Capítulo 14

No era una noche cálida, pero a Bella le pareció que podía notar la llegada de la primavera mientras se bajaba del coche. Quizá a Edward le pasase lo mismo, porque estaba sentado en un banco del porche. Quizá estuviese tan ansioso por verla que no había querido esperarla dentro, se dijo con una sonrisa. No era arrogancia, sino lo que le pasaba a ella misma.

Cuando esa tarde se marcharon del campamento, él parecía tenso después de la llamada de Roddy, pero solo le dijo que era un asunto de trabajo. Naturalmente, no era fácil hablar de algo serio con cuatro niñas en el coche y luego la dejó en el colegio con la promesa de que le mandaría un mensaje cuando Nessie estuviese dormida.

Allí estaba, pero no la había saludado todavía ni se había acercado a ella. Seguía sentado en el banco con los hombros hundidos. ¿Estaba cansado por la acampada? El corazón le dio un vuelco. ¿Qué le había pasado a ese hombre exultante que ese mismo día le había declarado su amor?

—Hola —le saludó ella con cierta incertidumbre.

Él la miró y la desolación de su expresión fue evidente incluso en la penumbra del porche.

—¿Qué pasa, Edward? —Bella se sentó a su lado y lo agarró del brazo—. ¿Qué ha pasado?

—Coleridge va a cerrar la tienda. Va a vender el edificio y quiere que preparemos la tienda para una liquidación. Me ofrece un mes de sueldo como indemnización por despido y a Roddy casi lo mismo —Edward se pasó las manos por el pelo—. Todavía no se lo he dicho a Roddy. He preferido esperar hasta mañana para decírselo cara a cara. Sé que no va a sorprenderle mucho, pero…

A ella tampoco debería sorprenderle mucho. Cuando conoció a Edward ya estaba abatido por esa posibilidad. Él se lo avisó y fue uno de los motivos por los que decidió estar con él, porque no podía saberse cuánto tiempo tenían. Entonces, ¿por qué se sentía como si la hubiera alcanzado un asteroide y la hubiera dejado reducida a cenizas?

—Edward, lo siento muchísimo. ¿Qué… qué vas a hacer?

—Según Coleridge, marcharme a Colorado. Quiere ascenderme, ¿puedes creértelo? —Edward dejó escapar una risa sombría—. Durante la cena me contó que si bien la tienda de Colorado vende mucho más, también hay mucha más competencia. Dice que he demostrado mucha iniciativa aquí y que le gustaría comprobar cómo puedo aplicarla en otras situaciones.

—Lo has hecho muy bien. Me he sentido muy orgullosa de ti. Hay poca gente que pueda equilibrar el trabajo, la familia y la vida social.

Estaba conmocionada. Solo decía tópicos como los que diría al padre de un alumno en una situación complicada. Después de luchar durante semanas, había llegado a aceptar que Edward y su hija eran una parte importante de su vida. ¿Iba a perderlos?

—¿Cuándo vas a decírselo a Nessie?

—Supongo que cuanto antes, mejor —contestó él inexpresivamente—. Necesitará tiempo para hacerse a la idea. Además, verá carteles de «liquidación» por todas partes en la tienda y que Rosalie no dejará de llorar.

Se fijó en Bella y le pareció que estaba como si hubiese perdido a su mejor amiga.

—Bella… —Edward se inclinó hacia delante—. Bella, ¿estás llorando?

Ella sollozó y se frotó los ojos con el dorso de la mano.

—Creo que sí.

—Cariño —Edward la abrazó con fuerza—. Te amo.

Ella se mordió el labio porque era incapaz de decirlo sin llorar más.

—¡Cásate conmigo! —exclamó él incorporándose súbitamente.

—¿Qué? —preguntó ella entre hipidos—. No tiene gracia.

—No es una broma. Te amo y tú me amas. Nessie, a quien van a alejarla de todo lo que conoce, te adora. Dale la madre que tanto desea y hazme el hombre más feliz del mundo. Ven con nosotros a Colorado.

—No puedo.

Bella tampoco podía creerse lo que estaba oyendo.

—Claro que puedes.

Él parecía tan absorto en su situación imaginaria que no estaba escuchándola.

—Edward —ella se levantó para poner cierta distancia entre ellos—, cuando salimos del campamento, ¿habías pensado pedírmelo?

—Conscientemente, no, pero la vida es impredecible. Saco todo el jugo posible a la situación.

—¿Sacas todo el jugo posible a la situación? —preguntó ella con rabia—. Ya estuvo bien que compararas nuestra relación física con lanzarse a la piscina, pero es la petición de matrimonio menos romántica que yo… No es que sea poco romántica, es insultante. ¿Qué es eso de que van a separar a Nessie de Braeden y de la gente de aquí? Edward, no soy un premio de consolación. También tengo una vida aquí, también tengo una profesión que me ha costado mucho levantar. No soy un animal de peluche que puedes tirar al coche para contentarla.

En cierta medida, Bella sabía que la furia que se adueñaba de ella no iba dirigida hacia él. Estaba provocada por esas circunstancias inadmisibles. No obstante, estaba sinceramente impresionada de que él creyera que debería cambiar todo su porvenir porque él había tenido un mal día y no sabía cómo darle la noticia a Nessie.

—¿No quieres estar conmigo? —le preguntó él.

—En Braeden, ¡sí! Pero solo te conozco desde hace un par de meses. No voy a dejarlo todo por aceptar una petición de matrimonio irreflexiva de la que te arrepentirás mañana por la mañana.

—Yo no soy el que siempre ha tenido dudas y no quiere que nadie lo sepa —replicó él.

Eso le dolió. Era posible que ella hubiese dudado al principio, pero eso no era dudar siempre. Habían sido muy felices durante el mes pasado o, al menos, ella lo había sido. Parecía como si él estuviese resentido por algunas cosas.

—Mira, has estado sometido a mucho estrés —comentó ella intentando parecer comprensiva—. La cena en casa de mis padres es pasado mañana, ¿qué te parece si voy sola?

La idea de ver a su madre intentando llevarlos al altar cuando sabía que Nessie y Edward estaban a punto de marcharse era muy dolorosa.

—¡Otra vez distanciándote!

—¡Edward! ¡Yo no soy quien se va a Colorado! Creo que eso va a poner bastante distancia entre nosotros independientemente de lo que yo diga o haga.

Tenía que calmarse. Estaba acostumbrada a soportar situaciones conflictivas. ¿Por qué estaba gritando a ese hombre en su porche?

—¿Te acuerdas de cuando me dijiste que hice lo acertado al no casarme con Mike porque no entendía mis sentimientos ni respaldaba mi profesión? Podría decir lo mismo de ti en estos momentos.

—Bella…

—Es posible que marcharos a Colorado sea positivo para Nessie y para ti, como empezar desde cero —las lágrimas se le acumulaban en los ojos a toda velocidad—. Te… te llamaré a lo largo de la semana.

Bella bajó las escaleras precipitadamente para refugiarse en el coche. Con un poco de suerte, podría aparcar al final de la calle sin que nadie la viera y derrumbarse.

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Con los precios por los suelos, se tardó deprimentemente poco en vaciar la tienda. Había vuelto el buen tiempo y a la gente le apetecía andar por el monte, remar o practicar deportes al aire libre. Cuesta arriba llevaba años allí y dolía ver que se había vaciado en cuestión de semanas.

Edward, Roddy y Jake habían estado retirando los estantes y los residuos.

—Lo hemos pasado bien, jefe —comentó Roddy desde detrás del mostrador—. Siempre me gustó trabajar para usted.

—Conmigo —le corrigió Edward—. Has llevado la tienda tanto como yo. Además, si no te había agradecido tu apoyo cuando murió Tanya…

Roddy sacudió una mano emocionado y abochornado.

—Voy atrás a ver si hay más café.

—Lo que necesitamos es cerveza —comentó Jake mientras el otro hombre desaparecía—. ¿Qué tal estás?

No había conseguido mantener la tienda abierta y echaba de menos a Bella con cada célula de su cuerpo. Después de la discusión en el porche, le relación se enfrió tácitamente. Él la llamaba directora Swan cuando la veía, que era muy pocas veces.

—He estado mejor —contestó él.

—¿Y Nessie? —preguntóJake mirando hacia otro lado—. ¿Qué tal está?

—Enfadada y asustada. Entré en Internet y le enseñé que también hay un campamento allí donde vamos. Creo que Kris y Julie van a ser las instructoras conjuntas cuando nos vayamos.

Él le había avisado a Bennett de que no se llevaría a Nessie hasta que terminara el curso escolar, en la tercera semana de mayo.

Rosalie había dicho que Nessie podía quedarse con ellos todo el tiempo necesario para que él fuese a Colorado a empezar a buscar una casa. Le había asombrado que no le costara poner a la venta la casa. Era la casa donde había vivido con Tanya, la única casa que había conocido Nessie. Sin embargo, firmar los documentos con la agencia inmobiliaria fue un fastidio más que una tragedia. La casa era un edificio y no iba a echar de menos los ladrillos, iba a echar de menos a las personas. A Bella. Sin embargo, si a ella le costaba tan poco alejarse de él, quizá fuese para bien.

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Bella pensó que si seguía comportándose así, la gente que vivía al final de la calle iba a denunciarla por acosadora o, al menos, por mirona.

Había ido en coche hasta allí para hablar con Edward, pero cuanto más se acercaba a su casa, más pánico sentía. ¿Qué iba a decirle? Quería disculparse por la discusión. La consumía como le consumía la afirmación de su madre de que los empleos no eran tan importantes como las personas.

Sin embargo, aunque ella reconocía que lo había hecho todo muy mal, también seguía creyendo que su petición de matrimonio había sido tosca y por un motivo equivocado. Seguramente, él también habría llegado a esa conclusión ya. Llevaban separados casi tanto tiempo como habían pasado juntos. Si él lo había superado, ¿para qué iba a removerlo todo presentándose en su puerta? Porque era lo que debía hacer. Aunque no pensara irse a Colorado con él, una invitación que él ya habría retirado, debía decirle que lo amaba, que él se había portado muy bien con ella y que lamentaba si ella había conseguido que sus sentimientos pareciesen algo vergonzoso de lo que había que abochornarse. Si tuviera otra oportunidad… Tragó el nudo que se la había formado en la garganta. No había tenido otra oportunidad en el pasado, pero la tenía en ese momento.

Aceleró el coche hacia la casa antes de perder el valor. Sin embargo, cuando llegó, no vio el coche de Edward sino a una morena con traje de chaqueta que hablaba con una familia en el porche. El cartel de «En venta» tenía una foto de esa morena.

—¡Hola! —la saludó la mujer.

—Hola —la saludó Bella bajando la ventanilla—. No quiero interrumpir, pero estaba buscando al dueño de la casa, al señor Cullen.

La agente inmobiliaria sacudió la cabeza.

—Lo siento… Está en Colorado.

—Gracias.

Bella se alejó de la casa con el estómago encogido. Estaba en Colorado. Pronto, se quedaría allí. Quizá fuese preferible que no lo hubiese encontrado y no hubiesen vuelto a hablarse, porque no creía que pudiese soportar la despedida cuando se marchara.

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Edward, desde la habitación de un hotel de Colorado, intentaba consolar a su cuñada.

—Lo siento —balbuceaba ella por teléfono—. Ya sé que debería ser un ejemplo mejor para Nessie, pero… —hizo una pausa para sonarse la nariz—. ¿Quieres oír una buena noticia?

—Sí, por favor.

—Stacey cree que tiene una oferta por la casa. Llámala cuando vuelvas.

Todavía faltaban un par de días y echaba de menos a su hija con locura.

—Va a costarme la separación —reconoció Rosalie—. Ya sé que es normal que las familias se alejen y que la gente lo hace constantemente sin tener crisis nerviosas, pero… Nessie es una copia en miniatura de mi hermana. Perderla, ver que la casa pasa a otra familia… es como si volviera a perder a Tanya.

Edward oyó la voz de Emmett que reñía a su mujer por hacer que se sintiera peor de lo que ya se sentía.

—Voy a colgar —dijo Rosalie en tono abatido—. Mañana estaré mejor.

Era lo mismo que había dicho el día anterior. Cuando colgó, Edward puso la televisión, pero no consiguió prestar atención a los comentaristas de deportes. Solo oía las palabras de Rosalie. «Como si volviera a perder a Tanya…». Cuando su esposa enfermó, no pudo hacer nada para evitar lo inevitable. Entonces, se sintió como si hubiese hecho cualquier cosa por conservarla con él, pero que no le habían dado la oportunidad. Aunque las últimas semanas habían sido muy sombrías, todavía podía recordar con toda claridad la felicidad que sintió cuando Bella le dijo que lo amaba. No había podido evitar que Tanya se fuera, pero con Bella todo era distinto. Podía luchar por ella. Quizá no saliera bien, pero ¿por qué no estaba intentándolo?

Todo el tiempo que había pasado en Colorado había estado apático y renegando del sitio. Colorado, objetivamente, era un sitio fantástico, pero las dos personas más importantes del mundo para él estaban en Braeden y eso significaba que él también tenía que estar allí.

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Era el lunes de la última semana del curso. Los alumnos, por los pasillos, estaban eufóricos por la proximidad de las vacaciones. Bella, sin embargo, se dirigía al despacho con la vitalidad de una tortuga centenaria. Si no tuviese que asistir a una serie de reuniones administrativas, se metería en la cama y se quedaría allí hasta agosto. Paradójicamente, el superintendente le había comunicado que la habían nombrado directora de Woodside, no directora interina, y eso no le había levantado el ánimo. Quizá fuese porque cuando recibió la noticia solo quería celebrarla con una persona que no estaba allí.

—¡Buenos días, señorita Swan! —exclamó la secretaria cuando Bella entró en la secretaría.

Bella parpadeó por la expresión y el volumen de voz de Roberta. ¿Estaba sonriendo? Quizá fuese el entusiasmo del verano… o quizá estuviese tramando algo.

—Buenos días, Roberta —la saludó ella con desgana. La habían nombrado directora del colegio, había demostrado su valía, sabía que podía conseguirlo, ¿era muy importante dónde hacerlo? Al fin y al cabo, en Colorado había colegios públicos.

—Bella…

Bella contuvo el aliento, levantó la cabeza y vio a Edward sentado en su despacho.

—Edward…

Había sucumbido a la tensión y estaba viendo alucinaciones.

—Estás muy guapa.

—Estoy espantosa —replicó ella.

—Aun así —él sonrió y levantó una bolsa con el logotipo de la librería de Alice—. He traído unos regalos. Creo que son tus favoritos.

—¿Alice sabe que estás aquí?

¿No la había avisado? Podía irse preparando para cuando volvieran a boxear.

—Te he echado de menos.

Él se levantó y Bella se arrojó en sus brazos.

—Yo también —Bella tragó saliva—. ¿Has venido a despedirte?

—No exactamente. He pensado mucho en lo que me dijiste sobre que esperaba que lo dejaras todo para marcharte a Colorado…

—Fui un poco desagradable.

—No. ¿Por qué iba a esperar que quisieras ir a Colorado cuando ni yo quiero ir? Le dije a Bennett que podía ascender a Roddy si él quiere.

—¿De verdad?

—Luego, llamé a Jeffrey Frye, de Hawk Summit. No puede contratarme a jornada completa, pero tiene algún trabajo de marketing que puedo hacer a media jornada y recomendarme a otros grupos, como a la cabaña cuando la reabran. Imagínate todo el dinero que me ahorraré en cuidadoras si acabo siendo un padre que trabaja en casa. Sin embargo, Jeff tiene la idea disparatada de que, ya que está ayudándome, deberíamos pasar la luna de miel en su hotel.

—¿Luna… de miel?

—Por eso he venido. No he venido para despedirme, sino para hacerte una pregunta.

Edward, ante el pasmo infinito de ella, hincó una rodilla en el suelo y sacó un estuche de terciopelo del bolsillo del pantalón.

—¿Quieres casarte conmigo, Bella Swan? No porque mi hija quiera tener una madre ni porque no pueda estar solo en Colorado, sino porque te amo. Me gustaría que pasáramos juntos el resto de nuestras vidas para demostrarte cuánto.

Ella también se arrodilló y lo cubrió de besos.

—¿Eso es un «sí»? —preguntó él cuando intentaron tomar aire.

—Sí.

De repente, Edward dejó escapar una carcajada.

—¿Qué pasa? —preguntó Bella.

—Bueno, nos conocimos en este despacho y creo que ha dado resultado.

—¿El qué ha dado resultado?

—La carta de Nessie. Después de todo, me ha encontrado una novia, la única que quiero para el resto de mi vida.

Fin


N.A: Este es el final de esta linda historia, por fin Nessie consiguió lo que quería una linda madre, muchas gracias por haberme acompañado en esta linda historia y espérenme pronto con un nuevo proyecto.