de un enemigo que estaba dentro y no fuera; besó su frente, le apartó las manos de la cara y secó sus lágrimas con caricias amigas.

-No me haces infeliz. Eres la única que puede hacerme feliz, y lo sabes -Sonrió, adentrándose en aquellos grandes ojos llorosos-. Lo que ha ocurrido ha sido un malentendido…

-¡No, Grisam! Soy una estúpida, y una celosa… ¿Cómo he podido sentir celos de Scarlet Pimpernel? –Puso los ojos en blanco- Lo siento muchísimo, de verdad… Pero no creo que puedas ni debas perdonarme.

-Vi, te perdoné en el momento en el que te aparté de mis brazos –Tomó su barbilla con dulzura-. Dejarte es lo más doloroso que he hecho nunca. Por eso ahora me niego a perderte otra vez.

-Pero, Grisam… -Su reproche fue interrumpido por un cálido beso. Cuando Grisam se ponía cabezota, resultaba bastante peor que ella misma, pero siempre que discutían y quería callarla, lo hacía de aquella forma tan tierna. Cogió sus manos, entrelazaron sus dedos, y le murmuró con ojos brillantes y una impecable sonrisa:

-Volvamos a casa, Vi.

Y ella sólo pudo asentir, porque en aquel momento cada trocito de su corazón estaba regresando a su sitio, cicatrizando, latiendo de nuevo al son de un único nombre: Grisam.

~FIN~

¡Pues esto se ha acabado! Espero que hayáis disfrutado tanto como yo al escribirlo, y que me dejéis en las reviews una opinión que me ayude a continuar en esto del fanfic. Gracias por haber leído estos cinco capitulillos.

Drusila.